Pasillos

Ben tuvo que apretar los labios para evitar reír, tratando de buscarle sentido a lo que la chica decía. Quizás solo quisiera jugar. Tenía pinta de niña, en cierto modo, así que su actitud juguetona no desencajaba para nada con su aspecto. Ben le siguió la corriente, entretenida.

-Ah, sí, el árbol, claro -asintió, tratando de meterse en el juego mientras tiraba del pesado bulto-. Vaya, así que de la costa. Yo nunca he visto mucho mar, pero algún día tendré que ir. Tengo antepasados piscis, ¿sabes? Bueno, en realidad, tengo antepasados de todas partes, yo soy una hija del mundo. Pero lo del agua me gusta bastante.

Ben descubrió entonces que no era la única pululando por ahí a aquellas horas. Un enorme flamma se había plantado ante ellas. Antes de que Ben tuviera tiempo de aclarar que no venían juntas, Sirena se lanzó hacia el recién llegado, con tanto ímpetu que no tuvo tiempo de reaccionar.

En cuanto se volvieron alcé las cejas, curioso. Parecían muy jóvenes, desde luego. Quizás era yo, que ya estaba hecho un viejo... Tres años no pasaban en balde, aunque me gustaba pensar que la edad solo daba un aspecto más maduro y atractivo y no me preocupaba demasiado.

La que se acercó a mí de las dos, la muchacha rubia de aspecto más delicado, más dama refinada, comenzó a hablar de tierra seca y de mar. Y cuando por fin dijo el nombre de la persona a la que, al parecer, buscaba... ¡Mithos!
Tierra seca, como Ignis, y mar, como en el lugar en el que vivía. ¡¿No sería acaso alguna joven noble enviada por mis padres porque ellos no consideraban que mi juventud era la misma?! Porque al borde de los veinticinco quizás se hubiesen hartado de esperar y entonces...
¡Mil demonios!

Alcé un poco el mentón, mirándola con cierta desconfianza.

-Yo soy Rick -dije, lanzando una mirada a la otra, pero luego, de nuevo, a la de cabello rubio-. ¿Puedo hacer algo por vosotras?

¡Pero sin anillos de desposar de por medio! No era el momento.

Ben es tan perfecta para el personaje que me dan ganas de abrazarla. ¡Mithos, ni en las improvisaciones más inspiradas en la troupe encontraba a gente que se metiera tan pronto en el papel! La escucho con gesto atento, pero en realidad estoy repasando lo que queda de acto en mi cabeza. Bien, Sirena hace su entrada triunfal y entonces, Ricardo...

Un Rick aparece de la nada. A ver, él dice ser Rick, pero no tiene aspecto de Ricardo. Yo me lo imagino como un joven soñador, quizás algo enfermizo, un incomprendido. ¡No puede llegarme este armario empotrado y decir que es Rick! Aunque admiro la facilidad que tiene todo el mundo para entrar en escena. Así da gusto.

Pero la verdad es que me caigo del sueño. Yo no habré recorrido la tierra para llegar aquí, pero el viaje ha sido cansado de todos modos.

-Oh, mi Rick, por fin os hayo. No me haría más feliz nada en este momento. ¡Escuchad, si desde aquí se oye el susurro del mar! Elegiste un poco lejos el lugar donde asentarte, mi dulce amado, pero será suficiente. ¡Ahora solo deseo descansar! Conducidme a mis habitaciones...- finjo desfallecer y acto seguido me recompongo y hago una breve reverencia-. Fin del primer acto. No ha estado mal, eh- tomo las manos de Ben y las aprieto un instante-. ¡Ha sido un placer ensayar contigo! Tenemos que hacerlo más. ¡Has estado fantástica! Tú también has estado bien, Rick. No eres exactamente lo que esperaba, pero aun así cumples. ¡Me encanta este sitio! Entonces, por allí están las habitaciones, ¿verdad? Nos vemos mañana. ¡Muchas gracias, chicos!- sigo tirando de mi equipaje, ahora más animada. Voy a poder ensayar mucho en este sitio, seguro.

*Se va*

FdR: Eh, eh, eh. Que de verdad me ha encajado el roleo con el acto de la obra de teatro. Esto va sobre ruedas

Contener la risa se hacía cada vez más difícil, pero a la vez Ben dudaba sobre si debía tomarse algo de aquello con seriedad. ¿Qué estaba pasando exactamente? Desde luego, no le disgustaba toda aquella vitalidad, todo lo contrario, pero sentía que aquello era extraño. Y, cuando, "tras encontrar a su enamorado", la chica dio por terminada la obra, Ben estaba ciertamente perpleja. ¡Una artista! Pese a todo, aquello explicaba bastante.

Sacó pecho, orgullosa, cuando Sirena la felicitó por su papel, preguntándose si podría añadir una carrera teatral a su habilidades artísticas. Después de todo, la música y el teatro a menudo iban de la mano, ¿no? Antes de que pudiera aportar nada, sin embargo, la chica se retiraba.

Ben miró un momento al hombre, a Rick, el amado, y luego se llevó dos dedos a la frente, haciendo un simplificado saludo militar.

-¡Eh, Sirena! ¡Espera, que te acompaño!

Y echó a correr tras la chica, dispuesta a llevarla hasta las habitaciones. Le había causado mucha curiosidad, desde luego.

*Se va*

La situación estaba siendo algo rara, y la cabeza me pesaba. Era un poco incómodo. ¡No por la situación, por Mithos! Por el malestar, que era lo que me estaba molestando en aquel momento. Y eso que un hombre fuerte como yo raras veces sentía malestar. Quizás se debía a la mala dormida de la noche anterior. El entrenamiento a altas horas, pero el madrugón después, por la mañana, no habían formado un buen equipo.

-Por supuesto. os conduciré a donde sea. Solo decidme...

Para cuando iba a preguntar si se encontraba bien, pues la muchacha dama chrysos tampoco parecía en las mejores condiciones, pareció despertar de un trance extraño.
¿Ensayo?
¿Yo no era como me esperaba? ¡Lo que me faltaba! Veía buscándome desde Ignis, cuando yo ni la había hecho llamar, ¿pero el incorrecto era yo? ¿Tan exquisitas eran las damas de aquella época? Desde luego, como una mujer experimentada no había nada...

-Buenas noches -murmuré, contrarizado, sin entender muy bien la situación, incómodo con mi propio cuerpo. Y no había mirado a la otra, prácticamente, y ya se iba también-. Buenas noches... -repetí, con extrañeza, viendo como se alejaba tras la primera.

Vaya situación más extraña. Debía indagar más al respecto... Pero mejor al día siguiente.
Me sentía algo cansado en aquel momento.

*se va*

Atravieso los pasillos con los ojos entornados y el pelo más desordenado que... En fin. Una puta mierda. Me acabo de despertar, claro. Y madrugar no es lo mío. Me siento como si me hubiesen restregado un pimiento por la cara, creo. Nunca me ha pasado, bueno, pero supongo que debe de ser así. Uno de los que pican.
Joder... Empiezo bien el día.

Bostezo ampliamente y miro por la ventana. Al menos está nublado, porque como tenga que soportar la pesadilla de sol en las retinas creo que voy a matar a alguien. De todas formas, creo que voy a matar a alguien igual. He tenido una pesadilla en la que varios tíos violaban a unas tías más feas que pegarle a un crío sin piernas y al llegar a mí decidían parar porque... era como un niño.

Solo de recordarlo... No sé qué fue peor. Si la desilusión o el hecho de que soñaba con violaciones y eso da un puto miedo de cojones. Era mi sueño, hostia. ¿No puedo tener unas perolas increíbles ni en mis sueños?
La puta...

Me apoyo contra la pared y suspiro. Si debí haberme quedado en cama, al menos. Que...

*se queda*

Alzo las cejas con desgana al ser llamada. Creo que estado a punto de quedarme dormida apoyada contra la pared y resbalarme hasta el suelo. Pues menuda guerrera estoy hecha. Sin duda, lo mejor hubiese sido ignorar el sueño y seguir en cama un poco más.

Bostezo y miro al...
Diría desconocido, pero de hecho no exactamente. Lo vi una vez, pero estaba herido y tal. Creí que ya se había largado. Pero ni mucho menos, ¿no? ¡Es más! ¿Eso que ha dicho ha sido mi apellido? Vaya, vaya... Parece que tenemos, entonces, un hombre de fiar. Eso o ha mascullado algo al azar y ha resultado parecérsele. Pero no soy una chica desconfiada. No siempre, por lo menos.

-¡Pues sí! -respondo, irguiéndome un poco, que no estoy quedando muy magnánima con este descolgamiento de cuerpo-. Creí que ya te habrías largado, eh...

Mierda...
No.
No recuerdo su nombre. ¡Joder, no! No puede ser... Siempre tengo que recordar los nombres de la gente para poder quejarme de que no se saben mi apellido, y va y ahora se me ha olvidado el de este tío. ¡Pero para colmo él lo ha dicho! Calma, Frikka.
¿Quizás he hallado a mi rival o algo así? Es que esto hace desconfiar.

¿Dehnel? No, joder... Ese ya es otro. Eh... ¿Jean...? No...
Estoy en blanco.

Disimula, Fifi.

-Veo que tienes bien el ala, eh. ¿Ya no te duele?-, tú.

Ladeo un poco la cabeza, mirándolo, aun pegada a la pared que me sirve como apoyo, con una mirada poco agradable. No para él, claro. Para el mundo. Que él no me ha hecho nada.
Termino por encogerme de hombros, tras una leve duda.

-Pues soy yo. habrá mucha gente, pero déjame decirte que yo soy única -explico, asintiendo par de veces, como si el gesto fuese a darme más razón. Luego suspiro. Al menos me he despejado un poquillo, pero aún queda-. Así que te quedarás, eh... Supongo que en ese tiempo ya conocerás el sitio, y que no necesitarás una visita guiada, ¿no? -inquiero, torciendo una sonrisa, abandonando al fin la pared para desperezarme un poco más y acercarme un tanto a él, a curiosear.

Lo rodeo ligeramente, observándolo, aunque manteniendo siempre metro y pico de mínimo entre ambos, que tampoco quiero engatusarlo con mis armas de mujer. Esas que me dejé en mi casa, en Caligo. Esas exactamente.
Alzo las cejas cuando abre el ala, y ahora ya sí que sonrío, mirándolo una vez más.

Dime tu nombre, capullo.

Saco algo de pecho, no sin orgullo, y sonrío con arrogancia. Alzo incluso un poco el mentón. Qué bien suena eso, eh. Soy "su salvadora". Excelente,... señor sin nombre.

-Yo no diría tanto -respondo, negando, con un amago de risa, contenida. Dime más, hombre. Tuve tu vida en mis manos-. Son cosas que debemos hacer los buenos ciudadanos. O buenos guerreros, en este caso. Estamos aquí para ayudar, claro -. Que ganas de reír con altivia. ¿Hace tanto que no me alimentan el ego? Joder...-. Si vuelves a necesitar algo ya sabes con quién es más alta la tasa de éxito -indico, llevándome el pulgar al pecho, subrayando la referencia que hago hacia mí misma.

Soy la hostia. Lo sé.

Asiento, comprensiva, con una sonrisa ya amplia, a estas alturas.

-Es comprensible que tus guías hayan sido un poco lerdos, no te preocupes -. No eran yo-. No todo el mundo por aquí tiene las mismas aptitudes para todo, ¿sabes? Ni aquí ni en ningún sitio, bueno, pero aquí encontrarás a cada individuo que... -. Niego un par de veces, dejando ir una risilla silenciosa.

A ver. No es que odie Brontë, ni mucho menos. Pero no me cuesta demasiado encontrar a uno o dos a los que habría que darles de comer aparte. Y bueno... Eso tampoco es malo, ¿no? No cabríamos todos en la misma mesa, es decir...

Su sonrisa evidencia lo mucho que concuerda conmigo. Es un tipo algo raro, todo hay que decirlo, pero no es lo más raro que me he encontrado. Está bien, supongo. Un raro normal, así como raro medio. Raro mediocre.
Basta, Frikka.

Arrugo el ceño cuando empieza a hablar de nuevo.

-¿Adquisición? -. Ladeo la cabeza, deteniéndome frente a él.

¿Es de esos cabrones que consideran a las mujeres como objetos, o algo así? ¿Me considera una mujer objeto? ¿Cree que le pertenezco? ¿Ofrezco mi ayuda y ya piensa que soy suya para que haga conmigo lo que...?
Joder, hoy también tengo la cabeza un poco radical. Será lo de soñar con violaciones, que se prolonga a lo largo del día.

-Bueno... -. Asiento un par de veces. Yo no me acuerdo de su nombre. Todos cometemos errores-. Sí, que cuentes conmigo y eso. Por ejemplo ahora... ¿Necesitas algo?-. Esbozo una sonrisa algo burlona-. ¿Sabes llegar a donde ibas ahora?

Eso. Métete con él. Y luego llora porque no te quiere nadie. Merecido te lo tienes.
Aunque los tontos son ellos. No saben ver mi buen fondo... Cretinos.

Enarco una ceja, ladeando un poco la cabeza y mirándolo de reojo. Realmente lo estoy calibrando.
Termino por resoplar por la nariz. Esto es divertido, lo admito.

-Yo me acabo de despertar -resalto, asintiendo un poco-. Por lo de caeruleus, y tal. Ya sabes. Luz mal, y todo eso-. Ensancho la sonrisa. Parece que voy ganando, ¿no?-. Tú... Diría que se te han pegado un poco las sábanas, eh.

Eso es. Tócale los huevos a ver si se va y te quedas sola. Te lo merecerías por imbécil. Luego, ya que estás, vete a llorar porque no tienes amigos. Seguro que Massen tendría una buena respuesta para eso. Y mordaz, desde luego.
Pero es que es tan fácil...

Termino bajando la vista al suelo, la cara, para ocultar sin éxito la risa. El temblor de los hombros me delata porque, bueno, no estoy llorando. Y hay pocas opciones. ¿Una sucesión de escalofríos?
Nada, nada, que es risa.

Lo miro de nuevo, con una sonrisa desafiante bien clara en los labios.

-Todo el mundo sabe el camino a "ningún sitio en particular" -, idiota. Pero eso no lo digo. Supongo que ya bastante implícito va en mi tono-. ¿Ya has ido al pueblo que hay cerca? -inquiero entonces, llevándome las manos a la nuca y balánceandome un poco adelante y atrás, despreocupada.

Enarco una ceja, deteniéndome en mitad de mi vaivén, mirándolo algo escéptica. ¿Está tratando de torearme? Porque lo parece. Debe de creerse muy sutil, pero he tenido cuatro hermanos mayores que me han enseñado eso de tocar los huevos muy bien, y sé diferenciar cuándo la gente hace las cosas por mal.
¿Me toma por imbécil?

-No me he echado ninguna siesta -respondo, con una sonrisa flexible, entretenida-. Ya sabes. Estoy acostumbrada a trabajar duro, así que aguando bien -. Alzo las cejas, y la sonrisa crece un poco más.

Pero no lo digo. He estado a punto de utilizar la palabra "polluelo" para referirme a él, pero creo que no es apropiado. Sería excederme. Yo tengo una clase especial, y no me paso de la raya.

-Entonces está muy bien eso de no ir a ningún sitio. Si estás solo, quiero decir-. Venga, no te rías, Fi-. Desde luego, hay consuelo para todos... -. Extiendo los brazos hacia el techo, estirándome a placer. Creo que ya estoy como nueva-. ¿Y tienes ganas de ir? -inquiero, risueña-. Porque tienes con quién. Hoy.

Soy tu salvadora. Lo sé. No me des las gracias.

Frunzo el ceño un momento. No puedo sino responderle con voz monocorde, lo suficientemente picada como para ser una clara advertencia: no te metas conmigo, eh.

-Bueno, tienes que tener en cuenta que mi jornada empieza cuando anochece. Lo creas o no, levantarse a las seis de la tarde para mí es como si tú te levantases a las siete de la mañana -. Y dudo que hayas hecho eso en años, bonito.

Qué bien se maneja en el habla. Pobrecito. No tienes que fingir estar rodeado de amigos, hombre. Entiendo que no todo el mundo tiene mis capacidades sociales.
Ya casi se me olvida que me llamó por mi apellido al hablar. Todo el valor que tuvo aquel gesto y parece que quiere perderlo poco a poco. Vaya irrespetuoso...

Frunzo el ceño. Ahora casi tengo ganas de retirar la oferta. Si es que una no puede ser amable por una vez. Das la mano y te cogen las dos piernas y hasta la ropa interior.
Menos en mi sueño. Ahí nada me cogían.

-¿Qué pasa? -ladro, hundiendo las manos en los bolsillos. Tampoco quiero ser yo aquí la cortés simpática si el va a ser el capullo de las bromitas-. Es por hacer algo. Si no eres tú será otro, no te creas especial tampoco. Soy amable.

Realmente... ¿Quién iba a...?
Quizás si encuentro a Ben, bueno. O a Narbe, que lleva un tiempo desaparecido. Quizás fue... desastroso...
Jo...

Sonrío, divertida. Eso explicaría por qué necesita una siesta a mitad del día. Aunque en ese caso ya debería llevar un buen rato en cama, ¿no? Que luego no va a dar levantado cabeza y acabará babeando sobre algún libro otra vez.

Pero las risas se acaban pronto.

Me tenso un poco, aunque esta vez no respondo. No en un primer momento, entonces. Aunque sí lo miro con cierto desprecio por un instante. Eso ha sido excederse, en mi opinión. Aquí nadie ha hablado de pegar a nadie.
Lo examino un instante. Ni siquiera creo que sepa lo que puedo hacer. La gente tiende a pensar que no soy capaz de defenderme solo por mi aspecto. Pero no es así. Entreno todos los días. La propia Massen admitio hace no mucho que la sorprendí. No sé cómo pegará este tipo, pero no es que me asuste demasiado, tampoco. Ya luego si es un asesino disfrazado de tirillas pues me quedaré con la cara de gilipollas por haberlo subestimado.
Pero es que lo que ha dolido ha sido el concepto.

-Si dices esa clase de cosas a menudo no me extraña quevayas solo -mascullo. La verdad es que ahora me estoy sintiendo... no sé.

Aparto la vista, clavándola en una esquina. El suelo es muy interesante ahora mismo. Y claro, ya no sonrío.

-Supongo que tampoco he estado muy fina -respondo a su disculpa, con tono algo neutro. Siempre me acabo buscando estas cosas. Es que no entienden mi humor y claro... Lo miro, seria. Tampoco es que esté enfadada-. Discúlpame también -murmuro, hundiendo las manos en los bolsillos y encogiéndome un poco.

Otro día que, auguro, será maravilloso. Empezando así, es que se mina la moral y ya solo puede mejorar. Lo malo es que me queda mucha jornada aún y ahora estaré de morros toda la noche.

Echo un vistazo a la ventana. Al menos no llueve, oye. Algo bueno.

Lo miro de reojo. De modo que ahora ¡YO! lo he enfadado así. Comprendo. Porque él no ha hecho nada raro, por supuesto. Solo yo he sido mordaz. Se les suben mucho los humos a los voladores, desde luego.

Pero una palabra me hace recuperar la fe en este deshecho humano que tengo ante mí. Me noto alzar la cabeza para mirarlo, con las cejas algo alzadas. Hasta la expresión se me ha suavizado un poco, y me doy cuenta sin verme. No obstante, enseguida la bajo de nuevo, que hay que mantener las apariencias. Como mucho, mascullo una especie de "meh", demostrando mi descontento.

Y entonces lo noto. Me toca. Me hace levantar la cara. ¿Qué se cree este?
Alzo la ceja derecha, escéptica, escudriñándolo. Y, finalmente, suspiro concesiva, apartando un poco la cara con un mohín, que a mí ese trato de buenas a primeras no me camela...

-Bueno... -comienzo, con tono dubitativo, como si me lo estuviese pensando muy intensamente-. Estáaa... bien. De acuerdo-. Asiento, dibujando una sonrisa pícara, divertida-. ¿Y cómo te llamas? Lo he olvidado.

Me llevo las manos a la nuca, risueña de nuevo. La verdad es que lo de los hermanos me ha relajado bastante. Es que explica tantas cosas...

-Si quieres ligar conmigo vas a tener que probar con otro tipo de tácticas. Eso de la mirada brillante le gusta más a otras -comento, con tono bromista, pero ya más relajado. Ahora mi intención, de alguna forma, es ser simpática.

Lo siento. No sé ser simpática de forma normal, creo. Supongo que de ahí que me arrastre los días quejándome de mi soledad. A ver si se arregla esto antes de desgraciarlo del todo, hostia.

Lo miro de reojo, escrutándolo. ¿De qué va?

-Yo no quiero parecer borde -murmuro, aunque, de hecho, he de admitir que ya no sueno borde. Algo de morros, quizás, pero no borde-. Solo... -. Me encojo de hombros. No tarda en llegar una pregunta que veo apropiada. Así las cosas quedan claritas desde el principio-. Tengo veinte -indico, seria, buscando algún rastro de mofa en sus ojos, cruzándome lentamente de brazos.

Venga, ríete. Tampoco es que tú parezcas aquí un hombre maduro de barba cerrada. Nada de lo que me digas va a afectarme. Soy inmune a tus insultos. Ya no me afecta nada.
Para que lo sepas, las tetas dejan de crecer en algún momento. No indica juventud. A veces no creces más y punto. Cosas que pasan.

Correspondo a su reverencia con un leve asentimiento. Me atrevo con una sonrisa entretenida.

-Bueno, dicen que a la tercera va la vencida, ¿no? -inquiero, graciosa.

A lo de la nobleza, alzo las cejas. No obstante, termino por reír. Y esta vez suave, aunque sigue habiendo un rastro jocoso en el tono. Creo que pocas veces me he reído sin ser jocosa, o burlona, o traviesa, o... La verdad es que soy un jodido desastre, visto así.

-Decir que eres noble tampoco te va a dar puntos, Adain F. Stoke -me burlo, ya tranquila, sin mucha maldad. Al menos no me ha soltado lo lesbiana que parezco, aunque no descarto que lo piense-. Pero bueno... Supongo que ese día, el que vayamos al pueblo, me lo... -. No acabes la frase. En el momento en el que digas "vamos al pueblo y me lo demuestras" estarás flirteando tú. Ten cuidado-. Que un día te saco por ahí. No es por ti, eh. Es que quiero airearme. No viene mal salir, y hacerlo sola es como más patético- me explico. Ahora estoy quedando de pena-. Que podría ir con más gente, eh... Tengo muchos amigos por aquí-. Saco algo de pecho, arrugando el ceño-. Pero soy abierta a los cambios.

Eso ha sido ridículo.
A ver, Fifi. Arréglalo.

-Pero eso otro día, decías, ¿no? Que hoy ibas a un sitio ya -. De hecho, iba a "ningún sitio"-. Y yo no he entrenado aún. El ocio después, el trabajo primero.

Aprieto la mandíbula, obligándome a callar. Por favor. No digas nada más, estúpida pesada.