Comedor

Me encogí de hombros, notándome, de pronto, incómoda. La culpa de esta incomodidad era mía, no suya, pues si le hubiese escrito más, ahora mismo me ahorraría esta situación. Sin embargo, no pude evitar sonar algo más cortante de lo que me hubiese gustado cuando respondí.

—Mi abuela murió. —Lo miré—. Estaba enferma y por eso me fui. Pensamos que se pondría bien, pero no se puso, así que por eso tardé tanto en volver.

Mordí el bollo. Luego me encogí de hombros.

—Pero ya estoy bien. —Volví a mirarlo—. Siento no habértelo contado.

Al escucharla, no pude evitar ponerme blanca. No esperaba algo como aquello... Para nada. Enseguida me sentí culpable por haberme atrevido a preguntar algo como aquello... Enseguida bajé la vista, arrepentido. De haberlo sabido no hubiese preguntado. Bueno, porque ya lo habría sabido y no me haría falta... Pero de todos modos.

-Lo siento mucho -murmuré, mirándola a los ojos -. Estoy aquí para lo que necesites.

La verdad... Cada vez me sentía peor por no haber enviado ninguna carta. Si hubiese preguntado, quizás... Podría, al menos, haberle ahorrado ahora el mal trago, aunque, por otro lado, no creo que...

-Tranquila. Lo importante es que estés bien.

Curvé un poco los labios y bajé la vista, de nuevo, a la mesa.

—No te preocupes... —murmuré—. Además, ya estoy bien. No te preocupes.

Volví a concentrarme en mi desayuno. Cuando Rick volvió a hablar, yo me limité a asentir. No tenía nada más que añadir respecto a ese tema. Para empezar, no me gustaba hablar de ello. Y para seguir, ya lo había dicho todo. No había más que contar. Había estado mal, ahora estaba bien y no necesitaba ayuda. Fin.

—¿Y tú cómo has estado?

Asentí y bajé la vista, tomando de nuevo aquel bollo y dándole un mordisco. Lo mastiqué, concentrado, observando la superficie de la mesa hasta que Inger habló de nuevo. Entonces alcé la mesa, buscando sus ojos con cierto nerviosismo.

-Lo cierto es que no sé si tengo mucho que contar. Mis aventuras no han sido muy dignas desde que te fuiste...

Y una mirada dulce de chico bueno. Algo como aquello derretía a cualquier viuda. Y... Inger no era una viuda, pero bueno. ¿No funcionarían igual las chicas normales?

-Me he reencontrado con una amigo de la infancia llamado Cierzo. Me sorprende que el mundo sea tan pequeño.

Asentí. Por lo que decía, no le habían pasado grandes cosas. A lo mejor no había ocurrido nada interesante en Palacio en todo este tiempo. Tal vez no necesitaba ponerme al día con nada porque no había ocurrido nada. Eso, pensé, sería bastante deprimente.

—Entiendo...

Lo miré, y al notar cómo me miraba, no pude evitar sonrojarme levemente. Bajé la vista, con prisa.

—Cierzo —repetí. No conocía a nadie llamado Cierzo. A lo mejor, pensé, era un guerrero que acababa de llegar. Quién sabía—. No lo conozco. —Lo miré—. Pero me alegra que te hayas reencontrado con tu amigo... Aunque supongo que es una pena que sea... Aquí.

Sin duda, tal y como él decía, el mundo era un lugar pequeño.

Me encogí de hombros. Si fuese otra persona, le daría la razón. Pero Cierzo... Cierzo era como yo, un Romántico... Él... Él también quería salvar a jóvenes doncellas, llevar el honor a su familia, luchar contra el mal y ser un guerrero bondadoso como el mayor de todos ellos. Por desgracia para él, nunca podría superar a un Dehnel.

Me acabé el bollo de un úlimo mordisco. Lo cierto era que la emoción de haberme encontrado con Inger me había quitado el hambre. Tenía el estómago mareado, como con cosquillitas. Qué nervios.

-Y... Bueno... ¿Te apetece dar una vuelta o... algo? Seguro que acabas de despertarte y a lo mejor no tienes ganas. De hecho, estás comiendo...

Carraspeé. ¡Por Mithos! ¡¿Y mi labia?!

Como no sabía qué más decir, seguí comiendo en silencio. Cuando Rick volvió a hablar, lo miré, curiosa. Realmente, tal vez dar un paseo era una buena idea: hacía mucho que no paseaba por Palacio (evidentemente), y sería agradable. Aunque todavía no había terminado de comer.

—Cuando termine, podemos dar un paseo juntos si quieres...

Le sonreí.

Que aceptase me arrancó una sonrisa enorme. Tenía verdadero miedo de que me dijese que no. Tras haberle amargado un dulce chocolate con bollos como aquel.

-¡Está bien! ¡Magnífico!

Como ella estaba cenando, me dediqué a observarla. Su nuevo pelo, más corto, sus rasgos, que se me hacían extraños por el tiempo sin verla, sus pequeñas manos de damisela, su ropa, que no tenía claro si había visto antes o no, sus ojos marrones, su... ¿Acaso no estaba algo más curvilínea? No tenía muy claro si era así o no, pero me daba la sensación de que sí había algo nuevo en ella, además del pelo...
Me quedé mirándola, desconcertado, curioso.

Ensanché la sonrisa. Luego me volví a concentrar en la comida. Aunque no tardé mucho en detenerme al notar cómo Rick me observaba, no sabía si embelesado o desconcertado. Alcé la vista y lo miré. Fruncí levemente el ceño.

—¿Pasa... Algo?

A lo mejor tenía chocolate en la cara. O peor: en el pelo. Me pasé una mano por los labios; luego por la cara y finalmente por el pelo. Mientras me toqueteaba, preguntaba:

—¿Tengo chocolate? Mithos, dime que no tengo chocolate. ¿Tengo chocolate en el pelo?

Reí suavemente, negando. Debía de ser impresión mía, al fin y al cabo.

-No, tranquila. Estás bien. Solo me pareció que estabas... diferente.

No sabía en qué sentido, pero no era mala. Era como si tuviera más curvas, como si fuese más mujer de estas típicas de reloj de arena. Aunque no era un experto en aquel tipo de cosas. A los nobles caballeros como a mí no nos importaban aquellos detalles. Solo mirábamos el interior y la simpatía, así como los buenos modales.
La belleza era secundaria.

Aunque a veces recordaba lo bella que era Fier. No había vuelto a verla...

Cuando Inger acabó, como habíamos acordado, ambos nos levantamos y nos fuimos a dar un paseo.

*se van*

Entro en el comedor con pasos tranquilos y tomo asiento en una de las mesas más alejadas de la puerta, pegada a una de las paredes. Pronto viene un muchacho del servicio. Es joven y no lo he visto nunca. Quizás haya llegado hace poco o, simplemente, pase desapercibido. No tengo ni idea, la verdad. Los miembros del servicio han hecho que me acabase sintiendo, realmente, como una especie de jefa para ellos, y eso no es así. Al fin y al cabo, ellos no trabajan para mí, sino para la familia Campbell...

Pido al chico algo de comer y que, además, me prepare algunos alimentos no perecederos para el viaje. Me vendrá bien tener provisiones de emergencia.
En cuanto el chico se va me recuesto contra la pared, elevando la vista al techo con expresión monocorde.

*se queda*

El chrysos, tras darse una buena ducha, bajó al comedor. A pesar de que al final no había hecho casi nada (tampoco le extrañaba), tenía bastante hambre. Además, ya era bastante tarde y se suponía que tenía que cenar. Al entrar, se dispuso a acercarse a uno de los miembros del servicio, pero al ver a Alehyss en una de las mesas del fondo, cambió de rumbo y se acercó a ella.

Se detuvo frente a la mesa y la miró. Sonrió.

—Hey.

Ensanchó la sonrisa.

Entro contento para ver si ceno algo con el cerebro caliente, dándole vueltas a mis cosas cuando de pronto, veo a Alehyss en una posición muy sexiy y varonil. Anda, además tiene nuevo corte de pelo. Le quita un par de años por lo menos.

También está Lyam.
Corro hacia ella y la abrazo sin pudor. - Aaaaalehyyysss~~- Y me quedo con la cabeza apoyada en su hombro.- ¡Cuanto tiempo!- Comento sonriente.

Ella fue una de las personas que me rescataron y nunca podré pagárselo con creces. - Estás muy guapa.- Río contento.- Hola, Lyam. Cuanto tiempo. Tienes buen aspecto.- Digo echándole la lengua.


FDR: me quedo un rato, pero si molesto ma boy XD Lyam, tíñete xD

Lyam hace su aparición. Me resulta de lo más conveniente, ya que, de otra forma, tendría que buscarlo o escribirle una nota, y no me apetece. tengo más cosas en la cabeza.

-Buenas noches -saludo. Con un gesto lo invito a sentarse en frente-. ¿Llueve?

Teniendo en cuenta el horrible tiempo de estos días, no sería de extrañar, aunque cuando pasé por el pasillo no llovía. De todos modos, como solían decir los viejos cuando era pequeña, el tiempo está loco, de modo que...

Silvanus también aparece, y eso sí me sorprende. El piscis se abalanza sobre mí y me abraza. No puedo evitar que una breve sonrisa asome a mis labios, y me permito el colocar mi mano derecha sobre su cabeza, acariciándole el pelo por encima, en un ligero toque.

-Cuánto tiempo, Silvanus. Se te ve bien. ¿Cómo has estado?

Desde luego, tiene mejor aspecto que cuando lo salvamos. Y, bueno, la verdad es que entre lo de estar en las mazmorras y lo de Jager... no me he preocupado demasiado por buscarlo. Soy una persona algo ingrata.

El chrysos, sonriente, negó con la cabeza. Luego tomó el asiento que la chica le ofrecía y la miró.

—No, no llueve. De hecho, hace un buen día. —Frunció el ceño—. O noche, mejor dicho. —Ensanchó la sonrisa—. Acabo de ducharme, por eso el pelo mojado, aplastado, horrible y demás adjetivos que se te ocurran.

Estiró los brazos. Por algún motivo, haberse encontrado con la chrysos le había alegrado. Se preguntaba si conocía de la existencia de la chiflada, o si había visto a Frikka alguna vez. Y, además, se preguntaba si ya sabía cuándo se iría. Aquello también le interesaba.

Sin embargo, para su desgracia, Silvanus apareció en el comedor y, siguiendo sus costumbres, se abalanzó contra la chrysos. Lyam frunció levemente el ceño, molesto no con el piscis en si mismo, sino con su presencia. Suspiró y se recodó en la mesa.

—Hola, Silvanus —murmuró, con un tono menos efusivo que el que había usado con la chica.

-Bien.- Asiento con la cabeza.- He estado recuperándome con fuerza para que Aren no se preocupe más por mi y hasta estoy entrenando por mi cuenta. No... creo que deba o pueda ir a ninguna misión por el momento. Debería consultar a Aren sobre eso, ahora que lo recuerdo. He ido a una en Lumen, pero me arrepiento un poco. No debí ser tan imprudente.- Explico.- Pero quedarse tras estos muros todo el rato... Algún día probaré a salir de misión de nuevo. Esta vez espero que sea algo más arriesgado.- Tomo aire.- ¿Y tú? ¿Qué tienes entre manos?- Río.

-¿Y tú Lyam? ¿No has ido a ninguna misión últimamente?- Pregunto curioso.- Quizás deberíamos ir los tres a una.- Hablo riendo, imaginándome el extraño equipo que formaríamos.- A mi me gusta el pelo mojado.- Le digo a Lyam para que no se sienta intimidado. - Y hablando de pelos... ¿Te gusta el corte de Alehyss? Es guay. Ahora parece más dura que antes.- Digo encogiéndome de hombros.

Así que la respuesta no es lluvia, sino "una ducha". Tiene sentido. Y más sentido teniendo en cuenta que de haber sido lluvia cabría la posibilidad de que me hubiese confundido. Prefiero que simplemente sea un caso diferente.

Silvanus parece de lo más emocionado. Me alegra verlo bien. Parece que no me necesita para seguir con una vida feliz. Me gusta. No me agradan las personas dependientes. Y menos aún si dependen de mí. Es un hastío.

-Tómatelo con calma -aconsejo, sonriendo-. Es importante que no te esfuerzes de más, aunque creo que ir de misión no te hará daño. ¿Cómo fue esa de Lumen?

Lanzo una mirada a Lyam, divertida. No parece tan satisfecho como hace unos minutos. ¿Te molesta el piscis o te molestaría otro en la misma medida?

-Podríamos probar una vez -respondo a Silvanus, volviendo a mirarlo-. Cuando surja la oportunidad.

En cuanto menciona mi pelo, inconscientemente, me llevo una mano a la nuca, peinando las cortas puntas.

-Yo todavía no estoy muy convencida con él, aunque creo que me resalta el cuello.

Es cierto. No me apasiona mi nuevo peinado, pero creo que con mi esbelta figura y mi cuello estilizado no me queda mal del todo. Siempre, claro está, estéticamente hablando. Los gustos pueden cambiar.

FdR- Arrogante XD

El chrysos escuchaba la conversación de sus acompañantes sin demasiado interés. Aren por aquí, misión de Lumen por allá, entrenamientos en solitario, Alehyss comportándose como una encantadora muchacha... Diría algo al respecto, pero es que la conversación ni tan siquiera daba espacio a que él hablase. Resopló.

Cuando el piscis se dirigió a él, Lyam negó con la cabeza. No había ido a ninguna misión y no había hecho nada relevante, salvo, tal vez, el asunto de sus costillas rotas y toda la historia que había detrás. Historia que, por supuesto, no era de la incumbencia del piscis.

—Podríamos probar a ir de misión, aunque no sé qué clase de resultados saldrían —murmuró, mirando a Alehyss de reojo. Luego volvió la vista al chico—. Y mi pelo mojado se irá, con suerte, en un rato.

Chasqueó la lengua. Entre sus planes de futuro no figuraba ir de misión, ni con Silvanus y Alehyss ni con nadie. Pero, quién sabía, a lo mejor ocurría algo muy inesperado y terminaba por ahí, enfrentándose a bichos o bandidos con esos dos. Sería, cuanto menos, curioso, aunque no sabía hasta qué punto harían los tres un buen equipo.

Volvió a mirar a la chrysos cuando Silvanus mencionó su corte de pelo. Jocoso, esbozó una pequeña sonrisa.

—Opino que a Alehyss le queda todo bien.

Ya había hablado con la chica de su nueva imagen; no veía necesario añadir nada más.

Los ojos se me abren como platos y señalo a Lyam con una sonrisa.- ¡Bualá! ¡Piropazo!- Digo dándole un codazo a Alehyss para luego subir y bajar repetidamente las cejas y mirándola con picardía.

-Bueno, si no nos llaman de ninguna misión será porque todo está en orden.- Digo llevándome ambas manos a la nuca.- Voy a cenar algo por ahí. Nos vemos, ¿vale? Me ha gustado mucho hablar con vosotros después de tanto tiempo.- Digo mientras me voy.- Chao, tortolitos~.

*se va*

A ratos, de reojo, miro a Lyam, divertida, casi burlona. Este es total y absolutamente su ambiente, sin lugar a dudas. Seguro que se encuentra comodísimo. Casi dan ganas de clavarle un dedo en las costillas y burlarse, pero no soy tan infantil, por lo que termino centrándome, sin más, en el piscis. Puede resultar sorprendente, especialmente para mi yo del pasado, pero me alegro de verlo. No fui a buscarlo a Ignis por ir. Realmente fue por voluntad propia.

Silvanus no tarda demasiado en irse. Alzo una mano y la agito sin demasiada fuerza, un par de veces, despidiéndome.

-Espero que podamos vernos pronto -digo, sin más.

Y se va a otra mesa. Casi al mismo tiempo, el mismo chico de antes, titubeante, me trae lo que había pedido y se vuelve hacia Lyam por si quiere algo.

Suspiro y me meto una patata en la boca. Miro a Silvanus desde mi sitio. Nos está "dejando solos", según creo. Vaya un engorro.

El chrysos farfulló algo inteligible al ver la reacción del piscis. No era un piropazo, y no hacía falta poner esa cara de casamentero. O celestino. O como fuese. Por suerte para él, el piscis no tardó demasiado en irse, aunque Lyam no terminó de entender por qué se iba con tanta prisa si también quería cenar. Evidentemente, él estaba mejor sin él, pero no pasaba nada si se quedaba en la mesa donde estaban ellos (mesa que había cogido Alehyss). No le iba a arrancar la cabeza con un tenedor ni nada parecido, por Mithos.

—Qué aproveche —murmuró, mirando cómo el piscis se iba. Luego volvió la vista a la mesa y farfulló un "tortolitos, ¡tortolitos! venga ya", más para él que para la chica.

Lyam permaneció unos segundos más observando la madera. Cuando el chico que había atendido a Alehyss llegó, él lo observó en silencio, para luego, una vez estuvo desocupado, pedirle que le trajese algo a él también. Tras darle las gracias, se volvió hacia su acompañante.

—¿Está bueno...?

Asiento, despreocupada, masticando con la boca cerrada y tragando ese trozo de tubérculo frito para, luego, beber un pequeño sorbo de agua. Una sonrisa escueta acude entonces a mis labios. Es un alimento muy simple, por lo que sería difícil que no estuviese bueno. Además, cumple con su función.

No me sorprende lo de tortolitos, a mi pesar. Silvanus, Heylel... Seguramente el propio Aren diría algo semejante si le importase lo más mínimo mi vida y no fuese un déspota cruel y tirano. Al final esa clase de "conocimientos" solo sirven para que una parezca lo que no es en ciertas circunstancias.

Bajo la voz lo suficiente como para que solo se escuche en mi mesa, cortando un trozo de carne mientras hablo.

-Me iré mañana-murmuro, alzando un segundo la vista para mirar a Lyam.

Sonrió. Luego, como la chrysos comía y él no sabía qué decirle, la observó en silencio, pasando de sus ojos, al cuello, al pecho, a los brazos, las manos, el pecho de nuevo, y los ojos finalmente. Ensanchó la sonrisa.

Se preguntaba si sabía más cosas respecto a su misión. No esperaba, evidentemente, que se las contase, pero esperaba que supiese más detalles. También se preguntaba si sabría cuándo se iría. Por suerte para él, no tardó en descubrir la sorpresa. Al parecer, la chrysos se iría mañana mismo. Lyam alzó las cejas, algo sorprendido por la respuesta, y luego frunció levemente el ceño.

—Oh... —La miró—. Mañana. —Asintió—. Está bien, supongo. —Asintió—. Suerte y, eh, eso.

Carraspeó.
Cuando el chico del servicio volvió con su plato, el chryso decidió concentrarse en él.

Esbozo una sonrisa, comiendo un trozo de carne. No me hace falta ser adivina para imaginar alguno de los pensamientos que se le estarán pasando por la cabeza. De todos modos, hablar de ello es inútil. Nada va a impedir que me vaya ni a hacer que retrase nada ni cosas semejantes. Mencionar el tema es una pérdida de tiempo, pues. Sí, sin embargo, acepto que me desee suerte con suave asentimiento.

-Gracias -respondo, tras tragar mi bocado-. Espero estar de vuelta pronto y conservar todos los miembros, de todos modos.

Tomo de nuevo el vaso de agua, pero esta vez no bebo. Simplemente me quedo contemplando su superficie, dándole vueltas lentamente.

Sonrió y asintió de nuevo.

—Espero lo mismo —susurró, mirándola. Luego volvió la vista al plato y se metió un pedazo de pescado en la boca. Lo masticó con lentitud, sin saber qué decir, aunque por su cabeza pasaban miles de ideas inconexas. De vez en cuando, observaba a la chrysos, todavía sin hablar.

Chasqueó la lengua.

—¿Quieres probar...? —preguntó, señalando el plato.