Comedor

Afiancé un poco la sonrisa, asintiendo. Alehyss, independientemente de tener que trabajar, tenía que cuidarse. La pierna iba por buen camino, y ella ya caminaba perfectamente, incluso sin muleta, pero tenía que afianzar. Era evidente que iba por buen camino.

Ladeé la cabeza.

-¿La... hoz? -pregunté, algo sorprendida-. ¿Por qué? ¿Quién la tiene?

Entonces pensé que, probablemente, Alehyss no tenía arma desde su estancia en las mazmorras, porque lo lógico sería que no le dejaran tenerla allí. Lo extraño era que, tras salir, no se la hubieran devuelto.

Entro en el comedor con gesto serio pero sereno. Tranquila. La verdad es que me he sentido como una estúpida, pero esto solo me ofrece ventajas. Un paseo menos del que preocuparse y una cena esperándome muy pronto.

Tomo asiento cerca de la ventana, como suelo hacer, y espero a que me atiendan. Cuando lo hacen, pido una cena bastante abundante. Después de todo, no se puede negar que con tanto trabajo acabo el día con hambre.

*Se queda*

Asiento, masticando silenciosamente un trozo de pan. No respondo hasta que he tragado, para complementar la información que ya tiene con una más exacta.

-Kusarigama -. Asiento de nuevo, como si me diese la razón a mí misma-. Me la quitaron justo antes de mi encierro. No me he sentido con derecho a preguntar por ella, supongo, del mismo modo que a veces no me he sentido con derecho a permanecer aquí, en Brontë. Al menos hasta que sienta que he enmendado mi error, por así decirlo.

Me llevo una nueva cucharada de sopa a la boca. Está algo sosa. El exceso de sal es malo, pero se puede compensar equilibrando mejor las especias, o añadiendo más alimentos en la cocción. De todos modos, me satisface.

Observo entrar a una flamma y la contemplo un instante, examinándola, con gesto neutro.

Kusarigama. Eso. Asentí.

A veces Alehyss me desconcertaba. Tenía una concepción de ella de tanto control y seguridad que se me hacían extraños ciertos comentarios por su parte. De nuevo asentí, seria. A veces me preguntaba qué pensaba, qué opinaba de Brontë, de los guerreros, de mí. Parecía siempre guardarse algo.

Traté de sonreír.

-¿Y ahora ya te sientes con derecho? -pregunté, animada por esa idea-. Sigue siendo tuya, al final, así que... Y seguro que estás más cómoda trabajando con ella.

me encojo de hombros, relajada. No diría tanto, pero está bien para empezar.

-No me siento con pleno derecho. Todavía no he trabajado para Borntë desde que pasó aquello. He ayudado en la reconstrucción, y estoy dispuesta a realizar misiones cuando me restablezca. Pero, hasta ese momento, no sé qué imagen tendrán de mí los íderes, ni hasta que punto tengo derecho a exigir nada.

Tras la verborrea, vuelvo a comer un rato. Lanzo una nueva mirada fugaz a la otra guerrera, desinteresada. Me termino la sopa y empiezo con el segundo, una ensalada ligera.

FdR- Alehyss dieta

Cavilé un momento sobre lo que decía. Tal vez, efectivamente, había tenido problemas, pero lo primero para arreglarlos era buena actitud. Y, dado su estado, tan solo su intención de seguir trabajando y su interés por entrenar eran señales de que buscaba una reincorporación.

Acabé por asentir.

-Entonces vas por buen camino -opiné. Callé un momento. Luego pregunté-: ¿Quieres trabajar aquí? Quiero decir... Como yo, por ejemplo.

No sabía muy bien que buscaba mi pregunta. No sabía exactamente qué era lo que quería preguntar. Sí lo que quería saber: si ya no seguía recopilando información, si iba a dedicarse en cuerpo y alma a Brontë, si le gustaba la idea. Me preguntaba si ella lo sabría. Aunque, siendo Alehyss, era más que probable.

Su pregunta me hace detenerme un momento, con un trozo de lechuga en la boca, que rumio con cuidado, junto con mis pensamientos. Finalmente trago, y entonces, finalmente, respondo.

-Supongo que es el plan, por ahora. No sabría explicarte mi compromiso con la causa, pero por el momento no puedo irme. Así que ahora mismo soy de Brontë, lo quiera o no.

Y, bueno..., tampoco es que no lo quiera. Es mejor que lo que hacía antes de venir aquí. Me siento más a gusto ahora que me he liberado de la organización, aunque todavía tenga que ocuparme de lo de Jager y los otros.

Cuando respondió, bajé la vista al pescado y continué comiendo, aparentemente concentrada en apartar cada espina. Tomé un trozo de patata y otro de cebolla y me los llevé a la boca, pensativa. "Lo quiera o no". Precisamente esa era mi duda. Si Alehyss, por voluntad propia, seguiría aquí. Si le valía la pena o hubiera querido estar en otro sitio.

Al final, me encogí de hombros.

-Bueno, como plan a corto plazo es bastante cómodo -aporté.

Y a largo plazo. En mi caso, no era capaz de concebir mi vida fuera de Brontë. ¿Qué me esperaba más allá? No sabía ningún oficio ni tenía estudios. Y, para servir a un ejército, quería servir al que me había acogido. Prefería no plantearme siquiera la posibilidad de buscarme la vida en otro lado.

Asiento levemente, pensativa. Pronto vuelvo en mí, y clavo los ojos en Massen, atenta a sus gestos, contemplando tranquilamente cómo consume su alimento. El pescado es una buena opción, quizás opte por ello la próxima vez.

-Es una buena opción -coincido-. Aunque es aparentemente mejor de lo que es en realidad. Al final estamos aquí corriendo peligro. Cuando las cosas están tranquilas no lo parece, pero un error que se comete comúnmente es pensar que aquí vivimos a salvo, cuando de hecho es al contrario-. Me aparto el pelo de la frente un instante-. Pero si no te asusta el peligro o si tienes unos principios por los que guiarte...

Me encojo de hombros. También se puede, sin más, utilizar Brontë como hotel y cuando surjan problemas largarse. Ni siquiera yo soy así, sin embargo... Alguien habrá, de todas formas.

Sin dejar de comer, alcé la vista del plato, mirándola.

-Bueno, nada es gratis, ni aquí ni en ningún sitio -objeté-. Y en peores condiciones se vive en muchos otros sitios. No es un lujo absoluto, claro. No tenemos nuestra propia casa, ni siquiera nuestra propia habitación. Pero tenemos bastantes comodidades. Independientemente de que luego haya que pagar por ellas, claro.

Yo nunca había considerado vivir la buena vida. No sabía bien qué era eso, en realidad, porque nunca había tenido oportunidad de comprobarlo. En Ciudad Nevada tenía que buscarme la vida entre las piedras de la calle, en el glaciar tenía que responder ante el abuelo, en Brontë tenía que luchar. De entre mis vivencias, era la más cómoda y la que mayores satisfacciones me aportaba.

Tomo el vaso de agua y lo hago girar entre mis dedos un momento, mientras habla, observando cómo la superficie se mueve de un lado a otro, en círculos, siguiendo el movimiento del recipiente. Freno el gesto en seco para beber un sorbo. Se me escapa una sonrisa a sus palabras.

-Todo tiene un precio, por supuesto. No me he quejado, realmente -. Ladeo la cabeza un poco, entretenida, dejando el vaso en su sitio de nuevo-. He estado en sitios peores, en compañías peores y, créeme -. Alzo ambas cejas, inclinándome un poco hacia delante-: creía que estaba mejor que ahora. Y espero estar mejor que ahora en un futuro, también-. Asiento, ladeando la sonrisa-, cuando termine de arreglar las cosas.

Tomo el tenedor y me como el último bocado de ensalada. Es un poco decepcionante ver que, después de haber esperado tanto del futuro, es aquí hasta donde he conseguido llegar. Llevo casi tres años deshaciendo errores cometidos para poder vivir tranquila.

-Cuando todo eso pase, pregúntame otra vez si es aquí donde quiero estar -finalizo, con una nueva sonrisa.

Al escucharla hablar, no podía evitar que unas cuantas ideas surgieran en mi cabeza. Ideas como que, en el momento en que salió de las mazmorras, di por hecho que todo se había arreglado. Tal y como hablaba, no era así. Tal vez hubiera hecho un trato para salir, y muy probablemente seguía tratando de ayudar a sus amigos en Ventus. Y yo, mientras tanto, había dado por hecho que simplemente había llegado tarde a ofrecer mi ayuda, pero que todo estaba arreglado. Era algo de lo que me olvidaba constantemente. Qué idiota, Dew.

Aunque ella sonreía, yo me mantuve seria cuando asentí a su pregunta. No sabía qué significaba para ella, pero sí qué significaba para mí. Yo no tenía asuntos que arreglar fuera de Brontë, y tampoco tenía intención de irme. De hecho, había estado a punto de no ir siquiera a la boda de Inwir. Visto en retrospectiva, había sido buena idea ir, porque sino...

Negué para mí con la cabeza y seguí comiendo.

Al ver a un chico del servicio que se acerca, aprovecho para pedirle un té verde con limón. El chico, gentil, asiente y me recoge los platos. Lo de Massen es más lento de comer.

-¿No te importa, verdad? -inquiero, de pronto, consciente de mi mala educación-. Si prefieres, espero a que termines.

Me vuelvo de nuevo hacia la flamma, un instante. Silenciosa, sola... Diría que hasta cansada. Se me hace raro ver a gente tan reacia a acercarse a otros por aquí, aunque se agradece. Ni siquiera ha saludado, y no es que me importe, también soy bastante independiente. En algún momento, sin embargo, la curiosidad me hace alzar las cejas, en un gesto curioso, que dedico a Massen. Espero que no le hagan falta palabras para comprenderme, porque no soy mucho de cotillear sobre terceros con descaro.

Cuando Alehyss terminó, yo aún seguía comiendo. Pidió un té y luego se dirigió a mí. Comencé a negar rápidamente.

-Ah, no, no, sin problema -declaré. Además, pedí que me trajeran a mí un chocolate.

Cuando me hizo un gesto, miré de reojo en la dirección que me indicaba. Una flamma comía en una mesa, un poco más allá. Traté de no mirarla mucho rato y de hacerlo con disimulo. La verdad era que me sonaba su cara, pero solo de haberla visto por ahí alguna vez. No la conocía en absoluto.

Como respuesta, me encogí ligeramente de hombros, abriendo mucho los ojos y levantando el labio inferior, dando a entender que no tenía ni idea de quién era. Aún le dirigí una última mirada rápida antes de preocuparme de rematar mi cena.

El chrysos entró en el comedor reprimiendo un bostezo, con una expresión somnolienta en el rostro. Se había quedado dormido en la sala común (para qué cambiar), y después de haberse comido el suelo (dar demasiadas vueltas en un espacio tan pequeño no era buena idea), se había despertado, sobresaltado y con los brazos doloridos. Ni tan siquiera tenía muy claro cuándo se había dormido, y lo último que recordaba era que había estado leyendo sobre Lumen. También que por la tarde había estado ayudando un poco con los del servicio, nada demasiado serio porque, a pesar de no llevar demasiado tiempo trabajando, ya se había cansado de pasar las tardes con ellos.

Tras permanecer unos segundos en el suelo, dando las gracias a Mithos porque no hubiese nadie cerca y porque Madame no hubiese aparecido en aquel momento, hecho que por otro lado le hubiese parecido tan típico que ni tan siquiera se habría sentido avergonzado, se dio cuenta de que tenía una ligera hambre, y con ese descubrimiento se había acercado hasta donde ahora estaba, libro en mano y codo izquierdo rosado.

Desde la entrada, observó el lugar, identificando primero a Alehyss y luego a Massen, y finalmente a una flamma desconocida que estaba sentada apartada de las otras dos. Curioso, alzó las cejas, preguntándose quién sería la muchacha, pero ni se acercó a ella ni la saludó. A las que sí saludó, no obstante, fueron a la chrysos y a la piscis, justo cuando pasaba al lado de su mesa.

—Buenas noches —dijo, sonriente, y luego dio un nuevo paso, dispuesto a dejarlas solas. No quería interrumpir conversaciones.

fdr. lmao. sorry si molesto (?)
(pero vamos que tanto se puede ir ahora como puede hablar, es un ente extraño)

Esbozo una sonrisa a la respuesta de Massen. Hubiese bastado un gesto más discreto que un encogimiento de hombros, como uno de estos movimientos de cabeza tan sutiles que solo capta el que sepa que van a ser hechos. Si la chica se entera y lo asocia conmigo no me va a gustar lo que piense. Aunque, sinceramente, me resulta indiferente.

Lyam entra de pronto, y vuelvo el rostro hacia él. Llevo ya tiempo sin verlo. De hecho, no quiero matizar desde cuando por riesgo a traer malos recuerdos a Massen.

-Buenas noches, Lyam -saludo, alzando un poco la voz.

No puedo evitar dirigir una breve mirada a la flamma una vez más, justo tras hablar. La gente muestra su nivel de atención en momentos como este. ¿Hasta que punto estás concentrada en tus pensamientos?
Supongo que, aunque ya no tenga que hacerlo, al final me gusta eso de mirar a la gente fijamente e imaginar qué tienen debajo de sus rostros indiferentes, qué piensan.

-¿Cómo estás? -. Enarco ambas cejas, un instante.

Miro a Massen un momento, también, esperando advertir alguna señal de rechazo en ella. No sé cómo es su relación con él, y no quiero incomodarla atrayéndolo. Yo, por mi parte, estoy de buen humor. Hoy no me estorba la compañía.

Poco a poco, el comedor se va llenando. No demasiado, pero resulta más cómodo cuando estoy sola. Pese a todo, no me molesta lo suficiente como para animarme a irme. Me tomo la cena con calma, dirigiendo miradas de vez en cuando por la ventana e ignorando deliberadamente a los que están allí.

Para cuando me levanto para retirarme, hay tres guerreros. No conozco a ninguno, ni tengo ganas de socializar. Con un murmullo de despedida que dudo mucho que oigan, me retiro.

*Se va*

Cuando volví a alzar la vista fue porque Lyam se acercaba a nosotras. Esbocé una sonrisa y correspondí al saludo, justo antes de meterme en la boca el último trozo de patata. Debería comer aquello más a menudo.

Pronto Alehyss hizo amago de entablar conversación. Yo, por mi parte, aunque atenta, me volví al ver llegar al chico del servicio con el té y el chocolate. Justo a tiempo. Con la taza ante mí, comencé a revolver, esperando a que estuviera suficientemente templado para beberlo.

No me pasó por alto la mirada de Alehyss. No pude evitar bajar la vista a la taza, sintiéndome tremendamente culpable. Quién sabía cuánto llevaba sin hablar o pasar el rato con Lyam y otros tantos compañeros a base de quedarse conmigo. Y aún tenía el amago de asegurar que a mí no me importase si se quedaba. Absurdo.

Se detuvo al escuchar la voz de Alehyss, alzando las cejas. Asintió. Estaba bien, sin más. Hambriento, realmente. Nada demasiado relevante le había pasado desde su último encuentro, con la excepción de la ridícula caída que había vivido hacia unos minutos, pero aquello no saldría en la conversación.

—Bien. —Frunció el ceño—. Hambriento, diría yo. —Se encogió de hombros—. Pero bien, sin más.

Lo que sí era una buena pregunta era cómo estaba ella. ¿Seguía llevando la muleta o ya se había recuperado del todo? O tal vez estuviese casi recuperada pero aún llevase la muleta por si acaso.

—¿Tú qué tal estás? —Sonrió. Y luego miró a Massen, ensanchando la sonrisa—. ¿Y tú?

La chica flamma abandonó el comedor, pero él la ignoró.

Enarco una ceja. Estoy tentada a decirle que si está hambriento ha venido al sitio indicado, pero ese es el tipo de frases que él usa, y no al revés. No me interesa empezar a aficionarme a ese tipo de humor. No resultaría serio en alguien como yo.

-Nosotras ya hemos empezado con la sobremesa, pero no me incomoda que te sientes, si te apetece -comento, revolviendo mi taza de té. Demasiado caliente para mi gusto-. Yo me encuentro bien. Hoy mismo he podido hacer más ejercicios de los esperados.

Por no hablar de poder caminar sin muletas, que es una liberación.
No sé qué relación tienen estos dos, exactamente, así que tengo que tantear.

-Estábamos debatiendo un poco-. Dirijo una sonrisa amable a Massen-, ¿verdad?

Estar de un humor tan bueno y tantos días seguidos... He empezado a plantearme, a ratos, si no estará a punto de suceder algo horrible que me haga volver a odiar al mundo. Pero por el momento todo va bien.

FdR- A veces Alehyss me parece tan soberbia al expresarse... XDDDU

Dado que ambos parecían bastante animados, decidí que había que mantener el tipo. Y no era fácil con preguntas como "qué tal estaba", que siendo normalmente tan insustanciales me ponían tan tensa en los últimos días. Mi única respuesta fue un vago encogimiento de hombros y una débil sonrisa, tratando de evitar la pregunta.

Por suerte, parecía bastante más interesado en hablar con Alehyss que conmigo. Me limité, pues, a quedarme callada, participando en la conversación de forma un tanto pasiva. Sí hacía los gestos pertinentes cuando Alehyss, más interesada en integrarme en la conversación, se volvía hacia mí, pero eso era todo.

Traté de concentrarme en el chocolate, al tiempo que me preguntaba si no estaría siendo un tanto maleducada al quedarme tan callada. Tampoco se me ocurría que aportar, en realidad.

Esbozó una sonrisa jocosa, volviendo a mirar a Alehyss.

—Ya sé que no te incomodo. —Lo suponía, más bien. Si no, ni siquiera se lo hubiese ofrecido. Miró a la piscis—. La pregunta es si te molesto a ti.

Sonrió de nuevo, amable. Alehyss estaba bien, así lo había dicho, y Massen o lo estaba o simplemente no lo estaba y no quería dar detalles. No era de su incumbencia. Aunque sí le cortaba un poco que no hablase, principalmente porque recordaba que en su última conversación sí que habían hablado bastante. A lo mejor había interrumpido, no intencionadamente, pues si Alehyss no le hubiese preguntado él no se hubiese parado y hubiese empezado a hablar con ellas, una conversación interesante. Tal vez estuviesen debatiendo cosas serias, o cosas íntimas, o cosas íntimas y serias que no podían ser compartidas con terceros. O tal vez simplemente no quería hablar y prefería concentrarse en el chocolate.

Miró de nuevo a la chrysos, recuperando el tema de conversación.

—Entonces pronto podrás estarás recuperada del todo, supongo.

Respondo a su comentario con una sonrisa tirante. Te lo permito porque estoy de buena, pero no necesito que te hagas el listo. Podríamos empezar una cadena infinita de "sé que sabes que sé que sabes que no te incomodo", pero sería una ridiculez, la verdad. Y más con terceras personas mirando.
Doy un sorbo al té amargo, con deleite. Massen parece algo cortada, sin embargo, y creo saber por qué. Ahora mismo me gustaría estar a su lado, y no en frente. De hecho, soy dueña de mi cuerpo, a menos que Madame Desmarais diga lo contrario, de modo que me pongo en pie y me cambio de sitio, acomodándome junto a ella. Le sonrío y acaricio el pelo un instante, cariñosa. Si está incómoda es el momento de que me envíe una señal ocular y pondré fin a esto.

-Por supuesto -respondo a Lyam, asintiendo-. No he podido participar activamente en las reparaciones, pero me he atrevido a trabajar un poco. Incluso hemos ido al pueblo a ayudar con el arreglo del mercado-. Miro a Massen, con una sonrisa suave, invitándola-. Aunque creo que Massen prefirió plantar flores, ¿eh?

Bebo un nuevo sorbo de té. El azúcar y la leche solo estropean el sabor.

Alcé de nuevo la vista cuando Lyam así lo reclamó, y de nuevo traté, tan bien como pude, de componer una sonrisa tranquilizadora. Negué con la cabeza.

-Ah, no, siéntate, siéntate -lo animé.

Después de todo, yo tampoco era una fuente maravillosa de conversación para Alehyss, y debía de estar borracha de tenerme cerca. Seguro que se moría por un cambio de aires. Quizá debería irme a la cama y dejarlos hablar tranquilos.

Sin embargo, la idea quedó descartada cuando Alehyss se cambió de sitio, sentándose a mi lado. Su presencia resultaba reconfortante, pero no podía evitar sentirme algo agobiada por sus constantes intentos de introducirme en la conversación. Incómoda y poco receptiva, me concentraba en hacer un esfuerzo.

Así, asentí al comentario de Alehyss, ofreciendo también una sonrisa, preocupada de dejarles bien claro que yo no era un asunto del que preocuparse, que podían seguir su conversación tranquilamente. Eso era lo que intentaba.

-Aunque mejor combinar -comenté, con voz no muy segura-. Lo de las flores me dejó todo el cuerpo agarrotado de estar tanto tiempo agachada.

Le devolvió la sonrisa a la chrysos, tal vez más jocoso que antes, antes de volver a mirar a Massen. Cuando la piscis habló, asintió, y tomó asiento al lado de la chrysos, dejando el libro en una esquina de la meas.

—Gracias.

Volvió a sonreírle, amable de nuevo. Después, cuando Alehyss se levantó, la siguió con la mirada, arqueando las cejas, preguntándose a dónde iría, aunque no tardó demasiado en sentirse estúpido por preguntarse semejante cosa. Ahora frente a la chrysos, las observó a las dos, curioso. Nunca había tenido muy claro qué clase de relación tenían ambas, pero ahora parecía evidente que tenían una gran amistad. Sonrió de nuevo.

—Yo me he pasado por la huerta. —Se encogió de hombros—. Aunque hoy no estuve demasiado tiempo. De todas formas, con un poco de suerte acabaremos pronto. —Miró a Massen—. Sin duda: mejor combinar. Es menos aburrido.