Sala común

Avanzo por la historia, tratando de transmitirla de la forma más correcta posible. Aunque al final uno no sabe lo que el autor quería exactamente, el tono que le pondría, o así... No lo tengo muy claro, y nunca he hecho esto, pero trato de, pese a todo, hacerlo lo mejor que puedo. Y poco a poco, a medida que yo mismo me vuelco en la historia, también me va resultando un poco más fácil.

Hasta que pasa eso. Y me atasco, dejando una frase a medias. Porque al parecer esta escena de taberna va a tener un final un poco...
Noto que las mejillas se me ruborizan un poco y leo un poco más para mí, para cerciorarme. Al final la miro a ella y esbozo una sonrisa algo apurada.

-¿Qué tal, por cierto?

Ben se fue acostumbrando a la voz y el tono... Hasta que Jun se detuvo. Entonces abrió los ojos y se incorporó un poco, volviéndose para mirarlo. Y era una mirada evidentemente acusadora. Ladeó la cabeza, con los ojos clavados en él.

-¿Hm? Pues fantásticamente, hasta que has parado -declaró sin tapujos-. ¿Por qué no sigues? Si estábamos llegando por fin a la parte interesante. Creí que ya habíamos hablado de tema. ¿Tengo que darte más clases prácticas para que aprendas a hablar sin tapujos?

Había un rastro divertido en su mirada, quizá incluso burlona.

Bajo un poco la vista, azorado, cuando me recrimina que haya parado. A ver... Tampoco es que yo tenga que leerle esto... Era solo...
La miro, notando un rubor que supongo que noto más yo que ella, debido al color de piel.

-Lo siento -me disculpo. Por suerte, al decidir yo la voz y todo el tono no tiene por qué dejar ver lo que pienso-. Pero me da vergüenza -confieso, mirando un poco las páginas, releyendo un momento, pero levantando los ojos muy rápidamente hacia ella, de nuevo.

Su comentario me ha hecho ruborizarme un poco más, pegarme al respaldo. Sé que no lo va a hacer, que lo dice de mentira...
Es muy fácil cuando se tratan temas tan incómodos.

Ben lo estudiaba, atenta, divertida. No tendía a meterse mucho con la gente, pero en aquel tema en concreto, Jun le resultaba muy gracioso. Asintió, completamente tranquila. Sí, ya veía que le daba vergüenza. Era un chico fácil de leer.

-Eso ya lo veo -respondió-. Pero, ¿por qué? Tú lo estás leyendo igual. No creas que no me doy cuenta. ¿Por qué no me lo puedes contar a mí? ¿Quieres que te lo cuente yo? No creo que sean tan originales para que yo no sepa de qué hablan antes incluso de leerlo. Tienen los cuerpos tan pegados que les cuesta encontrar un momento para deshacerse de la ropa, pero lo encuentran. Ella le pega la cara a los pechos y él le rebusca entre las piernas. Antes de darse cuenta, están metidos en la cama y no pueden esperar más. Y él la penetra una y otra vez, y apenas pueden contener los gritos, hasta que los dos acaban agotados y satisfechos. ¿He acertado? En las historias siempre es así. Pero es más divertido cuando te lo cuenta quien conoce los detalles -. Lo escrutó un momento, casi con expresión científica-. Venga, señorito, ¿de verdad no sabes de qué va el tema? ¿Para nada? ¿Cuántos años tienes? No creo que tardes mucho en encontrarte con ello. La mayoría de los chicos de catorce años ya fantasean con ello. ¿Tú no fantaseas? ¿No lo estás deseando?

Jun era demasiado recatado para lo que estaba acostumbrada. No podía evitar que le llamara muchísimo la atención aquella actitud de doncella tímida.

Empieza a hablar. Quiero hacer que deje de hacerlo, pero yo no puedo acallarla porque no escucho mis propias palabras. Solo las piense. Pero por mucho que piense, por "muy alto" que piense, no puedo dejar de escuchar lo que ella dice.
Ni siquiera era una parte como esa...
Yo esas partes me las salto...

-Sé cómo funciona -termino por decir, con los ojos clavados en el libro, sin leer nada-. Pero yo no... Yo no estoy interesado en cosas como esa-. Utilizo una voz segura, firme. La que mejor le va.

No levanto la vista hacia ella, al principio. Las manos agarran el libro y tiemblan un poco por la presión.
Al final alzo los ojos hacia ella. Frunzo un poco el ceño. Aprieto los dientes.

-No es como en los libros. ¿Verdad? Sé que no lo es. Pero no me importa, realmente.

Ben no pudo evitar alzar las cejas, más que sorprendida. ¿No estaba interesado? ¿Era aquello acaso posible? ¿Cómo podía no estar interesado? Se le ocurrió entonces una idea que respondía a su pregunta, y que no resultaba tan descabellada.

-¿Eres eunuco? -preguntó, curiosa. Ben había conocido un par de eunucos en la ciudad. Eran hombres grandes, sin barba y gordos como cerdos. Pero sabía que los eunucos jóvenes tardaban en crecer más que los otros hombres, y no llegaban a desarrollarse tanto. Jun no era tan alto, después de todo.

Acabó por preguntar. Ben rió sin tapujos. Luego negó, firme.

-No, no es así en absoluto. Puedo contártelo, si quieres. Puedo fingir que sí te importa. Es que soy una depravada, ¿sabes? Así que siento la necesidad imperiosa de contártelo -. En su tono había algo de travieso, aunque no era exactamente burla-. En la realidad pueden pasar muchas cosas, pero nunca es ideal. A veces a él no se le levanta. A veces es tan excitado que en cuanto la mete se le escapa toda la potencia, o incluso antes de meterla. Y ella no siente ningún placer, o le duele. En la realidad, uno de los dos no quiere, o incluso ninguno, pero están obligados a ellos. En la realidad, a uno de ellos le gusta hacer daño al otro mientras tanto, o que le hagan daño. En la realidad, ninguno de los dos tiene un cuerpo tan maravilloso. Él está gordo y ella tiene el culo lleno de pelos. En la realidad no están cómodos con la postura, y la cambian continuamente hasta que encuentran una que no es cómoda, pero que tienen que aceptar a regañadientes -. Agitaba los pies en el aire por encima del sofá mientras enumeraba, con una sonrisa tranquila-. En la realidad pasan muchas cosas con las que no se cuenta. En la realidad, Jun es tan tímido que cuando por fin se atreve a hacer algo se echa atrás a medio camino, y luego se siente avergonzado y no se atreve a volver a intentarlo. Y su novia resulta ser tan inexperta como él y no puede enseñarle porque necesita aprender. En la realidad se te ocurren mil dudas cuando no tienes forma de resolverlas -. Miró un momento al techo, frunciendo los labios y las cejas, pensativa-. Pero creo que te valdría la pena interesarte un poco y descubrirlo, a pesar de todo. Después de unas cuantas veces, empieza a ser un poco menos desastroso. Créeme, la gran mayoría le coge el gusto en seguida. Pero prométeme que no le pagarás a nadie por comerte la polla. Asegúrate de que quien te la coma lo haga con gusto. Créeme, es mucho más placentero así. Creo. Tampoco tenéis que prometeros amor eterno, bueno. Mithos, eso es casi peor que cuando hay dinero de por medio. Pero que te guste y que le gustes, y ya está. Con eso llega.

Abro mucho los ojos, apresurándome a negar. ¿Por qué iba a serlo? Es decir... Entiendo la referencia, pero...
Empieza a hablar.
Y a hablar.
Y a hablar y a hablar.
A medida que habla siento ciertos sudores, la cara muy caliente y ganas de apartar la vista. Pero ya no sé a dónde, porque creo que lo he mirado todo.

Cuando menciona mi nombre la miro de nuevo, sin embargo, en un gesto que es una mezcla entre la súplica y la angustia.  
Pero...
Trago saliva con dificultad. Por favor, qué incómodo... Qué incómodo... Qué...
Yo no pagaría por...
Yo no quiero que...

Coloco las manos sobre las rodillas, apretando la tela, y encojo un poco la cabeza entre los hombros, apretando los ojos con la cabeza gacha. Querría desaparecer. Debía haber empezado el libro desde el principio.

-Eso solo son problemas. A mí me gusta estudiar.

Ben esperó la respuesta. Y cuando llegó, lo intentó, lo intentó de verdad, pero no pudo hacer nada contra ello. Estalló en risas sonoras, incapaz de ahogarlas, con tanta violencia que sintió lágrimas en los ojos y el vientre tirante. Pero no tardó en inspirar hondo, obligándose a calmarse. ¿De verdad no era un eunuco? ¿De verdad pero de verdad? Mithos querido, menudo personaje de ficción.

Se limpió las lágrimas, ofreciendo, dentro de sus posibilidades, una sonrisa amarga.

-¿Sabes, Jun? El sexo no tiene nada de malo. Bueno, puede tenerlo, como todo. Si no sabes cuidarte, puedes enfermar, o acabar con un crío en brazos. Puedes obsesionarte con él y arruinar tu vida. O hacerlo de la forma equivocada y acabar hiriendo o herido -. Había conocido casos de todo eso, y algunos en primera persona-. Pero, en sí, no tiene nada de malo. Hay gente muy respetable y muy inteligente que folla, ¿sabes? No te hace peor persona ni más tonto. Muchos dicen que es relajante, y otros tantos que es estimulante. Que libera las tensiones y calma las preocupaciones, y hasta que reconcilia. Sería terrible que tuvieras que hacerlo sin quererlo, pero no le tengas asco ni miedo. No vale la pena -. Por algún motivo, le daba cierta pena. O quizás hasta le tenía envidia. A Ben nadie le había dado oportunidad de tomar aquella postura-. Antes no te he mentido. Yo me lo paso mejor hablando de sexo que practicándolo. Pero créeme, yo soy una rareza. En cualquier caso, te aseguro también que soy una auténtica experta, así que si quieres hablar de ello, puedes contar conmigo -. Le dedicó una sonrisa maligna-. Y si no quieres, también. Pero serán conversaciones mucho más interesantes después de que lo hayas hecho un par de veces. Sin prisa, ¿eh? Que conste.

No tiene nada de malo. Es algo natural. Es el mecanismo de la reproducción. Así se mantienen vivas las especies.
De todas formas, nunca he pensado que quiera tener hijos. Yo no pienso en esas cosas, tampoco. Y claro que sé de problemas y enfermedades y peligros. No soy un experto, pero fui obligado a saber esos puntos de la teoría.
Y ya está...

Frunzo un poco el ceño y la miro. Aprieto más las manos sobre las rodillas.

-Yo no quiero saber nada de eso -declaro, serio. Aprieto los dientes-. Es como todo. Si no lo tienes, no tienes que echarlo en falta. Pero una gran parte de los problemas sociales se deben a eso. La gente se pelea por esas cosas, discute por esas cosas, y las relaciones se marchitan porque cada uno tiene un enfoque diferente-. La respiración se me acelera un poco por la incomodidad-. Yo prefiero no meterme en esas cosas porque.

Detengo el flujo de palabras. Bajo la vista de nuevo, estrechando los ojos, relajando un poco el cuerpo, que he ido echando hacia adelante.

Ben empezaba a sentir auténtica curiosidad. Era extraño que un mudo quisiera desperdiciar una oportunidad así de poner en marcha los sentidos. No era que la voz fuera exactamente un sentido, pero... ¿O sí lo era? Bueno, eso era lo de menos.

No entendía muy bien aquello de los problemas sociales, pero estaba cada vez más segura de que Jun hablaba por su experiencia. Desde luego, le hacía falta espabilar.

-Todo crea problemas -simplificó finalmente, con un encogimiento de hombros-. El dinero. La comida. Las personas. Al final, el sexo no crea tantos, en comparación. Creo. Y en cualquier caso, no puedes huir. No participar también te hace formar parte del problema. Quizás por no quererlo rechaces a alguien que decida no volver a hablarte. O puede pasar algo peor, pero mejor no asustarte más de lo debido. La gente es más feliz con sexo, igual que es más feliz con el estómago lleno. Si te reprimes, acabarás tan tenso que explotarás y te volverás amargo.

Ben se levantó, estirándose. Después, tranquilamente, se acercó hasta él y le revolvió el pelo, dejándolo bien despeinado. Luego se agachó y se le acercó, tanto que sus narices estuvieron a punto de rozarse. Sonreía, y lo miraba fijamente a los ojos.

-Pero no te darás cuenta de tu error hasta que alguna chica te la ponga tan dura que no te sirva de nada mentir -declaró, segura-. Te sentirás mucho mejor entonces. Por ahora, practica a hablar de ello con un poco más de calma. Ya que te da tan igual, es raro que te cueste tanto enfrentarte a ello. Curioso, cuanto menos -. Se incorporó, alejándose hacia la puerta-. Creo que voy a escalar un rato con los pies. Ya nos veremos, chico sin sexo. No te agobies, ¿eh?

*Se va*

Cuando se acerca la miro serio. Aunque llega a hacerlo tanto que me perturba un poco. Al fin y al cabo ella ya...
¿Y todo esto será una indirecta o algo? A lo mejor... se está insinuando...
No. Qué va a ser eso. Seré torpe, pero no tanto. Solo se está riendo de mí. Se ríe porque es divertido, porque puede hacerlo, porque no soy muy hábil con estas cosas.

Al final, por suerte, se va, aunque lo que ha dicho se repite una y otra vez en mi cabeza.
La culpa es suya. Lo lleva haciendo todo este tiempo para burlarse. Desde que me besó aquel día porque sí. Porque yo no quiero pensar en estas cosas, pero ella me las mete en la cabeza. Le divierte verme agobiado, seguro.

Me froto la cara y bajo la vista al libro. También es culpa de este maldito libro. ¿Qué necesidad había de que pasase eso? ¿Es que sin ello la historia no está completa? Siempre hay algo de eso, en casi todos los libros del estilo. Como si fuese una parte más de la vida de un héroe. Pues yo tampoco soy un guerrero. Que no me metan en eso. No son más que esquemas repetidos de historias iguales.
Yo prefiero leer otras cosas.
Debería leer sobre lo que puedo encontrarme en Ventus, o sobre mecanismos para el ala de Lluvia, el arma de Alehyss y tantas otras cosas. Eso estaría mucho mejor. Para poder seguir aprendiendo.

No tardo en retirarme. Estoy algo cansado.

*se va*

Volvía a nevar, y el chrysos observaba sentado en el sofá la nieve caer, distraído. Tenía un libro apoyado en las rodillas, pero no lo había abierto y no parecía tener intención de abrirlo, y la chimenea estaba encendida y le reflejaba formas anaranjadas en la piel.

Llevaba un rato sentado, ya. Había pensado que sería agradable sentarse a leer, pero al final había descubierto que no tenía muchas ganas, así que simplemente estaba parado, con la mirada fija en los copos que caían fuera y que cubrían todo lo demás como si fuesen cortinas. Resultaba desagradable que siguiese nevando, pero al menos no era lluvia. Aunque seguro que cuando terminase de nevar empezaría a llover. El tiempo en Brontë era horrible.

El chrysos apoyó la cabeza en el respaldo, y miró el techo. Todavía no había ido a la enfermería. Tenía que ir. ¿No? Sí. Mañana, mañana.

*se va*

Sentada en un sillón frente al fuego, Lluvia leía el libro que el señor Cierzo le había recomendado. La sinopsis no se asemejaba demasiado a los otros libros que había cogido, y probablemente si el aether no se lo hubiese recomendado jamás lo hubiese terminado leyendo, pero debía de admitir que era, al menos, interesante. En la mesa, apilados en un ordenado montón, descansaban los otros volúmenes que había seleccionado el otro día, por si se terminaba ya la historia que leía ahora. No tenía muy claro qué escogería para leer después, pero sí esperaba que resultasen tan interesantes como lo que leía ahora.

Pasó una página, y alzó un segundo la vista y miró durante apenas un instante el fuego. Luego volvió la mirada a las letras y continuó con su lectura.

*se queda*

Entro en busca de algo de calor. Así me podré quitar los guantes, porque las manos parece que no se van a calentar ni con eso. Noto frías hasta las puntas de los dedos. No es porque haga más frío que otros días... Llevo destemplado un buen tiempo, y no doy entrado en calor.

Sonrío al ver a Lluvia, alzando las cejas de pronto, contento. La saludo con una mano, con cierto ánimo, aunque... Bueno, está leyendo.
Sin embargo, lejos de sentarme voy primero al fuego, a poner las manos cerca para ver si así despiertan de una vez por todas.

Lluvia tardó un poco en darse cuenta de que alguien había entrado, enfrascada como estaba en su lectura, pero cuando lo hizo y descubrió que quien allí estaba era Jun, no pudo evitar una ancha sonrisa.

—¡Hola! —dijo, cerrando el libro y dejándolo en la mesa. Sabía lo que había leído así que no le preocupaba no haber marcado la página. La encontraría.

Hacía mucho que no veía al claritas. Era una agradable sorpresa.

Recibir un saludo tan animado llega a animarme también a mí, por encima del hecho en sí de verla, claro. Se me escapa una sonrisa y vuelvo el rostro hacia ella, aunque esté acuclillado frente al fuego. Aparto un momento las manos para dirigirme a Lluvia antes de seguir calentándolas.

<<Hacía mucho tiempo que no te veía. ¿Qué tal todo? Pareces contenta. ¿Ha pasado algo?>>

Ha cerrado el libro tan rápido que cualquiera diría que estaba esperando a que alguien entrase. Quizás leía solo por hacer algo de su tiempo, claro... En ese caso tendría sentido.
De todos modos, hace mucho que no nos vemos.

Lluvia negó suavemente. No le había pasado nada relevante, y probablemente su saludo no hubiese sido tan efusivo si en lugar de Jun otro guerrero hubiese entrado.

—Solo me alegro de verte —dijo, levantándose, acercándose a la chimenea a pesar de que ella no tenía frío. Todavía de pie, a unos pasos de Jun, añadió—: No me ha pasado nada relevante, aunque el otro día me encontré con el señor Cierzo.

Sonrió un poco.

—¿Tú cómo estás?

Vaya... En ese caso he de sentirme honrado, supongo.

<<¿Y qué tal fue?>>, le pregunto, curioso. Yo apenas he hablado con él. Me resulta un poco... como intimidante, no sé decirlo.

Es un poco como el otro hombre... El claritas. Corbin. Pero creo que ese da un poco más de miedo. O quizás un miedo diferente...
Por lo demás... Nada relevante. Siempre dice eso. Quizás haya estado leyendo.

<<Yo he estado haciendo algunas cosas: entrenando, leyendo un poco... También he conocido a un chico nuevo, un flamma. Se llama Kyoti.>>

Y he tenido algún contratiempo con lo de la pérdida de memoria, aunque las últimas semanas parece que va bien.

Lluvia se encogió de hombros, ensanchando un poco la sonrisa.

—Normal. Bien. Me recomendó un libro. —Estiró un brazo, e inclinándose un poco sobre la mesa donde lo había dejado, lo cogió y le mostró la portada al claritas—. Este. Es interesante.

Ladeó la cabeza, y bajó la vista a los dedos del muchacho, atenta a los gestos que formaban. Cuando finalmente comprendió el mensaje, Lluvia alzó ambas cejas.

—Kyoti... No lo conozco. —Apoyó de nuevo el libro en la mesa, y se sentó al lado del claritas, frente a la chimenea—. ¿Es majo?

Alzo las cejas, curioso. No puedo evitar lanzar una mirada curiosa al libro que ha dejado a un lado nada más verme llegar.

<<¿Ese libro?>>, inquiero, señalándolo con un gesto. Aunque no tengo tiempo ni a terminar los gestos, porque ella me lo aclara enseguida. Ensancho la sonrisa, asintiendo contento. <<¿Y qué tal está? ¿Qué gustos tiene?>>, le pregunto, con cierto interés.

Entonces pasamos a hablar de Kyoti. No tardo en asentir, porque no tengo ninguna duda al respecto. Lo he visto ya dos veces, y una de ellas incluso me ayudó.

<<También tira con arco>>, le explico. <<Es algo tímido y muy agradable. La verdad es que tengo ganas de volver a verlo. Creo que te caería bien.>>

Lluvia asintió.

—Ese mismo. —Le sonrió—. A mí me está gustando. Es muy interesante. Pero no sé muy bien qué gustos tiene el señor Cierzo. Apenas lo he visto un par de veces, y creo que solo me dio el libro porque me vio buscando otros. —Se encogió de hombros—. Pero es un señor muy serio, así que diría que tiene gustos de persona seria.

No como ella. A ella le gustaban los cuentos y las historias para niños más que las cosas serias de mayores porque generalmente los primeros eran más felices, y a ella le gustaban las cosas felices porque no hacían que se sintiese mal. Dudaba que el señor Cierzo tuviese unos gustos semejantes, aun a pesar del libro que le había recomendado.

—Si entrena con el arco, entonces a lo mejor nos encontramos un día. —Le sonrió—. Y a lo mejor practicamos. He estado practicando yo sola. Sería interesante hacerlo con alguien más.

No puedo evitar una leve mueca, asintiendo, mostrando así que coincido con ella.

<<La verdad es que tampoco he hablado mucho con él>>, formulo despacio con las manos, asegurándome de que puede ver cada gesto. <<La verdad es que alguna vez creo que solo lo saludé y me fui porque me imponía. Ahora que lo pienso, fui algo maleducado.>> Quizás debería disculparme...

Creo que eso solo sería darle vueltas innecesarias a cosas pasadas.

<<Quizás pueda leerlo cuando lo acabes. Creo que no hemos compartido mucha lectura>>, propongo entonces, alzando las cejas. El último lo he aparcado.

Cuando habla de Kyoti, asiento. Con las manos ya calientes termino por separarme del fuego para ir a sentarme junto a ella. Ahora sí estoy mejor.

<<Yo se lo propuse, aunque no me ha cuadrado cumplirlo. Se lo propondría más en serio, pero pronto me voy a Ventus>>, le explico, sin poder evitar sacar un poco de pecho, con orgullo.

Lluvia ladeó la cabeza.

—¿Maleducado por qué? —preguntó, curiosa. Se le hacía complicado imaginar a Jun siendo desagradable con un guerrero. Aunque tampoco había visto a Jun con un guerrero nunca. O al menos no recordaba que los hubiese visto.

Asintió cuando Jun dijo que tal vez pudiese leerse el libro después. Sería interesante contar con alguien más que el señor Cierzo para discutir sobre la historia. Y además, le sería mucho más fácil hablar con Jun de ello que con el aether. No porque el hombre le cayese mal, sino porque con Jun se sentía más cómoda que con mucha otra gente.

—¿A Ventus? —preguntó, olvidando todo lo demás, cuando Jun lo dijo. Frunció un poco el ceño—. ¿Cuándo te vas...? ¿A qué parte?

Bajo un poco la vista, incómodo, en cierta parte, aunque no borro la sonrisa porque, pese a todo, sigo de buen humor. Me alegra haberla encontrado.

<<Por haberme ido sin más. Quizás se dio cuenta de que me imponía demasiado>>, le explico con gestos lentos, algo apagados.

No dice mucho del libro en respuesta a mi propuesta, aunque el asentimiento basta, supongo. Imagino que lo que he dicho luego la ha sorprendido. Viendo el tono y las preguntas, más que imaginar diría que resulta evidente.

<<Iré con una guerrera que se llama Alehyss. También es muy seria>>, le explico. <<Es para buscar un tipo de madera especial a un bosque de por allí. No tenemos fecha todavía. Imagino que depende de lo que le venga bien. Luego iremos a Aqua, según creo.>>

No he viajado mucho. Diciendo eso no acabo de creérmelo, de todos modos.

Lluvia asintió lentamente.
También le costaba imaginarse a Jun huyendo de un guerrero, pero era una situación que con esfuerzo sí podía imaginar, como no la otra.

—A lo mejor no se acuerda de eso —murmuró, como si quisiese darle ánimos a su amigo. No sabía cuánta memoria tendría el aether, ni si le habría dado importancia a un suceso como aquel, pero, de todas formas, no creía que fuese un motivo para guardarle rencor a alguien.

Prestó mucha atención a los gestos que hacía Jun con las manos. Alehyss. Conocía a aquella chica; la había visto en la sala de entrenamiento una vez. Un bosque en Ventus. Por lo que decían, no podía ser un bosque cualquiera, porque buscaban una madera especial, pero Lluvia no podía imaginarse cuál de todos los que había en Ventus sería.

—Espero que no sea peligroso... —respondió, mirándolo fijamente. Parpadeó—. En Aqua nunca he estado pero seguro que es bonito.