Comedor

Al entrar en el comedor, con gesto cansado, aún algo despeinada, la veo. Enseguida se me encoje el estómago un momento, y pongo rumbo hacia su mesa, llamándola a medio camino.

-Massen -. No sé cómo voy a llevar este tema. No sé si es delicado o no lo es, pero estoy algo preocupada. Me siento frente a ella-. Hace tiempo, eh... -. Mierda. Han pasado tantas cosas que no sé si lo sabrá, si no... Pero es mi deber preocuparme ahora que sé ciertas, cosas, creo. Joder-. ¿Cómo va todo?

No tiene muy buena cara. Ni mi sonrisa es muy relajada. Pero ella me ayudó en su momento, y ahora supongo que es el mío para apoyarla un poco. Tampoco es que sea un puto monstruo, o algo. Solo soy un poco petarda. A veces.
Bueno.

Sentí cómo se me tensaba el cuerpo cuando oí su voz al acercarse. Vaya. Nada menos que mi gran "amiga". Me limité a alzar la vista y mirarla, mientras seguía removiendo la bebida con la tostada, recodada en la mesa y mirándola con desinterés. Y, por supuesto, vino a sentarse frente a mí. Tuve que contenerme ante su pregunta.

Bueno. Lo intenté, más bien.

-Mal -respondí, cortante, seca-. Pero eso ya lo sabes. Mejor que yo, probablemente.

Con la misma brusquedad, bajé la vista a la taza. Por algún motivo, volvió a extrañarme encontrar la tostada casi entera en la misma. En mi propia mano. Mithos, quizá necesitaba irme a dormir pronto.

Aunque con lo mal que había dormido los últimos días...

Alzo un instante las cejas. Bueno, no es que esperase algo diferente. Pero no veo la necesidad de ser tan incisiva, coño. Menos mal que hoy estoy tranquilita.
Asiento, suave.

-Bueno, supongo que puedo hacerme a la idea-. Después de haber cortado con Buscador, y después de la muerte de la otra ninja, lo raro hubiese sido que se pusiese a cantar de alegría-. La verdad es que es una situación jodida... -. Bajo la vista un momento-. Ya temía que te sintieses algo violenta al respecto.

La miro de nuevo. Si me pongo en situación, creo que yo me sentiría violenta. De hecho, yo misma me siento violenta, porque me enteré de la muerte apenas veinte minutos después de estar hablando con Buscador de la ninja... No quiero imaginar Massen, que quizás hasta la tenga aburrida.

Daban ganas de ser más mordaz. Hasta de gritarle. Era increíble lo hipócrita que podía llegar a ser. Suspiré. Hice amago de llevarme la tostada a la boca, pero la verdad era que no me apetecía. Mojada y todo, la dejé en el plato y alcé la vista, mirándola con frialdad.

-No estoy segura de que te parezca una situación tan "jodida" -le solté, brusca-. La verdad es que te lo has montado bastante bien. No te preocupes, no voy a molestar. Ya ha sido suficiente.

La miré un momento, con un indicio incluso de curiosidad. No entendía algunas cosas. Pero no eran suficientemente importantes como para darles muchas vueltas.

-¿Qué quieres, Frikka? -pregunté-. ¿Qué más vas a coger? ¿Te mando a Jun con un lacito? ¿Quieres dormir con Alehyss? ¿Qué haces aquí? ¿Qué más te aporta acercarte a mí?

Me di cuenta de que estaba agarrando la mesa con las manos hasta el punto de que los dedos se me habían puesto blancos.

La miro. Ni siquiera sé qué expresión tengo. Estoy como... Como...
¿Qué?
Desconcertada. Eso.
Vale que me callé algunas cosas, pero no creo... No creo que sea para tanto.

-¿Me lo he montado bien? -inquiero, algo contrariada.

¿Qué demonios pasa? ¿Que cojones he hecho? Vale, lo admito... No soy la persona más agradable del mundo. No soy la más simpática, ni la menos autocompasiva... Mis tocamientos de pelotas pueden ser pesados. Pero no veo qué gota ha colmado este vaso. Porque parece francamente enfadada.

Noto que me tiembla la respiración un momento cuando sigue hablando. Poco a poco entiendo, pero tan poco que no llego a captar la esencia. Me falta algo. Un detalle. Una explicación.

-¿Coger? -inquiero, con un rastro agudo al final de la voz-. ¿De qué coño hablas? He venido a ver cómo estabas. Nada más.

Esbocé una sonrisa, una evidentemente fría, forzada y sarcástica. De hecho, parecía más una mueca mordaz que una sonrisa.

-Oh, bueno, no lo sé -repliqué-. A lo mejor no, pero desde luego, desde fuera parece un chollazo. Felicidades, ¿eh?

Fruncí el ceño ante sus quejas. Una cosa era ser hipócrita y otra llamarme idiota a la cara. Así que venía a ver qué tal estaba. No sabía de qué hablaba y tampoco entendía nada. A ver si iba a resultar que era menos espabilada de lo que parecía. Porque a mí no me parecía algo tan difícil de captar.

La miré con condescendencia.

-Vale, Frikka -concedí con desdén-. Como quieras. Solo has venido a ver cómo estoy y nada más. Bueno, pues estoy mal, ya te lo he dicho. No creo que te hagan falta explicaciones al respecto, ¿me equivoco?

Me estoy sintiendo algo nerviosa. Siento cierto cosquilleo desagradable en el pecho, y un ligero nudo en la garganta. Y ni siquiera sé qué he hecho. Pero, joder, ha debido de ser espantoso. Y quizás hasta yo misma me creo que haya podido haber hecho algo espantoso, porque me pongo nerviosa. Pero de verdad que no caigo, joder...

Termino por fruncir el ceño, poniéndome algo rígida.

-Pues sí -gruño, apretando la mandíbula-. No sé a qué viene todo esto, ¿sabes? Pero me toca los huevos. ¿Qué cojones te he hecho que sea para ponerse así? En serio. Dímelo. Porque no veo un chollazo por ninguna parte, si te soy sincera.

Tengo los puños apretados. Lo que me faltaba. Que venga la cría a montarme una puta escenita, hostia. No están las cosas mal, que hay que enfadarse con Frikka. A lo mejor soy puto sonámbula y asesiné yo a la ninja. Será eso.
Qué chollazo, hostia. ¡Sí!

-A lo mejor sí me hacen falta putas explicaciones. Pero vale, sigue haciéndote la interesante. Es más, no me digas qué cojones ha pasado. Así, con suerte, nunca tendré puta idea de qué te he hecho. ¿Te parece bien? Joder -. Respiro rápido. Me estoy sulfurando. Incluso noto los ojos algo húmedos, pero paso. Nada de gilipollismos, Frikka.

No pude evitar alzar las cejas, sorprendida. La verdad, no me lo esperaba. No parecía la clase de persona que hiciera aquellas cosas. ¿Y encima pretendía quedar de santa? ¿De víctima? ¿Pero qué se había creído? Y aún tendría sus amiguitos para contarles a saber qué estupideces.

Parpadeé. ¿Por qué me picaban los ojos? No iba a llorar, ¿por qué iba a hacerlo? Yo estaba por encima de todo aquel asunto. Era algo totalmente secundario. Solo pretendía dejar claro que no era ninguna estúpida. Pero, por lo demás, me daba igual. Eso estaba claro.

-¿Y eso me lo dices tú? -respondí con el mismo tono, algo más alto de lo que sería considerado normal. Me di cuenta de que me temblaba un poco la voz y traté de evitarlo-. Tú, que te dedicas a contarle historias a Follow y te sabes sus idas y venidas de memoria, pero luego cuando me ves finges que contigo no va la cosa. ¿Y tú me dices que no sabes nada y que necesitas explicaciones? ¿Tú, que te has dedicado a comerle la cabeza con cosas que no tenían nada que ver contigo? - Empezaban a dolerme los dedos de agarrar así la mesa-. O bueno, ¿qué digo? Claro que tenía que ver contigo. Ahora ya es todo tuyo. Con lo de la ninja no contabas, ¿eh? Menudo golpe de suerte.

Quería dejar de mirarla y corregir el gesto, pero no podía. Eso sería mostrar debilidad, y no podía permitírmelo. Parpadeé de nuevo, seria y temblando de rabia.

Me noto fría de pronto. No me puedo creer esto. No me lo puedo creer.
Esto es... ¿Esto es serio? ¿De verdad?
Y...

-Todo lo que hice fue tratando de hacer que os fuera bien... -comienzo, con voz algo temblorosa, pero tono más calmado-. Lo ayudaba a entendernos. Ni siquiera fue premeditado. Simplemente coincidió... Me parecía un tipo estúpido, risible, pero acabó siendo un buen tipo-. Aprieto más los puños. No me puedo creer que esto esté pasando de verdad-. ¡Pero no le comí la puta cabeza con nada! Quizás lo que hice no te guste. Vale. Pero él me lo agradecía. No creí que hiciese nada malo. Quería ayudarlo a entenderte.

Porque te respeto. Me has ayudado siempre. Con Gerry. Cuando llegué, incluso. Y yo quería hacer lo mismo. Quizás no soy tan buena como tú. Quizás no me salen tan bien los planes.

"Todo mío." Ahora lo entiendo. Cree que él y yo...
¿Por qué?
Se me abren un poco los ojos.

Con la ninja no contaba.
Menudo golpe de suerte.
Qué suerte.
Qué suerte...

Cuando me doy cuenta me he levantado, apoyándome violentamente en la mesa, mirándola con furia. Quiero cruzarle la cara.
No sé por qué.
Yo ni siquiera conocía bien a esa chica. Solo es que me acaba de parecer una falta de respeto para ella. Y para mí.

-¡¿DE QUÉ COÑO VAS?! -bramo-. ¡SÍ, MENUDA SUERTE QUE ESTÉ MUERTA! ¡¿Y LA OTRA?! ¡¿ESA TAMBIÉN LE IBA DETRÁS?! ¡A LO MEJOR ASÍ POR FIN ME LO PUEDO FOLLAR! Me muero de putas ganas.

El pecho se me mueve con furia, en cada inspiración y espiración. Ahora sí que noto lágrimas en los ojos, de rabia, pero me la suda.

-¡¿QUÉ COJONES TE PASA, HOSTIA?! ¡SI LO VUESTRO NO FUNCIONÓ NO FUE CULPA MÍA! ¡ERAS TÚ LA QUE SE CALLABA TODA LA MIERDA! Por favor... ¡¿Hijos?! ¡¿De verdad?! EL GILIPOLLAS DE BUSCADOR NO SE ENTERABA DE NADA Y ¡¿QUÉ COÑO QUERÍAS QUE HICIESE?! SOLO LE EXPLICABA LO QUE NO ENTENDÍA. ¡PERO ESO DEBISTE HABERLO HECHO TÚ, ¿NO?! ¡NO YO! NO ME VENGAS AHORA CON MARICONADAS COMO SI FUESES UNA PUTA NIÑATA DESPECHADA CUANDO PARECE QUE YO SOY LA ÚNICA EN ESTE PUTO PALACIO QUE NO TIENE CIEN BABOSOS DETRÁS.

Joder.
Mierda.
Hostia.
Coño.
Puta mierda.

Hice una mueca de nuevo.

-Sí, claro, son cosas que no se planean, surge y eso -me burlé. Ella sí que era risible.

Pero cuando sentí que más me ardían los ojos fue cuando se me echó encima. Ella. A mí. Lo último que me faltaba. Fruncí el ceño. No iba a seguir su juego. Si entraba en su juego, perdería.

-¿Lo de que se entere todo Brontë es porque tienes algún interés particular en llamar la atención, o...? -repliqué, con voz incluso algo más baja de lo que sería mi tono normal, en un tono helado-. ¿Y la gran Frikka va a venir a explicarme cómo tengo que portarme con mi pareja? ¿O mejor primero va a arreglar ella las cosas sin consultar? Qué suerte tenerte cerca para que le expliques todo por mí. Mira cuánta ayuda has ofrecido. Hazme un favor y deja de hacer el ridículo y autocompadecerte, estúpida.

Me levanté, furiosa. No esperaba que viniera a llorarme pidiendo perdón, pero bajarse los humitos no le iría mal. Y menos teniendo en cuenta la situación.

Di un puñetazo a la mesa, absolutamente frustrada. Y, con él, una lágrima me saltó del ojo a la mejilla. Me la borré de la cara de un bofetón y me volví hacia ella.

-Pues nada. Sigue ayudándolo. Pero no me digas que lo haces por mí. A mí déjame en paz.

Me daban ganas de echarle mi cena a la cara. Mi cena casi sin probar. Tampoco tenía hambre, así que no importaba mucho.

Abro la boca con furia.
¿Cómo se le ocurre ponerse así? ¡No tiene puta razón!

Noto cómo la expresión me flaquea. Ni... Ni siquiera...
Cierro la boca. Se me escapan un par de lágrimas. Qué más da. Si tendrá razón y todo. Tendrá razón y todo.

-Yo no he hecho nada con él -. La voz me suena muy extraña, pero no estoy llorando. Solo es como un poco seria de más. Rara-. Lo ayudaba porque es mi amigo y creí que sería bueno.

Sorbo un poco por la nariz. Aún no estoy llorando.
De hecho, me siento muy digna. Muy digna de repente... Muy adulta.
Y una mierda...

-Lo siento -murmuro, bajando la vista a la mesa.

Un par de segundos inmóvil. Quiero largarme de aquí. Quiero irme... Quiero irme a casa. No quiero estar en este sitio. No puedo estar aquí.

La miré largamente en silencio, con el gesto muy serio. Serio y tenso, tanto que me dolía la cara. Bueno, fin de los gritos. Ya iba tocando.

Iba a replicar a su declaración, pero decidí dejarlo estar. Ya veríamos.

-De acuerdo -murmuré, simplemente.

De pronto, me parecía desagradable. Pequeña, débil y llorona. Nunca la había visto así. Sentía la rabia subirme por el esófago. Mantuve la mirada fija en ella.

-Tal vez fuera bueno para él. No lo fue para mí. Yo ya no me fío de ti -declaré, con una voz tan gélida que a mí misma me sorprendía.

Al menos había una disculpa. Aunque ni siquiera sabía para qué la quería. No iba a arreglar nada. Yo sabía que ella no tenía más que una parte de la culpa, pero era una parte que me había dejado un desagradable resquemor. Y, con ella o sin ella, una disculpa no mejoraba mi situación.

Aunque, de nuevo, eso no era responsabilidad suya. Así que asentí, sin más.

-Buenas noches, Frikka -dije, sin variar el tono.

Y, sin más, me di la vuelta y me fui, olvidándome de la cena.

*Se va*

Me siento de nuevo. Estoy algo mareada. Y las manos blancas aprietan las rodillas...
¿Soy deleznable? ¿Tan malo es lo que he hecho? Queriendo ayudar...
Quizás no sé ayudar. Será eso...

Cuando me doy cuenta hay una gota en la mesa. Es difícil verla con la mirada así de empañada... Debería avisar al servicio de que tienen goteras. Les vendrá bien saberlo, porque aquí llueve mucho. Resulta desagradable que llueva tanto. Acabarán inundados si no tapan las goteras del techo.
Acabarán...

Noto un leve temblor. Sí que hace frío, además... Es la brisa... El verano... No queda tanto. Se va a acabar pronto. Pero empieza a hacer frío ya. Es desagradable.
No lo aguanto...

Y un nudo en la garganta...
Para eso no se me ocurre una excusa.

*se va*

Lo miré curioso, divertido. Lyo ya se había rendido por completo y dormía pegado a mi pecho, tranquilo.

-¿La primera vez que te lo pregunta un caballero? ¡Vaya! Supongo que eso significará que te presentas más bien a damas, eh -comenté, con una sonrisa pícara. Si se veía que era todo un rompecorazones. Quizás no llegase a mi nivel, claro, pero tenía una simpatía natural nada desdu... desda... Que no se podía ignorar.

Enseguida acudí a su mesa, siguiéndolo. Se movía con mucha seguridad. Tome asiento frente a él.

-Por supuesto. Ya que estoy, tomaré algo antes de dormirme -. Asentí, animado. Conocer gente estaba bien, aunque fuese a aquellas horas de caeruleus.

En cuanto nos hubimos sentado, una muchacha se acercó, preguntando qué deseábamos. Yo pedí primero, algo ligero, y luego miré a mi compañero, esperando a que él mismo pidiese. Una vez hubo tomado nota a los dos, la chica se alejó.

La pregunta de Adain me hizo rascarme la patilla derecha, pensativo. Parecía un tema sencillo. No comprendía qué dificultad había. Pero era normal que alguien nuevo se encontrase desorientado. ¡Menos mal que yo me encontraba allí para ayudarlo!

-Veamos, diría que simplemente es nuestro deber mantenernos fuertes, entrenando todo cuanto podamos, para poder llevar a cabo las misiones que se nos encam... encum... manden, de modo que podamos ayudar a todo aquel que lo necesite. Es nuestro deber esforzarnos por ser lo que las personas llamarán héroes -terminé, con una sonrisa sulenmne, apretando el puño sobre la mesa-. Aunque sin presumir, por supuesto -añadí enseguida, poniéndome algo serio-. Yo estoy aquí porque me gusta ayudar y proteger a la gente. Lo haría incluso de no haber venido a este lugar, pero desde aquí se hace más sencillo, porque somos más con un mismo objetivo.

Alcé las cejas mientras Adain pedía, y terminé por esbozar una sonrisa enorme. ¡Desde luego, el apetito que tenía sí era heroico, por Mithos! O pasaba mucha hambre o quemaba la comida con ejercicio, porque su porte no era la que se esperaba de un hombre con un saque como aquel.

-Quizás me he demorada demasiado en traerte al comedor-me disculpé, con una sonrisa divertida-. Parece que no hayas comido en días. ¡Es un detalle que hace que me caigas mejor! -declaré, a punto de dar un golpe con el puño en la mesa, pero deteniéndome al recordar a Lyo, que dormía en mi otro brazo, sin perturbizarse por mis exclamaciones.

Y mientras traían el elaborado pedido pudimos hablar, pues, de Brontë. Él no parecía tan animado como yo ya había pensado una vez hable. Supuse que era modestia. Si era un noble noble, no le gustaría presumir, y entonces quitaría hierro a sus habilidades. Aquello lo hacía, si era posible, más buen hombre de lo que ya parecía.

-Oh, amigo mío, no debes sentirse acobardado por lo que se espere de ti -tranquilicé, acariciando un poco el pelo de Lyo, negando con suavidad-. No esperan que seas un vil asesino, o el hombre más poderoso del mundo. ¿Pero no se puede solo volando ser un héroe? ¡Hay muchas cosas que tus alas pueden hacer y que yo, por no tenerlas, jamás podría realizar! Y hay todo tipo de misiones, créeme. Una vez fuimos a buscar al prometido de una mujer llamada Sara Elander, que había desaparecido. Una historia interesante... ¡El malnacido resultó estar engañándola con otra! Y lo creían secuestrado o algo peor... ¡Y llevaba años haciendo que su gemelo se hiciese pasar por él para no tener que estar con ella! Era un verdadero malandrín, pero al menos le cayó un buen rapapolvo -expliqué, poniéndome algo serio de recordarlo-. Aquí trabajamos en equipo y nos ayudamos unos a otros. ¡Cada uno tiene diferentes habilidades! Y somos todos compañeros. Eso es lo que hace que podamos hacer cosas. Un solo hombre no puede obrar milagros, ¡pero tantas personas juntas sí! Y si quieres adiestrarte en la batalla, aquí mismo podrás hacerlo. Yo te ayudaría con gusto, y estoy seguro de que no soy el único que haría algo así.

Con tanto hablar, tenía la boca seca. La mujer que nos había atendido, por suerte, llegó en aquel preciso instante con el agua, y con la avanzadilla de los alimentos, mientras el resto se preparaban, todavía, por lo que pude beber y comenzar a comer enseguida.

-¿Qué le sucedió a tu ala, por cierto? -. Fruncí el ceño, indignizado-. ¿Acaso fuiste atacado de camino a Brontë? Existen personas realmente crueles en el mundo. La innobleza habita en muchos, por desgracia.

Negué rápidamente. ¡Nunca había querido avergonzarlo, por Mithos! Como mucho, hacer un comentario curioso, pero nada más. No quería caerle mal ya de recién llegado.

-No sientas vergüenza alguna. El hambre es noble como ninguna otra cosa, y saciarla no es nunca una vergüenza. En todo caso, por la vergüenza se quedan muchos con ella -terminé, riendo mi propio e ingenioso comentario, completamente satisfecho.

Desde luego, aquel hombre Adain, era todo un valiente, atreviéndose a venir a Brontë sin experiencia en combate, guiado solo por su buen corazón que lo impulsaba a ayudar a los que necesitaban de él. Pocas cosas conmovían u corazón más que aquello. Quizás debiese aprender de él y de sus buenas intenciones, pues no era la primera vez que yo obraba con egoísmo. Tenía muchos errores que enmendinar. Quizás aprender de un hombre como aquel fuese lo que tocaba de una vez por todas.

-¡Por supuesto que te entrenaría! -aseguré, dejando el vaso en la mesa, haciendo que Lyo se sobresaltase un poco con el golpe. Por suerte, no abandonó su sueño-. No serías el primero al que entreno, por supuesto, y eso ya sin contarme a mí mismo. ¿Y no es acaso la obligación de un veterano el dar un buen recibimiento a los recién llegados? -. Mientras hablaba, trajeron el resto de la comida que mi compañero había pedido, pero no dejé de hablar, con noble tono y voz poderosa-. Cuando lo desees solo has de llamarme, cualquiera del servicio podrá encontrarme si tú no puedes, y trataré de adiestrarte lo mejor que sepa. Me gusta la compañía mientras entreno. Sudar en compañía de otros guerreros hace al hombre más fuerte -aseguré, cada vez con más ánimo-. Si no puedes mover tu ala, quizás prefieras descansar. Pero si pese a ello puedes hacer algo, te enseñaré lo que sea necesario. Son tiempos difíciles, y debemos ayudarnos más que nunca.

De hecho, ya iba siendo hora de que diese a Lea lo que había pedido... Ella misma había dicho que deseaba entrenar conmigo, y tras los últimos acontecimientos me preocupaba especialmente ella... Si volvía a recibir un susto como aquel, a saber si lo soportaba. De volver a pensar en la posibilidad de que ella...
Negué para mí, sacándome aquella idea de la cabeza. Lea estaría bien. La protegería, así tuviese que dar mi vida por la suya para hacerlo. Aunque lo mejor era no hacerlo, porque después de muerto no podría seguir protegiéndola. Por ello, ayudarla a hacerse más fuerte, hacerme fuerte con ella, era la mejor decisión. Y de paso, podría aprovechar el tiempo para estar un poco más a su lado, aprovechando innoblemente las circunstancias.

Asentí de nuevo, más determinoso, frunciendo el ceño.

-Ya llevo aquí tres años. Eso no me hace perfecto ni sabio, pero te enseñaré todo lo que pueda. Lo que he aprendido en este tiempo.

El fuego ardía por mis venas. Ya era hora de demostrar que no era un estorbo, o alguien incapaz de enfrentarse a lo que viniese. No volvería a fracasar.

Abro la puerta con un gesto elegante e invito a Frikka a pasar.

-Adelante, mi señora-también le retiro y coloco la silla cuando se sienta. Recuerdo cuando mis hermanas se ponían pesadas y decidían que ellas eran grandes princesas y yo su siervo. Por lo general sus tareas eran bastante más pesadas, y solían incluir encargarme de las tareas que ellas tendrían. Frikka se portaría mejor, seguro. Y si no la obedecía no iría a mi madre a chivarse.

-¿Qué desea tomar? Tenemos un amplio surtido de... todo, básicamente, que le serviré encantado.

Entro cuando me cede el paso, haciendo una leve inclinación de la que me arrepiento un microsegundo después. Vaya una gilipollas debo de parecer. Esto cada vez es más preocupante.
Carraspeo, algo incómoda, y señalo una mesa.

-Esa. Esa está bien.

Enseguida me pongo a andar hacia ella. ¿Por qué lo declaras en voz alta? Aún te vas a creer una dama de honor de esas de verdad, hostia. Tu madre no querría otra cosa, claro, pero tú...

-¿Qué deseo tomar? -inquiero, alzando una ceja, y con una sonrisa de lo más... ¿Libinidosa? No. Por favor. No. Estoy salida. ya se lo demostré a su yo dormido, y a su yo fumado, y a Aloe, casi, pero no, por favor... Es pasajero. Es pasajero. El día que me encuentre diciendo algo como "tómame tú a mí" juro que me rajo las venas de arriba abajo y no me puto arrepiento-. Pues... ¿Habías dicho nata? -. Muy bien. Gracias, Fifi-. Tarta. Con nata. Algo ligero...

Aprovecho un momento que no mira para golpearme las mejillas con las manos. Mucho mejor. No eres tonta. Eres lista. Toda una Njorthrbiartr.

-Umm, tarta...- me alejo ya salivando. Tarta de nata, qué hambre. Intento explicar al encargado cómo me gusta la tarta de nata y, tras una conversación llena de exageraciones y aspavientos con los brazos, creo que me entienden. Con esa rapidez que las caracteriza me sirven y yo llevo nuestros platos a la mesa, así como un par de jarras de algo que me ha recomendado el servicio y que nunca había oído ni nombrar.

-Pensé que cerveza no sería muy buena combinación con esto- le digo al colocar la jarra frente a ella. Me siento y pego un buen trago. Sabe dulce, pero no empalaga. Le doy mi visto bueno.

Espero a que parta el primer trozo para quitárselo y comérmelo yo mismo.
-¡Tenía que comprobar que no estuviera envenenada!- sonrío con la boca llena de nata. Eh, está buena.

Lo miro mientras habla con el chico del servicio, concentrada. De verdad que tiene un encanto como especial. Es mono, y yo no digo eso de todos, es simpático, es amable... No tiene exactamente unas luces que se diga que es chrysos, pero lo suple con buen humor y...

Enarco las cejas cuando llegan con las cosas. Miro la jarra, algo extrañada, y meto la nariz en el vaso para oler. Alcohol. Mira tú... Yo no sé si esto...
Pero claro, no voy aquí a ser la cobarde.
Bebo un sorbo largo. Que se vea la costumbre. Y aún pega, joder, pero no sabe a meada. No es puta cerveza de esa, hostia...

-Bueno, lo acepto. No está mal -termino, muy seria, alzando el pulgar en señal de aprobación- Le doy mi sello Njorthrbiartr.

Enseguida me pongo a lo importante. Incluso tengo hambre y todo. Y yo que creía que no.
Corto un trozo, un trozo generoso, admito, y en lo que voy a llevarme los dedos a la boca para limpiar la nata restante... Será capullo...
Dejo ir una risa sarcástica. Tres carcajadas contadas.

-¿Y qué? ¿Lo estaba? -inquiero, escéptica, mordaz, poniéndome de pie e inclinándome hacia adelante, pasándole los dedos manchados por la nariz. Luego lo señalo y me río un par de veces-. ¿Y esto?

Entonces, triunfal, me siento y tomo un nuevo trozo, ahora para mí.
Eso es. Toda una mujer madura.

- Ummm... No, parece que no. ¿Algún cambio reseñable en mí? ¿Ne están saliendo más escamas, se me ha puesto el pelo verde? Parece comestible, entonces- parto un trozo de mi plato y lo como con glotonería. Mithos bendiga a nuestros cocineros.

Su "ataque" me pilla con las defensas totalmente bajadas. Ni la veo venir. No es que sea el chico más rápido de Ignis, pero ni intentándolo. La miro con falso odio.

- Eso, señorita, ha sido un ataque indigno de alguien como tú. ¡Es casi un insulto manchar una cara tan bonita!- me hago el ofendido y me limpio con aires de grandeza y el dorso de la mano. Bebo otro trago para simular una distracción-. Pero bueno... tú te lo has buscado- y le unto la mejillla con otra generosa ración de nata.