Sala de entrenamiento

Enarco mucho las cejas en cuanto la piscis dice que eso ha sido el resultado de su entrenamiento. Luego sonrío y asiento un par de veces.

—Pues menuda forma de entrenar. ¡Cuánta fuerza! Eso es genial. Creo. Bueno, así nadie podrá hacerte daño, ¿no? — La miro y me encojo de hombros. Me pregunto cómo habrá roto exactamente el... ¿tubo? ¿Lo habrá hecho con magia o con su arma?

Escucho con atención su respuesta a mi otra pregunta y todas las que yo me estaba haciendo desaparecen. Al parece ha tenido un día activo y nada digno de mención. Ensancho la sonrisa.

—Seguro que algo interesante has hecho. ¡Bueno! Mira, has roto esa cosa. — Señalo los restos de madera —. En mi opinión, es algo digno de mención. — Me paso una mano por el pelo y suspiro antes de responder a su pregunta —. Yo estoy bien. ¡No me ha pasado nada relevante, así que estoy bien! — Río —. Como siempre, supongo...

Por el rabillo del ojo puedo ver cómo alguien más entra en la sala. Giro la cabeza para poder mirar bien al recién llegado y descubro que es el piscis Follow. No puedo evitar esbozar una amplísima sonrisa, pero, al ver que está yéndose, me apresuro para ponerme a su altura.

—¡Ey! — coloco una mano en su hombro izquierdo y sonrío —. Al menos saluda, ¿no?

Miré al suelo, azorada y con las mejillas ardiendo al ver la impresión que le había causado el producto de mi furia. Sin embargo, tampoco parecía tomárselo a mal, lo cual me tranquilizaba un poco. Dijo que estaba bien, y yo estaba a punto de abrir la boca para continuar la conversación cuando se abrió la puerta.

Noté como mi corazón se paralizaba un instante, para luego correr a toda velocidad, como para recuperar ese latido que se había perdido. Mis mejillas, ya antes algo encendidas, debían estar ahora al rojo vivo, sobre todo tras ver con humillación como, al vernos, Follow se daba la vuelta para marcharse. Noté un nudo en la garganta y tragué saliva, tratando de convencerme de que era lo mejor, de que si se iba me quedaría más tranquila.

Sin embargo, Seth no parecía de acuerdo con mi visión racional de la situación, porque no dudó un instante antes de llamarle la atención para retenerlo. Observé la escena, deseando tener el valor del flamma para acercarme, y murmuré un "Hola" que dudaba mucho que Follow llegase a escuchar.

Cuando me estaba yendo noté una mano apoyada en mi hombro y luego una voz de réplica. Me frené un momento, algo extrañado y acabé por rotar los ojos por la reacción del flamma -ya que la chica no tenía aquella voz-. Suspiré para mí. Que molestia...

Me di la vuelta con cara de aburrimiento -o con la cara que solía llevar- y lo miré a los ojos para luego ver a lo lejos a la chica.

—"Hola" —Dije como respuesta a su petición. Esperaba que luego me dejase irme pero, al ver que se quedaba en la misma postura, alcé ligeramente las cejas y aparté su mano de mí. —Venía a entrenar un rato pero veo que está ocupado —Indico como explicación a mi comportamiento mientras me ajusto bien la tela sobre la nariz ya que se me venía escurriendo un poco. Cierro los ojos un momento para suspirar de nuevo. —No voy a entrenar en compañía, así que no pinto nada... —Esperaba que con eso el flamma entendiese mi decisión.

FdR: Todo amabilidad :3

Follow se detiene y yo ensancho la sonrisa. Uno no puede ir por ahí sin saludar a la gente. ¡Es de mala educación! Y en la vida uno tiene que ser educado.

Se gira y quita mi mano de su hombro y yo retrocedo un par de pasos sin borrar la sonrisa. La piscis no se ha acercado, y yo imagino que no se conocerán. Aunque, bueno, a lo mejor no se ha acercado porque lo conoce y no quiere molestarlo (yo tampoco quiero molestarlo; solo quiero que sea un poco más educado con nosotros. Además, un hola no va a matarle... Creo).

Follow explica que quería entrenar, pero, como nosotros estamos aquí, ha cambiado de idea y que no hay ningún motivo para que se quede. Ladeo la cabeza y tuerzo la sonrisa.

—Oh, venga. Al menos puedes quedarte a charlar un rato. — Miro a la piscis y sonrío. Luego vuelvo mi vista a Follow — ¿Os conocéis? Si no, a lo mejor es un buen momento para hacerlo, ¿no?

Al final, no me quedó otra que acercarme, puesto que Seth no parecía dispuesto a dejarlo marchar. Estuve a punto de lanzarle un aquaerum a Follow a la cara, a ver si opinaba si se podía entrenar con gente o no, pero me contuve. A él no podía hacerle algo así.

- Sí nos conocemos, Seth -comenté con voz tensa-. ¿Verdad, buscador? Tuvimos una pequeña charla la otra noche -bajo las estrellas, completé en mi cabeza, sintiendo un hormigueo. Me forcé a volver a la realidad-. Tal vez esté ocupado, Seth. Será que no somos suficientemente buenos para que pierda su tiempo con nosotros. ¿A que es eso, Follow? -comenté con voz burlona, para picarlo.

La idea que propuso el flamma no era muy de mi agrado. En otro momento me habría quedado, o quizá si estuviésemos en solitario, pero ahora mismo no tenía pensado variar mis planes.

—Hay muchos momentos para hablar... —Indiqué para explicar que ahora estaba ocupado. Pero entonces se acercó la piscis del norte y volví a mirar a Seth. —Nos conocemos, descuida —Dije al flamma y casi me faltó indicar que mejor que a él. Pero la chica piscis me despistó con una pregunta que, en ese momento, me pareció demasiado obvia. Abrí un poco más los ojos con cierta curiosidad. La miré unos segundos y luego asentí.

—Sí. Ahora necesito entrenar —Y, plasmada mi franqueza, únicamente me di la vuelta y me fui.


FdR: PORQUE NO TIENE ABUELA #CHAN

La piscis responde. Al parecer, se conocen y tuvieron una charla ayer. Asiento varias veces y sonrío.

—Pues mejor, ¿no? — Ensancho la sonrisa —. Si todos nos conocemos, será más fácil hablar — añado mirando a Follow de reojo. Luego, al escuchar las palabras de la piscis, decido unirme a su pique —. Oh, tal vez sea cierto. — Me encojo de hombros y suspiro —. Somos demasiado inferiores para el Señor Follow, rey de los ninjas y poderoso guerrero.

Dejo escapar una carcajada y espero la respuesta del piscis. Cuando llega, sin embargo, no puedo evitar borrar mi sonrisa. Se va antes de que pueda responder, pero aun así digo:

—Oye... Yo no creo que seamos inferiores...

Cuando el piscis abandonó la sala, mi rostro se ensombreció y un escalofrío de pura rabia me recorrió la espalda.

- Será malnacido... -murmuré, en un volumen prácticamente inaudible-. ¿Te parece normal? -grité a Seth, echando chispas por los ojos-. La última vez dijo que estaba interesado en mí. Y hoy esto. ¡Si no se aclara ni él! -di una patada a un trozo de madera que había por allí cerca, con un bufido.

Entonces me volví hacia Seth, que parecía bastante afectado. Me atreví, aunque con reparo, a posarle una mano en el hombro, y le hablé con tono suave y tranquilizador.

- Oye... -comencé, sin saber muy bien cómo consolarlo-. Que... Yo tampoco creo que seamos inferiores. De hecho, su actitud lo deja a él por debajo de nosotros, en todo caso -sonreí con timidez-. ¡Alegra esa cara, hombre! Mi abuela siempre decía que la actitud cuando te tratan mal es demostrar que no lo mereces. Le demostraremos que no tiene razón, ya verás...

Me giro para mirar a la piscis en cuanto escucho su grito. Parece tremendamente ofendida... Y confusa. Por lo que dice, Follow le había dicho que estaba interesado en ella, cosa que contrasta bastante con lo que nos ha dicho hoy. Me pregunto a qué viene esa contradicción. ¿Será que la considera interesante pese a que cree que somos inferiores? A lo mejor, con su comentario, se refería a que nos considera inferiores en término de control de armas o sigilo. O a lo mejor hoy ha tenido un mal día y por eso respondió de manera tan borde.

—Bueno... A lo mejor ha tenido un mal día hoy. — Me encojo de hombros —. Seguro que si ayer te dijo que eres interesante, lo eres. No parece la clase de persona que va por ahí diciendo esas cosas, ¿no?

Le sonrío. Ella posa su mano en mi hombro y ensancho la sonrisa. Qué niña más simpática.

—¡Es que no somos inferiores! A lo mejor no somos tan sigilosos como él, pero eso no implica que seamos inferiores. Solo... que somos diferentes. Y, vaya, le demostraremos de alguna manera que no tiene razón. Y entonces tendrá que quedarse a hablar con nosotros porque le demostraremos que no es tan especial — Río —. Ahora solo hace falta saber con qué vamos a sorprenderlo.

De no ser por la brusca despedida de Follow ayer, la suposición de Seth parecía perfectamente válida. Tal vez Follow sólo tenía un mal día... Seth sí que sabía levantar los ánimos. No pude evitar un leve rubor orgulloso, acompañado de un desvío de la mirada, al oírle decir algo que parecía tan cierto como que Follow no era la clase de persona que iba por ahí soltando cumplidos. Suspiré, encantada.

Seth parecía volver a estar tan animado como de costumbre, y pronto se puso a especular sobre una futura situación en la que Follow tuviera que aceptarnos como compañeros iguales a él, como mínimo. Sin embargo, en el momento en el que se cuestionó cómo llegar a esa situación, todos los planes se fueron al traste.

- No lo sé.... ¿Cómo podríamos hacerlo? Yo no lo conozco muy bien... Sólo hablé con él una vez -expliqué-. ¿Y tú?

Entonces, sin poder evitarlo, bostecé.

- Quizá deberíamos consultarlo con la almohada... -comente, frotándome un ojo. Estaba agotada.

FdR.: Indirecta directa. Muero de sueño xDDU

Niego con la cabeza.

—Yo tampoco lo conozco demasiado. Esta es la tercera vez que lo veo, y nuestros dos últimos encuentros no han sido especialmente largos. — Me encojo de hombros —. Sé que cree en el destino y todo eso, pero poco más...

A lo mejor es mi memoria, que no es especialmente buena, pero creo que es lo único que Follow ha mencionado en mi presencia. Y, en caso de que me hubiese dicho algo más, ya no me acuerdo, así que eso es lo único que sé del piscis.

—Quizás tenga razón y será mejor que lo consultemos con la almohada — digo después del comentario (con bostezo incluído) de la piscis. Estiro los brazos —. Es bastante tarde y, huh, bueno, creo que no tengo tiempo para entrenar... ¡Ya haré mañana lo que no he hecho hoy! — exclamo, con una enorme sonrisa en el rostro.

Segundos después, ambos abandonamos la sala de entrenamiento para dirigirnos a nuestro dormitorio. Por el camino, pienso en qué sé del piscis Follow y en mi mente no aparece nada más que su comentario sobre el destino.

*se van*

Fdr. DESTINYYY ~òOó!

Penetró en la habitación a paso rápido, mirando a su alrededor mientras rebuscaba con avidez en sus bolsillos, hasta dar con sus armas, que apretó con fuerza, cerrando los puños hasta clavarse las manoplas y hacerse daño. Las sacó de sus bolsillos y relajó las manos, evitando ejercer presión y observando las marcas rojas que se había dejado en la piel. Pasarían pronto.

Miró a su alrededor. La sala era amplia, y contaba con armas de entrenamiento (que no pensaba tocar) y con materiales de impacto, desde dianas hasta postes de madera. Eligió un par de sacos que preparó cuidadosamente, se concentró y se puso a calentar antes de iniciar su entrenamiento. Una vez conforme, volvió la vista a los sacos con una sonrisa nostálgica, y se desplazó hacia ellos con rapidez, golpeando a un lado y a otro, cuidando cada movimiento y olvidando todo lo demás.

*Entrena*

Desde que había llegado a Palacio, apenas había entrenado. Salvando la misión y mi entrenamiento con Alexander (aquel caeruleus tan noble y tan raro al que hacía tanto que no veía), podía decir que no había tocado la espada en un año, hecho que rompía enormemente con mi ritmo de entrenamiento en Caligo: cuando estaba en casa, lo normal era que entrenase un poco con mi hermano todas las semanas. Tal vez por eso decidí aprovechar que había terminado el libro y para entrenar. A diferencia de mis hábitos de entrenamiento, mi horario apenas había variado: seguía utilizando las noches para todo menos para dormir y las mañanas para todo menos para trabajar.

Abrí la puerta de la sala con lentitud y, al entrar, descubrí que ya había alguien allí: Corbin estaba entrenando, golpeando unos sacos que, pensé, había colocado él expresamente de aquella forma. Sin decir nada, retrocedí un par de pasos y lo observé durante unos segundos desde el umbral de la puerta, pensando que, a lo mejor, debería dejarle solo e irme a entrenar a los jardines o a algún sitio de fuera. Tras decidir que aquella era la mejor idea, me di la vuelta, dispuesta a abandonar la sala.

fdr. "hola, me llamo Inger y seré moe forever and ever"

Si algo había aprendido Corbin de Falace y sus historias era que nunca, jamás, había que olvidar los imprevistos, y por ello fue su reacción la que fue al sentir, por el rabillo del ojo, cómo la puerta de la sala se habría y una cabeza pelirroja asomaba por ella. Se dejó llevar por la inercia para rematar un par de golpes más, uno de los cuales desgarró un saco, antes de clavar los pies en el suelo y, apartándose el sudor y el pelo de la cara (debía conseguir una cinta cuanto antes), volverse hacia Inger, que parecía haber decidido que no era allí donde quería estar.

- Buenas noches -saludó, con voz jadeante, mirándola fijamente con su expresión habitual. Sin saber muy bien si ella se iba porque prefería estar sola o si quería evitar molestarlo, se quedó allí quieto, en posición defensiva pero sin darse cuenta de ello, como si fuera la posición natural de su cuerpo, esperando una reacción por parte de ella.

Me paré en seco y maldije por lo bajo en cuanto escuché su voz. Como parecía tan concentrado en golpear los sacos, había imaginado que no se daría cuenta de que había entrado en la sala, pero lo había ¿subestimado? Algo así.

Con la vista clavada en el suelo, me di la vuelta. Me llevé una mano a la nuca y, tras chasquear la lengua, alcé la vista para mirar al claritas, que no se había movido y que permanecía en posición defensiva.

—Buenas noches... —respondí. Me humedecí los labios y desvié la vista —. Yo venía a entrenar... Bueno, venía antes... O sea, antes de saber que estabas. —Me apresuré a negar con la cabeza—. ¡Es decir, no! No quería decir eso. Bueno, sí, pero no son los motivos... O sea... Eh... No es que tú —lo señalé con los dedos— me molestes... —Esbocé un amago de sonrisa y me señalé a mí misma—, porque no me molestas, en serio... Lo que pasa, o, bueno, lo que pasaba es que no quería molestarte. —Asentí un par de veces —. No quería interrumpir tu entrenamiento y por eso no te dije nada. ¡Lo siento! En serio, normalmente saludo, pero... Bueno —Me pasé una mano por el cuello —, siempre me han dicho que los entrenamientos eran importantes, y que la concentración era importante y todo eso, entonces había pensado que lo que mejor podía hacer era irme sin hacer mucho ruido...

Volví a chasquear la lengua y me mordí el labio inferior. Tras unos segundos en silencio, con la mirada fija en una pared y el ceño ligeramente fruncido, murmuré:

—Lo que quería decir era "perdón por no saludar"... Aunque creo que no ha quedado muy claro...

Asintió levemente con la cabeza, cambiando de postura al darse cuenta de su posición y carraspeando levemente. Guardó las manoplas en sus bolsillos y se acercó un poco a la chica, con expresión relajada, para dar a entender que no le molestaba en absoluto su presencia. Desvió la mirada, con aire pensativo, pensando en cómo expresar lo que quería decir sin dar más información de la necesaria.

- Mi... madre... -dudó un momento, pensando en lo raro que sonaba aquello-. Siempre decía que la concentración a la hora de entrenar es muy importante. Sin embargo... También me enseñó que hay que estar predispuesto a los imprevistos, y que no siempre es necesario entrenar en solitario -sonrió con amabilidad, antes de darse la vuelta y dirigirse a los sacos.

Los miró un momento, examinando las deformaciones que habían provocado sus golpes, rozándolos con la punta de los dedos.

- Hacía bastante que no venía a entrenar, pero no me molesta tu presencia. No tengo por qué estar solo en el campo de batalla. Mientras no te estorbe yo, no tengas problema en quedarte -por supuesto, no iba a ofrecerse a marcharse. Llevaba demasiado tiempo inactivo como para plantearse algo semejante.

Con un suspiro, cerré la puerta y observé cómo guardaba las manoplas y cómo se acercaba. Di un par de pasos hacia delante, porque ahora que me había visto no tenía sentido que me fuese (o a lo mejor sí, pero él no parecía molesto), y lo observé en silencio mientras hablaba. Cuando terminó, bajé la cabeza, ocultando una tímida sonrisa.

—Yo siempre entrenaba con mi hermano —murmuré. Alcé la vista y lo miré, sonriente —. Así que no me molestas... Y, bueno, aunque me molestases... Yo fui la última en llegar, así que... Tendría que irme yo... —Fruncí el ceño —. Creo...

Avancé hacia el sitio donde estaban los sacos y los escruté durante unos segundos. Me pregunté, mientras los contemplaba, cuánto tiempo llevaría el clarita golpeándolos.

—Y... Bueno. Yo también hace bastante que no entreno... —Reí —. De hecho, entrenaba más antes de venir aquí... —Lo miré de reojo —. Así que... Eh... Bueno, supongo que podemos repartirnos la sala o algo así... ¿no?

Sonrió a la chica, pensando en Falace. De alguna forma, aquella mujer de piel demasiado pálida para un claritas y pelo desordenado tenía un parecido con Inger. Corbin siempre tuvo la teoría de que la loca Falace no podía, de ninguna manera, ser descendiente (al menos directa) de su admirada Falace, la Sangrienta. Y, por encima de ello, tenía claro que tampoco podía tener el más mínimo parentesco con él. Sin embargo, no podía evitar evocarla como una madre, y aunque siempre había rechazado aquel calificativo para ella, sí le tenía un cariño especial, pues había sido la persona con la que había mantenido una relación más íntima en toda su vida.

- Fal... Mi madre se empeñó desde que era pequeño en entrenarme como guerrero -explicó, con expresión nostálgica-. Decía que veía en mí un fuerte potencial, y que llegaría a ser muy poderoso -tanto como para no caer en los errores de la grandiosa Falace, según le había inculcado-. Desde su muerte, no he vuelto a entrenar en compañía. No creo que nadie pueda igualar sus poco ortodoxos métodos de entrenamiento, pero sería una buena experiencia recuperar viejas costumbres.

Se encogió de hombros, sacando de nuevo sus puños de acero, que frotó levemente contra su ropa antes de contemplar con orgullo. Habían sido una de sus mejores inversiones, y les guardaba un aprecio especial.

Escuché lo que Corbin decía en silencio y con una sonrisa que solo desapareció en cuanto escuché lo de su madre. Bajé la cabeza, sin saber muy bien qué decirle, y me pasé una mano por el cuello. Me pregunté, al hacerlo, si llevaría mucho tiempo solo. Luego pensé podíamos entrenar juntos, aunque parecía que nuestro estilo de lucha era completamente diferente.

—Siento lo de tu madre... —murmuré, mirándole de reojo —. Imagino que... si decía que tenías potencial, era porque realmente lo tienes... —Me humedecí los labios y desvié la mirada —. Y... Bueno, si quieres, podemos entrenar juntos, aunque creo que tenemos estilos completamente diferentes...

Aparté la tela que cubría parte de la vaina de mi espada y, con un movimiento de cabeza, señalé sus guantes. Que no tuviésemos el mismo estilo de lucha no era un impedimento para practicar, pero yo siempre me había sentido más cómoda cuando entrenaba con gente que tenía un arma o un estilo similar al mío. No sabía el motivo, pero suponía que era por costumbre.

Fdr. no sé qué lleva vestido, pero me he imaginado algo que cubría parte de la vaina x_D

Asintió a su comentario, obviando sus condolencias, que no consideraba necesarias. Falace le había enseñado cómo acercarse a un espadachín sin sufrir apenas daños, e incluso cómo bloquear un mandoble con sus puños de acero. Nadie negaría que estaba loca, pero en cuanto a la calidad de sus combates tampoco había mucho que criticar. Sin embargo, comprendía perfectamente a qué se refería Inger.

- Sé lo que quieres decir, y lo entiendo -murmuró-. Pero el combate no es solo enfrentar al oponente. También hay que saber coordinarse con un aliado, y ahí los estilos de lucha no tienen por qué coincidir en absoluto.

Volvió la vista hacia su arma, y ascendió con la mirada por su cuerpo hasta sus ojos, que escrutó al detalle, como buscando algo en ellos. Esbozó una media sonrisa.

- De todas formas, es tarde ahora -comentó-. Imagino que no para ti, por supuesto -rio levemente, desviando la mirada-. Pero como claritas, yo sí estoy trastocando mis horarios habituales. De todas formas, no rechazo ese entrenamiento. De hecho, estaré esperándolo -concluyó, clavando de nuevo los ojos en su rostro pálido.

Con un gesto de despedida, pasó rozando el hombro de la chica y se encamino hacia la salida, cerrando la puerta tras de sí.

*Se va*

Asentí.

—Ya... Ya sé que no es solo combatir, pero... —Me pasé una mano por la nuca y me encogí de hombros —. No sé... Pensé que a lo mejor querías entrenar así...

Clavé mis ojos en los suyos y, al notar cómo me observaba, no pude evitar bajar la cabeza con un ligero rubor en las mejillas y una tímida sonrisa en los labios. Cuando volvió a hablar, alcé un poco la vista aunque no tardé en bajarla de nuevo, más sonrojada que antes. Había pensado que quería entrenar ahora y por eso se lo había propuesto.

—Oh... Cla... Claro. —Me mordí el labio inferior y lo miré de reojo —. Olvidaba que... Bueno, no teníamos el mismo horario ni nada. —Reí con suavidad y con un deje de nerviosismo—. Pero... Eh, cuando quieras, si quieres, porque si no quieres no quiero que te sientas obligado, podemos entrenar...

Sonreí con timidez y lo miré. Luego me despedí de él con un buenas noches que realmente sonó como un bu-bu-buenas noches y me llevé una mano a la nuca cuando rozó mi hombro sin querer. Observé cómo abandonaba la estancia sin moverme del sitio y, después de que cerrase la puerta, suspiré. Tras pasar unos segundos sin moverme, decidí que podía entrenar un poco.

Tiempo después, cuando me noté demasiado cansada como para seguir practicando, abandoné la sala.

*se va*

Paseando por el palacio para dar rienda suelta a mi nuevo yo, o, más bien, al humilde siervo del mundo que siempre había sido, llegué hasta la sala de entrenamiento, y la melancolía no pudo evitar llevarme hasta ese tan querido lugar para mí. Pero la gente como yo no entrenaba. Luchaba y se fortalecía en las calles. Y tampoco llevaba grandes y honorables armas. De hecho, ahí mismo debía de haber otro arma más adecuada para alguien como yo.

Rebusqué entre las armas, pero ninguna espada, lanza o hacha me convencían. De hecho, todas eran muy pequeñas o muy ornamentadas para mí. Además, dudaba que nadie me dejase llevarme una espada así, por las buenas. Entonces lo vi.

Me acerqué a él y lo tomé entre mis manos. Era consistente, rígido pero suficientemente flexible, rugoso y digno de alguien como yo. Además, nadie lo echaría en falta, seguramente. Esa sería mi nueva arma.

*se va con un garrote de madera*

Por algún motivo, llevaba todo el día deseando descargar energía. Me sentía inquieta, nerviosa, como un león enjaulado. Ni siquiera un baño podía relajarme en aquella situación y lo sabía. Por eso, cuando ya no aguanté más, me decidí a ir a la sala de entrenamiento. ¿Qué mejor forma de descargar energía que un poco de ejercicio físico?

Nada más llegar, me recogí las trenzas en una coleta, me quité la chaqueta y dejé a Loksass en un rincón. Me apetecía usar algo de magia aquel día. Así pues, dispuse la sala para mi entrenamiento y me oculté tras un Nairea. Quería aprender a defenderme lo mejor posible en un ambiente en el que no pudiera depender de la vista.

*Se queda entrenando*

Hace una mala noche para entrenar trepando por la fachada del palacio con lo que decido irme a la sala de entrenamiento para practicar algunos golpes.

Al llegar veo una masa nubosa en medio de la sala, un nairea, con lo que me paro para observar el momento ya que es un conjuro que yo tengo como muy útil. Me acerco un poco más para ver si capto alguno de los golpes del conjurador o si decide salir, pero parece que desea un entrenamiento para rato.

Decido dejarle en su intimidad y moverme hacia una esquina de la sala. Esquina porque así podría practicar golpes mediante acrobacias en el aire gracias a tener las paredes como impulso.

Cuando noté que la niebla empezaba a disiparse, me preparé para conjurar una de nuevo y seguir con mi entrenamiento. Sin embargo, cuando la niebla se hizo más fina pude distinguir una sombra en una esquina de la sala. Estupefacta, permanecí inmóvil, esperando a que la niebla se deshiciera del todo.

Cuando esto ocurrió, pude distinguir al ninja Follow, que aprovechaba mi niebla para su propio entrenamiento. Noté cómo se me aceleraba el pulso, pero lo ignoré y fruncí el ceño, molesta.

- ¡Tú! ¿Qué haces aquí? -le increpé, molesta.