Prado.

Cuando me vuelvo hacia Rick, mantengo todavía la sonrisa. Bajo un instante la vista a Vilo, y al final acabo por apagar el flagrare para poder dedicarme a Telma con ambas manos. Asiento suavemente con la cabeza, con cierto orgullo.

-Y aún le sobra energía para agotarme todos los días -añado, con cierto aire satisfecho-. La verdad es que desde que se puso bien da gusto verlo dando vueltas por todas partes. Aunque me va a volver loca con tanta carrera -. Me vuelvo hacia Telma y le doy un par de besos, frotándole el pelaje con fuerza-. Que sí, Telmita, que sí... Tú la energía la administras en mimos, ¿no?

Desde que tengo a Vilo a mi cargo, salir por ahí con Telma se ha vuelto más complicado. De todas formas, me gusta aprovechar cuando puedo, y viendo que Vilo está ahora demasiado ocupado reclamando la atención de Rick, es mi momento para compensarla.

Dejé ir una pequeña carcajada, acariciando de nuevo al cachorro con ánimo, tocándole el hocico, picándolo, pero sin dejar que atrapase mi mano.

-Pues con el tiempo que está haciendo, más te vale llevar una capa siempre encima, que dudo que este se preocupe de las lluvias -. Y, finalmente, derrotado, me dejé caer en el suelo, sentado. La verdad era que ya hacía tiempo que no me esforzaba de aquella forma-. Si necesitas que te lo cansen un día, avísame -comenté, mirando risueño su silueta, acariciando algunas hierbas del suelo, como si también aquello fuese el pelo de Telma, o del pequeño vilo.

Encontré, tras un par de segundos, una rama en el suelo, con hojas en una de las puntas, y la utilicé como juguete improvisado, agitándolo ante el cachorro, a ver si llamaba su atención. Lo retiraría antes de que lo tomase, si saltaba sobre él.

-Se te nota satisfecha -mencioné, siguiendo al cachorro con la mirada. Tras un momento, la miré a ella, atrapada por Telma, encantada por la atención-. Creo...

Niego suavemente, aunque con convencimiento.

-No me dejo llevar tanto por sus preferencias -replico-. Aunque al final hasta me da pena. No tiene sentido tenerlo todo el día bajo techo. Acaba ofuscado, y con razón.

Dejo ir una especie de risa incisiva.

-No estaría de más. Seguro que contigo se cansaba más. Habría que ver cuándo deja de ser capaz de seguirte el paso -coincido, dedicándole a Vilo una mirada de leve reprobación.

Él, por su parte, está demasiado ocupado prestando atención a lo que Rick hace, hasta tal punto que no parece saber bien en qué fijarse. Trata de atrapar su mano con la boca, suelta gañidos, se revuelve, retrocede, salta de nuevo sobre él. El colmo llega cuando Rick se hace con una hierba, momento en que Vilo comienza a mostrar ya cierto enfado, gruñendo tanto a la brizna como a él, dando mordiscos al aire mientras trata de hacerse con el juguete.

El comentario de Rick me pilla desprevenida.

-¿Hm? -Es todo lo que puedo decir antes de asimilar lo que ha dicho-. Bueno, supongo que sí. Desde que me lo traje siempre tengo algo que hacer. La actividad ayuda al buen humor, supongo. Además, ya me he hecho un poco a Brontë.

Asentí, convencido de aquello. ¡Encerrar a un cachorro entre las paredes de Brontë sería una crueldad! Ya Lyo, que apenas llevaba andando unas semanas, quería explorar todo el tiempo, no podía imaginar el pequeño Vilo...

-Pues cuando quieras. O cuando él quiera, mejor dicho -terminé, risueño, golpeándolo en la nariz con el nuevo juguete, un momento.

Tras un par de mareos más, permití que lo cogiese por un instante, dejándolo saborear la victoria un poco, antes de volver a arrebatárselo, tentándolo desde la derecha, agitando la rama a pocos centímetros del suelo.

Telma empujó un poco a Lea con la cabeza, desde el lateral, buscando atención. Desde luego, a cada día se me haría más difícil cualquier acercamiento hacia ella... ¡Demonios!

-Sea lo que sea, sigue haciéndolo. Te sienta bien -comenté, bajando la vista un instante.

Me rasqué un instante el cuello, con la mano libre, bajo la barbilla. En mi distracción, Vilo logró hacerse con la rama de nuevo, lo que me obligó a volver a prestarle atención, aunque un poco más distraído en aquel momento.

-¿Sigue en pie lo de ir algún día al pueblo, o ya es tarde para reclamarlo? -inquiricé, esbozando una sonrisa, y apresurándome a sacar los dientes en una especie de mueca para Vilo, imitando la del cachorro.

Un cachorro aquel no podría con un poderoso macho adulto como yo, ¡por supuesto!

Niego, poco convencida.

-No lo propongas mucho, o te tendrá toda la noche en vela hoy mismo -advierto, desviando la vista de vez en cuando hacia el cachorro.

Telma parece no estar satisfecha con la atención que le estoy dando, lo cual me deja pocas opciones, pues no he dejado las caricias ni un instante. En un empujón, me hace perder un momento el equilibrio, y acabo por abrazarme a su cuello como forma de acercarme más y complacerla.

-Pero bueno, mimosona, que tampoco te hago tan poco caso... -la reprendo con suavidad, continuando con las caricias.

Ante el comentario, me encojo de hombros.

-No sé qué es exactamente, pero si está en mi mano, no tengo intención de cambiarlo -aseguro.

Entre los continuos arrumacos a Telma, continúo prestando atención de cuando en vez a Vilo. Su pelaje claro hace fácil distinguirlo en la oscuridad, y por si eso no fuera suficiente, los continuos gruñidos que emite delatan su posición. Es divertido ver cómo se ofusca, tironeando del hierbajo en cuanto tiene oportunidad. Al final, precisamente mientras Rick está hablando, acaba por dejar a un lado el juguete y lanzarse directamente a por él.

-Supongo que no hay razón para rechazarlo -respondo, entretenida en ver a Vilo intentando demostrar su fuerza.

Sonreí, negando un momento, mirando la sombra de Vilo, que se movía de un lado a otro.

-Desde luego, hoy no es buen día para tenerme en vela -admití, evitando un innoble suspiro por los pelos.

Telma, por su parte, estaba encantada. ¡Cómo no estarlo! También yo lo estaría. Pero si iba y asestaba un cabezazo a Lea estaba seguro, ¡segurísimo! de que un abrazo y unas caricias no sería la recompensa.
Aunque poder hablar con ella de aquel modo tan agradable ya era suficiente para...

El solo querer escuchar su respuesta hizo que perdiese la atención en todo lo demás por un momento. Era un momento crucial. Porque una mala cara, un directo no, o lo que fuese negativo, sería como una sentencia definitiva. Había tardado demasiado, al fin y al cabo.
Pero un cosquilleo muy suave me recorrió, y no pude evitar la sonrisa. Y entonces, antes de poder abrir la boca, el cachorro estaba sobre mí, ¡queriendo ganar el enfrentamiento! Y sus dientes pequeños... ¡Vaya si estaban afilados! Que ni tenía que hacer fuerza...
Me entretuve un buen rato en tratar de quitármelo de encima, pero, por algún motivo, el cansancio terminó por hacerme quedar tumbado en el suelo con él encima, victorioso de alguna forma.

-En ese caso -continué, como si la conversación jamás se hubiese visto interrumpida, aunque en aquella situación era incluso algo innoble y poco caballeresco-, solicito saber qué fecha podría resultarte propicia -. Me apoyé en la mano derecha para sentarme de nuevo, agitando la cabeza un par de veces, quitando un poco del tono heroico a mi voz-. ¿Tienes algún día comprometido? Y a ver si no llueve... -murmuré, pensativo.

Terminé por levantarme y acercarme a Telma para darle un par de palmaditas en el lomo, que no la había saludado todavía.

Vilo, habiendo conseguido tumbar a su adversario, lanza un satisfecho gañido. Suelto un pequeño resoplido, una especie de risa, mientras lo veo pasearse por encima de Rick, moviendo el rabo como un loco. Acaba por echársele sobre la cara, repasándosela a lametazos. Precioso consuelo para un vencido.

Rick acaba por incorporarse, sin embargo, poniendo fin a la celebración de victoria. Y yo, ya algo cansada de que Vilo siga tan excitado a estas horas, aprovecho el fin del juego para atraparlo y cogerlo en brazos, comenzando a inmovilizarlo.

-Ya es mucha fiesta por hoy, ¿no, pequeñajo? -le susurro, abrazándolo contra mí, en parte como cariño y en parte para evitar que se mueva.

Lo pienso un momento antes de responder.

-Bueno, estoy pendiente de que Anna, una compañera, me cite un día de estos, pero no creo que sea impedimento -acabo por responder-. De todas formas, tampoco es que sea algo urgente, así que si coincide con la visita al pueblo puedo decirle que mejor otro día. Lo que más ocupada me tiene es Vilo, en realidad.

Al menos la lengua de Vilo era pequeña, porque acabé sin necesitar un lavado de cara. O necesitándolo urgentemente, por Mithos. Aunque, acostumbrado a los de Telma, aquello era bien poco.
De todos modos me froté la cara con la mano. Que fuese menos que Telma no lo volvía agradable. Era la saliva de un cachorro, sí, pero la gracia duraba poco cuando se trataba de tenerla sobre la cara.

-Parece que te dura poco la victoria -comenté, burlón, al ver al animalillo atrapado por los brazos de su dueña.

Arqueé las cejas de pronto, curioso, acariciando a Telma un poco más en profundidad, hundiendo los dedos en su espeso pelo.

-Anna... -repetí. Negué, encogiéndome de hombros-. No la conozco -murmuré, casi para mí. Durante un momento, pensé que simplemente cambiaría nuestro encuentro de día si lo que iba a hacer con aquella Anna coincidía en fecha. Por aquello mismo no pude evitar una pequeña sonrisa, de pronto, al ver que, de hecho, lo que decía era lo contrario... Preferí no decir nada para no estropear su decisión-. Aún no te habrás despegado de él desde que lo tienes, he de suponer -. Lo miré, risueño, entre sus brazos-. Desde luego, eres una madre protectora -dejé ir una leve risa-. Aunque no confíes en los del servicio como en ti misma, los hay muy aplicados. Si estás dispuesta a ello, hay una chica que he conocido hace poco, Aloe, que es encantadora y muy amable. Seguro que lo cuidaría con mucho cariño... -. Y entonces llegó el momento difícil. ¿Era buena idea sacrificar un poco de felicidad por la de otros? ¡Sí! Si era la de ella, sí-. Por otro lado, siempre podrías traerlo, si no te sientes tranquila dejándolo solo -aseguré, con una sonrisa.

Aquello le quitaba encanto a las cosas, pero era un hombre consecuente. Ella me soportaba con Lyo en brazos. ¿Cómo iba a decir que no al pequeño Vilo?

Aunque Vilo se retuerce, mi abrazo es firme, con lo que acaba por tener que adaptarse a él y estarse quieto. Lo aúpo un poco, acercándomelo a la cara y hundo la nariz es su pelo.

-La hembra alfa sigo siendo yo -declaro junto a su oído. Sin embargo, pronto tengo que apartarme, pues se vuelve buscando morderme la nariz.

Dudo un momento, pero acabo por asentir con firmeza.

-Te gustaría -aseguro-. Y quizá te interese hablar con ella. Al parecer es costurera, o algo así, y se está ofreciendo a hacer encargos a todos. A mí me ha ofrecido una coraza. Puedo pedirle algo de tu parte, si estás interesado. Ella parecía estarlo bastante.

Sus propuestas respecto a Vilo no me acaban de convencer, aunque sé que no hay motivo para ello. De todas formas, tengo mis propias formas de hacer las cosas.

-Bueno, aunque no sea más que un cachorro, no va a durar mucho en este tamaño. Dentro de nada tendrá que cogerme él en brazos a mí -replico, rascando al pequeño detrás de una oreja-. Probablemente lo deje en los establos. Tendrá que irse acostumbrando, y tampoco le disgusta mucho. Le encantan los otros animales. Además, no serán más que unas horas, no creo que haya necesidad de molestar a nadie con el asunto.

Yo misma me encargaría. Sabía que podía contar con que se portase bien.

La miro, a su silueta, curioso. ¿Una dama nueva ha llegado, una que "me gustaría", y no he tenido la educación de bienvenirla? Casi se podría considerar una falta de respeto por mi parte.
Me llevé un dedo a la patilla derecha, rascándola un instante, pensativo.

-Bueno, siempre es interesante conocer gente nueva, y, desde luego, siento curiosidad sobre eso... En todo caso, preséntamela, si puedes -sugerí, con una sonrisa-. O dile que me busque, simplemente, si te coincide. Aunque eso sería un tanto extraño...

Telma me buscó con la cabeza, pidiéndome más caso, a mí aquella vez, y tuve que darle unas buenas palmadas y caricias, dejando la conversación en aquel punto. Tomó ella entonces la iniciativa.

-Espero que todo esto no te esté generando problemas -me apresuré a decir, pero no retiraría la oferta tan fácilmente. No había llegado allí para aquello-. Podemos dejar a Telma vigilando, eh, Tel. Seguro que lo cuida bien -. En respuesta, recibí un mugido grave algo cansado.

De hecho, sí era tarde ya. Y necesitaba una ducha si quería ser digno de aparecerme ante cualquiera. Ya bastante mal había hecho permitiéndome estar junto a Lea de aquel modo. Pero no me atrevía ni a tocarla.

Viendo lo cansada que parecía Tel, ambos parecimos decidir que era una buena hora para abandonar el prado. Lea parecía dispuesta a acompañarme hasta los establos, así que emprendimos la marcha juntos, decidiendo, pues, el momento de la visita al pueblo.
Au...

Parecía, pese a la hora, que me sentía menos cansancio.

*se van*

Si algo me gustaba del prado era que era amplio y llano, un campo perfecto de batalla, donde aprender a manejarse en grandes distancias y a encarar al enemigo, sin posibilidad de esconderse. Claro que solo recordaba una vez en que había encontrado allí enemigos. Pero, de todas formas, había sido suficiente para que tuviera en cuenta las características del terreno.

Llegué desde los jardines, corriendo, tratando de plantearme cómo iba a proceder. Tenía más o menos claro qué quería hacer, aunque no tenía tan claro cómo conseguirlo. Quería aprovechar mis capacidades para aprender a desplazarme de forma eficiente. Había visto luchar a Alehyss y me había admirado con sus capacidades a la hora de saltar y adaptar el cuerpo, tanto para atacar como para defenderse. Y, desde luego, parecían habilidades que intentar aprender.

Comencé con algo simple, algo que ya sabía. No quería matarme al primer intento, después de todo. Así, decidí alternar mi carrera, ya consolidada, con volteretas laterales, introduciendo una en el desplazamiento cada pocas zancadas. Aproveché el tamaño del lugar para hacer un circuito de carrera bien largo, tomando cada vez más confianza e impulso. Nunca había sido una gran aficionada a ese tipo de juegos, pero sabía que tenía un cuerpo adecuado para llevarlos a cabo.

Una vez quise dar por finalizada la carrera, me detuve cerca de la linde del bosque, buscando un tronco adecuado para lo que venía a continuación. Procedí, pues, a utilizar el tronco escogido como apoyo para hacer el pino. Pronto estaba bien estable sobre las manos. Claro que eso en sí mismo no iba a serme muy útil en combate, pero era algo básico a desarrollar más adelante en otro tipo de ejercicios.

Me mantuve unos segundo sobre las manos antes de dejarme caer. Descansando entre vez y vez, repetí el proceso unas pocas veces. Una de ellas, habiéndome estabilizado, me atreví a dejar el apoyo, estirando primero una pierna, asegurando su equilibrio, y después la otra, de forma que quedaba definitivamente apoyada sobre las manos. Mantuve la posición un tiempo antes de dejarme caer de nuevo.

De nuevo repetí el proceso. Poco a poco, iba dejando el tronco como un apoyo secundario, que solamente utilizaba si en algún momento perdía el equilibrio. Así, afianzaba mi posición, tomando confianza en la fuerza de mis propias manos para sostenerme.

Al cabo de un tiempo, sin embargo, comprendí que no debía seguir forzando aquello. No tenía intención de hacerme daño en los brazos, así que si quería realmente dedicarme a aquello, debía hacerlo bien y poco a poco. Considerando que ya tenía los brazos suficientemente cansados, y con la respiración algo alterada, decidí volver como había venido, corriendo, de forma que también fortalecía mi velocidad y resistencia.

*Se va*

El cachorro corría como si la vida le fuese en ello detrás de la pelota que le lanzaba, saliendo como un rayo en la misma dirección en cuando la veía salir de mi mano. Y yo lo contemplaba, con las manos en la cintura, con un orgullo especial. No obstante, al ver cómo nada más atraparla se dedicaba, simplemente, a maltratarla innoblemente, mordiéndola y gruñendo, tuve que imponerme.

-¡Vilo! -llamé-. Trae. Venga, chico.

Pero nada, claro. Con suerte reaccionó a su nombre un momento, alzando las orejas y mirándome, pero volviendo enseguida a su juguete al ver que no tenía nada interesante para él. Tuve, pues, que acercarme yo mismo para recuperarla. ¡Pero lejos de dármela, salió corriendo con ella en la boca lejos de mí! Lo que faltaba...
No era tan divertido jugar si solo lo hacía uno.

-¡Eh! ¡Trae aquí! -exclamé, saliendo tras él, que ya se movía más rápido y ágil que yo-. ¡Lyo! Demonios... ¡Vilo!

Lo perseguí un buen rato, viendo cómo no surtía efecto. Cuando estaba a punto de atraparlo se escurría velozmente, gruñendo y resollando. Terminé, tras una buena carrera, por fruncir el ceño.

-¡Está bien! Quédatela. ¡Es tuya!

Y, dicho aquello, pasé de ir tras él a trotar hacia un árbol cercano, que delimitaba el prado. A sus raíces había una rama larga que serviría. La tomé, sin mirar al cachorro, y me puse a agitarla de un lado a otro, suavemente. A ratos sí le echaba un vistazo, sin embargo. Aunque no necesité ver para notar que venía cuando escuché el sonido de sus pasos veloces y su respiración animada por la hierba. Comenzó entonces una batalla por el palo: él trataba de hacerse con él, de atraparlo con los dientes o las patas, saltándole encima, mientras yo lo apartaba, a veces enseguida y otras esperando al último momento.
Por las nubes del cielo, terminaría lloviendo pronto, pero estar al aire libre mientras no empezaba era agradable.

Al cabo de un rato, bastante largo, el palo había quedado a un lado, y también la pelota, y el combate era más de hombre a hombre. Me alejaba de él, que me perseguía, para luego picarlo con los manos, sin dejar que las atrapase, sometiéndolo fácilmente cuando quería sin usar siquiera fuerza, pero dejando que se revolviese y huyese para volver a intentar atacar de nuevo.
Finalmente, mostrando así mi fortaleza, Vilo terminó por tumbarse, jadeante, en el suelo, con la cabeza sobre las patas. Fui hasta él, sentándome a su lado, acariciándolo un momento.

-Te queda mucho por entrenar para ser un gran caballero -comenté, divertido, tumbándome boca arriba, con los brazos en cruz.

Mithos... Qué cansancio...

*se queda*

Tras las clases de medicina, tenía bastantes ganas de salir un poco al aire fresco. Además, he quedado con Rick en el prado, ya que antes le pedí que cuidase a Vilo mientras yo estaba en la enfermería. Así pues, me dirijo allí, y cuando Vilo me ve, se pone en pie y viene corriendo con la lengua fuera. Con una enorme sonrisa, me agacho un poco y lo recibo con los brazos abiertos, colmándolo de caricias, abrazos y besos cuando llega a mi altura.

-¡Mi cachorrito! ¿Has jugado mucho? Se te ve cansado, eh... ¿No has podido tumbar a Rick o qué?

No tarda en alzarse sobre mí, desequilibrándome y haciéndome caer bajo su peso, y suelto primero una pequeña queja y luego una risa, pasando a forcejear un poco con él. Al cabo de cierto esfuerzo, y pese a que se resiste, lo tumbo bastante rápido; parece algo cansado, así que aguanta menos que otras veces.

Me pongo entonces a rascarle la barriga con ambas manos. Al cabo de un momento de caricias me levanto, dando un par de palmadas.

-¡Arriba, campeón!

Reacciona casi al momento, y me dirijo en su compañía junto a Rick, aún sonriendo, divertida por el reciente juego. Me dejo caer sentada a poca distancia, y le hago un gesto a Vilo, que en seguida se tumba a mi lado, apoyando la cabeza sobre mis piernas. Le acaricio y rasco tras las orejas, entretenida.

-¿Se ha portado bien? Supongo que no te ha dejado ni respirar -comento.

Desde luego, terminé perdiendo en arrojo, pues Vilo notó que Lea venía antes que yo, y tuvo más fuerzas para levantarse y acudir a su encuentro. Quería hacerme quedar mal, como un hombre cansado, y mostrarse mientras tanto en plena forma. Pero yo sabía la verdad.

Me erguí, sentándome, e hice un gesto para saludarla, aunque estaba más concentrada en recibir a su cachorro que en otra cosa. Los miraba con algo de envidia, he de admitir, aunque al mismo tiempo verla contenta me hacía sentir satisfecho. Las cosas estaban siendo difíciles, y tener un respiro siempre se agradecía.

Me arreglé el pelo un poco mientras se acercaba, con la mano, muy casual, y pronto tenía mi mejor sonrisa para ella. Negué, de todos modos.

-Aún está muy verde -. Me incliné un poco hacia ella, apoyándome en la mano derecha, para tener acceso al pelo del cachorro, que acaricié con seguridad-, eh chico. Aunque de chico tienes poco, que estás enorme...

Me aparté de nuevo, apoyándome en ambas manos y dejando caer la cabeza un poco hacia atrás, dejando ir un breve suspiro, cerrando los ojos. Enseguida estaba dispuesto de nuevo. La miré una vez más.

-¿Ha ido bien eso que tenías que hacer? -inquiricé, risueño.

Asiento, mirando a Vilo poco convencida.

-Creo que como "madre" voy a durar poco -corroboro, con cierta preocupación. Sigue sin gustarme la idea de separarme de él, pero crece tan rápido que cada vez veo el momento más cerca. Necesita más espacio del que el palacio le puede ofrecer.

Se limita a un pequeño sonido, un amago de gañido, cerrando los ojos y dejándose estar. Yo continúo con mis caricias, centrándome en aquellos puntos que sé que más le gustan. Relajada, sonrío, disfrutando yo también de mimarlo.

Alzo la vista hacia Rick y me encojo de hombros.

-Creo que ya está todo en orden. No creo que vuelvan a reclamarme hasta que tenga que irme. Te avisaré entonces para que te quedes con Vilo, ¿vale?

Dediqué una nueva mirada al cachorro, dejando ir una carcajada suave. Me encogí de hombros, al final.

-Bueno, madre hay solo una... El respeto no lo vas a perder así como así, aunque dar libertad también es duro... -. Lo había leído. Sobre las costumbres de esos animales y su independencia al llegar a la edad adulta. Me pasé una mano por el pelo, echándolo hacia atrás, con gesto compeg... cump... compun... gido-. A estas alturas me temo que no me queda tampoco mucho de "padre" -comenté, con algo de amargura-. Aunque quizás tenga que terminar pagándole unos estudios a Lyo, porque iba a ser un mes y lleva cinco -añadí luego, con una sonrisa algo tensa, pero tratando de hacer la broma de todas formas.

Meneé la cabeza de un lado a otro. Pensar en aquellas cosas me preocupaba un poco. Me entristecía, más bien. Prefería no preocuparme demasiado al respecto...

Asentí a las palabras de Lea, recuperando un poco el ánimo.

-Por supuesto. No te preocupes, me encargaré bien. He estado leyendo un poco al respecto -comenté, ¡y sin presumir! Solo por decir-. Tú céntrate y que te salga bien -. La miré, asintiendo convencido-. Vas con la chica esa, Anna, ¿no? -inquiricé, ladeando un poco la cabeza, curioso.

No parecía una guerrera consumada... ¡Pero quizás su furia interior fuese lo más sorprendente de ella!

Niego suavemente.

-Si me cuentas a mí, Vilo ya lleva dos madres -apunto, contradiciéndolo-. Si se independiza, podría no volver a querer saber de mí. Aunque espero que eso no llegue a pasar, ni siquiera cuando ya no pueda entrar en el palacio, ¿verdad, corazón? -Lo acaricio con un poco más de entusiasmo.

Lo miro de reojo, con cierta desconfianza. Lyo. El crío. ¿Todavía sigue rondando por ahí?

-Hace tanto que no te veo con él que creí que ya no lo tenías... ¿Dónde está? -Hice una pequeña pausa-. ¿Sabes algo de la madre? No te lo habrá dejado...

Prefiero no acabar la frase. Me da algo de reparo, tanto por Rick  como por el crío como por ella. No me gusta insinuar sin saber, pero la verdad es que, tal y como Rick lo presenta, suena muy claramente a abandono.

Ladeo la cabeza.

-¿Y qué has leído? Espero que no hagas como con el crío y lo vayas dejando por ahí -comento-. Y asegúrate de que duerma en condiciones. Si se pone pesado, no te apures; se callará si se lo mandas. Prefiero que no cause problemas a otros guerreros, que no quiero andar con líos...

Asiento suavemente. "Amanda", repito en mi cabeza.

-Exacto. Es buena chica. Deberías hablar con ella, por cierto -comento-. Se está dedicando a hacer corazas para los guerreros. Es buena cosiendo. A mí me hizo una, y hasta le puso un dibujo de Vilo en pequeñito en un lado. Un detalle, la verdad. Seguro que te haría una si se lo pides, parece muy interesada.

Ladeé la cabeza un momento, esbozando una sonrisa.

-¿Quién iba a no querer saber nada más de ti? -. Inmediatamente después callé, poniendo cara de no haberlo dicho, porque ella era perfectamente capaz de buscar cien explicaciones que contradijesen mis palabras y me hiciesen, aún por encima, parecer el malvado que había hablado mal de ella-. De todos modos Vilo es un chico listo, y demasiado cariñoso como para pasar sin todo el caso que le haces.

Yo también era cariñoso. Y debía de ser tonto, porque Vilo bien que apoyaba la cabeza sobre sus muslos sin pudor alguno. Aunque el caso no hubiese sido el mismo...

-Estará durmiendo, a estas horas. A veces he de dejárselo al servicio: para entrenar, para hacer alguna tarea... Ya fui reprendido hace tiempo por la líder Fera Twinkle, y procuro hacerme cargo de él sin que inter... en mis deberes-. Me rasqué la barbilla, pensativo-. Y bueno, Cassandra... -. Torcí la sonrisa-. Si te soy sincero, no sé nada de ella desde que se fue, pero no está, porque he preguntado. ¿Y sabes qué escuché, sin embargo? -. Dudé un momento. No quería generar malos rumores, pero... Terminé por suspirar-. Al parecer estuvo algún tiempo en las mazmorras, hace un año... Aunque no pude averiguar el motivo, y no quiero juzgarla -. Bajé la vista, algo frustrado-. A ratos temo que no vuelva, y a ratos... que lo haga y se lo lleve -admití, mirándola de nuevo, algo preocupado.

Hablar de Vilo era más fácil, y volví a recuperar la sonrisa al hacerlo.

-Lo cierto es que tampoco puedo presumir mucho, apenas un poco de un par de libros: comportamiento, alimentación... Cuidados era algo más complicado, porque salen como animales que tienden al estado salvaje, pero seguiré buscando. Y con eso y lo que me digas... -. La miré, asintiendo, con una sonrisa escuetada-. Sabré hacerme cargo.

Y, para acabar, la chica de gafas, Anna. Aquello sí fue una sorpresa mayor, y alcé las cejas, acercándome un poco a ella con interés.

-¿Corazas? -. Sonreí ampliamente-. ¡Qué heroic... útil! Si ese es el caso, debería ponerme en contacto con ella enseguida... ¿Tienes la tuya? ¿Qué tal es?

Iba a seguir hablando, pero una gota me cayó en la nariz, y miré hacia arriba. Pronto la siguieron un par más, y torcí la sonrisa.

-Ya venía avisando -comenté, apoyándome en la mano para levantarme. Me sacudí un poco la ropa y le tendí la derecha-. De verdad que me frustra este tiempo...

Continúo las caricias, alzando una ceja al escucharlo, escéptica. Sin embargo, no digo nada, dejando estar el tema. Frunzo el tema en lo que se refiere a la mujer esa. La verdad es que cada vez suena más turbio. Hasta me da algo de pena el crío. Yo, a estas alturas, ya habría dado por hecho que lo ha abandonado.

-Supongo que no queda otra que esperar -respondo, sin embargo-. No parece el modelo perfecto de madre, por lo que cuentas, pero no deja de ser su hijo. Ha sido demasiado abuso dejártelo tanto tiempo. No debería haberte responsabilizado así. Pero hasta que dé señales no se puede decir gran cosa...

No es que sea un apoyo maravilloso, pero la verdad es que es un tema un poco complicado como para pretender aportar nada desde fuera. Por lo menos, supongo, el criajo está bien por ahora. Si la madre vuelve, ya se verá qué pasa. Si estuvo en las mazmorras, es probable que esté más vigilada que otros guerreros.

Llego a esbozar un amago de sonrisa, negando suavemente con la cabeza.

-Tampoco hace falta que te lo estudies. No será más que unos días. Yo no leí ningún manual. Y puedo asegurarte que yo sí volveré a por él en cuanto pueda -indico con voz suave.

Asiento.

-Está muy bien, la verdad. Se adapta bien al cuerpo y es cómoda. He tenido poca oportunidad de usarla, pero creo que le sacaré partido.

Ya estoy a punto de tumbarme en la hierba cuando siento una gota en la mejilla. Frunzo el ceño, algo fastidiada. Sí que venía avisando, pero no deja de ser un engorro. Aparto a Vilo para levantarme y tomo la mano de Rick, poniendo los ojos en blanco.

-A mí me lo vas a decir... -respondo, algo fastidiada-. Me trae loca. Mejor vamos dentro, porque... Venga, Vilo -llamo.

Echamos a andar, antes de que la lluvia se intensifique.

*Se van*

Hoy no llueve. El suelo está embarrado y lleno de charcos debido a lo que ha caído estos días, pero pese a todo salgo, porque quiero aprovechar los claros que hay. En cualquier momento puede cambiar de nuevo, y no soporto salir con lluvia.
Me siento algo tensa. Aún no he querido lanzarme a entrenar, aunque la herida del muslo ya es prácticamente inofensiva, pero el aire fresco me hace tener ganas de hacerlo. No obstante, correr por el barro no es algo que me tiente, y acabo simplemente paseando un poco por el prado, evitando pisar las zonas más resbaladizas.

Por suerte, ya me siento completamente descansada tras la misión, y pese al flaqueo del otro día mi humor no es malo del todo. Quizás podría describirlo como neutro. De todas formas, casi prefiero esta sensación de existencia anodina y seria que la relajación que había hace mes y pico, antes del ataque. Entonces sentía que todos teníamos la guardia tan baja que podríamos ser atacados en cualquier momento (y así fue, por otro lado). Ahora estamos más alerta. Yo misma, por lo menos. Y por estar ocupada no tengo tiempo para darle vueltas a cosas que no puedo solucionar ahora mismo, y por las que, por tanto, no debo preocuparme.

*se queda*

Giro un poco el rostro cuando lo escucho. Un aether. No lo he visto antes. Supongo que será un recién llegado, porque últimamente me he movido bastante por Brontë y no espero que haya muchos veteranos a los que no conozco. Supongo que será ese del que hablaba el servicio, el que decían que era el posible asesino de las guerreras que murieron. Aunque a estas alturas esa probabilidad está descartada, de forma que no tengo por qué mencionárselo.
Me vuelvo por completo hacia él, que se acerca, y realizo una leve inclinación de cabeza, seria, mirándolo, a modo de reverencia.

-Buenas tardes -saludo, examinándolo un momento, con gesto sereno. Supongo que no es un mal momento para socializar, y él parece darse por satisfecho con haber dado el primer paso-. Soy Alehyss Lester -informo, ladeando suavemente la cabeza mientras lo contemplo-. El aether recién llegado, supongo -. Al final esbozo una sonrisa muy leve, algo mordaz. Bien pensado... No puedo resistirme-. Se ha hablado algo de ti por los pasillos. Supongo que encuentras los dormitorios más cómodos que las mazmorras -comento, con un deje de malicia. Termino por negar, sin embargo, poniendo fin a la broma-. Creí que después de un error como ese habrías salido despavorido de aquí.

Otros muchos lo hubiesen hecho. Quizás hayan dado con un hombre con verdadera alma de guerrero. Quién sabe.

Empieza con una palabrería un tanto elevada que lo delata un poco. No obstante, no hago comentarios al respecto. Lo que no haré tampoco será usar esa jerga. Me da igual si su padre es importante o solo es muy educado, no voy a romperme la cabeza con formalismos innecesarios.
A menos que lo sean...

Esbozo una sonrisa y dejo ir un leve asentimiento, concesiva. Desde luego, si hace falta más que un encarcelamiento y dos muertes recientes para espantarlo puede que sí se trate de una persona digna de conocer, por lo menos. No tiene un aspecto impresionante, pero tampoco yo lo tengo, y me tengo en alta estima.

-Supongo que lo mejor es no meterse en problemas -coincido, apartándome el flequillo un momento, hacia la derecha. Yo misma soy ya una experta en eso-. Espero, en ese caso, que no estés teniendo inconveniente. Supongo que ya sabrás que las cosas están cambiando mucho últimamente. Hay que tener los ojos abiertos en todo momento -. Al menos parece más activo que Anna. No he vuelto a hablar con ella, pero no me siento muy animada al respecto-. Supongo que si tienes alguna consulta, como veterana, debo ofrecerme a ayudarte, de modo que pregunta algo si lo necesitas.

Me siento relajada. Esto es nuevo.