Comedor

Tras mi ataque lo miro, arrugando un poco la nariz, girando la cara raro, como si estuviese mirando un cuadro abstracto de esos que parece que el artista estaba borracho y solo potó sobre el lienzo. Señalo su cara, con expresión como de asquillo...

-Sí, tienes como... -. ¿Lefa? Qué vulgar- algo blanco en la nariz -destaco, completamente inocente. Del todo-. No será tan bonita si no le resbala todo -me burlo, jocosa, probando de nuevo este mejunje líquido.

Me dedico a mi comida, luego. La saboreo, pero algo escéptica, eh. No me fío del todo, que tengo cuatro hermanos. ¡Y ahí está! Maldito bastardo. Puto...
No me da tiempo a apartarme de todo y acaba tomándose su venganza.

-Cabrón -gruño, pero con una sonrisa. Pongo la mejilla, dirigiéndola hacia él, y la señalo con gesto severo-. Límpialo, venga -ordeno, siguiendo con mi papel de ama, o algo así.

Refunfuño.
- Es tan bonita que ni la nata se quiere separar de ella. Creo que no me estás mirando con suficiente atención. Si no te darías cuenta.

Si algo me gusta de esta chica es que me las devuelve todas. Esto sería un rollo si se limitara a enfadarse o a ignorarme. Que esté dispuesta a entrar en el juego la hace divertida. Pero ese último comentario ya es provocar.

Sonrío ampliamente, con malas intenciones. Procuro que no se me noten mucho e inclino respetuoso la cabeza.

- A sus órdenes, mi señora- me apoyo con mis brazos en la mesa y le lamo desde la mandíbula hasta la sien-. Está usted deliciosa, ¡qué digo! ES usted deliciosa- comento con tono pomposo-. Y a eso en mi casa lo llamamos un beso de bismonte.

Apoyo los codos sobre la mesa y la barbilla en las manos, mirándolo con una sonrisa entretenida, con divertido escepticismo. No digo que no sea cierto, pero dudar de ello es gracioso.

-Bueno, no está mal... -comento, con desinterés, mirándome las uñas un instante.

Espero, luego, paciente, a que proceda con las labores de limpieza. No obstante, parece que quiere seguir jugando a juego sucio. Me recorre un escalofrío por la espalda, y lo peor es que no tengo claro que sea de asco.
Bueno, un poco sí. Qué nostalgia de sensación, hostia.

Lo miro con el ceño sutilmente fruncido. Tengo que pensar muy bien lo que voy a decir y hacerlo rápido para no quedar en ridículo. Incluso bebo un largo trago para hacer tiempo.

-Eso... Eso ha sido jodidamente asqueroso -. Buena forma de empezar, Fi. Aprieto los puños sobre la mesa. Creo que hasta me he ruborizado un nada. Pero poco-. No te atreves a repetirlo -murmuro, queriendo sonar lo más desafiante que pueda, pero...

Soy una puta vendida. Por favor.

-¡Cómo que no está mal!- es casi ofensivo. Yo solía tener una cara bonita. Me lo decía la gente. Gente además de mi madre. ¿Habré empeorado? ¿O es que a ella le gustarán los chicos mucho más guapos? Seguro que tiene por ahí algún guerrero apuesto y yo la tengo aquí perdiendo el tiempo "no estando mal".

Igual estoy un poco picado. Pero solo un poco. No espero que me diga que soy el flamma más guapo que ha visto jamás, pero un poco de consideración con su siervo no estaría de más, ¿no? Tengo un ego masculino que mantener. Por eso cuando me dice que no lo repita se me cruza un poco la neurona. Solo un poco. Le agarro del mentón y lamo de nuevo, desde la barbilla hasta la nariz. Rápido, pero igualmente molesto.

- Uy, pues me he atrevido. ¿Y ahora qué?

Parece realmente ofendido. Tanto que cae en mi estúpida provocación, claro. Y eso que el tono no era como para...
La lengua, cálida y húmeda, me repasa rápido, de la barbilla a la nariz. Me tenso un momento. El momento que dura, que es escaso. Esto ha sido notablemente más raro. Tengo un nudo extraño en la garganta. Es como...

Lo miro fijamente un momento, como si su pregunta mereciese mucho que pensar, mucho que plantearse. ¿Este no es uno de esos momentos de "o haces algo o no te quejas más, la puta"?
Esta bola en el estómago debe de ser la tarta. Es que nata a estas horas... O la mierda esta del vaso, joder...

Me yergo de nuevo. Me toca, ¿no? Demonios, qué mal. Me acerco a él y... Bueno, solo un beso superficial en los labios, breve, y ya está. De esto que si te miran raro y preguntan "¿qué?" arrugas el ceño y respondes "¿qué de qué?", y como si nada...
Luego recupero mi asiento y me llevo un bocado de tarta a la boca. Y a ser muy digna.

-Últimamente llueve mucho -comento.

Tengo los dedos de los pies rígidos como putos palos.

Al sentir su beso me quedo de piedra. Es un beso de esos que te deja con las dudas. ¿Es solo por seguir molestando? ¿Porque siempre hay que dar un paso más? Nadie da un beso sin querer darlo. Al menos no debería.

Al verla ahí, tan tranquila, podría decir que es un efecto secundario de lo que quiera que estemos bebiendo. Y ya el comentario de la lluvia me deja totalmente descolocado. ¿Está lloviendo mucho? ¿Es importante? ¿Es algo que yo no llego a entender de la situación? Esto solía ser más fácil. También solía pensar menos, que ayuda. Porque total, darle vueltas a las cosas es no avanzar. ¿Qué pierdo?

Retiro mi silla, dejando más espacio. Me doy un golpecito en el regazo y la miro.
- Ven, anda- no es una orden, es más... una sugerencia. Ahora es cuando se ríe de mí y se larga con su guerrero guapo, seguro. Bueno. Se quedarán las dos jarras a hacerme compañía.

*Rol pausado*

Todo va bien. Todo va bien. Todo va bien. He superado la prueba como una puta maestra. Debería dedicarme al teatro, porque entre lo bien que actúo y lo bien que improviso me llevaba el premio ya la primera, hostia.
Sostengo el vaso entre las manos, contemplando el líquido que queda con gesto algo avergonzado. Llego a acercármelo a los labios, pero no a beber, porque él habla primero. Me tenso un poco, manteniendo la posición, con la jarra sobre la piel, y la deposito lenta y suavemente sobre la mesa, sin dejar de mirarlo con cierto pudor, pero manteniendo un semblante lo más serio posible.

Apoyo las manos en la mesa y me levanto con suavidad. Es como si no moviese yo mi propio cuerpo. Qué raro. Entonces, lenta pero segura (¿y segura dónde, hostia?), me acerco a él, rodeando la mesa. Todavía miro su regazo un momento, y luego su cara, antes de decidirme.
Así hacía mi padre cuando era pequeña... Y alguien más, supongo, pero hace tanto...

Me apoyo con cautela en sus piernas y luego, lentamente, me recuesto contra él, de lado, apoyando el hombro en su pecho, con la mirada algo baja. Creo que tiemblo ligeramente.
Aprieto la mandíbula y alzo la vista un poco para dedicarle una durísima mirada de súplica, porque es, creo, la primera vez en mi vida que me encuentro en esta tesitura. ¡¿Que creo?!
¡Sé!

¿Y ahora qué? Madre mía, hostia... Creo que me sudan un poco las manos... No me lo puedo creer... Que asco... Mierda... Hostia... No, por favor...

-¿Qué? -inquiero, con cierta altanería.

Sí, encima tú ponte borde.

Frikka resulta bastante ligera sobre mis piernas, pero sigo sintiendo un peso en el estómago. Parece un poco asustada, como un animalito cazado. Le acaricio el pelo con suavidaz, intentanddo tranquilizarla. Intenta ser desafiante y sonrío ante su orgullo.

-Nada- murmuro, y la beso con la misma levedad que ella. No quiero que piense que soy un aprovechado o algo así, pero la verdad es que tengo muchas ganas de besarla. Hacía tiempo que no me sentía así, no desde que había llegado al palacio. Esto sería más fácil si hubiera bebido más. No estaría aquí pensando en si la molestaría que fuese más directo o saldría correcto. Jugueteo con un mechón de su pelo y suspiro. Pensar no es lo mío. Supongo que lo mejor será ser sincero.

-Me muero de ganas por besarte- bajo la voz, hablándole a una distancia diminuta-. ¿Puedo...?

El primer roce es... Hace como esa sensación en la garganta de que se te acaban de cerrar todas las vías y parece que vayas a morir, joder, pero luego es breve y entonces te das cuenta de que solo fue impresión pero de que respiras y sigues vivo y no pasa nada y todo bien y...
No voy a comentar el color que sea que tenga mi cara ahora mismo porque creo que hablar de la apariencia de una está muy feo.

Venga, Frikka. Lo estás deseando desde hace un buen rato. No es la primera vez que lo piensas, al fin y al cabo... Hazlo... Haz lo que se pasa por tu cabeza... Sigue tus instintos... Sal corriendo y no mires atrás. Aún estás a tiempo, hostia.

No aumento la distancia. Tampoco la acorto. Creo que me han lanzado un puto hechizo. Estoy congelada, paralizada...

-Si te parece, a estas alturas te digo que no -respondo, buscando sonar mordaz sin conseguirlo, dándome cuenta de que he bajado la voz, adaptándola al volumen de la suya.

Oigo los latidos en los tímpanos. Creo que ahora entiendo que los ojos se cierran para evitar la vergüenza.
Lo busco yo misma. Me siento insegura, pero por suerte es como si me moviese sola. Quiero dejar claro, señoría, que si hay torpeza en mis gestos es porque estoy acojonada. Casi no me atrevo ni a abrir los labios, y termino por intentar adaptarme a él como puedo, para salir del paso.

Lo peor de la vergüenza es que te impide hacer cosas, y luego también la sientes por no haberlas hecho, ¿no? Menudo desastre. Puedo imaginar la palabra que llevo grapada en la frente:

Virgen.

Que sea ella misma la que acorta las distancias es una buena señal, ¿no? Como la mejor de las señales. Es que quiere estar aquí con mi boca-que-no-debe-de-estar-tan-mal. Sigue siendo suave y eso está bien. Normalmente las chicas no son tan suaves. Al menos en mi pueblo. Son más... no dejarte respirar y una mano dentro de los pantalones. Besarse con Frikka es como aire en los pulmones y algodón en la cabeza. Creo que ahora mismo ni con los remedios de una parvus loca podría pensar con claridad.

Le paso una mano por la cintura, tentativamente, mientras le sujeto la cara con la otra. No es como si se fuera a romper, que es una chica dura, pero es agradable sentirla así. Es guay. Hasta besarse con ella es guay.

Noto la sangre calentándoseme en las venas e intento darle algo más de intensidad al beso. Que no se diga que los chicos de Ignis somos unos sosos.

Creo que se nota poco que tiemblo, y eso es un avance. El cómo logro respirar es un misterio, aunque supongo que no ha pasado tanto tiempo y que tampoco hace tanta falta, aunque, por lo que noto subir y bajar mi pecho, cualquiera lo diría.

Noto su mano alrededor de mi cintura, y llego a tensarme apenas un instante, pero luego la relajo de nuevo. No hay nada de malo... Ahora mismo todo está siendo bastante agradable. Hay como una especie de bola de nervios en algún lugar entre mi estómago y mi esófago, pero todo bien...

Cuando acelera siento que produzco una especie de... gemido agudo, muy suave... Matadme, por favor. Lo que me faltaba. Tengo todo el rato ganas de separarme, reír un poco como una verdadera chica y... no sé... huir, supongo.
Pero me muevo, sin embargo. La mano derecha sube hasta su pecho, y ase un pliegue de su lo que sea que lleve puesto, no me he fijado, y de un pequeñísimo tirón, casi simbólico, me acerco más a él, aumentando la intensidad incluso, creo, un poco más que él.

Tengo la piel del cuerpo de gallina, joder... Es como...

Deslizo la mano arriba y abajo por su costado, acariciándola suavemente. La situación empieza a... gustarme más de la cuenta en zonas sensibles y me muevo para recolocarla. No quiero que lo note y piense que soy un pervertido o un aprovechado o un desesperado.

Quizás me esté preocupando demasiado. Sonrío ligeramente mientras la beso. Ese sonidito parece indicar que todo va por buen camino, para ella también. Y que se aferre así a mí es otra buena señal. Noto la emoción en la zona sur de nuevo. Ay, qué chica. Esto me está empezando a afectar.

Poco a poco, dejo que mi mano resbale desde su cintura hasta meterla bajo su camiseta. Poco a poco me voy lanzando, viendo que por ahora ella no pone impedimento. La paso hasta su espalda continuando con mis caricias, disfrutando de la piel suave sin impedimento. Tardo unos instantes en entender lo que eso supone. Si hay tanta piel por detrás, quiere decir que no hay nada debajo y...

Si supiera ponerme rojo, lo haría. Oculto mi pequeño momento de turbación dejando libre su boca y bajando hasta su cuello, para repartir besos delicados hasta detrás de su oreja.

Poco a poco la respiración se va haciendo más irregular, pero cada vez me doy menos cuenta de esto. No le presto tanta atención, supongo. Estoy más concentrada en otras cosas. Siento los labios húmedos, y un cosquilleo que se extiende desde el pecho a la mitad de la garganta. El sonido irritantemente ridículo llega a repetirse una vez, dos como mucho, y de verdad que no quiero e intento evitarlo.

Lo noto bajar sobre mi ropa y luego subir bajo ella. Entonces caigo en una situación para nada...
Mierda... ¿Por qué hoy no me lo he puesto? ¿Soy gilipollas o qué me pasa? ¿Qué va a pensar ahora de mí? Joder... Joder...
No suena tan mal, así dicho...

Me atrevo a morder un momento su labio inferior, o a intentarlo, porque casi ni llega a pellizco, en un intento para evitar pensar en que llevo las mismas capas de ropa por arriba que cualquier hombre.
Y como pase a tocar por delante... ¿Qué hago? ¿Le dejo? ¿Y el chasco que se llevará?

Pienso demasiado. Esa idea se me cruza por la mente justo cuando noto cómo desciende por mi cuello, arrancándome un estremecimiento, haciendo que también ahí se me erice la piel, y en la nuca de paso. Inclino la cara hacia él, colocándola a la derecha de su cabeza, acercando los labios a su oreja.

-O-oye... -tartamudeo, con pudor, sin poder mantenerme tan magnánima como siempre-. ¿Esto no es un poco público...? -murmuro.

Noto un nudo en la garganta, y la respiración acelerada, aunque ya no esté en contacto con su boca. Estoy acelerada, en general, lo admito. Pero eso no evita que me ponga a pensar en lo fácil que sería ver entrar, de pronto a, yo qué sé... Massen. Y no sería lo peor, ¿no?

Su voz me llega como desde muy lejos y tengo que concentrarme un momento en algo que no sea seguir besando para entenderla. Lanzo una mirada a nuestro alrededor, confuso. Había olvidado por completo dónde estamos. No es como si tuvieramos público, pero entiendo que no es el mejor sitio para hacer nada. Porque si me ha dicho eso, es que quiere que vayamos a un sitio más privado, ¿no?

-De acuerdo, vayamos a un sitio más... íntimo, ¿quieres?- acompaño mis palabras con un mordisquito en el cuello.

Me levanto ligeramente perdido. A dónde podemos ir... Noto las piernas débiles y la sangre retumbando pidiéndome a gritos seguir. Es una gran idea, pero lo primero es lo primero. Sonrío a Frikka y le guiño un ojo antes de salir del comedor.

*se van*

Entré primero, sacudiéndome un poco el pelo. Aunque nos hubiese pillado la lluvia, logramos volver a tiempo y no empaparnos. Y, vista la hora, cenar, o por lo menos comer algo, no parecía una mala idea. Lo único importante era asegurarse de que Vilo se comportase, claro.

-Todo lo que espero es que Lyo tenga una vida sana -terminé, frunciendo algo el ceño-. Y si no puede ser con esa mujer, que sea con otra persona. Me molesta la irresponsabilidad... Así como fui yo, ¿acaso no pudo haber sido otro cualquiera? Ni siquiera tengo claro de hacerlo bien del todo, pero hago lo que puedo.

Resoplé, frustrado, arrugando el ceño un instante. Entonces di por finalizado el tema acercándome a una de las mesas, apartando una silla para ella, ofreciéndosela con un gesto, haciendo una pequeña reverencia.

-Por favor... -invité. Luego tomé asiento yo mismo, en frente-. ¿Qué te apetece? Aún es algo temprano...

Me aburre un tanto su discurso acerca del niño, pero escucho en silencio. La verdad, a estas alturas, parece que sea su padre. Desde luego, se lo toma en serio.

-Viendo lo que te preocupas, no creo que lo estés haciendo mal -indico, entrando con él al comedor-. Supongo que ha tenido suerte de que fueras tú, después de todo. De todas formas, su madre sigue siendo su madre, responsable o no. Y respecto a eso no se puede hacer nada en absoluto.

Me siento cuando me invita a ello, tomando todo el pelo y pasándolo por encima de un hombro para que no me moleste contra el respaldo de la silla. Indico a Vilo que se siente a mi lado con un gesto cariñoso pero firme, que entiende a la perfección. Sin embargo, como quien no quiere la cosa, se mete un poco por debajo de la mesa, quedando casi entre los dos.

-Pues me tomaría un vino -respondo a Rick-. Con algo de queso, jamón, o así... Y Vilo yo creo que ya puede ir cenando. ¿Tú qué quieres?

Alcé las cejas, curioso, casi diría sorprendido, cuando ella respondió. Vino... Desde luego, no era lo que hubiese propuesto, pero no tardé en esbozar una sonrisa y asentir.

-Ah, sí, lo mismo estará bien. No sabía que te gustase el vino... -comenté, haciendo un gesto a uno de los chicos del servicio-. Yo tengo... -. Dudé un instante, mirándola-. Tengo un par de botellas. Me las envió mi padre... -. Se lo había comentado a Adain, pero aquello era mejor incluso-. Si te apetece alguna vez te invito a probarlo.

Cuando el chico llegó le expliqué lo que quería, asegurándome de que lo entendiese. No le estaba pidiendo algo cualquiera, al fin y al cabo. Aunque los dos primeros vinos que le mencioné no los tenía, el tercero sí, así que pronto partió a buscar lo que había pedido.
Acerqué un pie a Vilo, por debajo de la mesa, echándole un ojo y esbozando una pequeña sonrisa, pero pronto Lea volvía a tener toda mi atención.

-¿Sigues interesada en el entrenamiento? -pregunté, mirándola, relajado pero serio. Aquella noche estaba asustada, pero...

Mithos... Quizás no era el momento para hablar de aquello.

Asiento, firme.

-Soy bastante aficionada, aunque con moderación -explico-. Me gusta especialmente el tinto -. Alzo una ceja, mirándolo con interés-. Vino ignita, supongo... -comento, con tono de aprobación-. ¿Qué tal es? Si está bueno, no veo razón para no probarlo.

Siento a Vilo moverse por debajo de la mesa, tan solo un momento, y en seguida le doy un levísimo toque con el pie, mitad caricia, mitad advertencia. Ya sabe que en el comedor tiene que estar tranquilo.

Una vez más, asiento a su pregunta.

-Ahora que tengo un trabajo entre manos no sé si tendré mucho tiempo -objeto-. Pero sí que estoy interesada. Desde que tengo a Vilo a mi cargo, estoy mucho más activa, qué remedio, pero no creo que sea exactamente de la forma adecuada. Creo que tú podrías ayudarme. Probablemente hasta enseñarme ciertas cosas.

No pude evitar la sonrisa. Y yo sin saber aquello...
Asentí.

-Bueno, es de nuestros mejores cultivos de tinto, aunque he probado otros vinos mejores, confieso... No obstante, tiene una calidad muy buena, y a mí me gusta. Es algo seco. Depende un poco te tus gustos.  

Me froté la patilla derecha un momento, pensativo. Desde luego, de haber sabido aquello antes quizás se lo hubiese llegado a proponer... Además, una mujer que sabía disfrutar de una buena copa de vino... Una persona...
Mi padre siempre decía que el vino era el caldo que calentaba el alma, y que solo aquellos con paladares adecuados podían entenderlo y disfrutarlo.

-Bueno, yo siempre estoy dispuesto, eso ya lo sabes-. Y a entrenar también lo estaba. Mithos... Debía detener mi cerebro desenfrenado-. Si puedo serte útil, me esforzaré por ello. Y espero aprender cosas de ti también, por supuesto. Eres la primera persona que conozco que usa esa espada... ¿doble?

Como si lo hubiese llamado, el chico volvió con lo pedido cuando acabé de hablar, y dejó en la mesa una tabla con jamón, queso y algo de pan. Aún acabaría sucumbiendo a pedir más comida... Y luego abrió la botella, poniendo un par de copas ante nosotros. Yo mismo me encargué de servirlo.

-No te he preguntado, no sé si te gustará, pero mi padre siempre consideró este un vino muy bueno.

A mí me gustaban más los que no tenían.
Me llevé la copa a la nariz un momento, inspirando. Olía tal como recordaba. Los tintes afrutados, más dulces, tendían a agradar más a los paladares femeninos, por lo general. Aunque era sutil.
Terminé por esbozar una sonrisa. Negué un par de veces.

-Disculpa. Tengo que estar aburriéndote.

Lo que faltaba... La seduciría de aquella forma, claro. Hablando de vinos... Y luego, para rematarla, hasta podría hablar un poco de armas y armaduras. Tenía historias para aburrir a cien damas.

FdR- Pausa por problemas técnicos

Cierto, creo haberle oído hablar alguna vez de viñedos. Ya lo había olvidado. Me encojo de hombros, con un amago de sonrisa.

-Supongo que tendría que probarlo -comento-. No es que sea una experta catadora, simplemente me gusta, así que tampoco esperes una opinión muy profesional.

Asiento a su ¿pregunta? y me encojo un poco de hombros.

-Bueno, digamos que en el ejército de Ignis tuve quien me enseñase a usarla. Incluso llegó a regalarme la que tengo. Tampoco es un tema en el que me guste profundizar, ni tiene mucho interés, pero ese detalle me ha servido para venir aquí algo más preparada. No mucho, pero en fin.

Cuando nos traen lo pedido, añado que le vayan trayendo la cena a Vilo, que no quiero que empiece a quejarse. Luego me acerco la copa de vino, observándolo. Tras tomarla, le doy un par de vueltas, observando las marcas que deja en el vaso, y procedo a olerlo.

-Sí huele afrutado -comento, antes de llevármelo a los labios. Paladeo un momento, como decidiendo-. Sí que es un poco dulce. Está bueno.

Procedo a coger un poco de pan y untarle queso, llevándomelo a la boca. Es bastante más fuerte que el vino, pero tampoco está nada mal. Hay que decir que en cuanto a comida, de Brontë es difícil quejarse.

Me encojo de hombros.

-No te preocupes.

Tras un momento, procedo a probar el jamón, que por cierto tiene muy buena pinta.

Agité la mano delante de la cara un par de veces, negando con una pequeña sonrisa. ¡Lo que me faltaba!

-Desde luego, al final está hecho para ser bebido, y si solo pudiesen opinar los que se hacen llamar expertos... -. Bajé la vista a la mesa, contemplando el dorso de mi mano derecha-. Además, quiero invitarte a una copa de vino, no a una ensalada -añadí, con tono divertido.

Atento a sus palabras, trataba de memorizar todo lo posible sobre ella. Estuve a punto de preguntar más por su profesor, pero enseguida aclaró que no era un tema que le gustase demasiado y volví a cerrar la boca. Asentí.

-Sea como sea, sí... Nunca está de más saber ese tipo de cosas en un sitio como este. Te manejas bastante bien.

La miré. De nuevo, abrí un momento la boca, un segundo, para comentarle cómo había aprendido yo, pero aquello tampoco era muy divertido, y estaba hablando demasiado. Por suerte, de alguna forma, la comida había llegado para entonces y tuve algo con lo que justificar mi silencio innoble. Terminé por comer un poco de pan con jamón, bajando la vista a Vilo un momento. No obstante, de nuevo me enfrasquié en ella cuando se preparó para beber, curioso, y cuando dio su aprobación sonreí con cierto alivio. Tomé también un sorbo de vino.

No sabía qué decirle, de repente. Ni siquiera tenía claro por qué, pero me había puesto un poco nervioso, y todos los temas que se me ocurrían no me parecían adecuados: “ya lo hemos hablado, demasiado aburrido, ni se te ocurra, no me atrevo...” Y entonces, cada momento que pasaba más difícil me resultaba romper el silencio porque sentía que mis palabras no harían sino acabar con...

-¿Cuándo es tu cumpleaños? -. La miré de pronto, quizás algo serio para una pregunta como aquella, sintiendo el alivio recorrerme por haber sido capaz de acabar con aquella extraña sensación de mi cabeza.

Hago una mueca, poco convencida. Es cierto que se me da bien. No es el primero que me lo dice y no tengo motivos para negarlo. Se me da extremadamente bien para lo que me han enseñado. Me imagino que es instintivo. De todas formas, de poco me sirve que se me dé bien si luego no voy a ser capaz de enfrentarme a lo que toque por otros motivos. Como, por ejemplo, el miedo. Claro que no es algo que me guste decir en voz alta.

-Aún me queda mucho por aprender -replico, mirándolo fijamente, con el ceño algo fruncido-. No me siento lo suficientemente segura con mis habilidades como para actuar con la cabeza fría.

Bajo la vista al queso, y cojo un trozo junto con otro de pan. La verdad es que el aperitivo está hoy especialmente bueno. Bajo la vista hacia Vilo cuando le traen la cena, agradeciendo al camarero con una sonrisa, y observo cómo el pequeño se lanza sin dudarlo sobre el plato. Será gorrino y tragón...

Alzo de nuevo la vista ante la pregunta de Rick.

-El 10 de julio -respondo al instante, como en un acto reflejo-. ¿Por qué?

La miré mientras hablaba, masticando en silencio. Me llevé luego la copa a los labios, bebiendo un sorbo corto para acompañar la comida. Desde luego, aquello que decía era normal... Recordaba aquel día en la sala de entrenamiento, en el que yo había sido especialmente duro con ella. Pero, pese a todo...

Bajé la vista al queso un momento, pensativo.

-Bueno... Es difícil sentirse seguro de uno mismo, creo. Si valoras tu vida es normal que tengas miedo -. Estiré la derecha para coger un poco de queso, que puse sobre el pan que ya tenía en la izquierda-. Nunca he matado a nadie, y no quiero hacerlo. Cuando fuimos a Ignis un tipo nos atrapó, al final. Ya habíamos perdido a un compañero, Prosper, un hombre que nos acompañó representando a Ignis, o algo así. Estábamos inmovilizados-. De recordarlo me sentía algo tenso-. El otro iba uno por uno, prácticamente burlándose de nosotros. Y entonces el que debía de ser el líder dijo que podía matar a uno de nosotros-. La miré, aunque realmente no la veía a ella. Tenía aquel recuerdo clavado en la cabeza-. Eligió a la joven Massen que... ¿Cuántos años tendría? ¿Catorce? ¿Quince? -. Negué un instante, con una sonrisa tensa-. Aún no sé cómo lo hice, pero logré liberarme. Y le corté un brazo antes de que pudiese tocarla... -. Ne estremecí un momento-. Ni siquiera recuerdo bien la sensación, ni sé cómo pude hacerlo, pero creo que si tuviese que repetir lo mismo volvería a verme incapaz-. Dejé el pan con queso frente a mí, en la mesa, frotándome la cara un momento para rebajar la tensión extraña que se había apoderado de mí, suspirando y recuperando la sonrisa-. No sé para qué me pongo a hablar de esto. Lo siento...

Más aún, claro estaba, sabiendo cómo estaban las cosas.
Me centré, entonces, en su cumpleaños. Entreabrí los labios, al caer, y con contar un poco pude darme cuenta.

-¡No ha sido hace tanto! ¿Por qué va a ser? Para poder felicitarte cuando sea..., ¿no? Era algo que no sabía de ti. Y ahora no lo olvidaré -aseguré, asintiendo.

Un par de meses atrás y... ¡Maldición!

Es cierto que es exactamente a lo que me refería, pero me incomoda la facilidad con la que declara que se trata de "miedo". No es que le tenga mucho cariño a ese término. Aunque creo que es bastante peor saber lo que cuenta a continuación. Sé dónde estoy y conozco los riesgos, pero escuchándolo me queda claro que no he experimentado nada en comparación con lo que podría experimentar en una misión.

No puedo, pese a que no quiero saberlo, evitar la pregunta. Desvío la vista de nuevo a la tabla.

-¿Cuántos han muerto en Brontë? -murmuro. Creo que ya tengo ese dato, pero aún así no puedo evitarlo. No quiero oírlo, pero a la vez necesito estar segura.

Ocupo la boca con algo de jamón y pan, esforzándome por que la conversación no me haga perder el apetito. Alzo la vista de nuevo, levantando una ceja.

-Bueno, la verdad es que no es algo a lo que suela darle mucha importancia. Normalmente dejo el día pasar como otro cualquiera -explico-. Aunque supongo que esto me deja en situación de averiguar la fecha del tuyo.

No voy a prometerle que no me vaya a olvidar. No se me dan bien las fechas.

Su pregunta me hizo pensar por un momento. Si se refería a guerreros, creía saber la cifra. Si hablaba de personas...
Apreté la mano un instante sobre la mesa. No borré la sonrisa, aunque realmente no tenía ganas de hacerlo; de sonreír.

-Una guerrera chrysos, tres de las guerreras de la líder flamma, Prosper, la guerrera piscis y... -. Inspiré profundamente. Aquello siempre se olvidaba-. Una parte del servicio, como ya sabes.

Terminé por llevarme el queso a la boca. Tenía la lengua algo seca, pero estaba bien de todas formas... Estaba rico.

-¿Y eso? -inquiricé, aferrándome al tema, relajando un poco la sonrisa-. Es una buena excusa para celebrar algo, ¿no? -. Quizás ella no fuese mucho de celebraciones. Torcí la sonrisa un momento cuando ella preguntó por el mío. No estaba muy seguro de que...-. Catorce de enero.

Lo dije y luego me llevé la copa a la boca, bebiendo un sorbo largo. Desde luego, si mi padre me viese beber vino de aquel modo, sin paladearlo, quizás se sintiese descontento.
De todos modos, ella podía no recordar aquella fecha, y no relacionarlas. No era el mismo día, siquiera. Estaba bien.

La miré de reojo. Ya habían pasado meses de aquello... Y de Inger. Poco a poco había acabado por pasar bastante tiempo.