Sala de entrenamiento

Miró a Lyam con desagrado. -Yo no he puesto las normas. Son así y punto - criticó. -Y si no te gusta, aire. -Respondió molesta.

Sin embargo, aquella molestia se vio eclipsada por una molestia infinitamente mayor.
¿Estaba haciendo lo que creía que estaba haciendo? ¿Intentaba cortejarla? Vatra ardió internamente. Sin embargo, sabía cómo tratar a los babosos. De hecho, le encantaban los babosos.
Sin dudarlo ni un minuto, se sentó a horcajadas sobre Gerald, cogió sus manos y se las llevó a su trasero. -Soy virgen- dijo restregándose-. Todas lo somos -acercó sus labios a los de Gerald, sin parar de frotarse, entonces tiró fuerte de su pelo, con asco y rabia hacia atrás-. Y ASÍ SERÁ SIEMPRE -bramó, justo antes de arder en llamas, adquiriendo la forma de un león de fuego para luego desaparecer.


*se va*

FdR- el post estaría mejor. Lo siento, el loviL es una miersa. Hablo eeditaré

De nuevo en la sala de entrenamiento.
Descansaba sentada con las piernas cruzadas una por encima de la otra en el centro de la estancia, meditando, escuchando el silencio.

-Tsk...- estaba enfadada. Tenía la regla.

*Vatra se queda*

No puedo dormir. Me cuesta desde que volví del pueblo. El encuentro con mis tres compañeros me ha quitado de golpe la tranquilidad que había podido acumular. Está bien recordar que es necesario estar alerta, pero esto es diferente. Es frustración, supongo. Y por ello decido venir a entrenar para relajarme un poco.

Cuando entro en la sala de entrenamiento puedo comprobar que no soy la única en el lugar. Alzo una ceja, dirigiendo mis ojos hacia la extraña, a la que no he visto nunca antes por aquí.

-¿Tampoco podías dormir? -pregunto, con cierto cinismo, manteniendo las distancias. Lo cierto es que hoy prefería entrenar sola-. Soy Alehyss Lester.

Su rostro no transmite mucha simpatía. Lo que me faltaba. Se han juntado el hambre con...

El chrysos llegó a la sala de entrenamiento, preguntándose si Vatra, la flamma del otro día, estaría también. Esperaba que sí, porque realmente quería entrenar con ella, pero no tenía ni idea de qué se encontraría o dejaría de encontrar (encontrar a las guerreras se había convertido en algo bastante complicado).

Al entrar en la sala, esbozó una amplia sonrisa. La flamma estaba, con cara de mal humor, pero estaba.

—Buenas noches, Vatra —dijo, jocoso. Luego miró a Alehyss, la chrysos, que también estaba ahí. Se preguntaba si sabía quién era la flamma—. Hola.

Y hechos los saludos, se puso en guardia. Recordaba su último entrenamiento y no quería que la flamma lo pillase por sorpresa.

Alzó la vista y analizó a la mujer. -Soy Vatra del Volcán de Iracunda. La Primera de las Cinco Guerreras bajo el mando de la Gran Flavia Gnaea Seia Herennia Sallustia Severa Magna y la más fuerte de todas ellas -repitió mecánicamente. -Bienvenida a las Primeras Jornadas de Entrenamiento Intensivo del Palacio de Brontë- dijo poniéndose de pie.

Esta vez vestía unos pantalones holgados, mientras que su torso solamente estaba adornado por un sostén.
Miró a Lyam. -Buenas noches- dijo seca.

Chrysos.
Rió internamente. Para ella eran una raza asequible a primera vista. El nivel mágico de los jóvenes en general no era gran cosa, por lo que dudaba que estos pudiera utilizar hechizos a distancia.

Sonrió de medio lado. -¿Comenzamos?- dijo comenzando a arder, para aparecer al lado del depósito de armas y coger un escudo redondo y una espada. -Esta vez... clásico - canturreó, para luego abalanzarse contra ella primero, pues el muchacho hasta la fecha no le había supuesto ninguna amenaza. Ya conocía sus movimientos debido al entrenamiento anterior, por lo que ahora le interesaba conocer un poquito a la chica. Así pues, alzó la espada con su derecha para cargar de arriba abajo contra ella.

-Veamos, parejita- dijo contenta-. Alegradme la noche.

Veo entrar a Lyam poco después de mí. Me extraña verlo en este lugar (ya no es la primera vez que lo encuentro aquí, pero aún así), pero más aún las palabras que dirige a la flamma. Conoce su nombre y parece que hubiera venido exclusivamente a verla a ella.
Le devuelvo el saludo con un gesto y vuelvo mi mirada, desconfiada, hacia ella. Vatra del Volcán de Iracunda. Vaya nombre...

Sus siguientes palabras me hacen comprender. Entrenamiento intensivo. Si se trata de eso, todo concuerda. Tanto su presencia como que Lyam haya venido. Aunque no comparto mi interés por entrenar con ellos ahora mismo. Prefiero hacerlo por mi cuenta, que tengo algunas fintas que probar y estoy sin muchas ganas de socializar con nadie.

Pero antes de que pueda hacer amago de irme ella se lanza contra mí. La evalúo un instante. La espada tiene menos alcance que una larga, pero el escudo la defiende.
Saco enseguida mi arma y me lanzo hacia la derecha lo más ágilmente posible, tratando de salirme de su trayectoria. Paralelamente, la bola del extremo de la cadena de mi kusarigama gira y, en cuanto lo veo oportuno, la lanzo hacia su cara. Si alza el escudo para cubrirse quizás Lyam pueda aprovechar ese instante de falta de visión para hacer algo. En todo caso, será un buen momento para alejarme de ella.

¿Dónde demonios me acabo de meter?

El chrysos frunció el ceño cuando vio cómo la flamma se armaba con un escudo y una espada. Eso no estaba en sus planes. Por algún motivo, se había imaginado que Vatra volvería a enfrentarse a ellos o con una lanza o cuerpo a cuerpo, no con una espada. Y mucho menos con un escudo. Aquello, sin duda, complicaba todos sus planes: si con la lanza ya era complicado atacarla sin arma, ahora que tenía tanto un arma como un escudo, todo sería más difícil.

Durante un momento, pensó en imitarla y coger un arma prestada, pero la chica se abalanzó contra Alehyss antes de que pudiese hacer nada, dando el combate por iniciado (o eso imaginaba). De reojo, Lyam miró a la chrysos durante unos segundos, prestando atención a sus movimientos y buscando un buen momento para acercarse él a la flamma. Como no tenía arma, la única forma que tenía para echarle una mano era acercándose.

Cuando la chrysos arrojó la bola de su kusarigama al rostro de la flamma, Lyam se acercó, tan veloz como pudo, a Vatra. Esperaba que la chica se defendiese con el escudo, tapándose el rostro, y tenía pensado aprovechar ese hipotético momento de falta de visión para intentar atacar alguna parte de su tronco, utilizando un chrysantae.

—¡Su especialidad es la resistencia! —gritó, dirigiéndose a la chrysos—. Y no tengo arma.

Fdr. fffffffffuck. Pero dadme tiempo a coger arma o algo, malditos.

Resonó a metal cuando ambos chocaron, pues el escudo realizó su función con maestría.
Pararse en seco no era una opción, por lo que enseguida quiso reanudar la marcha.
Sin embargo, sintió a su espalda las chispeantes manos del chico, que dejaban que su energía mágica la recorriera.
Sin expresar dolor (pues así el enemigo no sentía satisfacción), lo que no quería decir que no lo hubiese sentido y dolido, golpeó con el escudo fuertemente la cabeza del chrysos, con rabia.

FDR: No, XD No lo esquivas porque estás muy cerquita~

Cuando tenía el periodo era más agresiva de lo normal.

Alzó la vista y lanzó un par de poderosos Flagrare a la mujer. Uno a la cabeza y otro a su vientre. Quiso centrarse en el chaval, pero un pinchazo en el estómago la paró de pronto.


FDR: Perdon por tardar y por los post peueñlitos, pero es que internet se me va cada dos por tres ;m; y y ;m;99

El sonido metálico me indica que, efectivamente, se ha protegido de mi ataque. Escucho las palabras de Lyam y me mantengo estoica. Lo importante es que mientras no me toque no pasará nada. Resistente o no, todo el mundo termina cansándose.
Por su acercamiento, Lyam recibe un golpe en la cabeza. Sé que podría parecer una señal de poco compañerismo, pero aprovecho esta distracción para acercarme a ella. Sin embargo, apenas he dado un par de pasos cuando la veo volverse y lanzarme dos flagrare a diferentes alturas. Sin dudarlo un instante, me lanzo al suelo para dar una voltereta a ras, rodando sobre mí misma y recuperando enseguida mi posición normal, clavando mis ojos en la enorme mujer.

-¿Vives, Lyam? -gruño sin perder de vista a la flamma.

Parece que no solo su cuerpo es fuerte y atlético, sino que su magia también resulta peligrosa. Cuanto más lejos me mantenga de ella, mejor. Más tiempo para esquivar hechizos y menos peligro de golpe por escudo.

Hago rodar la bola de nuevo y la lanzo, esta vez en dirección a su torso. Lo malo de este arma es que me deja poco más de dos metros de separación, por lo que tendré que ser extremadamente ágil si quiero evitar alguna arremetida.
Si se defiende, o si golpeo su cuerpo, invocaré un crhysantae para que viaje de mi arma a ella. Espero que sirva de algo.

Nada más recibir el golpe en la cabeza, el chrysos retrocedió un par de pasos, alejándose de la flamma, dolorido, haciendo un gran esfuerzo para no llevarse las manos al lugar en el que había recibido el golpe (aunque en la cara se le notaba que le había hecho daño, no quería dar más muestras de su dolor). Desde lejos, observó a la flamma meditando qué podía hacer. Aquello había dolido. Había dolido mucho, y no quería que le golpeasen de nuevo (al menos no con el escudo).

—Sí, vivo... —murmuró, mirando de reojo a la chrysos. Luego volvió la vista a Vatra, que permanecía sospechosamente quieta. Lyam se preguntó a qué se debía su repentina quietud, pero, al igual que la chrysos, decidió aprovecharla. En el momento en el que Alehyss le arrojó la bola del arma, él se acercó, esta vez con más precaución que antes, a Vatra, intentando darle un nuevo golpe pero preparado para retroceder en caso de que un escudo cayese encima de su cabeza.

Fdr. abubububu ;O;

Vatra respiraba entrecortadamente, sin embargo, eso no le impidió atender al combate.
Vio cómo la peligrosa arma de Alehyss se acercaba a ella. Sin embargo, no se movió para esquivarla, sino que tensó su musculatura y comenzó a emitir un agudo sonido de guerra, de modo que abdominales del tamaño de huevos comenzaron a formarse en su cuerpo, mientras la flamma tensaba todos sus músculos, endureciendo su cuerpo hasta no poder más.

La bola de la kusarigama golpeó de lleno en el duro abdomen de Vatra, por lo que esta se doblegó hacia delante, soltando sus dos armas al suelo y cayendo de rodillas al suelo.

Le había dolido más de lo que había pensado. Un golpe abdominal en fechas del período no eran buenas noticias. Sin embargo, había cumplido su objetivo, pues sus manos agarraban ahora la cadena y la bola del arma de la chrysos.
Alzó la vista y la vio a los ojos, riendo con dolor, para luego, bramar un hechizo Batzall.

La cadena comenzó a ponerse al más puro rojo vivo, como si llevase horas bajo el fuego. El calor se extendió a las manos de Alehyss, hasta el punto que estas empezaron a humear debido al calor.

Si no la soltaba, le arderían las manos.
Si la soltaba, estaría desarmada y todo sería pan comido.
-No pienso soltar...- amenazó.

Sin embargo, tanta concentración le pasó factura de nuevo, pues el joven chico se acercó para golpearle de nuevo con su magia que, aunque débil, era magia al fin y al cabo.
Le lanzó una mirada asesina que bien podría significar la muerte del muchacho en los próximos minutos si con tal acción no se buscase un problema. -Agh... Ya puedes correr...- le espetó con esfuerzo.

Mi arma la golpea. Eso es bueno. Sin embargo, ella adopta una técnica desagradable para mí. En cuanto noto el calor llegar a las manos frunzo el ceño. Con dos guerreros desarmados no creo que pudiésemos hacer demasiado, pero no voy a sacrificar mis manos por algo así. En todo caso, no es el momento de hacerme la heroína.

-Chrysantae -susurro antes de soltar el arma.

Si me va a arrebatar la kusarigama, al menos que antes sufra un chispazo. No será demasiado, pero no es la única que sabe jugar a transmitir magia.

Mis manos sueltan la cadena. Frustrada, miro un instante hacia las armas de la sala. Me alejo de ella.
Si quiero algo para luchar voy a tener que ser astuta. Por el momento, me conformaré con evitarla si se acerca. Si consigo hacerme con cualquier cosa me pondré en marcha de nuevo. O pensar algo...

FdR- Turno de pensar XD

El chrysos frunció levemente el ceño al ver cómo la flamma caía al suelo, despojándose de sus armas. ¿Era realmente Alehyss tan fuerte? ¿O a la flamma le ocurría algo? Recordaba su entrenamiento de la semana pasada con ella, donde Gerald, Corbin y él apenas pudieron hacerle algo. Aquello le parecía extraño.

No obstante, también veía un punto ventajoso en ello. Nada más golpearla con un chrysantae, el chrysos, aprovechando que Vatra tenía las manos ocupadas y la cercanía, cogió la espada de la flamma y, veloz, intentó darle un corte en el cuello. Después, funcionase o no, retrocedería.

Por el rabillo del ojo miró a la chrysos, preguntándose qué haría.

Cuando recibió el Chrysantae de la chica, recordó que hacía 4 años, había recibido uno tan fuerte que estuvo inconsciente durante una semana.
Desde aquella semejante corriente eléctrica, todos parecían pequeños.
Sin embargo, eran.
Y dolían igual.

Rió al ver a la mujer desarmada, y ahora la kusarigama giraba en sus escamosas manos.
Sin embargo, su sonrisa se borró al ver cómo la sangre brotó de su cuello.
- Ojojo... - rió.

El hechizo protector evitó que la herida fuera mortal. Sabía que su vida no corría peligro, pero aquella acción le había enfurecido en demasía.

-Corre- dijo Vatra.
A continuación, lanzó su nueva adquisición contra el chico, con el fin de tumbarlo.

Le encantaría luchar en plena forma, pero su dolor abdominal no se lo permitía.
Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano.
Ahora no le preocupaba la mujer. Desarmada y chrysos, no suponía una amenaza a distancia y, si se acercaba demasiado, una patada a media altura sería suficiente para detenerla.

No quería perder los nervios. Usar todo su poder de fuego no estaría bien contra estos muchachos.
Se resignó a explotar. Era la Primera. La mejor, la sucesora de su Señora y no se iba a dejar vencer tan facilmente.
Sin embargo, parecía que eran guerreros más experimentados que la última vez, pues a pesar que en su último enfrentamiento habían sido tres personas, esta vez eran dos. Todo un reto.

-¡Flagrare!- conjuró, sin lanzarlo. Su pierna derecha temblaba de dolor.

Lyam logra hacerse con el arma de la flamma a tiempo. Algo bueno al fin. Aunque ahora la desarmada soy yo, y no me gusta. No estoy en el tipo de terreno en el que se me da bien luchar, pero tengo la ventaja de que ahora la flamma está ocupada con Lyam.

Sin perder de vista a la mujer, retrocediendo hacia las armas que hay en esta sala, pienso en qué hacer. Dudo que haya otro kusarigama, y digamos que un arco no es lo mismo. Si encontrase algo que pueda servirme de forma similar...

De todos modos, camino hacia atrás para poder evitar su hechizo, si lo lanza, y los que podrían venir detrás de ese. Al llegar junto a la pared me permito el mirarla una centésima de segundo. Necesito un arma ligera...

Mis ojos ven pronto una especie de lanza delgada. Como está cerca, la cojo. No es muy adecuada para mi estilo de lucha, pero veré qué puedo hacer con ella.

Con el mango asido entre las manos camino hacia la mujer, sin acercarme nunca más de cinco o seis metros. Necesito alguna distracción...

El chrysos sonrió, orgulloso, al rasgar el cuello de la flamma. Nada más hacerlo, retrocedió, preparado por si Vatra intentaba un nuevo ataque. Se preguntaba si sabía o no usar la kusarigama de Alehyss. Por lo que había visto, sabía manejarse con lanzas y espadas, así que tal vez tuviese algún tipo que no. Esperaba que no, no obstante, porque sus conocimientos sobre el arma se centraban en lo que le había visto hacer a la chrysos.

Cuando la flamma le arrojó la bola, Lyam, en vez de retroceder, se desplazó hacia un lado, lo justo para esquivar el golpe, e intentó aferrar la cadena. Si lograba hacerlo, nada más tener el metal entre sus dedos conjuraría un chrysantae. Si no, se apartaría, intentando mantener la espada lo más lejos posible de la cadena. No sabía qué conocimientos tenía Vatra, pero sí que había visto cómo utilizaba el arma Alehyss y, francamente, no quería quedarse sin arma ahora que había conseguido una.

FdR.: Rol pausado

Lo que iba a hacer era injusto, pero... ¿Acaso si fuese un enemigo este pensaría en justicia? No. Un enemigo atacaría con toda su fuerza y eso era lo que iba a hacer.

Sonrió y su cuerpo comenzó a arder. Llevó una mano a su moño para soltarlo en una enorme melena que le llegaba por debajo de las nalgas, la cual ardía también.

-Esto se ha acabado.- Habló, bajo las llamas, por lo que su voz salía quemada y distorsionada. Corrió hacia Lyam y lo agarró por los hombros fuertemente, para luego abrazarlo, apretándolo contra su cuerpo caliente y darle un fuerte cabezazo, por lo que calló de rodillas al suelo. No le importó que el chico le hubiese clavado la espada en el abdomen cuando lo agarró, pues estaba demasiado rabiosa en aquel estado como para redimirse.

FDR: Tiene la misma habilidad de Rick.

Jadeante y con una espada clavada en el abdomen, dejó de arder para desaparecerse y aparecer detrás de Alehyss. Sin mediar palabra, golpeó sus corvas con sus escamosas y duras rodillas, de modo que la chrysos no pudo hacer nada por evitar caer también de rodillas al suelo.

Vatra se arrancó con fuerza la espada hacia fuera y el mismo movimiento golpeó la nuca de Alehyss con una fuerza descomunal, quedando la Primera en pie.


...

Al cabo de algún tiempo, los tres estaban de recuperados gracias al hechizo de curación y protección vital del que gozaba la sala de entrenamiento. La Primera les ayudó a levantarse con una sonrisa apretada. La amabilidad de las gentes del desierto era legendaria. -Ha estado bien- aclaró. Miró a Lyam.- Deberías hacerte con un arma propia- le reprochó.
Se rascó la nuca. -... Ha estado bien...- repitió. Miró a Alehyss-. Sin embargo, esta vez no he podido luchar con todo mi potencial- dijo frotándose la barriga. Si lo entendía, bien, sino, le importaba poco.

-Nos vemos aquí dentro de una semana si queréis. No esperéis derrotarme tan pronto- rió.- Aún os queda mucho, pero vais por buen camino. Parece que los chrysos sois los más aplicados...- habló en general, haciendo recuento de guerreros. Tuli también se había enfrentado a un chrysos.- Eso está bien.- Sonrió.

-Me voy. Hasta la próxima. -Recogió sus documentos de un banco y desapareció.



*se va*

FDR: Lo acabé así rápido para dejaros libres >,< porque luego a la noche no se si podré seguir y no quiero teneros presos. >.< En entrenamiento ya ha sido registrado.

Lo que comienza a suceder de pronto deja claro que ella es más fuerte que nosotros, pero que se estaba conteniendo. No veo inconveniente en ello. Si esto son entrenamientos, es normal que no nos mate sin más, o no mejoraríamos en absoluto. Aunque me siento algo frustrada cada vez que descubro a una nueva persona más poderosa que yo. ¿Qué le voy a hacer? Existen.

Siento el golpe que me da con sus rodillas y caigo arrodillada, poniendo las manos por delante, dejando caer la lanza al suelo para evitar clavármela. Al final ha sido más un inconveniente que algo útil. Voy a ponerme en pie cuando me golpea la nuca, y siento en ese instante una especie de olor a metal dentro de la nariz. Con la visión medio borrosa trato de reubicarme, notándome tirada en el suelo.

Poco a poco, el mareo inicial va remitiendo. Veo su mano extendida hacia mí. La acepto y me pongo en pie. La sala aún me gira un poco.

Asiento en respuesta a sus palabras. No ha estado mal, pese a la paliza. Su gesto, el de llevarse la mano al vientre, me da una pista. Si es lo que creo que es, es normal que no luchase a fondo. Ser mujer puede llegar a ser un verdadero fastidio.

-Hasta la próxima -digo, aunque no muy segura. Quizás sea buena idea volver a ponerme a prueba.

Cuando se va me acerco a mi arma y la tomo, limpiándola y guardándola de nuevo.
Lanzo una mirada al chrysos. No tengo nada especial que decirle.

-¿Qué tal tu cara? -inquiero al fin, seca.

Lyam frunció el ceño, confuso, al ver arder el cuerpo de la flamma. Ligeramente nervioso, pues nunca había visto algo así, comenzó a retroceder, intentando alejarse de la chica que, de pronto, se le antojaba amenazadora.

No tuvo tiempo a alejarse demasiado. La flamma, haciendo acopio de una gran velocidad, le agarró por los hombros con fuerza para luego estrecharlo contra su cuerpo caliente, quemándole en el proceso. El chrysos sintió un dolor agudo, notando cómo su piel se resentía, deteriorándose sin que pudiese hacer nada para evitarlo. Cuando recibió el cabezazo y cayó de rodillas con la vista nublada, casi lo agradeció.

Lentamente, comenzó a encontrarse mejor. Observó la mano de la chica frente a él y, reticente, la aceptó. Había pensado que esta vez podrían hacer algo más que recibir una paliza, pero se había equivocado y estaba ligeramente frustrado. Aquella nueva paliza había servido para descubrir una nueva parte del poder de Vatra, y eso era bueno, pero hubiese preferido descubrirla por otros medios (que no implicasen quemarse).

—Estoy en ello —murmuró, como respuesta a su comentario. Lo cierto era que no estaba, realmente, buscando un arma, pero eso no tenía por qué saberlo.

De reojo, observó a la chrysos cuando Vatra se dirigió a ella, y luego volvió a mirar a la flamma. La Primera acababa de confirmar que no había luchado con todo su potencial, pero él no entendía del todo qué le pasaba. Se preguntó si Alehyss la había entendido.

—Hasta el lunes —dijo, despidiéndose de la flamma con un gesto. Luego suspiró y, de reojo, miró a la chrysos.

Cuando se dirigió a él, frunció levemente el ceño. ¿Su cara? Su cara estaba bien. No le había pasado nada en la cara. Ahora, la cabeza en sí misma era otra cuestión.

—¿Mi cara? Mi cara está bien —respondió, acercándose a ella. Observó durante unos segundos la herida que se había hecho en la misión—. La pregunta es cómo está la tuya.

Me paso una mano por la herida. Pronto caerá y no quedará más que una franja de piel más sensible por un tiempo. Y luego, espero, nada más. La piel se endurecerá de nuevo y no tendré queja alguna sobre mi cara.

-Ni siquiera lo recordaba -murmuro, mintiendo. No es que me hubiera olvidado de él realmente, mi orgullo sigue herido, pero sí que es cierto que no me molesta ya durante mi rutina.

Mis ojos observan al chrysos unos instantes. Perdió su arma durante la misión, creo recordar el momento, aunque no le prestaba especial atención a él.
Enarco una ceja, interrogante.

-¿Tienes alguna idea sobre cómo conseguir un arma nueva?

Llevo un tiempo con una idea en la cabeza. Quizás...

Lyam observó el rostro de Alehyss en silencio, esperando una respuesta. Cuando esta llegó, esbozó una pequeña sonrisa y asintió. No recordarla significaba que ya no le dolía, ni le molestaba.

—Entiendo... —murmuró. Luego suspiró—. Espero que se cure del todo pronto.

Apartó la mirada y contempló la sala de entrenamiento durante unos segundos, sin saber muy bien qué decir. Desde que había vuelto de la misión, apenas había hablado con alguien. De hecho, sólo había hablado con Gerald, y porque habían estado entrenando juntos y él se lo había propuesto.

Volvió a mirar a la chrysos. Sonrió.

—No, no tengo ninguna. Supongo que podría vender algo y conseguir alguna, pero lo cierto es que no tengo ni idea. —Negó con la cabeza—. Soy un desastre.

Cavilo un instante. Mi idea no incluye, realmente, conseguir un arma nueva, así que tampoco es algo seguro para él. Y, por otro lado, no sé si me conviene que tenga un arma. Cuantas más armas, más difícil enfrentarme a los guerreros en caso de que me pillen.
Recuerdo a Rick Dehnel durante la misión. Llevaba un arma que, sin duda, no era la que yo recordaba como suya. Miro a mi alrededor, pensativa.

-Quizás puedas coger una prestada de aquí mientras tanto -observo, haciendo referencia a todo el armamento que nos rodea-. Si les interesa que entrenemos no deberían poner pegas.

No es más que una suposición, pero la veo lógica.

Se encogió de hombros. Suponía que podía coger una prestada. ¿Por qué no? Si estaban ahí para servir a un grupo de líderes, no deberían ponerle pegas. Alguien armado era más poderoso que alguien desarmado, y se suponía, o eso al menos creía, que los líderes querían gente capaz, capaces de defenderse por sí mismos. Además, si querían que entrenase, imaginaba que preferirían que lo hiciesen con algún tipo de arma; los entrenamientos eran más útiles así. Desarmado, poco podía hacer.

—Supongo que sí... —murmuró.

Sin embargo, había algo que lo preocupaba. Tal vez pudiese conseguir un arma para entrenar o para las misiones a las que lo enviasen, pero ¿y luego? ¿Y si, por algún motivo, tenía que irse? Él no tenía ahora mismo ningún interés, no estaba entre sus planes, pero no sabía qué pretendía hacer la flamma y, en caso de irse, prefería que no lo tachasen de ladrón. Aunque en el fondo lo fuese.

No parece muy convencido de ello, y dudo que lo que le preocupe sea, simplemente, si se le permitirá cogerla o no. Al fin y al cabo, si el problema fuera ese sería tan sencillo como preguntarle a algún líder o a alguien del servicio y solucionarlo ahí, sin más. Si estoy en lo cierto, el problema es algo más que eso.
De todos modos, no me apetece ponerme a profundizar ahora mismo. No tiene que ver con mis prioridades. Mis prioridades no incluyen a Lyam. No incluyen a nadie más que a una persona, de hecho. Una persona que no aparece por más que busque.

-Yo lo haría si estuviese en tu lugar. Cogería un arma prestada y buscaría la forma de conseguir una nueva mientras tanto -. Me encojo de hombros-. Si ahora mismo atacasen el palacio servirías de mucho más armado.