Sala de entrenamiento

No puedo evitar sonreír de nuevo, aunque me esté riñendo. Realmente parece una chica muy simpática. Me gusta.
Me encojo de hombros y escribo.

"Nunca había cogido una espada" "y esa era muy chula," "así que no pude contenerme."

Camino de nuevo junto a la espada y la observo. Apenas pude levantarla con las dos manos. ¿De verdad hay gente que es capaz con una? Increíble...

Miro a Lluvia desde mi posición y esbozo una alegre sonrisa.

Lluvia ensanchó la sonrisa. Su explicación, de alguna forma, le había hecho gracia, aunque seguía viendo aquello como una temeridad.

—Pues podías haberte hecho daño —acusó, frunciendo levemente el ceño, pero sin borrar del todo la sonrisa, mientras seguía a Jun. Se detuvo a un par de pasos de la espada y, al igual que el claritas, la contempló. De pronto, recordó lo que le había dicho su maestro aquel día en el jardín. ¿Sería cierto que sería una buena espadachina? Lo dudaba mucho. La espada que tenía frente a ella le parecía inmensa; estaba segura de que pesaría un montón y de que sería incapaz de sostenerla durante mucho tiempo. Miró a Jun de reojo y le devolvió la sonrisa.

—¿Pesaba mucho?

Asiento enérgicamente. Mucho es decir poco... Pesaba muchísimo. Bueno, realmente no... Si yo pude con ella simplemente pesaría bastante, pero supongo que sí, que se puede redondear a mucho.
La miro con curiosidad. ¿Quizás ha cambiado de idea y también quiere cogerla ella? "Podría hacerse daño".
Esbozo una sonrisa, para mí. Tomo la tiza y escribo.

"Quizás haya alguna que pese menos."

Miro a mi alrededor. Claro que tiene que haber una menos pesada... No puede ser que todos los guerreros sean tan fuertes.

Lluvia sonrió. Parecía que sí que pesaba mucho. De nuevo, volvió a imaginarse a ella misma cargando con la espada, en mitad de un campo de batalla, rodeada de guerreros y enfrentándose a diferentes enemigos con el arma entre las manos, con el olor del barro, del sudor y de la sangre envolviéndolo. La visión no le agradaba demasiado; se imaginaba lo mucho que le costaría sostener aquella espada, y la sangre que brotaría de los otros guerreros al ensartarles con el filo, y se imaginaba también la sangre cayendo y cubriéndole las manos y los brazos y ensuciándole la ropa, y a ella misma sangrando, con una espada o una flecha atravesándole la piel, y a sí misma cayendo al suelo, de rodillas, sosteniendo por última vez aquella espada.

Frunció el ceño. No. Las espadas no le gustaban; las espadas la asustaban. De reojo, miró lo que Jun había escrito en la pizarra y negó con la cabeza. No tenía intención de probar ninguna.

—Seguro que hay, pero prefiero no coger ninguna.

La miro, pensativo, unos instantes... Quizás le den miedo las espadas. No sé, cuando me vio con una realmente parecía temer por mi vida. Quizás le haya pasado algo con las espadas. A mí me parecen muy chulas, pero seguro que si usase una terminaría cercenándome mi propio brazo. Es lo que tiene ser tan torpe como yo.
Le sonrío, tratando de animarla. No sé qué le ha pasado con las espadas, pero no me gusta verla con el ceño fruncido. Y más porque he sido yo el que sacó la espada.

"Se te ve bien sin espada."

Espero que no le haya traído recuerdos muy duros. Yo ni sabía que me la iba a encontrar...

Lluvia le devolvió la sonrisa al claritas.

—Gracias —murmuró. Luego, tras observarlo durante unos instantes, añadió—: A ti también se te ve bien sin espada.

Realmente creía que la espada no pegaba demasiado con el muchacho. No sabía muy bien cuántos años tenía, pero parecía muy joven. Y era bajito y tampoco parecía muy fuerte. Lluvia pensó que la espada no parecía un arma hecha para Jun, o al menos por ahora. A lo mejor cuando fuese mayor sí que le pegaba más, pero lo dudaba. En su mente, las espadas iban asociadas a hombres fornidos, ceñudos y con muchas cicatrices, hombres con experiencia en grandes batallas. Y el claritas no parecía la clase de muchacho que acabaría convirtiéndose en esa clase de hombres.

Frunzo el ceño, algo incómodo. A mí no me ha pasado nada malo con las espadas... ¿Acaso tengo tan poca pinta de guerrero que no necesito demostrar lo nulo que soy para que la gente que me acaba de conocer lo sepa. Pues sí que es bastante triste, sí...
Aunque, es verdad... No tengo ni idea sobre espadas, así que tiene razón. Eso es lo peor, soy un guerrero patético (bueno, realmente ni un guerrero soy) y no puedo negarlo.

Suspiro, algo entristecido. Ni siquiera crezco. ¿Cuándo me tocará crecer? Quizás no crezca nunca y me quede así para siempre, pequeño y sin poder llevar una espada como Mithos manda.

Lluvia miró al claritas, preocupada por su reacción. ¿Había dicho algo malo? ¿Le había ofendido? Ella sólo había sido sincera, pero parecía que su comentario había entristecido al claritas. A lo mejor él quería ser un poderoso guerrero con espada. Lluvia no sabía por qué alguien querría ser un espadachín, pero tal vez el muchacho tuviese motivos para querer serlo. A ella las espadas la asustaban y le desagradaban, pero a lo mejor a Jun le gustaban.

—Bueno, a lo mejor sí que pueden quedarte bien las espadas, no sé —murmuró, observando el suelo. Luego añadió—: Yo personalmente prefiero las armas de lejos, pero supongo que tú no y, bueno, si realmente quieres una espada, supongo que podrás conseguirla y verte bien con ella. —Lo miró y esbozó una tímida sonrisa—. Tampoco te quedaba tan mal —mintió.

¿Las armas de lejos? La miro, curioso. Me apresuro a coger mi tiza y escribir rápidamente una pregunta.

"¿Como un arco?"

¿He dado con una arquera? La verdad es que puede ser más seguro, siempre y cuando no te pillen. Quizás por eso no está interesada en espadas: prefiere mantenerse alejada del foco de la batalla.
Esbozo una sonrisa, expectante.

Lluvia asintió.

—Sí, como un arco. Tengo uno, pero...

Se calló durante unos segundos. ¿Podía decirle que no sabía cómo usarlo? ¿Se reiría de ella? No parecía la clase de muchacho que se reía de los demás, pero quién sabía. Acababa de conocerlo.

—Pero creo que la magia se me da mejor —concluyó, pasados unos segundos. Tampoco era una experta en magia, pero sabía que era mejor maga que arquera. Al menos, como maga, sabía algunos hechizos; no podía decir lo mismo del arco, del que apenas sabía cómo sostenerlo.

Me ilusiona lo que dice. Yo tiraba con arco a veces, para entretenerme, aunque siempre estudié más magia. De todos modos, no me dejaban usarla casi nunca, así que lo que me queda es el arco.
Sonrío ampliamente. Me señalo y asiento con entusiasmo.

Me gustaría ver su arco... ¿Será grande? ¿Tendrá grabados? El arco que usaba en la torre tenía grabados y era muy bonito. Un auténtico trabajo de artesanía. Casi valía más por su belleza que por lo que pudieras hacer con él.

Lluvia ladeó la cabeza, confusa. ¿Qué quería decirle el muchacho? ¿Acaso él también usaba la magia? ¿O tenía un arco?

—¿Tú también tienes un arco? —inquirió, observándole—. ¿Usas la magia? ¿O ambas?

Sonrió. A lo mejor Jun era un experto arquero y un experto mago. Lluvia pensó que eso estaría bien. ¡A lo mejor hasta podía ayudarla de alguna forma! Hacía mucho que no veía a su maestro y podía practicar con Jun hasta que se volviesen a ver. Si él quería, claro.

Agito una mano, indicando que más o menos. Luego escribo.

"Sé usar el arco." "La magia no me permitían usarla" "mucho, pero no se me da mal."

No puedo evitar sacar pecho con cierto orgullo. Lo cierto es que "para ser solo un niño", como dicen algunos, no se me da nada mal la magia. Estoy seguro de que si el abuelo me dejase practicarla a menudo... Pero no lo hace. Solo muy de vez en cuando y bajo su supervisión. Esa es la norma.
Suspiro. No puedo evitar recordar las palabras de Massen Dew de ayer.

Lluvia sonrió ampliamante. Al final Jun había acabado siendo un mago y un arquero. Aquello, de alguna forma, le parecía curioso a la par que divertido.

—Vaya... —murmuró, ensanchando la sonrisa—. Eso es... Genial. Bueno, salvo lo de que no te permitan usar la magia, claro.

Se encogió de hombros. A ella tampoco le dejaban hacer muchas cosas; por ejemplo, no podía escalar a ningún sitio, no podía ir sola por la calle, no podía llevarles la contraria, no podía decir palabrotas... Nunca le habían prohibido practicar la magia, pero ella tampoco se había mostrado muy interesada.

—A mí mis padres tampoco me dejaban hacer muchas cosas —añadió.

Enarco las cejas, curioso. Siempre creí que a los guerreros nadie les prohibía nada, sino que eran ellos los que decidían qué querían hacer y lo hacían sin más. Quizás hable de su pasado, porque dudo que incluso en la distancia sus padres le sigan prohibiendo hacer cosas...
A lo mejor también viven aquí.

"¿Por qué no te dejaban?"

La miro, intrigado. ¿Qué clase de historia tendrá? Me gusta escuchar las historias de los guerreros, si no soy molestia. Así aprendo lo que no pude vivir, o comparo con lo que sí he vivido.

Lluvia observó a Jun en silencio durante unos segundos, pensando en la respuesta que podía darle. Había imaginado que, como a él también le habían prohibido cosas, entendería por qué a ella le prohibían cosas, pero parecía que quería escucharlo de sus labios. Realmente, Lluvia nunca supo el motivo real por el que sus padres no le dejaban hacer algo. La mayoría de las veces le decían que era porque aquello era peligroso o porque no eras lo que una señorita hacía, pero dudaba que esos fueran los verdaderos motivos por los que la asfixiaban con tantas normas.

—Porque era peligroso —murmuró, segundos después—. Supongo que les preocupaba, pero... No sé.

Realmente no lo lograba entender del todo. Si les preocupaba que se subiese a un árbol, ¿por qué la habían enviado a Brontë? No tenía sentido.

Su respuesta es justo la misma que le di ayer a Massen... Vaya ironía. Y, aunque la respuesta de Massen fue muy cierta, no puedo evitar comprender a Lluvia. A veces, cuando alguien te cuida, por mucho que te corte las alas, no puedes evitar hacer lo que él te dice. Especialmente si te dice, mientras te lo prohibe, que "es por tu bien".

"¿No se enfadaron cuando viniste?"

La miro, más triste que curioso, preguntándome si cuando decidió venir le dijeron algo. Quizás esté aquí para enfrentarse a ellos. Quizás decidió conseguir valor y... Plantar cara a su mundo.

Lluvia negó con la cabeza.

—No. No se enfadaron.

De hecho, la que se había enfadado había sido ella, que nunca tuvo muchas ganas de ir a Brontë. Suspiró. ¡Si al menos supiese manejar el arco, pues entendería algo, pero ni tan siquiera sabía usarlo!

—Realmente ellos querían que viniese porque, hum, era importante y tal...

Se encogió de hombros.

—¿Tú por qué estás aquí?

No entiendo bien la motivación de sus padres a hacer esas cosas... Primero sobreprotectores y luego... Luego la mandan a una guerra. El abuelo nunca haría eso, creo... Aunque, al final, también me protegía mucho y, al final, estoy aquí, junto a ella, en el mismo lugar...

Esbozo una triste sonrisa como respuesta a su pregunta.

"Estoy esperando a que me vengan a buscar"

Suspiro. Borro la tiza y escribo de nuevo.

"Unos hombres me secuestraron y algunos" "guerreros de aquí me salvaron."

Lluvia alzó las cejas, sorprendida. No se esperaba aquella historia. Había pensado que, como el resto, Jun estaba ahí porque quería. No se había imaginado que sólo estuviese ahí de paso. Y mucho menos que lo hubiesen secuestrado.

Le dedicó una mirada triste y, tras armarse de valor, colocó una mano en uno de sus hombros. Esbozó una sonrisa.

—Seguro que no tardan en venir a buscarte.

La mano de la chica en mi hombro me hace ruborizarme ligeramente. Desde que estoy aquí, he visto solo a un chico. Y nunca antes me habían tocado tantas chicas en tan poco tiempo... Es algo vergonzoso, pero...
Normal que la gente quiera... Venir... A Brönte...

Me paso una mano por la nuca, sonriendo tímido. Luego, con esa misma (la diestra) escribo de nuevo.

"Me lo estoy pasando bastante bien."

La miro unos instantes. Si añadiese eso... ¿Sería de mala educación? Porque ya tengo quince años, y aquí hay chicas muy simpáticas.
Borro, ruborizado, la pizarra con mi manga y escribo en letras rígidas.

"Además, estoy en buena compañía."

Me ha quedado con letra algo pequeña. Mejor. Así quizás no lo lea. Por si acaso, de todas formas, desvío la mirada.

FdR- Jun trying to flirt.

Lluvia, al ver cómo Jun se sonrojaba, retiró la mano de su hombro, ligeramente ruborizada. Realmente no entendía por qué había hecho eso, porque ella no solía tomarse tantas confianzas. Supuso que fue porque el muchacho no debía ser demasiado mayor. Lo miró, preguntándose cuántos años tendría. Luego bajó la vista a la pizarra y sonrió.

—Yo también me lo estoy pasando bien —dijo, volviendo a mirar al claritas. Ensanchó la sonrisa—. También estoy en... Buena compañía.

Realmente se sentía a gusto con el muchacho, aunque no supiese muchas cosas de él.

Su respuesta me hace ruborizarme... ¡Ruborizarme es poco! Noto que me arde la cara y no sé donde meterme.
Yo, nunca, jamás, en, toda, mi, vida, había, dicho, algo, así, a, una, chica. En los libros lo hacen parecer tan fácil y a la vez tan difícil... ¿No le importa mi estatura?
Ay, ay... ¿Qué hago?
Intento carraspear, pero recuerdo que no puedo hablar. En los libros carraspean.
Tomo la pizarra. Me tiembla la mano al escribir, atropelladamente. Vaya ridículo. ¡Si ni siquiera la conozco!

"Podemos hacer algo algún día, si quieres."

Le muestro las letras temblorosas. Seguro que estoy como un tomate. Tierra, trágame...

Tal vez fuese porque lo veía rojo, tal vez fuese porque era una persona muy empatica o lo que fuese, pero Lluvia, al ver al claritas tan ruborizado, se sintió extrañamente nerviosa. No entendía muy bien qué estaba pasando.

Con las mejillas ligeramente ruborizadas, apartó la mirada y carraspeó. De nuevo, volvió a preguntarse cuántos años tenía el muchacho. A lo mejor no tenía los trece años que aparentaba.

—¿Cuántos años tienes? —inquirió, mirándolo. Luego, al leer lo que había escrito en la pizarra, se sonrojó un poco más, pero asintió levemente. Podían hacer algo. Eso estaría bien. ¿Por qué no? A lo mejor le apetecía ir con ella al pueblo. A lo mejor si iban los dos no acababa convirtiéndose en una mendiga.

—Po... Podemos hacer algo, sí... —Carraspeó—. Yo, eh, bueno... Tenía pensado ir al pueblo de al lado, así que si quieres... —Bajó la vista al suelo—. Tengo que comprar un cristal para un marco y tal.

FdR. Plot twist.

Ella también está ruborizada. No sé si más o menos que yo, pero lo está, y eso me hace sentirme nervioso y más avergonzado todavía. ¿Lo estoy haciendo bien? Se supone que es así como... Aunque, de todas formas, no la conozco de nada. Debería esperar a conocerla, porque ni siquiera es que me guste... Simplemente dije eso porque...
¡¿Yo qué sabía?! Era impensable que ella aceptase esa invitación. Por favor... Que alguien me mate...

En una muestra de orgullo, saqué pecho y escribí, a medias, una mentira.

"Casi 16."

Realmente, quedaba mucho para entonces, pero... Bueno... ¿A quién le importaba?

"Y me encantaría acompañarte."

La miro, ruborizado, unos instantes. La idea de ir hasta el pueblo es algo arriesgada, pero al mismo tiempo interesante. Las palabras de Massen vuelven a mi mente y eso es, precisamente, lo que el abuelo nunca me dejaría hacer.

"Nunca he visitado el pueblo."

FdR- XDDDDDDDDD