Pasillos

Atravieso los pasillos con desagrado, viendo a Dehnel apoyado contra una pared con expresión de sumo esfuerzo. Debe de estar intentando poner en marcha lo que sea que tiene dentro. Y por lo que balbucea, no parece irle muy bien.
Ni lo saludo. Paso de largo, evitando mirarlo, para ver si así no me detiene. Voy apoyándome en la muleta, por supuesto.

Lo perfecto para redondear mi día. Llevaba tanto sin verlo que esperaba que ya no estuviese. Aunque, sinceramente, supongo que es lo normal. Lyam hizo mención a él la última vez que nos vimos.

Por mí todo estará bien mientras no me moleste.

*se va*

Ya no esperaba encontrarme más a Rick, a no ser que decidiera que su plan para esta noche fuera quedarse de guardia en la puerta. Por si ataca un monstruo de la tormenta o algo así. No sería en él algo descabellado.

Pero el caso es que, en lugar de allí, me lo encuentro en los pasillos, no muy lejos de la entrada, con expresión de suma concentración. Miro un momento la tabla que le he dado, y luego la que llevo en las manos.

Dudo un momento.

-A lo mejor te es más cómoda esta -comento, tendiéndole su tabla. Lo ideal es eso, que cada uno tenga la que ha hecho.

Me extrañó mucho ver pasar a Lester, y no pude evitar una ligera sonrisa al verla herida. ¿Y aquel cabello tan corto? Cada vez parecía menos una dama, desde luego. No tenía forma de disfrazarse de mis ojos captadores de la auténtica verdad.
¡Aunque todos los guerreros eran necesarios! De modo que no la insulté por aquella vez. Y como ella me ignoraba, hice lo mismo, centrándome en mis cosas, tranquilizándome cuando, por fin, pasó de largo.

Continué pensando un instante más, pero en un par de minutos era Lea la que estaba de vuelta, con otra tabla en las manos. ¡Y aquella sí parecía un trozo de puerta!
¿Quería que huyésemos juntos? Aquello no parecía lo que Lea haría. Pero... Quizás...
Al ver cómo me ofrecía la otra tabla, subconscientemente, apreté la otra, un momento.

-Eh... -. Quería la suya, porque era como un cambio de regalos, pero quizás ella la prefería también-. Yo no tengo inconveniente alguno con tener esta. Es lo mismo -. Sonreí, heroico.

Pero lo mismo para nada.

-¿Vas ahora a los establos? -inquiricé, rascándome la barbilla.

Lo miro un momento de hito en hito. Después, indiferente, acabo por encogerme de hombros.

-Como prefieras -replico, sin más.

En cuanto a Telma, asiento, firme. Ya la he dejado sola demasiado tiempo, y en estas condiciones, eso no puede ser.

-Ya iba para allí cuando te encontré en la entrada -explico-. Pero bueno, tenía que darte la tabla, así que... Pero sí, voy a pasar allí la noche.

Dormir con ella compensaría el poco tiempo que habíamos estado juntas últimamente.

¡Había logrado, al parecer, hacerme con su tabla! Aunque al no ser un regalo de corazón el valor no era más que el que se le daba a la artesanía... Sin embargo, por no tener mucho más, me sentía contento. Al menos tendría algo a lo que remitirme en ocasiones de tristeza. O terminaría siendo, de otro modo, si todo iba mal, como un recuerdo agradable.
Sonreí, con un leve asentimiento, aceptando el intercambio.

Al explicarse sobre Tel, comprendí. ¡De modo que su amabilidad había hecho que volviese sobre sus gentiles pasos solo porque sentía el deber de entregarme la tabla que había prometido devolverme! Incluso aunque yo había quitado importancia al tema.
Lea era una mujer amable.

-Creo que te debo un agradecimiento, entonces. No fue mi intención interrumpirte -. Sonreí, haciendo una ligera reverencia con la cabeza-. Y... -. Me rasqué la cabeza con la mano, ordenando las ideas-. Creo que no desearás que te entretenga más. Ya bastante he hecho haciéndote volver a por la tabla -indiqué, señalándola con la barbilla-. Da una caricia a Tel de mi parte cuando la veas.

Yo, como buen caballero, debería ir al día siguiente, cuando ella no estuviese. ¡Respetar el espacio de una dama era lo más importante!
...

Me encojo de hombros, sin mucho convencimiento. Tampoco es que me haya arruinado el día o algo. Este tipo tiende a tomarse todo demasiado en serio...

-No es para tanto -replico, quitándole importancia con un gesto.

Lo miro un momento más. A veces de verdad tengo la sensación de que no se aclara. No entiendo muy bien si me va persiguieno o es que no sabe cómo echarme. Vuelvo a encogerme de hombros, con semblante inexpresivo.

-Bueno, pues ya nos veremos -digo, dándome la vuelta.

Termino de recorrer el pasillo hasta la entrada. Telma me espera.

*Se va*

La despedí con una sonrisa y gesto alegre. Cuando se fue, sin embargo, la expresión se enturbeció, y llegué a fruncir el ceño, todavía mirando el camino que había seguido para irse. Y me alegraba verla. Pero aquel extraño encuentro me había arrancado del cuerpo, de golpe, todas las fuerzas conseguidas durante el día.
Echaba de menos a Tel. Telma me consolaba o me hacía olvidarme de las cosas. Pero Lea, que era el problema en aquel momento, por llamarlo de alguna forma, había ido a pasar la noche con ella. Entonces, cuando las dos estaban juntas... ¿Qué hacía yo?

Entrenar, comer, ducharme, dormir, leer... Como mucho hablar con alguien, si llegaba a encontrar a un agradable compañero de aventuras, pero en aquel momento no me apetecía demasiado.

Pensé en ir a la sala de entrenamiento por un momento. Iría a destrozar aquellos muñecos de madera como si fuesen malvados monstruos contrabandistas. Y, sin embargo, no me sentí con ganas.
Terminé yendo a dormir. A intentar descansar, por lo menos.

*se va*

Atravieso los pasillos apoyada en la muleta, aunque ya me estoy permitiendo el cargar cierto peso del cuerpo en la pierna izquierda. He estado buscando a Massen, a la que debo una felicitación, pero no he logrado encontrarla en todo el día. Me siento un poco culpable por no haberla buscado con más ahínco. No es que le de mucha importancia a los cumpleaños, pero supongo que a ella le hará cierta ilusión, y cada día que pasa es un día más que llego tarde.

Me paro un instante junto a una ventana, contemplando el exterior por un momento. Quizás siga enferma... Aunque no la he visto por las habitaciones durante el día.
Siempre hay un sitio en el que puedo mirar...

*se va*

FdR- MASSEN! Where are you?! XD

Hace nada me ha dado uno de los chicos del servicio de correo urgente este que han puesto una carta de casa. No puedo negar que estoy bastante nerviosa, así que en cuando lo despido rompo el sobre sin cuidado. Ya creí que no iban a responder a la mía, los jodidos... ¡Si la envié hace como mil siglos!

"Querida hija..."

Vale, mamá. Ya lo pillo. Esa letra es inconfundible. No me sorprendería que lo siguiente que ponga fuese "vuelve a casa ahora mismo, y arréglate ese pelo." Pero no, por supuesto.

Al parecer me han mandado otra carta antes. Debió de perderse con la tormenta, o sabe Mithos qué. Luego... Todo bien. Jord se ha torcido un tobillo ayudando a arreglar el tejado de casa, pero por lo demás no hay ningún contratiempo. Mamá histérica, papá fingiendo que no está histérico pero estándolo... La verdad es que resulta agradable. Incluso pese a la bronca por haberme largado sin avisar, la preocupación y la amenaza de mamá de que Haken vendrá a arrastrarme de vuelta a casa.
Vaya blandengues son todos. Si es que se creen que una es de porcelana y se rompe con unos truenos de nada. Vaya estúpidos...

Me froto los ojos con el brazo un momento y sorbo ligeramente. Me llevo las manos a la nuca, con una sonrisa.
Habrá que responder.

*se va*

El chaval seguía sin decir una palabra, pero parecía algo más tranquilo. De hecho, Ben comenzó a plantearse que, o no podía hablar o era algún monje extraño de aquellos que se imponían silencio. Cualquiera de las opciones parecía válida.

A regañadientes, recogió su zurrón y siguió al claritas fuera del baño. No, definitivamente no iba a bañarse. Una pena, porque aquella bañera tenía un aspecto de lo más llamativo. Tendría que memorizar su situación para futuras ocasiones. Cuando el señorito no estuviera ocupando el baño, probablemente.

Lo siguió por los pasillos, sin discutir. Se preguntó si la estaría llevando, como ella misma había sugerido, a ver a alguno de los jefazos. Aquello facilitaría mucho las cosas.

Me detengo con una sonrisa cuando llego a la puerta del baño de mujeres y se lo señalo con la mano. La verdad es que entiendo lo que estar en un sitio nuevo y no tener muy claro qué hacer, así que me alegrará poder ayudarla en lo que sea necesario.

La invito a entrar con un gesto. Espero que lo entienda todo entonces. Y yo tendré tiempo para ir a darme mi ducha. Quizás, si le apetece, podría enseñarle esto luego. Aunque sería mejor idea que lo hiciese otro que pudiese hablar con ella...
Qué estrés. Nunca había tenido tantos problemas para comunicarme como aquí. Sí que estoy mal acostumbrado, la verdad.

El chico la hizo avanzar por el pasillo hasta otra puerta, que señaló. Ben lo miró un momento con aire algo escéptico, pero acabó por abrir la puerta. Al otro lado encontró unas instalaciones exactamente iguales a aquellas que acababa de dejar. Así que, efectivamente, el señorito no quería compartir baño. Se volvió hacia él con aire casi enfadado.

-¿Pero cuántos de estos tenéis por aquí? -exclamó, algo alterada.

Empezaba a marearle todo aquel laberinto de puertas y pasillos. De todas formas, aquello daba total sentido al empeño del señorito en mantener su pudor. O eso parecía, ¿no? Suspiró. Bueno, pues sin compartirlo. Más para ella.

-Bueno, hala, ya te dejo en paz -dijo, desapareciendo tras la puerta-. ¡Veremos si este tiene oro líquido!

*entra en el baño*

La veo irse, extrañado. Vaya chica más extraña, la verdad. Aunque por lo menos he conseguido satisfacer su necesidad, así que me doy por satisfecho. Hoy he limpiado el camino de piedras y luego he ayudado a alguien. Se podría decir que ha sido un día redondo. Me siento como un buen chico.

Pero sigo sucio, así que tras asegurarme de que la chica no va a salir corriendo a decirme nada más me dirijo yo mismo al baño de nuevo, a acabar con mi ducha. Esta vez espero que no haya nadie... Bastante vergüenza he sentido por un día.

*se va*

Esperaba apoyada contra una pared la llegada de algún cartero, alguno que se hubiese retrasado con sus entregas. Llevaba ahí desde que me había despertado, hacia algunas horas. A pesar de que la tormenta ya había terminado, no estaba especialmente feliz: todavía no había recibido noticias de mis padres, ni de mis abuelos, ni de mis tíos, ni de nadie. Había escrito dos cartas, que en cuento pudiese, le daría a los mensajeros, pero aún así esperaba que antes llegasen noticias suyas.

Llevaba preocupada desde que había leído el anuncio en el tablón, y desde entonces había estado esperando algún tipo de información que me asegurase que todos estaban bien, llegando incluso a olvidarme de buscar a Rick y de responder a Heylel; en los últimos días apenas me había preocupado por mis compañeros, mucho menos hablado con ellos. Me sentía un poco egoísta, pero no podía evitar olvidarme de ellos: Brontë era resistente, si yo estaba bien, ellos debían estar bien. Pero mis padres... No sabía nada de ellos. No sabía nada más que lo que había leído en el tablón, así que ¿cómo no iba a preocuparme? Y mi abuelo, mi abuelo ahora vivía solo. Mis tíos vivían en la capital, él no. Cualquier cosa podía haberle pasado, y nadie se hubiese enterado.

Suspiré, y miré por uno de los ventanales. Era una noche normal, agradable. Era extraño ver algo así después de tantos días de lluvia y granizo.

*se queda*

Atravesaba los pasillos en dirección al baño. No recordaba haber estado tan lleno de barro en mucho tiempo, pero estaba satisfecho con mi trabajo, tanto en los jardines como en el pueblo. Un buen baño y una cena eran las dos cosas que me faltaban para hacer el día perfecto. Bueno, dormir a pierna suelta para estar perfecto para el día siguiente tampoco pintaba demasiado mal.
Me detuve a medio camino al ver a Inger en los pasillos, relajando un poco la sonrisa, para no asustarla, Mithos, pero sin encogerme ni asustarme. No quería ser un maleducado.

-Buenas noches, Inger -saludé, haciendo una leve reverencia, manteniéndome a unos tres metros de ella, amable-. Me alegra ver que la tormenta no te ha causado ningún mal -murmuré, con una sonrisa suave, con tono bajo, sin alzar la voz como solía.

No parecía, sin embargo, tan contenta como para dar saltos. Quizás la lluvia la había enfermado.

Aparté la mirada al escuchar una voz conocida, y observé a Rick en silencio, componiendo un amago de sonrisa, sin separarme de la pared. Parecía que la tormenta no le había afectado; a primera vista, no había ninguna herida en su cuerpo, y parecía no estar constipado ni nada semejante.

—Lo mismo digo —murmuré.

Volví a observar, de reojo, la ventana.
Hacía mucho que no hablaba con Rick, y a pesar de que ya había decidido que nuestra ruptura era lo mejor para ambos, seguía costándome un poco hablar con naturalidad con él. Además, el haber leído la carta había hecho que me acordase de cosas, cosas que ahora no eran agradables, y eso sólo empeoraba mi situación con él. Por supuesto, no era culpa suya.

—Heylel nos ha enviado una carta...

No le había comentado nada hasta entonces; esperaba que no se enfadase.

Me froté la nuca con la mano un instante, sin borrar la sonrisa, pero sin poder evitar sentirme algo incómodo, como con vergüenza. Me detuve. Aquel gesto, según recordaba, era propio de Inger; un gesto encantador.
Su mención a Heyel me hizo alzar las cejas, entre extrañado e ilusionado. Había pensado en él hacía poco. Aunque la palabra "nos" me borró la sonrisa poco después. Heylel... merecía una auténtica carta de explicación.

-¿Ah, sí? Supongo que eso significa que está bien... Menudo alivio -murmuré, recuperando una sonrisa más suave.

Con todo aquello, yo seguía esperando cartas de casa. Estábamos bien situados y esperaba que todos estuviesen bien tras todo aquello. Aunque después de ver el pueblo de paso no podía evitar pensar que quizás las cosas por Ignis hubiesen sido malas también, aún sin volcanes cerca...

Carraspeó y sonreí.

-¿Cómo estás?

Asentí.

—Eso parece. —Lo miré unos segundos; luego bajé la vista al suelo—. No le he contestado aún. Supongo que debería. Si quieres decirle algo... Bueno. Quiero decir. Puedes decírmelo, y yo lo incluiré. O bueno, si quieres, supongo que podemos quedar y escribir la respuesta juntos.

Me pasé una mano por el cuello.
Realmente no sabía qué decirle a Heylel. Suponía, por el contenido de la carta, y la forma en la que estaba escrita, que debía explicarle que ese "nosotros" ya no existía, aunque no tenía claro cómo explicárselo. ¿Qué podía decirle? A mí también me había cogido por sorpresa, y si bien luego descubrí que tenía sentido, era incapaz de señalar un motivo que lo explicase todo.
Era complicado.

—Estoy esperando noticias de mis padres... —Lo miré de nuevo—. ¿A ti te han escrito?

Tal vez a él si le hubiese llegado alguna carta. Me pregunté si su familia estaba bien. Tenía una hermana pequeña, si no recordaba mal. Probablemente estuviese tan preocupado como yo, aunque parecía mucho más entero.

Asentí, suavemente, pero con seguridad. Quizás fuese una buena idea.

-No tengo inconveniente en escribirla juntos un día, pero si te corre prisa o prefieres escribirla sola no pasa nada-. Ensanché la sonrisa, procurando parecer amable y tranquilo-. Me basta con decirle que espero que se encuentren todos bien y que me alegro mucho de tener noticias suyas.

Borré la sonrisa, de pronto, al escucharla. De modo que estaba preocupada... Por supuesto, aquello era perfectamente normal, y a veces no tener noticias era tan desesperante o más que las malas noticias. ¡Pero seguramente serían buenas noticias! Nadie haría nada malo a una dama tan dulce como ella... ¡Ni siquiera el propio Mithos!
Negué, con suavidad.

-Todavía no sé nada, pero confío en que Padre los haya protegido bien -. Miré por la ventana un momento, extrañado todavía porque no hubiese lluvia-. Por supuesto, enviaré una carta mañana mismo, deseando que todos estén bien pese a todo.

Me pasé una mano por el pelo, peinándomelo hacia atrás, y la miré de reojo. Fruncí el ceño, seguro.

-Si necesitas cualquier cosa cuenta conmigo -dije, mirándola fijamente a los ojos.

Volvía a tener aquella extraña sensación... La tenía tan cerca que se me hacía extraño no poder extender un brazo y abrazarla, o simplemente acariciarle el brazo, pero no quería molestarla. La protegería como pudiese, desde las sombras. Aquel era otro tipo de defensor.

Lo miré unos segundos, en silencio. ¿Realmente quería pasar un día con él, escribiendo la carta? No realmente. Verlo no me alegraba demasiado. Tampoco me entristecía, pero era extraño.

—¿Haces algo el domingo? —murmuré.

Pero tampoco podía evitarlo eternamente.

Bajé la vista al suelo, observando mis pies, y escuché en silencio lo que decía. Todavía no le habían escrito, pero parecía estar convencido de que nada malo hubiese pasado. Resultaba extremadamente optimista, viendo la situación que habíamos pasado. Ojalá pudiese pensar yo lo mismo. Así estaría menos preocupada.

—Yo también he escrito una carta. Cuando vea a algún mensajero, se la daré.

Esperaba encontrarme con uno pronto. Tal vez mañana. Intentaría madrugar, seguro que así era más fácil que me topase con alguien.

Su ofrecimiento me hizo fruncir el ceño. Negué. No quería su ayuda. Es más: ¿cómo iba a ayudarme? ¿Me consolaría mientras lloraba? No era mi estilo; no me gustaba que la gente me viese llorar, era desagradable.

—Gracias. Pero me las puedo apañar sola.

Me llevé una mano a la barbilla, pensativo, aunque sabía que no. Pero no quería parecer muy desesperado. Era un truco que me había enseñado mi padre, pensar un poco siempre antes de dar una respuesta. Seguramente, como mucho, estaría recogiendo escombros.

-No creo -murmuré, finalmente, mirándola de nuevo-. No. Puedo escribir en una nota lo que quería decirle y así te ahorro trabajo, que no quiero hacerte perder la tarde-. Aquello, seguramente, sería lo mejor para ambos-. O incluso puedo escribirle yo mismo si lo prefieres-. Me rasqué la cabeza, pensativo-. Tampoco tengo problema con eso.

¿No sería lo más justo? ¿Qué sentido tendría enviar una carta juntos a Heylel? Yo no tenía problema con nada, pero quizás a ella le doliese, o él lo viese extraño, o simplemente resultase incómodo. Porque, suponía, habría que hablarle de la situación al aether, y tal vez hacerlo juntos no fuese del agrado de Inger.
No habíamos hablado al respectivo.

-Si veo alguno le diré que te busque -dije, componiendo una sonrisa, algo resignado.

Su negación, para mi sorpresa, me hizo sonreír. Asentí, casi diría que con orgullo.

-Ya lo sé. Siempre has sido una chica muy fuerte-. Bajé la cabeza, a modo de reverencia de disculpa-. Siento no haber sabido verlo desde el primer momento.

Inger era una chica sensible y dulce, pero una gran guerrera de corazón y alma fuertes. Y yo había sido un estúpido que se metía en medio por protegerla y le causaba más problemas de los que quitaba. Para ella no había sido un protector, sino un estorbo. ¡Pero había aprendido mucho! Y ya no la veía débil. Nunca más.

FdR- Sin embargo, yo el domingo estaré en Santiago, ahora que lo pienso ò.oU

Bajé la vista al escuchar su respuesta, y asentí, sin mucho más que decir. Estaba bien. Él podía escribir su carta; yo escribiría la mía. Escribir una a medias era estúpido, no debería haberlo propuesto. ¿Qué sentido tenía hacer algo así? Ninguno.

—De acuerdo. Tú escribe la tuya, yo escribiré la mía. —Lo miré—. Y tú puedes explicarle todo. Si quieres.

Yo no pensaba hacerlo. ¿Qué iba a decirle? No tenía ninguna respuesta concreta que darle, sólo divagaciones y mi propia opinión, nada objetivo. Además, tampoco quería llenar mi carta con ese tema; sólo quería asegurarle que estaba bien, nada más.

Ignoré su siguiente comentario, pero no el último, que me hizo fruncir de nuevo el ceño. ¿Por qué me decía eso ahora? No lo entendía. Negué con la cabeza.

—No te preocupes. No parezco especialmente fuerte, así que no te preocupes.

Era cierto que no lo parecía, ¿para qué negarlo? Tartamudeaba, era nerviosa, insegura, hablaba rápido, me emocionaba mucho, y las palabras podían dolerme mucho, aunque me esforzaba por ocultarlo; lloraba a solas, pero no daba la impresión de ser una chica fuerte, no me parecía a Alehyss Lester.

Gerald apareció de pronto, animado, sonriente como siempre. Alcé la vista al escuchar su voz, y le dediqué una amplia sonrisa.

—Buenas noches.

Seguí sus pasos con la mirada, todavía con una sonrisa en la comisura de los labios, y cuando propuso que fuésemos de paseo, asentí enérgicamente. Me gustaría dar otro paseo con él. De hecho, me gustaría pasar más tiempo con él. Incluso me apetecía irme con él ahora, aunque eso pareciese raro. Por supuesto, no me moví: no quería molestarle. Pero sí alcé un poco el tono para responderle.

—Estoy libre el domingo. —Observé su espalda mientras se alejaba—. ¡Buenas noches!

Y luego miré a Rick.

Asentí. Si ella estaba de acuerdo, yo no tenía problemas.

-Yo me encargo -dije, con una sonrisa, aunque la voz sonó algo más tensa que antes, por el delicado tema-. No te preocupes.

Suspiré y me pasé una mano por el flequillo. Lo cierto era que al principio estaba de muy buen humor, pero poco a poco me iba sintiendo algo más incómodo. Sería lo normal, supuse. Quizás todavía no estuviese preparado para charlar con ella sin más. Solo quería ser educado. Y demostrarle que la seguía apreciando, por supuesto.
Su comentario sobre su fortaleza me hizo torcer la sonrisa, casi como si me hubiese golpeado en las costillas. Suspiré, recuperando el gesto alegre. Daba igual.

-Me alegro de haber descubierto la verdad, entonces -murmuré, con tono más vacilador.

Iba a acabar la frase muy noblemente, ya había abierto la boca, cuando vi venir a Gerald y hasta me olvidé de cerrarla por un momento, tensándome un poco.
Se hablaban muy animados, pero a mí apenas me miró. Bajé la cabeza, un instante, pensativo. Aquello era de lo más extraño, pero...
Fruncí el ceño, observando la ya lejana espalda del chrysos. No... ¿O sí? O no...

Miré de nuevo a Inger, recuperando una sonrisa más insegura.

-Bueno... Tengo que hacer algo, pero me ha encantado verte -dije, sincero, aunque algo tenso de pronto-. Espero que recibas noticias pronto, y deseo de corazón que sean muy buenas -. La miré a los ojos, tentado a poner una mano sobre su hombro, pero sin hacerlo-. Buenas noches, Inger.

Y tras una leve reverencia y una última sonrisa me marché apurado por donde había visto irse a Gerald, esperando no haberlo perdido.
Pero sí...

*se va*

Fruncí el ceño al escuchar las palabras de Rick, preguntándome qué tenía que hacer que era tan importante, pero no lo pregunté. Bien pensado, de alguna forma egoísta, casi apreciaba que de pronto se viese ocupado. No es que me importase verlo, o hablar con él, pero ahora mismo me apetecía hablar con otra persona.

Asentí, componiendo una nueva sonrisa.

—Gracias. Espero que las tuyas también sean buenas.

Realmente lo esperaba. No quería que nada malo le pasase, ni que sufriese, por cortante que pudiese sonar estando con él.

—Buenas noches.

Ensanché la sonrisa. Luego, cuando se fue, por la misma dirección que Gerald, esperé unos segundos, observando de nuevo la ventana, antes de marcharme yo también en la misma dirección.