Lago

Noto una especie de agobio extraño crecer. Es como una ansiedad rara. Un tipo de mareo. Es...

La miro y asiento. La sonrisa se me ha congelado. Noto cómo el pelo salpica un poco cuando lo revuelve, y la mano fría y mojada contra la mejilla. Si la preocupo hoy le estaré amargando el día, pero de repente me he quedado como sin energía. Es como haberme difuminado.

Termino por aceptar su propuesta y dejo que me ayude. Aunque levantarme no se hace tan difícil como esperaba al final. Pero esa pesadez mareante perdura.

-Venimos otro día a nadar -le aseguro, mientras trato de recoger las cosas para llevarlas.

El agobio crece, aunque intento que no se note. Sonrío, pero noto que el calor aflora por los poros, abrasándome.
Estas cosas son psicológicas, luego. Debo calmarme.
Tengo ganas de pedir perdón. Logro evitarlo.

Es evidente que se mueve con más entereza, que está más segura, que es más independiente. Que es la mayor y que soy el pequeño, como dijo antes. Dijo algo así, ¿no?
Hay algo incómodo en eso.
O en el estómago revuelto. Será pro el frío.

*se van*

Cada vez los días se hacían las largos, y el sol brillaba con más fuerza, pero Ben no iba a esconderse por ello. Estaba más que acostumbrada al sol de Fulmen, y sabía que una gorra bien calada era más que suficiente para protegerse los ojos. Y así iba, aprovechando la amplitud de la gorra que había conseguido en Ignis para hacer vida normal.

El lago estaba un poco lejos, pero el tiempo era bueno y el agua agradable. Y por si no era suficiente, al llegar de encontró con que no era la única a la que le habia parecido buena idea acercarse por allí. Sonrió a Adain, tan animada como le era habitual.

-¿Qué hay, colega? ¿Cómo va la vida? Ya hacía tiempo, eh...

No se molestó en preguntar si podía acomodarse, sino que se sentó, se quitó los zapatos (zapatos, quién lo hubiera dicho no hacía tanto), y se puso a chapotear junto a él, dejando abrirse las membranas en contacto con el agua.

Ben no tarda mucho en apoyar las manos en las rocas, tras de sí, acomodándose sin perder ni un momento la sonrisa. Con los pies, remueve suavemente el agua, sin salpicar apenas.

-Pues por aquí andamos, siempre a disposición de quien lo requiera -respondió, evidentemente orgullosa de poder decir algo así-. Estoy deseando que me manden por ahí otra vez. Parece que la próxima vez será a Lumen, pero aún no me han dicho gran cosa. ¿Qué has estado haciendo tú desde la revolución popular?

Parecía teñirse de nostalgia solo con mencionarlo. Los buenos tiempos...

Ben se frotó la nariz con la palma de la mano, apenas un instante. Tal y como él lo decía, la hacía sentir importante, cuando ella se sentía nada más que una piececita en todo aquel engranaje enorme que era Brontë. Claro que su papel de piececita la tenía más que satisfecha.

-Ya te lo contaré a la vuelta -propuso, entretenida-. Por ahora está aún en preparación, pero tengo ganas. Yo tampoco he estado allí nunca. Parece que empiezo a moverme un poco, que no está nada mal...

Asintió al saber que él no había hecho mucho más. Estar en Brontë era maravilloso, desde luego, y prepararse allí era tan importante como viajar fuera para cumplir. A ella también le gustaba aquello, aunque a veces sentía que si no trabajaba más que en su entrenamiento personal, alguien podría pensar que estaba haciendo el vago. De todas formas, después de haber hablado con la dueña de todo aquello, la sensación se había disipado mínimamente.

-Ah, sí, desde luego -coincidió-. Aunque no se puede decir que Brontë haya estado muy tranquilo últimamente. No te vi cuando atacaron, ¿llegaste a ver a aquellos monos gigantes? Fue una pasada, la verdad, aunque no puede decirse que consiguieran acercarse mucho. Supongo que es señal de que todo va bien aquí.

Ben asintió, entusiasta.

-Oh, sí, ya lo creo que fui -confirmó, con una enorme sonrisa-. Fue bastante... particular. Al principio era todo muy caótico, con mucho jaleo y nadie que supiese qué pasaba. Yo me metí entre los árboles y fui de rama en rama, hecha sombra, para pasar desapercibida. Después me encontré a Fif y a algunos otros guerreros y ya todo me quedó bastante claro. Los frenamos un rato en lo que los líderes ultimaban detalles, y luego fueron ellos quienes detuvieron a las magas que los controlaban. Porque había dos, dicen. Yo solo vi a una, no te voy a engañar. Menuda potencia mágica, la tía. Una pasada.

Desde luego, había sido una experiencia fantástica, pero entre tanto poder se había sentido bastante insignificante. Aunque no era un detalle que molestara a Ben habitualmente. Le era más bien indiferente, en realidad.

Ben asintió, y no tardó en ladear la cabeza, sorprendida.

-¿Ah, sí? A mí me parece útil -declaró, cavilando en que su relación con la magia no era en absoluto negativa-. ¿Es más serio que una misión? Bueno, supongo que si pensamos en la defensa, podría decirse que sí. Aunque las misiones me gustan también mucho.

Sonrió, divertida. Acabó por asentir, en absoluto afectada en el mal sentido por lo que él había dicho.

-Todos debemos estar preparados por si se da el caso -coincidió, con aire despreocupado. Se levantó-. Cuenta conmigo para lo de entrenar, si te apetece -ofreció, al tiempo que cojeaba intentando meter los pies en los zapatos-. Creo que voy a ver si me muevo un poco. Ya hablamos, ¿eh? Y cuéntame si vas tú a algún sitio, que siempre interesa.

Tras despedirse, echó a correr hacia los árboles, ya pensando en trepar y dar saltos por ahí. El bosque daba mucho juego para aquellas cosas.

*Se va*

El buen tiempo y el lago. El lago y el buen tiempo. Probablemente, lo más bonito de Brontë. Se me ponía el alma grande, se me escapaba la sonrisa. El invierno estaba bien, pero el mejor invierno era el invierno corto. Y aquel no había cumplido, así que la llegada de la primavera era una auténtica delicia.

Di unas cuantas brazadas, boca arriba, mirando al cielo, desplazándome despacio, relajada. Como siempre, se me habían arrugado ya los dedos de tanta agua, pero nunca era suficiente. Probablemente podría vivir allí. Salvo por lo de respirar, pero seguro que había alguna forma de arreglarlo. A lo mejor debería investigar, a ver.

*Se queda haciendo chof chof*

La voz que me llamó la atención no era una de las que oía con más frecuencia en los últimos tiempos. Alcé las cejas con sorpresa al ver a Heylel, del que no sabía nada desde hacía... ¿Desde la última incursión a Ignis? Saludé con la mano y me impulsé para acercarme. Al acortar distancias, me di cuenta de que no tenía muy buen aspecto. ¿Estaría enfermo?

-Vaya, ¿aún sigues por aquí? Hace tanto que no te veo que creí que habías vuelto con Gabrielle -comenté de buen humor cuando ya estuve cerca, recogiéndome y escurriéndome un poco el pelo por encima de un hombro-. ¿O estás solo de visita? ¿Qué tal va todo? Supongo que Masslow estará enorme.

No había visto mucho al chiquillo desde que las cosas se habían complicado en torno a él, pero no podía decir que no lo echara del todo en falta. No era una presencia habitual en mi vida, pero era un niño muy mono y siempre me había hecho mucha gracia. La verdad era que todo en torno a Heylel, desde Alehyss hasta Masslow era una especie de niebla incomprensible para mí. Probablemente, él siempre me había tomado como una cría, porque aunque no podía decir que nos lleváramos mal, notaba una especie de distancia difícil de franquear entre los dos. Era algo que me pasaba con algunos de los guerreros de más edad, y especialmente con los que más tiempo llevaban. Había llegado a acostumbrarme a ello.

Quizás sus palabras explicasen, al menos en parte, su aspecto desmejorado. Un ataque en casa no sonaba bien en absoluto, desde luego. Empezaba a enervarme aquello que tendría Masslow que lo hacía tan preciado. Bien fácilmente nos lo habían vendido en su momento, la verdad. Incluso nos habían dado la posibilidad de matarlo. Aún recordaba la hoz de Alehyss contra su delgado cuello de niño. Probablemente, si Alehyss hubiera apretado el filo un poco más contra su carne, las cosas se habrían desarrollado de forma muy diferente.

-¿Está bien Gabrielle? -pregunté, sintiéndome algo mal por ellos-. Bueno, supongo que Masslow estará aquí más seguro.

No tardó en responder. Desde luego, no se podía alejar uno de la gente, porque las cosas pasaban demasiado rápido. Alcé las cejas una vez más, sorprendida por tantas novedades, y tratando de asimilar lo que me decía. Decidí dejar el asunto de Masslow a un lado, ya que parecía algo complicado y, probablemente, aunque él me lo contara no convenía insistir mucho en ello.

-Caray, enhorabuena. ¿Cómo se llama? ¿Y cómo es que no vienen también aquí Gabrielle y la niña? Aquí estarían bien vigiladas, y así podríais estar juntos. No quiero darte yo un sermón, pero sé un par de cosas de padres que no ven crecer a sus hijos, y en mi experiencia las cosas no son fáciles después de eso... -Sonreí, tratando de quitar peso al asunto-. Bueno, y reconozco que me encantaría verla. Una niñita rodeada de plumas, tiene que ser preciosa. Nunca he visto un bebé aether, pero solo puedo imaginarme algo adorable.

Tal y como decía, no pretendía estresarlo (ya bastante mal aspecto tenía), pero no podía evitar pensar en aquella constante en mi vida de niños enviados lejos de sus padres. No le deseaba aquello a ningún niño. Aunque esta, al menos, seguía con su madre. Solo podía esperar que no fuera como la mía.

Me froté un momento la nariz cuando hizo referencia a la marca, encogiéndome de hombros. Era evidente que no se acordaba. Probablemente estaba entonces demasiado nervioso por su propia situación como para pensar en la de nadie más. Y, por lo visto, tenía motivos.

-Un regalito de Ignis. Nada que tenga importancia. A ver si así alguno empieza a pensar que puedo ser fiera. Me he estado moviendo en misiones de combate. Esto ha estado bastante movidito últimamente, y parece que la cosa no ha terminado todavía. Pero en fin, para eso estoy aquí, digo yo -respondí, animada-. Oye, no quiero meterme donde no me llaman, pero ¿te encuentras bien? Supongo que tanta actividad te ha dejado hecho polvo. ¿No has pasado por la enfermería, a ver si te pueden poner un poco de color en las mejillas?

Trataba de decirlo en tono de broma, pero la verdad era que no tenía mucha base para bromear. Me daban ganas de aplicarle yo misma algún hechizo, pero mis nociones médicas se limitaban a heridas de combate, y este no parecía el caso. Salvo que ahora me dijera que se le estaban desangrando las tripas, pero no veía yo mucha sangre.

Lo escuché en silencio, asintiendo de vez en cuando, dejándolo desahogarse un poco. Además de su aspecto, parecía también tener demasiadas cosas en la cabeza. Aunque quizá no era la más indicada para hablar. No hacía tanto, yo estaba en las mismas. Quizás con el tiempo se le asentaría todo, como a mí, y pudiera lidiar mejor con ello.

-Es un nombre bonito. A ver si te dejan volver pronto. Nosotros nos quedaremos trabajando para que se estabilice todo -le aseguré, tratando de infundirle ánimos.

Su pregunta estuvo a punto de arrancarme una carcajada sarcástica, pero la ahogué a tiempo, limitándome a una sonrisa. Negué con la cabeza. ¿Casa? ¿Tenía yo alguna casa además de Brontë? La verdad era que Aqua me había perdido desde el mismo momento en que había salido del continente.

-Solo volví una vez, cuando se casó mi hermana -expliqué-. Después, con todos los maremotos y demás desastres que hubo por allí el año pasado, mi hermano Leen me pidió que me quedara un tiempo en Brontë -. Decidí obviar el detalle de Minta, ya que no tenía ganas de explicaciones y condolencias-. De todas formas, en ese sitio es difícil contentar a nadie. Hacen todos como yo, quien más quien menos, no creas. En cuanto creces un poco sales huyendo, y con motivos. Mis hermanos mayores están en Ciudad Nevada con mi padre, y los pequeños en el Glaciar con mis abuelos. Pero bueno, desde que Inwir se ha casado vive también en Fulmen, aunque un poco lejos de aquí, y Sock creo que se ha ido a vivir al Templo de Aqua, o algo así. Ah, bueno, y mis primos se han llevado a Arennette y a los mellizos a Ignis, que es donde viven ellos. Al final, mucha casa no es que haya, y total quedan cuatro mecñas mal contados -. Sonreí entonces, alzando las cejas-. Ah, pero a Ciudad Nevada voy a mandar visita. He estado hablando con mi hermano para que arregle las cosas, y Alehyss y Jun se van a ir allí. Quieren encargarle algo a mi padre, que hace armas. Hay que barrer para casa, ¿no?

Sonreí a su comentario. Personalmente, consideraba que me daba un aspecto de todo menos positivo, pero había acabado por acostumbrarme a ello. Había heridas peores, probablemente. Aunque que fuera tan visible no me hacía mucha gracia, precisamente.

Resoplé.

-Bueno, sí se habla, pero es que encima ahora tenemos otros amiguitos por tierras más frías. Son los que intentaron atacar el palacio la última vez, aunque de forma bastante absurda. Después de haberme enfrentado a ellos, los imaginaba algo menos incompetentes... -comenté, con tono distendido-. No sé si estarán relacionados con todo el jaleo de Ignis, la verdad, aunque si lo están, sería más fácil centrarse. De todas formas, no he oído que los líderes mencionen nada al respecto. Sean quienes sean, podremos con ellos.

Con su cara de fantasma, mejor no decirle que las cosas en Aqua no habían ido tan bien. A aquellas alturas, tampoco podía decirse ya que hubieran ido exactamente mal... ¿no?

Sonreí cuando se explicó. Bueno, si era solo eso... Aunque parecía algo más, la verdad.

-Bueno, cuídate. Seguro que lo que te hace falta es un poco de cariño de tus señoritas aladas. Tú ten un poco de paciencia, ya verás que antes de que te des cuenta estás de vuelta con ellas. Y de andarte aguantando nada, que la enfermería está para todos y tiene personal de sobra. Y ahora, encima, que nos dan de vez en cuando alguna lección de curación, más todavía.

No podía decir que no a un ofrecimiento así. Incluso si ya había rechazado otras veces subir a Ventus, incluso si me negaba a ello. Sonreí y asentí, animada. Él no tenía por qué quedarse con una mala impresión, después de todo.

-¡Claro! Me encantaría. Así podría conocer a esa muñequita tuya. Quizás cuando todo esté un poco más tranquilo, como dices. Por ahora estará guardando tiempo para papá, no para una guerrera brutota. Pero ya tendrá ocasión para todo -respondí, manteniendo el ambiente entusiasta.

Me encogí de hombros, divertida.

-Loksass se lo ha tomado muy en serio -expliqué-. A ver si quedan todos contentos, que es lo que falta.

Se me hacía un poco rara su actitud. No sabía en qué momento exactamente había empezado a comportarse así, pero al menos ya se había desentendido totalmente. En un ejército esperaba lo que nosotros obteníamos, y era evidente que Heylel no estaba hecho para ello. Decidí no insistir más en el tema, ya que era evidente que le resultaba un auténtico agobio.

-Yo solo intento ayudar. Estoy segura de que como te descuides, será Gabrielle la que te dé el sermón, y seguro que el suyo es bastante más duro. Y Lli querrá encontrarse a un hombretón que la cuide, así que tendrás que hacerlo también por ella. Por no hablar de Masslow, claro... A ese sí que le tengo que echar yo el guante un día, que hace mucho que no jugamos. Tiene que estar enorme -. Aunque fuera medio parvus, como él decía.

Negué rápidamente, apresurándome a coger la mochila y las cosas.

-Ah, no, no, qué va, si estaba descansando -respondí, despreocupada-. Además, el baño abre el apetito. Te acompaño, venga. Con lo difícil que es dar contigo, me dejarás abusar de tu compañía un poco más, espero...

Tratando de mantenerle una charla animada, volví con él al palacio.

*Se van*

No era un día fabuloso de aquellos del desierto, desde luego, pero sí era un buen día para pasar en los exteriores, de modo que tras pasar por los establos me dirigía al lago. Telma, algo perezosa al principio, terminó por atreverse a entrar en el agua al cabo de un rato. Yo, por mi parte, me deshice de la camisa, que colgué de un árbol, y comencé con un entrenamiento suave, mezclando momentos de carrera con diferentes obstáculos, como saltar raíces y rocas. En medio del circuito tenía varios objetivos que tenía que ir siguiendo, además, y pronto me encontraba haciendo flexiones o abdominales cada ciertos metros. No obstante, la actividad no duró más de media hora, tras la que tomé un árbol como enemigo y comencé a probar puñetazos, placajes y alguna patada.

No era un entrenamiento especialmente serio, era más como un juego, un calentamiento largo. Quería liberar algo de tensión, pero no me apetecía quedarme en la sala de entrenamiento pegándome con nadie. Era solo deporte relajado.

No era verano, pero sentir el sol en las escamas resultaba de lo más agradable.

*se queda*

Nada más verlo, una ceja se me alza sola, sin poder evitarlo. Bueno, tiene sentido, dijo que quería entrenar, y con este buen tiempo... De todas formas, no deja de ser curioso, teniendo en cuenta que, buscando a Vilo, lo he encontrado a él. Sonrío, entretenida. Está ocupado. Muy ocupado. Como se descuide un momento, ese árbol lo tumbará de un golpe. Que se quede con sus juegos, que se astille las manos. Yo voy a ver a Telma, que seguro que tiene un momento para mí.

Tratando de ser sigilosa, salgo de entre los árboles por detrás de él, manteniéndome fuera de su vista, y me quito algo de ropa con idea de meterme en el agua. Consigo incluso soportar el frío del agua sin quejas. Sin embargo, y pese a mi cuidado, es Telma quien me delata con un mugido. Le dedico una mirada indignada desde la orilla, aún sin entrar del todo, y me siento donde estoy con un suspiro exasperado, ignorando el agua fría.

-Vale, Telma, eres una compañera de juegos de lo más hábil -mascullo, aún de espaldas a Rick, sin volverme para mirarlo en ningún momento. Le hago un gesto a la bismonte para que se acerque, aunque supongo que no se dignará a ello y tendré que meterme más en el agua si quiero llegar a ella.

Terminé enlazando golpes de forma cada vez más rápida. No siempre tenía la necesidad de usar los puños en una misión, pero, desde luego, era mejor idea que cortar a alguien en dos si no se trataba de un malvado demonio. La cosa era ajusticiar, no asesinar, así que estaban bien.

Me encontraba concentrado en una finta especialmente intensa cuando Telma me desconcentró. Fruncí el ceño, dejando ir un resoplido incómodo.

-¡Ya te vale, Tel! Era el golpe fin...-. Alcé las cejas entonces al dar con una espalda que no estaba allí y de pronto sí. Y unas piernas que...-. Vaya... Creo que acaba de alegrárseme la mañana -comenté, bajando los ojos por su espalda aprovechando que no miraba hasta detenerme. No tardé en ascender de nuevo y acercarme un poco-. ¿Cuándo has llegado?

Esperaba no oler mucho a sudor. Demonios...

Cuando me vuelvo hacia él lo hago con un gesto repentino y los ojos bien abiertos, con las cejas algo alzadas, como si estuviera tremendamente sorprendida de encontrarlo allí. Ladeo ligeramente la cabeza, escrutándolo.

-Vaya, no te había visto... -comento, entretenida-. Te he interrumpido, ¿verdad? No, no te preocupes, sigue entrenando, yo solo estaba de paso. No pretendía molestar a un guerrero ocupado. Quizás debería buscarme yo también una ocupación.

Miro de reojo a Telma, que, por supuesto, no se ha acercado ni un palmo. Pero será gorda... Acabo por incorporarme y me estiro. Bueno, ya he mojado los pies, no creo que pase nada por meterme del todo.

Reuniendo tanto valor como puedo, echo a correr hacia las rocas, subo por ellas y me lanzo al agua, cerrando con fuerza los ojos al sentir el frío mordiéndome la piel. Ni sol ni... ¿Y yo por qué no estoy usando mi amuleto, exactamente?

Vuelvo a la superficie y tomo aire, antes de empezar a nadar hacia Telma.