Balcones

Negó suavemente, esbozando una amplia sonrisa.

—Dos y medio así, a ojo. Tal vez me quedé corto. —La miró. Frunció un poco el ceño, asintiendo, fingiendo solemnidad—. Y sí. El tamaño no importa, sino cómo te mueves, y ese tío. —Negó de nuevo—. No, eh. Mal del todo.

Suspiró, manteniendo la sonrisa, y luego ladeó la cabeza, sin dejar de mirarla. Al escuchar su siguiente pregunta, se encogió de hombros. Bueno. Había mejorado nadando, eso era innegable, pero seguía siendo un torpe absoluto dentro del agua.

—Bueno. Voy mejorando. —Torció una sonrisa—. Estos días ha llovido bastante, pero he ido un poco, cuando las lluvias no eran tan horribles y tal. Antes solo iba cuando no llovía, que era bastante más tiempo que ahora, pero supongo que es lo mínimo que puedo hacer.

La miró.

Ladeo la cabeza con una sonrisa tranquila. Creo que llego a amagar una risa, aunque no llega a serlo. O sí, solo que no es una carcajada.

-No sabía manejarse. Muy grande suele ser también muy aparatoso. Por mucho que imponga... Debió de sentirse decepcionado.

Los dobles sentidos siempre han conseguido hacerme gracia. Es terrible pensar que en el fondo tengo un gusto por el humor tan tonto. Aunque, de todas formas, mi relación con el humor tampoco es muy estrecha.

-Espero que no pierdas la práctica durante el invierno. Supongo que no es una fecha muy buena para practicar. O sí-. Me encojo de hombros, asomándome un momento para contemplar los jardines-. Quizás todo se inunde y sea necesario.

Giro la cabeza hacia él.
Evidentemente, es broma.

Lyam asintió varias veces. Había cruzado los brazos y su expresión fingía una seriedad que en el fondo no tenía.

—Por su cara, lo parecía. —La miró—. Pero es normal, quiero decir, todo lo que hizo estaba mal y, mithos, no. Mentiría si dijese que yo no me sentí decepcionado. Vamos, sueles esperar más cosas de los que son así, aunque sea por todo lo que suele decir la gente de ellos.

Le sonrió. Al escuchar su siguiente comentario, volvió a asentir, fingiendo de nuevo aquella seriedad.

—Lo único que puede salvarme de esa inundación es practicar, así que tendré que seguir con ello. —Ladeó la cabeza, sin apartar la mirada de ella. Ensanchó la sonrisa—. Luego me moveré como un piscis en el agua, ya verás.

De nuevo, me permito reír un momento. Estoy segura de que en otro momento esto no me hubiese resultado tan gracioso, por otra parte. Supongo que mi humor de hoy podría considerarse como especial.

-Estoy segura de que te las habías visto con algunos más grandes, incluso, pero mucho más satisfactorios. ¿Me equivoco acaso? -inquiero, con una sonrisa divertida.

Es otro tipo de lucha. A ver quién es capaz de tergiversar más. O a ver quién se aburre primero. Lo que pase antes.
Asiento también a la conversación sobre el agua.

-Estoy segura. ¿También te saldrán las membranas esas de las orejas? -pregunto, con tono de duda científica.

Me siento como si hubiese bebido algo. Es extraño.
Esto no es serio.

Lyam se encogió de hombros y sonrió, fingiendo esta vez timidez, y bajó la vista al suelo, llevándose una mano a la nuca, moviendo la cabeza de un lado a otro sin apartar la mano.

—Bueno... Hubo algunos, sí, hace tiempo. —La miró a ella—. Me hicieron bastante más daño que este, pero mentiría si dijese que al final no acabaron siendo más satisfactorios.

Parpadeó. Al escuchar la segunda pregunta de Alehyss, el chrysos frunció el ceño, fingiendo de nuevo seriedad. Se miró las manos un instante, como si estuviese tratando de imaginarse las membras, antes de responder:

—Membranas... Supongo que es más que posible.—La miró—. Aunque no sé cómo me quedarían, la verdad. —Se llevó una mano a la oreja derecha, palpándola, como si la estuviese examinando sin verla—. ¿Y si me están empezando a salir? ¿Tú qué crees?

Aprieto los labios un momento. Termino por apartar la cara de él, ocultándola con un decoroso giro, y me convulsiono un par de veces, conteniendo la risa.
La risa...
Hacía mucho que no me reía. Aunque el hecho de que sea por una chorrada como esta resulta preocupante. ¿Tanto me he relajado?

Cuando vuelvo a mirarlo me muestro muy seria.

-Espero que no te destrozasen. Ya me entiendes-. Tengo que rectificar un poco la expresión para evitar una sonrisa, tensando los labios un momento. Necesito ser muy estoica-. Que no hiciese falta coser.

Vale. Creo que ya es suficiente. No podré seguir con esta conversación y quererme a mí misma si no tengo algún tipo de sustancia estimulante en la que escudarme después.

Alzo las cejas al hablar de membranas. Arrugo levemente el ceño.

-Creo que te favorecerían. Estoy segura... -. Asiento, inclinándome un poco hacia él, haciendo amago de revisar su oreja, llegando a encender algo más los ojos-. Aunque no lo veo claro -declaro, recuperando mi postura-. Habrá que esperar a ver.

FdR- Capón a Ale para que se serene, por favor

El chrysos esbozó una amplia sonrisa cuando vio la reacción de Alehyss, pero no dijo nada. En su lugar, se limitó a cruzarse de brazos y a bajar un segundo la cabeza, conteniendo él su propia risa. Cuando volvió a mirar a Alehyss, ella todavía no lo miraba, pero él no apartó la mirada, y cuando finalmente ella se volvió hacia él, Lyam frunció un poco el ceño, fingiendo de nuevo seriedad, aunque, esta vez, con una diminuta curvatura en los labios que delataba a la sonrisa que se estaba esforzando por esconder.

—Oh, no. Nunca llegó a tanto, pero a veces tenían que ayudarme para caminar hasta casa. —Asintió—. Me costaba mucho dar un par de pasos, ya sabes, el dolor y tal.

Alzó las cejas un segundo. Cuando ella se inclinó hacia él, él mismo se acercó un poco a ella, como si quisiese facilitarle la revisión. Sonrió.

—¿No ves nada entonces? ¿Segura? —La miró—. Cómo mañana me despierte con ellas no dejaré que las toques, Alehyss, que lo sepas.

Asintió, serio, muy serio, aunque en el fondo estaba tan poco serio como ella.

Me llevo el índice y el pulgar al tabique nasal un momento, como si lo que me dijese me resultase muy grave, difícil de creer. Evidentemente, solo es un medio más de ocultar una sonrisa que se me antoja un tanto tonta.

-Lyam, por favor... -consigo decir, muy seria, tras un par de segundos-. Tuvo que ser espantoso. Aunque supongo que es cosa de acostumbrarse. No lo sé. Tú pareces...-. Inspiro para serenarme. Que no es para tanto. No tengo quince años- el experto.

Venga, ya está...

-Creo que viviré con ello. A vetar tocamientos sabe jugar todo el mundo -respondo, airada, volviendo el rostro hacia el exterior.

Resoplo, divertida, y me apoyo en la baranda de nuevo, con una sonrisa relajada. Contemplo la lluvia como si no lo hubiese hecho ya varias veces hace poco.
Supongo que ya no tengo claro si el haber ido a casa me ha sentado bien o si la cena llevaba algún componente innecesario.

Lyam asintió varias veces, cargado de falsa solemnidad, sin mirar entonces a Alehyss, sino a la puerta que daba a los balcones, como si estuviese recordando algo lejano.

—Así es. Lo fue. —La miró, serio—. Al principio fue muy duro. Yo era joven y no sabía qué hacer, y por algún motivo siempre las buscaba, pero al final... —Esbozó una pequeña sonrisa, apenas curvando los labios, fingiendo cierto orgullo—. Al final aprendí, descubrí qué tenía que hacer y, bueno. Mejoré. Aún practico para convertirme en un auténtico experto.

La miró fijamente, serio. Luego, al escuchar su segundo comentario, alzó las cejas, sorprendido. Se acercó a ella.

—¿Eso qué significa? —inquirió, fingiendo esta vez preocupación. Tras un segundo de duda, la rodeó con un brazo, ladeando un poco la cabeza—. ¿Me estás vetando?

Sonrió.

Me encojo de hombros, sin ocultar ya una pequeña sonrisa, mordaz.

-Si no hubiese sido duro supongo que no hubiese dolido -comento, con sencillez-. Estoy segura de que te has vuelto muy destacable. Mira, hoy mismo has dado una lección de ello.

Su preocupación, o su fingimiento de ella al menos, me hace cambiar un tanto la sonrisa divertida. Termina siendo más firme, menos "contenta", más como un desafío.
Sigo el brazo que extiende con la mirada, como evaluando el gesto. Luego paso a ascender a su rostro, a mirarlo a él.

-Bueno, he mencionado la posibilidad, sí -acepto, con tono tranquilo y un asentimiento leve.

Asintió, fingiendo orgullo.

—Eso es cierto. —Sonrió—. Le he dado una buena lección.

Aquello era cierto. Y esta vez ya no había dobles sentidos de por medio, o al menos él no los buscaba. La pequeña sonrisa que había esbozado se volvió quizá algo desafiante al ver la propia sonrisa de Alehyss. Alzó el mentón entonces, ensanchando primero la curvatura y luego torciéndola, elevando la comisura derecha.
Se inclinó hacia ella, hacia su rostro, acercándose un poco. Ladeó la cabeza ligeramente.

—Oh, bueno. Está bien. Viviré con ello.

Supongo que ahí es donde esta conversación cierra su ciclo. Tengo esa sensación de que todo lo que pueda aportar a partir de ahora sería volver innecesariamente a lo mismo, a repetir los mismos chistes, por lo que lo doy por finalizado. Se le ha sacado suficiente partido, creo.
Ya está.

Lo veo acercarse con la misma sonrisa tranquila en los labios. No hago amago de moverme hasta que habla, momento en el que me retiro ligeramente, arqueando la ceja derecha al mismo tiempo.

-No pareces saber lo que significa la palabra veto -comento, entretenida.

Bueno. Supongo que ceder un día no va a convertir esto en el fin del mundo.
Admito que hoy me siento como una chica fácil. Es un término con el que nunca he sabido cómo de identificada sentirme, la verdad.

Tras el breve retroceso alzo la diestra hacia su capa, a la que doy un tirón firme, yendo yo misma a buscar su boca por una vez, sin demasiados rodeos. Es un gesto violento, de alguna forma, o quizás, más bien, agresivo. Tiro de él hacia mí, mientras tanto, llevando por completo el control de los movimientos, y luego lo detengo, presionando esta vez en vez de tirar, apartándome yo misma lo suficiente como para hablar.

-Vamos a por tus cosas -propongo, retomando una sonrisa con cierto desafío-. Aquí fuera no hay mucho que ver.

Ensanchó la sonrisa, alzando un segundo las cejas, y encogiéndose brevemente de hombros. Cuando ella se alejó, él bajó el brazo, tranquilo.

—Nunca he sido muy listo, ya sabes.

La miró fijamente, sonriendo. Y cuando ella tiró de él, no opuso resistencia, y siguió el gesto de la muchacha con la misma agresividad que ella, dejándose llevar, acercándose a ella, llevando sus propias manos a la cadera de la muchacha, agarrándola con firmeza pese a todo. Cuando la chica se separó, y aun a pesar de la presión, él no apartó las manos, y la miró, serio.

—Mis cosas pueden esperar —murmuró, acercándose a ella, buscando su cuello.

Porque podían esperar.
Ahora no quería la ropa.
No quería ninguna ropa, de hecho.
No encima, al menos.

El primer paso es admitirlo Lyam.
Aunque tengo ganas de decirlo en voz alta supongo que no es el momento más adecuado. Podría decirse que las bromas han tomado otro rumbo ahora mismo.

Entrecierro los ojos un momento cuando se acerca a mi cuello, como planteándome su propuesta. Termino por dejar ir un amago de risa, concediendo.
Diría que no es una propuesta que extrañe en un momento como este. Lo acepto.

-De todas formas la lluvia es un incordio -digo, sin más, arrastrándolo conmigo dentro de Palacio.

Supongo que no habrá problema con que se las de mañana por la mañana, por ejemplo.

*se van*

Aunque el tiempo era cada vez más frío, parecía que mi resfriado no iba a prolongarse mucho más. De todas formas, por el momento había decidido no tentar a la suerte. Y, aunque salir fuera era tentador, me limitaba a pasear por los pasillos, observando el exterior por las ventanas. Llovía. Tenía muchas ganas de volver a ir a las termas en un día de lluvia así, tan frío. El contraste del agua caldeada con el aire helado siempre me había parecido tremendamente agradable. Aunque por el momento mis planes debían esperar.

Ya estaba a punto de dar por finalizado mi paseo, dispuesta a aprovechar un poco el tiempo antes de cenar, cuando un movimiento en uno de los balcones llamó mi atención. Llegué a alzar las cejas, algo sorprendida. Tanto podía pasarme meses sin verlo como encontrármelo dos veces en una semana. Desde luego que Follow era imprevisible.

Una parte de mí quiso dar media vuelta y alejarse, pero por suerte tenía el suficiente control sobre mí misma para evitarlo. Las oportunidades de ver a Follow siempre eran inciertas, y si no hablaba nunca con él no iba a dejar de sentir aquella incomodidad al verlo. Así que me acerqué al balcón y abrí la puerta, aunque sin llegar a salir fuera.

-Hola -saludé-. Sí que está caprichoso el destino.

-Djosseh -murmuré en respuesta, más para mí que para él.

Aunque se acercó, no cruzó la puerta. Me sentía un tanto extraña hablando con aquello de por medio, pero lo dejé estar. No tenía muy claro si no quería entrar porque prefería la lluvia, si tenía miedo de invadir mi espacio o algo así o si sencillamente se había quedado allí sin ningún motivo particular. Con Follow era difícil saberlo.

Asentí.

-Yo también me alegro -respondí-. Había llegado a pensar que era imposible, pero parece que no. Ya te dije que me gustaría seguir hablando contigo. ¿Has estado fuera estos meses?

Realmente, aquel había sido un enorme problema, quizás el mayor, entre nosotros. No dejaba de hacerse extraño. Ya habían pasado meses, pero al verlo me daba cuenta de que todavía no me había acostumbrado del todo a la idea. Era difícil saber cómo comportarme más allá de las primeras formalidades.

Negué con suavidad.

-Tú no me molestas, Follow -expliqué. Luego callé un momento-. Bueno -rectifiqué finalmente-, quiero decir que si alguna vez me molestaras te lo diría yo, pero no debes darlo por hecho.

Su respuesta me sorprendió un poco. Follow siempre hablaba de entrenar. Era extraño que no lo aplicase.

-¿No vas a misiones? -pregunté.

Aunque, por lo visto, tenía otra clase de problemas de los que preocuparse. Resultaba tierno oírlo explicar sus esfuerzos. Sí se había adaptado un poco, aunque no lo pareciera.

-Yo también estoy más cómoda fuera -coincidí-. Pero he estado enferma, así que es mejor que no salga por ahora. Pasará pronto, por suerte.

Su forma de hablar, tan directa, llegaba a hacerme sentir incómoda. Pero era evidente que no lo entendía, así que haría mejor en explicárselo que en rechazarlo.

-Dejé de estar contigo porque no nos entendíamos lo suficiente -murmuré, llegando a sentirme culpable por hablar de ese tema-. Hay cosas que haces o dices que me molestan, pero es algo que le pasa a todo el mundo con todo el mundo. Seguro que a ti también te pasa conmigo. No significa que no puedas acercarte...

Lo escuché y asentí. Bueno, no era exactamente para lo que nos querían aquí, pero después de todo lo que había pasado en el palacio, tenía sentido que actuara de aquella forma. Era cierto que no estaba demás tener una guardia fija en el palacio, aunque nadie hubiera mencionado el tema. Defender nuestra base se había convertido en una tarea importante en los últimos meses.

Llegué a enrojecer ligeramente al sentir su contacto con mi frente, que se me hacía extraño, como si me provocara un hormigueo allí donde apoyaba la mano. Seguí, sin embargo, actuando con naturalidad.

-Ya ha pasado lo más fuerte -expliqué-. Solo estoy esperando dentro hasta asegurarme de que no vuelve a empeorar. Pronto estaré otra vez fuera. Supongo que me confié demasiado. Parece que va a ser un invierno frío...

Asentí. Lo había entendido. Esperaba, desde luego, que no saliera corriendo al verme. Eso me haría sentir fatal.

Aunque su repentina iniciativa llegó a asustarme un poco. Sonreí, algo abrumada.

-No es necesario que te esfuerces tanto -respondí con voz suave-. Es decir. Si quieres, supongo. Yo no soy nadie para decirte lo que tienes que hacer, eso no tiene nada de malo... Quiero decir que no tienes por qué hacerlo. Hay fruta en las despensas, si no me equivoco.

Parpadeé un momento, sintiendo que enrojecía un poco. Tenía un pequeño nudo en el estómago. Tragué saliva, algo incómoda.

-¿Tampoco Frikka? -pregunté en voz baja, casi con vergüenza.