Fuente termal

¿Quien se iba a fijar en un pobre diablo como yo teniendo alrededor a aquella envidiable familia feliz que tan grabada tengo en la retina? Aprieto los labios con algo de frustración.- Es normal, somos muchos.- Le excuso.- Errald.-Contesto a su pregunta.

-No sé hacer magia.- Corto.
Sé que acabo de sonar borde, pero no he podido contenerme. Hoy no es mi día.

-¿Qué tal la familia?- Me importa un comino esa gente, pero tengo curiosidad.

FDR: seco de mierda e.e

*se va*

Hacía una noche muy agradable. Y, además, había dejado de llover. Era el día perfecto para volver a las termas, que hacía mucho que no visitaba. Y, ya que desde que había hablado con Jun tenía cosas que hacer todos los días, me sentía suficientemente satisfecha conmigo misma como para permitírmelo.

Según llegué a la zona, me senté en una piedra y comencé a desatarme el pelo. Solté la coleta que llevaba, dejando caer las trenzas libremente por mi espalda. Después, me fui desvistiendo lentamente, dejando la ropa sobre la toalla que me había traído. Por último, con toda la calma del mundo, me fui metiendo en el agua.

Según me senté en la piscina dejé salir un suspiro de completa satisfacción y cerré los ojos. Echando la cabeza hacia atrás, dejé ir un escalofrío de placer al sentir el agua caliente subir por mi pelo. Después, lentamente, fui tomando cada una de las trenzas, deshaciéndolas una por una y con cuidado.

Permanecí un buen rato en el agua, disfrutando de la diferencia de temperatura de la misma con respecto al aire fresco nocturno, y aprovechando para relajarme. Para cuando hube terminado de soltarme todo el pelo se había hecho tarde, y decidí que era hora de irse a dormir.

*Se va*

Estiró los brazos con rudeza hasta que su hombro liberó toda la tensión que se guardaba. El agua le cubría hasta el pecho mientras que con una mano jugueteaba con su colgante entre los dedos, entretenido.

Las noches cálidas de verano le gustaban.


Una vez después del baño, se secó y quedó con la toalla alrededor de la cintura para luego sentarse en una cómoda piedra con tranquilidad. Pronto tendría que ir a cenar.


*se queda un rato*

Es tarde, será mejor irse.

*se va*

Rick guía el camino, y pronto llegamos a las termas, que no están muy lejos del bosque. Aunque él va delante, yo llevo mi propia luz, y la utilizo para explorar el entorno una vez hemos llegado. Antes de nada, busco en el suelo algo de hierba y ramas. Luego me acerco a una piedra, no muy lejos del agua, y tras secarla con un batzall, procedo a hacer lo mismo con la yesca que he improvisado. Procedo a hacerlo arder y estabilizar un poco el fuego.

Luego me vuelvo hacia Rick.

-Si aguanta, será cómodo -apunto.

Me acerco entonces al agua, que burbujea ligeramente. Inspiro hondo. Esto debe ser rápido o sufriré. Sin detenerme, me deshago de la ropa, primero de la parte superior y luego de la inferior. En cuanto estoy desnuda, me meto rápidamente en el agua y suspiro, estremeciéndome ante el contraste de temperatura.

-El aire no ayuda... -comento.

En cuanto llegamos vi lo que hacía, extrañado. Tras ver que estaba prendiendo un fuego me apresuré yo mismo a buscar algunas ramas también, acercándolas para poder alimentarlo cuando fuese necesario y creciese algo más.

-Es buena idea, sí -admití, mirando la pequeña hoguera satisfecho.

Y para cuando me volví ella estaba... medio desnuda. Y acabando de hacerla. No sabía si pensar que aquel aspecto de estar pasando mucho frío y necesitar un abrigo o un abrazo resultaba tierno o que estaba a punto de bañarse desnuda. Absoluta y preciosamente desnuda...
Y no sabía si aquello me excitaba o... me hacía ilusión.

Comencé a desvestirme yo también, sin dejar de mirarla. Me sentía tan afortunado...

Entré en el agua también, después de ella, dejando ir un suspiro de alivio al hacerlo. Y eso que yo soportaba bien el frío de la noche. ¡Era más fuerte que aquello!

-Quizás habría que buscar una forma de cortar el aire. Poner unos paneles, unas paredes... -propuse, haciendo gestos, como visualizando dónde y cómo los pondría-. Si te quedas con ganas de volver, buscaré algo. Aunque si hace frío tiene más gracia, ¿no? Yo quería venir con nieve... -comenté, y volví a mirarla.

La vista bajó un momento, pero pronto volvía a la cara, con respeto.
Mucho respeto.

Pronto Rick se me une en el agua. Mientras él hace sus planes de urbanización, yo observo el entorno. La verdad es que tiene un aspecto de lo más pintoresco. Vuelvo la vista a Rick, con aire irónico.

-¿Y al lado pondrías una sauna? -pregunto.

Niego con la cabeza. Estoy bien dentro del agua. Me acomodo un poco, acurrucándome al principio, aunque luego llego a estirarme. Ladeo la cabeza.

-Con nieve... Eso sería curioso, desde luego -comento, mirando al cielo-. Podemos venir su vuelve a nevar, ¿no?

Poco a poco me voy acomodando. La verdad es que la cara, que se mantiene fuera del agua, llega a helarse. Por suerte, el vapor asciende con fuerza, limitando un poco el frío. Cierro un momento los ojos. Hay que decir que es muy agradable...

La miré de nuevo, asintiendo con mucha convicción. Señalé un punto, haciendo un movimiento circular con el dedo.

-Justo ahí, sí, sí. Y ahí -añadí luego, apuntando a otro lugar cercano- la piscina de agua fría. Para conseguir un mayor efecto incluso en verano. Pero eso cuando compre Brontë -terminé, acomodándome, sacando pecho, dándome grandes aires.

¡¿Si nevaba volveríamos?! Entonces ojalá el tiempo escuchase mis peticiones. La nieve blanca, el vapor blanco y luego Lea, desnud... No. Aquello no era algo muy poético.
Las rosas son rojas...

-Por supuesto-. Asentí-. Se me ocurren pocos lugares mejores para que pases una nevada que las termas conmigo. Algunos, pero pocos.

¿Qué me pasaba?
¿Qué demonios me pasaba, maldita sea? ¿A qué venía aquella falta de nobleza? Me sentía inquieto. Cuando podía aprovechaba para echar un vistazo. Pero ver, no tocar... Porque...
¡Porque se estaba relajando, Mithos!

Aquello me llevaba a preguntarme... ¿Por qué mi seductor y viril cuerpo la dejaba relajarse y el suyo a mí no? Bueno, seductor, viril no...
Bueno, el suyo... El mío sí...

Lo miro, poco convencida. Luego observo el entorno.

-¿No está cerca el río? Así ahorramos espacio... ¿Quién quiere una piscina de agua fría aquí? A ver si iba a estropear eso la terma -declaro, mirándolo con desdén.

Está nervioso. Lo veo. Se le nota. A mí, personalmente, no me afecta. O quizás sí. Tengo que reconocer que me hace gracia. Mirándolo, seria, me recuesto un poco, apoyando los codos en el borde y estirándome más en el agua. La verdad es que es cómodo.

Ladeo la cabeza cuando vuelve a hablar, llegando, incluso, a alzar una ceja.

-Ilústrame -pido.

Suspiré, como si su respuesta me pesase. ¡Qué poca visión!

-Bueno, la idea es que esté todo dentro del mismo recinto para que no dé el aire. No podemos cerrar el río. No es tan buena idea. Pero... -. Me encogí de hombros. La señora mandaba-. También es una opción. Para aquellos sin miedo ni vergüenza.

Mientras se movía trataba de mirarla a la cara, aunque hacía breves excursiones por su cuerpo, por donde podía, sin poder evitarlo. Sin querer evitarlo, por otra parte. Pero debiendo evitarlo por la nobleza.
Pero sin deber evitarlo por salud. ¡Por salud!

-Pues... -. Acerqué un poco la mano a ella, pensativo, rozando su pierna un instante-. Un sofá junto a la chimenea prendida y una buena manta... -comencé, frunciendo un poco el ceño, aventurando. La mano comenzó una caricia algo más directa, hacia la rodilla-. Y tú con la misma ropa que ahora. Me gusta cómo te queda...-. Me volví hacia ella, acercándome, aprovechando que ya estaba contra el borde-. Yo arropo más sin ropa- añadí, bajando algo el tono, pausando un poco las palabras, a escasa distancia de ella, aunque llegando a mantenerla.

FdR_ Pause

Niego lentamente, disconforme. Luego lo miro, con gesto de decepción.

-Con lo bonito que es lo natural... -suspiro, rechazando su idea-. El río suena mucho mejor, desde luego. Si buscas frío, ¿qué más da que dé el aire?

No le sigo la corriente cuando intenta ser sutil. Ambos sabemos que la sutileza no es su fuerte. Bueno, yo lo sé, al menos. No puedo asegurar que él también lo sepa. En cualquier caso, extiendo la pierna hacia él, apoyándola contra su piel, dejando que la caricia se haga evidente antes de que él mismo así lo decida.

He vuelto a cerrar los ojos. Asiento, despacio.

-Es la que mejor me sienta -murmuro, entretenida.

No los abro al sentir el movimiento en el agua hasta al cabo de un momento. Cuando lo hago, encuentro su cara bastante más cerca. Esbozo media sonrisa, ladeando un poco la cabeza.

-Eso intento decirte normalmente. Es bueno saber que lo has entendido -respondo.

Visto de aquel modo, no sabía cómo quitarle la razón. Aunque lo cierto era que yo buscaba frío, pero ella no... Todo aquello había sido por...
Daba igual, realmente. El río era mejor que una piscina. Era cierto.
Lo natural era más bonito.
Lo natural...

Detuve la caricia poco antes de llegar a la rodilla, aún en el muslo. Ella había cerrado los ojos. Parecía relajada, tranquila.
Era preciosa.

Asentí un momento, esbozando una sonrisa, aunque al tener los ojos cerrados no podría verme. Pero no pasaba nada, porque ella diría algo como que ya lo sabía. Porque era evidente que ya lo sabía. Porque solo había que mirarla para darse cuenta de que la tela encima de su piel solo estorbaba.

Abrió los ojos, esbozó una sonrisa. Sentía, incluso envuelto en aquel halo tan atractivo que la envolvía, que tiraba de mí, que me aceleraba, una calidez extraña muy agradable.

Dejé ir un resoplido, una sonrisa, cuando habló. Luego reduje la distancia que nos separaba, ya estaba, cerrando los ojos al tiempo. El beso, profundo, intenso, no era, sin embargo, tan descontrolado como otras veces, aunque sentía aquella tensión acumulándose en el vientre al mismo tiempo que quería provocarme.
Me volví por completo hacia ella. La acaricié, mientras, bajo el agua, sintiendo cómo cambiaba el tacto, la extraña sensación de tocar la piel de escamas mojada, más suave, incluso, que siempre.
Era diferente.

Sus intenciones son siempre claras como el cristal. Eso, por supuesto, me permite mantener siempre el control completo de la situación. Lo espero. No tengo prisa. De hecho, ahora mismo tengo todo el tiempo del mundo. Aunque estoy convencida de que no es ese su caso. Pobre impaciente. Cuánto tardará en saltar. Podría medirlo...

Por el momento dejo que aguante. Con los ojos cerrados, respondo con suavidad, dejándolo entrar en mi boca, recibiéndolo con ella, aunque sin tratar de imponerme sobre él. Que disfrute mientras pueda medir sus propias acciones.

Siento un escalofrío cuando su mano, que viene del aire frío, entra en contacto con mi piel cálida, por naturaleza y por el agua. Aunque, debido precisamente a esta última, el contacto no tarda en normalizarse. Hago un leve amago de movimiento con las piernas, abriéndolas apenas, más una sugerencia que una respuesta clara.

Acabo por abrir los ojos, examinando su expresión a la luz de la pequeña hoguera que, como él, por el momento aguanta.

Respondía con una calma extraña, pero muy agradable, muy cálida. No era que de aquello solo sacase la calidez, por supuesto, porque no todo mi cuerpo reaccionaba de una forma tan romántica. Pero, pese a todo, me permití disfrutar de aquello, de usar la tensión que sentía para algo más pausado que de costumbre.
Acariciaba su lengua con la propia, recorría su boca, y atraía su labios a lo míos. A veces, entre contacto y contacto notaba algo de aire escapárseme, pero no llegaba a jadeo. La manos, mientras tanto, seguían disfrutando de su tacto bajo el agua, de recorrerla, de las diferentes sensaciones, de los cambios en su piel y en sus texturas. Era un gesto fluido, que buscaba tenerla entera, sin centrarse en ninguna parte especial, recorriendo por igual cada centímetro de los que alcanzaba.

Finalmente, tras un contacto algo más prolongado, me aparté un poco, abriendo los ojos. Lo justo para mirarla y ser capaz de dibujar un poco su expresión, pese a la cercanía.

Y entonces un montón de ideas llegaron a mi cabeza al mismo tiempo. Llegué a despegar los labios, pero a detenerlos antes de decir nada de lo que arrepentirme. En lugar de aquello descendí un momento a su cuello, ascendiendo la diestra a su nuca y enredándola en el pelo sin tirar, succionando con suavidad, apretando los ojos.

No.

Me dejo recorrer, sin intervenir demasiado. Aunque, poco dada a mantenerme quieta y dejarme hacer, acabo por buscarlo un tanto, respondiendo con algo más de energía y apoyando las manos en él, una enredada en el pelo y otra en el costado. Por lo demás, dejo que marque el ritmo, tranquila. Aunque tengo claro adónde voy a llevarlo.

Lo observo cuando hace amago de ir a hablar, llegando a fruncir muy ligeramente el ceño cuando decide no hacerlo. Aunque tampoco es que me devore la curiosidad, vaya. Aparto la cabeza para abrirle espacio, ondulando el cuerpo para reacomodarme, y aprovecho el gesto para deslizar sutilmente las manos, dejando una en el cuello y otra en dirección al vientre.

Es esta última con la que, bajo el agua, inicio una serie de caricias fingidamente inocentes, que recorren su vientre y su torso sin un patrón claro, descendiendo a ratos tanto como para resultar sugerentes, aunque manteniendo el tono ingenuo. Vamos a ir guiando la escena.