Pasillos

Al girar por uno de los pasillos, finalmente me encontré con el chrysos, que estaba. Bueno. Estaba. Estaba medio desnudo. Más que medio desnudo. Sólo llevaba una toalla, y el pelo todavía lo llevaba algo húmedo, y le mojaba un poco los hombros y seguro que la espalda también, y tal vez el pecho. Acababa de salir de la ducha, seguro.

Notaba las mejillas algo sonrojadas ya antes de acercarme, y cuando estuve a un par de pasos de él, era consciente de que mis orejas también estaban rojas. Le sonreí.

—Ho... Ho... Hola otra... Otra vez.

Reí con suavidad.

—No, no estaba espiándote.

Lo miré. Luego di un par de pasos hacia él, sonriente y todavía roja.

—Y sí, ya he terminado... Con Rick. —Asentí—. De... Bueno. De hecho, hace un ratillo. Eh...

Carraspeé.
A pesar de que en su momento me había parecido buena idea buscarle, ahora que estaba frente a él no sabía qué decirle. Estaba nerviosa. Y roja. Suponía que la ausencia de ropa ayudaba a que mi nerviosismo habitual creciese.
Me pasé una mano por la nuca. Y asentí cuando mencionó lo del domingo.

—Bien —murmuré—. Me lo pasé muy... Muy bien la última vez...

Bajé la vista al suelo.
Había disfrutado mucho de aquel paseo, me había divertido con él. Y habíamos hecho cosas diferentes a las que solía hacer en Brontë. Podría acostumbrarme a esos paseos.

Atravieso el pasillo, ya más cerca de mi cuarto, y de nuevo una pareja. Esto es extraño... Será que a estas horas... Gerald y la chica que estaba con el flamma el día del cumpleaños del señor Brumm...
Me ruborizo y bajo la cabeza al pasar junto a ellos. No sé por qué está él así vestido... Desvestido, más bien... Pero es algo incómodo pasar por aquí...

Y por esto, Massen, no me gusta estar despierto a estas horas. Yo no tengo edad para encontrarme escenas como estas...
Si el abuelo me viese...

*huye*

Me encogí de hombros, tímida.

—Nah, Rick es... Bueno. Es muy majo, y muy bueno, pero es un poco simple también. —Le sonreí—. E incontrolable. Se fue porque de pronto tenía algo que hacer, así que. Bueno. —Volví a encogerme de hombros—. No me quito nada de tiempo. Más bien, a lo mejor yo le quité a él tiempo, aunque él fue el que se acercó y, bueno, el que empezó a hablar y... Eso.

Me llevé una mano a la nuca y bajé la vista al suelo. Me costaba hablar con lentitud, y escoger las palabras y pronunciarlas y todo. Tragué saliva.

De reojo, vi pasar a un claritas muy joven, casi un niño, pero no le presté demasiada atención. Cuando se fue, volví a alzar la vista para mirar al chrysos, y cuando noté cómo se acercaba, sentí que enrojecía más. También que mis latidos se volvieron más rápidos, nerviosos. Volví a tragar saliva. Y sonreí.

—¿Sí...? —murmuré, entrecerrando los ojos, notando cómo me acariciaba el mentón. Cuando se acercó, cerré los ojos, antes de besarle.

Al notar cómo se separaba, traté de prolongar el contacto, siguiéndole, pero finalmente decidí dejarlo pasar. Abrí lentamente los ojos, sonriente, y lo miré. Sentía su mano en mi cintura.

—¿Envidia? ¿De Rick? —Me encogí un poco—. ¿Por qué...?

Realmente no necesitaba preguntar el motivo, que podía imaginármelo, pero quería escucharlo. A todo el mundo le gustaban los elogios de vez en cuando.
Tras unos segundos en silencio, volví a acercarme a él.

—Ahora tienes toda mi atención —murmuré, coqueta.

Ensanché la sonrisa al escuchar su respuesta, complacida. Dudaba que hubiese mucha gente que hubiese sentido envidia de Rick por algo así, pero resultaba, de una forma egocéntrica, agradable escuchar algo así.

No respondí a su comentario, sino que volví a cerrar los ojos, correspondiendo a su gesto cuando se acercó, intentando profundizar un poco. Rodeé su cuello con los brazos, atrayéndolo hacia mí.

Hacía mucho que no besaba a alguien.
Desde que había estado con Rick, no había estado con nadie más. Me había ido a Ignis, y durante esos meses, no había besado a nadie, y después de romper con él, tampoco.
Hasta ahora.

Y a pesar de que había pensado que no me importaba, que me daba igual estar sola durante un tiempo, lo cierto era que aquello me gustaba, más de lo que llegaría a admitir. Me gustaba sentir los labios del chrysos, su lengua, su mano alrededor de mi cintura, su cuello entre mis brazos, y su pecho tan cerca del mío. Resultaba reconfortante, y hacía que durante unos segundos me olvidase de mis preocupaciones, de si mis padres estarían bien, de que debía responder a Heylel, de qué debía poner.

Cuando se separó, esbocé una nueva sonrisa, contenta, y lo miré entreabriendo los ojos. Escuché sus palabras con atención, todavía con los brazos alrededor suya. Y ensanché la sonrisa cuando apoyó su frente en la mía.

—Vamos a otro sitio —murmuré.

Y él no se opuso.

*se van*

Lluvia avanzaba con pasos lentos por el pasillo.
Había salido de la enfermería hacía unos días, sintiéndose recuperada, con el consentimiento del personal médico, y ahora mismo se dirigía a los jardines.
La tormenta que había asolado Brontë había acabado, el sol había vuelto a salir y ella estaba recuperada. Estaba feliz, la sonrisa se le dibujaba inconscientemente en la comisura de los labios. Y sin embargo, sabía que no debía estar feliz.

Desde el inicio de la tormenta, desde que había leído el anuncio en el tablón, no se había preocupado por sus padres ni una sola vez. El recuerdo de sus progenitores apenas había cruzado por su mente en los últimos días, y las veces en las que había pensado en ellos, se había sentido tremendamente egoísta, pues en lugar de tristeza, había notado una vaga esperanza, una inusual alegría recorriéndola. Tal vez hayan caído, tal vez se hayan dado de bruces contra el suelo, tal vez ahora mismo sus cuerpos estén aplastados, su carne esparcida por la tierra de Humus, había pensado. Quizás nuestra casa esté bajo agua, quizá no quede nada de ella. Quizá todos hayan desparecido, quizá estén todos muertos. Tal vez pueda irme de Brontë, tal vez ya no tenga que seguir con esto. Si ellos ya no existiesen, yo no tendría que estar aquí.
Ojalá ya no existiesen.
Ojalá estén muertos.

Pero no.
Sus padres no iban a estar muertos, era imposible. Tal vez algún criado sí hubiese perecido durante aquellos días, tal vez algún amigo, tal vez algún pobre trabajador. Pero no ellos. Ellos no morirían aún.

Aún así, todavía no había recibido noticias suyas. No tardarían en llegar, estaba convencida, pero mientras tanto, podía fingir que ya no existían.
Y si alguien preguntaba por qué sonreía, respondería que porque el sol había salido por fin. O diría que por fin había abandonado la enfermería. Y nadie sospecharía, y nadie pensaría en lo malvada que era y en todo el odio que guardaba en su interior.
Nadie debía saberlo.

*se va*

El chrysos caminaba por los pasillos con el pelo todavía húmedo. A pesar de que tras la ducha se había sentido tentado a ir directamente a los dormitorios, había terminado decidiendo que antes iría al comedor a llenarse el estómago con lo que fuese. No tenía demasiada hambre, de hecho, estaba más cansado que hambriento, pero suponía que aquello era mucho más responsable que irse a sobarla.

Suspiró. ¿Cuánto quedaría para que el Palacio fuese completamente reconstruido? Probablemente bastante: por mucho que las reparaciones hubiesen empezado hacía días, la tormenta debía haber causado demasiado estragos. Se imaginaba a sí mismo, y al resto del servicio, pasando varias semanas trabajando en ello. No era demasiado alentador, aunque tampoco podía quejarse. A fin de cuentas, últimamente apenas hacía algo.

*se queda*

Atravieso los pasillos corriendo hacia mi cuarto. No puedo evitar sonreír. Creo que debería hablar más de esto con Lluvia, porque voy a necesitarla para tomarle las medidas y todo eso, aunque todavía falta mucho para eso... ¡Pero ninguna información es poca!
Al doblar una esquina me choco contra algo y me caigo de espaldas. Eso me pasa por no mirar por dónde voy... Y se me han caído todos los papeles al suelo, Mithos...

Al abrir los ojos me doy cuenta de que es el chrysos... ¿Lyam? ¡Lyam! Fue uno de mis salvadores, y voy y me choco con él... Llevo sin verlo tanto tiempo... Ahora he quedado como un maleducado.

Hago una reverencia, arrodillado en el suelo, como disculpa, y me pongo a recoger papeles, nervioso. Tengo que disculparme y... No... Qué caos...

FdR- Mítica escena de chico conoce chica random gratuita, pero sin serlo XD

Cansado como estaba, abstraído a causa de ello, no se percató de que el claritas había aparecido hasta que chocó con él. Sorprendido, alzó las cejas y bajó la vista al suelo, donde estaba el muchacho. Rápidamente, se disculpó.

—Lo siento, chico. —Se acuclilló a su lado, esbozando una mueca—. No prestaba atención... —Lo miró—. ¿Estás bien?

Hacía meses que no veía a Jun. De hecho, hubo días en los que pensó que se había ido, aunque el hecho de que estuviese ahí, en el suelo, demostraba que debía haberse confundido. Probablemente no lo había visto porque él durante esos meses apenas se había relacionado con la gente. O a lo mejor sí que se había ido, qué sabía él. Tampoco le preocupaba.

Lo que sí, no obstante, eran los papeles que se habían desperdigado. Todavía acuclillado, comenzó a ayudar al claritas. Al recoger, no pudo evitar echar un rápido vistazo a lo que había ahí escrito, aunque fue un gesto tan breve que no apenas pudo entender un par de frases. Parecían, no obstante, notas sobre algún tipo de investigación que el chiquillo estaba realizando.

Asiento rápidamente, nervioso. Enseguida termino de recoger los papeles, mucho más rápido gracias a su ayuda, y luego me pongo de pie. Me sorprende darme cuenta de que ya no me parece tan alto como antes, aunque sigue llevándome un buen trozo. Pues supongo que sí he crecido, al final, aunque mucho más tengo que crecer para ser como Lyam. Sigo siendo un niño, bueno...
Me apresuro a sacar la pizarra, nervioso. No es momento de ponerse a medirse.

"Lo siento mucho, señor Lyam." "Fui yo el que no iba atento."

Hago reiteradas reverencias. Creo que hasta me he ruborizado. Es que vaya vergüenza. Aunque no es que la torpeza sea algo extraño en mí.

En cuanto terminaron de recoger, se puso en pie, estirando los brazos poco después de alzarse. Se fijó entonces en que el chico era diferente al recuerdo que tenía de él. Ahora era bastante más alto que la primera vez que lo vio, cosa bastante normal teniendo en cuenta que no debía ser aproximadamente de la edad de Massen Dew.

Suspiró. Y cuando leyó el mensaje en la pizarra, compuso una mueca. ¿Señor? ¿Cuántos años creía que tenía? ¿Señor? ¿En serio? Mithos, por qué. Y las reverencias, por qué las reverencias si ninguno de los dos había estado prestando atención. Eran completamente innecesarias. Qué arraigados debía de tener los modales como para tratarle así, siendo el don nadie que él era.

—¿Señor? —Torció una sonrisa—. ¿Cuántos años crees que tengo como para que me trates de señor? Y, Mithos, las reverencias son excesivas. Para.

Ensanchó la sonrisa

Asiento con fuerza, varias veces, sin apartar los ojos de él. Poco a poco me siento menos sonrojado. Al menos ya ha pasado el mal trago. Sin embargo, al ser acusado de llamarlo viejo, creo, me apresuro a negar de nuevo, con fuerza. Qué angustia...

"No es por la edad." Esbozo una sonrisa, educado, aunque me sale más tímida que otra cosa. "Es respeto, nada más."

Porque... ¿Cuántos tendrá? Es joven, desde luego... Pero teniendo yo dieciséis, bien puede tener él veintiuno, veintidós... Espero que de aquí allá me pueda volver menos torpe.

Rió con suavidad.
Al final resultaba que no lo veía como un vejestorio, sino como alguien respetable. Era una interpretación bastante curiosa. ¿Le guardaba respeto porque había participado en su rescate? Si era por eso, lamentaría decirle que sus acciones fueron o bien involuntarias o fruto de la curiosidad.

—¿Respeto? No deberías tratarme con respeto. —Lo miró—. No con tanto respeto, al menos. —Sonrió—. ¿Qué motivos tienes para hacerlo?

Cruzó los brazos, entretenido.

Lo miro fijamente. Lo cierto es que no entiendo exactamente por que no habría de hacerlo... Todo son motivos para lo contrario, al fin y al cabo... Me salvó, es un guerrero veterano y... bueno... Siendo lo que soy yo, como para no respetar al resto, ¿no? Me han educado así... Hay demasiados motivos, creo.

Me encojo de hombros con una sonrisa tímida.

"Me salvaste, eres más fuerte y mayor que yo." "Y me ha salido así, natural."

Aunque si no le gusta "Señor Lyam" pues no lo uso. No llamo a Massen "Señora Massen", al fin y al cabo, y hasta hace poco tenía casi los mismos motivos. Lo único, la edad...

Alzó las cejas, ligeramente sorprendido. Al final, aparte del hecho de haberlo salvado, también estaba el hecho de que era más fuerte y mayor que él. Suspiró. Tampoco veía que aquellos fuesen motivos para tratarle con tantísimo respeto, mucho menos el primero. Lo había salvado involuntariamente. Si le hubiesen dicho que había una banda de mercenarios con un muchacho que debía ser salvado, probablemente lo hubiese dejado pasar. O no. Realmente no. Hubiese ido, pero sólo porque sentiría curiosidad por el muchacho, no por ninguna especie de gesto altruista, que por algo Rick Dehnel debió haberle tenido tanto asco.

—Preferiría que no lo usases —dijo finalmente. Sonrió—. Me hace sentir mayor.

Asiento con ganas, contento de que me lo diga. Hay gente que se queda callada, pero en su interior se enfada cada vez que haces cierta cosa, y tú ni puedes saberlo. Es incómodo para mí, porque se me da mal darme cuenta de esas cosas, y luego, cuando llego a saberlas, me siento completamente avergonzado.

"De todos modos, no suelo decir el nombre" "de la gente."

Al ser mudo no tengo que usarlo. Es una broma, por supuesto, con la correspondiente sonrisa. Pero bueno, tampoco es muy gracioso...

"¿Cómo has estado?" "No te había visto desde que volví."

Me froto la nariz, contento.