Fuente termal

Que ella lo llame oportunidad hace que Johan se sonría. Se pregunta si lo pensaba ya cuando se vieron, otras veces. Siempre pareció guiar ese juego, pero al final parece ser más bien su carácter.
Lo raro es que le dé una oportunidad a él, se dice. No porque sea vulgar, ni mucho menos. Simplemente Johan no se considera "especial" en ese aspecto.
Aerith se fijó, por otra parte.

No responde. No con palabras. Porque prefiere ocupar la boca en ella, en ese momento. Nunca había probado una piel tan caliente, pero le gusta.
Johan le sigue el juego, persiguiéndola cuando se aparta, tirando de sus labios, atrapándola y aumentando el ritmo poco a poco, casi sin darse cuenta. Aunque se da cuenta. Y poco a poco, además de dejar que poco a poco vayan entrando más en contacto con el otro, va empujándola, más bien guiándola, para que se acerque a las rocas que delimitan la terma.

En parte quiere que se resista, porque parece que eso forme parte de ella, como si fuese su esencia.

Sus manos descienden por la cintura a la cadera y luego a los muslos, que se oprime sin pudor. Pega el pecho al de ella, un instante, aunque una prenda los separe, y lo siente contra sí.
Es posible que sean las más grandes que...

FdR: Pausa -3-

Ella opone resistencia, y Johan no puede evitar dejar ir un resoplido, una suerte de risa, contra sus labios, que no interrumpe los ataques de su boca contra la de la mujer. Tampoco cesa el empuje, no deja de buscar el apoyo contra las rocas, y, de alguna forma, acorralarla. Acorralar su cuerpo. Sin ningún motivo. Solo porque la idea es excitante.

Desciende a la mandíbula de la mujer, y de ahí al cuello, que primero roza con suavidad y luego muerde con algo más de picardía.
La mira cuando ella colabora en apretarlo contra sí, y no puede evitar pensar que esa sonrisa que antes le parecía burlona le gusta, de hecho. Es divertida. Es sexy.
Alza las cejas, sorprendido, cuando Vest le lame los labios, y se pasa él mismo la lengua por el inferior, despacio, como prbando la saliva.
Es un gesto muy corto.
Luego vuelve a ella, a su boca, a su lengua, con algo más de fiereza. La izquierda sube del muslo al costado, y de ahí al pecho, y se introduce despacio bajo la ropa para tomarlo, apretándolo suavemente.

Es grande. Desde luego. Más de lo que ha podido tocar nunca.

No es tímida.
Johan se encuentra pensando que Vest es completamente diferente a la chica del piano, aunque también ríe. Sabe que todas las mujeres son diferentes, no lo duda, pero ese pensamiento le surca la mente de todas formas. Aunque tal y como viene, se va. Tiene mucho a lo que prestar atención.

Se queda poco en el pecho, o al menos de esa forma. La mano que la acaricia pasa a la espalda de la mujer, para buscar el broche del sostén, que a Johan ya le sobra en ella. Tiene que ayudarse de la otra mano, mientras su propio cuerpo, para compensar la ausencia de brazos, se pega a ella para sentirla.
Cuando quita la prenda, la echa a un lado, fuera del agua, sin fijarse dónde cae. Luego, ya sí, puede volver a los pechos, que se detiene a observar un momento, con una sonrisa satisfecha, evidentemente agradado por lo que ve. Enseguida acerca la cabeza, que hunde en ellos, y, ayudado de las manos, disfruta un momento de la sensación de verse envuelto por ella.

Cuando Vest lo atrae con las piernas, Johan aparta el rostro de nuevo para mirarla, y acerca la pelvis a ella, dejándose llevar, atrapar, con la presión de la entrepierna ya evidente.

-Sí que eres fuego -le dice, con la voz algo tomada por la respiración, que se le ha acelerado.

No tarda en atrapar parte de la zona carnosa entre los dientes, y succiona ligeramente, para ir luego ascendiendo hacia el pezón, sin prisa, pero sin ninguna intención de detenerse.

Tiene la mitad del cuerpo fuera del agua, y cuando ella asciende por su espalda a Johan se le eriza la piel. Se estremece levemente, pero no deja que la sensación agradable, pero de cosquillas, lo distraiga.

Después de que haya hablado, Vest pone un dedo en sus labios. Johan lo atrapa entre los dientes, dejando un pequeño mordisco en la yema, y después, cuando habla, sonríe, divertido, buscando su boca un instante cuando ella vuelve a apartarse de su oído.
Se centra en un pecho con la boca mientras la mano se dedica al otro. No sabe por qué, o sí lo sabe, pero si tuviese que identificar su afán por tomarla con algo lo haría con la gula. No le molesta. Le gusta.

Alza un poco las cejas cuando ella se le arrima con la cadera, y presiona un poco con la suya, sin descontrolarse, pero dejando que su cuerpo libere un poco de tensión con las suaves embestidas. Muerde un pezón con suavidad y lleva las manos a sus caderas, atrayéndola hacia su pelvis con firmeza, dejando ir un resoplido al sentirla contra su miembro.

Johan se estremece de nuevo cuando siente las uñas en la espalda, y aprieta el cuerpo de la chica con más fuerza, apremiándola un poco, o quizás desahogándose. Se entretiene en su pecho, del que disfruta plenamente, pero ella acaba por apartarlo y responde con el mismo interés al beso que le ofrece. Cuando se ve libre de nuevo, sonríe con malicia.
Ella juega con él, y a él también le apetece jugar. Es consciente del descenso de las manos de la chica, y se tensa un poco, con cierta expectación, pero cuando estas se desvían resopla, divertido.

Johan toma uno de los brazos de Vest, con delicadeza, y se lo lleva a su cuello, dedicándole a la chica una sonrisa.

-Agárrate bien -le dice.

Recorre su cuerpo de nuevo, esta vez de forma descendente, pasando por el trasero y llegando a los muslos, que aferra con firmeza, guiándolos para acomodarlos a los lados de su cuerpo. Desde esa posición, la levanta sin dificultad para sentarla a la orilla de la terma. Es ligera, y no le cuesta demasiado.
Se aproxima a su cuerpo, ahora de pie, y entierra la cara en el hueco de su cuello, que pellizca con los labios. El fresco le parece más estimulante, especialmente al contrastarlo con el calor que ella emana.

Cuando la tiene sentada en el borde Johan ladea la sonrisa. Se siente con una energía especial, cosa que no suele pasarle. Como si pudiese fardar sin contención. Aunque no es algo que vaya a hacer.
No quiere hablar. Tiene la boca ocupada.

No deja de prestar atención a los gestos de ella, que insinúan cosas que llevan un buen rato siendo evidentes. Sigue el recorrido del pie con la piel, y luego el de las manos. Y cuando, finalmente, alcanzan su miembro, Johan deja ir el aire en un jadeo, casi mudo, y sonríe de nuevo antes de atacar la boca de Vest. Su mano izquierda, ya en el muslo, solo tiene que ascender un poco para dar con la ropa interior de ella. Corresponde a su agarre con caricias algo sutiles, a través de la ropa, pero no tarda en dar un tirón suave a la prenda, más pidiendo permiso que retirándola, antes de apartarla finalmente.

El juego sube de tono, y por caliente que se pueda decir que sea la situación, Johan no se ha quemado. Aunque admite para sí que esa mano en su miembro sube bastante su temperatura, y cuando quiere darse cuenta su propia cadera se mueve para ayudar al estímulo, aunque muy levemente, como preparándose.

Pronto ninguno de los dos tiene ropa, pero Johan no es pudoroso. Sí siente curiosidad, sin embargo, cuando ella le baja la ropa. Por si lo mira. Es azul, a fin de cuentas, y alguna vez ese hecho, tan evidente a primera vista, sorprendía luego, al mostrarse entero.
Él ni siquiera tiene claro qué importa de los colores, pero es cierto que ha visto a poca gente azul en su vida además de él y de Tim. Tal vez dos, como mucho.

Mientras ella lo tienta, él la acaricia. No tiene prisa, aunque su cuerpo la tenga, ni perderá los nervios. Johan no pierde nunca los nervios, así que le es fácil mostrarse tranquilo mientras siente la mano en torno a sí y su respiración se acelera.
Por su parte, va haciendo las caricias más directas, centrándose en que ella las acepte, recreándose, aunque mentalmente, y con un rastro de sonrisa que se le escapa, si ella hace algún gesto o sonido especialmente evidente.
Poco a poco sube la intensidad, y acaba por deslizar los dedos por ella, centrando sus ojos en el rostro de la chica, mirándola atentamente, para penetrarla despacio con dos de ellos.

Incluso su expresión puede mentir. Pero siempre es más difícil, se dice Johan.

La primera vez que la vio, o desde entonces, Johan creyó que ella seria de otra forma. Incluso llegó a pensar, de verdad, que se burlaba de él. Porque Vest parece de esas mujeres que tienen lo que quieren, y a quien quieren, y que lo saben.
Pero, aunque sonría y ría, no parece que se burle.

Acelera el ritmo de las caricias, primero por fuera, luego por dentro. Aunque quiere mantener la cabeza fría, lo cierto es que la mano de la mujer lo apremia un poco. Especialmente porque ella parece también muy tranquila.
Quizás sí se burla de él, dice una pequeña voz en su cabeza. Johan la destierra enseguida, dejando un mordisco en el hombro y volviendo a atrapar el pecho en la boca para acariciarlo y así incitarla un poco más.
Juega con sus dedos dentro de ella, probando movimientos diferentes, dejando que sea la voz de la mujer y sus gestos los que lo guíen. Al final, sin embargo, notando su propia tensión, Johan los saca, la abandona, y alza de nuevo el rostro para mirarla fijamente.

Presiona un poco con la pelvis hacia ella, que lo ha rodeado con sus piernas, marcando su intención. Se ha olvidado del frío, aunque casi todo su cuerpo esté en contacto con el aire.
Sus manos viajan a las nalgas de la mujer, que acaricia y presiona, mientras se acerca un poco más. Ella lo tiene en sus manos. Es la que tiene el poder, el control, al final. Es la que da el permiso, y Johan respeta eso.
Ella es la que debe guiarlo.

Cuando ella imita su ritmo Johan no puede evitar cerrar los ojos con fuerza un momento y resopla. Es una sensación difícil de contener, algo a lo que cuesta resistirse, pero no cree que sea así como debe acabar todo. Pero ni cuando él se detiene ella lo hace. Sus miradas se cruzan, y él se la sostiene, intercalando en medio de su seriedad pequeños gestos y sonidos, provocados por el movimiento de la mano de Vest, que lo sostiene.
Esboza una sonrisa cuando ella lo atrae un poco más, y él mismo de acerca. Deja que ella lo guíe a su interior, aunque cuando está lo suficientemente cerca también empuja con su cuerpo, y con la izquierda, mientras tanto, le toma un pecho, que aprieta para su propio deleite y, de alguna forma, dejar ir cierta energía.

Ella se mueve un poco, pero es Johan el que lo tiene más fácil para marcar el ritmo. La postura es cómoda, y cuenta con otra mano para rodear la cadera de la chica, lo que le da una sensación de control mayor. Aunque sabe que eso no cambia nada. Lucha contra su boca, sin más afán que el de jugar. Pero es su cadera la que más concentrado lo tiene, aunque el movimiento se hace fácil de llevar, porque es lo que el cuerpo le pide.
Si su piel es más cálida, se plantea Johan, su interior lo es todavía más. Es en lo que piensa mientras arremete, subiendo poco a poco el ritmo. Tarda un momento en darse cuenta de que los jadeos son los suyos. Hunde las yemas de los dedos en la carne de la chica, prieta, y amaga un arañazo con las uñas que no deja marca.

En momentos como ese Johan no piensa ni en mentiras ni en verdades. Su cuerpo piensa por él, al final, manteniendo esas formas suyas tan calmadas, pero perdiéndose en ella al mismo tiempo. Entrando en ella con decisión, sintiendo la satisfacción que ello conlleva cada vez.

FdR- *pulsa pausa*

La sensación envuelve a Johan, que entra en un estado similar a la concentración, aunque al mismo tiempo parece no tener nada en la cabeza. O quizás, se diría de poder reflexionar, el hecho de no tener nada en la cabeza es lo que hace que eso sea concentración. Le parece un detalle poco importante, y no tiene tiempo para darle vueltas.

Es el primero en decidir la velocidad de cada embiste, aunque Johan deja que sea su cuerpo el que lo guíe a él, y simplemente se deja llevar por la sensación apremiante de placer que lo llama desde la parte baja de su cuerpo, haciendo que la busque una y otra vez. Deja ir el aire al ritmo, sintiendo liberación al acomodar la respiración a los movimientos y a su propio placer. Cuando ella empieza a moverse, a colaborar más activamente, las sensaciones se multiplican, y boquea un momento antes de dejar escapar una sonrisa al mirarla de nuevo. Eso es, supone, un halago suficiente.
Hunde una mano en el cuero cabelludo de Vest, en la nuca, y juega con el pelo sin darse cuenta, en lo que se mueve contra ella. Los dedos se enredan en los mechones rojos y tira un poco de ellos para hacerla alzar la barbilla, con suavidad pero firmeza, para acceder un instante a su cuello, que muerde con más descontrol que hasta el momento, sin abandonar jamás los movimientos que le llevan el placer y hacen que el calor de su cuerpo parezca aumentar, como si ella lo invadiese.

Aunque intenta seguir un ritmo, ella lo desequilibra, lanzando movimientos de pronto que lo cambian, que lo hacen gemir, que lo invaden.
Araña el cuello de la chica con los dientes, descendiendo por él, y luego regresa a los labios, algo más alterado. Parece que la energía lo invada y que la pelvis no baste para consumirla.
Desciende con la mano de su pelo por la espalda, dejando una caricia a ras de piel, dibujando los huesos de la columna, buscando alguna de esas escamas diferentes que dicen que los flamma tienen en el cuerpo.

Acelera un poco más y cierra los ojos, jadeando.

Deja que ella aumente el ritmo, deja que se haga dueña de la situación de alguna forma, porque a Johan no le importa que marque unas normas. Él mismo colabora en subirlo, en ampliar cada movimiento, en llegar más dentro de ella, en los besos y mordiscos, en cada roce. Se revuelve al sentirla en la oreja, y le aprieta un pecho con la mano en respuesta, dando una embestida especialmente intensa.
Ella también incrementa la intensidad de sus movimientos, arrancando algún gemido al chico, y más de un jadeo. Y ella también gime, y de alguna forma esos sonidos hacen que él se acelere un poco más.
Realmente se siente como si fuese fuego, y como si el fuego fuese a consumirlo enseguida.

El ritmo sube, sube el calor, la tensión, el placer... Johan se pierde en todas las sensaciones, en ese vaivén que no se detiene, contra ella. El mundo se ha nublado un poco para él, y su percepción solo los abarca a ambos. El foco de la realidad se centra solo en ellos dos, y el entorno se desdibuja.
Johan siente la tensión crecer. Los ojos, cerrados, se abren de pronto, clavándose en ella. Su cuerpo responde con más violencia. Atrapa sus labios, entra en su boca, sonríe de lado y la besa de nuevo. Las manos le aferran la cadera, apoyando el movimiento de ella para compenetrarlo todavía más con el suyo.
Poco a poco se acerca. Lo nota, y esa sensación lo apremia un poco más. Todavía más.

Johan deja ir un jadeo algo sorprendido cuando ella hace un gesto extraño. Lo guía, pero no sabe a dónde. De pronto se nota salir de ella, y de alguna forma gira, guiado por la chica, que parece tener algo en mente. El caos no le deja tener claro lo que sucede, pero pronto lo entiende, y para entonces se encuentra tumbado sobre la roca y ella lo recorre con la lengua, de abajo arriba, arrancándole un jadeo confuso. No tarda en tenerla encima, y corresponde a la boca como a la pelvis, que busca con la suya para penetrarla de nuevo, aunque en ese momento es ella la que, encaramada sobre él, puede decidir más sobre la situación.

A Johan no le molesta lo que decide, o eso se dice. Enseguida retoman el ritmo perdido, y el cambio le ha dado unos instantes de descanso, que hacen que el final parezca de pronto un poco más lejos. No espera un milagro, pero es como si apenas un par de segundos de recuperar fuerzas lo hubiesen recargado.

Responde a los movimientos de Vest, pero a la vez se deja llevar por ella, que ha sido, en cierto modo, la que lo ha incitado todo con su sonrisa y sus comentarios y esa forma suya de parecer decir más de lo que realmente dice. Se pregunta hasta qué punto ella buscaba eso de él y lo manipuló para conseguirlo.
No tarda en dejar de pensar en eso. Es algo ridículo.

Pronto la tensión va regresando, ese apremio que empieza a devorarlo por dentro, y ya no solo su voz lo avisa; sus manos se clavan en el cuerpo de ella, sujetándolo con fuerza creciente. Se prepara con cada embestida para el momento que su cuerpo espera. Con ella sobre él le parece que la estimulación es mayor.
Aprieta los dientes, dejando ir el aire entre ellos con un gruñido ronco.