Pasillos

Corro asiendo con fuerza el vestido por encima de mis rodillas. He revisado prácticamente todo el palacio y no hay manera de dar con Rick. Maldita sea... espero que no esté de misión. No DEBE estar de misión. Como no esté en Brontë va a tener que escuchar a una madre enfadada. Irse, dejando al hijo de otro por ahí tirado. Maldición...

Giro entonces una esquina y les veo al fin.- RICK.- chillo, soltando el vestido y echando ambas manos a mis sienes para echar hacia atrás el pelo que con la carrera, se me ha descolocado bastante.- ¡He vuelto al fin!- Exclamo.- Por Mithos mil perdones.- Digo dándole un abrazo, pegándome a él por completo.
Me separo, agarrándolo todavía por los hombros.- En serio, lo siento.- Me disculpo con gran aflicción.

Siento un tirón de la falda y miro hacia abajo.- ¡RICK! ¡ESTÁ CAMINANDO!- chillo, llevándome las manos a la boca, para luego acuclillarme para abrazar a mi pequeño de nuevo.- ¡Está de pie! Está... de pie.- Digo algo más desanimada. Supongo que hay cosas que sacrificar...

Lo cojo en el regazo y me levanto.- Gracias Rick.- Meto la mano en uno de mis bolsillos y saco un paquete. -Te he traído un regalo. No es gran cosa, pero por las molestias...


FDR: Rick ha obtenido Metal Resistente de Iracunda.

Escuché mi nombre y alcé la vista, que tenía clavada en el pequeño. Entonces, de repente... Se me dibujó una sonrisa en la cara, grande, tensa. Al mismo tiempo... Porque... Era... Cassandra... Estaba allí.

-Cassandra-. Traté de exclamar, pero lo cierto es que no me salió demasiado bien. Correspondí a su abrazo, atrayéndola hacia mí, sintiendo su cuerpo contra el mío, y aprovechando aquel instante para tragar saliva y relajarme. Cuando me separé sonreía de nuevo, algo más natural-. No te preocupes. Era tu deber, ¿no? Espero que te haya ido todo muy bien. ¿Qué tal el viaje? ¿Todo solucion...ado?

Sentía un nudo extraño en la garganta, pero debía mantenerme fuerte. Por fin había cumplido una misión como un verdadero héroe...
Ambos miramos a Lyo al mismo tiempo. Ella pareció muy emocionada por un momento, y al siguiente se apagó un poco. Dejé ir una risa suave, asintiendo. También yo me sentía extrañamente mal en aquella situación. Había sido tan... inesperado.

-También sabe hablar un poco ya, aunque ni él se entiende a veces -. Acaricié el pelo de Lyo, que miraba confuso a su alrededor-. Y le he hablado mucho de ti. Mira, Lyo, es mamá. Ha vuelto a buscarte. Ahora ya no tendrás que... -. Agité la cabeza, volviendo a mirar a la madre, con una sonrisa que me costaba mantener. Tomé el paquete con las manos, mirándolo un momento. No llegué a abrirlo-. De hecho, yo... Querría darte algo a ti también. Bueno, a él -comenté, señalando a Lyo con un gesto-. Querría asegurarme de que está bien a partir de ahora, y cuidarlo cuando tú no puedas, por adelantado. Yo querría... -. Carraspeé-. Querría aportar dinero de forma periódica para él, para todo lo que necesite, si fuese posible. Juguetes, educación... Lo que sea. Yo, eh... -. La miré, fijamente-. Le encanta su peluche de boro y no se duerme sin él...

-Si, bueno. Las cosas están bien.- Resumo. No quiero preocuparle.

-¿Ya sabe hablar?- Exclamo con una sonrisa mientras le aprieto mejilla con mejilla.

Le escucho con atención.- Oh, Rick... qué detalle...- Comento azorada.- La verdad es que me vendría muy bien...- Explico en un tono algo apagado, recordando mi bolsa de dinero tan vacía como mi estómago ahora mismo.
No sé cuanto llevo sin comer nada decente.

Rápidamente vuelvo a la propuesta.- Lyo ya ha crecido bastante.- Comento.- Ya no es lo mismo que cuando era un bebé. Cada vez será más fácil, supongo. O más difícil. No lo sé. - Me sincero. -Ahora mismo no sé muy bien lo que va a ocurrir ni con mi vida ni con mi situación.- Expongo.- Ambos estaremos extremadamente agradecidos si nos ayudas un poco.- Le aprieto entonces la nariz al flamma.- Además, cuando sea más mayor podrás enseñarle cuentas y a leer y todas esas cosas que los nobles saben hacer.- Río, guiñándole un ojo. Serás un profe estupendo.- Asiento con una sonrisa para luego darle un beso en la mejilla.- Ahora me lo tengo que llevar.- Explico con una expresión como de disculpa.- Estaremos juntos los tres de nuevo en cuanto pueda, pero por ahora nos vamos.- Le explico con una sonrisa algo culpable por quitárselo tan de repente.- Sé que las cosas no se hacen así, Rick. Espero que puedas perdonarme.

Retrocedo un par de pasos hacia atrás con una sonrisa y le lanzo un beso por el aire. Lyo hace lo mismo.- ¡Ao Ík!- dijo lanzándo un beso con una sonrisa.

Luego me doy la vuelta y me voy corriendo.

*se van corriendo*

Solo sonreía con la cara cada vez más tirante, asintiendo. Todo estaba bien, claro, porque podría seguir viéndolo. Pero... Se iba. Parecía apurada. No había podido decirle todo lo que había querido. Ya tendría tiempo.

-Me encargaré de que tengáis lo que necesitéis, claro. No os preocupéis... -. Todo para que Lyo pudiese estar perfectamente. Ya me sentía responsable de él-. Espero poder veros pronto. Mucha suerte de aquí en adelante, Cassandra. A los dos.

Me despedí con un gesto. Estaba un poco aturdido. Ni siquiera me salían las palabras que daban vueltas en mi cabeza, desordenadas. Para colmo, las palabras de Lyo fueron una puñalada directa a mi corazón, o un puñetazo clavándose en la boca de mi estómago.

-Nos vemos pronto, campeón... -murmuré, respondiendo al gesto con uno propio.

Me quedé un rato más mirando el lugar por el que acababan de irse, embobados. Luego me dirigí al claustro de todos modos, algo apagado. Solo.

*se va*

Corría por los pasillos en la primera dirección que se me había ocurrido, mirando a ambos lados, a las puertas abiertas, abriendo las cerradas, los armarios y las ventanas. Pero no había chiquillos por allí.

-Chiquillochiquillochiquillochiquillo chiquillochiquillochiquillochiquillo chiquillochiquillochiquillochiquillo chiquillochiquillochiquillochiquillo -repetía sin pararme casi ni a tomar aire, alzando y bajando la voz-. ¡¡CHIQUILLO!!

Y seguí mi carrera, buscando.

Zacharyas iba en dirección contraria, aunque sin ningún motivo especial, pensando en si debía acudir al comedor, quizás, o tal vez aprovechar la noche para salir sin sentir que se le deslumbraba la mirada. Sin embargo una voz, una conocida, llamó su atención, y una sonrisa suave, pero extraña como siempre, cruzó su rostro enseguida. Cambió de rumbo, siguiendo la voz, recorriendo los pasillos, doblando esquinas, hasta que dio con ella, que iba corriendo.

-Ayne -llamó, risueño-. Buenas noches -dijo luego, aproximándose, carraspeando una vez-. ¿Qué pasa?

Llegó a su lado, acuclillándose, curioso, mirándola con una sonrisa, esperando.

Cuando lo vi aparecer se me iluminó la sonrisa, y corrí hacia él, lanzándome a abrazarlo. Y lo abracé fuerte fuerte y le cubrí la cara de besos y luego lo abracé más.

-¡Te encontré! -exclamé-. ¿Sabes? Anne Ayna me va a dar un tesoro. Y si tú vas te dará a ti otro. Y a mí ya me dio uno. Y Muro también me dio un tesoro nuevo. Muro es mi amigo, ¿sabes? Es un amigo que no tenía y ahora tengo. Y quería verte, chiquillo. Quería estar contigo.

Y le cogí por las orejas, tirando un poquito, y lo besé fuerte fuerte.

Zacharyas la recibió, inclinándose un poco hacia atrás, a punto de perder el equilibrio, pero se mantuvo. Algo abrumado, correspondió al abrazo, y pronto la escuchaba, risueño. Aunque una parte de él estaba algo confusa con tal despliegue de palabrería. Con el tiempo se había acostumbrado a la extraña muchacha, pero su pausada forma de ser contrastaba con ella, y en momentos como aquel le resultaba incluso algo complicado seguirle el ritmo.

-¿Quiénes...? -. Carraspeó, y terminó por asentir, con suavidad-. Yo también me alegro mucho de verte.

Luego correspondió al beso, cerrando los ojos un momento, respirando tranquilo por la nariz, y cuando se separaron el caeruleus lo intentó de nuevo.

-¿Quiénes son? -inquirió, con voz áspera.

Lo miré un momento, sin comprender.

-Ayna Anne es mi amiga. Está aquí. Allí -señalé por el pasillo, vagamente-. Y Muro es mi amigo. Y ya se ha ido. Pero me ha dado esto -. Saqué la medalla y se la puse en la mano-. Es bonito. Muro y yo nos pegamos. Por eso me llamó. Y ahora es mi amigo.

Lo abracé otra vez, haciendo amago de trepar y subirme a él. Estirándome todo lo que pude y tirando de él hacia abajo, conseguí morderle la oreja. Luego le di un beso en el mismo sitio. Me reí y froté la mejilla contra la suya y rasca rasca.

-Pero yo quería tú -expliqué.

Zacharyas siguió con la mirada el camino que le indicaba, aunque solo vio pasillo. Asintió, vagamente, y luego la contempló de nuevo, risueño. Ella le entregó un anillo, y él lo contempló, curioso.

-Es bonito -coincidió, carraspeando. Se lo acercó al ojo, contemplando los detalles, y luego se lo devolvió-. ¿Luchasteis? -. Ladeó la cabeza, y su pelo espeso siguió la trayectoria de su cráneo-. ¿Y qué te dio ella?

Ella parecía especialmente contenta. Se dejó acaparar, tranquilo, y luego le dio un beso suave. Entonces, tomándola, se alzó, levantándose de nuevo. Miró a su alrededor.

-Yo conocí a una mujer triste el otro día -mencionó-. Y a un aether asustado.

Guardé la medalla de Muro con una sonrisa.

-Luchamos mucho. Y era muy muy fuerte. Y tooodo de escudo. Y no me dejó meterlo en una cajita, pero nos lo pasamos bien -. Luego busqué en los bolsillos y saqué la cinta de Anne Ayna y se la di-. Me dio este tesoro. Y me va a dar otro. Y a ti también. Pero tienes que hablar con ella.

Me agarré a su cuello fuerte y le di otro beso. Luego levanté el labio inferior.

-¿Y...? - De pronto cerré los ojos con fuerza y me agarré fuerte a él, porque el mundo se había inclinado. Abrí otra vez los ojos y tragué saliva-. ¿Y por qué?

Zacharyas escuchaba entretenido la historia de Ayne, tratando de hacerse una idea de la escena. Solía resultarle complicado, porque ella explicaba las cosas de manera diferente a los demás, pero lo que entendía le bastaba, y verla satisfecha lo hacía sentirse también, de alguna forma, satisfecho.

-¿Cómo es ella? -inquirió, curioso, acariciando un momento la cinta con los dedos-. Iré. Quiero ir -declaró.

Luego pensó en aquellas personas. Chi Yeon y Adain. Sonrió, para sí, al recordarlos. Pero ella se movió de forma extraña, un momento, aferrándosele.

-¿Pasó algo? -inquirió, extrañado. Pero su pregunta lo hizo seguir con el hilo inicial de sus pensamientos-. Ella era ciega a la verdad. Solo veía su verdad. Y él me temía a mí porque parezco un monstruo -explicó, con total naturalidad.

-Es guapa -expliqué-. Y es callada y buena. Y me quiere. Se parece a ti.

Volví a cerrar los ojos con fuerza, porque el mundo se inclinó más, y me pegué a él mucho. Tragué saliva y boqueé, y noté calor.

-Abajo -murmuré-. Bájame.

Volví a tragar saliva, temblorosa, y abrí mucho los ojos.

Zacharyas sonreía, escuchando tranquilo. Hasta que de pronto ella se tensó, y su sonrisa se borró, pasando a extrañeza, y cierta urgencia. La apretó un momento, sosteniéndola, pero entonces, cuando ella pidió, el caeruleus hizo caso, dejándola en el suelo enseguida, con cuidado, arrugando un poco el ceño mientras la miraba.

-¿Qué pasa? -inquirió, agachándose junto a ella para poder mirarla de frente-. ¿Ayne?

Palpó la mejilla de la parvus con el dorso de la mano, un momento. Estrechó los ojos.

-¿Estás bien? -. Carraspeó-. Estás un poco caliente.

Con los ojos cerrados, me acerqué a la pared, pero me iba a los lados. Me apoyé y jadeé y volví a abrir los ojos. Oía al chiquillo, pero no lo miraba. Y entonces, de golpe, se me salió toda la comida por la boca.

-Ah...

No podía hablar, porque en seguida salió más. Me intenté caer, pero conseguí que no. Tragué saliva, pero sabía mal e hice una mueca. Luego me quedé así, quieta, y todo estaba borroso.

Zacharyas la vio avanzar, acercándose un poco, extrañado, algo confuso, con la vista clavada en ella.

-¿Ayne, qué te duele? -murmuró, extrañado, sin encontrarle la gracia habitual a aquellas palabras. Sin embargo, ella no tardó en añadir más información a la situación. Zacharyas se estremeció un instante, pero terminó de recorrer el espacio que los separaba y puso una mano sobre su hombro-. Eh... Te llevo a la enfermería -propuso, pero la convulsión se repitió. Le frotó la espalda, con cuidado, esperando, por si había una tercera vez. No obstante, parecía más estable-. ¿Has comido algo malo? -preguntó, con su voz áspera más áspera de lo habitual. Carraspeó-. Vamos al médico -dijo entonces, tendiéndole la mano, y aquella propuesta parecía más una orden.

Una vez Zacharyas había envenenado a un mecña que vivía en el bosque. Antes de morir el animal había vomitado de forma parecida.
El recuerdo le vino en aquel momento, por algún motivo.

*Se van*

Me acerco a una chica del servicio que atraviesa los pasilos con una cesta de mimbre llena de ropa en la mano. Dudo un momento, pero termino por acercarme, seria, y le tiendo un sobre. Esbozo una donrisa suave, escueta.

-¿Podría pedirte un favor? No encuentro a un compañero, a Lyam, y tengo que entregarle esto -. No me da tiempo a despedirme. La señal ha llegado. Incluso llevo ya el zurrón a la espalda-. No me es posible buscarlo ahora.

La chica parece simpática. Excelente. Toma el sobre y me asegura que se encargará de que le llegue. Entonces todo está listo. Ya puedo irme. Espero estar de vuelta pronto. De vuelta, al menos.

"Hola, Lyam.

Al final tengo que pasar por casa como te dije. Me acaba de llegar una carta y aprovecharé que el tiempo ha mejorado lara salir ya. Cuánto antes llegue antes podré estar de vuelta. Espero que al final no sea nada.
Nos veremos cuando vuelva."

Es un texto fácil de entender. Y protege contra curiosos.
Suficiente.

*se va*

El chrysos había salido finalmente de la enfermería. Al final había estado más tiempo del que había pensado, porque había creído que realmente solo estaría un día, pero estaba satisfecho: ahora mismo no sentía ninguna dolencia, y a pesar de que el médico le había recomendado que no hiciese muchos esfuerzos, el chrysos se sentía enérgico, capaz de hacer casi cualquier cosa. El reciente buen tiempo, por supuesto, ayudaba, y la nota de Alehyss también, de alguna forma: le había sorprendido que la chrysos le avisase de que se iba, no solo porque no veía motivos para que lo hiciese, sino por el tono de su última conversación, y le alegraba que la muchacha ya estuviese en forma como para irse (porque, pese a todo, él no creía que Madame enviase a alguien lesionado a una misión). Lo único que ahora minaba los ánimos del joven era el recuerdo de su conversación con la líder piscis, pero trataba de no pensar en ello de momento.

*se va*

Atravieso los pasillos con prisa, desde el comedor. No tengo claro cómo se me ha hecho tan tarde, cuando pedí la cena era una hora decente, pero entre una cosa, otra, el postre y la conversación ya estoy fuera de horario. Empiezo a acostumbrarme demasiado a esto y no me gusta. Cuando está oscuro me siento mustio, como más cansado, y entonces duermo peor. Es bastante desagradable...

Tras girar un par de pasillos doy, finalmente, con la puerta del dormitorio. Es otra de las cosas a las que me estoy acostumbrando, creo, aunque sigo durmiendo amparado por las cortinas. Supongo que hay costumbres que no cambian, y a mí tener mi intimidad no es algo que me sobre en absoluto, así que no seré yo el que ponga pegas a eso.

Me sereno un poco, recuperando la compostura para no hacer ruido al abrir, y paso a la habitación.

*se va*

Esto está muy tranquilo. Empiezo a ponerme nerviosa: estoy tan acostumbrada a mi grupo que estos pasillos de piedra resultan inquietantes. Tiro con más fuerza de la maleta, un poco escalofriada, tratando de avanzar rápido. Dónde está la gente...

-Oh... me pa-parece oír el mar. A-abrid las ventanas, quiero escuchar su lamento- me refugio en mi papel y casi, casi, no me tiembla la voz. Bueno, quizás un poquito. Pero eso le da personalidad al personaje, ¿no?

¿Eso que se oyen son pasos? Por favor, que sean pasos. Que sea alguien que me sepa decir a dónde Mithos tengo que ir. O que sea mi Rick. O algo.

Ben tocaba la flauta por los pasillos, zapateando, marcando con los pies el ritmo mientras avanzaba, dando vueltas. Tenía los ojos entrecerrados, centrada en la melodía, y tocaba flojito, a sabiendas de que a aquellas horas podía molestar a más gente que de día. Ya había tenido aquella experiencia antes, y no quería repetir. ¡Cualquier cosa menos dar motivos para que la echaran!

Detuvo su avance de golpe al distinguir, entre las pestañas, una figura. La melodía cambió con su detención, volviéndose más lenta, dulce, acompañando sus pasos mientras avanzaba hacia la figura. No la había visto antes. De hecho, por lo cargada que iba, parecía haber llegado en aquel momento de un viaje.

Cuando llegó cerca, hizo una pequeña inclinación de cabeza, aún sin dejar de tocar, pero sonriendo con la flauta entre los labios.

¡Un duende! Vale, quizás no sea uun duende. Podría ser un duende, pero en la obra de hoy no hay duende. Quizás otro día pueda serlo, pero hoy tendrá que ser otro de los locos de La sirena varada.

Parece que está lo bastante loca como para encajar.Va tocando la flauta y eso está bien, la melodía es dulce y agradable. Encaja. Me dan ganas de dar saltitos y aplaudir por lo apropiado de su llegada, pero eso quedaría fuera de mi personaje. Sonrío dulcemente y me acerco a ella.

-¡Oh, por fin alguien que me indique el camino! Estoy tan cansada de caminar por la tierra... Tan solo quiero descansar y ver a mi Rick. Por él me alejé del mar, ¿sabes?- dejo mi maleta abandonada y la tomo suavemente del brazo-. ¿Sabes tú a dónde debo ir?

Ben detuvo la melodía al cabo de un momento, alargando el final en una última nota que dejó morir antes de retirar la flauta de sus labios. Miró a la chica con curiosidad, sonriendo, y se rascó un momento la nariz, sin entender muy bien lo que le decía.

-No conozco a ningún Rick -comentó-. Pero si acabas de llegar supongo que lo que buscas son las habitaciones. Eres nueva, ¿no? Quizá quieras darte un baño luego, o comer algo. Aquí te dan comida porque sí, es una maravilla. Ven, te enseñaré el camino. ¿Te ayudo con eso?

Y, sin esperar respuesta, se acercó al gran bulto, preguntándose qué contendría exactamente. De todas formas, no estaba allí para averiguarlo; no quería problemas, y no necesitaba nada. Se limitó a avanzar por los pasillos con ella, llevándola.

-Soy Ben, por cierto. ¿Y tú?

Llevaba el día con un ligero dolor de cabeza, una molestia creciente que me incomodaba, pero no me impedía vivir con autenticismo, al fin y al cabo. Seguro, pensaba, que eran las nubes. Con el otoño siempre acababan llegando pequeños malestares, por lo que había podido comprobar.

Atravesaba los pasillos, ya pensando en ir a las habitaciones, cuando me encontré a dos chicas avanzando por ellos. Curioso, me detuve, a las espaldas de ambas, varios metros por detrás. Llevaban un gran bulto. Unas damas no debían, al fin y al cabo, cargar algo como aquello a rastras...
No, bueno... Eran guerreras. ¡Guerreras, y no damas!
Pero ser caballeroso y educado nunca estaba de más, por supuesto. Aquello era algo con lo que mi padre, el gran Reick Dehnel, hubiese estado muy de acuerdo.

-¡Buenas noches! -las saludé, adoptando una pequeña sonrisa, avanzando un poco hacia ellas, hablando alto para llamar su atención con cortesía noble-. ¿Acaso sois recién llegadas? ¿Necesitáis un poco de ayuda con eso?

FdR- No me he podido resistir... XD

Tiro de la maleta detrás de la chica. Es difícil mantenerse dentro del papel cuando se resopla como un bismonte arrastrando una caja mágica como es la maleta de una actriz. Aun así la chica me agrada, tiene el aura correcta. Debería pedirle que hiciera del siervo que acepta la locura del amo de la casa. Sirena se hace amiga del sirviente de Ricardo, mi Rick querido. Probaré a ver si encaja en el papel.

Señalo al vacío delante de nosotras, con gesto de admiración.

-¡Oh, qué árbol más hermoso tenéis aquí! Es tan grueso que tendremos que rodearlo...- y doy la vuelta alrededor del árbol inexistente-. Mi nombre es Sirena, ¡porque soy una sirena! Me ahogué en una ocasión y mi Rick me salvó. Desde entonces viví en el mar...

Entonces llega un chico. Oh, esto es perfecto. Poco a poco puedo ir llenando el casting. Vuelvo a dejar atrás mi maleta y me lanzo a él.

-¡Oh, sí, ayuda por favor! Acabo de llegar, después de cruzar la tierra seca y haber abandonado el mar... ¡Per por fin estoy en el hogar de mi Rick! ¿Sabes dónde puedo encontrarlo?