Pasillos

Niego un par de veces. El muy capullo no lo entiende porque no estaba aquí. No entiende lo que era pasar cada día incierto. ¡Y es que no sabía ni si volverían, pero tampoco cuándo! No sabía cuándo dejar de esperar...
Cierzo me había hecho relajar la tensión de meses. Lo había vuelto todo más fácil.

Y más tensión que descargo cuando corresponde a mi abrazo. Queda un poco cursi decir esta mierda, pero siento un cosquilleo relajado por el cuerpo, como cuando tras un día muy duro te tumbas en la cama sin nada que hacer y entonces todo está en silencio, y en el silencio se escucha como un sonido imperceptible (dicen que es el sonido del oído) que te arrulla y relaja.
Bueno, sí que queda cursi, joder...

Alzo un momento la vista hacia él, con una sonrisa socarrona.

-Claro que lo dijiste. Pero a ver quién te cree a veces. Eres un puto fantasma.

Pero gracias por cumplirlo. Aunque fuese por ti, simplemente.

Da un chungo que te cagas, con toda esa mierda en la cara. Y en embargo, cuando me doy cuenta, mi cuerpo ha reaccionado a la distancia, a la repentina intimidad que yo misma he creado, a la sensación de arrop...
No soy un puto poeta, coño.

Noto que alzo un poco más la cabeza, que mi cuerpo se alza un poco, en un esfuerzo por estirarse hacia él. La mirada deja de ser tan clara, los ojos se relajan para indicarme que debo cerrarlos.
Creo que voy a besarlo. Con dos cojones...

Me muerdo el labio inferior, en mitad del gesto, apartando ínfimamente la mirada, torciendo un poco el rostro, recuperando mi lugar, evitándolo. Aunque haya sido evidente, he llegado a detenerlo a tiempo.
Ahora suelta una perla que lo disimule.

-Me estoy levantando al mediodía -comento, con suavidad, mirando la pared a su derecha, viendo parte de su brazo.

Ese tema es tan basura como decir "creo que mañana lloverá". Mal intento.

Siento su mano en mi cara, que me obliga a girarla. Bueno, quizás "obligar" suena demasiado fuerte. No es que haya sido una petición muy difícil de complacer. Sin embargo cuando me besa no cierro los ojos, como hubiese hecho hace un momento, sino que noto cómo se me abren por la cierta impresión del primer momento. Enseguida, sin embargo, se cierran, mientras dejo ir el exceso de aire por la nariz, suavemente y avanzo el rostro un poco hacia él, acomodándome a su boca. La mano izquierda ha ascendido hasta su pecho y se ha agarrado un poco a su ropa, para ayudarme a mantener la estabilidad, porque bajo no es.
Se me escapa una especie de gemido... Dicho así suena muy porno, pero... es decir... Como un sonido bajo, de gratificación, cuyo mensaje viene a ser "sí, joder, por fin estoy aquí". Tengo que aprender a contener eso...

Para colmo noto calor en las mejillas. Ahora no sé si no quiero apartarme por si se ríe en mi cara y todos me están mirando para decirme "has caído" o para que no vea este puto rubor de mierda.

Cuando me aparto es porque debo hacerlo para tomar algo de aire. Es que debía hacerlo. Me siento paralizada, entumecida, y se me había olvidado.
¿Qué regula la ingesta de aire y por qué cojones se estropea a veces?
La respiración, alterada, me delata. Sigo siendo virgen en alma, eso es indudable.

Ahora es cuando digo algo ocurrente. Algo como... Como...
Piensa, Fifi.

No sé. "Más" suena demasiado... gilipollas. Quizás una palabrota. Eso queda bien con todo.

Reduzco de nuevo la distancia, más agresiva, buscando lo que, no nos engañemos, he pensado en buscar muchas veces. La respiración, más acelerada, más evidente, delata el cambio mental que he sufrido en estos dos últimos segundos de mi vida.
Si él se va a morir no tengo tiempo para ese rollo del matrimonio y la mierda de los huevos. No necesito que me lleve a ver la luna con champán.
El champán sabe a mierda.

FdR_Pauze

La verdad es que puedo decir que todo se está desarrollando de una forma algo brutal. Es como si algo hubiese explotado. Para mí, digo. Como si toda esa contención, que tampoco es que me pasase el día erre que erre, hubiese hecho un pequeño agujero en una pared imaginaria y entonces todo hubiese salido de golpe, tirándola abajo.
Yo me entiendo.

La poca iniciativa que pude tener acaba robándomela él enseguida, aunque para una principiante como yo es mejor que le lleven las riendas. No, mejor no lo digo así, que suena muy a ¡JACA!, pero no es desagradable que te guíen un poco a veces. De todas formas, mi cuerpo se mueve solo, mi respiración se acelera sin que yo se lo ordene (y ya puede no excederse que él tiene orejas y aún le va a dar por pensar que es el asma) y mi boca responde a la suya, atrapando sus labios con cierta torpeza, recorriéndola con una mezcla entre timidez y... ganas y tal.

Al sentir su mano en el culo enseguida mi cerebro se divide. Una parte se dedica a pensar en lo que hace mi boca y otra en que seguro que su mano ha tocado culos más femeninos y elegantes. Sin embargo, el giro inesperado me arranca un gemido leve, distrayéndome de ello, y, como puedo, alzo los brazos hacia su cuello, enterrando los dedos en su pelo, primero algo inseguros, para aferrarlo, atraerlo de alguna forma hacia abajo y, al mismo tiempo, mantenerme estable.
Espero que no se queje de un tirón o dos, que no es que lo haga por joder.
Bueno, literalmente...
Que no, no...

Me estremezco al paso de su lengua por mi piel. Es el tipo de cosas, eso, que depende del momento y el lugar puedes pensar que resulta incluso excitante o que te hace gruñir "oh, mierda, beso de bismonte no".
No es un estremecimiento de asco, digamos.

Cuando se aparta mi cabeza lo sigue un momento. Abro los ojos, interrogante, y aprovecho el oxígeno. Existe. Le sostengo entonces la mirada, algo ruborizada, ya más por la situación que por la vergüenza, aunque todavía es un poco como raro, pero bueno. Me refiero. Un boro es raro de cojones, pero son cosas con las que uno vive. Pues esto igual.

Su sonrisita me hace dudar un instante sobre qué hacer. Da como chungo, sobre todo con esos ojos negros. Y entonces...

-¡Eh! ¡Eh! -. Enseguida noto cómo se me levantan los pies del suelo, y pronto estoy en su hombro como si fuese un puto bulto de viaje. Me retuerzo un poco. A veces pienso que solo cumplo con mi papel de niña quejica-. ¡¿Pero qué cojones...?! ¡Para, hostia!

Vaya imagen denigrante. Solo puedo pensar dos cosas.
La primera es que si le gustan las paralíticas que se vaya a un hospital, pero que yo tengo piernas y puedo andar perfectamente, gracias.
La segunda es que me va a... follar. ¿No? Resulta... escalofriante, de algún modo. Escalofriantemente... ¿vergonzoso?

Quiero decir...

*se van*

Ben avanzaba con los pasillos tarareando, con las manos en la nuca y la gorra del revés, sin nada que hacer en particular. Bien pensado, podía hacer muchas cosas, pero no acababa de animarse. Ya encontraría algo que la inspirase, pensaba, dejándose llevar tranquilamente por los pasillos.

Hasta que algo llamó su atención. Al ver venir a Anna se detuvo en seco, con los ojos fijos en los sobres que llevaba en las manos. Su sonrisa se deshizo, sustituida por una expresión entreabierta de quien está a punto de decir algo. Luego se dio cuenta de lo que estaba pasando y sacudió la cabeza, sonriendo de nuevo y acercándose a la chica.

-¡Hey! -saludó-. Cartas, ¿ah? ¿Muchos contactos?

Ben asintió, aún mirando las cartas con curiosidad. Se escribía para aquello también. Solo por informar. Vaya. Aunque, bien pensado, ella no tenía a nadie a quien informar de nada, ni nadie esperaba información de ella. Quizás, pensó, aquello se diera si se iba de Brontë. Ya tenía algunos contactos a los que tendría sentido escribir, o eso pensaba. Claro que, como no pensaba irse a ninguna parte, no había motivo para pensar en tal cosa.

Sonrió.

-¡Todo va de maravilla! -aseguró, entusiasta-. Estoy preparándome para salir a trabajar, así que tengo mucho que preparar. Bueno, en realidad no, porque estoy esperando instrucciones, pero lo tendré. Probablemente. Creo. ¡Seguro que sí! -Abrió mucho los ojos, acercándose a ella y apoyando las manos en sus brazos-. ¡Por cierto! He quedado estos días con un chico que ha venido desde Humus para conocer el palacio. Está muy interesado en nuestro ejército. Se llama Gunar y es mestizo, como yo. Si lo ves échale un cable, que seguro que le viene bien. Yo intento encargarme cuanto puedo, claro, pero mejor tener segundas ayudas.

Su sonrisa se amplió ante el recuerdo de la coraza. Una auténtica coraza. Fantástico. Se llevó dos dedos a la frente, en un vago saludo militar.

-Sin problema, jefa -declaró, encantada-. Pasaré por allí en breves.

Ben se encogió de hombros, restándole importancia con un gesto.

-¡Qué va! -rechazó-. Estoy como siempre. Dispuesta pero serena. Manteniendo el tipo, que es lo que corresponde.

Se cruzó de brazos, llevándose una mano al mentón y frunciendo ligeramente el ceño, pensativa. Acabó por frotarse la nariz un momento. Asintió y puso la mano a cierta altura, calculando mentalmente la del chico.

-Pues... es como así de alto, de pelo castaño y ojos claros -expliqué-. También tiene algo de flamma. Es muy majo, eso desde luego.

Ben parpadeó, un tanto sorprendida, borrando la sonrisa. No tardó, sin embargo, en sonreír de nuevo.

-¿De verdad? -preguntó, ilusionada-. Jo, pues no, no es algo que me digan mucho...

¿Se lo había dicho alguien alguna vez? Casi la hacía sentir hasta vergüenza. Qué cosas tenía aquella chica, Mithos.

Negó rápidamente con la cabeza.

-Ah, no, no, no, no -aclaró en seguida-. Se está quedando estos días en el pueblo de paso. Yo le he dicho que podía venir, pero no acaba de convencerle la idea. El caso es que sí piensa venir de visita, a ver cómo es la cosa. Seguro que le gustaría ver tus armaduras. Todo cuenta en el ejército, y esa es una parte esencial, ¿no?

Ben acabó por reír, algo abrumada.

-Caray, me vas a sacar los colores, y eso que no tengo tantos -comentó, frotándose un momento la mejilla.

De nuevo reformó la sonrisa, cada vez más amplia. Llegaban a dolerle las mejillas. Era algo habitual para ella, y no le importaba en absoluto. Era una forma de dolor agradable, más que muchísimas otras, así que no tenía motivos para evitarla.

-¡Genial! -exclamó-. Se lo diré cuando lo vea. Estará encantado, ya verás. Creo que le encanta lo de Brontë. Dan ganas de decirle que se una. Yo creo que lo haría bien. Aunque supongo que te tienen que llamar. ¿Tú sabes si hay voluntarios?

Ben acabó por asentir. Estaba poco acostumbrada a los buenos tratos, pero desde luego, eso no era motivo para rechazarlos. Se sentía muy a gusto.

Se cruzó de brazos, pensativa, cuando Anna respondió a su pregunta.

-La verdad es que no -coincidió-. Y eso que es algo por lo que, que yo sepa, hemos pasado todos -. La miró con una sonrisa divertida-. Porque no soy yo la rara que oyó una voz en su cabeza, ¿no? Dime que a ti te pasó lo mismo. A ver si voy a ser yo la loca y...

Sonreía. No se lo había planteado, pero sonaba divertido. Aunque no por ello le hacía especial gracia que fuera cierto. Prefería ser una más y punto.

Ben estaba a punto de contar su propia historia cuando Anna planteó su pregunta, y no tuvo más remedio que echarse a reír. Sacudió la cabeza y se rascó la nariz, entretenida.

-Eso te iba a decir -contestó-. Yo la recibí mientras dormía. Y créeme que me desperté del susto. No creo que nadie pudiera seguir durmiendo ante tal incursión a la chaveta. Aunque nunca se sabe; yo soy de sueño ligero...

Recordaba perfectamente aquella noche. Llegó a pensar que lo había soñado... Pero no, había sido real. Y había sido una auténtica bendición.

La miro risueña cuando ríe, pero no es hasta que habla que también yo rompo a reír, con suavidad. Enseguida me recompongo, aunque la sonrisa que luzco ahora es mayor, más animada.

-Ya lo creo. Yo creo que, muy probablemente, hubiese creído que había sido parte de mi sueño, o algo así. Ya bastante extraño es de por sí como para despertarte de ese modo...

Me acomodo las gafas de nuevo, con un gesto suave. Ladeo un poco la sonrisa, mirándola, haciendo una breve pausa, un silencio. Por mi gesto, podría decirse tanto que voy a empezar a hablar como todo lo contrario.

Ben rió a su vez.

-Ah, bueno, yo no podía permitirme dudarlo, ¿sabes? -explicó-. Era una oportunidad demasiado buena. Ya había oído hablar algo. Guerreros viviendo en un palacio. Techo y comida caliente garantizados. Si todo va bien, también buena fama. Sonaba demasiado bonito como para plantearse que no fuera real. Si había sido un sueño, tenía que descubrirlo al llegar aquí. Y bueno, hasta ahora nadie me ha dicho que lo fuera.

Y esperaba que así siguiera siendo. O que, aunque lo hubiera sido, se le permitiera quedarse. Después de todo, estaba cumpliendo, ¿no? Estaba trabajando como los demás. Se ganaba su puesto, o eso esperaba.