Sala de entrenamiento

Me había despertado por la mañana con sensación de un día cualquiera, y aunque para mí no debía ser así, de hecho me lo parecía. Ya casi se me había pasado la gripe, y me encontraba mucho mejor. El tiempo, sin embargo, seguía sin mejorar, así que no había posibilidad de salir fuera.

Dado que llevaba unos días algo más relajada y que me encontraba mejor, decidí dirigirme a la sala de entrenamiento. Me dediqué, en primer lugar, a calentar y correr un poco, y cuando sentí que había entrado en calor, me detuve y comencé a entrenar con aquaerums.

Lancé unos cuantos golpes y me preocupé de crear naireas, combinando y alternando la magia, a fin de recuperar todo el tiempo que llevaba sin usarla. Era agradable ponerse de nuevo a ello. Me gustaba la forma en que fluía.

Después de un tiempo entrenando, me decidí por fin a hacer aquello a lo que había ido allí. Avancé hasta el fondo de la sala, donde estaban las armas, y escogí un cuchillo pequeño. Lo abrí, examiné el filo y suspiré. Aquello también era parte del entrenamiento.

Inspiré profundamente y rasgué la piel, dejado salir un leve hilo de sangre. Era mucho más difícil herirse a uno mismo que a otro, pero una vez hecho el corte, no era tan terrible. Me dediqué entonces a aplicar el hechizo que Flavia me había enseñado. Una vez conseguí cerrar la herida, repetí el proceso. Necesitaba perfeccionar aquello.

*Se queda*

Entré lleno de energía, preparado para esforzarme al máximo en darlo todo en un entrenamiento noble y poderoso. No hacía tanto que había dejado uno a medias, y Värdjas llevaba mucho sin bailar la danza de la destrucción. Necesitaba desoxidar mi lucha si quería ser un guerrero capaz y poderoso.
Al entrar, sin embargo, vi...
Mi rostro se desconfigurizó del terror, del mido, del susto, del...
Me abalancé sobre Massen, aterrorizado, dispuesto a arrancar aquel cuchillo de sus manos.

-¡¡MASSEN!! ¡¡NO SÉ QUÉ TE HA SUCEDIDO, PERO NINGUNA DESGRACIA ES SUFICIENTE PARA QUE COMETAS LOCURAS!! Dame ese cuchillo, por favor...

Apreté la mandíbula. ¡Había entrado siendo una niña y aquello la había destrozado! La guerra no debía ser vista por los niños... La muerte...
¡Mi deber era porteger la vida de Massen Dew!

FdR- Iba a sacar a Jun, y menos mal que no lo hice, porque cuando leí el post y pensé qué hubiese hecho Jun...

El vozarrón de Rick fue suficiente para que me temblara el pulso, hundiendo un poco más de lo que pretendía el cuchillo. Rápidamente lo retiré y me volví hacia él, escondiendo el arma tras la espalda y mirándolo con cierta expresión de susto, al principio, y comprensión después.

Desde luego, cualquiera se asustaría viendo lo que estaba haciendo. Debería haber tenido más cuidado.

-¡No es lo que piensas! -me apresuré a decir, retrocediendo un par de pasos, con las manos delante del cuerpo-. Solo estaba practicando, lo tengo controlado...

Empezaba a ver hasta qué punto era capaz de curar aquel hechizo, pero para conocerlo bien y perfeccionarlo, necesitaba mejorar. Si eso implicaba autolesionarme, tendría que sobreponerme a ello. En cierto modo, incluso me causaba una cierta curiosidad.

Me acerqué más a ella, con grandes pasos, contemplando a ratos la herida y a ratos sus ojos, severo, serio. Alargué la mano, insisticente, pidiendo con la mirada que pusiera sobre ella el cuchillo. ¡Que una joven como ella tuviese aquellas ideas era de lo más triste! ¡¿Qué clase de mundo era aquel?! ¡¡POR MITHOS!!

-¡También el padre de Okkonel tenía controlado lo de la bebida! ¡¡Y UN DÍA SE DESPERTÓ CON UNA OVEJA ENTRE LAS SÁBANAS!! Me veo en el deber de insistir, joven Dew, en que me entregues ese cuchillo y vengas conmigo a la enfermería. ¡Los guerreros estamos preparados para sufrir heridas mucho peores! -. Clavé un dedo en mi sien, feroz-. ¡Pero no hay que dejar que esto salga herido!

Rick no parecía entender qué estaba haciendo exactamente. Por otra parte, era lógico, pero alguien podía haberle enseñado a no meterse en asuntos ajenos si así se lo pedían. Negué con la cabeza, retrocediendo de nuevo, casi hasta la pared.

-¡Que estoy bien! -insistí-. ¡No estoy loca! ¡Solo estaba entrenando! ¡No es nada malo, mira!

Limpié sin mucho cuidado algo de la sangre y después invoqué el hechizo, una vez más. Esta vez, como la herida era algo más profunda, tardó un poco más en cerrarse, pero acabó por hacerlo.

Miré de nuevo a Rick, desafiante.

-¿Lo ves? Practico mi magia -expuse, tratando de dejar el asunto bien claro.

La miré, primero esceptoso y luego incredulizado cuando hizo aquello. Abrí mucho los ojos, acercándome un poco, para ver mejor, y mi boca formó primero una o minúscula y luego una o magnánima.

-¡Eso ha sido increíble, joven Massen Dew! ¡¿Cómo puede ser que hayas logrado realizar tal encantamiento?! ¿Eres ya una experta en magia curativa? ¡Hazlo conmigo! -ofrecí, extendiendo la diestra.

Si se hacía curandera estaría más a salvo en los combates. Era una buena forma de proteger a una jovencita como Massen. Y aquella habilidad resultaría muy útil en las batallas!

Al ver que parecía interesado, e incluso algo admirado por aquello, relajé un poco el gesto. Le sonreí, mientras me frotaba un poco el brazo, tratando de limpiar así los restos de sangre. Me encogí de hombros.

-Me enseñó la líder Flavia -expliqué-. Como recompensa por enfrentarme a sus subordinadas... creo -. Fruncí el ceño. Realmente, eso le había entendido-. Me dijo que también se lo había enseñado a Gerald y a Zacharyas. Y, bueno, tengo que practicar.

Cuando me tendió su brazo lo miré, dudando. No había probado aquel hechizo en nadie más que en mí misma, así que no estaba muy segura de que funcionara igual.

-¿Estás seguro...? -pregunté.

¡Nuestra gran líder sustituta! ¡Por supuesto! ¡¿Quién más que un flamma podría tener un corazón tan poderoso y ardiente como ella?! ¡¡La bondad saldría de sus poros como el humo de un volcán poderoso!!
Esbocé una sonrisa.

-De modo que vosotros tres habéis sido escogidos. Enhorabuena, entonces -felicité, poniendo la izquierda en su hombro, aprobatorio-. Y prueba sin miedo. Un cortecito no hará temblar a un Dehnel.

Lo que no sabía era si un terremoto... Confiaba en que mi padre los hubiese puesto a salvo a todos. Si yo era poderoso, el gran Reick Dehnel lo era más, pero... Aún así esperaba tener noticias de casa pronto.

Asentí, confirmando.

-Eso parece -afirmé.

Ante su insistencia, decidí, pues, probar. Solo un cortecito, como decía él. Nada por lo que preocuparse. Después, trataría de aplicarle el hechizo. Así, además, descubriría qué efecto tenía sobre otros.

Sostuve, pues, el brazo que tendía, y le apliqué el cuchillo tratando de parecer segura de lo que hacía. La propia sala ejercía cierto efecto en las heridas, así que traté de que no fuera demasiado pequeño para cerrarse solo, pero tampoco demasiado profundo como para que no pudiera controlarlo.

Aparté entonces el cuchillo y me concentré en aplicar el hechizo. Pronto, los hilos azules surgieron y comenzaron a posarse sobre la piel de Rick, mansamente y con fluidez.

Sonreía mientras la contemplaba. El corte no se parecía en nada al provocado por un malandrín, de modo que ni siquiera me estremecí. Luego, mientras procedía, la miraba, aunque terminé hipnotizado por aquellos hilos que hacían que la herida se cerrase. Vaya podres más maravilloso.

-Increíble -dije, finalmente, recuperando mi brazo y acariciando la piel recién arreglada con los dedos. ¡Ni una cicatriz! Miré a Massen de nuevo-. ¿Hasta qué heridas puedes curar? ¡Aunque creo que lo mejor es evitarlas!

Yo me volvería tan poderoso que no esperaba necesitar curación. Aunque a veces estaba bien, por si acaso pasaban accidentes. O para otros compañeros, por supuesto. Con un poder como aquel en sus manos, ¡Massen Dew se convertía en una compañera mucho más poderosa que antes!

Cuando la herida estuvo cerrada, dejé a Rick que comprobara su brazo. Sonreí, algo azorada por tantas adulaciones. Aún estaba aprendiendo, pero esperaba poder sacarle partido a aquello.

Me encogí de hombros a su pregunta. Realmente, no sabía lo lejos que podía llegar, aunque no parecía que fuera un buen hechizo para heridas graves. Curaba rasguños y leves quemaduras sin el menor problema.

-Aún estoy empezando a usarlo -expliqué-. En realidad, no sé qué alcance tiene, pero no quiero provocar una herida profunda simplemente por probar. No tiene pinta de poder hacer mucho más allá de la piel.

Aún así, aunque solo fuera para evitar heridas muy básicas, seguía siendo útil.

Me hice un nuevo corte en el dorso de la mano y repetí una vez más el proceso. Había escogido aquella sala para practicar porque sabía que no podía pasarme nada en ella. Cuando hubiera afianzado el hechizo, sin embargo, debía probar en zonas sin influencia de otras magias curativas.

Asentí, con ánimo, sacando pecho con determinación y orgullo, como un verdadero noble. Aquello era muy diferente al suicidio, claro que sí.

-¡Si necesitas heridas más graves, cuenta conmigo! Pocas cosas derribarían a un Dehnel, ¡y no puede ser que en medio de la batalla te pongas a probar!

Me puse a saltar, mientras hablaba, en el sitio. Empezaba a calentar los tobillos, las piernas... Tras tenerlas en disposición de usarse, empezaría con una buena cantidad de sentadillas, que últimamente dedicaba más a los brazos que a ora cosa. Luego correría.

-¿Cómo has estado, joven Massen? -inquiricé mientras subía y bajaba-. La tormenta está siendo demoledora. Estos chrysos no son de fiar, eh -bromeé.

Negué rápidamente cuando Rick propuso que lo usara para mis experimentos. No me apetecía en absoluto causarle problemas o aprovecharme de él. No podía dedicarme a hacerle aquello a mis compañeros. Además, debía entrenar yo, y qué mejor que aplicármelo a mí misma para poder aprender a usarlo a derechas.

-No, no, ni pensarlo -respondí rápidamente-. Además, no serviría de nada. Mucho tendría que mejorar para conseguir algo así, y no sé ni si entonces...

Sería bueno verme capaz de curar cualquier cosa, pero quería ser realista. Ya bastante tenía con aquel hechizo, con el que no había contado hasta el momento y con el que no esperaba contar.

De nuevo, hice un corte, con más soltura, en la palma. Y, de nuevo, lo reduje hasta hacerlo desaparecer.

-Bien -respondí-. Aunque la verdad es que la tormenta me está hartando, efectivamente. No sé si son los chrysos o qué, pero si son ellos, ya está bien la broma.

Pobres chrysos. Pensé en Alehyss y en Gerald, chispeando por ahí. Y encima se les echaba la culpa... Me pregunté si Frikka habría encontrado por fin a Gerald. Le preguntaría cuando la viera.

Sonreí, sin detener mis ejercicios, animado y con espíritu. ¡Aquella muchacha llevaba allí tanto tiempo que tenía que ser fuerte! Sus palabras de poca valentía eran dolorosas. ¡La confianza era lo que todo héroe necesitaba!

-¡¿No sabes si entonces?! ¡¡Pues entrena y mejora!! O aprende nuevos hechizos. ¡¡Si hay algo de lo que estoy seguro, es de que podemos conseguir todo lo que queramos!! Bueno... -. Tensé un poco la sonrisa, sin desanimar pero más realista-. Casi todo.

A sus palabras, miré por la ventana, frunciendo el ceño, pensativo. De no ser por el hielo, saldría sin problema al exterior, pero era peligroso. Y eso que llevaba un par de días sin ver a Tel. Pero seguramente Lea la cuidaba bien.

-Seguro que pronto pasará. No puede seguir así para siempre -murmuré.

Tras una buena cantidad de sentadillas, empecé a calentar los hombros y los brazos.

Me quedé un poco cortada con su reacción. Sonreí con sencillez.

-Bueno, eso intento -repuse, apaciguadora-. Me gustaría aprender muchos hechizos, pero no es tan fácil. Aún así, voy a controlar los que conozco hasta que sean perfectos.

Y, como queriendo demostrar mis palabras, me hice dos cortes en el brazo, uno junto al otro, intentando después curarlos con un único hechizo. Era difícil, pero le puse empeño.

Asentí al comentario de Rick, con convencimiento.

-Tengo ganas de saber de los demás -comenté-. Ya sabes, mi familia y eso. ¿Y cómo lo llevas tú?

Era una chica responsable. ¡Todas las mujeres debían ser como aquella! Aunque no había nada de malo en si algunas de ellas no eran guerreras. También me gustaban las damiselas delicadas que necesitaban de un valiente héroe para que las protegiese de los bandidos. Aquello de que tu dama te salvase de un caballero oscuro no acababa de ser normal para mí, de alguna forma.

Tras calentar, tomé a Värdjas, y comencé a hacer movimientos suaves, acostumbrándome a su peso y si equilibrio, concentrado, pero me detuve para responder, algo más serio.

-Estoy preocupado, aunque si el gran Reick Dehnel no puede ayudar, yo menos hubiese hecho. Confío en que estén todos bien. Mandaré una carta cuando esto acabe.

Nadia... Ella era la que más me preocupaba... ¡Pero ella tenía que estar bien! ¡Habría sido la primera protegida!

-Todo saldrá bien. Confío en eso.

Repetí el proceso de nuevo, tratando de combinar la conversación sin distraerme de los hechizos. Aquello también era útil; dudaba que en batalla pudiera trabajar en aquello sin más, con tranquilidad.

-Seguro que todos están perfectamente -coincidí, convencida-. No es más que un susto. Cuando la tormenta pase, podremos ir a ayudar a los que lo necesiten.

Empezaba a estar cansada. Me obligué a curar dos heridas más antes de, por fin, detenerme.

-Bueno, Rick, te dejo trabajar -declaré-. Yo estoy cansada ya, y va siendo hora de cenar. Nos vemos, ¿vale?

Y, tras dejar el cuchillo, salí de la sala, satisfecha con mi trabajo.

*Se va*

Me despedí de Massen, asegurándole que no habría problema. En momentos como aquel debíamos apoyarnos los unos a los otros, aunque su preocupación me había hecho pensar que seguramente habría muchos compañeros más preocupados. Tantas familias en peligro... ¡Entrenaría y cuando la tormenta acabase iría a ayudarlas a todas ellas! Aunque tuviese que recorrer cien pueblos para salvar a sus gentes. Era el momento de demostrar mi heroicidismo.

Comencé a entrenar más duro, haciendo cortes cada vez más difíciles con la espalda, primero verticales, cada vez más rápidos y amplios, controlados, luego lo otro, lo de lado a lado, y luego diagonales. Continué un buen rato antes de empezar con pinchazos, giros, fintas, saltos con corte y todas las técnicas secretas que tenía.

Cuando me sentí satisfecho, saqué los muñecos de madera, y me puse a entrenar con ellos como enemigos, apuntando a un sitio concreto, partiéndolos de seis en seis o deteniendo a Värdjas justo antes de rozarlos. El tiempo pasaba volando cuando se entrenaba.

*se queda*

Estuve entrenando un par de horas, hasta que el sudor ya era notable. Entonces me detuve y estiré durante casi veinte minutos más. ¡Estaba en forma, desde luego! Mucho más que al haber vuelto a Brontë.

Una vez terminé, salí de la habitación. Iría a darme una ducha helada. Y luego a cenar y dormir. Sería, de todos modos, otro día lejos de Telma.

*se va*

La lluvia sigue cayendo. Todavía tengo este dolor de cabeza tan inaguantable. Estoy agotada. En contraparte, como punto bueno...
He dejado la muleta apoyada contra la pared. Ahora mismo me encuentro de pie, inmóvil, con cada una de las dos manos apoyadas en una barra de las paralelas que hay para hacer ejercicios. Sostengo el cuerpo gracias a ellas. Luego, lentamente, avanzo las piernas, una detrás de otra. La izquierda siempre flaquea un poco, y duele. Llevo tanto tiempo sin moverla apenas que lo raro sería que fuese sólida.

Estoy un buen rato repitiendo el ejercicio, simplemente caminando. Aunque es un tema simple, termino con el sudor perlándome la frente, debido al esfuerzo y, en parte, al sufrimiento. Luego, considerando que está bien por hoy, recupero la muleta y me limpio el sudor.
Me encuentro bastante satisfecha al respecto. Creo que puedo empezar a apoyarla por completo cuando camino. Aunque no ahora. No quiero forzarla.

*se va*

Corbin se encontró, un día más, en la sala de entrenamiento. Después de su conversación con Madame Desmarais, tenía la clara sensación de necesitar tomar su entrenamiento más en serio que nunca. Después de todo, no podía permitir que una tormenta bajara su forma, ya que si lo hacía, después pagaría por ello.

Comenzó como siempre. El calentamiento, como era habitual, iba siguiendo un proceso de abajo a arriba, poniendo en marcha músculos y articulaciones, como avisando al cuerpo de que debía prepararse para lo que vendría después. Dado su buen humor ante la perspectiva de un nuevo trabajo, prestó especial atención a cada gesto, asegurándose de que todo estaba correcto.

Después, comenzó a trotar por la sala, primer en círculos, despacio, tratando de mantener un ritmo constante y acoplar a él su respiración. Tras un buen número de vueltas, comenzó a aumentar el ritmo de golpe, hasta ganar una buena velocidad. Corbin se dedicó entonces a alternar los dos ritmos, comenzando siempre por el más suave y esprintando de pronto.

Una vez consideró que había repetido el ejercicio un número de veces suficiente, cambió a una nueva práctica. Aprovechando que la sala estaba vacía, creó con los distintos elementos disponibles un circuito amplio que combinaba entrenamiento en distintos tipos de capacidades físicas. Una vez construido el circuito, Corbin continuó con sus ejercicios.

*Se queda*

Se detuvo después de haber repetido el circuito, una vez tras otra, hasta no encontrar un solo fallo en su realización. Cuando así fue, recogió los distintos bártulos utilizados y salió de la sala.

*Se va*

Entro en la sala con poco convencimiento, la verdad, y no es para menos. He estado aquí menos veces que pocas, y las que hubo no fueron demasiado para "entrenar". Y ya que Massen me dijo aquello... Da la misma forma que estudio para conseguir un ala nueva para Lluvia, y que ellas dos se esfuerzan para poder hablar conmigo con los signos, yo tengo que ser capaz de, llegado el momento, poder escapar, por lo menos. No puede ser que me quede temblando en una esquina mientras me tienen que proteger a costa de sus seguridades. No quiero ser un estorbo para el resto de los guerreros, por lo menos.

Dejo el arco a un lado y miro a mi alrededor, incómodo. Lo cierto es que no sé bien qué hacer por aquí... Si quiero escapar a lo mejor lo que debería empezar haciendo es correr un poco, ¿no? Ay, es que no me vendría mal una ayuda con esto, que a mí no es que se me de muy bien...
Quizás para la próxima coja un libro de instrucciones para entrenar de la biblioteca. Es una buena idea.

Me pongo a trotar para dar vueltas a la sala. Tampoco voy muy rápido. Tengo los tobillos tan fríos que casi diría que se me bloquean. Y tampoco es que aguante mucho. A la cuarta vuelta ya estoy sintiendo que esto me supera.
Pues como tenga que escapar de unos secuestradores...

Me pongo a estirar como bien puedo, intentando recuperar el aire.

*se queda*

Estoy por aquí un rato más, haciendo lo que buenamente puedo, corriendo más que nada. Luego tiro un poco con arco, pero nada especial, hasta que logro alcanzar cinco veces el centro de la diana sin problemas.
La verdad es que a mí esto de moverme...

Cansado, pese a mis pocos esfuerzos, decido abandonar el lugar.

*se va*

Estoy aquí de nuevo, en las barras, apoyando casi todo el peso del cuerpo en mis brazos, caminando de un lado a otro por el estrecho pasillo que forman, tratando de que la pierna izquierda camine. Está débil, lo noto fácilmente. Sin embargo, a la vez, sostiene el peso que le toca, el que le permito soportar, y el otro sigue repartido entre los brazos y la derecha. Cada paso cuesta más que el anterior, pero ya no me contengo para no soltar gruñidos ocasionales; me satisface ver que me duele mucho menos. Queda ese resquicio final, por supuesto, pero cuando la refuerce de nuevo debería mejorar.

Tras caminar un buen rato, voy a un banco y me siento. En él, comienzo a hacer estiramientos, la pierna izquierda con más cuidado y menos esfuerzo. Me ayudo de los brazos para doblar la rodilla por completo y estirarla luego varias veces, hasta que deja de tirar. El gemelo funciona bien. He de darle mis felicitaciones a Errst en cuanto tenga ocasión. Nunca vi a mi padre conseguir algo como este, y mucho menos a tal velocidad.
Aprovecho que estoy aquí para hacer, también, algunos ejercicios de pesas. Los brazos sufren mucho al soportar el cuerpo, y no está de más reforzarlos, ya que no me puedo dedicar a correr de un lado a otro.

Contenta con mi rehabilitación de hoy, tomo la muleta y salgo. Ya es cuestión de tiempo. Estoy de un humor excelente.

*se va*

Una coleta alta, una banda alrededor de la frente para recogerme el sudor, ropa holgada y una buena cantidad de trozos de madera: todo lo que necesito esta tarde. Gerald, por supuesto, no puede venir a entrenar. Lo hemos dejado, de todos modos, desde que la lluvia cesó, para ocuparnos de las reconstrucciones. Y ahora, bueno... Sinceramente lo prefiero así. No es que lo prefiera, es que no estaría dispuesta a entrenar con él.

He colocado los trozos de madera, cilíndricos, sobre una superficie más elevada. Uno a uno, con furia, ataco, dejando ir un grito con cada uno de los cortes, amenazante. Al principio no logro hacer más que hundir la hoja hasta la mitad, y luego se queda trabada. Poco a poco consigo cortes más certeros.

Ese gilipollas...
Saltan las astillas.
Realmente me resulta repulsivo...
Mis gritos son cada vez más roncos. Busco más desahogarme que amenazar o componer mi guardia.
No me creo que esto haya pasado de verdad...
El primer cilindro es partido en dos y ambas mitades caen al suelo.
Mierda.
Me dejo guiar por la rabia, con ataques cada vez más violentos.
Logro punzar uno de los tacos, que queda clavado en mi katana. Furiosa la sacudo, tratando de arrancar el taco, pero no lo consigo.  Dejo ir un grito frustrada y golpeo la madera contra el suelo. Al segundo golpe se parte. Respiro rápido. Tengo ganas de lanzar la espada a un lado, pero todavía le guardo respeto, así que la envaino.

Me siento un rato, abrazándome a la vaina con gesto hosco. Contemplo las armas que hay en una de las paredes. Me quito la cinta de la cabeza y me seco el sudor con ella. Al cabo de un rato me levanto y me voy.

Estoy un poco más relajada ahora, aunque me hubiese gustado gritar un poco más.
Resoplo por la nariz y salgo.

*se va*

Hoy no he visto a Massen muy animada, así que he decidido proponerle que viniese conmigo a mi entrenamiento. No es un plan mágico, pero sí una buena forma de distraerla y tenerla vigilada. Y no está mal tener compañía de vez en cuando durante los entrenamientos.

-¿Qué tal el día?- inquiero, mientras empiezo a hacer calentamientos de articulaciones, concentrándome en prestar especial atención a la pierna izquierda.

Hoy me he decidido a trotar un poco, me siento capaz. Tras el calentamiento, pues, empiezo, aunque muy suave, a un ritmo lento, comprobando el estado de mi pierna en todo momento. Por ahora, a este ritmo, no tira. Está bien.
Satisfactorio.

*se quedan*