Lago

Un día como aquel era el tal para ir al lago a refrescarse. Aunque los había mejores, desde luego. Pero Fulmen me había enseñado a apreciar cualquier rayo de sol que pudiese salir.
Había buscado a Lea para que me acompañase, pero ella tenía otros asuntos que atender, y al final Telma y yo nos habíamos encargado de entretenernos solos. Había llevado algo de comer también, y unas manzanas para ella. Nadar gastaba energía, y si quería entrenar por la tarde necesitaría una poca.

Habiendo dejado la gripe atrás salir se hacía agradable. Y aunque el agua estaba fresca aquello no era un problema par aun fuerte guerrero como yo. Pensé incluso que aunque se tratase del agua más fría de Aqua podría soportarla.

*se queda nadando*

Hace tiempo que no lo veo, pero parece que al final resulta inevitable. Aunque desde hace tiempo no es para tanto. Supongo que las estupideces de críos quedaron algo atrás, en el principio de todo. Ahora tendrá más enemigos a los que enfrentarse, por lo que no creo que pelearse con sus compañeros sea lo que más le apetezca.

Apenas me he acercado a la orilla y lo he visto y ya no me apetece bañarme. Miro un momento la toalla que llevo en el brazo y acabo por darme la vuelta. Iré al río, eso será una buena opción. Allí, espero, no me estorbará nadie.
Quizás incluso esté Massen.

Un mugido de Telma, que miraba hacia la orilla, llamó mi atención. Al volver la vista allí vi una figura inconfundible: Alehyss Lester, la que una vez había sido mi...
Bueno...

-¡Lester! -llamé, alzando la voz y acercándome a la orilla con fuertes brazadas-. Espera un momento -añadí, con un tono firme que mostraba que no me asustaba.

No sabía bien cómo sentirme hablando con ella. Con el tiempo había comprendido que nuestra enemistad había sido fruto de la casualidad, pero aunque hubiese colaborado con ella en algunas ocasiones no podía sentirme a gusto con ella.

-¿Has visto a Lyam? -pregunté, cuando ya había salido del agua-. ¿Se ha ido de misión? hace tiempo que no lo veo.

Me detengo, pese a que el hecho de que pretenda acercarse no me tienta mucho. No me apetece estar con gente hoy, pero si tuviese que elegir a alguien no sería él. No obstante, lo espero, mirándolo seria. Y, sin embargo, su pregunta me hace alzar las cejas un momento, suavemente.
Algo me había comentado alguna vez de que había hablado con Dehnel, pero no creí que hubiesen intimado hasta el punto de que lo echase en falta.

-Se ha ido hace un tiempo -me limito a responder.

Vaya una respuesta más inexacta. Fruncí un poco el ceño y me eché el flequillo hacia atrás, sacudiendo un poco el pelo mojado para secarlo.

-¿Se ha ido? ¿No sabes a dónde?-. Bajé la vista, pensativo-. También se ha marchado Inger. A casa -expliqué. La miré de nuevo, aún con gesto grave-. Supongo que tendré que esperar a que vuelva -comenté, más para mí que para ella.

No era que me fuese la vida en aquello, pero el asunto de Lyam era espinoso. A fin de cuentas, había pasado aquello del ataque y luego lo habían acusado de traidor...

Demasiadas preguntas.
Guardo silencio un momento, como si pensase. Termino por negar con suavidad, alzo un poco el mentón y lo miro, tranquila.

-No sé dónde se ha ido -termino por zanjar. Aunque puedo imaginarlo. De todos modos, eso no es asunto suyo, y no me apetece alargar más la conversación-. Ya recibirás noticias suyas si él quiere que las tengas.

¿Y por qué iba a querer? Ahora hasta puedo sentir cierta pena por este pobre tonto que cree valer más de lo que vale para los demás.

-Buenas tardes, Dehnel -me limito a decir, antes de que pueda preguntar nada más.

Y me alejo del lugar.
Desde luego, el río estará mejor.

*se va*

Sonaba como si ella supiese más que yo. No más que yo de dónde estaba o no Lyam, que aquello era muy posible, sino, simplemente, más que yo. Y no me gustaba aquella sensación.

-Si sabes algo avisa -me limité a pedir, aunque con tono estricto, cuando ya se empezaba a alejar.

Había sido un compañero, un guerrero, pese a lo que hubiese podido haber hecho. La gente podía cambiar, a fin de cuentas. Aunque Lester seguía igual de seca que siempre.
E incluso ella tenía una mirada diferente.

me volví hacia el lago, y allí vi a Telma, nadando tranquila. Se me estaba quedando la piel fría, de modo que volví al agua, pensativo.

*fin de escena*

FdR: pausa because of reasons

Dardo pasa las tardes volando por los terrenos de Brontë, y Rina puede pasear también porque Johan sabe que no se aleja demasiado, y porque no ha visto muchos depredadores en Brontë. Cuando la llama regresa, y cuando la encontró en Aqua era capaz de valerse por sí misma. A aquellas alturas lo era todavía más.

Había pensado en pasar un rato en el agua, flotando, y quizás en ir hasta el islote. Se había descalzado, dejando los zapatos bajo un árbol, y se había remangado los pantalones para meter los pies en el agua, pero al hacerlo la había encontrado fría y había cambiado de idea. Por eso ahora, en lugar de nadar, está cabeza abajo, colgado de una de las ramas del árbol bajo el que dejó su calzado. Desde ahí el mundo se ve diferente, desde otra perspectiva, como cuando hace el pino. Pero los colores siguen siendo los mismos.

-Ey -saluda a la mujer, cuando pasa cerca, levantando (¿o bajando?) una mano al hacer el gesto, acompañándolo con un movimiento de cabeza.

Jimmy.
Johan asiente, para sí. Ya lo había olvidado. No le importa adaptarse de nuevo a lo mismo, es perfectamente apropiado para él. ¿Y qué no lo sería?

-A veces hay que buscar un cambio de perspectiva -le dice-. Pero me parece que no es el tipo de cambio que me decía mi maestro -añade, con normalidad. Sonríe un poco, entretenido-. ¿Qué tal todo?

Baja la vista a la mención de sus zapatos, mirándolos él mismo. Se balancea suavemente en la rama, meciéndose.

-Sin zapatos te agarras mejor a la corteza, pero si tienes la piel delicada te puedes hacer daño. Estoy entrenando la resistencia de la piel de mis pies y comprobando el color de mi sangre-. Se tira de una mejilla-. ¿Crees que estoy algo más rojo de lo habitual? -inquiere, divertido.

Johan tuerce la sonrisa, abriéndola un poco más, mostrando los dientes.

-Curioso es -admite, manteniendo el tono entretenido-. Le faltan los meñiques-. Muestra los suyos-. Los cuatro-. Mueve un poco los dedos de los pies, aunque desde donde ella está no puede verlos-. Aunque...-. Johan ladea la cabeza-. ¿Siguen siendo meñiques si están en los pies? Creo que es uno de esos debates científicos que causan guerras-. Se encoge de hombros, dando el tema por finalizado-. Entonces tienes algo de qué quejarte. Quéjate, a los árboles no les importa.

Johan llega a reír, aunque suavemente, cuando ella habla de la sangre humana. Dirá lo que quiera, pero él, pese a todo la ve color amarillo oscuro. No es tan distinta de casi todo lo demás.

-Yo he visto sangre amarilla muchas veces -le dice, de hecho. Y es no es una mentira. Aunque el tono no suele cambiar, mienta o no-. Y no sé cómo estaba -admite, desafiante-. Todavía no puedo verme desde los ojos de otros. Eso lo entrenaré otro día, cuando encuentre la forma de hacerlo.

Johan la sigue girando la cabeza hasta donde puede, pero llegado un punto su articulación no da para más y simplemente la escucha desde esa posición, forzando los ojos para poder entreverla.

-La mayor parte de los motivos que causan las guerras no lo merecen-. Johan se encoge de hombros-. Si fuese por meñiques sería más divertido. Al menos la respuesta valdría para algo-. Deja ir un resoplido, divertido, cuando ella hace referencia a los oídos de los árboles-. Más adelante no hay nadie -asegura-, por si te interesa.

Asiente a lo de la sangre. Si lo pone así, es verdad. ¿No son las personas animales? Eso dicen, aunque algunos lo son más que otros.

-Yo no me fío de nadie-. Y más si se trata de colores. Por más que digan, no sabe qué imaginar. Dobla el vientre y se agarra a la rama, dejando de estar colgado, sentándose en ella. Se acomoda un poco el pelo, adecentando la coleta, y examina a la chica-. Seguro que dominas los espejos mejor que yo -comenta, torciendo la sonrisa, sibilino-. Tienes mucho que mirar, ¿no?

La mira un momento más, pero acaba por cerrar los ojos y agitar la cabeza. Está algo mareado, lleva mucho cabeza abajo.

Johan alza las cejas e inclina un poco la cabeza hacia adelante. Su sonrisa se vuelve un poco más pronunciada. La chica sabe decir verdades, aunque sea para ocultarlas.

-Eso es cierto. Los problemas no desaparecen sin más -le dice. Y nada más. Tampoco será él el que le dé la solución a nada.

Se acomoda un poco. No par quieto, suele costarle si no está del revés o meditando. O haciendo cualquier otra cosa.
Se coloca un mechón tras la oreja, pensativo, y abre un poco los ojos, inocente.

-¿Yo? -pregunta, como si le sorprendiesen sus dudas-. ¿Por qué iba a serlo...-. Frunce un poco el ceño, sin perder la sonrisa-. y por qué iba a no serlo? Creo que no soy importante, por lo que no sé qué decirte -zanja, relajando el gesto-. Depende de para qué, o de para quién. Intento serlo, si te sirve.

Mirar a otros. Johan piensa que, de hecho, no es así. Los demás son divertidos a veces, pero otras todo lo contrario. A veces solo aprendes lo poco útiles o entretenidos que resultan. Pero no necesita darle sus preferencias. Prefiere no hablar.
¿Y que hable ella? Vaya ironía.

-¿Y quieres mirarme a mí?-. Se lleva la mano al pecho un instante-. Me halagas. Quizás termines decepcionada.