Balcones

Sonreí, asintiendo brevemente. Me sorprendió un poco que Massen dijese que estaba cansada, porque había imaginado que paseaba porque no lo estaba, pero no pregunté. Era un detalle trivial, sin importancia. Cuando mencionó lo de madrugar, también me quedé un poco pillada, porque no entendía dónde estaba la relación entre despertarse temprano y estar bien, pero lo dejé correr. De hecho, prácticamente no dije nada hasta que se despidió. Entonces esbocé una enorme sonrisa, y amable, dije:

—Buenas noches. Espero que nos volvamos a ver pronto. No nos vemos demasiado...

La piscis se fue al momento, y yo permanecí un rato más ahí, fuera en los balcones, pensando en toda la gente a la que hacía mucho que no veía, como Heylel. Luego yo también me adentré en Palacio.

*se va*

fdr. fascinante xD

- Yo creo que va a llover, ¿tú cómo lo ves, Agatico?
Como toda respuesta me suelta un maullido-queja. Hoy le he hecho madrugar y no está contento, ¡pero es que ya iba tocando que nos diera un poco el sol! A este paso me acabaré descoloriendo. Pero Agatónico no disfruta mucho del día. Solo hace que lloriquear y lloriquear.

Tengo que reconocerle que no es un día precioso. Tiene ese peso de aire de "tan pronto hago sol como lluevo muy fuerte", como un rico cambiaría de cara para ganarse tu favor. Es un día hipócrita y le saco la lengua, molesta.

-No me gustas, que lo sepas.

Aparece suavemente sobre la barandilla, sentada con la espalda apoyada en el muro del edificio. Una pierna cuelga por la parte interior de la balconada, mientras que la otra queda recogida sobre la baranda, rodeada por el brazo izquierdo. Ladea la cabeza, con una sutil sonrisa, mirándolos a ambos.

-Oh, vamos, cielo, tampoco tiene la culpa -murmura, casi como un ronroneo, deslizando la pierna recogida junto a la otra y girando el cuerpo en su dirección-. De todas formas, no te preocupes. Pasará.

Desaparece al instante, apareciendo de nuevo al otro lado de la chica, y una mano segura acaricia con ternura la cabeza del mecña. Alza los ojos hacia la chica.

La chica guapa que conocí aquel día, cuando las escaleras dejaron de estar momentáneamente a favor del proletariado aparece a mi lado. Me asusto ligeramente, pero procuro que no se me note.

-Supongo que no tiene la culpa...- murmuro enfurruñada. No quiero que piense que no opino como ella. Es tan guapa que no quiero ofenderla. Es como serían las princesas de los cuentos que me contaban de niña, de no ser porque las princesas no son más que personas normales con privilegios injustos que no deberían tener solo por ser hijas de un patán. Es más guapa que Svend, que no solo es un príncipe sino que además es feo y huele a moho.

Agatónico, cómo no, se deja hacer mimos. Por lo menos no es el Dehllina esta vez, me digo a mí misma. No quiero que mi niño haga amistades poco recomendables. Pero ella sí parece totalmente recomendable. Una guerrera y una amiga de la revolución.

-¿Disfrutando del aire fresco?- pregunto, intentando entablar connversación.

Asiente con suavidad, ampliando ligeramente la sonrisa hacia la izquierda.

-Ya lo creo, tesoro -responde, con su habitual tono suave, como un arrullo-. Aunque es mejor no confiarse, ¿sabes, amor? Ha habido demasiados problemas últimamente para eso... Bueno, supongo que ya lo sabes.

El mecña se deja hacer, buscando más caricias, y la chrysos lo complace con gusto, dejando ir incluso sobre él una pequeñísima descarga eléctrica, que se esparce por el cuerpo del animal dándole una agradable sensación de relajación y tranquilidad. Sin embargo, sus clarísimos ojos siguen fijos en la morena.

-Dime, querida, ¿qué te trajo a Brontë? -pregunta, ladeando ligeramente la cabeza, y un rizo se cuelga desde su hombro, llegando casi sobre el pecho.

Sin pretenderlo pongo mala cara. Es muy agradable y mi corazón de revolucionaria me dice que está conmigo, pero... ¿hasta qué punto es comprometer mi cometido aquí revelarle detalles?

-Yo...- acaricio distraída a Agatónico yo también-. Yo tengo una misión aquí. Bastante secreta, ¿sabes? Soy una de las cabezas de la Revolución de Lumen y me eligieron para... acercarme a un objetivo. Por decirlo de alguna manera. Soy una chica popular, allá en Lumen. Por ahora va lento, pero es mejor asegurarse que dar pasos en falso, ¿no crees?

Si es una chica lista no tendrá mucho problema para atar cabos y suponer cuál es nuestro objetivo. ¡Pero yo no le habré dicho nada sobre el carabismonte de Svend!

Fera escucha y asiente. Algo ha oído ya. Es una chica peculiar, aunque no parece peligrosa, y por el momento ha servido a Brontë. Realmente, resulta tedioso tener que encargarse de atar cabos. Pero, por lo visto, es necesario.

-¿Sabes, amor? Me encanta tener a gente aquí -le dice, con su habitual tono dulce-. Resulta muy gratificante tener invitados. Pero la situación es peligrosa ahora, y por lo visto tengo que asegurarme que mantengo seguros a todos.

Con mimo, la chrysos se hace con el felino, tomándolo entre sus brazos, mientras continúa acariciándolo. El ronroneo del mecña parece ir al ritmo exacto de las caricias.

-No me gustaría que te fueras, querida -asegura, mirándola con tanta fijeza que parece que vaya a entrar en su mente-. Pero, si quieres quedarte y seguir con tu misión, necesito que jures fidelidad a Brontë.

De pronto, parece extrañamente seria y poderosa.

Me quedo helada al escucharla. ¿Jurarle fidelidad a Brontë? ¡Pero si yo solo soy fiel a la Revolución! Algo se comenta por los pasillos, todo el mundo anda revuelto porque se ha muerto no sé quién... ¡Pero también murieron mis compañeros verdes y no juré nada a nadie!

Por otra parte, lo dice tan tranquila que no puede ser una trampa, ¿no? Como simpatizante no puede estar buscando arrancarme de la Única Lucha Verdadera, a la cual me dedico en cuerpo y alma.

- Pero... ¿eso no sería traicionar a mi gente?- dudo. Tengo que quedarme aquí si quiero seguir adelante, pero ser fiel a los nobles... me dan escalofríos de pensarlo.

Fera deja ir una suave risa, divertida. La verdad es que la actitud de la chica es algo confusa, pero ya ha visto cómo actúa habitualmente. No parece muy difícil encaminarla.

-Oh, bueno, cielo, eso depende de a quién consideres tu gente -explica con sencillez, acariciándole esta vez a ella una mejilla con suavidad-. Brontë fue creado para ayudar a aquellos que lo necesitasen, independientemente de su condición. A no ser que tu gente vaya directamente contra Brontë, unirte al ejército no te pone en contra de nadie, ¿no crees?

Con una última caricia, deja al mecña en el suelo, incorporándose de nuevo para estudiar a la claritas, esperando su respuesta.

Me siento perdidísima. No quiero ser esclava de los poderosos, pero lo que dice tiene sentido. Además, en Fulmen no tienen un gobierno horroroso y despótico como en mi país, ¿no? No sería una traición absoluta. Mientras me mantenga en los últimos escalones de mando, sin tener obreros a mis órdenes... Podría funcionar. Debería mandar una carta a mis lugartenietes, de todas formas, disculpándome y explicando que no es más que una forma de reforzar mi coartada aquí.

- Supongo que no...- cojo aire y trato de mostrarme resuelta-. ¿Qué tengo que hacer?

Parece que la chica está dispuesta. Es bueno cuando los chicos ceden con facilidad. Fera, una vez más, roza su mejilla con los dedos, dejando ir hacia ella una agradable corriente de energía. Por lo que parece, ella es la última. Tras esto, todo está en orden.

-Me alegra que pienses así, tesoro -murmura, dulce-. No te preocupes. En realidad lo estabas haciendo bien hasta ahora. Basta con que entrenes para mantenerte en forma y continúes cumpliendo misiones para el palacio. Por lo que sé, ya has hecho alguna, ¿no es así, preciosa? Si mantienes tus formas como lo has hecho y colaboras con Brontë, todo irá mucho mejor. Y, por cierto, mantente alerta. No me gustaría perder a otro de mis invitados, ¿sabes, querida?

Y, tras una última caricia en el hombro, la líder se desvanece del lugar de la misma forma en que llegó.

*Desaparece*

Sigo notado el contacto cuando desaparece. La verdad es que tiene una presencia que se hace notar, sobre todo cuando no está. Suspiro. No sé si he hecho bien, pero no hay vuelta atrás. Ahora sirvo a la casta.

-Vamos, Agatico- se desliza a su hueco preferido para que le lleve, bajo mi camiseta. Si puede evitar andar lo evita, bicho perezoso. Cuando acabemos de cenar mandaré una carta a Lumen. A ver cómo me explico...

*Se va*

*Se queda*

Camino con cara de pocos amigos y aburrido como ninguno con una bandeja del servicio bajo el brazo.
Le veo y sonrío de medio lado hasta quedarme cerca de él.
-Así que te han dejado salir.- Río socarrón, jugando con la bandeja, haciéndola rodar por la barandilla del balcón con cuidado.
- Eso está bien. Aunque supongo que te tendrás que quedar aquí un tiempo.- Chasqueo la lengua. Estoy enfadado. Pero no le conozco de nada para ir contándole mi vida.
¡Pero es que me parece fatal!

-¡Maldita Jillian! - Exploto, dando un fuerte golpe con mi mano de bronce en la barandilla.
Menos mal que no duele.
Rápidamente me recompongo.- Esto... lo siento.- Giro la cabeza, asqueado.- Yo también tengo mis problemas.

Chasqueo la lengua. - Lo siento.- Me disculpo.- Pero es que esa... ¡idiota! tuvo que aparecer justo en este momento y organizar una de sus "cenitas" y ahora tendré que aparecer en público delante de TODOS sirviéndoles y tratándoles de usted. Y lo peor es que estarán todos... Desde Lyam a... Darvenwish.- Me da igual si los conoce o no. Necesito desahogarme.- Voy a ser el hazme reír, la comidilla de los guerreros... - Me paso la mano por la frente.- Ufff... en serio, creo que fingiré una gripe o... algo.- Le explico.- Ni si quiera sé por qué te estoy contando esto.- Río con incredulidad.


-Yo debería estar con mis niños y con mi mujer...- Susurro.
Le veo de reojo. Agobiado.

FDR: Me tomo la libertad de, al ser del servicio, que Alexander sepa que tal día se va a hacer tal cosa porque tendrán que prepararlo. Si hubiese algún inconveniente, que se me avise.

-Deja de decirme lo que no quiero oír.- Le escupo algo molesto.- Maldita sea...

En cuanto me pregunta por mi pasado y cómo llegué a esta situación, dibujo una sonrisa amarga en mi cara.- Lo siento, no puedo contártelo. Te lo contaría, que conste. Pero simplemente no puedo.- Le doy una palmadita en la espalda.- Además, no creo que quieras si quiera saberlo.- Digamos que una vez fui guerrero de Brontë y que por una serie de catastróficos acontecimientos, terminé como sirviente de los mismos.- Explico.

- ¿Y tú qué? ¿has conocido a alguien en estos muros? ¿Estás al tanto de lo que está ocurriendo? Parece que los enemigos de Brontë se mueven. - Me explico.

-Bueno... explosiones, muertes... he regresado hace poco, pero la otra gente del palacio me ha puesto al día. Hubo un ataque bastante potente hace unos meses... unas esporas asesinas o algo así... El Ejército de Brontë se creó con la finalidad de proteger al mundo de los extraños sucesos que han comenzado a ocurrir aproximadamente hace tres años. Algo más.- Le explico.- Y creo que esos a los que nos enfrentamos -enfrentan- - corrijo.- Están moviendo ficha a un nivel bastante rápido. Poco sé más, pero si yo fuese tú, me buscaría la vida para hacerme con un arma y ponerme a cortar cabezas. Quien sabe cuando será el proximo ataque a palacio o cuando te llamarán para una misión. Formar parte del servicio tampoco está nada mal.- Sonrío.- Al menos yo no tengo que preocuparme por todo eso.- Me froto la nariz con chulería.

-Bueno, yo me voy a trabajar. Turno de noche.- Explico.- Ser caeruleus es lo que tiene.- Me despido.


*se va*

*Se va*

El chrysos observaba el paisaje sin interés, apoyado en la barandilla, notando una suave brisa contra la cara. Hacía un calor de perros, un calor horrible, el peor calor de la historia reciente de los días bochornosos, y no tenía ganas de hacer absolutamente nada. Francamente, si fuese sincero consigo mismo, admitiría que era un poco amargado: los días de lluvia tenía quejas; los de calor excesivo, también. En general, podía decirse que tenía una cara larga la mitad de los días del año, siendo generosos. A ese paso, dentro de unos años sería incapaz de disfrutar de un día tranquilo porque hasta la más leve brisa le molestaría. Pero por ahora, por suerte para él, no estaba de mal humor, solo algo aburrido. Aunque pronto cambiaría, seguro. Probablemente cuando no pudiese dormir por culpa del calor. Entonces se le acabaría ese extraño buen humor que tenía ahora mismo.

Suspiró.
Había pensado en acercarse al lago o al río a practicar, ya que tenía el colgante de Alehyss, pero.
Pero.
Todavía faltaba bastante para que se atreviese del todo a ir al río o lago por su cuenta. Un par de días, al menos. Tal vez una semana. Pero lo haría, algún día.

Parpadeó.

*se queda*

Zacharyas se dirigía a las habitaciones, pero una sombra en uno de los balcones había llamado su atención. A causa de la luz, no podía ver fuera, prácticamente. De todos modos, silencioso, callado, se aproximó a ver de quién se trataba. Vaciló un momento, sin internarse directamente en los balcones, observando la espalda del hombre que estaba allí. Alzó la derecha y le apuntó.

-Garves -siseó, muy bajo.

Luego hizo una reverencia muy suave y siguió con su paseo por los pasillos. Y aunque preguntasen, no hubiese sabido explicar el motivo que tenía para hacer aquello. Quizás, simplemente, la idea de que al cegarlo quizás el otro sintiese miedo por un momento le pareció atractiva.

*se va*

El chrysos no se dio cuenta de que tenía a alguien detrás hasta que de pronto dejó de ver. Sorprendido, confuso, incluso tal vez un poco asustado, el chrysos frunció el ceño y llevó la mano a la empuñadura del mandoble, que permaneció pese a todo en su vaina. Aguzó el oído, tratando de escuchar algunos pasos, algo que pudiese decirle el lugar donde estaba el ¿qué? ¿Adversario? ¿Enemigo? ¿Graciosillo? Sinceramente, no entendía muy bien qué estaba pasando, y al notar cómo nadie se acercaba ni intentaba hacer nada su confusión aumentó.

Recuperó la visión pasados unos segundos. Entonces se volvió para observar la entrada a los balcones, esperando ver a aparecer a alguien sin resultados. Frunció el ceño. Tras unos segundos de duda, inquirió, poco convencido:

—¿Ma... Dame?

A lo mejor había sido ella. No sería la primera vez que aparecía para hacer cualquier chorrada y luego irse, como aquella vez en la que le había tirado de la coleta sin venir a cuento.

Ladeó la cabeza, todavía contemplando la puerta, esperando, tal vez, a que alguien apareciese para reírse.
¿Podía haber sido alguien más? Conocía caeruleus, no muchos, pero sí algunos, y no se le ocurría ningún motivo por el que Inger pudiese atacarlo así ni tampoco uno por el que Alexander se iría sin decir alguna gilipollez.

*se queda mirando la puerta x_D*

Mierda de día. Por eso. Porque es DE DÍA. Y lo odio. Si el sol aflojase un poco a lo mejor no odiaba el día. Pero no... El verano ha escuchado las súplicas de todos y ha parado la lluvia. Pero el sol... ¿Quién pidió el sol?

Me asomo a uno de los balcones, de todos modos. Parece que está ocupado. Yo solo quería tomar el aire. Mira que llevo un par de días de buen humor, pero es verlo y ya se me revuelve la sangre un poco.

-Oh, eres tú -gruño, de malos modos, nada más toparme con su cara.

¿Por qué ha venido al balcón a mirar hacia dentro, si se puede saber?