Balcones

El viendo me mece el pelo, cada vez más largo, y me trae el olor a hierba desde los jardines. Me mantengo con el codo apoyado sobre la baranda, la mejilla sobre la palma y una expresión de hastío considerable. Y no es aburrimiento, pese a todo. Estoy algo estresada, y un poco cansada.
Estoy cansada de esperar... Y estoy segura de que exigir solo me traería problemas. Soy yo la que tiene que ponerse en marcha primero, por desgracia...

Cierro los ojos un instante. También hay otra persona a la que tengo que ver.

-Fera Twinkle -llamo, con los párpados sellados, todavía.

Silencio. Ni siquiera respiro. Tengo la piel de gallina, de pronto. Trago saliva un momento y abro los ojos, finalmente. Se me escapa una sonrisa, y bajo la cabeza.
Por lo menos tengo claro que no es así como se los hace aparecer. No es así como debo llamarla... Quizás incluso esté en algún lugar, sonriéndose, divirtiéndose con mi intento. O quizás se encuentre ocupada, nada más. También es probable que no sean capaces de aparecer sin más: si escuchan todo lo que uno dice el concepto intimidad se vería demasiado reducido para mi gusto.

*se queda*

Me vuelvo hacia la voz, enarcando las cejas, seria. Se me hace extraño ver que sigue por aquí, aunque me la he cruzado algunas veces en los dormitorios. Es una chica tranquila.
La examino unos segundos, completamente callada, como si no hubiese escuchado lo que ha dicho, su saludo. Espero que no haya presenciado el momento de la invocación fallida, porque llega a resultar ridículo. Por suerte para mí, no es una concepción que tenga muy presente, la de la vergüenza; no con una desconocida como ella.

-Buenas noches -respondo, finalmente, con un leve gesto de cabeza-. Tranquila.

Me arreglo el flequillo con un gesto rápido, calmada. Desde luego, resulta educada. Demasiado, considero. Es excesivo para mi gusto. Y no parece una persona que haya luchado demasiado. De hecho, no parece haber luchado nunca. Aunque las apariencias pueden llegar a engañar, y eso no lo descarto.

-Alehyss Lester -confirmo, con un asentimiento seco-. Anna Hélix -añado luego. No es una pregunta. Solo la informo de que lo recuerdo-. No he hablado contigo desde que llegaste. ¿Ya te has acostumbrado un poco a esto? -inquiero, ladeando muy suavemente la cabeza, serena.

Todo resulta perfecto. Qué maravilla. Casi me siento como si estuviese en algún tipo de hotel, dicho así. Desde luego, como gratis, y no mal, y la bañera de este sitio podría contener bastantes de las de mi casa, pero no pienso en eso cuando pienso en Brontë. Aunque supongo que es la respuesta normal a mi pregunta, teniendo en cuenta lo tranquilas que están las cosas últimamente.

-¿Has entrenado? -inquiero, más seca de lo que pretendo, mirándola fijamente.

Su mirada no me pasa desapercibida. Me siento estudiada, aunque no sé muy bien con qué fin.

-Estoy bien. Demasiada calma para mi gusto. Cuando todo está tan tranquilo solo puede empeorar -murmuro, lanzando una breve mirada a los jardines, sin perder a la chica de vista.

Me mantengo igual de seria, aunque me siento un poco triunfal. No por ella, sino por el hecho de haber acertado. No es algo de lo que enorgullecerse, sería mejor para todos que se pasase tres horas diarias en la sala de entrenamiento y otras tantas practicando por el bosque, pero la satisfacción de tener buen ojo no es menos.

-Hace unos meses hubo un ataque en el que murió mucha gente -informo, completamente seria. No estoy enfadada, tampoco. Solo quiero que sepa la verdad. No parece el tipo de persona que se haya planteado eso antes de venir-. El entrenamiento es nuestro trabajo y es importante, nada más.

Echo un vistazo al cielo, relajada, pensativa. Su comentario final sí que me arranca una sonrisa suave, sin embargo, y me hace mirarla con cierto aire burlón por un momento.

-No es pesimismo, sino realismo. Si todo sigue así por siempre será magnífico, pero si pasa algo, créeme, no será algo bueno-. No estamos aquí para que pasen cosas buenas, al fin y al cabo. Me estiro discretamente, no en exceso-. Se me ha hecho tarde. Me gustaría entrenar contigo alguna vez, si hay ocasión. Hasta entonces, buenas suerte, Anna Hélix -me despido, con un gesto de cabeza.

No digo más y abandono los balcones. Quizás me he excedido.

*se va*

Una silueta, mientras paso por los balcones, llama mi atención y, tras mirar un par de veces a los lados, me interno en el exterior. Me exteriorizo. Bueno, no sé. Porque esta silueta es... Es...

-Eres la ninja -comento, con las manos en la nuca, poniéndome a su lado y clavando los ojos en el infinito, muy intensa. Tras un par de segundos contados para hacerlo todo más intenso todavía, me vuelvo para mirarla-. Buenas noches. ¿También tú te torturas?

Esbozo una sonrisa, para mí. Esa es la expresión que Buscador ya comprende, pero no sé si ella es como él, y no sabe nada de nosotros, o si tiene un vocabulario normal y entiende nuestra forma de comportarnos.
No tengo claro si Massen ya ha hablado con Buscador, y si Buscador ha hablado ya con esta chica tan rara, pero es un buen momento para enterarse.

Claro que lo es. ¿Se ha visto? Si pusiésemos a Buscador y a esta mujer en medio de una multitud, sabría señalarlos con los ojos cerrados en el más luminoso día. Así de cantosos son los dos.
Bueno...

-Buscaba un poco de aire fresco -indico, haciendo una seña hacia la barandilla, al exterior-. Y he oído bastante sobre ti, como para no interesarme.

La miro fijamente, de arriba abajo. Sí que es alta, la verdad, eh... Por favor... No las hacen como ella en mi familia, que yo tampoco es que sea ninguna excepción.

Cuando hace su pregunta no puedo evitar una risilla maliciosa. A ese juego también sé jugar yo, bonita. No te creas que soy una desinformada.

-¿Te burlas de mí? -inquiero, sacando algo de pecho-. Ya me sé eso del nombre. Ahora te lo digo y seré una estúpida por darte mi único punto débil, o algo así. No, gracias. Puedes llamarme El Filo Asesino -le digo, con tono desafiante, haciendo un gesto a la katana que llevo a la espalda con la barbilla. ¿No es acaso una verdad como un templo?-. ¿Y si el otro es el que busca, qué eres tú? -inquiero yo, a cambio, curiosa.

-¿Qué has oído? Nadie puede oírme, por lo que nadie puede oír a alguien hablar de mi. Eso no me gusta. - Corto sincera.- Dime quien y le haré olvidarse de mi.

Me quedo en silencio, algo aturdida. Me rasco la cabeza para luego acuclillarme delante de ella y verle más detenidamente a los ojos. Entonces pongo una mano sobre su cabeza.- Puede que en vuestro mundo los padres sean seres ignorantes que les ponen nombres a sus hijos, pero dudo que ninguno haya sido tan irresponsable como para ponerte un nombre tan feo.- Comento con la más absoluta sinceridad.- Lo siento, de verdad. La muerte dará pronto contigo.

-Yo soy la que encuentra. Finder, la ninja.- Digo sin más, reincorporándome y subiendo de un salto a la barandilla del balcón, agarrada con manos y piernas, como un gato.

Giro la cabeza.- Qué rara eres.

Me encojo de hombros, con una sonrisa burlona. la verdad es que hasta resultan divertidos, los de esta tribu. ¿Y de verdad hay más así? Me gustaría ver a una familia de ellos comiendo juntos. Eso tiene que ser la hostia. "Compañero, pásame los granitos blancos para la comida." Vaya raros...

-Se escuchan cosas por aquí... Tampoco demasiado, no te creas. Solo me comentarion que había otra ninja por aquí. Y, bueno, te vi hace mucho, de pasada. No sé si lo recuerdas -. Me llevo las manos a la nuca, con tranquilidad, y la miro de reojo. Arrigo enseguida la nariz, sin embargo, algo contrariada, al sentir su mano en mi cabeza, y la miro fijamente. ¡¿No ha entendido que ese no es mi nombre?! Es un nombre falso. ¡Un nombre falso! Y fea lo será ella, joder-. La muerte no dará conmigo porque ese no es mi nombre de verdad -respondo, arrugando un poco el ceño-. No sé qué os pasa con la muerte, que parece que nos la deseéis a todos -mascullo, un poco más bajo, rascándome las costillas bajo la ropa con la diestra.

La que encuentra, Finder, la ninja... No puedo evitar cruzarme de brazos y menear la cabeza con un bufido burlón. No me lo puedo creer. Pues pobre Buscador. Busque lo que busque, parece que lo va a encontrar ella todo, eh.
Qué chistosa soy...

-¿Y qué encuentras? -inquiero, curiosa y divertida al mismo tiempo.

Sorpréndeme. "Mi destino". Por favor...
Que bueno. A lo mejor encuentra cosas. Yo perdí una camisa hace un par de meses...

Dejo ir una risa, esta vez más suave, y relajo un poco la postura.

-Todos somos algo raros por aquí, aunque no eres la más indicada para decirlo, ¿no crees? Aunque supongo que te parezco distinta porque estoy acostumbrada a tratar con tu tribu. Soy amiga del que busca -explico, con gesto solemne.

Que, ahora que lo pienso, no sé yo si al hablar con esta estaré haciéndole un feo a Massen, yo... Hostia... No lo había pensado. Solo sentía curiosidad por la otra tipa rara de la máscara...
Será que me aburro mucho, claro. Debería entrenar más y perder menos el tiempo.

-No me mientas entonces.- Dijo con voz neutra.- Las mentiras te alejan del destino.

- Si la muerte está entretenida matándoos a los nombrados, será más fácil para mi sobrevivir.- Explico con calma.

-Mi destino.- Digo sin más. - Mi destino es el que busca. El que no cesa de buscar al suyo. Tengo que encontrar a aquel que no se encuentra y que sólo busca.

-Si conoces al que busca, entonces estás más cerca que yo de él. Yo le conozco poco. Eso te convierte en mi rival. Debes desnudarte la próxima vez que le veas. Si te considera una hembra capaz, seremos enemigas. Sino, podremos ser amigas. Hasta entonces, no debo mantener más relación contigo. Adiós, Filo Asesino.


*salta por el balcón*

Me encojo de hombros, con una sonrisa socarrona

-Quizás mi destino sea mentir. ¿No lo has pensado? -inquiero, divertida.

Bueno, Fifi, basta de bromas. Que a estos les cuesta un poco. Ya les cuesta a los otros, como para ponérselo difícil. Pero es que es tan jodidamente tentador y sencillo...

Lo siguiente tiene su sentido. Nos usan de carnaza para vivir. Pero serán cabrones. A este ritmo, de verdad no voy a volver a darle mi nombre a nadie. Que la muerte igual no me encuentra, pero a ver si ahora me van a venir los maridos cornudos de las que se van tirando estos dos por el mundo en adelante porque los remiten a Fifi. Sí bueno.

"Mi destino". Por favor, que alguien me de un aplauso.
De modo que su destino es Buscador. Claro, dicho así, justificado con una estúpida tradición milenaria, hasta irá y le encontrará sentido.

-Que difícil lo hacéis todo -murmuro, meneando la cabeza de un lado a otro, con cierta resignación.

Y entonces llega una palabrería que...
¿Por qué? ¿Por qué, Mithos?

Enarco una ceja, escéptica.

-Mira, yo no sigo vuestra tradición loca de follar durante tres lunas y no sé qué más. A mí no me metas en... -. Empiezo a hablar, pero parece que tiene prisa por largarse, la tía. Me apoyo sobre la baranda, asomándome para seguirla con la mirada-. ¡Es EL Filo Asesino! -exclamo, frunciendo el ceño, pero ya la he perdido.

Lo que me faltaba. Están todos locos. Todos locos.

-Tú sí que te desnudas... -mascullo, volviendo dentro, con las manos en los bolsillos.

*se va*

Ya estaba lista. Iba a hacerlo. Tenía su alfanje, despues de todo. Aquella alfanje. Era su momento y podía hacerlo. No sería la primera vez, en cierto modo. Solo sería diferente. Más... legal. Todo estaba en orden.

Pero no llegó siquiera a entrar. En los pasillos, la luz se había encendido ampliamente, cegándola un tanto. Los diurnos no solían estar por ahí a aquellas horas, eso desde luego. ¿No iban a dormir? ¿No era su hora de sueño? La hora de Ben, la hora a la que ella tenía total libertad sin apenas vigilancia. ¿Quién había cambiado los turnos sin decírselo?

Sigilosamente, abrió la puerta de los balcones y se apoyó disimuladamente junto a la puerta. No tenía por qué intervenir. Llegaría con escuchar. No había hecho nada, así que nadie tenía por qué acusarla. Aquel revuelo no era por ella. Estaba a salvo.

*Se queda*

Recorrer los pasillos no me ayuda a calmarme. Está todo lleno se ruido, de gente nerviosa, de... Es terrible. Me siento tan fuera de lugar, con este temblor de piernas... Soy tan débil.
Percibo una silueta en uno de los balcones y me asomo a ver. Es Ben, la caeruleus. Parece que está viva. Aunque sea un alivio, no termino de sentirme calmado por completo.
Me acerco a ella, ya quitándome el amuleto, poniéndoselo en torno al cuello sin preguntas.

-¿Has visto a Lluvia o a Massen? -inquiero, mirándola con los ojos muy abiertos, húmedos, tenso.

Por favor... Mithos...
No. Tranquilo. No.

Ben se vio asediada de pronto por el señoritingo, que parecía tremendamente asustado. En aquellas condiciones, resultaba difícil mantener el aire despreocupado que tanto le gustaba transmitir. Su pregunta la dejó sin saber qué hacer.

No sabía quién sería aquella tal Lluvia, pero sí sabía muy bien quién era Massen. Y, por lo visto, una de las personas envueltas en el incidente era piscis, así que no era descartable que... Tragó saliva. Pero no era agradable pensar aquello, y desde luego, no pensaba decírselo al pobre señorito.

-Ey, ey, relaja -pidió, tratando de sonar tranquila y alegre. Sabía cómo. Sabía cómo-. Por que te pongas a temblar como un flan esas dos no van a aparecer... Échale arrojo, hombre -. ¿Y qué más? Decir aquello no parecía suficiente-. Esto... A ver, no me he enterado muy bien de qué ha pasado exactamente, ni sé quién es Lluvia, pero buscaremos a tus novias, ¿eh? Tú con calma, que es como salen bien las cosas.

Y, a base de palmaditas y comentarios de aquel tipo, lo empujó hacia el pasillo. Quería enterarse del asunto, pero con semejante elemento a su lado, casi era mejor alejarse de las fuentes de información. Lo ideal sería ir a las habitaciones. No sabía la Lluvia aquella, pero Massen era claramente diurna.

*Entran en los pasillos, en dirección a las habitaciones*

A pesar de la hora que era, hacía tiempo que me había despertado. Había empezado a entrenar con la chrysos, Anna, así que eso suponía que mis horarios tenían que cambiar para adaptarse un poco a los suyos. Aquello era, sin duda, lo que más me estaba costando: aunque llevaba años en Brontë, mi horario apenas había cambiado, y seguía prácticamente igual al que tenía en Caligo: seguía despertándome muy tarde, ya bastante entrada la noche, y me seguía acostando cuando algunos miembros del servicio comenzaban a despertarse. No había hecho muchos esfuerzos en cambiarlo, pues lo consideraba innecesario, pero ahora, con una compañera de alguna forma a mi cargo, sentía que debía adaptarme al horario de Fulmen, por complicado que fuese.

Al pasar por delante de los balcones, decidí salir un segundo. Ya me había acostumbrado un poco a la luz, porque llevaba horas despierta, así que el sol no me molestaba demasiado; seguía sin poder ver con total claridad, pero al menos, era capaz de distinguir sin muchos esfuerzos las figuras. Sonreí. El día era apacible: el cielo estaba despejado, y el tiempo, a pesar de cálido, no resultaba sofocante, sino simplemente agradable.

*se queda*

Salí a los balcones después de irme del comedor. Tenía la cara algo enrojecida y no había podido evitar que se me cayeran algunas lágrimas. Tampoco importaba mucho; el frío nocturno me despejaría, y total, iba a estar sola.

O eso creía, porque nada más abrir la puerta del balcón, según salía al otro lado, vi una figura allí asomada. Pues vaya puntería. Rápidamente, me sequé las lágrimas y la nariz con la manga y me esforcé por dar un aspecto agradable.

-Anda, hora -saludé. Tardé un momento en reconocerla, pero parecía Inger, la caeruleus. Hacía tanto que no la veía, que...- No esperaba encontrar a nadie. No... coincidimos mucho...

Si solo hubiera mirado fuera antes de abrir la puerta... Pero, ¿quién lo hubiera pensado?

FdR.: Sí, vine directa a postear aquí y me encontré el post de Inger XDD

Ya había pensado irme a dentro cuando escuché una voz familiar a mis espaldas. Sorprendida, alcé las cejas y me giré, topándome entonces con Massen Dew, que acababa de llegar. En un primer momento, no supe qué decirle: hacía muchísimo que no la veía, y ya había supuesto que nadie iba a aparecer, porque era bastante tarde para todos los que no fueran caeruleus. No obstante, tras la sorpresa inicial, pronto esbocé una sonrisa, amable.

—Hola. Menuda sorpresa. —Me acerqué a ella—. Cuánto tiempo sin vernos. ¿Cómo estás?

Estaba mucho más mayor, me fijé. Parecía más adulta, aunque siguiese siendo una niña. Seguro que también era mucho más fuerte.

fdr. lololol pues yo iba a sacarla después de terminar el capítulo de korra xDDDDDDD

Sabía que me sentiría mal si le resultaba desagradable, así que hice mi mejor esfuerzo por tragarme el nudo de la garganta y afianzar la sonrisa. Carraspeé e hice un gesto con la mano, dándome con ello tiempo a pensar en qué decir.

¿Pensar en qué decir? Ni que fuera a darle una conferencia, Mithos.

-¡Bien! -exclamé, con un tono tan animado que me dolió en los oídos. Por qué-. Bueno, dando un paseo nocturno. No se puede... eh... bajar la guardia en ningún momento, ¿eh?

O a lo mejor sí iba a darle una conferencia. ¿En serio eso era lo mejor que se me había ocurrido decir? Guardé silencio.

-¿Y tú? -pregunté de sopetón, al darme cuenta de que no lo había hecho.

Esbocé una corta sonrisa. Con todo lo que había pasado, ninguno podía bajar la guardia; no sabíamos cómo habían muerto aquellas chicas, quién había hecho aquello... Y hasta que no se resolviese, parecía natural que todos estuviésemos nerviosos, apagados. Yo misma lo estaba, aunque me esforzaba por no parecer preocupada.

—No, no se puede —respondí. Ensanché la sonrisa—. Pero creo que es un poco tarde para dar un paseo nocturno, al menos para vosotros...

Eché un rápido vistazo al cielo. Era ya bastante tarde; yo incluso me notaba algo cansada, pero no por la hora, sino porque hoy me había despertado algo más temprano que de costumbre. Me pregunté cómo debería sentirse ella, pero no lo pregunté. De todas formas, si la piscis estaba paseando, no podía estar tan cansada.

—Yo estoy bien. Algo cansada, porque me he despertado inusualmente temprano, pero bien. —Me encogí de hombros—. Normal.

Me encogí de hombros. No tenía nada de sueño. Ni un atisbo.

-Sí, la verdad es que estoy agotada -murmuré, manteniendo la sonrisa. ¿Pero por qué hacía eso?

Asentí. Tragué saliva.

-Me alegro -murmuré-. Bueno, supongo que entonces habrás aprovechado el día. No me gusta madrugar, pero esa me parece la principal ventaja.

Me froté ligeramente el brazo con la mano, sintiéndome algo tensa.

-En fin, creo que... ya he tomado el aire suficiente. Buenas noches. ¡Me alegra haberte visto!

Sí, eso quedaba genial, irse así, como escapando de ella. Contuve un suspiro. Desde luego, me estaba luciendo por momentos.

De nuevo en el pasillo, eché a andar a las habitaciones, con la mirada clavada en el suelo.

*Se va XD*