Lago

Johan deja ir un resoplido divertido y niega un par de veces, apoyando las palmas en la rama, a ambos lados de su cuerpo. Da suaves patadas al aire, moviendo las piernas adelante y atrás, sin un motivo concreto. Las detiene de golpe.

-Por lo que dicen, en Brontë abundan de esos -comenta divertido. No es que vaya haciendo preguntas, pero se habla de alguna traición que otra, y escuchó algo de un apuñalamiento, también...-. Tranquila. No hago ese tipo de cosas-. Levanta las manos, enseñando las palmas. Ni un arma oculta. Y tampoco en su ropa-. Soy un tipo íntegro. Mi maestro me mataría si me viese cara de haber pensado algo como eso.

¿Por qué iba él a traicionar a nadie? Las mentiras son divertidas, pero nunca buscan causar más mal que la risa o un poco de caos. Él no haría daño a cualquiera porque sí. No está en su estilo.

De un ágil movimiento apoya las manos en la rama y se impulsa un poco, y de pronto en vez de sentado está en cuclillas sobre ella. Alza las cejas a lo que ella dice, primero sorprendiendo, abriendo algo la boca, dibujando una "o", luego sonríe; después, ríe suavemente.
Guapo. No está mal No es algo que le hayan dicho mucho. ¿Quizás tiene curiosidad porque él es azul? Puede ser eso, no lo descarta.

-Tú no estás mal tampoco-. Corresponde risueño al cumplido-. La pregunta es...-. Salta de la rama con tranquilidad, con las manos en los bolsillos, y al llegar al suelo se rasca el gemelo derecho con el pie contrario-. ¿Quieres que me esfuerce?-. La mira con curiosidad, expectante, de alguna forma-. No soy importante, a fin de cuentas.

La mira con curiosidad, esperando su veredicto. Y su veredicto resulta ser... Bueno, resulta no serlo.
Johan se encoge de hombros.

-Lo que quise decir es lo que dije -le explica-. Que no soy importante. No tengo ningún motivo para traicionar o herir a nadie. Y menos a ti, que no me has hecho nada. Si soy de fiar, puedes decidirlo sola. Lo que yo diga poco importa, ¿no? Si digo que soy de fiar puede ser que lo sea, o que esté mintiendo. Decídelo tú. Uno no se define con palabras.

Qué profundo, piensa. No suele decir tantas verdades. Pero esa sirve porque es una verdad universal. Aunque a veces también mienta en esas, no suele obcecarse con que el cielo es blanco o con que los bismontes vuelan.

Mientras le habla no deja de mirarla, como si quisiese entrar en su mente de tanto hacerlo, aunque su gesto siempre es el mismo: una tranquila sonrisa imperturbable.
Se acerca un poco a la orilla, a ella, con las manos en los bolsillos. Lo llama "Drogo", y recuerda que le dio a Cierzo el nombre de "Drago", pero no la corrige. El nombre es irrelevante. Siempre lo ha sido.

Ha llamado su atención.

-¿Eso me hace importante? -inquiere, pausado, sosteniéndole la mirada.

Vaya un momento intenso, piensa. No es algo que le pase a menudo.

Johan sonríe cuando ella toma su determinación. No es que considere que es la persona más de fiar del mundo, ni siquiera de Brontë, pero agradece el voto de confianza. No va a apuñalarla. No por la espalda, al menos. Si ella le salta al cuello con una espada se planteará el defenderse, pero duda que pase.
Aunque cosas más raras se han visto.

Inclina un poco la cabeza hacia ella, como muestra de gratitud. Y entonces ella le pregunta qué es ser importante. Se lo piensa un poco, tranquilo, calmado.

-Hay gente en la que todos se fijan -explica-. Hay otros que llaman menos la atención. Y hay otros que son irrelevantes-. Hace una breve pausa-. Con importante me refiero a que la gente pocas veces se fija en mí-. Se encoge de hombros-. Pensarán que no tengo mucho que decir-. O quizás es que no dice muchas cosas sobre sí mismo-. Y tú pareces alguien en quien todos se fijan-. Solo destaca lo evidente, visto su aspecto y actitud-. La gente como tu no suele fijarse en la gente que pasa desapercibida.

No funciona exactamente así, pero Johan no tiene ganas de dar una explicación más profunda. Eso bastará para responderle, supone, o espera.
Empieza a querer fumar. Bueno, desde hace un rato.

Su pregunta hace que Johan baje la vista hacia los pechos de la mujer un momento. No se corta demasiado, aunque tampoco hace ningún gesto especial que muestre descaro más que la mirada en sí misma. Incluso se pone algo serio. Pero cuando vuelve a alzar la vista hacia sus ojos sonríe de nuevo.

-¿Los hombres o las mujeres? -pregunta, con una sonrisa entretenida. Aunque imagina que los dos mirarán lo mismo, será por motivos diferentes.

La mira con curiosidad. No sabría decir cómo tomársela, porque, al igual que él, podría tener un discurso diferente cada vez. ¿Y si miente? Hay gente que solo quiere reírse de otros.
Incluso entonces, eso es algo que a Johan no le importa.

Acentúa la sonrisa y da una pequeña patada al agua, en dirección contraria a ella, sin salpicarla. De modo que "lo importante no se ve". Johan piensa que entonces ni el rojo ni el verde son importantes, porque él no los ve. Quizás, se le ocurre como chiste, por eso él es azul.

Le dará una oportunidad, decide.Ya que se empeña, le ofrecerá que demuestre que lo que dice es cierto. Sin motivo, y solo por capricho. Y si consigue que la respuesta le llame la atención quizás él obre también con buena fe. Ya verá qué hace.

-Muéstrame algo que no se ve -le pide, sonriendo de lado.

El tabaco le pesa en el bolsillo. Roza la caja con los dedos.

Johan llega a reír, pero escasamente. La risa no es algo que abunde en él, tampoco. Es más bien de expresarse comedidamente.

-¿Y crees que yo miro más de lo que se ve? -pregunta, divertido-. En varias ocasiones he sido tratado de descarado, todas ellas ciertas -le dice, tranquilo.

Lo que más complace a Johan es ver esa expresión de extrañeza que llega a ver en los ojos de la chica. Ha provocado una reacción, piensa, y eso es sincero, salvo que sea una actriz excepcional. En ambos casos, Johan no valora demasiado la sinceridad. A veces es más interesante una mentira curiosa que una verdad insípida.

-Quizás malinterpretas al escuchar con oídos limpios -entona, con tono burlón, pero pronto vuelve a ese tono monocorde suyo, tan tranquilo, como si fuese cómplice en una broma y se le diese mal disimular, pero lo intentase.

El invento que ella le muestra es curioso. Alza las cejas y lo toma sin pudor, abriéndolo y observándolo, dándole vueltas en las manos. Ya ve quién sí apuñala por la espalda, pero no lo dice.
Una vez lo ha visto, se lo de vuelve.

-Cosas más raras se han visto. Aceptaré esta nueva realidad -le dice, asintiendo-. Es más interesante que lo que se ve -añade, pero en parte es mentira. Nunca se ha quejado de lo que se ve. Johan saca la cajetilla del bolsillo y la abre, llevándose un cigarro a la boca. La mira de reojo, ladeando un poco la cabeza-. ¿Tienes fuego? -inquiere, divertido. Luego añade-: Yo no puedo ver el color rojo. Lo veo amarillo -le dice. Una verdad incompleta-. Ese es mi secreto-. Uno de tantos. Y no es ningún secreto-. Un accidente de cuando era niño...-. Se encoge de hombros-. Era bonito-. Y la mira-. ¿Tus ojos son verdes? -le pregunta.

Al final el asunto queda zanjado sin pena ni gloria. Johan se alegra de que no haya acabado mal, y no se lamenta de la situación. Rota un poco los hombros, adelante y atrás, estirando la espalda. Cuando ella responde por el fuego, sonríe: lo esperaba, y es una respuesta que le agrada. Acerca la cara al flagrare sin miedo, encendiendo el cigarro y dando una calada honda. Echa el humo en la dirección contraria a ella.

-¿Tu fumas? -le pregunta-. Puedo darte uno. Soy solo fumador ocasional, por lo que los otros casi me sobran -comenta.

Pero el alivio que siente en ese momento es inimaginable para un fumador ocasional.

-Imaginaba que serías pelirroja -le explica-. El rojo es un amarillo como un poco manchado -comenta. Cundo lo salpica se asegura de que el cigarro no se moje, pero sonríe y asiente. Exacto. Ya que ha dicho la verdad, no mentirá. Aunque no le dice que también ve sus ojos amarillos-. Me sirve -responde, tranquilo-. Recuerdo los colores de cuando era niño, antes del accidente. El naranja era cálido como el fuego-. O eso le han dicho-. Aunque el rojo más, claro.

Nunca ha visto esos colores. Es, quizás una de las pocas cosas que le apenan. No le incomodan las mentiras, pero sí desprecia un poco que sus propios ojos le mientan.

Alza la vista al cielo, con el cigarro en la boca, pensativo Es algo tarde. Tendría que ir a buscar a Rina, que no ha aparecido desde que llegó al lago. Y también está Dardo, que puede estar en cualquier parte. Esperándolo..

-He de irme -dice de pronto, decidiéndolo. No le desagrada la conversación, pero tiene que encargarse de más cosas-. Volveremos a vernos pronto, seguro. Aprovecha y habla con los árboles ahora, si quieres -comenta, con una sonrisa de lado, relajada.

No nos encontramos a mucha gente por el camino. A fin de cuentas, el mal tiempo no animaba a casi nadie a salir. Teníamos varias opciones, pero no me molesté en preguntar las preferencias de Follow ni en plantearme las mías. Cuando se trataba de nadar, los pasos solían guiarme directamente hacia el lago, sin que yo los pusiera en duda.

Nos lo encontramos gris y tranquilo, solamente acosado por las gotas de lluvia. Para cuando llegamos allí, la lluvia ya se había encargado de aclimatarme, y al agua no me gustaba oponerle resistencia. Sonreí, a Follow, contenta con su idea, y comencé a deshacerme de la ropa, que dejé junto a unas rocas sin mucho cuidado. Después, subí a ellas para lanzarme al agua. En mi salto, extendí las membranas, preparándome ya para bucear antes de llegar al agua.

La encontré, por supuesto, fría. Pero eso no era un problema. Comencé a bucear, atendiendo a las vibraciones para localizar a Follow en el agua.

Follow iba algo por detrás de mí, y sentí cómo rompía el agua al entrar en ella. Sonreí, sin volverme, y seguí nadando hacia abajo, sin demasiada velocidad. No tardó en alcanzarme, y empezó a dar vueltas a mi alrededor. Finalmente, se alejó, en dirección contraria a la orilla.

Cambié mi dirección en favor de la que él había tomado, y aceleré el ritmo para ponerme a su altura. Me mantuve, sin embargo, más baja. Me gustaba la sensación de la presión del agua, y me gustaba explorar el fondo, aunque ya me lo supiese de memoria. Nadé más rápido y di un par de vueltas mientras avanzaba, instándolo a bajar conmigo.

Cada vez la luz era más escasa, pero eso no era un problema en aquellas condiciones. Cerré los ojos, relajada, y continué guiándome por las vibraciones del agua, explorando el fondo del lago.

No necesitaba ver. Debajo del agua sentía que todo era mucho más claro que en la superficie, en todas direcciones. El agua me lo decía. Follow debía sentir algo parecido, porque se lo notaba cómodo y desenvuelto, incluso si en aquel entorno no podía escalar saltar. De pronto, me pregunté por dónde treparía cuando vivía con su tribu. ¿Vivían en un bosque? ¿En las montañas? No parecía una de esas tribus que hacían grandes construcciones, así que dudaba que trepase por los edificios. Si me acordaba cuando pudiese hablar, se lo preguntaría.

Por el momento, no tenía necesidad de aquello. Rocé el fondo lodoso con las puntas de los dedos, dejando un leve rastro de huellas a mi paso. Sentí, más allá, la presencia del islote, una formación enorme desde aquella perspectiva, en comparación con otras cosas que detectaba desde mi posición.

Ascendí un poco y giré de nuevo sobre mí misma para llamar su atención. Después eché a nadar hacia allí, sin dudarlo. Era una zona por la que no iba mucho cuando nadaba, pero sabía que en las rocas sumergidas había mucha variedad de pececillos y plantas, y muchos recovecos que explorar.

Follow no pareció oponer resistencia, sino que me siguió. Tal y como habíamos entrado en el agua, si nos acercábamos mucho al islote acabaríamos en la pequeña cala. Sin embargo, yo rodeé aquella zona sin llegar a la orilla, en busca del otro lado, que era más escarpado e interesante. Follow me seguía, y me detuve cuando estuve cerca de las rocas para que se pusiera a mi altura.

En el agua me sentía algo más osada que en tierra, y no me importaba curiosear por los recovecos. Los bichos acuáticos me gustaban más, quizás. No tardé en buscar cuevas y huecos que explorar. ¿Y si hubiese un túnel que atravesase el islote? Sería divertido, pero era poco probable que eso existiera. Por el momento, me limité a hacer salir a los peces de los huecos en los que se escondían, o a impulsarme desde las rocas para ganar velocidad al nadar, o a hacer cabriolas en el agua.

Hasta que consideré que era hora de subir a la superficie. Todavía me quedaba aire, pero sabía que si abusaba de mi capacidad, me costaría más mantener la respiración regular. Avisé a Follow con un gesto de que ascendía y subí a respirar.

La primera bocanada me resultó fría, pero no desagradable. Y en seguida respiraba con normalidad, renovando el aire de mis pulmones. Miré a Follow, que se me había unido en el ascenso, y le sonreí. Aún a aquellas alturas, me costaba acostumbrarme a aquel aspecto que Frikka le había ayudado a crear. Ni siquiera estaba segura de si me convencía o no su nueva imagen. Y, como solía ir cubierto, no tenía muchas oportunidades para cavilar al respecto.

-¿Alguna vez has luchado debajo del agua? -se me ocurrió preguntar, de golpe.

Yo solía entrenar en aquel entorno, pero, la verdad, nunca había llegado a serme útil. No había encontrado nunca una situación en la que lo necesitase, ni en la que pudiera comprobar si entrenaba de la manera correcta. Ni siquiera sabía si valía la pena preocuparse por ello, dadas mis experiencias.

Con un pequeño impulso, me puse boca arriba en el agua, con los ojos cerrados. La lluvia resultaba agradable sobre la piel y alrededor del cuerpo, en la superficie. Hacía un sonido muy relajante.

No sabía si era bosque, montaña u otra cosa, pero desde luego, vivía en un lugar con agua. Lo cual, en Aqua, tampoco era muy difícil. Ni en ningún sitio, en realidad. En todas partes la gente intentaba acercar sus viviendas a ríos o lagos o, como mínimo, a manantiales y pozos. Sin agua no vivía nadie, piscis o no.

-Últimamente lo hago menos -reconocí, mirando las nubes-. Antes entrenaba aquí muy a menudo. O en el río. No solo la forma de moverme, sino también los hechizos. Hubo un tiempo en que me costaba dirigir mis hechizos en el agua, pero ahora me resulta sencillo. ¿Luchas mejor en el agua o en tierra?

Lo de cazar, por otra parte, me lo anoté como idea. Aunque solía pasar mucho tiempo en el agua, rara vez perseguía a los peces hasta atraparlos. No era que pensase buscar monstruos marinos para enfrentarme a ellos, pero cazar en el agua podía sustituir, aunque fuera de manera pobre, un enfrentamiento.

Miré a Follow de reojo, pensativa.

Asentí, pensativa. Follow solía tener muy en cuenta el terreno por el que se movía y trataba de fundirse con él, o estar en armonía, o algo parecido. Y se sentía seguro con su manera de moverse, lo cual era casi tan importante como tener la habilidad de moverse en condiciones.

Tuve que pensármelo antes de responder. Al final, utilicé un benri para moverme un poco a la derecha, y luego lo miré. Sonreí, segura. Yo también confiaba en mis habilidades, aunque no fuera de la misma manera que él.

-Mi magia ya funciona igual de bien en los dos casos -expliqué, satisfecha-. Y sé que me desenvuelvo bien en tierra. Pero aunque entreno en el agua, nunca me he enfrentado a nadie en ella, así que no sé si mis entrenamientos sirven de algo. Prefiero estar preparada para cuando eso pase.

Me movía bien en el agua. Y sabía luchar. No tenía por qué hacerlo mal. Era solo que no me había visto en situación, y no sabía si me estaba olvidando de algo importante.