Balcones

Acepta su posición, pese a que no es la que busca. Probablemente, piensa que sería mucho más cómodo estar en la posición de liderazgo. Desde luego, tiene sus ventajas, Fera lo sabe, pero no es su posición favorita. Relajarse es algo demasiado precioso como para dejarlo ir por una simple posición en la jerarquía. Aunque, por supuesto, estar en su casa la ayuda a sentirse cómoda.

Sin deshacer la sonrisa, asiente ligeramente, dejando ir un brillo algo más intenso un instante.

-Así es -responde, divertida por el reto que la morena parece querer imponerle constantemente-. Sería una pena desperdiciarla, ¿verdad, cariño?

Le inspira curiosidad descubrir hasta qué punto es capaz de resistirse ella antes de rendirse y aceptar que no puede ir más allá.

Me permito sonreír de nuevo, asentir, avanzar, apoyarme un instante en la barandilla, con una tranquilidad que se queda a medio camino entre lo fingido y lo real. Soy consciente de que apenas miro un instante hacia el exterior, pero se me hace largo, eterno, como si cada milisegundo que estuviese sin hablarle, sin responder, fuese una ofensa, una resistencia, casi una falta a su persona.

-Sería una pena -coincido, repitiendo sus palabras con tono casi distraído, pensando de nuevo en lo que tenía en mente cuando vine a disfrutar, sin más, de un poco de brisa.

Perder el tiempo es lo que no quiero hacer. Estando con ella, una de las personas más importantes de este palacio, la más sobre mi raza, ahora mimo, podría casi considerarse un honor, por algunos. Yo ni siquiera tengo claro que ella estuviese aquí de ser yo otra persona, de ser yo un hombre.
Giro un poco la cabeza para contemplarla. Al final he de hacerlo, ya sea por respeto o de forma inconsciente, guiada por mi cuerpo con naturalidad.

-Me intrigas -admito, al fin, completamente serena, pronunciando lo que ella ya sabe, sintiendo que falto de nuevo al respeto, cambiando de pronto el trato al tuteo que me pidió en su momento, sintiéndome algo violenta nada más hacerlo, pero tratando de mostrarme igual de entera-. No soy nadie para entrometerme en su vida, de todos modos -añado, recuperando el trato-. Me cuesta sentirme relajada en su presencia, pero a la vez no me siento amenazada. Me resulta difícil comportarme con naturalidad.

Es difícil, contradictorio.
Sí me siento un poco amenazada, pero de forma diferente, como una presa, estudiada, observada. ¿Es así? ¿Nada más? ¿Disfruta ella irradiando esa presión? ¿O es su forma natural de entablar comunicación?
Parece difícil aproximarse a ella, socialmente hablando, pero dudo que eso sea lo que busque, por lo que tampoco es de extrañar. Está varios niveles por encima de eso.

Se vuelve un poco más hacia ella, y aunque apenas se mueve, da la sensación de que, de alguna forma, está mucho más cerca. La mira, con su sonrisa ladeada y sus ojos helados y brillantes, dejando ir incluso una leve risa, fluida como el agua. La mirada que le dirige casi parece envolver ternura.

-Me fascina vuestra actitud -responde, con voz divertida-. Esa ansia al mismo tiempo de marcar la distancia conmigo y superarla. ¿Qué buscáis, amor? ¿Me queréis más cerca? ¿Más lejos? ¿Tan terrible parezco? Y yo que solo intento manteneros a salvo... Sois mis huéspedes, ¿qué iba a hacer sino hacer vuestra estancia placentera?

Termina de girar el cuerpo hacia el exterior, empleando algo más de luz en los ojos para ver más allá, como ignorando su presencia por un instante. Acaba por volverse ligeramente hacia ella, clavándole de nuevo una mirada de la que no se puede escapar. Desde luego que es peligrosa, ni siquiera se molesta en intentar no parecerlo.

-¿De nuevo tensa? Es una lástima que siempre dejes a mi cargo el relajarte, ¿no es así, querida? -indica, en una mezcla de insinuación y burla.

La miro, callada, dejando que hable, sin encontrar respuesta que me satisfaga. No termina de ser una sensación agradable, aunque ella en sí no me resulta desagradable tampoco. Sin embargo, termino por sentirme presionada, como si la libertad me hubiese sido arrebatada, como si irme fuese una falta de respeto, y lo mismo ignorarla, o ser desagradable con ella, seca, silenciosa, mordaz... Quizás busque hacer nuestra estancia placentera, y ella es interesante. Estoy segura de que tiene mucho que contar, mucho que aportar. Pero su presencia quita el aire, pesa, me hace más difícil el respirar, convierte, casi, el simple reposo en un ejercicio mental.
Quizás sea por esa mezcla que utiliza, a medio camino entre la cercanía y la distancia que le da el poder. Aren Darvenwish, Madame Desmarais..., ellos presionan, pero en ningún momento buscan este tipo de conversación. Nagorr Brumm, Jillian Campbell... Ellos son capaz de hacerse respetar sin esta presión abrumadora, mostrándose más cercanos.
Fera es, para mí, ambos y ninguno. Me hace sentir como un perro, como atada, pero acariciada al mismo tiempo. En principio parece amabilidad, pero no es algo que hayas escogido, y eso confunde.

La miro de frente, controlando el brillo de mi cuerpo, incluso, para que no sobresalga por encima del suyo.

-Siempre se me ha dado mal relajarme sin más -respondo, con gesto sereno, al borde de la sutil sonrisa, casi diría que, de manera irónica, tiende a parecer relajado, aunque sigo algo en guardia.

No es exactamente en guardia. Es diferente. Atenta, más bien.

No necesita sus palabras para percibirlo. Siempre es igual. Quizá sea esa continua caída al fracaso. Quizá sea simplemente miedo. En cualquier caso, su tensión es evidente. Tanto, que Fera tiene la tentación de acabar con ella de forma artificial, aunque solo sea por hacerle ver que incluso eso puede controlarlo. Claro que eso no facilitaría el acercarse a estudiar a una persona tan cerrada. Desde luego, la morena es compleja.

Se recoda en la barandilla, inclinándose ligeramente hacia adelante, hacia ella, con el mismo gesto sereno. Ella no tiene motivos para estar en tensión, después de todo. Se siente a salvo. Pero es evidente que no es capaz de transmitirlo a su entorno. Alehyss se cuenta entre las mejores pruebas de que ella también es un fracaso, a su manera. Aunque no es más que una leve molestia. A fin de cuentas, la perjudicada no es ella.

-Un terrible defecto, amor -la arrulla, con su voz ronroneante-. Y una gran pérdida para ti. Os cuesta entender que no pretendo imponerme. No hago más que mi trabajo, no hay motivo para sufrirlo así.

Mi mirada la sigue en todo momento, procurando no romper ese último nexo que haga que, en todo momento, logre dejar claro que tengo mi atención puesta en ella. Conscientemente.
¿Qué podría hacer, decir o pensar que significase para ella más que nada? ¿Qué puedo aportar yo a alguien de su clase? Trabajo, esfuerzo, respeto... ¿Compañía?

-No considero que pretendas imponerte -. Me encojo de hombros, con suavidad-. Tienes una presencia muy fuerte. Me es imposible no ser consciente de mi posición, en todo momento, y aún así trato por esforzarme por... ¿Por qué? -. Esbozo una sonrisa, casi amargamente-. He buscado toda mi vida hacerme fuerte, generar una coraza que me separe de los demás para poder mantener el control sobre mí misma en todo momento. ¿Quizás deseo despertar esta sensación que tú causas en mí? No lo tengo claro. No lo sé.

Niego un par de veces. Termino apoyándome junto a ella, sin rozarla, pero sin separarme demasiado, tampoco.
Es una mujer joven. De no saber quién es, de no percibir esa extraña aura, ¿qué pensaría yo de alguien como ella? ¿Estaría aquí, charlando? ¿O ya me habría marchado a dormir?

-No me gusta relajarme porque siento que pierdo el control, pero contigo debería ser capaz -. Giro el rostro, seria, para mirarla-. No hay control que pueda mantener, al fin y al cabo.

Quizás sea el respeto. La conciencia de su posición y de la mía.
¿Es eso malo?

La observa con curiosidad. Es consciente de sus movimientos al detalle. Le resulta divertido. Casi podría decir que alentador. Pero no va a insistir. No esta noche. En cualquier caso, no será una noche desperdiciada para ella. Tan solo aprovechada de una forma diferente.

Acaricia con un nudillo el dorso de su brazo, dejando fluir una leve descarga en ella. Ni siquiera sabe muy bien por qué, pero de vez en cuando se deja guiar por esos gestos. La caricia es suave, segura, fluida, y deja ir bajo la piel de la morena una sensación agradable; si estuviera sintiendo algún dolor, probablemente lo vería aliviado. En su caso, simplemente sentirá una cierta comodidad.

De nuevo se gira y se alza sobre la baranda, quedando allí sentada.

-El control es útil, pero también aburrido -replica, con su voz siempre sugerente, aunque un leve deje enfurruñado, o tal vez afligido-. Descansa, preciosa. Y no olvides tu trabajo.

Y, con total naturalidad, con gestos propios del más ágil felino, pasa las piernas sobre la barandilla y salta, dejándose caer en la oscuridad. Desde su posición, Alehyss puede verla desaparecer, materializándose una tenue luz junto al suelo, bajo el balcón. Esta no tarda en apagarse de nuevo.

*Se va*

Deslizo la mirada a su mano, acompañándola en su recorrido, pero la alzo de nuevo a los ojos de la líder al sentir esa extraña sensación, que me reconforta en cierto modo. Es como relajarse un poco, de pronto, aunque sea de forma involuntaria, física. Tengo el impulso de prolongar el contacto para sentir más de ese cosquilleo eléctrico, pero me contengo, no hallando motivo alguno para hacerlo más que la consecución del propio bienestar. Supongo que hasta podría considerarse...

Su tono se muestra incluso disconforme. Supongo que no he obrado a su gusto, finalmente. No tengo claro qué busca en mí, exactamente, aunque puedo imaginarlo con bastante precisión. Lo que no puedo hacer es comprobar si estoy en lo cierto o no.

Me asomo un poco más al verla caer, apreciando la curvatura de su cuerpo, hermosa, controlada, ágil... Hace que sienta envidia, de algún modo, cuando acostumbro a enorgullecerme de mis propias habilidades.
¿La veo, quizás, como una versión mejorada de mí? Es más poderosa, más seductora, más ágil, más relajada...
¿Ansío ser lo que ella es?
¿Quier lo que ella quiere?

En apenas un instante ha desaparecido, incluso, la luz bajo los balcones, en el suelo. Permanezco mirando la nueva oscuridad un rato más.

-Buenas noches, Fera -murmuro, al vacío.

Tengo la certeza de que sabrá escucharlo. Aunque carezca de un sentido real. No soy más que alguien a su servicio.
La envidio, pero al mismo tiempo me cae bien. Me apena, de alguna forma, la distancia que nos separa. Creo que podría llegar a hacerme su amiga, si las circunstancias fuesen otras. Tiene algo que me falta, que no he podido hallar en nadie más aquí, en Brontë, y que hace mucho que no tengo.

Me peino el flequillo con la mano y me vuelvo hacia la puerta.
Hoy me apetece meterme en cama con Massen. Espero no molestarla.

*se va*

Lleva días observándola, con especial interés desde que el niño dejó de estar a su cargo. Sabe lo que quiere y la ha estado evaluando. También ha buscado información respecto a sus planes, aunque gran parte de ella permanecerá en secreto. Después de todo, tiene derecho a descubrir la verdad por sí misma.

Aparece en los balcones, directamente sobre la barandilla, de pie junto a ella, mirándola con expresión enigmática. Le ha sentado bien el aire fresco, pero mejor todavía el dejar a su hijo. Por desgracia, no es el asunto que la atrae hacia ella.

De un ágil salto, como un poderoso felino, desciende de la baranda hasta situarse a su lado, a escasa distancia. La observa, la estudia, la analiza, buscando su mirada con la propia, con esos ojos helados que la caracterizan. Esboza una pequeña sonrisa en sus deseables labios carnosos, dulce, amable, pero sin abandonar esa aura de poder que la caracteriza.

-Buenas noches, amor -murmura en un arrullo-. ¿Te ha sentado bien el descanso?

Ladea la cabeza, dando un paso al frente, sin dejar de fijar en ella sus ojos fríos. Ladea una sonrisa, juguetona. Es como un gato atendiendo a su presa, buscando el momento exacto en el que lanzarse sobre ella supondrá una completa victoria. Aunque, en su caso, la victoria no es algo que perseguir; se sabe por encima, por poca importancia que le dé a ese detalle, y su actitud lo refleja.

Finalmente acaba por asentir, pensativa. Tampoco es nada que no supiera ya. Que quiere irse. Sabe adónde mejor que ella, incluso.

-Sé que quieres irte, cielo -ronronea-. Hablaremos de eso luego. Pero ahora, dime... -con un dedo, repasa la línea de su clavícula hasta el hombro, con lentitud-. ¿Qué has estado haciendo para servir a Brontë últimamente?

Retira la mano con la misma delicadeza con la que ha acariciado a la piscis, escuchando sus palabras con mínimos asentimientos a medida que ella avanza. Como mínimo ha de reconocerle una absoluta sinceridad. Eso le conviene.

Pese a la ternura de sus palabras, hay en ellas una absoluta autoridad cuando habla.

-Tesoro, no me gusta tratar mal a mis huéspedes -murmura, con tono conciliador-. Me tomé molestias para conseguir sacarte de allí abajo-. En su mirada nace un brillo de advertencia más evidente-. Pero creo recordar que hicimos un trato. No estás redimida de tus actos. A cambio de una cierta libertad debes un servicio a este lugar. Cuentas con el servicio para ayudarte con el niño y con unas comodidades envidiables, así que no aceptaré excusa para que no cumplas con tus obligaciones. Ni siquiera es exigencia que te vayas, si no quieres alejarte de él. Aquí mismo tienes obras que reparar.

Suelta una suave risa, fluida como un río, ante su pregunta, acariciándole una mejilla con la punta de los dedos.

-Bueno, tu atractivo es llamativo -sonríe. Después recupera la seriedad-. Podrás marcharte cuando hayas cumplido tu parte del trato. Y recuerda que debes hablar conmigo antes de abandonar el lugar. Por tu propio bien.

Apenas le ha dado la espalda y ya no se encuentra en el lugar.

*Se desvanece*

*se va*