Pasillos

Frunzo los labios. Bueno, ¿qué? ¿Lo hemos arreglado y quiere volver a la carga? Que tenga cuidado, que yo tengo así como mucha leña que repartir y no me asusta entrar en un duelo verbal. Pero luego que no me venga con perdones, que no valen.
No. No quiero ser borde. Solo soy así de maja, gracias. Punto.

-Bueno -digo, sin embargo-. Yo te daré un toque cuando te pases de listo a cambio, ¿vale? -añado, con intenciones.

Me va a ganar a chula el plumas este, bueno sí... Seguro que mis hermanos se comen a sus hermanos, que lo sé yo.

-Pues sí, veinte -recalco, con una sonrisa algo tensa, alzando el mentón. No voy a dejar que se haga el mordaz aquí conmigo-. Y no te preocupes, que no pareces más joven por tener esa carita. Más bien, diría que parece... -. Me muerdo la lengua. Como haga aquí la primera mención a dar por culo de la jornada creo que lo pierdo definitivamente-. Ya me doy yo el toque esta vez, ¿vale? -mascullo, con cierto mal humor.

¿Ahora voy a tener que controlarme? Y una polla. Solo por hoy porque ya ha habido bastante bulla, pero mañana será día nuevo y entonces tocará repartir nuevas pullitas por el mundo.
Dicho así parece que de verdad lo haga adrede. Me siento un poco perra... Y no es mi intención. No me levanto cada día para tocar los huevos a la gente, promesa.

Luego... No puedo sino reír. La verdad es que es lo mejor que puedo hacer, teniendo en cuenta que casi empiezo, efectivamente, con un flirteo para nada intencionado. Pero se me da bien salir del paso.

-¿Ha sonado así? -inquiero, con una ancha sonrisa-. Pensaba que hay más mujeres en el pueblo con las que puedes intentar meter algo en un bujero, pero supongo que te he gustado yo-. Dejo ir una única carcajada despectiva-. No obstante, creo que estás apuntando a algo que no puedes alcanzar. Mejor ponte metas más asequibles.

Me llevo las manos a la nuca y suelto un bufido, aunque sonrío. La verdad es que es un cabrón graciosete cuando le encuentras el punto. Diría que un poco como Gerald, pero de hecho tampoco se parece una mierda a Gerald, así que es de un estilo diferente, más bien.

-¿Y te vas a poner a estas horas? Pues venga, ve tú delante, que yo no me acuerdo bien de cómo se llega.

A lo otro no veo necesario responder. Soy más fuerte que esas provocaciones.

Sonrío, firme, y le choco la mano.

-Tenemos trato -indico, con un leve deje de desafío en los ojos, todavía. Que me dé los toques que quiera y ya veré yo qué hago-. Y tu cara parece de las que le gustan a los hombres rudos con mucho pelo -termino, cruzándome de brazos.

¿Querías oírlo? Pues todo tuyo. No te quejes, que me lo has pedido tú, pollito. Así que tengo vía libre, ¿no? Y me he cortado un poco, que lo que pensaba en un principio era mucho más explícito.

Cómo le da vueltas a lo de las fichas, joder. Cualquiera diría que se ha enamorado de mí de verdad, a primera vista. Bueno, a segunda vista, supongo, en este caso. El número de vistas da igual.
Termino por resoplar y frotarme la cara con la mano.

-Soy un alma caricativa. Estoy segura de que te vendrá bien que te haga de casamentera para bajarte los humos y relajarte un poco.

No puedo sino dejar ir una carcajada arrogante cuando menciona lo de que no soy su meta. Quizás ha sido una reacción excesiva, pero la verdad es que da un golpe de efecto muy interesante. Y no es un tema que quiera seguir eternamente.

-Bueno, has dicho que llevabas tiempo sin ligar. No intentes inculparme ahora a mí como si fuese una desesperada, que yo lo llevo muy bien, gracias. No espero a que vengas a darme esperanzas, que ya estoy servida, gracias.

Quizás me he columpiado un poco, pero bueno... Él no tiene por qué saberlo. Y analizando mi vida, podría decir que estoy en racha.
Eso sí es algo triste, teniendo en cuenta que no he vuelto a...

-¿Vamos o qué? Creo que solo hablas porque no quieres caminar. Venga.

Acelero un poco el paso. Escudarme en mi entrenamiento diario será lo mejor.
Seré cobarde de los huevos.

Finalmente, aunque más tarde de lo que había prometido a la chrysos, a Laylee, había ido a ver a Errst, y cuando salí de allí me sentí algo abatido por las noticias recibidas. Había dicho, en primer lugar, que no me vendría mal usar gafas. ¡A mí! ¡A Rick Dehnel! ¡Gafas! Vaya una falacia, por Mithos.
Tras asegurarle que mi vista estaba perfecta incluso me había entregado unas. Salí con la caja en la mano, sin ponérmelas siquiera. Por supuesto que no. Porque yo veía perfectamente. Cuando tenía un enemigo frente a mí no lo veía doble ni triple. Yo no tenía problema alguno con mis ojos.

Arrugué el ceño, pensativo, atravesando los pasillos. Me detuve a mirar por una ventana, malhumorado. ¡Y QUÉ BIEN VEÍA EL EXTERIOR!

Me había dicho otra cosa, también. Algo llamado “ceguera nocturna”, que al parecer era, entonces, lo que me hacía ver tan mal en la oscuridad. Que la luz entraba en mi ojo de una forma no sé cómo y se reflejaba en el cristalizado y entonces no la absorbía bien, o algo así.
Y aquello lo creía, porque de verdad me costaba mucho ver en la oscuridad. Pero gafas.

¡NO!

Yo veía como Mithos mandaba. Desde siempre.
Simplemente algunos libros tenían las letras demasiado pequeñas.

*se queda *

Corbin avanzaba por los pasillos con un libro entre las manos, tranquilo. Aquella jornada, al contrario que muchas otras, había empezado por la lectura. Dejaría el entrenamiento para otro momento, más avanzada la tarde. No debía acostumbrarse a horarios muy rígidos o acabaría teniendo problemas para ser flexible.

Por otra parte, sencillamente, le apetecía leer. Y, sin embargo, una figura lo hizo alzar la vista de su lectura, alerta. Rick Dehnel. Hacía mucho tiempo que no lo veía.

-Buenas tardes, Rick -saludó, avanzando al mismo ritmo que antes de ver al flamma.

Volví el rostro al ser llamado, sin demasiado interés, y entonces alcé las cejas, animándome de pronto, al ver al claritas. Una gran sonrisa florizó a mis labios.

-¡Corbin! –exclamé, acercándome un poco a él, plantándome delante, risueño, sacando algo de pecho-. Hacía ya tiempo que no te encontraba. Cuando voy a las habitaciones tampoco sueles estar... ¿Cómo estás?

Llevaba un libro. Lo miré un segundo, pero no tardé demasiado en volver al claritas. La verdad es que se lo veía bien, aunque era extraño pensar en ver a Corbin mal, por otra parte.

-¿Vas a pasar la tarde leyendo? –inquiricé, curioso.

Corbin asintió.

-Sí, ha pasado mucho tiempo -coincidió-. He estado bien. Estoy preparando un viaje desde hace algún tiempo, y he estado ocupado en ello. ¿Y tú?

Marcando con un dedo la página por la que iba, cerró el libro, sujetándolo con una mano.

-Sí, eso pensaba -respondió-. Creo que me vendrá bien para relajarme un rato.

Si después de tanto tiempo sin vernos Heylel me hubiese respondido lo que Corbin habría dicho que le pasaba algo, porque era insuficiente. Pero ya estaba acostumbrado a aquella forma seria de ser del claritas, y lo aceptaba. En aquel aspecto era un poco como Zacharyas, de alguna forma.
¿Cómo llevaría su viaje, por cierto?

-¿También tú te marchas de viaje? –inquiricé, algo contrarizado-. Si es que os marcháis todos -. Dejé ir un suspiro resignado, pero sonreí-. Yo estoy bien, como siempre –dije entonces, abriendo los hombros para ensanchar el pecho-. Estoy entrenando más que antes, incluso. Aunque la verdad es que no podría decir que esté haciendo muchas cosas -. Arrugué la nariz, pensativo-. Hace mucho que no salgo en una misión, y tengo ganas de apuntarme a una, pero parece que ahora las cosas están más bien tranquilas. Me seguiré preparando hasta que salga algo, entonces, supongo. Podemos entrenar juntos algún día, si lo ves interesante.

Me rasqué la barbilla un momento, mirándolo curioso, cuando le tocó hablar. De nuevo, asentí, con entusiasmo.

-Por supuesto. No todo va a ser entrenar, claro. Hay que liberar el cerebro. Aunque en ese caso creo que estoy interrumpiendo tu descanso –me disculpé, alzando un poco las cejas.

Corbin frunció ligeramente el ceño, algo extrañado por la reacción del flamma. Salir de viaje era lo que normalmente se les exigía hacer, después de todo.

-Se trata de una misión -explicó-. Supongo que es lo normal, que todos salgamos. ¿No lo haces tú también?

Pronto el flamma explicó que no era el caso. A Corbin le extrañó un poco.

-Busca algún encargo -lo animó-. Siempre viene bien. Aunque entrenar en serio mientras tanto es una señal de que no pierdes el tiempo. Yo también estoy tomándome en serio los entrenamientos. Me vendría bien volver a practicar contigo con la espada.

Se encogió de hombros.

-No es molestia.

Asentí algo aliviado, aflojando la sonrisa, cuando explicó aquello. No todos se marchaban, al fin y al cabo. Ya había comenzado a asustarme.

-Oh, por supuesto, una misión. Te animo a que la cumplas con éxito, aunque supongo que eso no será un problema para ti –expuse, contento.

En cuanto a mí, no pude sino asentir, claro. Aunque aquello era lo que había dicho yo… Si no me salía nada era un problema, sí, pero no sabía qué más hacer. ¿Quizás buscar por mi cuenta? En el pueblo, o algo más allá…

-Pues entrenaremos cuando lo desees, por supuesto. Hacerlo en solitario no es tan divertido, ¡ni tan útil!

Y pese a mi ánimo, acabé dejando ir un suspiro algo cansado. Me sentía, de alguna forma, pesado. ¡Y aquello no era algo que fuese normal en mí!

-Oh, pues si no te molesto te hablaré un poco más, si no te incomoda-. Torcí la sonrisa-. ¡Ah, mira! -. Me hurgué en los bolsillos hasta dar con él. Le mostré, entonces, el retrato de mi hermana, que había recibido no hacía mucho-. ¿Te había hablado de mi hermana alguna vez? ¿No es encantadora? –inquiricé, risueño, mirándolo yo entonces.

Desde luego, la añoraba.

Corbin asintió, satisfecho. Eso esperaba. La había preparado con mucho detalle, y aún seguía ultimándola. Después de todo, con lo que se estaba volcando en el asunto, esperaba que los resultados fueran de su agrado. Tenía altas expectativas.

La idea de volver a entrenar con el flamma le parecía de lo más interesante. Sabía que él podía aportarle bastante, y no tenía reparo en aprovecharse de ello.

-Pensaba entrenar más tarde, cuando entrara un poco la noche. Quizá entonces te interese. Aunque también puede ser en otro momento, por supuesto -dispuso.

No le molestaba que el flamma hablara con él, aunque debía reconocer que el tema de conversación que sacó le pareció menos interesante que otras veces. Observó el retrato con cuidado, buscando en él algo de interés.

-Creo que nunca -respondió-. Es muy joven. ¿O es un retrato viejo?

Me encogí de hombros, con una sonrisa afable. Dependería, por supuesto, de la hora, y todo lo demás. Yo ya había entrenado aquel día, al fin y al cabo, y aunque no quería admitirlo, no era la jornada que mejor me encontraba. Era como si el cuerpo estuviese cansado, o pesase más de lo normal.

-Puede intentarse, si luego nos vemos. En caso contrario, será fácil acordar un día. Estoy seguro de que pronto volveremos a combatir.

Saqué pecho con orgullo al mostrarle a Nadia. Desde luego, se había dado cuenta. El artista había hecho un trabajo fabuloso. Aunque no la hubiese visto en un tiempo, se asemejaba a la imagen que tenía que ella, aunque mayor.
¡¿JOVEN?!
Corbin no sabía lo que decía… ¡Era toda una mujer!

-Tiene ahora dieciséis años. Supongo que será toda una señorita, y se nota que ha crecido. Por el retrato, y por sus cartas. Y bueno, porque el tiempo pasa, ¿no lo crees? Quizás es de lo poco de lo que puedo arrepentirme de estar aquí… Me he perdido un tiempo muy valioso con ella.

Miré de nuevo el retrato, con nustalgia. Quizás era aquello, sí…

Rick no se mostró demasiado animado por la idea de entrenar, así que Corbin no insistió. Pese a lo útil que le resultaría la colaboración del flamma, no iba a arrastrar a sus compañeros. Él, de todas formas, sí iba a entrenar, solo o acompañado. No necesitaba más.

-Por supuesto -se limitó a decir.

A Corbin no le hicieron especial gracia las palabras de Rick. Examinó un momento más el retrato, pero nada de lo que el flamma dijera le iba a quitar de la cabeza la idea de que aquella era una niña. Podía haber sido más niña en el pasado, como de hecho, evidentemente, lo había sido, pero eso no la convertía en mujer. Su aspecto delicado y elegante le recordó a Corbin a los libros que solía leer; el primogénito, fuerte guerrero, luchaba al frente, mientras su hermana, delicada y dulce pero de gran inteligencia, esperaba su regreso, protegida en su palacio. Aunque tampoco sabía si era exactamente así en el caso de Rick. Como historia, no estaba mal del todo.

-No creo que hayas hecho mal en perdértelo -opinó-. En cierto modo, has venido aquí para protegerla. Evidentemente, todo tiene un precio.

Alcé las cejas ante las palabras de Corbin. Iba a replicar al principio, diciendo que perderse la vida de aquellos a los que querías era una pena, y que aquel tiempo sería irrecuperable, pero él habló más y tuve que cerrar la boca y asentir, con una sonrisa más discreta.

-Eso por supuesto -. Fruncí el ceño-. Por Nadia iría al mismo infierno aunque tuviese que quedarme en él para siempre -. Lo miré, repentinamente serio. Muy serio-. Ella me animó a luchar, ¿sabes? Seguramente ni lo sepa, pero de no ser por mi hermana solo sería otro noble más sentado en una silla comiendo manjares, preocupado de mis arcas y de que no consigo hacer negocios con suficiente beneficio, o con ir a fiestas… -. Bajé la vista, volviendo a sonreír, aunque algo más apagado.

A veces lo olvidaba… A veces olvidaba que Nadia me había hecho querer protegerla, y luchar por ella…
A ella. A Nadia tendría que contarle mis historias.

A Corbin le resultaban tan ajenas las palabras de Rick que llegaba a sentirse extraño. Por primera vez en mucho tiempo, se preguntó qué le pasaría al flamma por la cabeza con respecto a aquella niña. Qué se sentiría al querer proteger a alguien. Corbin no podía echar de menos algo como eso, ya que nunca lo había sentido, pero no podía evitar sentir curiosidad al respecto.

-¿Qué sientes hacia ella? -preguntó, muy serio.

Sabía qué era aquello, pero solo en teoría. Corbin podía intentar imaginarse a sí mismo protegiendo a otros, o más bien, sintiendo la necesidad de hacerlo, pero era incapaz de visualizarlo. Y, por algún motivo, eso no lo hacía sentir demasiado cómodo.

Su pregunta me hizo borrar la sonrisa. Lo miré, callando por varios segundos, reflexionando sobre aquello. Más sobre la pregunta que por la respuesta que debía darle.
¿Qué sentía hacia Nadia? ¿Qué quería decir aquello?

-Bueno, veamos… -. Arrugué la nariz, pensativo. Miré de nuevo el retrato, y no pude sino sonreír-. Cuando ella nació yo tenía ya ocho años. Entonces lo recuerdo perfectamente… Cómo mi vida cambió -. Lo miré a él. Aquello era difícil de explicar, pero fácil de entender para mí-. Era muy pequeña y muy frágil. Solo lloraba, y no sabía caminar, ni hablar. Y cuando ver un ser tan frágil -. Recordé a Lyo por un momento-, no sé… Algo en ti te dice que debes cuidarlo. Supongo que es un instinto de esos -. Me encogí de hombros con suavidad-. La quiero. No es el tipo de amor romántico, por supuesto. ¡Es mi hermana pequeña! Pero he cuidado de ella desde que era pequeña, me he esforzado por ella… Es como si… Como si… -. Fruncí el ceño. Era difícil de explicar, desde luego-. Yo quiero que el mundo sea mejor para ella, Corbin. Creo que cuando ves crecer a alguien de esa forma solo puedes querer mejorar el mundo para que esa persona pueda vivir bien en él.

Me froté la barbilla. Era difícil de explicar. ¿Cómo decir aquello? Era un poco como imaginaba lo de tener hijos, ¿no?

-Ella me importa más que yo mismo, de alguna forma. Daría mi vida por protegerla, sin duda, porque de alguna forma ella es algo que yo he ayudado a conseguir. Me siento muy orgulloso de Nadia -. Entrecerré los ojos, mirándolo-. No sé si… me he extendido demasiado.

Corbin escuchaba en silencio. No era exactamente lo que esperaba que el flamma le dijera. Entonces significaba que aquello no era lo habitual. Las relaciones eran complicadas, pero las relaciones entre hermanos ya eran absolutamente crípticas. Corbin no contaba con encontrarles un sentido, en ninguno de los casos.

Escuchó lo que el flamma decía, sin embargo. Pero, por más que él lo explicase, seguía resultando incomprensible para el claritas.

Negó con la cabeza.

-No importa -respondió-. En ese caso, no creo que debas reconcomerte con el tema. Con tu trabajo la estás protegiendo.

Asentí primero, encogiéndome de hombros, risueño.

-Me gusta pensar eso, sí. Que vale para ella. Al fin y al cabo, como dije, ella fue la que me hizo ser de esta forma, y defender a la gente. Ella me motivó a cambiar, a ser como soy, y si no la estuviese protegiendo desde aquí creo que no sería yo. Es algo bueno en lo que apoyarme cuando me quedo sin fuerzas -. Me rasqué la punta de la nariz, pensando un instante-. Supongo que no tienes hermanos. Es muy difícil, por lo que he sabido, explicar a alguien cómo es la relación entre dos hermanos y que la entienda. Creo que no se parece a ninguna otra relación, ¿sabes?

Y bueno… ¡Cada hermano era diferente! Conocí de muchos tipos, durante mi vida. Los que no se hablaban apenas, más que para cosas puntuales, los que se adoraban, los que se respetaban... Incluso Lea me había hablado de su hermana, a la que parecía odiar, y aunque me costaba mucho creer que pudiese haber un odio entre dos personas que se habían criado juntas, y más teniendo en cuenta que la diferencia de edad era tan corta, ella no daba opción a réplica.

Corbin se encogió de hombros.

-Supongo que para mí será siempre un misterio. Es demasiado complejo -respondió, sin más.

A aquellas alturas, había perdido algo de interés. Corbin solía sentir curiosidad por aquello que le era ajeno, pero cuando algo era tan ajeno como para siquiera imaginarlo, era inevitable acabar desdeñándolo. Y Corbin tenía serios problemas para entender cómo eran relaciones mucho más accesibles que las fraternales como para preocuparse por estas últimas.

Le sonreí. ¿Qué más podía hacer? No podía quitarle la razón, de alguna forma. Era algo mayor como para tener hermanos. Aunque decían que había relaciones que eran como entre hermanos, aunque no lo fuesen. Quizás acabase teniendo un “hermano de mentira” de aquellos, y entonces comprendiese un poco más.

-¿Sabes? Puede que nunca entiendas lo que es tener un hermano. Pero supongo que acabarás teniendo hijos, o algo así, y entonces… Es muy diferente, por lo que sé, pero tiene que tener algo de parecido. La familia es la familia, al fin y al cabo. Cada persona de la familia es diferente, pero todos ellos son gente importante, de alguna forma.

Lyo no era mi hijo. Y sin embargo, tras haberlo cuidado tanto tiempo, incluso había llegado a sentir algo diferente que al principio. También daría todo lo que pudiese por él, aunque no estuviese ya conmigo, si pudiese conseguir que estuviese en perfecto estado.

Corbin no hizo ningún gesto, pero no pudo evitar recibir el comentario de Rick con cierto escepticismo. No tenía ningún motivo para pensar que llegaría a tener hijos, ni ningún deseo especial al respecto. No se planteaba algo así. Después de todo, había sido criado solo, sin una familia, y tampoco había afianzado lazos a lo largo de su vida. En su mente, la idea de vivir y morir solo estaba tan afianzada como la de que se llamaba Corbin.

-Tal vez entonces lo entienda -respondió, pese a todo.

Había aprendido que había ciertas afirmaciones que Rick no debía escuchar. Cuando Corbin hablaba de lo que pensaba, el flamma tendía a alterarse e intentar imponer su opinión al respecto. Aquello era incómodo, ya que se inmiscuía en los asuntos personales de Corbin, y no eran asuntos que le gustase remover.

Hizo una leve inclinación de cabeza.

-Me alegro por tu hermana. Si sigues así te verás satisfecho pronto. O quizás ir a verla sea la solución -comentó, tratando de buscar respuestas lógicas al asunto-. Yo seguiré mi camino ahora. Quizá nos veamos más tarde. Si no es así, avísame cuando quieras volver a entrenar. Yo estaré esperándolo.

Y, sin añadir mucho más que una breve despedida, siguió su camino, con algunas nuevas ideas revolviéndose extrañamente en su cabeza.

*Se va*

Asentí con una sonrisa. Desde luego, había cosas que solo se comprendían cuando tenias que enfrentarte a ellas. La experiencia era un degradado, como solía decirse.

-Quizás vaya de visita pronto -coincidí, con aire pensativo, risueño-. A lo mejor es lo que me hace falta. De todas formas, tengo algunas cosas que hacer aquí todavía-. Al fin y al cabo, había prometido a Lea que cuidaría a Vilo cuando se fuese de misión, y todavía no me había dado el aviso. Por no hablar de que habiéndose marchado Zacharyas y Ayne hacía unos días había que estabilizar las cosas-. Cuídate, Corbin. Sea como sea, espero que nos veamos pronto -me despedí.

Y me quedé allí solo, con el retrato de Nadia en las manos y la expresión algo seria. Tras una leve duda, saqué las gafas que me había dado Errst de la caja que las protegía, poniéndomelas, aprovechando que nadie pasaba por los pasillos. Arrugué la nariz, contemplando por un momento el retrato, nuevamente.
Bien mirado, sí que...

¡No! ¡Para nada!

Me las quité, con un bufido, y las guardé de nuevo. Si veía perfectamente sin ellas. ¿Y quién había visto a una caballero con aquel artefacto en los ojos? No era para nada noble.

*se va*

Al igual que lo parecía en la entrada, los pasillos también se mostraban tranquilos y silenciosos. Ni siquiera se veían demasiados miembros del servicio, aunque sí un buen número de boros flotando por todas partes. Una presencia tan discreta y silenciosa que era fácil de olvidar.

Tenía ganas de tirarme en cama, o de darme un buen baño, o incluso de una cerveza bien fresca, pero las cosas, qué remedio, debían hacerse en un orden. Así pues, eché a andar con Gerald directamente hacia la enfermería, sin pasar por las habitaciones. Teniendo en cuenta su estado, y aunque las visitas anteriores no habían hecho mucho, prefería que le echaran un vistazo cuanto antes. Por lo menos, que ese médico gruñón supiera lo que había.