Sala común

Antes de que pudiera darme cuenta la flamma debía marcharme. Me extendió la mano y yo le correspondí como bien debía.

- El placer ha sido mío - mi sonrisa había aguantado prácticamente desde mi entrada en la habitación hasta la ida de la mujer.

Flavia... Tenía mucho en lo que pensar esa noche. Me giré de repente hacia la puerta, que ya se había cerrado... en el momento en el que Branne lo había dicho mi cabeza estaba en otro sitio. Al menos una de las chicas muertas era de las suyas... Lo cuál explicaba por qué la flamma estaba así.

- ¿Y si... a mi me pasase lo mismo? - Me quedé quieta durante casi un minuto, pensativa. La oferta también tenía sus riesgos, y a ser verdad, la idea de servir a una vieja no me hacía especialmente gracia. Por otro lado, quizás ya era hora de sacrificarse un poco para acelerar el proceso de fortalecimiento. Si quería derrotar mis fantasmas, tendría que hacerme mucho más poderosa.

*Se va*

Branne estaba algo más animada aquellos días y se dedicaba a pasear la zona cercana a la sala común durante horas, con el fin de encontrarse con la chica que buscaba. Elektra.

Flavia se encontraba ya en mejor estado de salud y al comentarle lo de la nueva recluta, su estado de ánimo también parecía haber mejorado también. Elektra había sentado como un buen vaso de agua fresca después de un caluroso día.


*se queda esperando por ahí*

Al abrir la puerta, al mirar dentro, me quedo paralizada un instante. No es esto lo que esperaba encontrarme. No esperaba encontrarme nada. No obstante, es lo que hay. Claro.

-Buenas noches -saludo, quedándome en la puerta, mirándolo.

Escribiendo una carta. Me resulta hasta familiar, qué entrañable.
Tardo un momento en decidirme, pero termino por entrar. Qué demonios.
Tomo asiento en una silla, algo apartada de él. No he venido a hacer algo muy diferente, al fin y al cabo. He de avisar de que pasaré pronto por casa.

Dejo el papel sobre la mesa y observo la hoja en blanco, sin decidirme a escribir.

-¿Cómo va todo? -inquiero, con tono monocorde, sin despegar la vista del papel.

Parece que consigo desencadenar un poco de conversación con mis palabras. No sé si es lo que busco, pero yo misma lo he propiciado. Supongo que algún día habrá que hacerlo. El malestar no va a desaparecer por sí solo.
Enarco las cejas un momento. Ha dicho algo por donde tirar fácilmente.

-Silvanus -repito, con un leve asentimiento-. Me ha escrito a mí también. Le comenté que habías vuelto, pero supongo que ya lo sabe, teniendo esto en cuenta.

Algo que nos une. Supongo que no será tan difícil hallar cosas nuevas.

-Yo bien -confirmo, clavando los ojos en él, seria-. Las cosas están algo tensas ahora mismo, ya sabes. Pero, personalmente, mantengo la entereza. ¿Has escuchado lo que pasó en el pueblo? Lo de la explosión -concreto, hablando de forma algo mecánica, pero fluida.

Asiento, coincidiendo con sus palabras. No llego a sonreír, pero me siento algo menos tensa. Es como hablar del tiempo, pero un poco más íntimo. No resulta desagradable.

-Al parecer está aprendiendo muchas cosas. Supongo que será más seguro para él permanecer en Caligo después de lo que pasó. Dijo, además que deseaba venir por aquí, por lo que supongo que lo veremos pronto.

Silvanus... Llevo mucho sin verlo. No estoy preocupada por él, exactamente, pero no estará mal hacerlo, aunque sea solo un momento.

A lo siguiente, no sé bien qué responder.

-No lo tengo claro. No es que se esté divulgando demasiada información al respecto. No obstante, creo que de haber habido heridos importantes el revuelo habría sido mayor. Diría que se quedó en un susto. Al menos para el pueblo -. Clavo los ojos en la hoja en blanco, de nuevo-. Supongo que para los líderes será diferente. Tú no tienes acceso a esa información, ¿verdad? -inquiero, mirándolo fijamente.

Dudo que mantenga los privilegios. No obstante...

De Silvanus poco más hay que decir, por mi parte. De su carta lo he mencionado casi todo, aunque por encima, así que es un tema que he de dar por zanjado si no quiero que esto se convierta en una conversación monótona y que acabe siendo incómoda.
Hubo un tiempo en el que hablar con él era más fácil.

Su reaccion y respuesta llegan a arrancarme una sonrisa muy suave y reve, casi imperceptible. Niego por un momento.

-Tranquilo -indico, mostrándome más relajada-. Supongo que ahora eres uno más, ¿no? -. Callo un momento. Lo miro a los ojos-. También yo. Ahora es diferente.

De eso debo convencerme.
Por mucho que sienta cierta tirantez hacia él, es solo un resquemor. Debería deshacerme de ello. No es muy profesional.
Alzo las cejas, justo en ese momento, sorprendida por su pregunta.

-Ellos... Por lo que he podido saber, pronto vendrán aquí, a Palacio -explico, moviendo la pluma entre los dedos. Titubeo un instante-. Muchas gracias por haberme ayudado desde Ventus. Ha debido de ser un tormento.

De verdad. Pese a todo lo que ha hecho, puedo sentir cierta gratitud.

-¿Cómo está tu familia? Habrás tenido noticias recientes. Antes escribías mucho. Supongo que seguirás haciéndolo.

Aunque no todo fuese por amor a tu mujer, supongo.

Casi es lo mejor. Me ha ayudado a controlas la situación en Ventus, pero es algo que no necesito ahora mismo. Quizás dejar ese tema al margen sea lo mejor, de momento. Ya está hecho. Ya ha cumplico, contra mí y para mí.

Me dedico, pues, a escuchar historias cotidianas de su vida. O eso creo. Oír hablar de Masslow me hace sentir cierta incomodidad, pero supongo que no se me tiene en cuenta lo que pasó; lo que casi pasa.
Y entonces dice algo que, de nuevo, me toma por sorpresa. Lo miro, con los ojos algo abiertos, sin ocultar la leve impresión. Y, finalmente, dejo ir una sonrisa.

-¿De verdad? -. Creo que es algo que le pega a alguien como él. Yo parezco ir escapando de compromisos, y él los busca gustoso-. Enhorabuena. De verdad. Estoy segura de que serás un buen padre. Ya lo eres, supongo -me corrijo, algo contrariada-. ¿De cuánto está?, si me lo permites -inquiero, y aunque lo pretenda, no puedo evitar mostrar una amabilidad extraña que parecía impensable hace una hora.

Supongo que, por mucho que pasase lo que pasó, fuimos amigos. Me alegra ver que le van bien las cosas. No llego a ser rencorosa, al final, supongo.

Dejo ir, incluso, una risa suave, solo un momento. Ha conseguido que olvide, por un instante, la noche en la que yo entregué a Lyam, y en la que él nos entregó a mis compañeros y a mí. Y todo el tiempo en las mazmorras.
Es Heylel, al fin y al cabo. Hubo un tiempo, cuando todavía no me abría a nadie, en el que él logró más que muchos. Resulta nostálgico.

-Cinco meses ya -comento, asintiendo-. Tiene que estar en pleno cambio. ¿Y has venido aquí pese a todo? No podría decir que eso resulte tan propio de ti. Eres, más bien, un hombre de familia. Siempre lo pareciste. ¿Tanto sientes que debes a Brontë? Supongo que cada uno tiene sus propios motivos para permanecer aquí.

Yo misma podría decirlo. Incluso hay otras personas que parecen no tener nada que hacer en este lugar, y sin embargo permanecen en él.

Supongo que solo es un hombre responsable. Se toma demasiado en serio sus responsabilidades. También es cierto que este lugar estará lleno de gente como él, y otros tantos atraídos por lujos y alimentos gratis. Algunos, como Corbin, habrán venido buscando aprender y fortalecerse, o un lugar en el que estar. Supongo que existirá algún tipo de persona más, pero todo se puede clasificar en patrones, de una forma u otra.

-Eres un buen tipo, Heylel -comento, aunque no suena exactamente a una característica buena cuando lo digo-. Quizás demasiado, a veces. La ayuda no sobra en situaciones como esta, claro. Y no soy nadie para juzgarte. Si te arrepentirías por no haber vuelto, supongo que debes estar aquí. Y cuando sientas que hayas cumplido, estimo que volverás a casa sintiéndote más aliviado. Otros muchos habráin aprovechado para quedarse, después de lo vivido. No sé si tacharte de estúpido o de noble, de modo que lo dejaré a tu elección -termino, con una sonrisa algo irónica.

Deposito la pluma sobre el papel, que sigue en blanco. Miro de nuevo al aether.

-Creo que al final se ha hecho tarde. No me arrepiento, de todas formas, de haber decidido entrar -aseguro, seria de nuevo, mirándolo.

Ben entró como un huracán en la sala, y tras echar un rápido vistazo alrededor, arrastró sonoramente una silla y se sentó en ella. Esperó a que Jun la siguiera impaciente, dando golpecitos con el pie en el suelo. Alcanzó un taco de papel y una pluma y puso los materiales delante de otra silla, expectante.

-Vamos, que se me va a olvidar -lo apremió-. Para Gunar... ¿Cómo se apellidaba? Bueno, no importa, eso es lo de menos. No hace falta que lo pongas. Mithos, ¿cómo empezaba su carta? ¡Esto es imposible!

Con ambos codos sobre la mesa, se daba golpecitos en la sien con el puño, frunciendo el ceño. Aquello era algo demasiado ajeno a ella como para hacerlo en condiciones.

No se espera quieta. Por favor, qué nervio. Termina hasta haciéndome gracia, la verdad.
Me apresuro a ir donde me espera y me siento, cogiendo la pluma y mirándola. No obstante, parece que se ha aturullado un poco, por lo que recupero la carta y se la leo de nuevo, a ver si así se le despeja un poco la mente.
La verdad es que tampoco diría que dice nada tan intenso como para ponerse así... ¿Estará escrita en clave? Ni siquiera parecen buenos amigos. Él parece temer que no lo recuerde...

"Para Gunar Flimm:"

La miro, expectante, con una sonrisa entretenida, esperando obediente.

Ben escuchó de nuevo lo que Jun le leía. Después, con expresión de profunda concentración, se pasó la lengua por los labios y se rascó la nariz. Y entonces abrió la boca. Y la cerró. Y volvió a abrirla. Y negó con la cabeza.

-¿Cómo se escribe una carta? -preguntó, mirando a Jun con los ojos muy abiertos.

Bajó la vista al folio en el que Jun había escrito tres palabras. Luego lo miró de nuevo y le quitó la carta de las manos, siguiendo las líneas con los ojos como si la estuviera leyendo. Acabó por suspirar y dejarla sobre la mesa.

-Supongo que llega con una nota pequeña -murmuró, decepcionada-. Iré a ayudarte. Dime cuándo y dónde debemos encontrarnos y allí estaré.

Sonrío, encogiéndome de hombres. No parece una pregunta difícil.

-Simplemente se escribe lo que quieras decir, como si hablases. Aunque se suele utilizar un lenguaje algo más correcto.

Al final se decide. Intento hacer de lo que dice algo un poco menos frío, aunque tampoco quiero volver sus palabras las de otro, claro...

"Iré a ayudarte sin problemas. Dime cuándo y dónde debemos encontrarnos y allí estaré. Un saludo y hasta entonces.

Ben"

La miro, y le releo lo que he escrito, a ver qué opina.

-¿Cómo es tu apellido? -pregunto, antes de poner el punto al final del escrito.

Ben vio cómo el chico se ponía a escribir, y lo miró atenta, con cierta curiosidad. Cuando la hubo leído, frunció un poco los labios, descontenta.

-Es mucho más corta que la suya -observó. Luego negó con la cabeza-. Pero no importa.

Miró a Jun un momento, y en ese instante se preguntó si aquella pregunta era una broma. Entonces se acordó y acabó por sonreír.

-Dono -apuntó-. Ibben Dono. Pero déjalo en Ben, que queda mejor.

Se estiró sobre la mesa, con una sonrisa plasmada en los labios.

-¿Y ahora qué tengo que hacer? -preguntó.

Ladeo la cabeza y miro la carta. Es evidentemente más corta, pero es que no me ha dicho mucho. Si me cuenta algo, puedo rellenarla.
Vuelvo la vista a Ben, alzando un poco la pluma.

-¿Quieres que ponga algo más? Lo que tú quieras -ofrezco, que ya que estoy me importa poco más que menos.

Ibben Dono. Estoy a punto de corregirlo, pero me aclara que Ben está bien. Supongo que incluso él la llamó así en su carta. Termino por asentir.

-Ahora solo buscar un sobre, meterla, poner la dirección que te ha dado y entregársela al servicio -indico, esbozando una sonrisa.

Esto me hace pensar en que yo mismo debería ponerme en contacto con el Abuelo. Hace ya tiempo que no le mando noticias, y él debe de estar muy enfadado porque tampoco da señales...

Ben frunció el ceño, meditándolo un instante. De pronto, una amplia sonrisa se apoderó de su cara, y miró a Jun con una mirada cómplice. Una mirada cómplice que, por otra parte, el chico no tenía muchas posibilidades de entender.

-Pon "larga vida a la unión de razas" -pidió, con un amago de risa en los labios.

Ante las instrucciones de Jun, se lo quedó mirando fijamente, expectante. Entonces decidió que, quizás, el chico no entendía su expresión. Carraspeó suavemente.

-¿Me escribes la dirección en el sobre? -pidió, con una sonrisa de oreja a oreja.

La miro, curioso, y sonrío. Aunque no sé por qué. Pero bueno. Es lo que me dice su expresión. me sigue animando que esté contenta. Aunque esta chica siempre parece que esté contenta. Quizás debería mencionarle algo sobre Lluvia, que hablamos sobre ella hace poco.
Escribo lo que me dice, y la miro de nuevo. Asiento a su nueva petición. No creo que a estas alturas eso sea un esfuerzo, ¿no?

-Oye, ¿recuerdas a la chica de la otra noche? Lluvia -menciono, aprovechando el silencio-. Ella toca el piano, ¿sabes? Y pensé que quizás te interesaría conocerla.

Miro la carta. Me parece que ha quedado bien.

-Si te apetece... -. La miro, risueño-. Es una buena chica.