Sala de entrenamiento

El día anterior por la noche me había quedado con Jun. Al parecer estaba bien, aunque bastante desorientado. Por la mañana, sin embargo, tras comprobar que seguía bien, me había ido y lo había dejado solo. Estaba muy enfadada, tanto como para no importarme ya que molestara a la gente. Y Alehyss, que al final era la que cargaba con ello, parecía llevarlo con tranquilidad.

Me había pedido que la acompañase a entrenar, pero después de que el día anterior hubiéramos estado más por nuestra cuenta me había quedado claro que no lo hacía porque lo quisiera. Me molestaba. Todo me molestaba, en realidad. Me molestaba querer hablar con la gente y que todo el mundo tuviera problemas más importantes que atender, que esos problemas fueran la vida amorosa de Rick y Gerald y que nadie se planteara que había más cosas.

Y Alehyss, que era la única que parecía prestarme atención, me hacía sentir culpable, porque estaba segura de que tenía mejores cosas que hacer que encargarse de una cría. Con eso y con todo, no puse pegas a acompañarla. Estaba bastante mejor, eso desde luego. Pronto podría escaparse de mí corriendo. Mientras ella ejercitaba la pierna, yo lanzaba aquaerums contra una diana, sin preocuparme mucho de no destrozarla.

Me encogí de hombros a su pregunta. Bien no, desde luego. Pero ella no tenía la culpa. No se merecía que me descargase contra ella. Lancé un nuevo aquaerum y luego me volví hacia ella, con una mezcla de rabia y vergüenza en la cara.

-Ayer le grité a Nagorr Brumm -confesé.

Me detengo un instante, ladeando la cabeza, curiosa. No soy una persona muy dada a los aspavientos, a las expresiones exageradas de sorpresa, ni tampoco a las poco exageradas. No obstante, su repentino comentario me ha sorprendido. Ello me hace alzar las cejas. Se ha ganado toda mi atención, por un instante. Aunque últimamente cuenta con gran parte de mi atención bastante a menudo, de modo que tampoco es un caso extraño.

Si está aquí, bien, y todo lo que tiene que decir es eso con esa expresión... Bueno, pudo ser peor, he de suponer.

-Si eso es así, me alegra que haya sido Nagorr Brumm, y no Aren Darvenwish -comento, con una sonrisa tranquilizadora, acercándome.

No puedo imaginar qué suceso puede haber hecho que Massen haya gritado a un líder. Tuvo que ser, necesariamente, víctima de la situación. Es una chica educada y tranquila. Aunque la juventud trae consigo osadía, muchas veces. No me enorgullezco de admitir que he gritado a quien no debía en muchas ocasiones.

La atraigo suavemente, dándole un pequeño abrazo.

-¿Qué sucedió?

No sabía muy bien qué pensar de su reacción. ¿Que me llamaba la atención? Ni siquiera estaba segura. ¿Cómo quería que reaccionase? Sabía cómo hubiera reaccionado yo misma, pero... Y con él había sido igual. Ni siquiera se había enfadado. Tampoco me había contestado.

Yo antes gritaba mucho, el abuelo era prueba de ello, pero en Brontë siempre había tratado de guardar respeto. ¿Quizá era porque veía de forma diferente a los líderes? Pero el señor Brumm solía desconcertarme; siempre aparecía en los peores momentos con aspecto de saber exactamente qué estaba pasando. Con Nagore, con Jun... Siempre.

Me dejé abrazar, negando con la cabeza, sin saber muy bien qué decirle. ¿Qué había pasado? Demasiadas cosas. Que Frikka me había contado de golpe un montón de problemas y después había desaparecido. Que Jun había hecho lo mismo pero luego no me había escuchado a mí. O sí me había escuchado, pero no había servido de nada porque sus problemas seguían siendo mayores. O más llamativos, por lo menos. Que parecía que no pudiera desahogarme con nadie.

-¿De verdad todo el mundo tiene siempre tantísimos problemas o es que de repente se están concentrando todos a mi alrededor? -pregunté con voz alterada. La miré-. ¿Tú también? ¿Tú también tienes un montón de problemas y te callas porque yo te impongo los míos? ¿Eh?

Acaricio un poco su pelo, sin dejar de abrazarla. Lo aprieto incluso un poco más cuando habla, dejando in un bufido, una risa suave. Me separo un poco de ella, luego, mirándola a los ojos.

-Tranquila -murmuro, con una sonrisa que intenta ser relajada, agradable.

Mithos, esto se me da tan mal... Preferiría callarme y abrazarla sin más, o cambiar de tema, o ponerme a hacer algo para distraerla. No obstante, no siempre puedo escapar de este tipo de cosas. A veces hay que enfrentarse a los actos sociales.

-A veces parece que se amontonan los sucesos desagradables -corroboro, con un ligero asentimiento, pasándome la mano por el flequillo. En esos casos una tiene ganas de meterse en cama y no levantarse-. Pero puedes aprovecharte de mí mientras estoy de buen humor-añado, con una sonrisa, dando una suave caricia a su mejilla derecha.

He pretendido hacer un chiste sobre mi mal humor. Espero que sepa apreciarlo.

Suspiré. No podía dejar de pensar que la estaba molestando. A aquellas alturas tenía que estar saturada de mí. Por fuerza. No pude evitar acordarme de cuando ella estaba en las mazmorras. En comparación, era evidente que ella se estaba esforzando muchísimo más por ayudarme, pero también era un hecho que ella daba mucho más esa sensación de querer estar sola.

Traté de componer una sonrisa. Yo quería que no se preocupara, pero era evidente que no lo estaba consiguiendo. Por una vez, me atreví a abrazarla yo. Dudaba que se diera cuenta de hasta qué punto estaba canalizándolo todo hacia ella. O a lo mejor sí se daba cuenta y era yo la que no lo entendía del todo. Me separé.

-Es que no quiero aprovecharme de ti -respondí, haciendo una mueca-. Te agobio. Voy a acabar absorbiéndote todo ese buen humor.

Correspondo a su dócil abrazo. Me resulta agradable. No había comprendido, hasta el momento en el que empecé a proponerme ayudar a Massen a sentirse mejor, hasta qué punto me agrada la joven. Después de lo de Heylel, yo misma me he estado refugiando en ella. Es algo simbiótico, al final.

-Soy una persona perfectamente capaz de determinar cuándo me molestas. En los momentos que he necesitado intimidad me he encargado de encontrarla, ¿verdad?-. Intensifico la mirada un segundo, buscando su afirmación-. No te preocupes por mí. Estoy contigo porque me apetece.

Sé que lo pasa mal y quiero apoyarla. No tengo mucho más que hacer. Está bien.

Bajé la vista, asintiendo. No podía evitarlo. Por más que dijera que estaba conmigo porque quería, sabía perfectamente que no lo estaría si yo estuviese bien. Empezaba a tener la sensación contraria con ella que con el resto, la idea de que solo estaba ahí para lo malo. Quizá por eso me sentía tan culpable, porque nunca hasta la fecha había pasado tanto tiempo con ella. Por mucho que a mí me gustara la idea, Alehyss tenía otros asuntos, eso desde luego.

Me rasqué un momento la sien, con la mirada perdida, y luego le sonreí. Al final, era una auténtica pesada.

-Vale -acepté. Señalé su pierna con un gesto-. ¿Va bien?

Su expresión de poca convicción no me pasa desapercibida, pero si sus palabras pretenden ignorar el tema no voy a seguir con ello. La situación es la que es. Lo mejor es no darle más vueltas de las necesarias para no agobiarse.

Echo un vistazo a mi pierna cuando la menciona, La doblo, con una sonrisa.

-Pronto irá bien. Hoy me gustaría ponerla a prueba, de hecho.

La miro, ladeando un poco la cabeza, con una sonrisa casi desafiante. Aunque el desafío no va para ella, sino para mí misma. La he fortalecido un poco desde que empecé a caminar, ya no me duele ni me tira, pero quiero comprobar exactamente cuál es el límite.

La miré con una mezcla de miedo y curiosidad. Alehyss era muy controladora con dónde estaban sus límites, pero aquella mirada me hacía pensar si no iría a hacer algo que no debiera. Quizá la pierna era mejor dejar que la pusieran a prueba los médicos...

Ladeé la cabeza.

-¿A prueba? -pregunté-. ¿Qué vas a hacer?

Al menos, estando yo allí, podía ayudarla si la cosa no iba bien. Que no creía. Pero debía de ser de las pocas ventajas de tenerme pegada a ella todo el día.

En respuesta le dedico una sonrisa y me acerco a las barras que hay en un lateral. Primero tengo que calentar los brazos, dado que no me puedo valer solo de las piernas en esta situación. Enarco las cejas a Massen, colgándome de una de las barras con gesto distraído. Doblo los brazos sin dificultad, alzándome, apoyando el vientre en la barra. Luego me encaramo, acuclillándome sobre ella, como si estuviese sobre una rama. Me valgo de las manos para mantener el equilibrio.

-¿Cómo se te da trepar?-inquiero, estirando un poco la espalda hacia fuera, con deleite.

Tengo ganas de saltar, pero aunque no llega a dos metros de alto dudo que la pierna lo soporte bien. Ansío tanto volver a estar en el aire...

Cuando vi a Alehyss acercarse a las barras abrí mucho los ojos, sintiendo una cierta debilidad. Tragué saliva. La observé subirse con una agilidad magnífica, y pese a ello no podía evitar cierto nerviosismo. Aquello no era exactamente lo que esperaba...

Cuando se volvió hacia mí retrocedí un paso, sintiéndome palidecer, y negué varias veces, agitando ambas manos frente a mí, con aire algo angustiado.

-No me gustan las alturas... -rechacé.

Tampoco había subido muy alto, pero... No, nada de alturas. No era lo mío, lo sabía desde siempre.

Las alturas... Me resultan tan agradables que se me hace extraño escucharla. Supongo que para ella está el agua, al fin y al cabo. Me descuelgo, sujetándome solo con la mano derecha, dejando que mi cuerpo descienda trazando una trayectoria semicircular. En el momento adecuado me suelto, cayendo solo sobre la pierna derecha. No confío en la otra, y si no me atrevo a pisar con fuerza ni desde medio metro lo mejor es que no empiece por ahí.
La inseguridad es la principal causa de fracaso. Si no confías en que podrás, las probabilidades de fallar aumentan mucho.

-A mí me gusta sentir el vértigo en el estómago -admito, trotando un poco hacia ella, sintiendo las piernas flexibles.

Hay pocas cosas que me gusten, y no suelo dedicarme a compartirlas. Esa afirmación resulta increíble, viniendo de mí.

-¿Cómo llevas el cuerpo a cuerpo?

Respecto a ese tipo de cosas, no sé nada de Massen. Sé que es buena en magia, o que tiene una cerbatana, pero poco más.

Al verla descolgarse tuve una extraña sensación de inquietud, y sentí que se me oprimía el estómago. Por supuesto, no pasó nada cuando llegó al suelo. Tragué saliva, sintiendo que había dejado de respirar por un momento. De nuevo negué con la cabeza. Yo no soportaba el vértigo porque me controlaba.

Su siguiente pregunta me hizo enrojecer. ¿Pero a qué me había estado dedicando? ¿Había algo que supiera hacer? Mithos, empezaba a pensar que no.

-No tengo mucha fuerza, así que suelo intentar evitarlo... -murmuré, sintiéndome algo estúpida.

Dada su arma y su estilo de lucha, es normal. Al fin y al cabo, todo está enfocado a la larga distancia. Le conviene, sin embargo, ganar cierta destreza por si el enemigo consigue alcanzarla. O, por lo menos...

-¿Eres rápida? -inquiero, mirándola de arriba abajo.

Ha crecido mucho. No es la misma niña que cuando llegó.

-No hace falta fuerza para luchar cuerpo a cuerpo. Es más destreza. Y saber dónde golpear para ganar ventaja nunca está de más.

Lo pensé un momento. En realidad no sabía muy bien por qué necesitaba pararme a pensarlo. En el agua era muy rápida, tremendamente escurridiza. No era lo mismo en tierra, claro, pero tampoco era lenta. Sabía moverme rápido y tenía buenos reflejos. Acabé por asentir.

-Bastante.

Fruncí el ceño. ¿Que no hacía falta ser fuerte? Si no eras fuerte y resistente, musculosa, no podías enfrentarte a alguien que sí lo era. Porque esa persona podría acabar contigo fácilmente, y en cuanto te agarrase ya no podrías escapar. Así que lo que había que hacer era escurrirse antes de que eso sucediera.

-Pero no vas a conseguir hacer casi daño -repliqué-. Una persona con más fuerza podría contigo.

Pensé por un momento en Rick. Estaba segura de que me machacaría en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Meneo la cabeza de un lado a otro, dándole la razón a medias. Las cosas no siempre son blancas y negras. Nunca lo son, de hecho.

-Desde luego, si no tienes fuerza ni nociones de lucha cuerpo a cuerpo estás en desventaja, especialmente si tu oponente sí las tiene. Sin embargo la gente fuerte suele valerse demasiado de esa cualidad, especialmente al plantar cara a gente como nosotras-. Llevo una mano a su mentón y la avanzo un poco más, hundiendo un poco los dedos en la parte blanda-. Una patada aquí resulta dolorosa -. Desciendo en una caricia hasta el cuello y empujo la nuez un poco hacia dentro-. Sin respiración -. En un gesto sinuoso, desciendo hasta su abdomen, empujando a la altura del diafragma con un movimiento seco-. Aire fuera. Puedes detener su avance -. Alzo la pierna izquierda, colocando mi talón a la altura de su rótula-. Hacia dentro o de lado puedes romperla. Y una patada en los testículos puede dejar fuera de combate un buen rato.

Camino con suavidad, rodeándola, poniéndome a su espalda. Doy un golpecito en su tobillo con la punta del pie, suave.

-Si rompes el tobillo no podrá perseguirte-. La rodeo de nuevo, a medida que hablo-. Y tienes lo de siempre: ojos, oídos... -. Con un gesto veloz coloco la palma de la mano a escasos milímetros de su nariz, rozando la punta. Esbozo una sonrisa.

Hay más puntos. El cuerpo humano es sumamente débil a veces. Aunque son puntos difíciles de alcanzar.

Me quedé quieta, atendiendo a lo que señalaba y decía, con cierto aire de miedo. Siempre parecía saber tan bien todo, controlar cada detalle como si fuera imposible escapar de su precisión. Acabé hasta por sonreír un poco.

-Dicho así, casi parece más cuestión de puntería -bromeé.

Daba incluso algo de miedo, rodeándome y remarcando cada detalle con absoluta profesionalidad. Aunque me trataba tan bien que ni siquiera me sentía insegura por ello. Quizá eso marcaba mi falta de profesionalidad. O, simplemente, que confiaba en ella.

Me froto el pelo con la mano, sonriendo. La puntería es importante, y también la decisión. Dudar de si sacar o no el ojo de tu rival hace que él tenga una muy buena posibilidad de hacerte lo propio antes.
Me encojo de hombros, sencilla.

-Lo importante es saber utilizar lo que tienes. Aunque, desde luego, si consigues mantener las distancias te irá mejor, seguramente. Pero es interesante estar preparado.

Me doblo hacia atrás, la pierna aguanta, llevando las manos al suelo, como si hiciese el pino puente, pero impulsándome luego con las piernas, al estar afianzada, para terminar la vuelta. Me siento bien, aunque no en forma.
Con ese gesto es fácil atacar al mentón o simplemente alejarse con elegancia. La elegancia nunca está de más. Resulta humillante y desconcentra.

La vi alejarse de aquella forma tan extraña, preguntándome si yo sería capaz de hacer aquello. Era flexible, y de pequeña me gustaba hacer el pino y cosas así, pero no sabía hacer cosas demasiado complicadas, y con el tiempo había ido dejando de hacerlo.

Cavilé un instante, y luego formé un aquaerum en la mano. La avancé, como pretendiendo dar un manotazo al aire, pero mantuve el hechizo sujeto. Al final acabé por deshacerlo.

-Yo tengo eso -respondí, con una sonrisa un poco más confiada-. ¿Sabes? La líder flamma me enseñó un hechizo. Incluso me dijo si quería unirme a su grupo. Aún sigo pensando que debía ser una broma.

Con gente como Alehyss en Brontë, ¿por qué iba nadie a escogerme a mí?

Contemplo su hechizo. Admito que, en parte, siento cierta envidia. Es, al fin y al cabo, una destreza que nunca se me ha dado bien, y ella parece tenerla dominada. Sin embargo, soy capaz de sobreponerme al respecto. Siempre he sido una mujer envidiosa, puesto que tenía poco que envidiar, generalmente. En cambio, en lo relativo a Massen, siento satisfacción al mismo tiempo.
Puede protegerse sola. Yo también. Cada una tiene sus puntos fuertes y débiles, nada más.

Su comentario me hace alzar las cejas, visiblemente sorprendida. ¿La líder flamma? Eso sí me parece... llamativo.

-¿Unirte a su grupo? -. Recuerdo a Vatra. ¿Se refiere a eso?-. ¿Quiere ficharte? Sí que tienes que tener potencial... Magnífico...

La miro de abajo arriba esta vez. Es... Esto me hace plantearme a una Massen Dew distinta a la acostumbrada.
Ese tipo de halago... Me gustaría recibir un halago así.

Di un paso atrás, enrojeciendo y negando con fuerza, algo cohibida. ¿Por qué había dicho eso?

-Ah, pero... -balbuceé-. No he aceptado. Es decir... -Bajé la vista-. Las he visto luchar y... No creo que sirviera para eso, en realidad, así que... -Me encogí de hombros.

Había tardado en enterarme, pero sabía lo del ataque. Había llegado a pensar que estaba buscando sustitutas, y que por eso había hablado conmigo. Pensaba en Felhlo cuando reflexionaba al respecto. En cierto modo, se me parecía. Pero yo no era Felhlo, ni creía que pudiera ser como ella.

Por otra parte, seguía estando el asunto de Follow. No iba a aceptar algo así por complacer a aquella señora. Yo no buscaba eso. Yo prefería... ser como Alehyss.

Dejo ir una risa suave. Sigue siendo una niña en muchas cosas. Tiene ese encanto infantil... Aunque, por otra parte, quizás sea solo parte de su carácter. Yo jamás me ruboricé con tanta facilidad. Corrijo. Pero muy pocas veces.

-La cuestión no es si has aceptado o no. Te lo han ofrecido, y eso ya es digno de ser reconocido. Si alguien poderoso te desea es porque tienes algo que ofrecer.

Información, poder, inteligencia... Quizás seas la diosa del sexo. Si alguien poderoso te desea es por algo. Existe un motivo detrás de los deseos de las personas. Y si a Massen le han ofrecido eso significa que tiene algo que uno de los siete líderes busca. Y parece que es fuerza.
Interesante...

-Deberías enorgullecerte, aunque no hayas aceptado -comento, con una sonrisa.

Esas pequeñas cosas pueden llegar a hacerte más arrogante, si no tienes cuidado, pero también más consciente de ti mismo.

Pues a mí no me parecía positivo, la verdad. Quizás era esa manía mía de intentar pasar desapercibida. Ese interés especial porque me dejaran a mi aire. No sabía qué había visto en mí la líder flamma. ¿Fuerza? ¿Disciplina? Sí sabía qué había visto la señora caeruleus. Una muñeca. Y suerte que no había visto las otras seis, visto su empeño por acercárseme. Probablemente, de haberlas visto, no me dejaría respirar.

Para mí, estar en el punto de mira no era positivo, sino un agobio. Nunca había buscado impresionar al abuelo, ni ser la favorita de la abuela, ni siquiera llamar la atención de Loksass y Allie. Y aún así, parecía que había gente a quien seguía llamando la atención.

Sonreí vagamente, encogiéndome de hombros.

-Es que creo que se ha equivocado -respondí.

Yo sabía que, aunque la líder flamma no lo supiera, no quería a alguien como yo en sus filas.

Acaricio su pelo, es apenas un gesto, un instante. No tienes que estar tan asustada de reconocer tu potencial, Massen.

-En primer lugar, en el momento en el que recibiste la llamada de Brontë ya fuiste elegida, ya te escogieron. Esto es, simplemente, una reafirmación. Enorgullécete o déjalo estar, pero no pienses que se ha equivocado-. Me cruzo de brazos, alzando la barbilla. Mi gesto altivo habitual, pero con una sonrisa-. Eres una guerrera capaz. Yo también lo considero.

Algo joven e inexperta a veces, pero eso se arregla. En el rescate de Silvanus hizo alarde de lo segundo, pero también la he visto demostrar su capacidad muchas veces.

Me encogí de hombros. No iba a discutir. Ni mucho menos con ella. Me sentía tremendamente halagada. Más que por lo que pudiera decir ningún líder. Porque los líderes lo veían desde fuera, pero yo había experimentado muchas veces la desconfianza de mis compañeros. Miradas de duda, necesidad de proteger. "¿No eres un poco niña?"

Al final, una se acababa creyendo lo que decían. Yo solía encogerme de hombros y fingir que no me importaba, pero sabía lo que pensaban. Y me había esforzado mucho, pero cualquier recién llegado me veía como una persona débil. Tampoco los culpaba.

Me encogí de hombros.

-La mayoría no -repliqué-. Y... tampoco he hecho tanto para cambiar las opiniones. Aunque hago lo que puedo.