Prado.

Lluvia asintió y redujo un poco el ritmo con el que lijaba, todavía atenta a las palabras de Fier. Tres colores. Se preguntaba qué colores serían. Suponía que no serían muy claros, que serían de tonos semejantes al de la madera, pero, ¡quién sabía!, a lo mejor eran colores pastel.

—Me gustan los colores claros —murmuró, sonriente—. El rosa, el verde clarito... —Ensanchó la sonrisa y miró a Fier de reojo—. Pero no creo que sean los colores adecuados para un marco.

O al menos, pensó, nunca había visto un marco rosa.

Lluvia asintió.

—¿Qué colores has traído? —preguntó, curiosa. Pensaba que, cuanto antes supiese qué opciones tenía, antes visualizaría el diseño que quería para su marco.

Observó las tablas de madera. La primera tabla la había terminado hacía un rato y ahora mismo se dedicaba a la segunda. Calculaba que iba a pasar bastante tiempo con aquella, pero la idea no la desanimaba del todo: pese a que estaba cansada, estaba convencida de que aquel trabajo daría sus frutos. Además, el día era perfecto para estar fuera del palacio, al aire libre.

—Yo tampoco creo que pudiese haber hecho algo mejor —murmuró, volviendo a mirar a su compañera. Si no estuviese haciendo el marco, pensó, probablemente estaría leyendo, o intentando entrenar. Y aquello, sin duda, sería mucho menos productivo que lo que estaba haciendo ahora.

Lluvia alzó las cejas, sorprendida. No se esperaba que entre los colores estuviese el verde.

—No me esperaba que estuviese el verde entre esos colores —confesó, sonriente. El verde le encantaba. Siempre le había gustado. Tenía un no sé qué que se le antojaba agradable. Volvió la vista a la madera y se imaginó cómo quedaría recubierta de verde claro. Lo que se formó en su mente no acabó de gustarle del todo. Por algún motivo, se imaginó que la madera recubierta de aquel color no quedaría del todo bien. Luego probó a imaginársela pintada de blanco y de gris, y la imagen tampoco le agradó demasiado. Supuso que, realmente, la única tonalidad que le convencía era la que quedaba tras barnizar algo.

—Pero... Eh... Creo que con el barniz será suficiente —murmuró, mientras continuaba lijando. De reojo, miró a Fier. Lo que decía del entrenamiento lo entendía, a pesar de que ella sólo entrenaba cuando veía a su maestro.

—Supongo que hacer algo muchas veces, sea lo que sea ese algo, acaba siendo aburrido...

Lluvia meditó durante unos segundos en lo que le decía Fier. Se imaginó cuál de los dos barnices quedaría mejor con la madera y, finalmente, tras unos largos segundos, decidió que prefería el oscuro.

—Yo creo que el oscuro iría bien —comentó, volviendo a lijar la madera. No le quedaba demasiado para terminar—. Aunque tampoco sé demasiado de barniz ni nada.

Suponía que Fier podía aconsejarla. Ella, que parecía experimentada en todo, seguro que sabía cuál de las dos tonalidades quedaría mejor, cuál combinaría mejor con el dibujo.

La siguiente frase de la aether hizo que Lluvia frunciese el ceño, confusa. ¿A qué se refería exactamente con eso? ¿Había cosas de las que no te podías aburrir? Ella lo dudaba, pues hacer siempre lo mismo acabaría resultando aburrido fuese cuál fuese la acción, pero parecía que Fier no opinaba lo mismo.

—¿A qué te refieres con eso? —inquirió, confundida, mientras terminaba de lijar la madera.

Lluvia asintió. Parecía que no había problema con su elección del barniz. O, al menos, con el hecho de que no supiese demasiado de barnices.

Repasó la madera con las manos, acariciándola. Había terminado de lijar y, aunque no le había quedado tan lisa como a Fier, estaba satisfecha con el resultado. Se había imaginado que quedaría mucho peor.

Apartó la vista cuando escuchó la risa de Fier. Confusa, Lluvia la miró, preguntándose por qué se reía. ¿Había dicho algo gracioso? No le parecía que hubiese dicho nada que mereciese una risa. ¿Había hecho algo divertido? Tampoco lo creía, a no ser que la madera hubiese quedado peor de lo que se imaginaba y eso hubiese hecho que Fier se riese. Frunció levemente el ceño. No entendía nada.

Cuando la aether se explicó, no pudo hacer otra cosa que alzar las cejas y ruborizarse. Así que se refería a eso. Tenía sentido.

—Oh... Ya, ya veo —murmuró, apartando la vista—. Tiene sentido...

Lluvia carraspeó al escuchar las palabras de Fier. No le gustaba hablar de ese tema. La ponía nerviosa, hacía que se sonrojase y que se le subiesen los colores. Por eso mismo, decidió no mencionar nada y limitarse a observar y acariciar la madera. Luego, cuando Fier se dispuso a colocarlos, se levantó, se acercó a ella y se los tendió, expectante. Suponía que ahora se dedicarían a unirnos, y no se confundió.

Con atención, escuchó lo que la aether le explicaba, asintiendo de vez en cuando para hacerle ver que lo entendía. Cuando terminó de hablar, tomó el martillo, sujetó el clavo y, tal y como la aether le había explicado, comenzó a golpearlo, primero con suavidad y luego con un poco más de fuerza.

—¿Así...? —inquirió.

Con un gesto de la cabeza, Lluvia le agradeció a Fier que sostuviese la madera. Luego, volvió su vista al clavo y continuó golpeándolo, con cuidado. No quería hacerse daño.

Lentamente, Lluvia fue terminando de montar el marco. A diferencia de lo que había ocurrido con la sierra, no tuvo demasiados problemas. Tampoco le resultó igual de tedioso que lijar, aunque suponía que barnizar sería mucho más sencillo.

Cuando terminó de montar el marco, la aether sonrió ampliamente, satisfecha, y observó a Fier, esperando que le dijese qué debía hacer ahora. Tras escuchar lo que le dijo, y de comprobar que era bastante tarde como para ponerse a barnizar el marco, Lluvia le agradeció su ayuda, diciéndole que le había gustado la experiencia y que había sido un placer. Luego ayudó a recoger las cosas y, una vez terminaron, ambas abandonaron el prado.

*se van*

Llego trotando hasta el prado. Llevo un buen rato corriendo y noto los músculos calientes y el cuerpo flexible, sin dolor, activo. Es un buen modo de fortalecerme y, al mismo tiempo, deshacerme de la frustración de estos días. No del todo, pero sí en parte. Además, si pienso enfrentarme a Corbin en un entrenamiento no puedo descuidar mi físico ni mis reflejos.
Cuando me encuentro suficientemente caliente pongo mi vista en el frente, seleccionando una zona concreta. De pronto, los músculos de mis piernas les inyectan energía, como explotando, y esprinto a toda velocidad hasta llegar al sitio. Una vez lo alcanzo, bajo de nuevo la intensidad, recuperando las pulsaciones con un nuevo trote, más ligero que el anterior. Nuevamente, una meta y, cuando lo veo oportuno, vuelvo a lanzarme a toda la velocidad que alcanzo. Repito este ejercicio varias veces, sin detenerme nunca, de forma que siempre esté, por lo menos, trotando. Pronto comienzo a notar que la fatiga se extiende. Mis pulmones piden más aire, pero me es difícil dárselo, y una fina capa de sudor cubre mi mente y mi cuero cabelludo, pero todavía aguanto un poco más.
Es un buen ejercicio para aumentar la velocidad, pero al correr al máximo que permiten mis fuerzas durante un buen rato termino no pudiendo más. Me limito entonces, simplemente, a mantener el trote ligero. La resistencia al ejercicio físico también es difícil de lograr, pero es muy beneficiosa.

*se va trotando*

Llegué al prado ya medio cocido. Solo había bebido un cuarto de aquello, pero... ¡¡Madre mía!! Si en casa de mis padres lo conocieran, mi padre ya no podría decir que no había licor que lo tumbase.
Todo estaba lleno de bismontes y unos seres extraños como cerdos, dentro de unas vallas. Los ignoré. Yo solo tenía ojos para Telma. Y para Inger, bueno, pero no estaba allí...

Me senté contra un árbol y volví a dar un largo sorbo de aquello. Era realmente desdichado.

*se queda bebiendo*

*tras unas horas, con la botella casi vacía, se va*

Atravieso el prado cubierta por una capa delgada. Recientemente las temperaturas han subido, pero las lluvias siguen arreciando, aunque no tan fuertemente como más o menos un mes atrás.

Madame Desmarais. La propuesta de esa mujer no ha dejado de rondar por mi cabeza desde que me la topé en los pasillos, pero la mujer no ha vuelto a cruzarse conmigo desde aquel momento. Pero aunque tengo que contarle a Jager lo que sucedió con la caeruleus, algo en mí no me permite dar ese paso con facilidad.

Suspiro.

*se queda*

Atravesaba corriendo el prado mientras la lluvia salpicaba mi tersa piel y refrescaba mis músculos calientes por el ejercicio. Telma me acompañaba, aunque bastantes metros por detrás, resollando y parándose a veces para mordisquear algunas hojas.

-¡Por Mithos! ¡Si no entrenas nunca serás una buena compañera de batalla! -le grité, corriendo de espaldas mientras lo hacía para poder mirarla.

A causa de mi posición antinatural, no vi el tronco al que me acercaba y mi talón derecho se chocó contra él, haciéndome perder el equilibrio y caer de espaldas. Al quedar completamente tendido en el suelo alcé la vista y la vi, encapuchada cruelmente.

Alehyss Lester.

Veo venir a Dehnel corriendo de espaldas perseguido por lo que identifico como un bismonte joven. No puedo evitar poner los ojos en blanco. ¿Qué demonios pretende encontrándose conmigo aquí? No es más que fruto de una mala fortuna, sin duda, pero...
No me sorprende en absoluto verlo caer de espaldas al suelo, pero ese hecho hace que me mire, dándose cuenta de mi presencia.

Bufo levemente.

-Cuánta agilidad... -murmuro con cierto desagrado.

Fruncí el ceño al ver a la maldita chrysos sobre mí, alzándose presumida como una malvada chrysos. Telma nos alcanzó en ese momento y se puso a oler sus zapatos. Yo aproveché ese momento para incorporarme y sacudirme la ropa y los brazos.

-¿Qué pretendes apareciendo aquí y asediándonos? Telma, ven aquí, no huelas a esa persona...

Alehyss Lester. Era, sin duda, una persona de la que desconfiar, pero me había salvado la vida y yo todavía no había hecho nada para "agradecérselo". Eso me obligaba a ser mínimamente respetuoso, pero seguía pensando que era una mala persona.

Enarco una ceja, observando al flamma. Su mascota se acerca a olerme. No parece un animal peligroso, pero tratándose de algo relacionado con Dehnel me puedo esperar cualquier cosa estúpida.

-Me temo que eres tú el que ha aparecido de improviso -murmuro, monocorde.

Observo unos instantes más al flamma, recordando su presencia en la fiesta y, previamente, en el rescate del chico. Lo cierto es que se le ha visto poco últimamente, y su aspecto desaseado me resulta bastante chocante.

Fruncí el ceño, incómodo. Quizás tuviera razón, pero eso no le daba derecho a hacerse la listilla, ni mucho menos. Me daba igual si se creía superior o no. Alehyss Lester no era más que una persona que no merecía la pena en aquel lugar y que guardaba algo oscuro, y yo lo sabía, aunque nadie quisiera hacerme caso.

-Como sea... Que sepas que no te quito el ojo de encima.

Telma mugió suavemente y se acercó a mis pies. Mordisqueó varias hierbas frescas.

-Ahora déjame seguir con mi camino.

La miré desafiante, como si esperase que me diese una negativa, aunque seguramente el terror que yo le producía se lo impedía.

*se va*

Agradezco enormemente que, por lo menos, Dehnel no ataque agresivo sin motivos. Ello me ahorra muchos quebraderos de cabeza y combates estúpidos, así como riñas de los líderes y vergüenza por sucumbir ante sus banales preocupaciones.
Asiento, condescendiente, permitiéndole el marcharse. Luego yo misma hago lo propio.

Dudo seriamente que sepa de verdad algo oscuro sobre mí, pero su certeza a veces llega a ser escalofriante. Suerte que es estúpido y nadie lo cree...

*se va*

-(...), así que tengo la sensación de que Inger está enfadada, pero al mismo tiempo no recuerdo nada de lo que pasó esa noche y me da vergüenza reconocerlo, pero no sé cómo disculparme sin mencionar el motivo de su enfado, que no recuerdo... ¿Me entiendes? Estoy metido en un auténtico verde...

Suspiré y miré tras un arbusto. Tampoco estaba allí. Lo más probable era que, como siempre, Telma volviese cuando le viniera en gana, que se estaba haciendo mayor y era normal que escapase de su padre para tener algo de intimidad.

-¿Qué opinas...?

Dirigí mis ojos hacia la oscura figura del caeruleus, buscando sabiduría. Enseguida negué para mí.

-Nah... Tú no sabes nada, que eres virgen...