Fuente termal

Zacharyas le hizo hueco sobre él, acomodándola mientras ella comenzaba a descender, arropándola contra su cuerpo. No era el lugar más apropiado para dormir, pero el agua tibia relajaba el cuerpo y hacía que fuese fácil querer hacerlo. Atontaba, de alguna forma. Y entonces los pensamientos empezaban a ir más despacio.

-Yo también -le respondió tranquilo, acariciándole el pelo de nuevo, con lentitud.

Hacía tiempo que ya no eran dos, que eran tres. Zacharyas no había estado nunca tan satisfecho con su vida como entonces. Pero se echaba un poco de menos aquella falta de horarios y normas.
Quería a Julia, pero había elegido a Ayne Stalon. No era lo mismo.

Ayne lo oyó. Ni siquiera podía decir, exactamente, que lo hubiera escuchado. Y, desde luego, no respondió. Estaba demasiado cansada para eso. Así que las palabras se quedaron reverberando en su cabeza, mientras ella permanecía muy quieta, como si de verdad se hubiera quedado dormida.

A lo mejor se había quedado dormida. A lo mejor estaba durmiendo con el chiquillo, soñando ya. Porque se sentía como si tuviera el cuerpo muy pesado, pero ella no tenía que soportar el peso. Solo relajarse era suficiente.

Ella parecía caer en el sueño muy rápidamente. Zacharyas la miraba, entretenido con el cambio de sus gestos. El sueño era como una muerte leve, sin respuesta. El cuerpo se apagaba y no respondía. Pero en Ayne era mejor porque luego volvía. Era un simulacro de algo que llegaría mucho después, cuando fuese el momento.
Todavía no era el momento. Tenían mucho que hacer.

Cerró los ojos, sintiéndola pesar sobre él. Zacharyas no quería dormirse, no allí, pero podía descansar. Descansar un poco con ella descansando también sobre él.
Estaba bien.
Le gustaba aquello.

*fin de escena*

Un mal día significa, a ojos de Johan, un buen día para ir a las termas. El agua caliente calma el cuerpo, lo reconforta. Se relaja un poco en el agua. Siempre vive relajado, realmente, pero lleva una racha cansada y agradece poder pensar en cosas sin importancia. Realmente, se dice, aprovechando la buena sensación del agua caliente que le acaricia las membranas de entre los dedos, no hay muchas cosas importantes. Ha estado haciendo un mundo de nada.

En un momento dado toma aire y se desliza bajo el agua, dejando que esta lo cubra por completo, quedándose con los ojos cerrados envuelto en calor. Es cierto que, como piscis, aguanta mucho bajo el agua, pero estando caliente, como lo está esa, es más difícil de soportar. Pese a todo, sabe que eso no le impedirá quedarse uno o dos minutos. Da la sensación de que ahí podría quedarse dormido.

Johan abre los ojos de pronto, en el agua, al percibir la vibración a través de las membranas de las orejas. Aunque la oscuridad no le permite ver nada, realmente. Pero sabe de qué se trata, tanto por los movimientos que entiende por las ondas del agua como por la lógica. Termina por salir y buscar con la mirada a...

Alza las cejas.

-Buenas tardes -le dice, componiendo una sonrisa escueta. La ensancha un poco-. Noches -corrige-. ¿Qué hay?

La observa con curiosidad. ¿Iba a bañarse?
Johan no tiene nada en contra de eso, si lo piensa bien. Pero contiene la sonrisa entretenida.

Johan está seguro de que no ha dado tres nombres tan parecidos, así que sonríe y asiente cuando lo llama Jim. Se lo repite mentalmente. Llevaba tiempo sin verla.

-Disculpa -le dice-. Estaba entrenando bajo el agua. No esperaba visita a estas horas -le explica, tranquilo. La examina con curiosidad, con una sonrisa satisfecha.

Se retira un poco, pegándose al muro que tiene a la espalda. El contacto con el aire de fuera es refrescante, pero no tiene frío porque la mitad inferior de su cuerpo sigue a buen recaudo bajo el agua.
Ella no parece tener nada en su contra. Eso lo relaja.

-Adelante -le dice, haciendo un gesto con la mano, invitándola a participar-. Te puedo ayudar con el cuello también. Mi padre era médico, me enseñó a dar masajes sanadores.

Hubiese estado bien.

Niega.

-No molestas -recalca, tranquilo.

No hace falta. Ella ya ha empezado a obrar. Johan no tiene buena visión en la noche, pero no aparta la vista mientras ella se quita la ropa. Vest ha elegido hacerlo, y no ha de ser él el que se disculpe. Si se queja, solo sonreirá y se encogerá de hombros. Pero no cree que se queje. A fin de cuentas...
No parece una persona tímida. Le extraña esa forma amigable que tiene de ser con él, como si lo conociese. Lo conoce tan poco como el resto.

Cuando la chica se le acerca Johan no cambia el gesto. No siente la necesidad. Incluso se acomoda con una sonrisa concesiva para facilitar que ella se acerque a él, metiendo las manos en el agua un momento para calentarlas antes de proceder.

-Seré cuidadoso -le asegura, con un deje burlón-. ¿Qué ha pasado? ¿Te has caído? -inquiere, sin hacer nada todavía, tanteando con suavidad la espalda con la derecha, sin hacer propiamente nada todavía.

Atiende a su forma de anudarse el pelo y pronto tiene cuello y hombros desnudos para él, para sus manos, que al parecer deben ser de ayuda para sus dolores. No espera ser un genio, pero tampoco hacerlo tan mal como para ganarse críticas. No es la peor de las mentiras, y Johan sabe que muchos dicen ese tipo de cosas por fardar.

-De modo que leyendo -comenta, accediendo finalmente a los hombros, que tantea con suavidad. Desde luego, no es un experto masajista, pero alguna vez se ha visto en la necesidad de aflojar músculos, así que espera que eso sea apropiado-. Pareces el tipo de persona que sabe sentarse recta -comenta, entretenido. Más que "sabe", del tipo de persona que no sabe hacerlo de otro modo, se dice. Pero la gente no siempre es lo que parece-. Entonces eres de las que entrenan el intelecto.

Tiene la piel suave. Es lo primero en lo que se fija. Más o menos.

Johan asiente, divertido.

-Los pómulos, exactamente -le dice, siguiendo el juego. Pero en algún momento ella lo obliga a reír y negar. No cree haber sonado tan exagerado. Parece que a ella le gusta bromear. Es mejor así que extremadamente seria o tímida, se dice-. No lo parecías, pero se ve que sabes -dice, fingiendo sorpresa, bromeando. Pero tuerce la sonrisa.

Trabaja sobre los hombros y el cuello con gestos suaves, buscando un equilibro en el que el masaje no resulte doloroso. Quizás no sea médico de verdad, pero relajar no es tan difícil, y el agua caliente hará bastante.

La pregunta de ella es complicada. Johan flaquea un segundo, pero en su mente; su sonrisa no cambia.

-Me pareces guapa -dice, al final.

¿Qué sino?

Una asesina. Esa pregunta hace reír a Johan. Termina con una sonrisa audaz, algo agresiva, dentro, como siempre, de su broma y su tranquilidad, que parece que le sea inherente.

-Después de que me enseñases las armas que haces temo por las noches -le asegura, con tono tranquilo-. Seguro que tienes otras como esas, con otras formas, y que podrías cortarme el cuello ahora mismo-. Pero el sigue, por su parte, con el masaje al cuello de ella, en lugar de defenderse. Alza las cejas cuando Vest sigue-. ¿No se ve? Suelen decirme que es evidente a primera vista. Pero los conocimientos están en la cabeza -le asegura. "No entre las piernas". Pero él no diría algo así. No en ese momento.

Sube, sin embargo, la intensidad de los dedos, que buscan aflojar la presión en los puntos más tensos, localizándolos bajo la piel suave. Desde luego, es una situación no muy normal para Johan. Pero tampoco es que le resulte un problema.

Lo de cliché solo le ensancha la sonrisa.

-Es que no estoy jugando con agua, sino con fuego -responde, relajado.

FdR: pausa -3-

Johan enarca una ceja, divertido, y se permite una breve pausa, como si ella lo hubiese dejado sin palabras, realmente. Aunque Johan no suele quedarse sin palabras. Es, simplemente, que no tiene costumbre de hablar demasiado, y eso añade un punto de misterio a la escena.

-Puedes atacarme, pero si estoy despierto no creo que logres demasiado -explica primero, tan tranquilo que parece tremendamente seguro de sí mismo-. Todas las noches toda la noche -continúa, sin que sus dedos se detengan-. Pienso en ti continuamente.

"Con las manos" es una expresión que hace que Johan se sonría, aunque se centra más en el masaje que en lo demás. Si alza un poco el mentón cuando ella lo menciona, presuntuoso o, quizás, solo que lo tiene. No es más que una barbilla normal, aunque de color azul.

-¿Y con qué piensan otros? -inquiere, siguiendo con la improvisada conversación, centrándose en presionar y masajear un punto especialmente duro, atento a ella por si da señales de dolor, para detenerse.

Jugar con fuego es algo que Johan no suele hacer. Aunque si tiene que decir algo del fuego, es que lo usa a menudo. Es un fumador empedernido, a fin de cuentas.
Ladea la cabeza.

-No lo sé-. Detiene las manos-. ¿Qué tal se lo pasa el fuego?

El fuego quema, calienta y consume. Eso es lo que Johan sabe del fuego.

Ben no tenía un rumbo concreto, sino que se limitaba a pasear. El sonido de su flauta era una motivación más que suficiente para poner un pie y otro delante siguiendo el ritmo de la música y recorrer tranquilamente los exteriores. Aunque, de hecho, sus pasos la llevaran a un sitio que no parecía el más indicado.

Ben se dio cuenta de que su música revelaba su posición antes incluso que de dónde estaba o a quién estaba viendo. Las termas parecían una buena opción para relajarse, y ella no las había probado. Pero algo le decía que no era el momento más indicado para hacer uso de ellas.

Todavía con la flauta entre los labios, alzó las cejas un par de veces y dirigió a sus compañeros una sonrisa pícara. Después, limitando el instrumento a una serie de notas agudas, soltó la mano derecha del mismo para dedicarles un saludo, o más bien una despedida. Hecho lo cual, devolvió la mano a la flauta y siguió su camino con toda normalidad.

*Se va por ahí XD*

El viento se lleva las palabras. Johan lo encuentra bastante acertado. El viento y el tiempo barren lo que se ha dicho, aunque le parece que las mentiras, por algún motivo, parecen pesar un poco más. Se arraigan.

No puede responder. Un sonido lo distrae, o a ambos, y al alzar la vista y buscar un momento encuentra a alguien.
A la chica del piano. Ella les dedica una expresión, un par de gestos, y Johan la mira sin decir nada, sin detener las manos, pero quedándose abstraído un momento por la aparición.
No la había visto en mucho tiempo, recuerda.

Recupera la sonrisa cuando Vest le pregunta, y niega con suavidad en un movimiento fluido.

-No me suena -responde, tranquilo-. Quizás le hemos estropeado el plan -aventura, aunque sin atisbo de preocupación en la voz.

Ni siquiera sabe su nombre, llega a decirse.

Llega a reír cuando ella sube el tono, y afila un poco la sonrisa.

-Estaba esperando oírte decir groserías -confiesa, divertido, aunque siempre calmado, a su manera.

Una de las manos sigue con el masaje de forma normal mientras ella habla, aunque la otra, quizás motivada por las palabras de Vest, vuelve los gestos algo más suaves, y acaba por subir al cuello en una caricia más suave, repasando la yugular con la yema de los dedos.

-No soy leña ni alcohol -le dice, casi con pereza, bajando un poco el tono. Ni viento. Sus gestos se detienen por completo-. Soy agua-. Hace una breve pausa. Estudia sus ojos, su expresión y esa sonrisa que ella tiene, que parece que lo desafíe. Se acerca un poco, desafiante también, demostrando que también sabe usar ese tipo de sonrisas que parecen hacer que uno se alce por encima del otro-. Puedes hacer que hierva -añade, con tono más pausado.

El fuego destruye y abrasa. El fuego quema. Pero el fuego calienta, y Johan cree que el calor es excitante. Como lo son las termas, o la noche.
Y ella sin ropa, en el agua.

Johan tuerce la sonrisa, pero no le dice nada. No le molesta que se calle si quiere, ni le molesta que diga las groserías que quiera. Ella es libre de hacer lo que le venga en gana. Todos deberían ser libres de decir lo que les viniese en gana, razona, en su cabeza. Pero no es momento de darle vueltas a cosas como esa.

Calibra el desafío cuando la tiene frente a él.
Realmente Johan no es un brabucón, ni nada que se le parezca. Cuesta provocarlo tanto como para que acepte un desafío. Hace las cosas cuando quiere la mayor parte del tiempo, aunque sabe cumplir con el deber si hace falta. Pero en ese momento podría, simplemente, ignorar el reto, por así llamarlo, y marcharse.

Termina por reducir distancias con ella y besarla con una calma que parece parte del juego o de su propia personalidad. Aunque de alguna forma el contacto es intenso. Cuando se aparta de ella, no mucho después, lo hace tirando de su labio inferior con los dientes, con suavidad, y la suelta entonces, recuperando la distancia que los separaba un momento atrás y una sonrisa entretenida.

La examina. Johan siente curiosidad por lo que ella pueda estar pensando, aunque no es algo que ella vaya a preguntar. Siempre puede responder algo que no sea cierto, después de todo.

Cuando la nota acercarse de nuevo Johan entorna levemente los ojos, contemplándola, esperando de alguna forma que haga algo más. Y lo hace.
Habla.
Su comentario le arranca un resoplido divertido.

-¿Ah, sí? -inquiere, mirándola a los ojos-. ¿Por qué?

Busca de nuevo sus labios, esa vez con más furia, arremetiendo como debe hacerse cuando uno se enfrenta al fuego. De pronto encontrarse en las termas es idóneo, o lleva tiempo siéndolo. No hay cuerpo que esconder, desde luego. Ya ha visto la "generosidad" de la chica, y ahora se da cuenta de que su piel, su boca es especialmente caliente.

Al final es fuego de verdad. Casi la ve crepitar, peligrosa, de alguna forma. Aunque no entiende dónde está el peligro. De todos modos, no le gusta menospreciar a la gente.
Quizás sí pueda matarlo, se le ocurre. La idea le hace gracia.

Las manos han dejado el masaje atrás y pasan a su figura, pero sin impaciencia. La impaciencia es sinceridad.
Tiene buen cuerpo. Lo supo por verla, pero ahora que va recorriendo las formas Johan puede darse cuenta de nuevo.
Como si ella le hubiese dejado olvidarlo.