Lago

Iba a hinchar un poco el pecho para darle la razón orgulloso, pero el agua lo hacía difícil. Al final acabé por reír, asintiendo un poco.

-Bueno, en ese caso lo tengo más sencillo que tú. El desierto y el volcán más cercanos están algo lejos de Brontë. Te llevo ventaja, en ese caso -comenté. Pero bromeaba, claro. Respetaba mucho a la joven Massen.

El ataque...
Para mí lo más extraño había sido lo que había averiguado de Lea y luego de Lyam. Un ataque era algo normal, dentro de lo lógico: los enemigos querrían acabar con nosotros siempre. Pero...
Me sentía algo serio al pensar en aquello. Decidí, por tanto, no decir mucho para no molestarme solo.

-Oh, bueno... Creo que el tiempo ha animado a todos. No recordaba un invierno tan duro en... En nunca, bueno. Salvando la tormenta del año pasado, que creo que fue un caso extremo. ¿Quizás a partir de ahora nos espera un tiempo cada vez más agresivo? -terminé por preguntar, a ella, a mí mismo y, de alguna forma, al propio tiempo.

No puse sino corresponder con una sonrisa divertida. Tampoco era para ponerse así...

-Bueno, si quieres extremos, también es cierto que el mar abierto y los glaciares están un poco lejos de aquí -apunté, entretenida.

No se me había ocurrido lo que planteaba, la verdad. De todas formas, lo dudaba. Era cierto que había sido un invierno más pesado, pero tampoco había sido para tanto. Y desde luego, la nieve no tenía nada de agresivo.

-No se me había ocurrido relacionarlo -reconocí-. Aunque la tormenta fue bastante más impresionante. Y fue casi en primavera. Este invierno ha sido llamativo, pero no ha dado más problemas que algún resfriado, ¿no? Aunque supongo que no todos están tan acostumbrados a la nieve como yo... ¿Se te ha hecho muy raro?

Abrí la boca para responder, pero terminé por reír y darle la razón. Quizás me había puesto yo algo especial. A fin de cuentas, mi casa estaba cerca del mar, por muy continente de fuego que fuese.

Y el invierno...

-¡Oh! Bueno... No fue la primera nevada que vi en Brontë, aunque sí hubo muchas más que el año pasado. De todos modos, como dices, no ha sido nada si lo comparamos con la tormenta-. Nadé un poco en torno a ella. Lo difícil era estar quieto-. A mí no me disgusta el frío, por así decirlo. ¡Un guerrero ha de saber enfrentarse a todo! Pero estuve en Ignis recientemente y recordé lo que eran los inviernos de antes, supongo.

Quizás Lea lo hubiese llevado peor, pero por ello había tratado de encargarme de facilitárselo, de alguna forma. Bueno, y por más cosas.

Tras hablar me sumergí un poco, buceando un par de segundos y saliendo un poco más a la derecha.

-Oye, Massen -terminé por decir, más pensativo-. Llevas aquí tanto como yo. Has conocido a mucha gente, ¿no? Dime...-. Fruncí el ceño-. ¿Qué piensas de Lyam?

Quizás ella, toda una veterana, pudiese explicar más de lo que yo había podido averiguar.

Invierno e Ignis no eran palabras que combinasen demasiado bien, la verdad. Ni siquiera había pensado en juntarlas.

-¿En Ignis hay invierno? -pregunté, solo a medias en broma-. ¿Qué pasa entonces?

No era capaz de estarse quieto. Me pregunté si era una cuestión de la necesidad en sí de moverse o de la necesidad de mantenerse a flote. Yo, por mi parte, giraba para mantenerme de cara a él, sin moverme mucho de donde estaba.

Su pregunta me hizo esbozar una mueca de disgusto. Lyam otra vez. No quería saber nada de Lyam.

-Siempre lo he considerado inofensivo -comenté, con cierto desdén-. Pero últimamente no sé qué pensar. No me da buena espina.

Y no me importaba decirlo. Mejor dejar las cosas bien claras.

Alcé las cejas. ¿No conocía el invierno de Ignis? Bueno, a fin de cuentas el rescate de Silvanus había sido en pleno verano... Bastaba que no hubiese ido más para...

-Yo no vivía en una zona especialmente cálida -admití, risueño-. Pero incluso allí las temperaturas eran siempre suaves, por lo general. No vi la nieve hasta que llegué a Brontë, más que en algún viaje.

El tema de Lyam parecía más delicado. Esperé su respuesta, y aunque el principio de esta parecía ir por buen camino pronto me di cuenta de que quizás la realidad no era la que siempre había creído.
Terminé por asentir, más serio.

-Comprendo -murmuré, con el tono más bajo.

Y llego el silencio en lo que yo pensaba. Lo viese como lo viese, era una situación complicada. Contaba con lo que había escuchado de él mismo, de Lea... Y la joven Massen parecía entrar en todo aquel asunto con una visión similar, de alguna forma.

-Bueno-. Traté de cambiar de tema, dibujando una nueva sonrisa que no tardó en afianzarse-. ¿Tienes pensado partir próximamente de misión? ¿Algo en mente?

Un invierno sin nieve me resultaba tan extraño que no acababa de hacerme a la idea. En Brontë había llegado a estar a punto de vivir alguno pero había llegado a ver algún copo. De todas formas, tenía sentido. Y me daba la razón: eso no era invierno.

Estudié su aspecto, su respuesta. Tenía algo en mente, desde luego. Como si lo que yo había visto no fuera suficiente. Pero quería estar sobre aviso.

-¿Por qué lo preguntas? ¿Ha pasado algo? -pregunté, con los ojos fijos en él, seria.

No quería que evitase el tema, sin más. Me limité a negar.

-Tendré que ofrecerme a algo pronto, pero no planeo nada por ahora -respondí sencillamente.

Su pregunta me hizo mirarla de nuevo, aunque a aquellas horas me costaba verla, pese a todo, e invocar un flagrare dentro del agua era incómodo.

-Bueno...-. Fruncí un poco el ceño, pensativo, tratando de ordenar las cosas en mi cabeza incluso antes de comenzar a hablar-. Me había enterado un poco de lo que sucedió durante el ataque por Lea. Ella me dijo algunas cosas que no me quería creer, pero el otro día lo vi en la sala de entrenamiento y él me dijo que era cierto. Que él era el guerrero del que se hablaba en los tablones, y todo eso. No me esperaba algo así y quería saber la opinión que podrías tener tú, que has participado en varias misiones con él y llevas mucho aquí.

En las misiones estaba como yo, en ese caso. Asentí, mostrando mi acuerdo. Al final el otro tema había resultado ser más importante.
Quizás ella tuviese algo que decir. Algo que me revelase la verdad. Una nueva verdad.

Suspiré. Bueno, aquello dejaba fuera de lugar cualquier duda. Tampoco era que yo albergase ninguna. Ya había tenido suficiente con él para hacerme una idea de la situación.

-Fueron mis ataques los que interceptó -expliqué, con voz fría-. Ella había dejado inconsciente a Nagore, mi amiga. Estaba invadiendo Brontë. Y él se interpuso y la protegió. Yo no tengo tan claro que haya cambiado de bando, sinceramente. No sé qué hace por ahí suelto después de eso.

Cogí algo de agua entre las manos y me la eché por la cabeza. Lyam. Un estúpido quebradero de cabeza al que no pensaba dedicarle ni un minuto. Como si no me hubiera acostumbrado ya a los traidores.

Sus palabras, duras, me hicieron fruncir el ceño.

-¿La sobrina del señor Brumm? ¿Se encuentra bien? -pregunté primero. Luego me di cuenta de que aquello no era lo verdaderamente importante, y me centré en el resto del tema. Desde luego, parecía ser algo grave-. Él dijo que llevaba tiempo ayudando a Brontë, que los líderes estaban informados y que ahora estaba de nuestro bando -comenté, muy serio-. Me gusta creer que la gente puede cambiar, aunque es cierto que este tipo de situaciones lo hacen todo difícil... Si ahora pasase cualquier cosa...

Sería culpa nuestra, por confiar en él. Bueno, no nuestra directamente...
Quizás debía pedir consejo a los líderes, hablar de verdad con ellos, ya que el asunto parecía terriblemente serio.
Porque si aquello se repetía...

Dejé ir un suspiro. Quizás Gerald también perteneciese a aquella organización y necesitase ser encarcelado...
Innoble Rick. Pensar aquello me volvía un poco más malvado, de alguna forma.

Me encogí de hombros.

-Bueno, acabó ingresada en la enfermería, así que... -respondí con una mueca-. No estoy en contra de las segundas oportunidades, pero no creo que defender al enemigo sea aprovechar una. Más bien es como quitarse la máscara. Ya había actuado en contra de Brontë antes. Probablemente lo pillaron y fingió compensar. Pero es evidente que no está trabajando seriamente a nuestro lado, visto lo que pasó el otro día.

Suspiré. No me correspondía a mí mantenerlo vigilado, aunque esperaba que los líderes sí lo tuvieran. Desde luego, independientemente de sus intenciones, no era de fiar. Y tras ver sus intenciones, menos todavía. Más valdría sacar a esa flamma suya de en medio. Quizás así aprendería a quién le conviene ofrecer su lealtad.

-Desde luego, si va a entorpecer mi trabajo no puedo confiar en él -declaré, segura-. Si pretende trabajar en recuperar una mínima credibilidad, va a tener que esforzarse mucho después de esto.

Masse hablaba con dureza, pero no dejaba de tener razón. Yo había sentido aquella desazón tan difícil de olvidar al enterarme por boca de Lyam de que aquello era cierto. Y no decía que no pudiese volver a confiar en él, pero de alguna forma no podía dejar de pensar ya en que las cosas no eran tan sencillas. Tendría, como ella decía, que trabajar en ello.

-No sé cómo será. Imagino que me informaré sobre esto. No es un asunto que se pueda dejar estar así como así. ¿Has hablado con algún líder al respecto? Estoy planteándome el hacerlo. Ellos sabrán decirnos algo.

Aunque si no lo habían hecho ya quizás fuese por algún motivo. ¿Habría algo más que revelar? Algo que ni ella o yo supiésemos...

Un líder. No era lo adecuado, pero no me fiaba de los líderes. Nunca respondían a las cuestiones como correspondía. Bueno, quizás Blues Splash fuera la excepción, pero era Blues Splash. No podía no fiarme, en su caso.

-No, pero quizá debería hacerlo -comenté con seriedad.

Aunque no tenía demasiadas intenciones. Quizás si me encontraba con ella se lo dijera, pero no iba a buscarla por algo así. Lyam no merecía tanta de mi atención, después de todo. Y otros ya se encargaban de él, así que no era necesario que yo interviniera.

Parecía una buena idea. Y cuando la oí de su boca no dejó de parecerlo, de modo que asentí serio, dando el tema por cerrado.

-Te informaré si me entero de algo interesante, en ese caso -le dije-. De todos modos, visto lo visto, parece que habrá que ir esperando a ver qué sucede. Supongo que las incognitivas se irán desvelando ahora que hemos apresado a las dos atacantes.

La charla en el agua era cansada. Poco a poco había ido notando los músculos entumecidos: ¡no en vano llevaba allí ya más de una hora! Además, la noche había caído, y con ello mi vista era casi inservible. Faltaba la cena, la cena de Telma, el aseo... y preguntar a Lea por su día, claro.

-Voy a ir saliendo del agua, que es tarde ya -le dije-. Ha sido un placer verte, Massen. Podíamos entrenar juntos un día, o algo semejante. Desde que no tengo a Lyo parece que nos vemos menos, y no quiero que pienses que solo me movió el interés.

Asentí, pensativa. Probablemente a raíz de las prisioneras se consiguiera algo de información. Aunque convendría tener a Lyam en las mismas condiciones que ellas. Seguramente tenía mucho de qué informar.

No me hizo mucha gracia la idea de Rick, pero me convenía volver con él. Tendía a desorientarme por las noches, y no me apetecía pasar la noche a la intemperie. Además, Rick tenía fuego, y con luz era más cómodo volver. Si me veía muy mal, siempre podía meterme en la bañera al llegar. Y, de todas formas, saldría a nadar al día siguiente de nuevo.

-Te acompaño -respondí, nadando junto a él-. Claro, eso estaría bien. Me gusta entrenar con gente -. Sonreí cuando mencionó a Lyo. Qué niño tan rico-. ¿Qué tal está? No he vuelto a verlo...

*Se van charlando*

Habíamos tardado en negar un poco más de lo previsto. Bueno, bastante más, en realidad. Quizá por eso no pude evitar un grito de triunfo cuando salí de la última fila de árboles. Me estiré e inspiré hondo, sintiendo que había llegado a mi destino. No tardé en dejar a Jun a cargo de las botellas, para a continuación deshacerme de la ropa mientras me acercaba al agua.

En un momento la había dejado en el suelo y me dejaba caer en ella, soltando un grito al sentir el frío mordiéndome la piel. Pero no estaba helada, así que estaba bien. En seguida me había sumergido con los ojos cerrados y las membranas abiertas, disfrutando del agua negra. De todas formas, no tardé mucho en asomar la cabeza en busca de Jun.

-¡¡ESTO SÍ QUE ES VIDA!! -vociferé con entusiasmo.

Me carga con todo cuando estamos llegando y la veo salir corriendo con un equilibrio y una firmeza que no sé de dónde han salido. Hago amago de ir a cubrirme la cara al ver caer la rola, pero con todo lo que llevo no puedo. De todas formas... No se ve mucho.

Dejo las botellas y los vasos contra un árbol y vuelvo a por su ropa para reunirla, al menos. Cuando la cojo ya está fría al tacto, y la doblo un poco (o lo que diría que es doblar ahora mismo) antes de ir a colocarla en una piedra al lado de todo para que no se manche. Luego, tras hacer unos malabares para descalzarme de pie sin caerme, sigo el sonido de los chapoteos y los gritos, con una sonrisa, acercándome a la orilla.

Trato de hablarle, pero parece que la magia choque con una barrera al tratar de transmitirse. Frunzo el ceño, repentinamente frustrado, concentrándome algo más para buscar la conexión. Pero no la encuentro.

Acabo por encender un clair ëm yäk, algo angustiado, buscándola con la mirada. ¿SSerá esto perder el control...?

La luz me ayudó a localizarlo. Sonreí y saludé con una mano. Al ver que no se acercaba más, acabé por ponerme yo de pie y salir del agua. Bueno, no del todo, que se estaba bien, pero me acerqué a la orilla.

-Para ser un valiente eres un cagado, chaval -me quejé-. Anda, ven a chapotear un poco, que el agua no muerde.

Me agaché un poco, con intención de salpicarlo, pero se me fue la cabeza y tuve que preocuparme más de mantener el equilibrio que de lanzarle agua. Reí, divertida.

Sus provocaciones me envalentonan con una facilidad que impone. Y me siento aún más tranquilo cuando recobro, de alguna forma, el hilo mágico ese que había perdido. Sí que es peligroso todo esto...

Con un par de gestos torpes busco los botones de la camisa, y tardo con encontrar el ojal del primero, pero resulta relativamente fácil desabrocharlos una vez he empezado. Y me atrevo a quitármela pese al frío, pero una parte de mí sabe que no es buena...

Ya sin pantalones piso el agua y me estremezco.

-Sí que muerde -le digo, pero avanzo de todas formas, y es cuando llega a la rodilla, un poco más arriba, que noto que muerde de verdad, pero trato de seguir.

Esto no puede ser...
¿Bueno? Tampoco tan malo. Es divertido... Solo será una vez.
¿Qué más da?

Esperé pacientemente a que se quitara la ropa y entrara en el agua. Más o menos. La verdad era que a cada momento me costaba más retener esa paciencia. Al final, su queja fue el motivo por el que perdí la paciencia.

Avancé unos pasos hacia él y le cogí la mano entre ambas muñecas, mirándolo con una sonrisa. Y entonces la amplié y di un tirón para echarlo al agua del todo. ¿Qué iba a morder?

-¡Ahí va! -exclamé entonces, recordando que no sabía nadar.

Me apresuré a ayudarlo a incorporarse, partiéndome de risa.

Voy entrando a mi ritmo cuando ella se encarga de facilitármelo. En un momento me doy de bruces con el agua, y en la sorpresa echo el aire por la boca, en algo que hubiese sido un grito mudo de haber estado fuera del agua.
Aquí dentro también, claro. Sigue siendo un grito. Y sigue siendo mudo.

No tardo en salir, realmente no ha sido más que un sobresalto, pero el tiempo parece ir a trompicones y el espacio lo sigue de cerca, a ese respecto. Me agarro un poco a ella, sin embargo, buscando apoyo y seguridad un momento, mientras me equilibro.
Se ríe.
Acabo riendo también.
No pasa nada. Aquí hago pie.

-Bañarme de noche. Nunca lo había hecho -confieso.

Sonrío, pero el cuerpo, rígido, busca calor donde no lo hay. El agua no es que esté apta para entrar en ella.

-Pero tú sí. Te conocí una noche que salías del río -recuerdo entonces.

Cierro un momento los ojos y parece que no vaya a poder abrirlos más. Eso me hace reír, también.

Cuando se me agarró, comencé con palmaditas. Mi valiente Jun. Desde luego, eso de valiente... Traté de moderarme un poco.

-¿Estás bien? -pregunté, aún medio riendo.

Asentí. Sabía que no era una costumbre para él, precisamente. Y lo que se perdía. Yo siempre me iba buscando zonas que no estuvieran heladas, aunque en invierno era un imposible. Y en verano tampoco era fácil. Siempre me acordaba del puerto de Ciudad Nevada. Allí sí que se podía nadar todo el año, aunque el agua cortara en invierno.

Parpadeé. No me acordaba de aquello. Fruncí un momento el ceño, pensativa, y al final di con ello.

-Pues es verdad -reconocí, algo sorprendida-. Bueno, tampoco es tan raro. Yo siempre estoy buscando agua. Aunque en verano se está mejor.

Me dejé tumbar en el agua, mirando hacia arriba. Había nubes, pero se veían un poco las estrellas. No estaba mal.

Termino por soltarla, aún algo tenso. Supongo que todo va bien.
Todo va bien. No ha pasado nada.
De hecho, no diría que estoy asustado, siquiera. Es más una cosa como de... ¿adrenalina? De...
No sé...

Recuerdo aquel día por el susto que me dio. Y porque cuando no conoces a casi nadie todo acaba siendo un alivio. Para ella sería menos re...levante.

-Se está mejor en verano -corroboro, moviéndome un poco, desplazándome, a pasos.

Es raro, porque aquí parece que me maree menos. Es como si el agua, que me rodea, me sostuviese. Me da seguridad. Lo que es algo raro porque me movería mejor en tierra. Pero me caería, claro...

Durante unos segundos solo se escuchan los cuerpos moviendo el agua. Cuando me vuelvo a mirarla la veo flotar tranquila, mirando el cielo. O parece que lo haga.
Siento una presión extraña en el estómago. Quizás el agua helada no se lleve bien con el fuego que he bebido.

Comienzo a acercarme a la orilla, de vuelta, con pasos lentos.

-Hace frío, eh.

No me he dado cuenta hasta ahora, pero tirito un poco. Ella está hecha de otra pasta...

No me di cuenta de que salía hasta que habló. Me incorporé entonces para mirarlo, aún dentro del agua, y compuse un mohín de disgusto. Vaya cortarrollos. Pues para eso no venía yo hasta aquí, la verdad.

Me desplacé por el agua hasta que la tierra de la orilla me obligó a ponerme en pie. Luego, sintiendo que por tierra era más complicado, lo seguí.

-Jun -llamé-. ¿Nos vamos?

Traté de no transmitir nada con la pregunta. Tampoco iba a retenerlo de malas. Y era tarde. Pero con semejante paseo...

Esbozo una sonrisa desde la orilla. Me he sentado en el suelo porque la vuelta a la realidad, o a la tierra, al suelo, me ha resultado más mareante de lo esperado. Me ha entrado una intranquilidad extraña ahora, y de golpe no me siento demasiado bien.
Es el frío, imagino. La piel me tira un poco y duele al erizarse. Pero mantengo la compostura lo mejor que puedo.

El tono ni siquiera debería verse afectado porque lo elijo yo. No sale de forma natural, como cuando hablan.

-Me he mareado un momento. Si me levanto me caeré -confieso, con una risa suave, muda-. Y no puedo secarme.

Tratando de mantener las formas tanto como podía, me acerqué a él y lo examiné con curiosidad. Acabé por revolverle el pelo, y luego le puse una mano en la mejilla. Al final, me encogí de hombros.

-Vamos -lo insté-. Volvemos y te secas. Si te quedas ahí no te vas a secar. Yo te ayudo a levantarte.

Quizás fuera demasiado para Jun. Era la primera vez que se encontraba así. Ya tendría otras ocasiones de salir de fiesta.