Balcones

Lo abracé, había conseguido tranquilizarme con sus palabras. Colaboré rodeándolo con mis brazos, respirando el profundo y misterioso perfume que desprendía su pelo.

- Dentro de poco será nuestra boda, estoy deseando que llegue, y poder hacerlo mundialmente oficial - comenté, tratando de cambiar de tema. Todo lo que había pasado esa noche, debía de quedarse en esa noche, era lo mejor para todos.

Lentamente empecé a balancear mi cuerpo de derecha a izquierda, como simulando el baile que se abriría el día de nuestra boda.

- ¿Te imaginas nuestras vidas dentro de nos meses? - Pregunté sonriente, justo después de detener la pequeña danza que interpretaba.

Finalmente la flamma pareció tranquilizarse y dar el tema por zanjado, pues renovó la conversación hablando sobre la futura boda que todavía a aquellas alturas -cuando estaba luchando por mantenerla a flote- le costaba asimilar al líder caeruleus. Mantuvo la sonrisa mientras miraba a la chica.

-Será fantástico, nuestra unión saldrá en todos los periódicos, pergaminos y carteles, las gentes hablarán sobre el enlace y la relación entre ínsula y península mejorará notablemente. Quedará marcada en los libros como un acontecimiento mítico. Todo eso conseguiremos justos, Cynara -. Indicó acariciando la cara de la chica con ambas manos.

Entonces sintió como esta lo rodeaba para comenzar a moverse como si comenzase un pequeño baile mundano. En un principio, al caer en la cuenta, le pareció una acción de la absurdidez propia de la cría que era, pero pronto le siguió el juego y rodeó su cintura para moverse lentamente también y dar el tonto gusto a la muchacha. Su pregunta, dada la situación, tampoco le sorprendió demasiado y reprimió un suspiro resignado. Todo fuera por tener a aquella joven escultural y el dote que pudiese contener. Sonrió y dio un toque en la nariz de la chica con su índice.

-Por supuesto. Atrapados en este aburrido castillo continuando con la investigación y el adiestramiento de esta panda de mundanos individuos. Rodeados de vasayos cotillas, líderes molestos y boros que no dejan intimidad -Bromeó dando una visión melodramática -que era la que verdaderamente tenía- sobre la respuesta que la chica buscaba. Soltó el aire en forma de leve risa y apartó un mechón de pelo de la chica. -Pero estaremos juntos y por fin unidos y entonces nada ni nadie podrá estorbarnos ni cuchichear por compartir el lecho -. Indicó ampliando una sonrisa pícara para luego volver a besar delicadamente a la chica. Sabía lo que adoraban aquel tipo de cursilerías las jovencitas enamoradas y en privado estaba él y sus circunstancias.

Una última sonrisa se dibujo en mi cara, parecía que aren volvía a ser el mismo de siempre, y eso me tranquilizaba. Todos sus proyectos, planes y objetivos en la vida iban a verse realizados con el paso del tiempo, pues el amor puede con todo.

No pude evitar soltar un bostezo.

- Cariño... ¿Vamos a dormir? - Pregunté aún abrazándome a su cuerpo, susurrándole al oído.

Él asintió y abandonamos los balcones abrazados y cogidos de la mano, justo después de que él me besase en la mejilla.

*Se van*

Me dolía la cabeza, probablemente debido a la saturación de estar revoloteando tanto tiempo por el castillo, si aún al menos hubiese algo que hacer...
Entonces encontré los que parecían ser los balcones del palacio, que apuntaban hacia las afueras del castillo, casi imperceptibles en mitad de la noche, con la luna y las estrellas como únicos farolillos, para así no poder perderse.
Me acerqué a ellos, y suspirando dejé que la brisa nocturna rozase mi piel, ondease mi pelo y me hiciese sentir mejor, soltando el nudo que se había quedado atascado en mi cabeza, y que no me permitía pensar con claridad.
Cerré los ojos, simplemente disfrutar de ese momento era suficientemente increíble.

*Me quedé*

Estaba muy cansada de tanto trabajar, investigar y muchas otras tareas que como líder representante de la raza chrysos, y con lo añadido de ser la dueña del castillo, debía realizar casi diariamente sin parar.
Decidí, ya que era muy tarde, salir a los balcones, donde podría desconectar un poco antes de irme a dormir. Para mi sorpresa, una chica de pequeño tamaño estaba ya en los balcones, mirando hacia la espesa oscuridad. Me acerqué a ella hasta el punto que pude distinguirla como parvus. Di unos pocos pasos más, parecía que no se daba cuenta de que tenía a alguien muy cerca, quizás estaba meditando.

- Buenas noches - saludé mientras me asomaba a la barandilla por su izquiera y la miraba a los ojos, dandome cuenta de que estaban cerrados, y que a lo mejor estaba durmiendo de pie.

CAmino aún austado por temor a encontrarme con la lider flamma cuando veo a aquella joven parvus a la que acompaña Jill. -Hola, buenas noches- digo carraspeando y un poco agitado por la situación. Espero quie Cynara no le haya contado a nadire lo que vió.

Abrí los ojos rápidamente cuando escuché una voz dándome las "buenas noches". No pude evitar pegar un pequeño salto, y mi corazón parecía latir a mil por hora.
Giré mi cabeza hacia la izquierda. Apoyada con sus manos en la barandilla, una niña no muy alta -para no ser parvus- me acompañaba en los balcones. Hubiese jurado que no la había visto cuando yo había llegado, quizás llegó después. Iba a responderle el saludo cuando una tercera voz sonó, esta era menos femenina -pero no por ello dejaba de serlo-. Me giré para ver el origen de la voz -situado detrás mío-, y pude distinguir al joven piscis de aquel lejano día, Silvanus Kettleburn, según mi exquisita memoria.

- Buenos días - saludé aún impactada, tratando de hacer ver que saludaba a los dos a la vez.

- Vaya... sorpresa... - Comenté con un ligero tono sarcástico. No porque me molestase su presencia, si no porque entre los dos casi me hubieron matado del susto.

Antes de que la parvus pudiese responder a mi saludo, vi como de repente pegó un salto, quizás no hubiese sido tan buena idea saludar sin antes dar una pequeña señal de vida o animación.

- Sient... - Iba a disculparme cuando otra voz apareció por nuestras espaldas.

Mi giré hacia atrás, al igual que la chica parvus, para ver de quien se trataba. Al parecer era Silvanus Kettleburn, lo que me recordaba a la pequeña charla que había tenido con él hace tiempo. Últimamente estuve tan ocupada que ni siquiera tuve tiempo para vigilar a los miembros, es más, la cara de la joven parvus ni siquiera me sonaba, y eso ya era más preocupante.

- Buenas noches, señorito Kettleburn - saludé como respuesta a su saludo -. ¿Qué le trae por aquí?

Le dirigí una amplia sonrisa. No quería que me recordase como una bruja por haberle echado una bronca, prefiriría que eso se quedase en el pasado, pues tiene aspecto de buen chico.

-Jajaja - rio y me llevo una mano a la nuca cuando Elektra se sobresalta. Entonces Jill me pregunta que tal- bueno, estoy bien- miento. La verdad es que tengo miedo. quiero parecer invisible hasta que a Cynara se le pase el cabreo...

-Jill ¿conocias a Elektra? es una chica muy timida, yo solo la he visto en una ocasion antes ¿verdad?- digo pasando un brazo al rededor de la pequeña y sonriendo.

-¿Que tal todo chicas? ¿alguna novedad? Elektra tienes mala cara, ¿te pasa algo?

Ya había recuperado un poco la compostura. Entonces, Silvanus comenzó a hablar con la chica que me había dado el susto, al parecer se conocían.
Su nombre era Jill, tampoco me sonaba mucho -al igual que Massen-.

Silvanus preguntó a la chica si ya nos conocíamos. Antes de que ella pudiese responder, negué con la cabeza.
No pude evitar soltar una sonrisa pícara al escuchar de la boca de Silvanus que yo era una chica muy tímida.

- Supongo que soy tímida con la gente a la que no conozco... - comenté tratando de "defender" mi postura, a la vez que asentía para responder su: "¿verdad?".

Nos preguntó a las dos que qué tal estábamos, añadiendo que yo no tenía muy buena cara.

Solté una pequeña risa mezclada con un suspiro, como si los dejase salir al mismo tiempo.

- La verdad es que estoy un poco saturada, hoy he dado muchas vueltas por el castillo, y no he hecho absolutamente nada - respondí, algo cabizbaja.

Entonces miré hacia la niña rubia. e sorprendí ala gran cantidad de niñas pequeñas -porque niños aún no había visto ninguno- en el palacio.

- Encantada... Como bien dijo él, me llamo Elektra Samon - no estaba muy segura de qué hacer, pero al final me decidí por estenderle la mano, posicionando el brazo totalmente recto.

Silvanus parecía de buen humor, y eso me alegraba, pues el bienestar de los miembros del castillo eran de gran relevancia para mí, pues soy la jefa del palacio de Brontë.

- Me alegro, señorito Kettleburn - comenté alegre y risueña.

Negué al igual con la cabeza a la pregunta del piscis, no nos habíamos visto nunca antes, al menos que yo recuerda -pues los parvus no son muy fáciles de olvidar-.

Puse un gesto de preocupación al escuchar que la joven elktra -así se llamaba la parvus- estaba muy saturada. Era normal hartarse de la vida del castillo, quizás no fuese muy movidita por ahora, pero pronto las cosas cambiarían y después todos habrían querido volver a los tiempos pasados aburridos.

Entonces miré hacia la espesa noche, ya era muy tarde.

- ¡Oh! ¡Chicos! ¡Disculpadme! ¡Tengo que irme, el deber me llama! - Exclamé llevándome las manos a la cabeza, me había olvidado de algo muy importante.

Le respondí al saludo a Elektra, estrechándole también la mano y apretándosela con suavidad.

- Encantada - comenté risueña, poco antes de dirigir una nueva sonrisa a Silvanus tras haber girado mi cabeza hacie él - ¡Hasta otra!

Rápidamente me dirgí hacia la puerta y abandoné la sala, el deber me llamaba.

*Me fui*

FdR: Emmm... Se me fue a página anterior dos veces, así que he decidido hacer un cutre post y aún por encima me voy porque me he enfadado ¬¬

FdR: me tengo que ir xD
Depaso me llevo a Elektra, como me pediste.

Despues de charlar un rato, ambos nos fuimos.

*se van*

Con paso apurado, llego hasta los balcones. En cuanto el aire me da en la cara, me siento un poco mejor. Parece que necesitaba aire fresco. Quizás todo lo que me pasó es que desde mi vuelta he estado encerrada. De hecho, no salí más que para ir al río, y mi cuerpo también necesita actividad.

Me quedo mirando hacia adelante, vieldo el cielo oscuro. De todas formas, ¿qué esperaba? No soy nadie para tener visiones o presentimientos. Ni siquiera creo en esas cosas, por el amor de Mithos. Visto desde fuera, ahora mismo soy una patética, ridícula y frágil muchacha que ha salido huyendo ppor un estremecimiento que no venía de razón alguna.

- Patética... -digo para mí.

*se queda tomando el aire*

El líder apareció en la entrada al balcón, justo detrás de la chrysos y no esperó a que esta reaccionase para pronunciarse.

-Alehyss Lester -. Inquirió con voz sonora y fuerte. Las chiquilladas que conocía con anterioridad de la chrysos hacían que ahora sintiese cierto recelo hacia ella debido a la situación. Sabía que era infundado por su propio afán de pillarla en algo, epro no reprimió su irritación. -¿Has estado o visto a Silvanus Kettleburn hace menos de una hora? -Preguntó con contundencia sin dejar de mostrar su gesto frío, irascible y determinante.

A la respuesta de la chica -nunca demasiado extensa- le dio la espalda y desapareció. A cada paso se convencía más de lo que no quería convencerse.

*Desaparece*

Su voz a mi espalda me hace estremecerme. Me vuelvo enseguida, alerta, pero parece que hoy no quiere nada de mí. Nada más que una respuesta, al menos, y su pregunta, asimismo, funda algún que otro temor en mí.

Lo miro unos instantes, reaccionando. Su rostro grave me hace darme cuenta de que cada segundo que pierda es un segundo de tortura que me esperará en un, probablemente próximo, futuro.

- No, señor. No he tenido noticias de él recientemente -respondo con educación, sumisa.

Lo veo desaparecer. No sé si será casualidad o no, pero relaciono esto con mi nerviosismo actual. Noto una gota de sudor recorrer mi espalda.

- ¿Silvanus? -digo para mí, tratando de buscarle un sentido.

¿Qué ha pasado?

*se va con prisa*

Todo estaba muy vacío últimamente, o al menos yo no había topado con nadie. Llegué a los balcones algo alicaída, algo había cambiado en mí desde hacía mucho tiempo, pero no podía permitir que eso interfiriese en mi trabajo.

- Genial... Y aún por encima ahora ha desaparecido el piscis ese... - murmuré para mí misma, siempre estaba él en medio, y mi paciencia estaba empezado a agotarse.

Apoyé miz antebrazos en la barandilla del balcón, y alcé la vista dirigiéndola hacia el cielo. Hacía un día radiante, ni mucho calor ni mucho frío, además de despejado.

- Por Mithos... Necesito que ocurra algo ya - susurré un poco más bajo, pensando en todas mis cosas e ignorando totalmente la desaparición de Silvanus Kettleburn. Ya se encargaría otro líder de él...

*Se queda*

Aparezco en los balcones. La noticia de la desaparición del piscis ha complicado bastante las cosas. Todavía no me explico cómo ha podido pasar y eso, de alguna forma, me frustra.

En cuanto pongo un pie en las tejas me encuentro con la figura de la líder flamma: Cynara. Nunca he hablado demasiado con ella (yo tenía la teoría de que nuestros horarios eran incompatibles), así que decido acercarme para poner fin a esta situación. Además, tenemos que tratar el tema del piscis entre todos.

—Buenas días, señorita Ethrial — digo mientras me acerco hasta su posición.

Una voz me sacó de todos mis pensamientos y elucubraciones, llegando casi a exaltarme, pero logré contenerme a tiempo, un líder de raza nunca debía mostrarse débil. Para mi sorpresa, esa voz se trataba del mismísimo príncipe Svend, con el cual no había tenido nunca el placer de mantener una conversación fuera de lo profesional.

- Buenos días - respondí a su saludo sin hacer apelación a su nombre o apellido, no lo veía totalmente necesario -. ¿Qué le trae a usted por aquí?

Nunca había hablado con él, por lo tanto tampoco sabía de qué hablar con él.

- Yo estaba tomando el aire libre - respondí anticipándome a cualquier pregunta del estilo: "eso mismo puedo preguntarle yo" -. Vengo muy a menudo.

Me coloco al lado de la líder flamma mientras ella habla. Voy a responder a su primera pregunta (a la de qué hago aquí), pero ella se adelanta y me explica que estaba tomando el aire y que acostumbra a salir a los balcones. Yo asiento en cuanto termina y clavo mi vista en un ave que acaba de pasar volando. Permanezco unos segundos absorto, sin decir nada, hasta que finalmente vuelvo a tierra.

—Yo he salido a despejarme un poco — murmuro. Esbozo una sonrisa y miro a la líder —. Desde ayer estoy pensando en cómo pudo ocurrir lo del piscis Kettleburn. Como no he encontrado ninguna respuesta, he decidido salir a tomar el aire, como usted — Suspiro —. Si le soy sincero, estoy un poco frustrado. No esperaba que algo así pudiese ocurrir delante de nuestras narices.

Vuelvo mi vista al paisaje. Me gustan las vistas de este lugar. Se ven muchas plantas y alguna que otra ave que podrían resultar interesantes para realizar un estudio en profundidad.

Escuché sus palabras de preocupación por todo lo que había pasado en relación al piscis. Era cierto que era preocupante que pudiesen habernos robado un miembro así como así, sin que nadie actuase a tiempo, pero a la vez dudaba mucho de que a alguien le importase.
Estaba casi a punto de soltar una carcajada, dejando que mi personalidad se sobrepusiese por encima de mi profesionalidad, pero llevé una mano hacia mi boca, como si la tapase para evitar decir o pronunciar algo incorrecto.

Miré hacia el príncipe, ¿habría pensado en hacer algo? Poco a poco dejé otra vez despejada mi boca, al fin y al cabo, era de mala educación hablar con una mano en la boca. Asentí.

- A mí también me preocupa que hayan podido llevarse a uno de nuestros miembros delante de nuestras narices - comenté con resentimiento, aunque quizás un poco exagerado comparado con lo que de verdad sentía -. Ni si quiera nos hemos dado cuenta los líderes a tiempo... Supongo que Jill estará muy afectada...

Mi mirada volvió a centrarse en la infinita bóveda azul que nos cubría, no había ni una nube.

Observo a la líder flamma mientras espero su respuesta. Me sorprendo cuando se lleva una mano a la boca y no puedo evitar alzar ambas cejas. Me pregunto qué tenía pensado decir (o hacer) pero decido esperar pacientemente a que hable. Si es que quiere decir algo, claro. A lo mejor prefiere observar las bellas bestias que sobrevuelan el Palacio ahora mismo o tal vez quiera contemplar la infinidad de plantas interesantes que tenemos ante nosotros.

Cuando la líder decide hablar, la escucho en silencio. En cuanto termina, asiento.

—Imagino que la joven Jillian estará afectada, sí — susurro, más para mí que para ella —. Y, bueno, supongo que el resto de los líderes también. Es lo normal — Vuelvo a suspirar —. Supongo que lo más recomendable seria que nos reuniésemos todos para tratar el tema. Algo así no puede dejarse pasar.

Volví a girarme hacia el príncipe Claritas.

- ¿Tú crees? - Pregunté, dejando una leve pausa para volver a mirar al cielo -. Quizás tengas razón...

En tal caso, para cuando nos hubiéramos reunido, Silvanus ya estaría probablemente muerto, si era cierto que alguien lo había secuestrado.

- La verdad... Ese chico siempre se está metiendo en problemas... A mí todo esto me parece un poco sospechoso... - comenté pensativa -. Además, ¿qué habrán visto en él para secuestrarlo?

Bajé la vista y lo volví a mirar a los ojos.

- ¿No crees? - Pregunté interesada, quería saber qué opinaba sobre el insoportable piscis.

Escucho las palabras de la líder con atención. No conozco demasiado al piscis Kettleburn (aunque creo recordar que, un día, me dejó un libro que creo que aún no le he devuelto), pero sí que sé lo que pasó con su oreja porque Blues me lo contó. Pero, salvando ese detalle, desconozco si el piscis ha causado más problemas o no. Tampoco sé qué habrán visto para secuestrarlo. Lo único que sé es que ha desaparecido y que eso ha pasado en nuestras narices, así que el asunto es un problema nuestro que debemos solucionar sí o sí. A no ser que queramos que la reputación de Brontë y de todos nosotros quede en entredicho, claro.

—No sé qué habrán visto o dejado de ver en él quién sea que se lo haya llevado, pero sé que el chico estaba aquí, en Brontë, un lugar supuestamente seguro que cuenta con la presencia de siete líderes, y que ha desaparecido en nuestras narices — respondo. Clavo mi vista en el paisaje antes de continuar —. Tampoco sé si es muy problemático o no, pero dudo que haya querido desaparecer por su propio pie así porque sí, sin dar ninguna explicación y en mitad de la noche. — Miro de reojo a la líder flamma —. Y espero que no esté insinuando que ha sido culpa suya que haya desaparecido, porque, honestamente, esto no debería haber pasado y creo que es nuestra responsabilidad. Se supone que es un lugar seguro para todos, seas más o menos problemático.

Sonrío.

—Pero es solo mi opinión. — Ensancho la sonrisa —. Además, creo que debemos solucionar esto si no queremos que nuestra reputación y la del Palacio quede en entredicho, ¿no cree, señorita Ethrial?

Mi mirada se agudizó, el líder Claritas había empezado a molestarme un poco. Rápidamente aparte mi cara mirando al suelo.

- Es cierto que es nuestra culpa que se lo hayan llevado, pero eso no quita que siga habiendo gato encerrado en ese... chico. Desde que ha llegado, no ha intentado más que locuras, además de haber violado ciertas normas y meterse donde no le convenía - argumenté algo irritada -. Claro que, no tengo ningún inconveniente en salvarlo, pero sí me parece un gran sospechoso, y lo que acaba de pasar es la gota que colma el vaso.

Miré otra vez al príncipe. Abrí la boca para añadir algo, pero luego me di cuenta de que estábamos en la misma situación, y pensásemos lo que pensásemos, acabaríamos haciendo lo mismo.

- Tenemos que acabar con esto lo antes posible... - susurré enfurecida conmigo misma, reprimiéndome. Silvanus nos e merecía que lo salvásemos...

Miro de reojo a la líder flamma mientras habla. Me pregunto por qué (y de qué) considera sospechoso al muchacho, y aunque me extrañe un poco su actitud, no puedo evitar mostrarme satisfecho en cuanto dice que tenemos que acabar con esto antes. Es evidente que la líder no tiene en buena estima al piscis, pero al menos parece que tiene interés en hacer algo por él.

Vuelvo mi vista al paisaje. Definitivamente, me gusta ese sitio. Es bastante tranquilo y uno puede ver cosas bastante interesantes desde ahí. En cuanto solucionemos el tema del piscis, pienso acercarme a estudiar algunos de los árboles que estoy observando ahora mismo. Será interesante.

—¿Puedo preguntar de qué y por qué considera sospechoso al piscis, señorita Ethrial? — inquiero sin apartar mi mirada de un árbol enorme —. ¿Por qué cree que hay gato encerrado? Honestamente, no creo que debamos considerarlo sospechoso de nada. — Sonrío y miro a la líder de reojo —. Aunque, si quiere, podemos acusarlo de ser problemático.

Ensancho la sonrisa y vuelvo mi vista al punto donde estaba antes situada.