Fuente termal

No entiendo bien su primera respuesta, pero tampoco es que me importe demasiado su vida privada, así que lo dejo estar.

Lo que sí me sorprende bastante es su comportamiento siguiente. Primero alzo las cejas, muy sorprendido, y luego frunzo un poco el ceño, desconcertado. Incluso miro a un lado u otro como intentando descubrir alguna clase de truco en todo aquello. Al final llego a la conclusión de que es una mofa o algo así, aunque no sé muy bien por qué tal arrebato.

Cuando se acerca a mí tanto como para pegar su frente a la mía echo el cuello hacia atrás, instintivamente, para tratar de apartarme. Aprieto un poco los ojos cuando me da el cabezazo, pero al final me entra la risilla otra vez. Me froto la frente un poco, pero cuando lo veo con intención de marcharse me levanto para moverme un poco hacia él. Me quedo a un par de pasos de la salida de la poza.

—¡Eres un cabeza-roca! ¡A mí me caes bien, Erri! —Le reprocho con tono divertido. Es un tono desenfadado, pero se nota la intención de recriminarle —¡Por mucho que no te guste! —Añado, ampliando la sonrisa. Este tipo es tan graciosete.

Cuando se para en seco me yergo del todo, todavía metido en el agua y con cierto aire triunfante. El pequeño hombre no podía ser tan cascarrabias a fin de cuentas.

—Eh, eh, no te he dicho nada de que tengas que confiar en nadie —Comento, divertido, levantando ambas manos eximiéndome de culpa alguna. Pero, a pesar de que eso de acompañarlo a Ignis suena bastante coñazo y fuera de mi legislación, acabo comprendiendo que se trata de algo que puede ser interesante.

—Uy, no sé, Erri. Así tan de repente, los dos solos... —Digo, jocoso, con un tono entre la burla y la falsa vergüenza. Luego me paso las manos por el pelo y me pongo algo más serio.

—No suena mal eso de salir de este sitio para mover un poco el esqueleto, pero si quieres llevarme contigo primero quiero saber de qué se trata. Me caes bien, Erri, pero aún no me he enamorado... —Comento, picajoso, mirándolo con algo de morritos mientras sonrío.

Luego tomo aire y camino fuera de la terma para acercarme más a él y, de paso, ir saliendo.

—Aunque si me lo pides así, con cara de perrito abandonado, supongo que no puedo negarme —Remato, tirándole de un moflete barbudo por un momento.

Estoy bastante hecho polvo. La noche anterior no había dormido nada, ayer me quedé dormido en la biblioteca y hoy apenas he dormido un par de horas cuando me entró el sueño muy de mañana. No quiero hacerme con un horario caeruleus, así que hoy me he levantado relativamente pronto para ponerme en marcha y tratar de hacer sueño, pero nada. Estoy tan incómodo en todas partes que creo que, si no consigo relajarme un rato, tendré otra noche larga y sufrida. Si al menos estuviera hecho polvo por pasar noches alegres.

Por eso las termas me parece un sitio idóneo para olvidarme del mundo y tratar de calmar mi cuerpo. Silencio, tranquilidad, agua caliente... Espero no dormirme y morir ahogado y desnudo. Aunque encontrarían un bonito cadáver. Podrían admirarlo las chicas, pero si fuera así yo no podría disfrutarlo. Mejor quedarme inconsciente para que una guapa enfermera venga a salvarme.

Y entre cavilación y cavilación llego a las termas y me encuentro con una grata sorpresa. Muestro una amplia sonrisa.

—¡Cierzoooooooooo! —Grito levantando los brazos mientras me acerco. Luego me ilumino para que me vea bien aunque, con el saludo, dudo que haya dudado ni un momento de quién soy. Al llegar a la poza me acuclillo.

—Así que estabas aquí escondido. Espera que ahora voy —Le informo, animado. Entonces me desvisto rápido y me meto en el agua para acercarme a él. Cuando me siento suelto un fuerte y casi exagerado gemido de placer.

—Oh, Mithos... Que bien está esto —Comento, apoyando la cabeza en la piedra y cerrando los ojos. —Di, mochuelo, ¿en qué andas metido? —Le pregunto dándole un pequeño codazo y dedicándole una sonrisilla.

Suelto una carcajada cuando me dice lo de su familia. Me llega a tocar una pandilla tan molesta y finjo mi muerte o algo así. Solo escucharlo hablar sobre el tema me agobia.

—Deberías darles un ultimátum o algo así. "Ya tengo pelos entre las piernas, madre" —Digo con voz más grave, imitando y exagerando su supuesto tono cabreado. —Hay que ponerse serios —Añado, risueño y divertido. Me estiro bajo el agua —Ya sabes que, si fuera tú, pasaría olímpicamente. Ya me parece cansino solo con escuchar que te lo hacen a ti... —Explico. Ya he hablado un par de veces sobre el tema con Cierzo y la verdad es que no sé qué más aportar. Simplemente me parece desesperante.

Hundo la cabeza una vez escucho su pregunta y vuelvo a salir al momento, pasándome las manos por el pelo para echármelo hacia atrás. Ahora noto más fresquito en la cara.

—Pues hecho un asco. Llevo un par de noches sin dormir y ayer me quedé dormido en una silla —Comento, entretenido, moviendo la espalda para triscarla un poco con una mueca de molestia —Conocí a una chica. Frikka se llama. Jovencita pero espabilada —Le digo con una risilla, acordándome de la elementa mientras sigo moviéndome, incómodo —Agh, Cierzo, hermoso, ¿te puedo pedir un favor muy muy muy grande? —Acabo por decirle, poniéndole una mano en el hombro y mirándole a los ojos con cara de cordero degollado.

Le guiño un ojo cuando hace el comentario sobre cambiar de chavala. Si alguna se dejase hacer algo, no cambiaría tan rápido.

Me río y me aparto un poco cualdo suelta sus conclusiones y niego con la cabeza y haciendo un gesto con la mano.

—No, hombre. Comparado con eso creo que será un favorcín de nada —Le explico. Entonces tomo aire, como si fuese a declarar mi amor y vuelvo a agarrarle un hombro, apretando un puño contra mi pecho. Quizás es un poco sobreactuado, pero me puede el drama.

—Cierzo, por favor... Necesito un masaje —Confieso con un tono melodramático y apretando los ojos. Luego los abro y los entorno mientras se me escapa una sonrisilla por la idiotez que estoy montando. Al final acabo por darle una palmada en el hombro que le agarraba. —¿Qué me dices? ¿Sí? —

Mi cara de cordero cambia de inmediato a una sonrisa -o casi una risa- cuando acepta. Lo cierto es que no las tengo todas conmigo, Cierzo es muy soso para cualquier cosa, aunque, cuando se trata de mí, sé que es un amor. Doy un golpe al agua, haciendo que salpique un poco.

—¡Perfecto! Sabía que no me fallarías, Cierzín —Digo, dándole un par de codazos cariñosos. Luego muevo el cuello de un lado a otro y acabo mirando a Cierzo con las cejas alzadas y los párpados caídos. —Si es contigo, asumo el riesgo —Cotorreo, pícaro, poniéndole morros y trazando un circulito con mi índice alrededor de mi pezón. Luego río y me doy la vuelta para apoyarme contra el margen de la poza, de forma que mis brazos puedan descansar en cruz sobre el suelo mientras yo apoyo el mentón en ellos.

—Tranquilo, no te pido que me recoloques las vértebras. Solo amásame un poco a ver si me destenso, porque pfff —Le comento, ahora sin tanta coña para explicar el por qué de la petición. —Entre el brazo y estas nochecitas estoy deseando que me suelten un poco —Añado, incomodado por no saber cómo colocar el cuello.

Me río cuando Cierzo pregunta por mi afición a dramatizar todo lo que se me pasa por la cabeza.

—Creo que habría sido menos divertido, la gente creería que siempre es broma lo que digo —Bromeo, mirándolo por encima del hombro con una sonrisa pícara. Siempre he pensado que los actores tienen que aburrirse mucho. Además, la gracia está precisamente en que la gente no sepa si creerte o no.

Cuando me pone las manos encima muevo los hombros y ya cuando empieza a apretar empiezo a soltar primero gemidos y luego exhalaciones de glorificación. Es más reconfortante que ir a mear cuando llevas un buen rato aguantándote.

—¡Oh, por Mithos! ¡Cierzo, pooor favor! ¡Ahh! Oh... Tú dale, sin miedo. ¡Ah, ah! Síi, por ahí, hacia la izquierda... Hum... Ah —Que te aprieten los músculos cuando están cargados es una de esas sensaciones enormemente placenteras que mezclan el dolor y el gusto. Acabo apoyando la frente contra mis manos para que tenga vía libre por el cuello.

—Ahora entiendo que Fier te amarrase tan rápido... —Le comento, jocoso. Ay, que bien.

Mientras sigo regodeándome en el gusto que me da Cierzo con cada vez menos melodrama, escucho su comentario.

—Es posible, con esas manos grandes y fuertes... ¿No te ha dicho nada tu churri al respecto? —Pregunto, picajoso y divertido.

—Ah, claro que tiene buen ojo. Un gruñón, aburrido y soso que hace chepa. O es por el título o es por lo que estoy descubriendo —Me meto con él, girándome un poco para verle la cara de seco que tiene. Luego me tomo unos minutos de relax para agachar la cabeza y relajar la zona un poco.

Al cabo de un rato retomo la palabra en la conversación. No puedo estar en silencio cuando estoy acompañado.

—Cierzo, ya estás por ahí, dime por dónde me llega el tatuaje —Ahora le hablo con el mismo tono amigable, pero bastante más serio. No es algo que me guste sacar a colación, pero en el espejo no consigo verlo bien y con él ya tengo confianza.

Me ilumino un poco para que Cierzo pueda ver bien el contraste del tatuaje mientras espero su respuesta con la cabeza torcida, apoyada sobre la mejilla izquierda. Cuando noto como posa el dedo en mi espalda intento hacerme una idea de dónde va a parar, pero me sorprendo ligeramente cuando avanza hacia el centro de la espalda. Tomo aire y cierro los ojos un momento.

—Sí, bueno. Da más la lata y todo eso. Es un engorro, es el brazo bueno —Comento, tranquilo, dejando que se me escape una leve sonrisa junto al tono entretenido. No sé de qué me sorprende ver que lo que sé que va a pasar está pasando. Froto la nariz contra mi brazo y tomo aire.

—En fin, creo que ya has hecho bastante. ¿Qué? ¿Verdad que no has disfrutado de una espalda como esta? Siéntete privilegiado —Comento, volviendo a bromear mientras me levanto y estiro los brazos.

Me apoyo en el borde de la terma escuchando lo que Cierzo pretende aportar al respecto, si hacer demasiado caso. Lo miro sin abandonar del todo la sonrisa a pesar de que esta no tenga la fuerza de siempre.

Luego me centro en su respuesta sobre el gran acontecimiento y me paso una mano por el pelo para echarlo hacia atrás.

—Sin duda se sentirán honrados. Pero no tengas cuidado con las chicas, luego no me hagas cargo de daños y prejuicios —Respondo con cierto humor. Por un momento me paro a pensar en lo raro que sería eso. Después de un momento de silencio tomo de nuevo aire y me hundo en el agua por última vez antes de levantarme.

—Gracias por tus cuidados, Cierzo —Le comento, todavía divertido. —Te debo una, así que ve pensando rápido —Paso a su lado y le doy un golpecito con la falange doblada del dedo en el mentón. —No quiero dejar cuentas pendientes —Concluyo con una leve tirantez que no le he dedicado nunca antes.

Luego simplemente me pongo los pantalones y me voy con mis cosas.