Pasillos

Al principio Lluvia simplemente se quedó quieta, con los ojos cerrados, la frente apoyada en el pecho del muchacho y los brazos colgando, estáticos; pero luego, cuando Jun la atrajo y apoyó la frente en su pelo, Lluvia también lo rodeó con los brazos, estrechándolo con fuerza durante un instante. No tardó mucho en soltarlo, dejando caer los brazos, aunque no se apartó de él entonces.

—Ahora eres muy alto —murmuró, contra la ropa de él. Curvó un poco los labios, y sus siguientes palabras sonaron un poco más animadas—. ¿Cuánto más vas a crecer? Parezco enana a tu lado.

Y al de todos, pensó. Parecía más parvus que aether, realmente.

El abrazo reconforta mucho. Llega a sorprenderme cuánto. Sin embargo, cuando ella habla soy consciente de que tiene que acabar. Porque ya me ha soltado y porque si no lo hago no podré comunicarme.

Me aparto suavemente, componiendo una sonrisa. No puedo evitar reír. Me encojo de hombros y empiezo a mover las manos, que para algo la he soltado.

<<Espero que no mucho, o la ropa me quedará pequeña otra vez.>>, le digo.

Al acabar pongo la mano derecha sobre su cabeza, acariciándola un momento, risueño. La verdad es que sí han cambiado las alturas en este tiempo...

Lluvia no quería que Jun la soltase, y por eso frunció un poco el ceño cuando el claritas se separó, pero pronto comprendió que el abrazo tenía que terminar para que ambos pudiesen seguir con la conversación. Sonrió un poco entonces, asintiendo brevemente, y cuando Jun colocó una mano en su cabeza, Lluvia ensanchó la sonrisa, cerrando los ojos, ladeando un poco la cabeza hacia la derecha.

—¿Otra vez? —preguntó, todavía con los ojos cerrados. Los abrió un poco—. ¿Ya te quedan cosas pequeñas? ¡A lo mejor necesitas renovar tu armario!

Asiento un momento, risueño. Supongo que sí. Lo hago a los pocos, pero bueno... De momento voy bien.

<<Tendré que ir de compras al pueblo de paso alguna vez. Además, con el invierno aquí voy a necesitar renovar el armario de abrigo.>>

Sobre todo teniendo en cuenta lo friolero que soy, claro. O acabaré teniendo frío en los brazos porque las mangas no me los cubren del todo, o algo así... Qué desagradable.

Le doy un nuevo abrazo, uno más corto y rápido. Ahora me siento algo mejor, la verdad. Aunque bueno... No es que estuviese muy mal tampoco.
Para cuando me vuelvo a apartar la sonrisa es un poco más grande.

<<Es muy tarde y aún no he cenado hoy. ¿Quieres que aprovechemos?>>, le pregunto, animado.

Lluvia curvó un poco los labios, asintiendo. Tras un segundo en silencio, en voz muy baja, dijo:

—Si quieres, te acompaño...

No lo miró cuando habló, sino que mantuvo la vista fija en el suelo. Luego se mordió el labio inferior, y alzó la vista, ladeando un poco la cabeza. Cuando Jun la abrazó, volvió a sonreír, y lo rodeó ella también con los brazos, cerrando un instante los ojos.
Para cuando se separó, su sonrisa ya era amplia, y mostraba todos sus dientes.

—Yo tampoco he cenado —murmuró. Alzó un segundo las cejas, como si acabase de recordar algo—. ¡Oh! Tengo el paquete. ¿Te importa que lo lleve a la habitación y luego vaya? Puedes venir conmigo si quieres.

Lo miró, curiosa.

Asiento enseguida, risueño. Si a mí ir a comprar solo es una cosa que no me gusta demasiado. A ver, depende de qué, pero la ropa no es algo que me apasione comprar. Soy más de cachivaches y cosas así. Si son amuletos mágicos, artefactos o así ya sería otra cosa. Entretenido para siempre, pero con ropa...

<<Te acompañaré, claro. Así vamos pensando en qué queremos cenar.>>

Vuelvo a asentir. Luego iremos a cenar. Ya es tarde, de todas formas. Que se haga unos minutos más tarde no será el problema.
De todos modos prefiero charlar con ella un rato más que irme a cama. No pasa nada por una vez. Aunque quiera convertirse en costumbre esto de irme tarde a dormir.

Ahora tengo que pensar eso. Un regalo.

*se van*

Deja la escena atrás, algo perplejo todavía, aunque no es muestra, de hecho, especialmente sorprendido, ni tampoco lo hizo cuando esas personas le hablaron. De hecho, podría decirse que siempre se mantuvo estoico, pero sorprendido porque, al fin y al cabo, la escena era inusual.

Ahora vaga por los pasillos, con el escaso equipaje a cuestas, a ratos preguntándose sobre la escena de la puerta y a ratos preguntándose, por otra parte, qué va a hacer ahora que ha alcanzado el lugar que buscaba, porque de hecho está perdido, cansado y es tarde, y ese no es el tipo de lugares en los que Dardo resulta, de hecho, de mucha ayuda.

Termina por pararse en una encrucijada, verdaderamente confuso, aunque sonriente, y con las manos en jarras señala uno a uno los tres caminos que puede tomar, pues por el cuarto ya viene, recitando mientras una cancioncilla, cambiando aquel al que apunta con cada sílaba que pronuncia, usando ese método como el más fiable para elegir la dirección que tomará. Y cuando al final termina tocando ir hacia la izquierda no tiene mucho en contra y eso mismo hace, esta vez con Dardo acomodada en su hombro, ya cansada del largo día, o quizás rumiando aún qué sería lo que pasaba en la entrada.

*se va por los pasillos*

Canturreo una canción mientras sujeto con la boca un bocadillo de queso. Estoy super animado y la verdad aún no tengo muy claroslos motivos. Simplemente lo estoy y debo aprovecharlo.

Veo a Heylel al fondo acompañado de su pequeño y una sonrisa picara se me dibuja en los labios.

Me pongo de puntillas y con mirada viperina, comienzo a caminar como si fuese a atracar una casa por los pasillos, cada vez más rápido.

Justo cuando voy a cobrarme mi premio (un susto maravilloso), el pequeño Masslow se da la vuelta de golpe con un fuerte "¡BU!" lo cual no me esperaba para nada y me hace asustarme a mi. - ¡Aaaah!- Chillo llevándome una mano al pecho mientras con la otra lo señalo, acusador.- ¡Desde cuando eres tan bueno descubriendo a gente!- Le riño sin malicia.

Entonces lo cojo por debajo de los brazos y lo subo al cielo para darle un achuchón fuerte a continuación. - Ayyy pequeñito.- Le mimo.

Con el peque en brazos, me dirijo a Heylel.- Que pasaaaaa~~- Le digo enseñando todos los dientes para luego echarle la lengua.- ¿Cómo está todo?- Pregunto con una sonrisa, aún sabiendo que los temas a los que hago referencia no son de broma.

Le miro extrañado mientras froto mi mejilla contra la del enano.- Heylel. Me preocupas. Para qué tantos hijos.- Le recrimino de broma.

Caminamos juntos.
-Me he enterado de lo de Ventus. ¿De verdad no quieres que Gabrielle esté aquí?- Comento con algo más de seriedad.
Siento a Masslow en la repisa de una ventana y le tapo los oídos con algo de fuerza.- Oye. ¿Qué te ha dicho el viejo de lo que tú ya sabes?- Le pregunto en un susurro mientras muevo rápidamente los ojos de Masslow a Heylel y de Heylel a Masslow. - ¿Ha podido aclarar algo? - Pregunto con interés.

Le destapo los oidos al peque y al hacerlo me llevo un mordisco de su parte.- ¡Malo!-Me regaña risueño.

-Si, bueno.- Río mientras me encojo de hombros.- Me gustan. - Me sincero.- Pero no creo que tuviese tiempo para ocuparme de ellos. Soy... siempre he sido bastante descuidado.- Río con algo de culpa al recordar todos los problemas en los que he sido partícipe a lo largo de mi vida.

Abro los ojos con espectación.- ¡UOH!- Acabo por exclamar.- ¡Como mola!- Aprieto los puños, eufórico y con una sonrisa. En unos pocos años podría incluso ser rival para mi. Pero no lo voy a decir en alto que igual se lo cree, el enano mordisquitos.

- Nah, yo aquí. Existiendo.- Me encojo de hombros.- Sigo el entrenamiento de Caligo aquí.- Explico. - Estoy disponible para entrenar con vosotros en la sala de entrenamiento junto con el Duende ese tan chulo que nos habéis traído.- Explico con una sonrisa.- Aunque claro está.- Me veo las uñas con interés y chulería.- Si queréis enfrentaros a mi, tendréis que pedir cita. Tengo una vida muy agetreada.- Fanfarroneo, de broma.

Le doy un besote al enano y le extiendo una mano a Heylel.- Espero poder volver a hablar contigo. Sabes que me encanta.- Me despido.- Ahora tengo que ocuparme de un par de asuntos que me ha mandado Barthemius. Nos vemos, Heyl.- Me despido con la mano y echo a correr por el pasillo.

*se va (Samir)*
FDR: dejadme xD

Lluvia, parada frente a una gran ventana, miraba, con la cabeza ladeada y los labios entreabiertos, la lluvia caer. Tenía el pelo y la capa que tenía colgando del brazo derecho mojados, pero no parecía preocuparse por ello, más bien, parecía distante, con la cabeza en otro lugar.

Hacía un año del ataque a Palacio, y ella había pasado por la capilla hacía un buen rato, donde había permanecido largos minutos rezando. Lluvia no estaba segura de la existencia de Mithos, pero pensaba que en momentos como aquel era mejor pararse a rezar, a mostrar su pésame por las víctimas.

La aether suspiró, de pronto, y se apartó de la ventana, reiniciando su marcha.
Parecía apagada. Probablemente fuese el día, sin embargo.

*se va*

Hoy he cenado algo antes de lo habitual. Siguiendo la línea de estos días de frío, no me siento demasiado activa. Utilizaré el tiempo que tengo antes de irme definitivamente a dormir para tomar algunos apuntes más sobre Ventus, sobre la zona a la que me dirijo, para ir ultimando los detalles del viaje. Ahora que ya sé que Massen no vendrá conmigo, además, podré trazar una ruta más directa, sin desvíos turísticos ni nada que me haga perder el tiempo. Tengo más interés en obtener mi arma finalmente que en las ciudades del continente, aunque supongo que no lo desaprovecharé si llego a poder visitar algún punto concreto interesante.

Luego está el chico...
Quizás debería hablar con él de nuevo, conocer sus intenciones. No sé cuál es su posición al respecto, aunque tampoco es que, en lo personal, me vaya a tocar demasiado cerca.
La decisión es mía, al fin y al cabo.

*se va*

Recorre los pasillos con pasos despreocupados, abriendo de forma aparentemente aleatoria algunas puertas que se encuentra. Busca curiosear o algo que le interese, pero no parece, sin embargo, dispuesto a entrar en ninguna, y solo si ve a alguien dentro reacciona saludando con una sonrisa entretenida, pero enseguida sale y vuelve al pasillo.

En un momento dado extiende las manos hacia el techo y, con un movimiento ágil, se dobla hasta hallar el suelo. Impulsándose con las piernas, pronto queda boca abajo, con la coleta tocando el suelo y la camisa abriéndose un poco, por lo que el aire le da en la barriga y la espalda directamente.
Pero lejos de mostrar preocupación por ello, Johan comenzó a mover una mano tras la otra, avanzando por el pasillo pero boca abajo en vez de boca arriba, sin saber bien si aquello debería llamarse "pasos" o "masos", por ser dados con las manos.

Camino aburrida, comiendo un caramelo sin mucho entusiasmo con las manos en la nuca.
Entorno los ojos al ver a aquel elemento al fondo del pasillo.

Rápidamente me arrimo a la pared y entro en modo espía. Entorno los ojos y lo analizo.
¿Debería acercarme? Mmm...

Voy caminando poco a poco detrás de él, escondiéndome detrás de cualquier columna, mesa, saliente o elemento que pueda taparme de sus capacidades para verme. ¿A dónde irá?

De momento le seguiré.

*le sigue como una espía del gobierno*

Se dedica un buen rato a usar las manos para avanzar. No le gusta la idea de que el pelo roce el suelo, pero ya no hay forma de evitarlo, porque Johan no sabe cómo hacerse algún tipo de moño usando solo una mano y mientras hace el pino.
Salvo, quizás, apoyando la cabeza en el suelo...
Pero entonces, piensa, de nada le servirá mantener limpias las puntas, ya que se manchará todo lo demás.

Al cabo de un rato se siente observado. Ha tardado en darse cuenta porque iba despistado, pero un crujido lo hace prestar especial atención a su espalda. Entonces se apresura, en masos más largos, hacia la siguiente esquina, doblándola con velocidad, o la más que puede en una postura como esa, para comprobar si es cierto que lo siguen o si, simplemente, ha coincidido que dos se han cruzado en los pasillos.

¿Cómo demonios es capaz de hacer eso? ¿Quién es este chico? Mil preguntas me desbordan y a cada paso que ambos damos, mis dudas aumentan al igual que mi interés.
Sin embargo, llega un momento en el que acelera la marcha.
Frunzo el ceño y hago lo propio.

No sé si se ha dado cuenta. Aunque... si alguien se da cuenta de que otra persona le está siguiendo... le tendría que decir algo, ¿no? O quizá me está guiando a un lugar secreto... Yo es que ya me espero cualquier cosa.


Trago saliva. ¿Eso es azul? Qué cosa más rara. Espero que su cara sea de persona normal y no de pescado. De persona normal guapa.

Efectivamente, pronto Johan descubre que está siendo perseguido, por lo que al doblar la esquina recorre algunos metros más y entonces se frena en seco. Sinceramente, le ha bajado demasiada sangre a la cabeza y no le resulta especialmente agradable.
Lentamente, se da la vuelta, aún apoyado sobre las manos, y mira hacia... arriba según el orden del mundo y abajo teniendo en cuenta su peculiar posición.

Esboza una sonrisa. Es una chica... rubia, según estima. Una parvus, de nuevo. Parece que es lo que aparece cuando se dedica a hacer el pino, y se plantea si tendrá una posición con la que invocar a miembros de cada raza.

-¿Se me ha caído el pañuelo? -le pregunta a la extraña, risueño.

Me cruzo de brazos, enfadada. - Esas no son formas de presentarse a una señorita.- Le digo directamente, golpeando el suelo con el pie derecho con fuerza.
-Ponte normal.- Alzo la cabeza.- Me pones nerviosa. - Asiento con severidad. -¿Eres un intruso?- Le espeto, preparada para el combate.- Tienes pinta de bicho raro.- Expongo sin miedo y con los labios apretados.

Le veo mejor.- ¡Identifícate!- Le ordeno, señalándole con el índice.- Y si no lo haces, tendré que informar a... ¡alguien!- Le amenazo.

Es probable que esté poseido por algún tipo de magia extraña.

Johan la mira unos segundos, ladeando la cabeza confuso, mientras ella habla. Desde luego, lo primero que piensa es que si señorita y caprichosa son sinónimos, se ha encontrado con una grande, y no precisamente por su estatura. Al fin y al cabo, él no hacía daño a nadie con su paseo invertido.
No obstante, se pone en pie de nuevo, se ajusta el flequillo y se adecenta la ropa y luego la mira otra vez, completamente tranquilo.

-Oh, ¿un intruso? -. La examina, curioso. Está, evidentemente, divertido-. Claro que no lo soy. Aunque un bicho raro... Eso según se mire -añade, ampliando la sonrisa, perspicaz-. Aunque creo que deberías tratarme con más educación, "señorita". Tienes ante ti a Simon Straterhey, diplomático de Aqua en plena ejecución de su revisión de la arquitectura de Brontë. Concretamente buscaba baldosas sueltas, ahora mismo. Tiene que estar presentable para la reunión, al fin y al cabo -le explico con tranquilidad.

Aprieto los labios y entorno los ojos, espectante. Si tiene razón he metido bien la pata...
-Bueno Simon... en este palacio han ocurrido un montón de cosas malas así que cualquier comportamiento extraño ha de ser evaluado.- Explico con altanería.

Doy varios pasos hacia delante y pregunto.- ¡Qué reunión! ¡Cuéntame!- Exclamo.- Mi nombre es Nagore Brumm, heredera de todo el patrimonio parvus que pueda haber aquí así que ya me lo estás contando todo. Lo quiero saber todo todito de ti, Simon.- Le pincho con el índice en el pecho.

Así es como tengo que comportarme. Como una dama respetable.

Johan asiente, tranquilo, sin dejar de mirarla y son borrar la sonrisa que luce, que no resulta, en absoluto, burlona.

-Oh, por supuesto. Estoy al tanto de todo. Y lo último, lo de ese parvus... La gota que colma el vaso. Por ello hay que mejorar la infraestructura, ¿no lo crees? Di que me busquen si encuentras alguna pieza del suelo o de las paredes suelta. Es primordial.

Entonces habla ella y se presenta. Johan alza las cejas. Está sorprendido, en cierto modo, aunque suena algo extraño y no sabe si creer que miente. A fin de cuentas, piensa, llamar a una sobrina como a su tío le parece un poco espeluznante, pero cosas más raras ha visto. Y él no es quien para juzgar a las personas.

-Verás, señorita Brumm... ¿Puedo llamarte Nagore? -inquiere, mirando un momento a los lados, con gesto de confidencia-. Son secretos de los altos cargos todo eso... Yo no debería decirlo... Pero si prometes que nada saldrá de aquí, pero has de prometerlo, puedo contarte un poco...

Entonces se acomoda la camisa, alzando las cejas, curioso.

-¿De mí? Oh, estoy seguro de que mi vida no es muy interesante... Solo soy un humilde...-. ¿Qué ha dicho? Lo olvida por un segundo- diplomático. Pero quizás haya alguna historia que pueda interesar... -murmura, casi hablando consigo mismo-. Seguro que la sobrina de un gran líder tiene anécdotas mucho más intensas.