Lago

Me limité a asentir, sintiendo la boca seca. Y ya no supe hacer nada más. Sencillamente, correspondí a su despedida en un murmullo que probablemente no llegara a oír y me quedé mirando cómo se alejaba, sin moverme del sitio. Sentía las piernas temblorosas y débiles, y acabé por dejarme caer de nuevo al suelo una vez se hubo marchado. Sentí las piedrecillas clavárseme en las rodillas, pero no me importó.

Solté un suspiro, con la cabeza gacha, y tragué saliva de nuevo. Sin que yo tuviera verdadera conciencia de ello, mi mano rebuscaba entre las piedras, tomando algunas y soltando otras. Apreté el puño, sujetando las que me quedaban en la mano, y las lancé lejos de mí con un grito de rabia. Tenía una extraña sensación de ganas de llorar, pero los ojos secos.

Con firmeza, me levanté y me dirigí al agua, lanzándome a ella sin dudarlo. Di un par de brazadas y me hundí en el agua con los ojos abiertos. Picaba un poco, pero estaba acostumbrada. Y, cuando emergí de nuevo, extrañamente, la sensación de ojos secos no había cambiado. ¿Por qué no lloraba? Todo el mundo lloraba por aquellas cosas. Y a mí me importaba. Tenía muy claro que me importaba. ¿Por qué no podía desahogarme, sin más?

Salí del agua de nuevo y saqué una toalla de la mochila para envolverme en ella. Ni siquiera me molesté especialmente en secarme, y mucho menos en vestirme. Sin más, me eché la mochila al hombro y eché a andar, de vuelta al palacio.

*Se va*

Salí con Lyo a dar un paseo. Telma también venía con nosotros, pero al llegar al lago nos había cambiado por el agua y nos hacía poco caso. El niño, por su parte, aunque cada vez más grande y con pasos menos torpes, se había cansado ya de tirar de mi mano y caminar de un lado a otro, y terminó sentándose sobre la hierba, cayendo donde le cuadrase, mirándome con sus grandes ojos. Terminé por esbozar una sonrisa y sentarme junto a él. Por lo menos el tiempo era agradable, y la brisa no se hacía del todo incómoda.

-Hoy mamá está luchando contra un monstruo enorme al que tiene que derrotar para venir a verte -expliqué, como siempre, para que no la olvidase-. Es una de las muchas pruebas que tiene que pasar para volver junto a ti, pero lo hace porque te quiere mucho-. Lo miraba risueño, pero con un rastro de cansancio en los ojos. Apoyé las manos en el suelo, a mi espalda, y me incliné un poco hacia atrás, apoyando el peso sobre los brazos-. Heylel va a tener un hijo, uno más pequeño que tú, aunque ya tiene otro mayor que es piscis y se llama Masslow. Va a ser, entonces, papá, de dos niños... Aunque, claro... -. Abrí mucho los ojos, de pronto-. ¿Tú has visto algún otro niño alguna vez? Mithos, debería arreglar eso primero... Te llevaré al pueblo a conocer a otros niños, que tienes que aprender a jugar con ellos. A ver si mañana podemos intentarlo, ¿te parece?

Lyo me miró algo confuso y se puso a decir algunas cosas, pero no se le entendía muy bien. Luego empezó a arrancar hierbas con las manos, agitando mucho los brazos con los puños cerrados, arriba y abajo. Mientras tanto, me tumbé boca arriba, relajándome un poco. Llevaba un par de segundos cuando Lyo se me echó encima, y comenzó a tirarme del pelo o a tocarme la cara. Le atrapé un dedo entre los dientes, muy flojo, y se rió.

-Venga, vamos a cenar -dije entonces, tomando del morral que llevaba un poco de carne con patatas ya cortada en trozos pequeños, en un recipiente-. Batzall -murmuré, calentándolo un poco, aunque seguía templado.

Enseguida le acerqué el recipiente y se puso a comer, con las manos, cómo no.

No demasiado tiempo después de que Lyo se hubiese terminado la cena ya hacía bastante más frío, por lo que llamé a Telma y volvimos dentro.

*se van*

Hoy hemos terminado viniendo por la tarde. Después de lo que ha pasado, no le doy importancia a que los horarios se hayan trastocado un poco. Es lo normal, supongo. De todos modos, aunque llevo unos días de ejercicio inconstante, la actividad física sienta bien para despejar la mente.

Doy por finalizad el trote cuando llegamos al lago. Hemos atravesado los jardines y buena parte del bosque, desde Palacio. El terreno desigual, las cuestas y descensos..., todo ello son factores que dificultan el ejercicio, así que, en resumen, podría decir que es satisfactorio para mí, como calentamiento y entrenamiento de resistencia.

Me detengo poco a poco, todavía caminando un rato. Parar de golpe no es esto.

-Hoy hemos tardado un poco más -comento, mirándolo de reojo-. Aunque no sabría decir si es por el cambio de ruta o por los días de descanso.

Finalmente me detengo y comienzo con estiramientos de piernas, doblándome, buscando tocar el suelo con las manos, manteniendo las piernas rectas y juntas. Podría decirse que llegaría a tocarlo con la cabeza, realmente, si lo desease.

El chrysos se fue deteniendo poco a poco cuando vio que Alehyss, a su lado, hacía lo mismo. Si antes, cuando empezaron los entrenamientos, a estas alturas estaría casi resollando, ahora mismo solo notaba un cierto cansancio, nada exagerado; se había ido acostumbrado a entrenar todos los días, y ahora comenzaba a ver sus frutos, aunque todavía sospechaba que la chrysos aguantaría más que él.

—El cambio de ruta, supongo—respondió, mirándola, sonriendo. Luego se detuvo finalmente y se pasó una mano por la frente, apartándose algunos mechones. Observó un segundo el lago, y después, al igual que la chrysos, comenzó a estirar las piernas. Mientras lo hacía, miraba de reojo a Alehyss.

Asiento, dejando ir un suspiro. Me encuentro bastante dispuesta. Aunque, claro, no hemos hecho más que empezar.
Mientras estiro, me permito el hablar. De sus notas pocas preguntas más tengo, y he de devolvérselas. Supongo que entonces buscaré algo más que mencionarle al respecto. Sin embargo, hay algo que no le he preguntado hoy todavía.

-¿Qué tal con tu nueva arma? -inquiero, llegando a esbozar una sonrisa-. Siento interés en comprobar cómo te manejas con ella, cuando la domines más. Podíamos dedicar algún entrenamiento a enfrentarnos.

Estiro un poco los cuádriceps y luego empiezo a calentar las articulaciones de hombros y cuello, moviéndolas en círculo, una a una, con movimientos cuidadosos.

El chrysos le sonrió.

—¡Bien! —La miró—. Bueno, tirando. —Mientras hablaba, continuaba con los estiramientos—. Todavía no la manejo del todo bien, pero no creo que me lleve demasiado. Aunque, claro, todavía no me he enfrentado a nadie con ella, así que. —Torció una sonrisa—. Igual tengo más problemas que los que creo evidentes.

Esperaba que no, pero desde que le habían dado el arma, había practicado solo. Y a pesar de que él era consciente de dónde estaban sus errores más evidentes, no era capaz de discernir si cometía más fallos. Si al final llegaba a entrenar con Heylel, intentaría probar el arma; a pesar de que su idea inicial nunca había sido esa, consideraba que sería interesante.

—Podemos enfrentarnos, sí. —La miró, divertido—. Quiero una revancha.

El primer comentario, entusiasmado, se me hace hasta extraño. Asiento, en respuesta.

-Quizás deberías buscar a alguien que te diese algún consejo al respecto. Yo no sé demasiado sobre espadas -comento, encogiéndome de hombros-. Inger usaba una, ¿no? Aunque más corta que la que tienes.


Desde la posición recta, me curvo hacia atrás, buscando el suelo con las manos, y luego me impulso con los pues, quedando solo sobre las palmas, recta, haciendo el pino. Es el movimiento que suelo hacer en combate, pero más lento. Me siento en buena forma.
Me dejo ir hacia atrás, apoyando de nuevo los pies, poniéndome de pie de nuevo.

-¿Qué te apetece hacer hoy? -inquiero, mirando alrededor-. No me siento demasiado violenta hoy. Prefiero evitar el combate.

Quizás acrobacias sería una buena idea si estuviese sola. De todos modos, no es el terreno más adecuado, teniendo en cuenta la no tan lejana experiencia.

Asintió. Buscar a alguien ya estaba entre sus planes, aunque no había pensado en la caeruleus. Hacía mucho que no la veía, no obstante, así que sería interesante verla aunque no fuese para entrenar.

—Buscaré a alguien, sí. —Le sonrió—. Ya contaba con ello, aunque no había pensado en Inger. —Se encogió de hombros—. Se lo comentaré si la veo.

Lyam suspiró. Luego, poniendo fin a sus estiramientos, cruzó los brazos y observó a la chrysos con curiosidad, sonriendo. Ensanchó la sonrisa al verla hacer el pino, y cuando estuvo de nuevo sobre los pies, se acercó a ella. Se encogió de hombros al escuchar su pregunta. A decir verdad, no tenía claro qué quería hacer; ni tan siquiera estaba seguro de que quisiese entrenar, a pesar de que no estaba cansado.

—Lo que quieras. —Dio un par de pasos hacia ella, y con un relativo descaro, apoyó los antebrazos en sus hombros, a pesar de que suponía que la chrysos no tardaría en apartarlo. Torció una sonrisa—. Podemos no combatir; a mí tampoco me apetece.

Asiento, conforme. Supongo que eso le vendrá bien. No sé cómo de diestra es Inger, y la última vez que la vi no parecía muy animada, pero lleva aquí bastante tiempo, y confío en que tenga las habilidades correspondientes. De hecho, incluso siento cierta curiosidad por ella, ahora.

Contemplo la tranquilidad con la que se apoya en mí y esbozo una sonrisa, algo sarcástica. Vuelvo el rostro hacia el lago. A estas horas ha empezado a refrescar hace rato, pero ya que estamos aquí y no llueve, podría ser una buena opción.

Me doy la vuelta, acercándome a la orilla, dejándolo atrás. Me acuclillo junto al agua y me lavo un poco la cara, limpiando el sudor de la carrera.

-¿Qué tal se te da nadar? -inquiero, mirándolo por encima del hombro, manteniendo el cuerpo recto, pero volviendo la cabeza hacia él.

Lyam esbozó una amplia sonrisa, todavía apoyado en ella, y cuando la chrysos decidió moverse, bajó los brazos y la observó, curioso. Aunque al ver cómo la muchacha se acercaba al agua, no pudo evitar fruncir un poco el ceño, temiendo de alguna forma el giro que daría el entrenamiento. Pese a todo, Lyam la siguió; al igual que ella, aprovechó que el lago estaba ahí para limpiarse el sudor de la cara. Todavía acuclillado, escuchó la pregunta de Alehyss, que confirmó todos sus temores.
Nadar.

—¿Nadar? —preguntó, mirándola. Esbozó una tímida sonrisa—. Bueno, te vas a reír, pero... no demasiado bien.

Se encogió de hombros. Sabía mantenerse a flote, sin hundirse, y podía avanzar por el agua, pero lo hacía con una lentitud y una falta de estilo impresionante. Por eso nunca se había bañado ni en el río ni en el lago.

Observó la enorme masa de agua que tenía frente a él; luego miró a la chrysos, y tras un segundo, sopesando sus opciones, dijo:

—Podemos probar... —La miró, esta vez un poco más serio que antes, pero no demasiado—. Pero sin reírse de nadie.

Y terminó por volver a sonreír.
No podía ser tan terrible; nadar tenía sus cosas buenas.

Lo contemplo, arqueando suavemente las cejas, interrogante.

-¿Reír? ¿Por qué? -. Me alejo un poco de la orilla, descalzándome, dejando el calzado junto a un árbol-. Todos tenemos puntos fuertes y débiles. No me voy a reír por algo como eso.

Lo digo con total tranquilidad. Puede que alguna vez haya hecho amago de burla por cosas semejantes. Supongo que todo depende de la persona, o del propio día que tenga. No me siento demasiado cómoda aceptando que mi humor es tan cambiante, pero es una realidad. Hay que asumirlo.

Tras dejar los zapatos me ato el pelo, y comienzo a desvestirme. La verdad es que hace más frío del que parecía cuando veníamos. Como no entre de una vez no sé si llegaré a ser capaz. No me gusta demasiado el frío.

Lyam rió.

—Bueno, no serías la primera vez que se ríe, te lo aseguro.

Recordaba sus inicios en la banda, y las caras que ponían sus antiguos compañeros cuando decían que apenas sabía nadar, y las risas que soltaban después, cuando ya lo habían convencido, casi obligado, a entrar en la puta agua y lo veían haciendo esfuerzos por avanzar sin hundirse. Recordaba también cómo se enfadaba entonces, y cómo les respondía siempre borde, casi gruñendo, con el orgullo herido, cuando salía del agua y pasaba delante de ellos.

Lyam se apartó de la orilla y se descalzó, dejando los zapatos al lado de los de Alehyss. Luego, al igual que la chrysos, comenzó a desvestirse, mirándola de vez en cuando de reojo, sonriente.

No tardo demasiado en quitarme la ropa, la necesaria, por supuesto, y entonces me dirijo a la orilla. A estas horas ya tengo que iluminar un poco los ojos para ver, pero tampoco es que sea muy necesario dentro del agua.

-No te preocupes -murmuro, en respuesta a su comentario, tocando el agua con el pie.

Está fría. Por supuesto. No podía ser de otro modo.

-Mithos... -murmuro para mí, inspirando hondo un instante, cerrando los ojos, concentrándome.

Salto de cabeza. Es la mejor forma. En la mitad del salto te arrepientes, pero ya no hay vuelta atrás. La mordedura del agua no es tan desagradable como esperaba, pero sigue siendo fría, y mi cuerpo quiere entumecerse un momento.
No voy demasiado lejos de la orilla, y salgo a flote enseguida. Lo apunto con los ojos, manteniendo la compostura. Esperaba algo peor, pero aún así...
Es un buen entrenamiento. En ciertos momentos de tu vida no tienes opción.

Le sonrió.

—Me fío, entonces.

El chrysos terminó de desvestirse, quedando en ropa interior, y tras colocar la ropa cerca de los zapatos, se giró, y contempló el lago, iluminándose un poco los ojos. Ya era bastante tarde; esperaba que el agua no estuviese muy fría, o tardaría horas en terminar de entrar.

Lyam se pasó una mano por la nuca, tomó aire, exhaló, tomó aire, exhaló, y tras un instante en el que solo observó, con una mezcla de envidia y fascinación, cómo la chrysos entraba de cabeza al agua, se acercó al lago. Tocó con los pies el agua, notándola fría, por supuesto, y suspiró. Luego volvió a observar el horizonte, y lentamente comenzó a adentrarse en el agua.
Mithos...

Me muevo de un lado a otro, procurando entrar en calor de esa forma. El cambio de temperatura ha sido el suficiente como para que sienta la piel de gallina, pero poco a poco va mejorando, a medida que me acostumbro.

-¿Qué tal? -inquiero, con una sonrisa entretenida, mirando a Lyam en la oscuridad, que parece tener más problemas al respecto que yo.

Me hundo un momento, buceando, y doy algunos largos, siguiendo la dirección de la orilla, pero en una zona lo suficientemente profunda, alejándome de su zona. Luengo, tras tomar aire, vuelvo. Está bastante mejor ahora.
No he traído el amuleto hoy, pero así es mejor. No siempre puedo contar con ello.

Realmente, tengo pavor a tener que luchar en el agua alguna vez. Me siento sumamente frágil.

El chrysos observaba el agua mientras avanzaba, deteniéndose de vez en cuando, sin poder evitar estremecerse. Hacía mucho que no nadaba; desde que había llegado a Brontë, a pesar de haber estado innumerables veces tanto en el río como en el lago, no se había atrevido a sumergirse, en parte porque no le gustaba, y en parte, aunque esto no lo admitiría, porque le daba vergüenza que alguien pudiese verlo chapotear. Era consciente que, visto desde fuera, quedaba un tanto ridículo; sus antiguos compañeros se habían asegurado de que lo supiese. Suspiró. Por suerte, Alehyss no parecía con intención de reírse, ni burlarse, ni salpicarle, ni tirar de él, ni nada por el estilo.

—Fría... —respondió. Torció una sonrisa—. Pero llegaré, llegaré.

Y realmente, no le faltaba demasiado. Tras unos minutos, el chrysos llegó a la altura de la muchacha. Le sonrió.

Mientras espero, doy alguna vuelta, para no enfriar. Es muy fácil, a estas horas. Cuando me alcanza, simplemente me detengo un momento, manteniéndome a flote con las piernas, mirándolo. La verdad es que no derrocha estilo, por decirlo de alguna forma.

-Tienes que relajar el cuerpo -explico-. Los músculos agarrotados se hunden, pero si estás relajado tenderás a flotar. De hecho, llegado un punto es hasta difícil hundirse.

A no ser que seas parvus. Por lo que sé, tienen una dificultad especial para mantenerse en la superficie, por lo que, supongo, necesitarán más fuerza para hacerlo. Pero no creo que llegue a ser exagerado.
No conozco a muchos. No lo tengo claro.

El chrysos volvió a reírse.

—Soy capaz de no hundirme, más o menos. —La miró—. Lo que no sé es... —Frunció el ceño—. Nadar, realmente. Quiero decir, no me hundo, y avanzo, pero avanzo muy despacio, y seguro que ni tan siquiera muevo bien los brazos ni las piernas.

Negó con la cabeza, sonriendo. Ni tan siquiera sabía explicarlo. Mientras nadaba, daba la sensación, visto desde fuera, que en algún punto sería capaz de hundirse, pero él sabía que no, que no se iba a hundir. No obstante, ser capaz de mantenerse a flote no era algo de lo que estar orgulloso; si por algún motivo tenía que enfrentarse a alguien en el agua, no hundirse no le serviría de nada, y perdería, estaba seguro. El chrysos no lo admitiría, pero le daba un poco de miedo que algo así pudiese suceder. No sabía qué haría entonces.

Lyam miró a Alehyss.

—Pero también me cuesta estar relajado, porque creo que si me relajo igual me hundo, y no quiero hundirme, vaya. —Se llevó ambas manos al rostro, cubriéndose un instante. Antes de apartarlas, murmuró algo parecido a "mithos", y luego, ya con la cara descubierta, sonrió.

Su último comentario me hace enarcar las cejas con sencillez. No me encojo de hombros porque la situación no me facilita el hacerlo, y con la oscuridad dudo que se percibiese el movimiento.

-¿Qué más da que te hundas ahora mismo? Siempre puedes volver a salir a flote y el suelo no está demasiado lejos. Harías pie sin problema. Y, de todos modos, estoy aquí. Es un buen momento para intentar relajarse.

La capacidad natatoria depende mucho de la confianza, ademas de, en sí, la propia habilidad y la práctica. Pero si llegado a cierto punto resulta difícil aprender a hacer ciertas cosas, tiende a ser por miedo. Los niños no temen y prueban todas las opciones que se les pasan por la cabeza, pero los adultos sí, y por eso se cohíben ante tantas experiencias.

Lyam miraba a Alehyss con cierta desconfianza, no por ella, sino por lo que decía: sí, sabía que estaba ahí, y que apenas un par de pasos más atrás hacía pie, y que sería complicado que lograse ahogarse, pero. Pero. Siempre había un pero. ¿Y si se relajaba más adelante y se hundía y Alehyss estaba lejos y no lo veía y entonces él no era capaz de salir a flote? Solo de pensarlo, se le quitaban todas las ganas de estar en el agua.

Sin embargo, no quería hacer el ridículo, ni comportarse como un crío al que le asustaba algún tipo de monstruo, así que asintió. Miró a Alehyss.

—Vale. Me relajo. —Le sonrió—. ¿Y luego...?

Lo miro, tranquila. Parece fácil, pero supongo que es la impresión, simplemente. Todo puede resultar difícil para alguien.

-Los movimientos tienes que ser naturales y fluidos. Los dedos juntos ayudan a despejar más agua. No sé, no he enseñado a nadar a nadie... -. Pienso un instante-. ¿Sabes hacer el muerto? Si llenas los pulmones o el estómago de aire y te relajas es fácil flotar sobre tu espalda.

Y desde esa posición, es solo moverse. Y lo mismo boca abajo. Tiene más ciencia, claro, pero para empezar quizás sea una buena forma de que lo entienda.

Asintió. Movimientos fluidos, naturales, dedos juntos. Todo parecía bastante fácil en teoría, pero el chrysos ya sabía que en la práctica no era así, o al menos, no era así para él.

—Sé hacer el muerto. Creo. —La miró. Alzó las cejas—. Puedo probar, de todas formas. Es ponerse de espaldas en el agua, ¿verdad?

Aquello sabía hacerlo, más o menos. Al final siempre acababa llegándole el agua a la cara, y entonces le entraba en la nariz y en la boca, y se ponía muy nervioso, y empezaba a chapotear, y terminaba por ponerse en pie y no repetir en todo el día.

Tras mirar un segundo a Alehyss, Lyam echó el cuerpo hacia atrás y se tumbó en el agua. No llegó, no obstante, a moverse, y en su lugar observó el cielo, sin estar seguro de lo que debía hacer ahora.

Se coloca y asiento, para mí, puesto que él no me mira y no puede verme.

-Mantén el aire. El aire es más ligero que el agua, entonces te ayuda a flotar. Tienes que expulsarlo lentamente y tomar más enseguida, sin tensarte, para evitar hundirte. Si estás relajado, podrías pasar horas así.

Me muevo un momento. Estoy volviendo a enfriar.

-Ahora, si acompañas a esa posición con los pies, moviendo las piernas arriba y abajo, procurando que el tobillo rote y el pie desplace agua, empezarás a moverte. Tienes que mantenerte flotando igual. Puedes mover los brazos, si quieres, o dejarlo estar.

Imito la posición, moviéndome un rato, con calma, sobre el agua. Es sencillo. Relajante, incluso.

El chrysos escuchó las palabras de Alehyss con atención, con la mirada fija en el cielo, porque de pronto le daba un poco de pavor mover la cabeza para tratar de buscar a la muchacha, pero esperaba que no se notase. Al menos, pensaba, no se estaba hundiendo, ni estaba muy exageradamente nervioso, aunque tampoco estaba relajado del todo.

—Entiendo. —Sonrió—. Vale. —En su voz se apreciaba que no estaba completamente tranquilo, pero no sonaba demasiado nervioso—. Vale.

Lentamente, empezó a mover los pies, tratando de seguir las exactas instrucciones que Alehyss le había dado; al hacerlo, como es natural, comenzó a moverse, aunque despacio. Y mientras se movía, seguía observando el cielo, y no se hundía.
Todavía no, al menos.

Nado a su lado por un rato, corrigiendo cuando es necesario, recordándole que se relaje de vez en cuando, cuando sus músculos empiezan a ponerse rígidos de nuevo. Tampoco soy una experta nadadora. Ni la mejor profesora que existe. Pero supongo que bastará para esto. No creo que tenga unas expectativas de piscis.

Tras un rato, el frío comienza a ser evidente.

-Quizás habría que dejarlo -comento, deteniéndome, manteniéndome a flote con brazos y piernas, con suavidad-. No es la mejor hora para practicar este tipo de ejercicios. Y no hemos traído toalla.

Cosa que ahora parece importante. No mucho, pero sí tiene su importancia. Supongo que de camino nos secaremos bastante, aunque con la piel mojada y el viento de la noche podría decir que un constipado es posible. Supongo que un baño caliente al llegar es la mejor opción.