Pasillos

Hoy hace una buena noche, aunque últimamente haga más frío. Pero hoy se está mejor de lo normal, o que estos días, por lo menos. Ese es un motivo más que suficiente para hacerme salir fuera. Otro podría ser que este sitio me asfixia. Me agobia pasarme el día sola, arrastrándome por un poco de compañía, aunque sea a un recién conocido Adain F. Stúpido, a la sosa de Lea en los baños o a quien sea... Y a falta de Massen, con Buscador desaparecido y Narbe, supongo, restregando tarta en los morros de otra, imaginoque la noche es un buen consuelo.

Cuando llegó la nota de Cierzo...

A ver, empezemos de nuevo.

Atravieso los pasillos, yendo al exterior. Llevo las manos a la nuca, jodida firma de la casa, para darme ese aspecto pillo y despreocupado que quiere parecer casual. Aunque tampoco es que haya mucha gente para verme. Pero las cosas hay que hacerlas siempre, y no solo cuando te miran, y por eso mismo blasfemo lo mismo estando sola.

No, tampoco es eso. La cosa es otra...

Cuando doblo una esquina, de pronto, veo dos figuras. En un primer momento, al cruzarse con alguien por los pasillos, simplemente alzas la vista, arrugas un poco el ceño como si te molestasen, y entonces...
Pero no es el caso. Porque entonces me doy cuenta de que ese es Cierzo.
Y si es Cierzo...

Siento como si el mundo fuese demasiado despacio ahora mismo. Casi podría trazar en el recuerdo la perfecta trayectoria de mis ojos, curvilínea por haberlos bajado un instante, desde que los tengo clavados en Cierzo hasta que...
Me quedo sin aire un instante. ¿Quién coño lo necesita?

Parece que esa mierda suya que siempre se le veía en el alma le haya salido por los poros. Ahora el que lo viese sentiría la amenaza aunque se disfrazase de payaso, con zapatos enormes y una puñetera nariz roja. Y, pese a todo, es evidente que es...

Cuando llegó la nota de Cierzo pensé en la forma perfecta de recibirlos. Una sonrisa socarrona, mientras despreocupada los ignoro. Acudiendo a la puerta a su llamada, como un perro que ve venir al matrimonio que lo cuida de su viaje de novios. Ha sido eso, ¿no? Todo iría bien con frases excelentes, ocurrentes, que resultan no venir al caso. Porque ni siquiera la sonrisa me sale. Porque creo que llevo dos segundos sin notarme el pulso.
No es tan grave. No he puesto los dedos sobre la muñeca, ni nada semejante.

Porque están aquí.

-Bienvenidos -me escucho decir, sin apartar la vista de ellos, sin pestañear siquiera.

Si es que esa que ha hablado soy yo. Personalmente, me sigo sintiendo paralizada.
Al menos no he dicho nada de lenguas, esta vez...

Ya estábamos a punto de entrar en la enfermería cuando apareció el primer obstáculo. Por supuesto, no iban a acabarse los problemas nada más cruzar la puerta. No; los problemas acababan de empezar, concretamente en forma de la niña.

Por algún motivo, me sentía incómodo, incluso agobiado. Bastante había tenido que aguantar de ella antes de la partida. Bastante me había molestado en informar de nuestros avances (si realmente había habido alguno) durante el viaje. Y probablemente me tocara seguir aguantando a partir de aquel momento. Especialmente por el estado en que había vuelto Gerald. Especialmente porque se suponía que yo controlaba la situación.

Pero, por el momento, al menos, podía mantenerme al margen, lo cual era bastante agradable. Me limité a dirigirle una leve inclinación de cabeza, un amago apenas de reverencia, tremendamente serio y con aire cansado. Avancé un paso.

-Vamos -gruñí, dirigiéndome principalmente a Gerald, aunque también a ella, si pensaba acompañarnos. Menos sentimentalismos y más marcha a la enfermería.

Llevan mucho tiempo fuera. Todo ese tiempo, de no ser por Cierzo ni siquiera hubiese sabido que seguían vivos. En todo caso, es a él al que debería agradecer todo esto. Él se ha preocupado por mantenerme informada, ahora y antes de que se fuesen, mientras Gerald se dedicaba a ser un capullo sin más, la mayor parte del tiempo.
Pero ahora mismo Cierzo es apenas una sombra en segundo plano, tras el chrysos. Porque viendo a Gerald con esa pinta no sé si preocuparme o tranquilizarme.

Porque las cosas no han ido bien, ¿no? ¿O esos tatuajes se los hizo él luego para recordarse a sí mismo que no tiene que ser más un chico malo? Y una mierda...

Cuando se acerca...
Cuando me toca la cabeza, como, efectivamente, quien acaricia a un perro que lo ha esperado fielmente a la puerta de casa...
Noto los ojos húmedos. Ni siquiera sé si la lágrima ha resbalado o no, pero al instante siguiente mi mano ha asido un pliegue de su camisa, la frente ha buscado apoyarse en él un momento, y el rostro ha caído. Eso ocultará la mueca de contención que siento en la cara tensa.

-¿Pero os habíais ido ya? -inquiero, con la vista fija en sus rodillas, y la voz algo tomada-. Ni me había dado cuenta...

Y aunque quiera, el tono no me sale. Ni siquiera el amago. Me he desinflado de pronto, y no tengo fuerza para ser jodidamente insufrible.

Es la voz de Cierzo la que me hace apartarme y alzar la vista de nuevo. Noto las lágrimas contenidas por las pestañas, y ni siquiera resulta exactamente humillante. Trago saliva para aclarar la voz. Si vinieron por este pasillo...

-¿Vais a la enfermería? -inquiero, haciéndome un poco a un lado, con tono aturdido.

No sé si ir con ellos, pegándome como acostumbro, o si regresar a aquel armario en el que Gerald me metió a principio del año, y quedarme allí sentada hasta que amaneza, pensando en la niebla que me nubla la cabeza ahora mismo.

Cuando por fin llegue a los pasillos todavía me sentía tenso, inhumanamente enfadado. Tenía la sensación de que mi cuerpo irradiaba un aura oscura por culpa de aquel bastardo, como si haberlo tenido cerca me hubiese contaminado de él.

Al mirar hacia un lado vi que uno de los balcones estaba ocupado. Creí diferenciar a Adain, pero seguí adelante, o acabaría comportándome innoblemente con él.

Seguía viendo su rostro ponzoñoso en mi mente, y aquella sonrisa que imaginaba con cada vez menos dientes. Y la palabra cobarde, que en sus labios sonaba como una irunía de aquellas, porque era él el que atacaba por la espalda, o el que insultaba una y otra vez con arrogancia.

Y aunque me costaba admitirlo, de verdad quería. Quería sentir sus huesos partirse bajo mi puño. Y aquello me hacía sentirme sucio. Por su culpa nada más.

*irradia odio*

Hoy es algo temprano, así que Vilo sigue animado, pese a que yo ya estoy pensando en dormir. Pese a todo, no me vuelve loca, sino que se dedica a marchar a mi lado, con la cola bien alta y paso ligero. Parece bastante contento.

Hasta que ocurre. De pronto, algo llama su atención y sale corriendo a toda velocidad, moviendo el rabo. Antes de que pueda detenerlo, como siempre. Cuando avanzo un poco más, siguiéndolo, doblo una esquina y me encuentro con que le está intentando morder a Rick los tobillos, animado y juguetón.

Oculto una sonrisa llevándome la mano a la cara, y pongo los ojos en blanco.

-Vilo, un día se van a hartar de ti, y entonces veremos...

Torcí la cabeza cuando escuché los pasos y jadeos contentos, y entonces vi aparecer a Vilo, que doblaba una esquina. Ni siquiera me salió sonreír, ni siquiera cuando Lea apareció, poco después, me salió sonreír. Aunque me obligué a mí mismo a respirar hondo de todas formas, a calmarme un poco.

-No pasa nada -murmuré, doblándome un poco para acariciar un instante la cabeza de Vilo. Luego me erguí de nuevo y la miré. Parecía de buen humor. Lo que faltaba... Que aquel bastardo estropease cosas como aquella, que siempre había deseado-. ¿Todavía usas esa habitación? -inquierí, algo seco, cansado.

No quería ser desagradable en su presencia.

No tardo demasiado en recuperar la seriedad, al ver que algo no marcha bien. Al menos, eso es lo que parece. No es común que Rick me hable de esa forma, ni tampoco que reaccione con tan poca emoción a los juegos de Vilo.

Asiento a su pregunta sin abrir la boca.

Me agacho entonces y llamo a Vilo. Cuando viene, lo cojo en brazos, aunque ya suponga un esfuerzo a estas alturas, y trato de mantenerlo quieto. Se dedica a lamerme el mentón, y yo lo acerco un poco a mí, abrazándolo.

-¿Por qué? Ha pasado algo -. No pregunto, afirmo.

Quizás me había mostrado muy serio. Pero ya estaba. Ya lo había hecho mal. ¡Y no mal! Con aquello la protegía de una sorpresa desagradable. Ni siquiera sorpresa era la palabra, ni siendo desagradable.
Me alivió un poco oír aquello, aunque entonces tenía otra pregunta que hacer. Quizás por aquello sí fuese cobarde. Por huir.

-¿Puedo dormir contigo esta noche? -pregunté entonces, mirándola serio, todavía sintiéndome rígido. Dejé pasar un par de segundos, casi sin darme cuenta, y entonces me expliqué. Aunque no quería hacerlo-. Gerald ha vuelto -gruñí, sintiendo salir al pronunciar su nombre parte de la rabia que había guardado durante el encuentro.

Parpadeo un momento, encontrando su pregunta un tanto extraña. No por lo que implica en sí, sino por el hecho de que la formule. No suele hacerlo, y menos en un contexto como aquel. Pero, cuando un momento después, antes de que tenga tiempo de contestar, añade otra frase, todo cobra un nuevo sentido. Me tenso visiblemente.

Ha vuelto. Y, supongo, está suelto. Lo cual no tiene mucho sentido, teniendo en cuenta su historial. Espero que, al menos, los líderes lo estén vigilando. Porque si Rick lo ha visto y vuelve en esas condiciones implica que no ha vuelto reformado.

¿Lo ha visto?

Asiento, seria.

-Claro -accedo, casi como si la pregunta fuera una mera formalidad-. Quédate el tiempo que quieras. ¿Te lo has encontrado?

Bueno, creo que tendré que ir concienciándome. Con lo que le gusta llamar la atención de todo el mundo dudo que me libre de él esta vez.

Una nueva sensación de alivio. Nunca había pensado que podía haber recibido aquella respuesta y que la felicidad no iba a ser la recibida por el hecho de tener acceso a su cuarto, sino por el de poder escapar del mío. Pero allí estaba.

-Trataré de hablar con los líderes para buscar una solución y no acaparar la tuya -recité, monocorde-. Intentaré molestar lo menos posible.

Su siguiente pregunta me hizo apretar los puños. Aún sentía el eco de la ira, aún se me apretaba la mandíbula sin quererlo de pensar en aquellas palabras que se me habían grabado prácticamente en la cabeza. Y no era capaz de evitar recordarlas.

"A ella no me importa oírla gritar.
Me las resolvió cuando vino a buscarme a la ducha.
Eres un cobarde.
Inger se deshizo de ti por cobarde, y Lea se deshará de la misma forma.
Cobarde.
Eres un cobarde, Dehnel.

Cobarde."

Jadeé un instante, apartando la mirada. Quería golpear algo, y no sabía qué.

-Su hubiese dicho una sola cosa más no hubiese podido contenerme. Creo que si vuelvo a verlo voy a... -. Matarlo. Pero no podía decirlo. Me daba miedo siquiera el pensar que podía intentarlo-. Su cara, sus ojos... -. Temblaba un poco, agarrotado de la tensión muscular-. Tiene como un tatuaje negro que lo cubre entero, hasta el rostro. No hizo más que provocarme, pero nada más. Solo hablaba -. "Cobarde. No te encaras cuando se ríen de ti por cobarde."-. Nada más.

Iba a...
No. Iba a controlarme. Iba a comportarme como debía. Y no sucumbiría ante aquel cabrón.

-¿Soy... un... cobarde? -pregunté entonces a Lea, mirándola.

Me encojo de hombros. Este asunto me agobia un tanto. Un tanto no. Bastante. Mucho. Pero trato de mantenerme serena.

-Tranquilo -respondo, firme y seria-. No me molestas. Vamos a la habitación.

Y, tras darle un pequeño empujón para asegurarme de que empezara a andar, comienzo a andar yo. Como Vilo sigue resistiéndose, acabo por dejarlo en el suelo. Parece sentir curiosidad por la situación, pero está bastante tranquilo y se limita a avanzar con nosotros, mirándonos.

No me gusta cómo habla Rick. O, más bien, no me gusta lo que me cuenta. Definitivamente, Gerald no ha cambiado. Solo espero que lo tengan bien vigilado. No estoy dispuesta a aguantar más ataques de un desequilibrado.

Medito un momento la pregunta de Rick. Llego a pensar en decirle que sí, recordando nuestro entrenamiento, en el que no se atrevía a enfrentarme. Pero acabo por dejarlo estar. No tiene nada que ver y no hará sino empeorar las cosas. Esto es serio y no conviene divagar.

-Cuando se trata de Gerald, no creo que se pueda hablar de cobardía -contesto, segura-. Yo lo llamaría prudencia. Él lo llamará cobardía, claro, porque lo que quiere es recibir un ataque. Una excusa para pasar a las manos, supongo. Que no siempre parezca que ha empezado él -. Niego con la cabeza-. Creo que lo peor que se puede hacer es escuchar lo que dice.

Comencé a caminar ante ella. Al menos toda la ira había ido cambiándose por tensión, poco a poco. Aunque no tenía claro si la tensión era necesariamente un mal mejor. Al menos no me sentía agresivo, y aquello, suponía, sí era bueno.

Sus palabras debían consolarme. Un poco lo hicieron, de alguna forma, pero no dejaba de sentirme intranquilo de todos modos. Porque... de alguna forma no podía dejar de preguntarme si aquello no era cierto. No quería escuchar a Gerald, sabía que sus palabras no eran más que sucias mentiras...

"Lea se deshará de la misma forma porque no eres más que un maldito e inútil cobarde ."

La miré.
Asentí.

-Creo que no seré capaz de mantener la compostura si vuelve a decir cosas como esas -murmuré, con tono algo ronco.

Ya no la había mantenido. Pero al menos no había insultado a su madre, ni tampoco había tratado de romperle la nariz. Me alegraba haber visto que otros lo habían hecho por mí, antes, sin embargo.

Al girar otra esquina dimos con el pasillo. Me pasé la mano por la cara, con cierto agobio, molesto.

Me detengo en seco cuando habla, y Vilo no para en detenerse y colocarse a mis pies. Cuando miro a Rick, mi gesto parece, en principio, neutro, pero no hay que fijarse mucho para ver un eco de frialdad en él. Y una seriedad tremenda.

-No vengas a buscarme si lo haces -advierto, muy segura-. Ni vuelvas a pedirme un hueco en la cama. Ni a dirigirme la palabra. Tengo bastante con los problemas que él causa para que nadie más en mi entorno decida seguirle el juego y complacerlo.

Echo a andar de nuevo. Ya casi estamos en la habitación. Cuando llegamos, abro la puerta y Vilo entra seguro, el primero. Yo espero, dejando que antes entre Rick. Aunque mi gesto insiste en lo que he dicho.

Di un paso más cuando se detuvo, antes de darme cuenta de que lo había hecho, y entonces paré yo mismo, volviéndome hacia ella. Sus palabras me golpearon, porque no pude evitar sentir que no comprendía de qué hablaba.
Le sostuve la mirada un momento, tanteando la suya, pero hablaba en serio. Y con Lea uno no sentía que después de faltar a algo como aquello todo se arreglaría con un "lo siento". Casi parecía que solo con haberlo pensado fallabas, y te juzgaría por aquello.

Pero de todas formas asentí, porque si no lo hacía ya no tendría nada que ver con ella, y murmuré un "de acuerdo" en voz baja, de forma que casi solo se escuchó el aire susurrando las palabras.

Después la seguí, un par de pasos por detrás, con la vista fija en el suelo.
Pensaba.

Al llegar a la puerta, cuando abrió, vi que no entraba. La miré un momento, y asentí de nuevo, reafirmándome.

-Lo prometo. No le seguiré ese absurdo juego suyo.

"Cobarde", escuché una vez más, pero no hice caso.

Entré en la habitación, callado.
Ella entró detrás, cerrando la puerta a su espalda.

*se van*

El sueño siempre ha sido una losa para ti, aunque te has acostumbrado a convivir con esa sensación de pesadez constante.
Caminas tranquilo, sin prisa. Con una mano te frotas la nariz y la otra descansa en tu bolsillo.

Bostezas.

La gente parece estar tan ocupada con sus quehaceres que poca relación has entablado con alguien. No es que te importe mucho, pero después de algunos días, echas de menos poder hablar con alguien.


*camina*

Dado: 1

Me aparto el pelo de la cara mientras camino contenta de un lado a otro, rememorando los momentos vividos anteriormente en este lugar.

Balanceo mis maletas de delante a trás con ritmo, mientras me dirijo hacia la habitación de las chicas. Recuerdo entonces lo que aquel médico idiota me dijo...

Chasqueo la lengua. No creo que me lo vaya a encontrar de nuevo... por ahora no voy a cambiar de dormitorio.

Veo un hombre de mi raza al fondo. No le conozco en absoluto y seste es un momento tan bueno como otro cualquiera para presentarse.

-Hola, chico.- Le hablo colocándome delante de él, cortándole el paso.- Me llamo Nagore.- Me presento extendiendo una mano hacia delante, no sin antes dejar una de mis maletas en el suelo.- Encantada. Acabo de volver al palacio. - Le sonrio.

-Hola Marik.- Respondo justo al instante siguiente a presentarse. - Un placer.

Estoy intentando ser amable, por eso de empezar con buen pie, etcétera pero este chico es tan... paradito, que parece que me esté contagiando su pesadez.

-Oye, ¿estás enfermo, o algo? ¿Tienes gripe? Pareces algo alicaído.- Me preocupo. A ver si le va a estar pasando algo y yo estoy aquí tan tranquila. Igual tiene que ir al médico. Parece un poco drogado. Aunque... no quiero verle la cara a ese médico ni en pintura.

Acabo de llegar y ya un dilema en mi frente.

-Igualmente...- Bostezas, tapándote la boca sutilmente con la mano.
Sonríes tranquilo, con una sonrisa de complacencia. Si te hubiesen dado un Mithón por cada vez que te habían preguntado aquello, tendrías un palacio a tus espaldas.
- No tranquila, simplemente soy así. - Aprietas los labios en una ancha sonrisa mientras te encoges de hombros. - Así que acabas de llegar. ¿Y de dónde, si no es mucho preguntar?






Notas que se te va la cabeza un poco y de repente: negro.


*se duerme*


Dado: 3.

-Ah, vale. Perdón si te ha molestado mi pregunta.- Me disculpo de la forma más amable que puedo.
Parece reaccionar y querer entablar conversación.- ¡Oh! Pues es que tuve que volver a mi casa por motivos personales y... bueno, ahora he podido regresar. La verdad es que tenía ganas de volv...

-¿Pero que...? - Sin apenas darme cuenta, mi acompañante está tirado en el suelo, como muerto a no ser por que le veo subir y bajar el tórax.

-Ay Mithos... ¿¡Estás bién!? - Doy un paso al frente, asustada. A ver si le fue a dar algo. La angustia me invade.

Se acabó. Al final voy a tener que avisar al médico... Mierda. Acabo de llegar y lo que menos quiero hacer es verle la cara a ese idiota.

Entonces un ronquido llena el pasillo y por mi mirada cruza un instinto asesino.

Lo cojo por el cuello de la camisa y lo agito salvajemente de adelante atrás.- MALDITO IDIOTA MENUDO SUSTO ME HAS DADO.- Mis vaivenes son cada vez más salvajes.- ¡MALEDUCADO!- Chillo lanzándolo por los aires, para darme la vuelta después y cruzarme de brazos.- ¡JUM!- Recojo mis cosas y con la cabeza muy alta, continúo mi camino.

*se va*

Te despiertas tirando en el suelo. Ha sido uno de los peores sueños que has tenido... como si hubieses estado rodando por un barranco abajo durante semanas. Te sientas en el suelo de rodillas y te frotas los ojos mientras bostezas.

Pestañeas un par de veces, con impresión. La chica ya no está.

Te levantas con pesadez y te sacudes la ropa.-Bueno... qué se le va a hacer.


*se va*

Dado: 5