Pasillos

Un momento... ¿Cómo sabe lo de ese parvus? Mmm... quizá tenga razón. Entonces... he metido la pata.- Siento si mi actitud le ha molestado.- No me queda más remedio que agachar las orejas. -Informaré de cualquier cambio entonces.- Aclaro, algo molesta.

Decide tutearme, lo cual me gusta. Indica interés.
-Oh, por supuesto. Estás ante la persona más discreta de este lugar. Soy una tumba. Tú cuenta, cuenta.- Le hago un gesto con la mano para animarle.

Al escuchar sus últimas palabras, alzo una ceja y dejo que nazca un silencio.- ¿Estás ligando conmigo?.- Le espeto directamente. Ya me da igual el romanticismo. Ahora soy una mujer de principios y quiero las cosas claritas. Ya bastante he sufrido por amores no correspondidos. Así que nada de engaños.

Niega un par de veces, agitando una mano ante la cara y balanceándose adelante y atrás y una vez, entretenido.

-Qué va. En absoluto. Has hecho tu trabajo. Está bien-. Sonrío, tranquilo, y esta vez asiento-. Sigue así.

La persona más discreta del lugar, dice ella. Johan está absolutamente seguro de ello, pero contiene las ganas de sonreír y simplemente asiente de nuevo, dándole crédito. Procede, entonces, a empezar a explicarse. Se acerca un poco a ella y pone una mano a un lado de la cara, buscando aumentar la sensación de estar yendo contra las normas.

-A ver... Esto es un asunto completamente serio... No puedo revelar más, pero se dice que Brontë puede cambiar de manos... Al parecer hay un hombre rico un tanto excéntrico que quiere convertirlo en su cuartel de guerreros personal... Pero-. Se yergue de nuevo, distanciándose- yo no puedo decir más. Y hasta que sea la reunión no tendremos el veredicto.

Dicho aquello, recibió la última pregunta de Nagore con cierta sorpresa, arqueando las cejas. Pareció confuso por un momento y no tardó en sonreír de nuevo.

-Bueno... Llevemos las cosas algo más despacio. De momento diría, simplemente, que tengo curiosidad, si te parece -terminó por decirle-. Así que si quieres contarme alguna historia, adelante. La escucharé encantado.

La noticia me cae como una jarra de agua fría. ¿Van a vender Brontë a un ricachón? ¿Y qué pasará con el espíritu inicial del Ejército? Mi tío no estará de acuerdo... ojalá pudiera estar en esa reunión para apoyarle. Espero que los Campbell no accedan...

Aguanto la respiración cuando me toca la cara, intentando hacerme la madura mientras repiro con las aletas de la nariz bastante abiertas.

Chasqueo la lengua algo ofuscada cuando dice que está interesado en mi. Me cuesta creerlo. Por lo menos a estas alturas.

FDR: te odio, Corbin.


Aunque... bien es cierto que es de los pocos que me ha dado pie aún sin haberle yo insistido demasiado...
Pienso en silencio y, con fuerza, le agarro fuerte de una mano y con pasos grandes, me lo llevo casi arrastrando hacia el comedor, roja como un tomate y sin decirle absolutamente nada.

El corazón me va a mil. Charlaremos. Sólo eso.


*sa van*

Johan se deja guiar fuera de la sala de entrenamiento, tranquilo, mientras escucha el parloteo de la chica que, por cierto, no le ha dado su nombre todavía. Aunque de momento no ve motivos para hacer comentarios al respecto. Prefiere saber un poco más de ella, si es posible, para hacerlo más divertido.

-¿Hay una sala de música?-. Ha pasado alguna vez, pero no ha llegado a pararse mucho. Ha pasado por muchos sitios, realmente, aunque ha estado más fuera que dentro-. ¿Hace falta eso en un ejército? Quizás para levantar la moral... ¿O sería propiedad del palacio sin más?-. Hace amago de empezar a caminar hacia el lado contrario a la sala de música-. Los tejados quizás tengan vistas interesantes, pero a estas horas alguien como yo no verá mucho. Y con el frío que hace ahora...

Ben, casi inconscientemente, corrigió la dirección del chico hacia la sala de música, con total naturalidad y sin hacer comentarios al respecto. Tuvo, de todas formas, que buscar un momento argumentos en su cabeza antes de responder. Y, al final, tuvo que apoyarse en los que él mismo había propuesto.

-La música siempre levanta la moral del ejército, ¡siempre! -señaló con convicción-. Además, aquí vive gente... bueno, de esa, ya me entiendes. O vivía, yo no los he visto. Pero no robes; no me extrañaría que vigilaran desde las sombras... ¡Brr! Cualquiera quiere enfrentarse a ellos... El caso es que a los señoritingos siempre les va lo de la música, ¿sabes? Son muy suyos ellos. Una sala de música es una cosa necesarísima, ¡necesarísima!

Escuchó su opinión de los tejados con gesto algo consternado. Desde luego, aquellos diurnos tenían unos problemas más raros...

-Ah, claro, pobre, que no ves -comentó, algo decepcionada. No tardó en sonreír-. Bueno, los dejaremos para otro momento. De todas formas, con el calor que se puede conseguir aquí dentro, a nadie le importa pasar un rato al frío. Si es que cuando sabes que te espera una manta y un chocolate caliente...

Toma la nueva dirección que le imponen sin ninguna queja, dejándose guiar con tranquilidad. Asiente cabeceando algunas veces, sin dar mucha importancia a lo que ella le dice, aunque cuando menciona lo de robar no puede evitar una carcajada suave y la mira.

-¿Robar? ¿Acaso parece que me dedique a eso? -le pregunta, con una sonrisa de lado.

No puede negar haberlo hecho alguna vez. No a sí mismo, claro. A otros se lo negaría sin dudarlo. No tiene interés en ir dando la imagen que no es por haber cometido algún robo una o dos veces.

-No diría que eres tú una "señoritinga" de esas -observa, alzando las cejas con cierta suficiencia.

La mención de... la chica sin nombre a su no visión le parece muy acertada. No sabe lo que le cuesta desentrañar siluetas en la noche cuando ya le cuesta decidir el color de sus ojos.

-Lo que hacías en la sala de entrenamiento, los tejados... Desde luego, te gustan los sitios altos -comenta. Se palpa un momento la chaqueta, buscando el tabaco, pero recuerda, entonces, que de hecho van a un lugar "delicado" y lo deja estar. Aunque empieza a sentir una leve intranquilidad-. ¿Llevas mucho aquí? Pareces toda una experta. Te desenvuelves con mucha soltura -va comentando, sin poner mucho énfasis, sin embargo, en las palabras.

Ben, al oírlo, abrió mucho los ojos, dándose cuenta de pronto de lo que había dicho. Negó rápidamente, algo apurada, tratando de buscar una forma de arreglarlo.

-Ah, no, no, no, no. No. No. Para nada. Bueno, pero ya sabes, alguna vez te puede cuadrar, supongo, esas cosas pasan. Solo es un consejo, pero oye, mientras no te lo tomes a mal, interprétalo como quieras -indicó, sintiéndose un poco más tranquila a medida que hablaba.

Ben sonrió, negando con seguridad.

-No, claro que no lo soy -confirmó-. Yo estoy aquí de prestado. Yo la música me la guiso y me la como solita. Pero ya sabes, aquí los grandes peces gordos, los obesos de verdad, son un poco cosquillosos. Les gusta tener una salita para que los instrumentos cojan polvo. Lo cual es una suerte, desde luego.

Ben soltó una carcajada, divertida. No lo había pensado de aquella forma, en realidad. Estaba acostumbrada a los sitios altos, efectivamente, pero era una cuestión práctica, sin más.

-Me parecen más seguros -reconoció-. A la mayoría le cuesta manejarse por ellos, así que dominarlos da mucha ventaja.

Las palabras de él le hicieron sentir un cosquilleo de orgullo. Y, aunque trataba de que no se le notara mucho, le costaba disimulando.

-Bueno, algún tiempo, ya sabes, una tiene que ganarse la vida... -respondió con falsa modestia-. Una encuentra algo jugoso, una se lanza, una se acomoda... Brontë es un lugar maravilloso, te lo aseguro.

Johan sonríe tranquilo mientras ve la reacción que ha creado. También resulta satisfactorio, de alguna forma, ver que no da esa imagen. Porque no quiere causar problemas. O no muchos. Sospecha que ya puede haber alguien vigilándolo, por motivos evidentes para todo el que haya oído dos de sus conversaciones. Que tampoco tiene muy claro, todavía, cómo funciona eso de la vigilancia, porque a él no le han hablado desde que llegó, y eso que se encontró con una situación curiosa.

-Bueno... Desde luego, venir a robar aquí sería peligroso -apunta con tranquilidad-. Ni se me ocurriría robar en ningún sitio, por otro lado. Me gusta seguir las normas -le dice, tranquilizador.

Siguen andando y Johan mira de vez en cuando las ventanas. Le sería muy sencillo pararse, pero...

-Se dice quisquillosos -la corrige en algún momento, dedicándole una sonrisa tranquila-. Pero sí... Cuando tienes dinero puedes tener cosas que en otras situaciones parecerían ridículas. Una vez conocí a un hombre que tenía un retrete de oro. Completamente innecesario, ¿verdad?

Ojalá lo hubiese conocido de verdad. De haber podido usarlo habría acudido enseguida a hacerlo con una lima en las manos.

Johan alza las cejas cuando habla de la seguridad de los sitios altos. No tiene réplica alguna y acaba asintiendo. A él también le gustan, porque ha pasado mucho tiempo en sitios altos. En el sitio más alto de todos. Y a veces se añora un poco.

-Desde luego, en tierra firme se manejan todos, no te lo voy a negar.

Al llegar frente a la puerta alarga la mano y la abre, aunque se para para hablar antes de entrar.

-Entonces ha ido un ascenso, ¿no?- comenta, risueño-. Me alegro mucho. Espero que para mí también sea una experiencia tan gratificante. Tenía ganas de asentarme un tiempo.

Luego, ya sí, accede al cuarto con ella.

Desde hacía algún tiempo me encontraba extrañamente cansada, incapaz de trabajar durante más de un par de horas seguidas, con repetidos dolores de cabeza. Dormía más que antes, salía menos de mi dormitorio y cuando lo hacía no recurría a la magia, que me cansaba más, sino que caminaba como todos los demás guerreros de Palacio. Solo que yo no era una guerrera de Brontë, así que no solía pararme demasiado a hablar con nadie.

Al final la expedición a Aqua había resultado extraña. No era lo que había esperado, y aunque al final sí que hubiese podido capturar a alguno de los criminales, no era un resultado que me satisfacía del todo. Y aunque suponía que no sería tan difícil encontrar al resto ahora que tenía a quien interrogar, no podía evitar sentir cierta rabia por los que se habían escapado.

De reojo, miré hacia una de las ventanas, y me detuve un segundo a observar lo que intuía del paisaje oscuro. Tenía que bajar a las mazmorras.

*se queda*

Ya iba de camino a las habitaciones cuando me la crucé por los pasillos. Me sentí quedar clavada en el sitio, y ni parpadeé. Tardé un momento más de lo debido en darme cuenta de lo absurdo de mi reacción. Pero, de hecho, no era habitual verla por ahí. A ninguno de ellos, realmente. Y, después de volver de Aqua, me resultaba todavía más extraño. La imaginaba ocupada entre investigaciones e interrogatorios. Aunque quizás yo pudiera aportar algo en lo personal. Lo había vivido en primera persona, después de todo.

Le ofrecí una amplia reverencia, tratando de contener mis habituales gestos nerviosos. Me costaba hacerme a la idea de que vivía en el mismo lugar que ella. No dejaba de ser una figura tremendamente importante, después de todo, ¿y quién era yo a su lado? Una subordinada; un gran honor, por supuesto, pero nada en comparación.

-Buenas noches, mi señora Splash -saludé, caminando lentamente hacia ella. Parecía seria, y quizás tuviera asuntos que atender. Aunque me gustaría ofrecer mis impresiones de la misión o ser de utilidad de alguna otra forma, ni se me pasaba por la imaginación la idea de imponerle mi presencia.

Estaba a punto de seguir con mi camino cuando una presencia llamó mi atención. Con las manos cruzadas tras la espalda, me giré hacia Massen, llegando a curvar ligeramente los labios.

—Buenas noches, Massen.

No me moví mientras ella avanzaba, y cuando finalmente estuvo frente a mí, incliné un poco la cabeza. La pequeña me caía especialmente bien. No solo se comportaba dentro de Palacio, sino que además cumplía con lo que se le ordenaba y entrenaba con frecuencia. Si todos los miembros de Palacio fuesen como ella, entonces muy probablemente no tendríamos tantos problemas.

—¿Cómo te encuentras, Massen? ¿Qué tal la vuelta?

Tuve que pensarme mucho la respuesta. Tuve que pensármelo mucho. También tuve que hacer un gran esfuerzo por no fruncir el ceño mientras pensaba. No quería ofrecerle ningún gesto que pudiera malinterpretarse.

-Ha sido una experiencia dura -confesé finalmente-. Hemos llegado a un punto crítico al que nunca me había enfrentado antes. Llegué a pensar que los perderíamos a todos. Ni siquiera con los refuerzos de Aqua parecía suficiente -. Callé un momento, pensativa-. No me gusta conformarme si no he cumplido del todo. Siento que no haya sido así. Más teniendo en cuenta que ni siquiera puedo atribuirlo a mi mal estado. No necesitaron perder tiempo en herirme para burlarme -. No había sido así con todos, por supuesto. No olvidaba a Follow ni a Inger. Pero no dejaba de ser frustrante-. Mi señora Splash, si me permite el atrevimiento, creo que sería conveniente encontrar alguna forma de mantenerse en contacto constante con el palacio. Si es posible. Alguna manera de poder recurrir a refuerzos en caso de necesidad. Refuerzos de Brontë.

Lo había pensado mucho. Cómo había visto caer a dos compañeros, y a otros tantos soldados de Aqua. Cómo Alehyss había empezado a pactar una firma de paz por su cuenta. Alehyss no tenía autoridad para hacer algo así, pero si hubiera llegado a conseguirlo, ¿qué podría haber hecho yo, más que poner aún más en peligro nuestras vidas? Aquella misión me había hecho pensar en la necesidad de mejorar nuestra organización, nuestro trabajo en equipo. De establecer unas jerarquías, unos planes de urgencia. De conseguir contacto inmediato con Brontë en caso de necesidad. Si una misión se ponía en marcha, jamás debía fallar.

-Por supuesto, he aprendido mucho de todo esto -declaré-. Cuento con que la próxima vez podré enfrentar mejor la situación. La próxima vez no caerán menos de la mitad.

Me encargaría de ello personalmente.

La pequeña necesitó tiempo para responder, pero finalmente lo hizo, y yo la escuché con suma atención. Sus palabras no me sorprendieron; por lo que sabía de la misión, no había resultado ser una situación sencilla. En parte porque nosotros la habíamos planeado mal, por supuesto. Yo tenía buena parte de la culpa de los resultados: de haber sabido que serían más, entonces hubiese enviado más gente, o incluso yo misma me hubiese presentado. De alguna forma, había menospreciado al enemigo, y aquello era un error que no debía volver a cometerse.

—Has luchado bien, Massen —empecé a decir, porque realmente así lo pensaba—. Y gracias a ti y a tus compañeros ahora tenemos a tres personas en las mazmorras que nos ayudarán a encontrar al resto. —La miré—. Así que siéntete orgullosa. Aunque el resto hayan escapado, los encontraremos.

Sonreí un poco.

—Lo que comentas del contacto directo con palacio es algo interesante. Sin duda, recurrir a nosotros, los líderes, durante una misión sería algo altamente beneficioso para Brontë. Lo mismo ocurriría, claro, con el apoyo de otros compañeros. Es una sugerencia interesante, y haré que se estudie.

Compartiría las sugerencias de la pequeña con el resto de mis compañeros. Tal vez pudiésemos hacer algo.

Tras un momento en silencio, pregunté:

—¿Hubo algo que te llamó la atención?

Le ofrecí una nueva reverencia, bien amplia y respetuosa. Su aprobación me honraba, pero no estaba segura de poder considerarla real. Temía que se tratara únicamente de un intento por levantar la moral de las tropas. Al fin y al cabo, no me había parecido exactamente una victoria, pero las cosas habían sido así y no había más que hacer.

-Muchas gracias, mi señora Splash -respondí-. Seguiré esforzándome por cumplir con mi deber.

Asentí cuando aceptó mi sugerencia. Por supuesto, yo no tenía ni idea de cómo llevarla a la práctica. Pero había visto a los líderes hacer cosas tan increíbles que dudaba que aquello escapara al rango de sus capacidades.

Lo pensé bien cuando preguntó.

-No sé qué información en particular habrán presentado mis compañeros -comencé, como advertencia. No sabía hasta qué punto podía ser útil lo que dijera-. Me llamó la atención la relación que mantenían. Cuando llegamos, los oímos hablar y parecía unirlos la amistad. En combate, las cosas no resultaron exactamente así. Algunos eran muy poderosos, y la mayoría de ellos estaban especializados en magia. Pero su compenetración no era demasiado buena. No había una jerarquía clara y no se ponían del todo de acuerdo. Mientras unos actuaban completamente por libre, otros intentaban protegerse, y unos terceros dejarse proteger. De los tres capturados, sospecho que dos de ellos mantienen una relación especialmente estrecha: la claritas y el aether. Ella no parecía tan afectada por la salud de sus compañeros hasta que lo vio caer, y fue el rehén que utilicé para hacerla renunciar a escapar -. Hice una pausa, pensativa-. El más poderoso era un piscis, creo. También había una flamma que era buena maga, pero estaba demasiado pendiente de proteger sus puntos flacos: el chrysos al que capturamos y una aether que consiguió llevarse consigo. Probablemente un objetivo fácil de hacer caer, y tal vez con ella caiga la flamma. Su carácter protector puede ser su debilidad. De la caeruleus no tengo mucha información; Elektra mantuvo un combate con ella prácticamente de principio a fin de la batalla.

Callé un momento, aún con algunas palabras en la garganta. Al final, alcé la vista para mirar a mi líder, y procedí a pronunciarlas.

-El chrysos cayó el primero, y estuvimos a punto de perderlo en batalla. Prometí a la claritas que si se entregaba no sufrirían mayores daños. Sé que se trata de una prisionera, pero me gustaría cumplir mi promesa, dentro de lo posible -. Hice una pausa-. Por supuesto, si Brontë lo considera inadecuado, no me interpondré.

Respondí a sus palabras con un asentimiento y una nueva sonrisa, sin considerar que debiese añadir algo más. Y cuando comenzó a hablar, la escuché con renovado interés. Me interesaba la opinión de los guerreros con respecto al encargo; tal vez hubiesen notado algo que yo desconociese, o algo que pudiese jugar en contra de ellos en un próximo enfrentamiento.

Que estuviesen especializados en magia era un dato que, por lo que sabía, ya había supuesto, pero todo lo demás resultó novedoso. Especialmente, tomé nota de lo que decía en cuanto a las relaciones y habilidades de los sujetos. Si algo podría jugar a nuestro favor, era eso.

—Lo que dices resulta interesante —murmuré. Fruncí un poco el ceño—. Su falta de organización probablemente nos sea de ayuda en futuros enfrentamientos. —Parpadeé. Y tras un segundo de duda, añadí—: No creo que ni la aether ni la flamma resulten un problema a la larga. A la segunda la buscamos desde hace tiempo, y si la aether resulta tan débil como dices, entonces no dudará mucho. En cuanto a los otros dos... —Fruncí un poco el ceño—. El piscis me resulta más preocupante, pero dudo que pueda esconderse por mucho tiempo más.

Callé un momento. Finalmente, dije, seria:

—En cuanto al destino de los encarcelados, en mis planes está enviarlos a una prisión más segura que Brontë, así que su destino no depende completamente de mí. No obstante —La miré—, intentaré cumplir tus deseos.

Asentí de nuevo, asimilando lo que decía. Después de todo, nos habían pedido información, y a mi modo de ver, cualquier dato era útil. Aunque sería ella quien debiera hacer una selección de hasta qué punto mis intentos por aportar algo eran fructuosos, desde luego.

En cuanto al trato de los prisioneros, consideraba que con aquello había cumplido mi cometido. Después de todo, mi autoridad era más que limitada, así que no había más que yo debiera o pudiera hacer al respecto. Ofrecí una nueva reverencia.

-Gracias por escucharme, mi señora Splash -respondí. Y, viendo que eso era todo y a sabiendas de que probablemente tendría muchísimo de qué ocuparse, repetí la reverencia-. Con su permiso, me retiraré a los dormitorios. Debo seguir con mi entrenamiento.

Una vez me lo hubo dado y tras despedirme en condiciones, partí.

*Se va*

Asentí al escuchar sus palabras, sonriendo un poco.

—Buenas noches, Massen.

Y observé cómo se iba, antes de ponerme yo misma en marcha. Me agradaba realmente la piscis. De todos los guerreros que había en Brontë, sin duda era la que más simpatía me despertaba.No había hablado con todos, y con la mayoría de los que había hablado apenas había intercambiado un par de palabras, pero dudaba que hubiese algún otro guerrero capaz de despertar en mí tal agrado.

Caminé un poco más, llegando a pasar por la entrada de las mazmorras, pero sin descender hacia ellas. Mañana. Mañana.

*se va*

Subiendo las escaleras de las mazmorras, el chrysos salió a los pasillos, cabizbajo y pensativo. Había pensado que sus compañeros permanecerían más tiempo encerrados, pero cuando finalmente se atrevió a volver a bajar había descubierto que las celdas estaban vacías y que en ellas no quedaba ni un rastro de los antiguos presos. Probablemente, pensaba mientras avanzaba por el pasillo, se los hubiesen llevado ya por la mañana. Se preguntaba a dónde. ¿Fulmen? ¿Ignis? ¿Aqua de nuevo? Probablemente fuese a Fulmen.

El chrysos giró por la derecha al llegar al final del pasillo y alzó la vista del suelo. Observó el techo. ¿Y ahora qué? Si preguntaba algo, estaba convencido de que la líder piscis lo escucharía.

*camina*

Siendo la hora que es imagino que lo propio es irse ya a la cama. No estaba tan cansado como de costumbre y decidí dar un paseo, pero imagino que ya ha sido suficiente. Aunque al ver a Lyam por los pasillos, cuando ya me estoy decidiendo a volver...
Bueno, hace mucho que no lo veo. Y siempre se ha portado muy bien conmigo.

Lo saludo con una sonrisa y un gesto, con la mano. Aún no lo he alcanzado, pero ya estoy escribiendo en la pizarra para agilizar, mientras me acerco. Estoy acostumbrado. Podría decirse que ya tengo soltura.

"Buenas noches. Cuánto tiempo. ¿Qué tal todo?"

Ahora que me doy cuenta, parece algo ocupado...

El chrysos vio al final del pasillo a Jun, el claritas, pero en lugar de detenerse o de reducir la velocidad con la que caminaba, continuó avanzando, pensando que quizá el chaval no tuviese pensado saludarle, o acercarse. No se veían tanto. No debería tener mucho interés en hablar con él.

Pero lo tenía.
Al verlo acercarse, pintarrajeando en su pizarra, el chrysos suspiró y empezó a caminar más despacio hasta detenerse cuando le quedaban un par de pasos para chocar con el claritas. Compuso una sonrisa.

—Buenas noches —saludó—. Yo estoy bien. ¿Cómo estás tú?

Desde luego, no muestra el entusiasmo habitual. Supongo que no he elegido el mejor momento. De todos modos asiento satisfecho cuando pregunta y garabateo rápido. Si tiene prisa no quiero incomodarlo mucho rato.

"Muy bien. He estado perdiendo un poco el tiempo hoy" "y ya me iba a la cama.", le explico. "Lo siento si estabas ocupado." "Me ha alegrado encontrarte."

He pensado en comentarle lo de mi viaje a Ventus, pero si lo pienso bien... No creo que sea algo que a él le importe mucho. Y a estas horas...

El chrysos leyó en silencio, con los brazos cruzados y la cabeza ligeramente ladeada, los mensajes que el claritas iba escribiendo en la pizarra, atento. Cuando terminó de leer, negó suavemente, curvando un poco los labios.

—Tranquilo. No estoy ocupado —Lo miró. Ensanchó la sonrisa—. Eh. ¿Qué te cuentas? Hace tiempo que no nos vemos, eh.

Alzó ambas cejas.

Supongo que si lo dice así no pasará nada porque le robe unos minutos. Porque por una vez que no estoy demasiado cansado... Me cuesta irme a la cama. Aunque no debo tardar o mañana no podré cumplir con mis deberes. Antes era más estricto conmigo mismo.

"Pues he estado entrenando bastante con el arco", le comento en primer lugar, con bastante seguridad. La verdad es que puedo decir que he mejorado tanto con eso como con la magia. "También estoy practicando un hechizo nuevo" "y pronto iré a Ventus en una misión."

Eso quería decirlo porque la verdad es que la idea me emociona. Nunca antes he estado allí arriba.

El chrysos leyó con atención las palabras de Jun, esbozando una nueva sonrisa, asintiendo. Y a pesar de que la vida del chico no le llamaba en exceso la atención (en otra época sí había llamado especial interés), al final se descubrió a sí mismo sintiendo cierta curiosidad por las palabras del muchacho. Ventus. De pronto parecía que todo el mundo se iba a Ventus.

—¿A Ventus? —preguntó—. Parece que todos vais a Ventus. ¿Qué te lleva hasta ahí? —Lo miró—. ¿Es por el hechizo que estás practicando?

Quizá fuese a buscar algo que ayudase a su magia o algo así. Lo cierto es que él no tenía ni idea de magia, así que no podía decir si era descabellado o no.
Tras un segundo en silencio, añadió, recordando su encuentro de ayer con el flamma, Kyoti.

—Hay un flamma que está practicando con arco también. Kyoti, no sé si lo conoces. —Alzó ambas cejas—. A lo mejor sería interesante que practicaseis juntos.

¿Eso contaba como la buena acción del día?

Niego cuando pregunta. De momento no conozco ningún hechizo que requiera de visitar otro continente para aprenderlo... Bueno, quizás si solo lo conoce un sabio que vive en él, o algo así.
Enseguida, tiza en mano, me decido a resolver su duda. Esto es algo que me hace sentir algo más de reparo, pero es la verdad. Espero que a ella no le importe. Tampoco daré muchos detalles.

"Voy con una compañera." "Ella es la que tiene que ir, pero voy de apoyo.", le explico.

He de conocer el material. Aunque mi mayor interés es ir a Aqua, la verdad. Pero me alegra lo de poder trabajar con ella. Tengo mucho que aprender.

Menciona a Kyoti y alzo las cejas. Enseguida compongo una sonrisa y asiento, contento. Parece que el flamma ha estado conociendo gente.

"Lo vi un par de veces. Llegó hace poco." "Parece simpático, pero aún no he podido" "practicar con él."

Debería buscarlo, de hecho. Porque se lo dije y porque me ayudó aquel día...