Balcones

Vagando sin rumbo, acabé por asomarme a los balcones. La noche era fresca, y aunque no me apetecía bajar hasta los jardines, sí que tenía ganas de tomar el aire.

*Se queda*

No tengo pensado salir al exterior. Estoy pasando por una especie de fase extraña en la que no sé bien cómo sentirme y no me apetece hablar demasiado, pero al pasar junto a una de las puertas que dan a los balcones veo una espalda que se me hace conocida y me acerco sin decir nada.

Me apoyo en la barandilla, observando el cielo oscuro, sin mediar palabra.

Poco tiempo me duró mi soledad de los balcones. Al rato de estar allí, noté una presencia a mis espaldas, y alguien se situó a mi lado en silencio. La miré de reojo, para asegurarme, aunque tenía una corazonada acerca de quién era. Alehyss observaba el firmamento a mi lado. Noté mi pulso acelerarse un poco por la alegría de verla, pero parecía tan seria que no supe muy bien si darle conversación sería una buena idea.

Finalmente, siguiendo su mirada dirigí la mía también al cielo, y me atreví a murmurar un suave "Buenas noches" a mi compañera.

Me quedo unos segundos más observando el cielo y entonces enciendo ligeramente los ojos, volviendo mi mirada hacia la pequeña piscis. Respondo a su saludo:

- Buenas noches-. La analizo unos segundos, como esperando encontrar algo completamente diferente en ella desde la última vez que la había visto, pero no ha cambiado demasiado. Quizás sí se la ve algo mayor, pero nada más -. ¿Cómo has estado?

Le devolví la mirada a Alehyss, con cierta timidez, y me encogí de hombros ante su pregunta.

- Bueno, yo... -iba a decir que no muy bien, pero no me sentí con ánimo de molestarla con tonterías-. Algo aburrida -resolví finalmente-. Pero bien, bien -añadí. Apoyé un codo en la barandilla y la cabeza en el codo-. ¿Y usted? ¿Alguna novedad? Porque yo lo veo todo bastante monótono últimamente...

Dirigí la mirada al cielo. Estaba algo desanimada, pero no quería demostrárselo.

Esbozo una pequeña sonrisa. Todas las novedades de mi vida actual son sexuales, por lo que no creo que sea apto hablar de ellas. Mejor mentir que dar información de más a una niña, por pequeña que sea.

- Pues he tenido unos días bastante pesados y he perdido una prenda de ropa -comento recordando las zarpas de Runek sobre mi sujetador-, pero supongo que eso no es motivo suficiente para estar mal. He estado peor...

Guardo silencio unos segundos y entonces me decido a ser más directa.

- ¿Ya has vuelto a tener la regla?

Cuando empezó a fluir la conversación, empecé a animarme un poco, pero pronto recibí un corte que me dejó descolocada. Sentí mi estómago encogerse y mis mejillas arder de vergüenza, e instintivamente desvié la mirada. Mis manos comenzaron a temblar levemente, e intenté contener mi nerviosismo general como pude para que no se diera cuenta.

- P-pues... Una vez... -me sentía horrible por decir aquello, pero había sido tan directa que no supe eludir la pregunta. Intentando pensar con frialdad, decidí que a lo mejor sería bueno contárselo. Ya que había surgido de ella, tal vez pudiera conseguir información gratis-. N-no se me ha re-regulado aún... -comenté, con toda la calma y seriedad que pude-. Supongo que es cuestión de tiempo... ¿N-no?

Fijé la vista en una mancha de la barandilla, como si fuera la cosa más interesante que hubiera visto en mi vida.

Pronto me doy cuenta de que mi falta de delicadeza ha calado en la muchacha. Lejos de disculparme, la miro de reojo esperando su respuesta. Es demasiado tarde para retractarme, así que solo me queda tomármelo con naturalidad para que no se sienta más violenta.

- Sí, no te preocupes -le digo en cuanto termina de hablar-. Es algo común, según tengo entendido. Al principio es algo más difícil de llevar, pero pronto se regula y se vuelve un poco más fácil, aunque no por ello más grato. Es uno de los defectos que tiene el ser mujer. Pero si necesitas ayuda puedes pedírmela, sabré ser discreta.

Estoy siendo, quizás, algo fría, pero nunca he tenido hermanas pequeñas o hijos a los que hablarles de esto y se me queda un poco grande...

Asentí lentamente, sin volverme hacia ella. Me sentía muy mal por la situación, pero no había sido malo que me encontrara en una situación tan desesperada aquel día, después de todo. Aunque, por supuesto, tampoco me iba a aferrar a ella. Me imaginaba la cara de disgusto de Minta si se enteraba de que había perdido la oportunidad de "educar" a otra de sus hermanas, tal y como había hecho con Seranne e Inwir. Minta era muy especialilla para esas cosas...

Me volví hacia Alehyss, con una sonrisa amable.

- Se lo agradezco mucho -aseguré-. Aquel día fue realmente un alivio encontrarla en los pasillos... No sé qué habría hecho sino... -reí, nerviosa.

Me agradece lo sucedido el, llamémoslo "Día Rojo". No puedo sino esbozar una sonrisa.

- No te preocupes, que no hubiera sido el fin del mundo. He de admitir que no se me dan muy bien esa clase de cosas: dar ánimos, consejos, tranquilizar... Pero está bien que de vez en cuando una mujer se sienta cerca de las otras, aunque sea por algo así.

¿Qué hago hablando de menstruaciones a estas horas? ...

- Supongo que es algo en lo que todas debemos ayudarnos, porque casi todas lo padecemos y no creo que a ninguna nos guste. Es un mal común.

Asentí, sin estar muy segura de si estaba siguiendo lo que decía o simplemente fingiendo que prestaba atención. Aunque, pensando un poco en lo que decía, parecía que hablara del período como quien habla de una guerra. Contuve una sonrisa. Era una guerrera hasta las trancas.

- Supongo que sí... -comenté, distraída y sin mirarla.

FdR.: Cutre post is cutre. Cutre imaginación is cutre.

La noto algo distraída, tanto mientras hablo como mientras responde. No sospecho demasiado de ella, así que supongo que no será nada grave, pero no debo olvidar bajo nungún concepto que he de procurar saber todo lo que pueda de lo que sucede en Brönte, así que aprovecho que su guardia parece baja para meter más bazas.

- ¿Sucede algo más? Pareces abstraída... ¿Quizás tienes algún problema romántico? El periodo y los amores van de la mano muchas veces.

A mí no me pasó, pero yo siempre fui medio insensible.

Me volví hacia ella cuando preguntó si tenía problemas "románticos". No pude evitar una risa sorprendida.

- ¿Yo? -la verdad es que me sentía muy pequeña y alejada con respecto a todos como para sentir algo así. Pensé que lo más parecido que había vivido a un problema en Brontë (y desde luego no romántico) había sido mi encontronazo con Alexander.

No, definitivamente no me había parado a pensar en ello. De hecho, no recordaba haber pensado en nada "romántico" ni en Brontë ni en mi aldea.

- No soy muy de darle vueltas a esas cosas, la verdad... -comenté. Casi me preocupaba más (aunque me resultaba absolutamente remoto) que alguien en aquel entorno tuviera algún "problema romántico" conmigo. Me resultaba divertida su pregunta.

- Supongo que... Estoy pendiente de mi familia -dije, por desviar el tema-. Hace bastante que no sé de ellos, y los echo un poco de menos -sonreí-. Nada grave, vamos.

Así que añora a su familia. Esa confesión me hace pensar momentáneamente en la mía. Yo, al revés que ella, aunque sigo teniendo una relación con mi familia (mis padres, principalmente), no los echo en falta. Supongo que aprendí bastante pronto a ser independiente, o que soy demasiado desapegada, pero, aunque entiendo que los eche en falta, no siento lo mismo. Quizás a sus ojos sea una desconsiderada.

- Es cierto - apunto-. Aunque supongo que sigues carteándote con ellos, ¿no? Espero que no te hayan interceptado más cartas -comento, recordando el incidente de la carta que me contó hace tiempo.

Por suerte, había conseguido, efectivamente, desviar la conversación. Eso me dejó más tranquila, y me permití relajarme un poco. Negué con la cabeza.

- No, no me han vuelto a interceptar las cartas -comenté-. Al menos, si lo han hecho, no me he enterado. Pero espero que no. De todas formas, no me carteo con ellos tan habitualmente -añadí. Había decidido que no me importaba no ser del todo sincera. Era mejor así-. Como digo, hace bastante que no sé nada de ellos. Aunque supongo que es culpa mía. No me he preocupado demasiado por mantenerme tan en contacto... -Bueno, más o menos, esa era la verdad...

La escucho en silencio. Parece que no ha tenido más problemas con la correspondencia. Eso está bien, porque de ser así tendría que empezar yo misma a buscar métodos de comunicación alternativos para ocasiones especiales en las que tenga que recurrir a comunicación a distancia parcialmente insegura.

Guardo silencio unos segundos. La miro de reojo, entonces.

- Quizás deberías, entonces, escribirles algo a ellos para que sepan que los recuerdas. A veces está bien recibir información, por poca que sea, sobre alguien que te importa.

Mientras le digo esto no puedo evitar preguntarme si Heylel seguirá escribiendo tantas cartas a su mujer.

Sentí un nudo en el estómago al escuchar su propuesta. Sí, claro, como que era tan fácil...

- En realidad no es tan sencillo -murmuré, más para mí que para ella.

Entonces, me di cuenta de que debía aclarar lo que había dicho si no quería encontrarme en un aprieto, y rápidamente añadí:

- Es decir... No es que... Tenga... Ningún problema en escribirles, ni nada... -tenía que pensar algo rápido-. Es solo que... Bueno... Yo... -Algo. Lo que fuera-. Es que la situación en casa no es demasiado sencilla -eso serviría-. Digamos que... No todo el mundo allí estaba de acuerdo con que me fuera... -O mejor dicho, prácticamente nadie. Pero no había por qué ahondar en ese tema.

La escucho atentamente. Sus palabras me dicen que realmente tuvo un problema a la hora de irse, lo cual generó una división de opiniones y por ello "la situación es tensa", pero eso de que "no es que... tenga... ningún problema en escribirles" me suena tanto a trola como cuando Jager me dijo que no se había acostado con aquella puta. En primer lugar, es una oración innecesaria en su enunciado: no aporta nada. Además, los titubeos son de sobra notables, y sería mucho pedir que una niña de su edad, asustada por la regla, mintiera como una espía de primera.

Intuyo, barajo ideas al menos, lo que me puede estar ocultando, pero no es asunto mío. Si quiere decírmelo, ya lo hará. Si la presiono lo más probable es que se ponga nerviosa y se cierre en banda.

La miro fijamente.

- Espero que al final comprendan que fue tu decisión y que no deben enfadarse más de lo debido por algo así -digo, quizás algo solemne de más para mi gusto.

Me encogí de hombros, sin demasiado convencimiento.

- Bueno... Mi abuelo siempre ha sido muy cabezota con sus ideas -expliqué-. Es raro que dé su brazo a torcer en algo. Es... Digamos... Bastante conservador. Considera que una niña como yo debería quedarse en casa lavando platos y haciendo remiendos, no alistarse en el ejército... -le quité importancia con un gesto-. Así está, con doce nietos y no hace más que llevarse un disgusto tras otro. Lógicamente, la mayoría de nosotros no compartimos sus opiniones...

Doce nietos... Solo de pensar en tener tantos hermanos, especialmente si son pequeños, correteando por ahí me dan ganas de morir. Por suerte, no he tenido que soportar algo tan incompatible con mi forma de ser. Secretamente, me gustaría ser estéril para no tener tampoco que soportar la carga que podría suponer un accidente sexual...

La observo un rato. No sé qué más decir. Tengo información sobre ella, pero no siento la necesidad de contrastar mis ideas con las suyas.

Suspiro.

- No lo conozco a él, así que supongo que es normal que me ponga de tu parte. De todas formas, mientras solo se enfade y no haga nada para evitarlo supongo que no hay problema. Al final seguro que si los necesitas te ayudan, ¿no? Opinen lo que opinen de tu venida.

Me siento poco inspirada hoy.

Asentí, no muy convencida. La verdad es que no tenía ni idea de si seguían preocupándose por mí lo más mínimo... De pronto, se levantó un fuerte viento y me estremecí. La noche se estaba volviendo fría...

- Empieza a hacer frío de verdad -dije-. ¿Y si mejor vamos dentro?

*Se van*

Salí afuera, a los balcones. Esperaba a que Aren siguiese mis pasos hasta estar a mi lado. me dolía la cabeza. ¿Por qué el hombre que me había pedido compromiso poco antes de nuestra boda se estaba beneficiando a - más bien de- un nauseabundo e inútil piscis.

Cuando estaba ya a mi lado, le miré fijamente a los ojos, quería llorar y abrazarle, pero... ¿y si de verdad no me amaba? ¿Acaso esto significaba solamente una promesa con mi difunto padre?

- ¿Por qué lo has hecho? - Traté de no decir nada más, sólo necesitaba esa respuesta para saber qué sería de nuestras vidas.

El líder caeruleus siguió a su esposa hasta uno de los enormes balcones donde se aseguraron que podrían hablar con tranquilidad sin incordios. Se plantó frente a ella con un gesto tranquilo y habitual y escuchó su simple pregunta escrutando la rabia y perplejidad de sus ojos. Agarró una de sus manos entre las suyas y habló con suavidad.

-Mi querida Cynara. ¿Recordáis el día que aceptastéis mi mano en el río? Entonces os hablé de todo aquello que os atormentaba respecto de mi persona y que las malas lenguas se dedican a incentibar -. Indicó con tono tranquilo y melódico para conducir la conversación. -En aquel momento os dije que había sido yo hombre de vida despreocupada pero eso había quedado atrás -. Indicó besando la mano de la muchacha que sostenía sin soltar después su suave piel. -No obstante, también informé de que no se trataba siempre de mero pasatiempo sino que contaba con ciertas obligaciones... -Aclaró con un gesto que demandaba atención plena.

-Supongo que lo que menos queréis escuchar es algo como una explicación, pero mi amor me pide expresar el por qué de mis acciones al encontrarme con esos hermosos ojos tristes -. Soltó una de sus manos de la de la chica y acarició su megila con cariño. -Lo que habéis visto no es más que un mero trato, un trámite. Desgraciadamente no puedo contaros de qué se trata pues no es mi integridad la que está en juego sino la de terceros y un hombre de altura no juega con tales cosas -. Indicó con un tono algo más lastimero agachando la mirada de forma voluntaria para dar énfasis a sus palabras. Volvió a mirar a la flamma. -Bien sabéis que Silvanus está alocadamente enamorado de mí y simplemente me ofrecí como pago para un asunto que le incumbía y que resultaba de vital importancia. ¡Oh, por favor querida, no queráis pensar que algo así puede menguar los sentimientos que os profeso! A estas alturas de mi vida el dejarme manosear un par de minutos por un joven a cambio de un valioso precio no es más que una trivialidad si tengo un férreo corazón por el que hacer latir al mio -. Indicó apretando un poco su mano y rodeando su cintura con su mano libre para acercarla a él. -Pero os pido disculpas, mi hermosa Cynara, pues comprendo perfectamente el sentimiento que os atenaza ante tal visión. Nunca he querido haceros daño, sino esforzarme por mejorar vuestra vida día a día y poder llegar a celebrar nuestro matrimonio de la forma más magníficamente posible -. Indicó pegando su frente a la de ella y manteniendo un gesto sereno con un deje de lamento que se cinceló a las mil maravillas maquillando el veneno que corría por sus venas. Guardó silencio para dejar asumir sus palabras a la chica y esperar para ver si precisaba de mayor cantidad de lírica.

Las palabras de Aren, sus palabras, parecían seguras de todo lo que él quería decir y expresar. Aseguraba sentirse mal por lo que había hecho, pero a la vez lo justificaba como una forma de saldar cuentas. Quizás tuviese razón, y teniendo en cuenta nuestro estatus social, algo así no debería de romper con nuestro amor. Pero, lo había hecho, aunque fuese un roce insignificante para cualquiera que pudiese haberlo visto, para mi significaba mucho más; sobretodo porque tenía que estar él de por medio.

- Si fue por eso... Si lo hiciste para saldar cuentas... ¡podrías habérmelo dicho! - Exclamé evitando que se me escapasen las lágrimas, que se agarraban fuertemente a mis ojos, y por nada del mundo querían saltar.

Agaché la vista, quizás no debí de haber dicho eso, pero también tenía razón. Aún así, era la primera vez que me había hecho algo así, y como bien dijo, espero que la último.

- Está bien... Aren, de errores aprende el hombre - respondí mirando fijamente sus ojos gélidos -. Sin embargo, como te sorprenda otra vez con otro... - Agaché la mirada para evitar que viese mi expresión de desagrado -. otra persona...

Hice un silencio, una pequeña transacción.

- Mejor no pensarlo, sé que no lo harás... - forcé una sonrisa, y que aunque no me correspondía, debía exponerla como deber, pues somos dos jefes que simbolizan la unión de dos grandes reinos.

El líder observó como la chiquilla escuchaba con atención y convencimiento sabiendo que a cada frase iba convenciénose de lo que él, su querido y digno prometido, le explicaba a cerca de la situación. Mantuvo su compostura anterior y, en cuanto la chica gritó, el líder la estrechó entre sus brazos como si se tratase de un arranque de dolorosa pasión.

-Lo sé, querida, debía haberte puesto al corriente, pero no quería que lo tuvieses en mente todo el tiempo ya que solo conseguiría herirte más -. Indicó con tono suave y meloso sin soltar a la muchacha. Cuando esta quiso continuar hablado, él le permitió separarse un poco para expresar lo que quería decir.

-Por supuesto, amor mio, no quiero que ese tipo de cosas se te pasen por la cabeza. Confía en mis acciones, pues éstas siempre serán para bien, te lo aseguro -. Indicó agarrando los hombros de la muchacha y acariciando su suave piel con el pulgar.

Ante el último comentario de la flamma, el líder sonrió con encanto y mimo y besó a la joven con la dulzura que el momento requería. Aquel piscis lo había expuesto a semejante charla y, aunque realmente no le importaba, pues sabía que conseguiría convencer a su mujerzuela, ahora había perdido un valioso comodín de una forma muy poco provechosa. Sin embargo, tendría tiempo para pensar.