Lago

Corbin había oído aquellas palabras antes. Lo sabía. Miró fijamente hacia las luces que Alehyss dirigía a él. Resultaba algo más cómodo de aquella forma. De todas formas, la ira seguía haciendo claros amagos de dominarlo.

-Nada que no se pueda curar -espetó, agresivo-. Pasaré por la enfermería.

Observó largamente el arma de la chica. Así que allí estaba, de nuevo. Un brillo de interés asomó en su mirada.

-La próxima vez será contra ti -propuso, con un tono tan violento que parecía una orden, un amago de sometimiento-. Veremos cómo funciona eso.

Tras observarla un momento más, acabó por bajar el brazo derecho con gran esfuerzo, sintiendo cómo temblaba, pugnando por seguir en tensión. Bajó la vista a su torso y a su brazo izquierdo, buscando señales externas de lo que el caeruleus podía haberle hecho. Desde luego, era poderoso. Valía la pena enfrentarse a él. Le hubiera gustado ver qué le había hecho en la espalda exactamente.

Me incomoda su tensión. Lo he visto otras veces en este estado, supongo que no es algo que controle, pero me molesta enormemente esa actitud. me siento ninguneada. Es como si tratase de atacarme solo mientras habla. Me siento amenazada. Y eso no me preocupa por mi seguridad, pero sí por lo que representa esa actitud. No hay respeto en ella.

Asiento con suavidad, manteniendo una calma seca, sin embargo, sin acercarme.

A su petición... A su oren, sin embargo, frunzo el ceño.

-Será así si así lo deseo, a no ser que te declares como mi enemigo -respondo, con tono frío y cuidado, manteniendo la mirada clavada en él-. Y agradecería que no terminases por incapacitarme si logras inmovilizarme.

Aunque son palabras duras, no las digo con dureza. Es más bien como quien explica a un niño, aunque sin dulzura, somo como si dijese una verdad universal. El sol es una estrella.

Aún con el ceño fruncido, aunque sin siquiera notarlo, Corbin asintió con un gesto brusco.

-Claro -ladró más que dijo-. No tengo intención de incapacitar a nadie por un simple entrenamiento. Ni tú permitirías que acabara contigo. De otro modo perdería bastante interés.

Apretó los puños, sintiendo el intenso dolor del brazo izquiero al hacerlo. Dolía hasta hablar, realmente, pero la insistencia en mantener la entereza que se le había inculcado, sumada a la rabia intensa que sentía, lo obligaban a ignorar esa sensación.

Tenía ganas de golpear algo. Hubiera estado bien tener un árbol a su alcance. Pero no lo tenía. Inspiró con fuerza por la nariz, sintiendo toda la adrenalina que le había quedado acumulada buscar una vía de escape. Espiró el aire con fuerza, como si así fuera a echarla.

Después, dio media vuelta y volvió a la orilla, en busca de sus cosas. Tratando de caminar con la mayor normalidad posible, pese a que no resultaba fácil. Ni tampoco lo fue el agacharse a recoger las cosas. Pero Corbin había recibido enormes palizas sin un tiempo de recuperación, así que, por más que su cuerpo indicase lo contrario, él lo tomaba con absoluta naturalidad.

Dejo ir un suspiro silencioso. También yo me estoy tensando un poco, y eso no me deja en muy buen lugar. Supongo que ya está. Todo está resuelto.
Asiento, sin más, y lo sigo con la mirada mientras va a por sus cosas. La verdad es que el otro lo ha herido bastante. Tiene un aspecto escalofriante y, según parece, se maneja bien. Creo que jamás he herido tanto a Corbin, aunque mi forma de luchar es mucho menos dañina y más letal. Y, por otro lado, nunca hubiese permitido acabar como Zacharyas.

Supongo que no necesita ayuda. Termino por guardar el arma, relajada. he tomado partido muy poco, pero hacía tiempo que no me ponía tan tensa. Supongo que la situación es la más propicia para ponerse alerta por cualquier cosa.

-¿Cómo lucha? -inquiero, mientras lo espero, dejando patente la intención de regresar a Palacio junto a él.

Antes de volver junto a la chica, Corbin aprovechó la cercanía al agua para limpiarse la cara y despejarse un poco. Suspiró. Antes aquello hubiera sido un entrenamiento más, pero en Brontë no era tan fácil encontrar aquellos extremos.

Se levantó y volvió junto a Alehyss.

-No he visto ningún arma -indicó-. Pero su magia es muy poderosa. Además es directo y agresivo. No le importa recibir un golpe a cambio de otro.

Tras el pequeño informe, Corbin se mantuvo en silencio, mientras echaban a andar hacia el palacio. Aún volvió a despegar los labios.

-No es fácil dar con alguien así aquí. Lo agradezco -declaró, seguro.

De nuevo, lo espero paciente, callada, tanto a él como a su respuesta, que no tarda demasiado en llegar. Asiento para mí, recopilando la escasa información. Aunque ver su estado, el de ambos, también me ha dado bastante al respecto, de modo que puedo darme por satisfecha.

Quizás esa forma de combatir le pueda servir en su caso. Sus golpes contundentes son peligrosos, pero hay ciertas zonas donde no son letales. Un puñetazo en el estómago no se equipara a una estocada que traspase los órganos. Supongo que el caeruleus tendrá forma para defenderse de esas otras formas de combate, o estará destinado a morir joven. Aunque tampoco es que tuviese una pinta muy saludable la última vez que lo vi, con más luz.

El último comentario de Corbin me hace sentir una breve frustración, aunque es comprensible. Yo no lucho hasta la muerte. Mi integridad física es lo más importante. La necesito para sobrevivir.
Supongo que a ese nivel nunca podré estar a la altura para él. ¿Eso me convierte en una rival menos digna que el caeruleus?

Quizás yo misma deba probar a enfrentarme contra él. Aunque ver el resultado me desanima.

Ambos regresamos juntos a Brontë. No se puede decir que hablemos mucho más.

*se van*

Hoy el día es más soleado, al fin, aunque sigue habiendo un par de nubes en el cielo que no alertan demasiado de posibles lluvias. He venido trotando, aprovechando un poco el bosque para hacer un pequeño circuito a velocidad estable. En general, es un momento más apropiado para venir a entrenar al lago que la última vez, y también vengo más preparada, con ropa más adecuada para el baño y el amuleto que obtuve al cuello. No obstante, no me preparo aún: permanezco vestida, calentando un poco, casi perezosa, a la sombra de un árbol.

Estando como están las cosas, no sé si la natación es el entrenamiento más recomendado, pero es bueno para el cuerpo, en general, y resulta tonificante. Ya compensaré con algo más específico en solitario. De todas formas, no quiero lesionarme ahora mismo bajo ningún concepto. No me lo podría permitir.

*se queda*

El chrysos llegó al lago con prisa, cargando con un par de toallas, preparado volver a enfrentarse a aquel horror de ejercicio que era nadar. Había quedado con Alehyss hacía un rato, pero se había quedado dormido y no le había dado tiempo a prepararse para llegar a la hora.

Cuando la vio, esbozó una sonrisa, e hizo un gesto con la cabeza.

—Hey. —Se acercó a ella. Alzó un poco las cejas—. Buenas.

Lyam se fijó en que Alehyss llevaba puesto el colgante que le habían dado en su última misión, y frunció un poco el ceño.

Enarco las cejas al verlo llegar, seria, pero serena. Estoy bastante tranquila hoy.

-Llegas tarde -apunto, recostando suavemente la espalda contra el árbol que me da la sombra-. De todos modos no he esperado demasiado -añado, echando un vistazo a lo que trae consigo. Al menos viene preparado-. Deja ahí las cosas -indico, señalando una piedra que hay cerca del tronco con un gesto de barbilla.

Me saco el amuleto con suavidad y se lo tiendo, aunque sin hacer amago de acercarme. No quiero acercarme a la zona sin sombra.

-Te he traído esto. Creo que te será útil -explico, sin retirar la mano.

El chrysos esbozó una rápida sonrisa, y sin decir nada, se acercó a la piedra que la muchacha había indicado, dejando ahí las cosas.

—Me quedé dormido —admitió, sin mirarla.

Suspiró. Luego avanzó hacia la chrysos, hasta adentrarse en la sombra que daba el árbol. Observó entonces el colgante que le tendía. Alzó las cejas.

—¿Para qué sirve?

Y lo cogió.

Me quedo un momento inmóvil, evaluando lo que acaba de decir.

-Dormido -repito, finalmente, con un deje escéptico en la voz, evaluándolo fijamente-. ¿A estas horas? ¿Una siesta? -inquiero, con tono neutro, perfectamente tranquilo.

Bueno, supongo que es la hora propia para algo como eso.
En cuanto al colgante, respondo enseguida, explicando con calma, casi con pereza.

-Incrementa tu capacidad pulmonar en el agua, por así decirlo, y mejora tus movimientos y facultades. Te hace "un poco piscis" -. Me encojo de hombros, esbozando una sonrisa comedida-. Supongo que con ello al cuello te sentirás más tranquilo. Tengo además cosas que darte, pero no las he traído por si algún curioso las encuentra, o algo semejante.

Le sonrió.

—Sí, dormido. —Se encogió de hombros—. Ayer estuve entrenando por mi cuenta hasta muy tarde, y me quedé dormido. Me he despertado hace relativamente poco. —La miró—. ¿Por qué otro motivo podría llegar tarde?

La observó unos segundos más. Luego volvió la vista al colgante, escuchando las explicaciones de la muchacha. Asintió.

—Gracias. Y sobre lo otro, preferiría que me lo dieses en un sitio menos... —Alzó las cejas—. Más discreto. No me gustaría que alguien las viese y se hiciese una idea equivocada.

Si alguien las encontraba y las leía, el chrysos estaba convencido de que no aceptaría sus explicaciones. Él tampoco lo haría, claro. No se creería nada de lo que le dijese alguien que recopilase tanta información sobre un lugar al que servía.

Alzo las cejas, con cierto desprecio por su rutina, aunque no hago ningún comentario al respecto. Al fin y al cabo, ya sabe lo que pienso, y ya no considero que sea algo que me corresponda a mí. Ya he hecho bastante. Pero ahora que parece estar mejor es cosa suya. No me voy a hacer responsable de él como si fuese su madre, o algo semejante.
A lo segundo, sin embargo, sí respondo. Empezando por un asentimiento leve.

-Eso he dicho. No lo he traído por eso -explico, con algo de sequedad. Enseguida procedo a desvestirme. Estoy de buen humor, pero no quiero perder el tiempo hablando cuando tengo cosas que hacer-. Te espero en el agua.

Y, tras un breve asentimiento, me dirijo hacia la orilla. Como la última vez, me meto de un salto, de cabeza, aunque me lo pienso un instante, dudando por un momento, antes de lanzarme.
Está fría. Es desesperante.

Emerjo varios metros más adelante, dejando ir el aire que queda en mis pulmones con un suspiro, casi una queja a la temperatura.

Observó a la chica unos segundos, y luego suspiró, pero no dijo nada. Le parecía mal que se hubiese quedado dormido, estaba seguro, pero era la primera vez en meses. Y ni tan siquiera había tardado tanto en llegar.

—Ahora voy —respondió a su segundo comentario, mirándola de reojo. Permaneció unos segundos más quieto, observándola, hasta que finalmente empezó a desvestirse. Cuando terminó, se colocó el collar, y luego, avanzó hacia el agua.

El agua estaba fría, por supuesto, pero al chrysos no le costó tanto entrar como la última vez. Cuando llegó al punto donde ya no hacía pie, se detuvo, y esperó.

Me mantengo en movimiento hasta que lo veo venir, momento en el que nado hacia él, hasta ponerme a su altura. Arrugo la nariz un momento, pensativa, y lo observo. Supongo que sentirá esa sensación de cuerpo más ligero, o de que su cuerpo es capaz de reaccionar mejor dentro del agua, como yo cuando lo usé. No puedo imaginar cómo será, en ese caso, pertenecer a la raza del agua.

-Debería serte más fácil nadar ahora -explico, aunque si lo siente no debería haber ni necesidad de mencionarlo-. Así que vamos a arriesgarnos un poco más hoy. Vamos a pulir la técnica. Hay que pasar de que seas capaz de flotar a que el desplazamiento en el agua sirva de algo. En el agua somos débiles, moriríamos fácilmente, por lo que es necesarios ser capaz de abandonarla lo más rápido posible en caso de caer a ella en un momento peligroso, o de mantenerse a flote por el tiempo suficiente.

Miro el islote, pensativa. Supongo que eso está algo lejos, y más si se tensa como la última vez. Mejor no empezar por ahí.

-Primero simplemente calentemos dentro del agua, ¿te parece? -inquiero, suavizando el gesto.

El chrysos la escuchó en silencio, observándola. Era cierto que notaba el cuerpo menos pesado, y que no le costaba tanto como la primera vez avanzar por el agua, aunque de momento solo fuese de pie, pero todavía se sentía un poco nervioso.

Pese a todo, sonrió.

—Creo que estaremos nadando un buen rato, entonces —comentó, jocoso, avanzando hacia ella, moviendo los pies para no hundirse. Torció una sonrisa—. ¿Cómo se supone que calienta uno dentro del agua? ¿Corriendo por la zona donde hace pie?

Asiento, llegando a esbozar una sonrisa. La práctica es la mejor forma de obtener una mejora, y decidí que viniésemos temprano para tener tiempo por delante antes de que oscurezca. No quiero acostarme excesivamente tarde esta noche.

-Se calienta nadando -expliqué, sin más, con un deje de burla al final-. Relajado, sin tensar los músculos. Si no te tensas no te hundirás, y con eso al cuello será imposible que te ahogues -. Comienzo a nadar yo misma, delante, con brazadas lentas y calmadas, echando un vistazo atrás cuando ya llevo varias-. ¿Vamos? -inquiero, a medio camino entre la invitación y una orden enmascarada.

El chrysos, al notar el deje burlón en la voz de la muchacha, le dedicó una sonrisa jocosa. No dijo nada, no obstante, y escuchó las últimas palabras de la chrysos en silencio, atento. Luego asintió.

—Vale.

Observó cómo empezaba a nadar, y al escuchar su pregunta, volvió a asentir.

—Vete yendo.

Contempló, entonces, el colgante, ahora colgado de su cuello. Si aumentaba la capacidad pulmonar, ¿podría aguantar un cierto tiempo bajo el agua? Nunca se había atrevido a sumergirse del todo, pero con aquel collar, a pesar del miedo que tenía a hundirse, se sentía hasta capaz de intentarlo. Tras unos segundos de duda, el chrysos tomó aire, mucho, y se sumergió en el agua, doblando un segundo las rodillas y dejando de mover los pies, con los ojos bien abiertos y las mejillas hinchadas por el aire que había cogido.

No duró demasiado, no obstante. Tras un par de segundos, retrocedió, tocando el suelo, y salió a la superficie, sonriente. Empezó, entonces sí, a imitar los movimientos de la chrysos.

Aunque me dice que siga, me quedo un momento inmóvil, contemplando lo que hace con gesto divertido. Alzo las cejas cuando vuelve a por aire. Si es que ha gastado algo. Un par de segundos es lo que aguanta sin respirar un bebé recién nacido enfermo mientras llora, o algo semejante.

-¿No te atreves un poco más? Ahora un minuto sería hasta poco -comento, comenzando el movimiento de nuevo.

Y, pese a que hablaba de nadar de forma suave, inspirada por sus actos y mis palabras, profundizo en el lago, abandonando la superficie, nadando sin detenerme por unos quince segundos, apareciendo más adelante. Le hago un gesto con el rostro, y espero a que se acerque.
El agua no me gusta demasiado, pero en ciertas ocasiones nadar llega a resultarme agradable, incluso.

Se encogió de hombros.

—Es la primera vez en la historia de mi vida que me sumerjo del todo en el agua. —Le sonrió, divertido—. Dame tiempo, mujer. Necesito mentalizarme, prepararme.

Ensanchó la sonrisa. Sin embargo, a pesar de sus palabras, cuando vio cómo la chrysos se sumergía, hizo lo mismo, tras dar antes un par de pasos, de nuevo cogiendo aire. Con los ojos abiertos, comenzó a bucear, siguiendo a la muchacha e intentando que no la viese, siendo consciente de que nadaba mucho pero y más lento que ella, que sus movimientos eran torpes y etc. Cuando vio cómo salía, permaneció unos segundos más bajo el agua, y luego se impulso hacia arriba, apareciendo tras la espalda de la muchacha, sonriendo.

—¿Mejor? —preguntó, sobre su cuello.

Se echó hacia atrás.
Se sentía de alguna forma seguro con el colgante. Probablemente porque fuese mágico.

No puedo evitar una risa suave, jocosa.

-Vaya -comento, desviando la vista un momento, hacia la orilla-. ¿Nunca te has bañado? Deberé, entonces, abstenerme de tocar el aire que te rodea, incluso -murmuro, lo suficientemente alto como para que me escuche, deliberadamente.

Tras el breve buceo me seco un momento los ojos. Lo busco. Lo encuentro a mi espalda. Muy gracioso.

-Por supuesto -confirmo, con tono mordaz. Si quiere burlarse de mí todavía le queda un largo camino por recorrer. Literalmente-. Entonces ahora vamos al islote, ¿no? -inquiero, haciendo un gesto hacia la tierra que brota en el centro con la cabeza.

No juegues conmigo, Lyam. Soy algo vengativa.

Torció una sonrisa.

—Me has entendido perfectamente. O eso creo. Por si acaso te has dado un golpe en la cabeza, añadiré: en un sitio donde no hago pie, también conocido como ríos o lagos.

Y para no atacarse a sí mismo, se callaría un "por propia voluntad". Porque las veces en las que lo arrojaban contra enormes y peligrosas masas de agua sí que acababa sumergido, pero aquello no contaba.

Le sonrió. Cuando mencionó al islote, observó la pequeña porción de tierra. Alzó las cejas, y a pesar de que en el fondo sabía que aquello era mala idea, y de que sería peligroso, y de que a saber cómo demonios iba a volver después, dijo:

—Por supuesto. —La miró—. Vamos.

Y comenzó a avanzar.
En momentos como aquel, se daba las gracias por creer a pies juntillas en que la magia era invencible, siempre efectiva e incapaz de fallar aunque fuese durante un segundo, porque, francamente, si no creyese a pies juntillas en aquello ahora mismo aún estaría en la orilla, adentrándose lentamente en el agua.

Dejo ir un "ju", sin más. No seré pedante y me pondré a mencionar otro tipo de masas acuosas en las que una persona puede no hacer pie: mares, estanques, océanos... En fin. Es un dato irrelevante. Todos hemos entendido el concepto.
Me sorprende que acepte mi propuesta, luego.

-Entonces te espero allí -comento, recobrando el tono levemente burlón, desafiante, y me adelanto, empezando a nadar claramente por delante.

No obstante, no me estoy esforzando al máximo. Cuando logro sacarle cierta delantera bajo el ritmo, y simplemente lo mantengo. Estoy segura de que con confianza conseguirá llegar, y más con el amuleto al cuello, pero es capaz de hacer algo mal y terminar corriendo peligro. O creyéndolo y reaccionando como si así fuese, por lo menos.

Le sonrió, burlón, mirándola.

—No te acomodes mucho, eh.

Por mucho que dijese, la chrysos era evidentemente mucho más rápida y buena nadando que él, que aun con el amuleto al cuello nadaba con relativa torpeza. En un momento determinado, tras dar unas cuantas brazadas, volvió a sumergirse, apenas unos segundos, para salir a la superficie un poco más adelante, todavía, por supuesto, detrás de la muchacha.

Continuó nadando, sonriente. Se sentía muy seguro ahora mismo, con el amuleto.

Parece que me sigue bien. Desde luego, es increíble lo que hace la seguridad. Tengo un plan en mente, pero por ahora así está bien. Le permitiré que disfrute un poco de sus triunfos.

Nadamos un rato. Yo soy la primera en llegar, me aseguro de ello, pero no llego a salir del agua. Ya ha empezado a refrescar, y creo que si enfrío ne tendré fuerzas para meterme de nuevo. Sí hago pie, sin embargo, y aprovecho para descansar un rato y esperarlo. No es que haya sido un ejercicio agotador, pero en el agua una se fatiga con más facilidad. Y, pese a todo, es una distancia considerable para él, poco o nada acostumbrado a nadar.

Espero su llegada, inmóvil.

-¿Qué tal? -inquiero, mientras viene, con una sonrisa entretenida-. ¿Cómo te ves?