Sala de entrenamiento

Lluvia alzó las cejas, muy sorprendida. ¡¿Casi dieciséis?! Aquello era más que doce y trece. ¡Y catorce! ¿Cómo que casi dieciséis? Se suponía que ella estaba hablando con un niño y ahora resultaba que realmente estaba hablando con alguien de casi su edad. Notó cómo se ruborizaba más. Entonces, entonces, ¡entonces aquella invitación podía considerarse una cita! ¿O no? En los libros era así, pero ¿qué sabía ella? ¿Y si los libros mentían?

Tragó saliva. Luego, cuando leyó que el claritas aceptaba, asintió.

—Genial entonces, ¿no? —dijo, nerviosa. Observó de nuevo la pizarra, donde podía leerse un nuevo mensaje. El muchacho nunca había estado en el pueblo, pero, pese a ello, parecía que quería ir. Lluvia carraspeó—. Bu... Bueno, si no te apetece salir, lo entendería...

Suspiro y sonrío. Seguramente ella creía que era un crío, como todas las personas y ahora... Casi mejor. No la conozco de nada y no iba a estar a la altura. Mejor, mejor... Mejor es ser un niño, a veces.

"La verdad es que mejor que no salga" "de palacio. Pueden venir" "a buscarme en cualquier momento."

Sonrío, recuperando, creo, mi aspecto aniñado.
Jun, lo mejor es que no vuelvas a hacer esas cosas sin sentido. Creí que fingir ser adulto y hacer lo que ellos hacen sería divertido, pero me metí en una cosa más rara...
Creo que lo mejor es no volver a hacer algo así.

Lluvia leyó lo que escribía en la pizarra y suspiró. Realmente, no le hubiese importado ir con él al pueblo, pero entendía que no quisiese ir. Lo habían secuestrado y seguro que no quería perderse. Se pasó una mano por el pelo, colocándose un mechón detrás de la oreja, y se encogió de hombros.

—Claro —dijo, sonriente. Luego, tras permanecer unos segundos en silencio, añadió—: Si quieres podemos hacer otra cosa. Pasear por aquí o así.

Se encogió de nuevo de hombros. Realmente le agradaba la compañía del muchacho. No le importaría pasear con él.

Esbozo una sonrisa. Es mejor ser amigos que... Lo que quiera que hice. Se me debió de ir la cabeza... Sí, de hecho, a mí no me interesan las chicas. Huelen bien, y tal, pero les gustan las mariposas... Y las espadas no.
Escribo para ella.

"Podemos tirar juntos con arco."

Le sonrío, mostrando mi entusiasmo por la idea, esperando que ella lo comparta. Ya que tenemos tanto en común, ¿por qué no aprovecharlo?

"Pero tendrá que ser otro día." "Es algo tarde."

Bostezo y me froto un ojo. La verdad es que en la torre me acostaba a las diez. No solo no estoy acostumbrado a acostarme tan tarde, sino que tantas experiencias hacen que me canse mucho antes...

Lluvia torció una sonrisa. Tirar con arco. Aquello no le gustaba del todo. Hubiese preferido que hubiese dicho que podían dar un paseo o algo por el estilo. Seguro que era más fácil, y menos vergonzoso. No le había dicho que no sabía tirar con arco, así que sólo Mithos sabía qué pensaría cuándo la viese. No obstante, pese a todo lo que pasaba por su mente en esos momentos, la aether asintió.

—Eh, claro. —Miró al claritas—. Podemos tirar juntos con arco.

Esperaba, eso sí, que no fuese ahora mismo. Y como si sus deseos hubiesen sido escuchados por Mithos, el claritas dijo que otro día. Lluvia reprimió un suspiro. A lo mejor veía a su maestro antes que a Jun y mejoraba en lo del tiro con arco. Eso, pensó, sería estúpendo.

—¡Claro! Cuando quieras. —Sonrió—. Y sí es cierto que es algo tarde. Yo también supongo que debería irme a dormir...

Tras intercambiar un par de palabras más, ambos abandonaron la sala.

*se van*

La sala de entrenamiento estaba vacía y en silencio. A Corbin, acostumbrado a entrenamientos en el exterior, se le hacía un tanto extraño aquel lugar. Sin embargo, el silencio y la quietud que lo envolvían en aquel momento, de alguna forma, le inspiraban confianza.

Miró a su alrededor, buscando algo. No tardó en encontrar unos cuantos muñecos de madera, de distintas tallas, con rudimentarias marcas que señalaban los supuestos puntos vitales de personas de aquella constitución. Al chico le llamaba la atención aquel detalle; al fin y al cabo, un enemigo real no tendría marcas de pintura señalando sus puntos débiles. Pese a ello, era relativamente útil a la hora de observar la precisión una vez ejecutado el golpe.

Lo primero que hizo fueron unos cuidadosos ejercicios de estiramiento. A continuación, llevó a cabo un calentamiento, corriendo primero alrededor de la sala y realizando luego movimientos similares a los que emplearía en un combate, aunque de forma más suave y lenta.

Después, tomó los puños de acero y comenzó. Empezó por repetir una y otra vez un mismo golpe, la clase de golpe que había propinado al mercenario guerrero la otra noche. Un golpe directo a la sien, que buscaba a un tiempo descolocar la mandíbula y romper el hueso. Con un buen movimiento, podía llegar a matar con él al enemigo. En aquella ocasión, no había llegado a saber si lo había conseguido, aunque no estaba convencido al respecto.

La cabeza era el objetivo favorito de los golpes de Corbin. Aunque bien cubierta, guardaba en su interior uno de los focos más sensibles del cuerpo humano; rota la barrera, la muerte llegaba fácilmente. Sin embargo, al cabo de un rato decidió cambiar de objetivo, dedicándose al tronco; tampoco era inútil en absoluto. Le gustaba llegar a los órganos vitales a través del hueso, y sabía lo conveniente que podía llegar a ser el romper y clavar una costilla. Sin descuidar, por supuesto, el vientre, de éxito más fácil si el golpe era lo suficientemente fuerte, y las extremidades, cuya inutilización resultaba esencial para inmovilizar al adversario.

Así pues, fue ejecutando golpes directos a todos estos puntos en bloques, antes de pasar a combinarlos. Un golpe bien dado podía significar la victoria, pero un conjunto de golpes suficientemente rápidos también eran un buen medio para superar un combate.

*Se queda entrenando*

Tras varias horas de intenso entrenamiento, se detuvo, sudoroso y jadeante. Después de volver a estirar, abandonó la sala, en dirección a las duchas.

*Se va*

*Se queda entrenando*

FDR: ¿Aunque se quede entrenando cuenta como post de entrenamiento?

-Ca-callate- le dijo cuando pasó cerca de él, con la espalda completamente empapada, al igual que su frente y cabello.- Ponte a entrenar- dijo exhausto, apoyando sus pesadas manos en sus rodillas, jadeante.

Una vez se recompuso un poco, le miró de reojo.- O  quizás tengas miedo o vergüenza de hacerlo a mi lado, rubia -dijo rascándose la nariz mientras se miraba con seriedad y concentración un pequeño corte que se había hecho en un lateral de su mano y cómo el potente hechizo curativo en el que la sala estaba sumergido la curaba lentamente. -No teníamos esta mariconada en Humus... -dijo con asco-.Si te daban un mal golpe en un entrenamiento, te jodes y mueres -sentenció, hablando más para sí que para su oyente.

FdR:

La bandera XD:

Un fugaz tic le cruzó la cara. - Este abuelo es capaz de dejarte llorando como una niñita -masticó cada palabra, para que lo entendiese bien.

Vio cómo se remangaba y se preparaba. Al tiempo, Errald alzó una ceja. ¿Le estaba desafiando con sus gestos y palabras?
-Tienes razón... estos críos no están a mi... nuestra altura -aclaró-. Nosotros estamos en otra liga.- Habló sereno y con calma, sin dejarse impresionar por nada de lo que su acompañante hiciera.
Pese a las rencillas y piques existentes, era obvio que Errald respetaba a su rival en el campo de batalla. Al fin y al cabo, compartían oficio y profesión.

-Deja de hablar con tu polla y observa- dijo quitándose los pesos de todas sus extremidades, mirándolo de medio lado, serio, sin inmutarse demasiado, devolviéndole el pique por lo de "setilla". -Eso no sirve para nada -respondió.

Cogió su hacha y comenzó a moverla ágilmente en círculos delante de él, con un fantástico juego de muñecas, de modo que el hacha giraba a alta velocidad. -Esto sí que sirve para algo. Sé práctico -dijo triunfal.

Le miró con recelo ante sus palabras. Le molestaban mucho las bromas con el tamaño parvus. El racismo hacia la Tierra siempre había sido objeto de burla.- La broma fácil demuestra tu inteligencia- le escupió con cierto recelo. Serio y ceñudo.

Levantó el labio superior al escucharle hablar de nuevo- ¿Quieres probarme, rubita?- comentó sereno, cuando este terminó de hablar. Entonces con un rápido movimiento de muñeca sacó su cuchillo y lo lanzó directamente contra su rostro- La pana no sé, pero sí tu cara- Masculló.

No temía por su vida. Les protegía un hechizo.


FDR: ea, ya lo enfadaste... es como un tauros irascible.

Esquivó el cuchillo, que sin duda fue lanzado a dolor. Tenía grandes reflejos... Era, seguramente, un gran guerrero, pero su comportamiento hacía que cualquier ejército en el que él estuviera perdiese toda la seriedad y eso molestaba en gran medida el enano.

Nada le apetecía más que cogerle del cuello de la camisa y darle un buen cabezazo, pero sabía que si lo intentaba, sólo obtendría más burlas.
Enfundó su enorme hacha a la espalda con tacto y mimo  y vio su arma ciertamente destartalada donde la había dejado. -... -No hizo ningún comentario al respecto.

-Nunca conocerás mi límite. No tengo de eso -le escupió recogiendo su cuchillo-. Me largo. No quiero aguantarte más -dijo muy molesto y asqueado. Sus burlas le hostigaban en demasía y no iba a soportar a semejante elemento.

*se va ceñudo y con cara de perro*

Entrenar en solitario es una importante base para perfeccionar muchas técnicas y corregir pequeños errores que podrían resultar mortales en batalla, como un mal posicionamiento del cuerpo, un salto mal dado o cualquier otro fallo. Sin embargo, en palacio falta gente con iniciativa para los entrenamientos en parejas o en grupos. ¿Cómo sino se va a mejorar la velocidad de reacción y el trabajo en equipo?

Con esto en mente entreno yo sola, haciendo girar mi kusarigama a mi lado, como si hubiese un verdadero enemigo frente a mí, aunque no es otro que un muñeco de madera. Una vez he apuntado, la bola sale despedida hacia lo que sería uno de sus brazos, aunque no es más que un palo sobresaliente y recto muy fácil de atrapar, de forma que la cadena se enreda en la madera. Una vez atrapada, tiro de ella como si tuviese el brazo o el arma de mi rival. La mano no es la mejor parte del cuerpo a atrapar. Yo prefiero los pies o el cuello, pero al enfrentarme a alguien con armas largas, como espadas, muchas veces es una opción casi necesaria.
Me acerco a mi enemigo enrollando paulatinamente la cadena, sujetándola con ambas manos, tensa. Es una buena defensa contra un corte vertical, aunque solo la primera vez.
De pronto, al estar apenas a un metro y medio, suelto rápidamente la cadena y me lanzo hacia la izquierda, la mano que no está atada, lanzando un corte horizontal al cuerpo del muñeco, cuya intención sería derramar sus intestinos o, simplemente, hacerle un daño más superficial y luego darle una patada en la cara y tirarlo de espaldas.

Una vez finalizada la acción retrocedo y comienzo de nuevo, probando con distintos ángulos de tiro. Aunque, de todos modos, al no moverse el muñeco, no puedo probar ciertas cosas.

Cuando me doy por satisfecha y el sudor cubre gran parte de mi cuerpo hago algunos estiramientos de brazos y piernas y me voy de la sala.

*se va*

Tras comprobar que estaba vacía, el chrysos se adentró en la sala de entrenamiento, cerrando la puerta tras de sí. Lyam no estaba acostumbrado a aquel lugar; desde que había llegado a Brontë, hacía aproximadamente dos años, apenas había ido un par de veces, y no siempre para entrenar. Sin embargo, aquel día había decidido, aprovechando que se encontraba relativamente más descansado, entrenar. Hacía bastante que no entrenaba, y hacía mucho más que no entrenaba sin armas. Y ahora que no tenía arma, la idea de retomar viejos hábitos le parecía necesaria.

De pequeño se había metido en bastantes problemas. Como recuerdo de todos aquellos líos, ahora mismo tenía bastantes cicatrices por el cuerpo, algunas más anchas y otras más discretas, pero también un estilo de combate que, a pesar de no servir demasiado en un ejército, no le desgradaba. Tenía carencias, y él lo sabía, pero no consideraba que fuese pésimo.

El chrysos colocó una serie de muñecos, todos ellos de diferentes alturas, en el centro de la sala, separándolos poco, lo suficiente como para que no chocasen entre ellos. Después, comenzó a realizar diferentes ejercicios de calentamiento (moviendo los brazos, la cabeza, los hombros, flexionando las piernas, corriendo por la sala), a la que siguió una sesión de estiramientos. Una vez satisfecho, se detuvo y observó los muñecos con interés, pensativo, durante unos segundos, antes de lanzarse hacia ellos, buscando no atacarles directamente, sino deslizarse por los espacios que previamente había dejado.

En un combate real, lo que haría sería esperar a que su enemigo atacase; parte de su estilo se basaba en retroceder y esquivar golpes, aguardando el momento adecuado para intentar atacar. No era especialmente fuerte, sólo hacía falta verlo para comprobarlo, pero a cambio sí que era ágil y bastante veloz, así que solía centrarse en sus reflejos. Sin embargo, aquello no era un combate real, y los muñecos no iban a moverse, así que poco más podía hacer.

Al no tener un enemigo móvil, el chrysos se centró en esquivar y atacar a los muñecos, utilizando primero los puños y los codos y luego también las piernas, intentando utilizar movimientos rápidos y precisos. Pese a que al principio no utilizó la magia en ningún momento, conforme el entrenamiento fue avanzando comenzó a añadir débiles chrysantaes, aún menos potentes que los que usaba en auténticos combates; de esta forma, pasó de emplear las manos para apuñar para utilizarlas también para agarrar brazos o rostros, combinando, así, tanto los golpes como su escaso poder mágico, todo ello sin dejar de moverse, cambiando de objetivo con rapidez, como si esperase que aquellos muñecos fuesen a atacarle si se despistaba.

Cuando se dio por satisfecho, se detuvo, jadeante. Tras realizar una serie de estiramientos, recogió los muñecos y salió de la sala de entrenamiento, dispuesto a darse una buena ducha. Imaginaba que, cansado como estaba, no le costaría demasiado conciliar el sueño.

*se va*

fdr. no sé si se entiende o no, ni si he puesto cosas mal o no xDD (esto pasa por no hacer ejercicio; niños, haced ejercicio en vuestras casas).

-...Señora, ¿qué es esa cosa?...- dijo Eld bajo su enorme capa negra. Su capucha le tapaba la cara casi por completo y sus manos yacían escondidas bajo sus faldones.
-No lo sé- respondo automática y con asco- Pero ya he visto algunos por ahí... ¡Asqueroso!- alzo la voz.

El boro se paró y centró su atención en nosotras, para luego, perderse entre las polvorientas armas del fondo.

Un escalofrío me recorre. -Duagh.. qué asco- digo encogida de hombros, frotándomelos con frío.
-... Asqueroso...- corroboró la Segunda.
-Qué vergüenza.  ¡Este sitio debería estar atestado de gente entrenando!
-Sí... Y no ha nadie... Será muy fácil luchar contra ellos y demostrarle al resto de líderes que lo que tienen son una manada de vagabundos que simplemente han venido aquí a vivir bien... Tuli me ha dicho que nadie se presentó a entrenar.
-¿Ah sí? Ojojo. El informe que presentaré entonces delante del resto de líderes va a ser muy divertido. Por fin podré callarle la boca esa bruja de Splash...

*se quedan charlando*

Entro tranquilo, sin prisa, con mi hacha en la espalda y mi puñal largo en mi cintura. - Buenos días- respondo monótono a las mujeres. No se quienes son y me importa más bien poco.

Desciendo al campo de entrenamiento y comienzo a hacer estiramientos. En un rato comenzaré a entrenar. Me da igual tener público. No estoy haciendo nada vergonzoso, por lo que no me importa que me vean.

*se queda etrenando*

-...-
-Buenas -respondo serena, sin embargo, si hubiese sido alguna especie de cánido, habría alzado mis orejas con interés sobre aquel parvus.
-Parece que al fin y al cabo... hay gente que sí se toma los entrenamientos con seriedad- le susurro a mi Segunda.
-... Aficionado- responde ella.
Me acerco a su oído. - Es una pena que tu turno de guardia para los entrenamientos comience por la noche...

Eld apretó los puños.
-Tranquila, querida. Sé que tienes ganas, pero no voy a dejar que te saltes el horario. Ya sabes... si comienzas a ablandarte, pronto parecerás la reina del lupanar. Hay que mantener las formas y los horarios. Eso es vital para mantener el respeto y la elegancia.

-...- me mira con cierto rencor.
-Venga querida, ve a descansar- digo haciéndo un par de gestos con la mano-. Seguro que tendrás más suerte que la pobre de Tuli y tendrás visita esta noche- digo encogiéndome de hombros.- Quién sabe... Venga, largo.- digo firme.

-... Sí, Señora- Con aparente resquemor, Eld se desaparece en una espesa y densa nube negra.

*Eld se va*

Por mi parte, bajo rauda y con pasitos cortos (ya que mi vestimenta no me permite ir más rápido) hasta acercarme al hombre que entrena, para poner una mano sobre su hombro.

-Un fuerte guerrero, al que no le cuesta madrugar para continuar con un estricto entrenamiento. ¿Es así o simplemente has tenido suerte de encontrarte en el lugar apropiando en el momento apropiado?- río.- Soy la líder del Fuego en este Palacio. Flavia Gnaea Seia- me presento.

FdR.: Roleo pausado.

-Yo no tengo suerte- respondo, dando así respuesta a su pregunta.
-Encantado.- Masco cuando se presenta, sin dejar de estirar los cuádriceps. - Yo soy Errald. Errald Halvard. Mucho gusto.
No tengo nada más que hablar con esta señora. Yo sé que existe, ella sabe que existo. Y ninguno de los dos, seguramente, (yo, por lo menos), quiere entablar una amistad, ergo ya se puede ir yendo por donde ha venido si no quiere resultar herida por mi hacha, que sacaré en breves.

Como veo que no se va, hablo.- Perdone- me disculpo, aunque no es mi estilo, pero siendo quien es...- Me molesta - aclaro, lo más educadamente posible.

Semejante bruto parece asqueado porque no le dejo entrenar en paz, por lo que me separo un paso hacia atrás con la cabeza alta.- Ah, bien. Lo siento, pero debes saber que entrenar con peleles o contra uno mismo es un entrenamiento muy primitivo. Como jefa flamma, está en mi deber que todos vosotros recibáis el mejor de los entrenamientos, por lo que he puesto a vuestra disposición un entrenamiento especial. ¿Recuerdas a la joven que estaba a mi lado hace unos segundos? Estaba deseando hincarte el diente - canturreo, para luego, desaparecer.

*se va*

Ante sus palabras, tuerzo el gesto con una sonrisa. -Es bueno saberlo...- digo con voz grave- Quizás le vaya a hacer una visita en algún momento - comento jocoso. - Aunque no soy muy partidario de luchar contra mujeres. No es decoroso -aclaro.

Una vez la líder ha desaparecido, decido que lo mejor será irme a ver si encuentro a esa mujer por algún lado. Será realmente divertido. Cualquier cosa es realmente divertida en comparación con peleles de entrenamiento.

*marcha*

Vatra llegó. Su turno de las 3 de la tarde comenzaba y debería cubrir su puesto en la sala de entrenamiento.
Se quedó de pie en el centro de la enorme sala, tiesa. Sin mover un sólo músculo mirando al infinito.
Tuli y Eld no habían tenido suerte y Doña Flavia estaba que trinaba.
Como las cosas siguieran así, los chillidos de su Señora se escucharían por todo el palacio.

*Vatra se queda estática*