Sala de entrenamiento

Corbin llevaba unos cuantos días limitándose al entrenamiento en los exteriores. Eso, sabía, le daba ciertas ventajas, como la necesidad de adaptarse a las condiciones atmosféricas. Sin embargo, le decepcionaba pensar que estas no habían supuesto un desafío interesante. Por otra parte, conocía las ventajas en cuanto a variedad de materiales que ofrecía la sala de entrenamientos.

Fue por eso que se dirigió allí aquel día. Encontró en el lugar a una única persona, una flamma de piel oscura que no parecía estar haciendo nada en particular. Le hizo una inclinación de cabeza como único saludo al entrar, y a continuación se dedicó a sus propios asuntos.

Echó un vistazo general a la sala antes de decidir qué quería hacer. Finalmente, se decantó por el entrenamiento que había llevado a cabo en los últimos días: lucha cuerpo a cuerpo sin armas, con la magia como complemento.

Comenzó su calentamiento habitual, siempre tan riguroso y cuidadoso como Falace le había indicado, que realizaba con gestos seguros que dejaban ver que había hecho aquello una y mil veces. Rotación de articulaciones, calentamiento muscular, movimientos que comenzaban siendo básicos y se iban complicando. Siguió a esto un conjunto de estiramientos, realizados con la misma seguridad y precisión.

Finalizada la preparación, Corbin juntó sus manos tras la espalda y comenzó a realizar aquellas llaves que había estado practicando. Sus patadas, al igual que su calentamiento, empezaban por movimientos simples que se iban complicando y combinando para dar lugar a movimientos más complejos, tanto en su realización como en su seguimiento. Incluso en momentos en los que cometía errores, continuaba como si no los hubiera cometido, sin interrumpir la serie de ejercicios en ningún momento.

Terminadas las series en el aire, situó muñecos y tablas a su alrededor, a distintas distancias, para repetir los ejercicios marcando ahora un objetivo: los puntos en que estarían los órganos vitales o puntos débiles de sus enemigos, si estos fueran reales.

*Se queda entrenando*

Tras el rescate de Silvanus, Lyam había decidido tomarse más en serio los entrenamientos, en parte porque no quería que lo del Hordet (¿Hordet?) se repitiese, en parte porque estaba sin arma y tenía que solventar su desarme de alguna forma. Por eso mismo, aquel día volvió a acercarse a la sala de entrenamiento. Tenía pensado continuar el entrenamiento en donde lo había dejado el otro día.

En el lugar se encontró con dos personas: Corbin, el claritas escritor o cómo fuese, y una flamma completa desconocida. El chrysos, todavía desde el marco de la puerta, la observó con curiosidad, preguntándose quién sería y por qué estaba tan quieta. Luego, tras plantearse si se iba o no se iba, se adentró en el lugar, saludando a los presentes con un simple movimiento de cabeza.

Observó a Corbin durante unos segundos, prestando atención a los movimientos que hacía (pues nunca lo había visto pelear), y luego comenzó a hacer ejercicios de calentamiento, intentando no molestar a nadie.

fdr. holis :3

Vatra no le devolvió el saludo.
Le observó durante largos minutos en el más absoluto silencio.
Podría haber esperado a analizar un poco más a su rival, sin embargo, su experiencia le decía que era un rival con poca. No lo sabía al cien por cien, simplemente lo intuía, por lo que hizo fuerza, contrayendo el abdomen y apretando los brazos contra sí, mientras sus puños se cerraron con fuerza y de su boca comenzó a salir un chillido tremendo.

Se abalanzó sin decir absolutamente nada sobre el Cláritas con todos los músculos en tensión, aún sin haber parado a coger aire, pues su inmenso grito, que penetraba como cuchillas en los oídos de todos los presentes parecía ser infinito.
Paró su atroz carrera en seco a pocos centímetros de Corbin y elevó su pierna derecha por encima de la cabeza de su adversario. Sus casi dos metros se lo permitían. Su objetivo era golpear verticalmente su cabeza.

Observó al joven que acababa de entrar en la sala por el rabillo del ojo y sonrió enormemente justo cuando su chillido, que había alcanzado tonos insospechadamente altos y molestos, cesó.

-Bienvenidos a las Primeras Jornadas de Entrenamiento Intensivo del Palacio de Brontë.

Lyam frunció el ceño al escuchar el molesto chillido de la flamma y observó la escena con confusión, sin entender muy bien qué pasaba. ¿Estaban entrenando juntos? Había pensado que ambos estaban practicando de manera independiente, pero era probable que se hubiese equivocado. Si era así, ¿la chica gritó para avisarle, para darle a entender que iba a atacarle? ¿O simplemente gritaba porque sí? No lo entendía del todo.

Por suerte para él, e imaginaba que para el claritas, la chica cesó su grito poco después. No obstante, no se alejó del claritas, y cuando habló, lo hizo desde aquella posición.

Lyam alzó ligeramente las cejas, sorprendido. ¿Jornadas de entrenamiento intensivo? Recordaba haber leído algo en el tablón de anuncios. ¿Entonces la chica era la tal Flavia, la "maestra de fuego"? El chrysos observó a la chica con curiosidad. No era lo que se había imaginado.

—¿Eres Flavia? —inquirió. Luego esbozó una pequeña sonrisa—. ¿O cómo deberíamos llamarte?

Pese a las preguntas, el chrysos, por si acaso, decidió ponerse en guardia.

La escasa agilidad de su insular adversario, junto con las capacidades de Vatra, hicieron que Corbin no pudiera evitar del todo el golpe en la cabeza.
Le importaba bien poco si le había dolido o no. Conocía de la existencia del hechizo protector de la Sala de Entrenamiento y que nadie moriría en dicha sala, por lo que se iba a emplear a fondo sin importarle los daños ocasionados.
Fuera de la sala aquel golpe podría haber sido mortal.

-Soy Vatra del Volcán de Iracunda. La Primera de las Cinco Guerreras bajo el mando de la Gran Flavia Gnaea Seia Herennia Sallustia Severa Magna y la más fuerte de todas ellas - tomó aire-. Y ahora, tú eres mi rival- dijo en referencia a Lyam. El claritas tardaría un poco de recuperarse de aquel ataque, por lo que podría centrarse en el chrysos durante un rato.

Puso sus palmas hacia Lyam y conjuró un hechizo de magia avanzada. - ¡Vlât!- chilló, incendiando sus manos para correr hacia él y enfrentarlo a puñetazo limpio.

—Un placer.

Lyam torció una sonrisa. Así que la tal Flavia tenía guerreras, cinco para ser exactos, para combatir contra ellos. Interesante. El chrysos se preguntó si la maestra de fuego aparecería en algún momento o si, por el contrario, le dejaría el trabajo a sus chicas.

El chrysos, al ver cómo la chica se acercaba a él con las manos incendiadas, no se apartó al momento, sino que aguardó unos segundos, escasos, para desplazarse hacia la izquierda y evitar así el impacto de sus puños. Lo que pretendía hacer era esquivar el golpe, pero no alejarse mucho de ella. No tenía arma y su magia no servía de lejos, así que, si quería atacarla en algún momento, no podía alejarse demasiado. Mithos sabía si ella podía o no atacar de lejos.

El chico chrysos parecía más hábil que el primero. O por lo menos había esquivado el primer golpe.
Eso era bueno. Quería saber hasta dónde llegaba, por lo que al ver que sus puñetazos fueron esquivados, decidió cambiar de extremidades.
Hizo el pino y comenzó a girar sobre sus manos con las piernas estiradas. Si los puños no valían, las patadas acabarían con él.



Sin embargo, en uno de sus giros, vio que otro chrysos había hecho acto de presencia. Aquello se estaba poniendo más que interesante.
Se fijó en su arma.
Metal.
Sonrió.

Con un fuerte gemido de esfuerzo, se quedó estática, apoyada sobre una mano, cesando su giro y chilló. -¡Flagrarel! -hacia el espectador.

FdR: JUMANJIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! (Asumí que lo de quedar hincado en el suelo era parte de la acción de rodar, pero si no lo ves conveniente lo asumes como quieras o3o)

Lyam sonrió con satisfacción al esquivar los golpes. Sin embargo, no tardó demasiado en borrarla, al ver cómo la chica comenzaba a girar sobre sus manos. El chrysos, en lugar de apartarse demasiado de la chica, comenzó a retroceder conforme las patadas se acercaban de más, intentando esquivarlas a base de desplazamientos y retrocesos en vez de poner una gran distancia entre ambos. Esta vez, a diferencia de antes, no buscaba tan sólo huir. Ya que la chica no tenía las piernas incendiadas, y dado que él no tenía arma ni nada con lo que poder atacarla, esperaba poder agarrarle alguna de las piernas. Si lograba hacerlo, podría conjurar un chrysantae y, al menos, darle una pequeña descarga. Si era una de las guerreras de una maestra, dudaba que le hiciese demasiado daño, pero algo era algo. A lo mejor, quién sabía, la desestabilizaba. Y si la desestabilizaba, podía aprovechar ese momento, o algo así.

El chrysos, intentando probar lo que había pensado, aprovechó el momento en el que la flamma se detuvo para tratar de aferrarle el tobillo izquierdo. Si lograba hacerlo, conjuraría un chrysantae y, si no, retrocedería.

Por el rabillo del ojo vio a otro chrysos, Gerald, imaginaba, que había decidido meterse en la pelea.

fdr. yo quiero un arma jope ;______; Y no, no se me ocurren muchas cosas xDDDDDD QUIERO UN ARMA.

Pese a que el grito debería haber llegado como advertencia, Corbin no tuvo tiempo de reaccionar ante la flamma. Antes de poder evitarlo, caía al suelo con un golpe sordo, knockeado por la mujer.

Tardó un rato en recuperarse y, cuando aturdido, miró alrededor, se encontró con que dos chrysos peleaban contra la morena. Lo primero que pensó Corbin era que no parecían luchar en equipo.

Ya que había dado oportunidades a la mujer de verlo luchar, decidió quedarse al margen para tener una compensación a ese respecto. De todas formas, visto lo súbito que lo había atacado antes, no dudaba en que podría volver a hacerlo. Fue por eso que, esta vez, se mantuvo en guardia, preparado para defenderse y contraatacar si la mujer volvía a por él. Sacó los puños de acero de sus bolsillos. No era momento de probar nuevos métodos. No dejaría de lado su punto fuerte ante una adversaria así.

El primer Chrysos era rápido y su mano alcanzó su pierna, de modo que Vatra dibujó una sonrisa dolorida, sin embargo, el pinchazo no fue tampoco especialmente doloroso, sin embargo, le molestó, lo que permitió que el arma del segundo chrysos avanzase con ganas hacia una de las piernas de Vatra, que había disminuído su velocidad. Sin embargo, esta utilizó su especial anatomía de modo que la espada se quedase clavada entre las duras escamas que sobresalían por todas sus articulaciones; en este caso, la de la rodilla.
De este modo, con un grito salvaje, dio un último giro con el fin de arrancar la espada de las manos de su adversario. Esta se encontraba muy profundamente clavada en sus durísimas, largas y no inervadas escamas.

Recuperó su postura y se arrancó la espada de la rodilla, pletórica. -¿Trabajo en equipo o suerte?-preguntó al ver que habían conseguido pararle los pies, y nunca mejor dicho.

Dio dos volteretas hasta alcanzar un par de lanzas cercana. Le gustaban las lanzas.



Le lazó una Lyam, para que tuviese un arma. -No está bien que los niñitos no tengan juguetes.
Luego le devolvió el arma a Gerald. -Tampoco es justo quitarles los juguetes a los niñatos.
-¿Queréis seguir? Sólo os diré que yo no me canso nunca -dijo, haciendo gala de su gran resistencia. Resistencia que quería inculcarle a ellos.

Miró de reojo al claritas. Parecía haberse recuperado, pero por el momento, no le haría caso.

Pese a que, como ya había supuesto, el chrysantae no hizo demasiado, Lyam sonrió, de nuevo satisfecho. Pese a que no tenía pensado soltarla aún, el chrysos se apartó de la flamma cuando esta le arrancó el arma a Gerald. Dio un par de pasos hacia atrás y, curioso, contempló el punto donde se había clavado la katana: la rodilla. Lyam supuso que atacarle a las articulaciones, así como a los hombros y la cadera, sería inútil.

Al comentario de Vatra, respondió con un encogimiento de hombros. Luego observó a la chica con interés, preguntándose qué haría. Cuando cogió un par de lanzas, el chrysos frunció levemente el ceño, pensando en lo complicado que le sería atacarle ahora, y cuando le lanzó una de ellas, torció una sonrisa.

—Qué amable, por Mithos —murmuró, jocoso, al tiempo que aferraba la lanza. Después observó su recién adquirida arma con curiosidad, preguntándose qué haría con ella. Lo primero que pensó fue devolvérsela, porque no sabía usarla, pero el comentario de Gerald hizo que cambiase de opinión. O, al menos, que decidiese quedarse con ella durante un rato más.

Así pues, el chrysos, todavía quieto, cambió la posición de la lanza, apuntando ahora a la flamma con ella. Obedeciendo a su compañero, Lyam se lanzó hacia la flamma, desde el lado contrario al de Gerald, dispuesto a detener sus movimientos. No tenía muy claro cómo usar la lanza, pero suponía que para molestar a Vatra o para colocarla entre su compañero y el arma de su enemiga no necesitaría grandes lecciones. Simplemente, reflejos y, de momento, creía que tenía.

Fdr. se supone que lo cubre, sí, pero yo de lanzas sé -1000, así que xDDDDDDDDDDD

A Vatra casi le dio la risa al ver al de la lanza correr hacia ella. Mientras este se acercaba, comenzó a girar la lanza a un ritmo tan fuerte y rápido que se podía escuchar cómo la punta de la lanza cortaba el aire, creando un sonido continuo y monótono  y entonces, comenzó con su plan.
-¡Frammeo!-convocó.
Entonces, de sus palmas que estaban agarrando la lanza, comenzó a brotar un espeso humo negro y, al no parar la lanza de girar constantemente, esta actuó como un elemento que lanzaba el humo hacia delante, ya que era en el centro de la lanza (justo donde estaban sus manos) el lugar en el que se originaba la energía cinética que empujaba el humo en todas direcciones.

Ahora, oculta entre aquel humo negro, pudo coger por sorpresa al que se abalanzaba sobre él, dando un fuerte golpe con su lanza en la suya, concentrando toda su fuerza en la punta con el fin de descolocarlo por completo, para luego continuar golpeando con la dura madera los brazos y piernas del atacante. Era ágil, pero estaba claro que las lanzas no eran sus armas predilectas, pues parecía un pato.
Sintió, sin embargo una punzada en uno de sus brazos. Parece que el de la katana atacaba fuerte. Se resintió dela acometida, pero rápidamente singió el hechizo sanador actuar. Este hechizo sin duda era mi mayor aliado para trabajar la resistencia de mis pupilos.

-¿Cansados? -preguntó.- Si os sirve de consuelo, es normal que no podáis conmigo. Nadie puede. Soy la mejor - recordó a la Quinta. La pobre era  una pedazo inútil.


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El ataque del chrysos parecía bastante seguro, así que Corbin decidió tenerlo en cuenta para posteriores ocasiones. Espada en mano, parecía manejarse como si su arma fuera parte de su cuerpo.

Pese a ello, la mujer se defendía con facilidad, y en un momento en que el chrysos tendría que haberle rebanado una pierna, ella se dejó alcanzar sin preocuparse, mostrando que la dureza de sus escamas era más últil que la mejor armadura. Así pues, anotó el claritas mentalmente, no valía la pena intentar alcanzar sus articulaciones.

El otro chrysos, por su parte, parecía más perdido frente a la mujer. Estaba claro que la lanza no era un arma que tuviera costumbre de manejar, y la incansable mujer parecía jugar a dos bandas con total tranquilidad.

Invocó un hechizo de fuego que se extendió con rapidez por toda la sala. Corbin entrecerró los ojos, cubriéndose para evitar perder la visión en la medida de lo posible. Se preguntaba hasta qué punto los genes claritas de ella le ayudarían a contrarrestar un hechizo de luz de ese tipo.

Se mantuvo firme donde estaba, aunque sin bajar la guardia ni un solo momento. Intervendría si lo veía necesario, pero la facilidad con que ella lo había dejado antes fuera de combate le hacía pensar que no era buena idea lanzarse en su contra sin más. Por otra parte, estaba realmente interesado en ver actuar a los otros guerreros.

Lyam frunció el ceño, confuso, al ver cómo la flamma comenzaba a girar la lanza. Pese a que intentó aprovechar aquel momento para tirársela, colocando la lanza que él llevaba en la órbita de la de su enemiga, no pudo hacer demasiado (Fdr. realmente lo de parar la lanza de la flamma era lo que quería hacer, pero nas).

El hechizo de la flamma se extendió con rapidez por la estancia, haciendo que el chrysos frunciese el ceño y entornase los ojos, intentando vislumbrar algo. Seguidamente, se detuvo y cambió la posición de su lanza, poniéndose en guardia. Ya que no podía ver demasiado, se concentró en aguzar su oído. Si no podía ver bien, al menos esperaba poder escuchar los pasos de la flamma. Y, si lograba escucharlos, interpondría su lanza entre su cuerpo y el arma de la chica (fdr. y lo dejo así xD)

Por suerte, Gerald consiguió acertar con su golpe. Lyam lo miró de reojo, serio, y, al escuchar su comentario, frunció el ceño. De reojo, observó a Corbin, que parecía no tener demasiado interés en unirse; luego, volvió la vista hacia su compañero, que se había lanzado contra la flamma. El chrysos decidió que podía aprovechar ese momento para lanzarse él mismo también. Sin embargo, esta vez decidió ir sin la maldita lanza, que sólo era un engorro. Prefería ir desarmado que ir por ahí con algo que no sabía usar. Además, si Gerald iba con la katana, tal vez pudiese parar la lanza de la flamma, y él podría utilizar aquella distracción. Sería algo parecido a lo de antes, pues él aprovecharía que la chica estaba ocupada defendiéndose del chrysos para atacarla. Como la atacaría ya era otra cuestión. Si lograba acercarse lo suficientemente a ella, intentaría darle un buen golpe con los puños; si no, se conformaría con hacer una variación de su primer ataque: agarraría uno de sus brazos y conjuraría un chrysantae.

Cuando Gerald se alejó lo suficiente, él hizo lo mismo, pero por el lado opuesto al del chrysos. Definitivamente, no tener un arma que supiese usar era un maldito engorro.

Fdr. a pastar

Puñetazos, patadas, cortes, saltos, pinchazos, evasiones, más patadas y más puñetazos, Chrysantaes, Flagrares, Clair ëm yäks, golpes en la cabeza, en las muñecas, más Chrysantae...

Durante las dos siguientes horas, la Sala de Entrenamiento tuvo una actividad frenética.
El hechizo protector de la Sala pronto se convirtió en un problema para los guerreros y en una ventaja para Vatra, pues ella nunca se cansaba, mientras que ellos, al no quedar nunca fuera de combate debido a la protección mágica del lugar, fueron forzados a llegar hasta límites insospechados, pues no perdían nunca debido a que se sanaban constantemente.
Los cuatro corazones bombeaban a toda potencia y los tétanos comenzaron a hacerse plausibles en la ya debilitada musculatura de tres de ellos, pues ella estaba fresca como una lechuga.
La habilidad de Vatra era su capacidad para no emitir ni una sola gota de sudor. Nadie la había visto jadear nunca. Era impresionante y por ello sería la sucesora de Flavia si esta muriese o abdicase. Por algo era la Primera.

La lucha continuó hasta que Vatra lo vio suficiente. Era su primer día. Tampoco había que pedir demasiado.

-PARAD- bramó.
Desapareció y apareció sentada en uno de los bancos cercanos. -Ha estado muy bien. Para ser la primera vez. Sin embargo, las Jornadas de Entrenamiento durarán dos meses. No tenéis  que venir todos a la vez. Todos los lunes a partir de las tres de la tarde, estaré a vuestra disposición. Si seguís mi entrenamiento, la fatiga en la guerra no será un problema. Podréis saborear la maravillosa sensación de ver cómo a vuestros rivales se los come el cansancio y vosotros gracias a vuestra resistencia, permaneceréis hábiles por más tiempo. La resistencia es el punto más importante de un guerrero -Aclaró-. Lo habéis hecho todos muy bien. Consejos: Tú -señaló a Corbin-. Tus movimientos son limpios, pero no has conseguido evitar ni uno solo de mis golpes. Tú- señaló a Lyam-. Todo lo contrario. Eres un inútil, pero es difícil golpearte... Eso está bien. Deberíais entrenar juntos. Y tú, -señaló a Gerald.- Tú juegas con ventaja. - Acertó-. Tú has recibido instrucción previa. No diré nada sobre ti. Sólo que eres el que más se ha fatigado. Debes asistir más a mis clases.

Se deshizo su enorme moño, casi tan grande como su cabeza y su pelo se descolgó hasta casi sus nalgas. Era enormemente largo. -Muy bien -repitió-. Podéis iros.

Aunque Corbin escuchó sus palabras, aquel parón repentino lo había hecho perder el interés. Odiaba sobre todas las cosas el final de una batalla, y más si el final no dependía de él. Fue por eso que, cuando la flamma los despachó, no se dignó a dirigirle la palabra.

En lugar de eso, buscó un lugar alejado del grupo. Le hubiera gustado seguir entrenando por su cuenta, pero aunque entusiasta, no era un inconsciente. Parecía evidente que, de los tres hombres, él era el que menos cansado estaba. Pese a ello, sabía que continuar forzando su cuerpo era una completa idiotez.

Así pues, se dedicó a estirar y relajar el cuerpo con diversos movimientos. Algunos recordaban a los que había realizado como calentamiento, pero ni eran iguales ni él los realizaba de la misma forma.

Tras una buena sesión de estiramientos, y considerando él mismo que era suficiente y que se había serenado un poco (esto último era lo que más le costaba), abandonó la sala. Su ofuscación por el parón repentino supuso que se mantuviera en silencio, sin despedirse de sus compañeros.

*Se va*

Cuando el chrysos escuchó el grito de la flamma, se detuvo y, jadeante, apoyó los hombros en las rodillas, intentando recuperar el aliento. Estaba agotado. No tenía ni idea de cuánto tiempo llevaban ahí, intentando, sin éxito, hacerle algo a la chica, pero debía haber sido mucho. Mucho.

Aprovechando que la flamma se había puesto a hablar, el chrysos se acercó a una pared y se sentó, apoyando la cabeza en la pared. No sabía cuánto tiempo estaría hablando, pero prefería escucharla sentado.

Con interés, escuchó todo lo que la chica decía, en silencio. Por lo que decía, los entrenamientos intensivos durarían dos meses. Sin embargo, ella sólo había hecho mención a que estaría los lunes. ¿Qué pasaba con el resto de los días? ¿Había entrenamientos o no? Y en caso afirmativo, ¿quién los daba? Parecía evidente que ella, en caso de que hubiese, no sería la encargada. Entonces ¿sería la maestra de fuego, la tal Flavia? ¿O sería otra persona? Lyam frunció levemente el ceño. Demasiadas preguntas. Lo único que sacó en claro de las palabras de la flamma fueron tres cosas: la primera, que entrenar con Corbin sería buena idea; la segunda, que Gerald había recibido instrucción previa, Mithos sabía dónde y cuándo; la tercera, que Vatra se dedicaría a entrenarles en lo relacionado con la resistencia.

Lyam, ignorando el comentario de Gerald, se dirigió a Vatra, todavía con la cabeza apoyada en la pared.

—Una pregunta. Si las lecciones van a durar dos meses y tú sólo vas a, deduzco, dar clases los lunes, ¿quién se encarga del resto de los días? ¿O sólo se entrena los lunes?

Por el rabillo del ojo vio cómo Corbin se iba, pero no dijo nada.

Lo mira con descaro. Lo ha hecho fantásticamente. -Soy Vatra del Volcán de Iracunda. La Primera de las Cinco Guerreras, heredera de Flavia Gnaea Seia Herennia Sallustia Severa Magna, líder de la provincia de Ur del continente del Fuego, Ignis. -No pregunta el nombre del interesado. Es su alumno, no su amigo.

Entonces el otro chrysos habla.- A mí me has encontrado por azar. Sería injusto revelar el paradero de mis compañeras -dijo sin más.- El entrenamiento debe ser algo que salga de uno mismo. Si realmente quieres mejorar, tendrás que buscar al resto de maestras - dicho esto, se levantó y caminó, recogiendo todas las armas que encontraba a su paso.- Esta vez recogeré yo, por ser la primera vez, pero debéis recoger la sala la próxima vez. -Aclaró.

Los miró de nuevo. -He dicho que podéis iros. Id a lavaros - mandó.

Notándose menos cansado, el chrysos se puso en pie y comenzó a hacer estiramientos mientras la flamma hablaba con Gerald. Lo que le estaba diciendo al chrysos eran cosas que él ya sabía, salvo lo de relacionado con Flavia, así que no prestó demasiada atención.

Cuando se dirigió a él, no obstante, paró lo que estaba haciendo y la escuchó con renovado interés. La respuesta resultó ser bastante decepcionante: lo único que sacó en claro fue que los entrenamientos debían de darlos las otras guerreras, pero no averiguó dónde encontrarlas ni nada que facilitase que esas jornadas intensivas se llevasen a cabo.

Lyam frunció ligeramente el ceño. Francamente, y sin ánimo de ofender, aquello era estúpido. Se suponía que las guerreras aparecerían en un lugar de Palacio y que ellos tenían que encontrarlas para que esas jornadas pudiesen realizarse, pero ¿cómo demonios iban a encontrarlas? ¿Por arte de magia? ¿Siguiendo a los boros? ¿O tal vez dejarían un rastro de migajas de pan, o de escamas? ¿O un cartel con flechas? No tenía sentido. Especialmente porque el palacio era enorme, porque no sabían a qué hora estarían y porque podían moverse. Si alguien miraba a una hora la sala de entrenamiento y no había nadie, lo más probable era que se fuese para buscar a la guerrera en otro sitio, pero en ese momento la guerrera podía aparecer ahí, en mitad de la sala, y entonces el buscador desperdiciaría una tarde mirando todos los recovecos de Palacio. Era estúpido. Y una perdida de tiempo. Fuese quien fuese el genio que había decidido el sistema (imaginaba que era la tal Flavia, pero a saber) había hecho una, en su opinión, tontería. ¿Para qué servían las jornadas entonces? Lo más sencillo, lógico y coherente era que anunciasen dónde y cuándo se encontrarían las guerreras. Así todo el mundo podría asistir a los entrenamientos y las jornadas intensivas de entrenamientos podrían existir como tal. Y eso, se suponía, debía ser el objetivo de la maestra de fuego. Aunque, bueno, a lo mejor sólo lo puso para quedar bien. Quién sabía.

—Francamente, me parece que el sistema de las jornadas está poco pensado. Al menos si se busca que los guerreros mejoren —dijo, observando a la chica—. Este palacio es enorme y la gente, por lo general, no está quieta en un sitio... Mucho menos si estás buscando a alguien.

Contempló a la flamma unos segundos más. Luego, al escuchar la voz del chrysos, lo miró de reojo. Frunció levemente el ceño. ¿De verdad, tío, de verdad? Por suerte para Gerald, él no tenía ningún interés en ver cómo intentaba ligar con la flamma, y visto que parecía que no iba a obtener ningún dato más acerca de los entrenamientos, el chrysos abandonó la sala de entrenamiento.

*se va*