Sala común

Ben asintió, satisfecha. Luego frunció el ceño, pensativa.

-Ah, tu novia la del ala, ¿no? -preguntó, asintiendo-. Pobre cría, qué susto tenía en el cuerpo. Aunque ya te habrás encargado de eso -. Su sonrisa se amplió-. ¿También lee la música en vez de tocarla? -preguntó con curiosidad-. Podía darme un concierto.

Asintió con entusiasmo.

-¡Ah, sí, sí, claro! -exclamó-. Los contactos nunca sobran, ¿sabes? Nunca se sabe quién va a salvarte el pellejo la próxima vez.

Me apresuro a negar, algo ruborizado. Luego asiento. Termino por suspirar.

-Sí que es ella, pero no es mi novia -explico, con cierto apuro-. Ya está mejor, pero algo como eso asusta a cualquiera, supongo-. Me rasco la nariz un momento, pensativo-. Ella la lee y la toca, supongo. Le hablé de ti. Le dije que... quizás pudieseis tocar juntas. No

La miro, casi a medio camino entre petición y... No sé. Como sea... Me gustaría que Lluvia hiciese algún amigo. La veo muy sola siempre...

Por cierto, hablando de cartas...

-Oye, ¿tú no quieres aprender a leer? -inquiero de pronto, mirándola con curiosidad.

Es un buen momento para sacar el tema.

Asintió un par de veces, concesiva.

-No, ya, claro -aceptó-. No tu novia. Una de tus novias. Qué honor que me presentes. Yo... bueno, estoy por ahí. No sé qué horarios tiene ella, pero bueno. A mí si es música me parece fantástico. Y oye, que no era el mejor momento, pero antipática tampoco parecía. Si le tienes aprecio tú, no veo por qué no puedo tenérselo yo.

Frunció el ceño ante la pregunta y bajó la vista a la carta. Luego volvió a sonreír.

-Oye, que si te molesta, no te lo pido más, ¿eh? -aclaró, divertida-. Tampoco creo que se repita mucho. Me busco bien la vida, tú no te preocupes.

Termino por mostrar una sonrisa comprometida. Si se ve que se está metiendo conmigo, eh. No sé ni qué decirle ya. Mejor me callo. No sé lidiar muy bien con las bromas. No estoy acostumbrado a eso. Solo a las del señor Brumm, pero son de otro tipo.
Asiento, entonces, con entusiasmo. Por lo menos parece dispuesta a lo de tocar juntas. Me gustaría ver eso, la verdad. Bueno, oírlo, claro...

-Si quieres un día os presento más formalmente -propongo, cada vez más animado con la idea.

Parece algo incómoda cuando le digo lo de aprender a leer. No era mi intención, ni mucho menos, claro...

-Si no me molesta. Pero saber nunca está de más, ¿no? A mí no me importaría enseñarte-. Sonrío, tímido, alzando un poco las cejas-. Bueno, de todas formas vamos a buscar ese sobre o no la enviaremos nunca -propogo, finalmente.

Que se me hace tarde. Cenar ya no es una opción.

Ben asintió, entusiasta.

-¡Sí, claro! ¿Por qué no? -aceptó-. Y mejor si es en la sala de música, que así nos ahorramos los preliminares, ¿eh? Vamos a lo que vamos. La música es muy sana para eso de relacionarse, ¿sabes?

Su sonrisa se amplió un poco.

-¿Quedará muy raro si le garabateo yo la dirección? -preguntó-. Si me dices cómo no tiene por qué quedar tan rara, ¿no? Vamos a por el sobre ese y vemos, ¿vale?

Y, sin esperar demasiado, empezó a tirar de él para sacarlo de la sala, de nuevo sin saber muy bien adónde iba.

*Se van*

Desayunada, duchada, frustrada... Cualquiera diría que no se puede hacer más aquí que llorarle al servicio o entrenar a solas. Visto así, la vida es algo triste, y, para colmo, la cuenta atrás para que venga Fenris a verme es cada vez más corta. Me alegraría, incluso, de no ser porque sé que mi hermano no vendría hasta aquí solo para hacerme una visita de cortesía. No sin antes decirme por carta "oye, ¿te apetece que vaya?". Esto ha sido más una advertencia. Yo ni pincho ni corto...
Maldita sea.

Me dejo caer sobre el sofá, de cualquier manera, y apoyo los pies sobre la mesita que tengo en frente. Que venga alguien y me pregunte si hacía esto en mi casa como hizo alguna vez un profesor. Pues sí, lo hacía. Por cabrear a mi madre, me rapo la cabeza.

Cierro los ojos un momento, con un suspiro. He visto a Massen, dormida, y hasta me ha dado reparo. Creo que voy a tener que optar por unos planes de acercamiento más de mi estilo.

*se queda*

Me acabo de despertar de mi siesta de media tarde y me siento un poco entumecido. Un poco como si me hubiera hecho bola en mala postura. Llevo una temporada un poco alicaído, desde mi pequeño episodio de "lucidez". Me desperté en la enfermería, sin niingún síntoma físico por lo que dijeron, pero desde entonces siento un peso en el pecho, como si echara de menos la sensación de claridad. Apenas puedo recordarla, pero ahí está. Constante como el dolor de un moratón en la espinilla.

Para despejarme decido pasarme por la sala común. Probablemente la compañía me anime un poco. Y si está vacía puedo echar allí mi siesta de antes de cenar. Por suerte está allí Frikka, justo lo que necesitaba. Compañía y de la muy agradable.

Tiene los ojos cerrados, así que me acerco con todo el sigilo que puedo a su oreja para susurrar:

-¿Qué hace una caeruleus como tú en un palacio como este?

Abro mucho los ojos, sobresaltándome. Casi escupo el corazón, cojones. ¿Qué clase de cabrón ve divertido darle un susto a una persona mientras piensa en sus jodidos asunt...?

-Narbe... -murmuro, al toparme con él. Enseguida me siento un poco mejor, apoyando los pies en el suelo y las manos en las rodillas-. Pues estaba... -. Agito la cabeza un momento. ¡No! El extraño es él, en todo caso-. ¿Qué tal estás? La última vez que te vi estabas por los suelos. Tuve que llevarte a la enfermería -. Y no toqué nada-. ¿Estás mejor?

Bueno... Al menos él es majo y me alegra un poco la noche.

Me río yo solo de mi pequeña broma. Su cara de susto merece la pena de verdad. Me lanzo a un sofá junto al suyo, sentándome de mala manera.

-Ah, así que fuiste tú. No sabía muy bien cómo rayos había llegado hasta allí. Muchas gracias- sonrío enseñando todos los dientes. De pronto reparo en un detalle y le lanzo una mirada escrutadora-. Debo pesar el triple que tú, y eso si no he cenado. ¿Cómo lograste llevarme, en carretilla?- me acerco a ella e intento palparle los músculos. Igual es una de esas personas súper fuertes que lo disimulan muy bien.

Asiento, con fuerza. Ahora me valorará un poco más.

-Bueno, no fue nada. Ya sabes, entre compañeros tenemos que ayudarnos. Tú habrías hecho lo mismo -. Me frotó la nariz con el dedo, asintiendo muy segura para mí. Saco algo de pecho cuando pregunta, sonriendo con orgullo, dejando que toque donde no hay. Músculo, quiero decir-. Bueno, una tiene sus trucos, ¿sabes? No es oro todo lo que reluce, y bajo esta piel hay unos músculos que... -. Termino por dejar ir un suspiro y una sonrisa-. Pedí ayuda al servicio, claro. Pero la intención cuenta igual, ¿no?

Me estiro un poco, repasando la sala con un vistazo. Me llevo un momento la mano al pómulo. ¿Se lo he...?

-¿Te había enseñado ya...? -inquiero, como quien no quiere la cosa, girando la cara para que me vea la oreja.

Que bueno... Tampoco es nada. Solo un pendiente. Una gilipollez. Sí.

No parece especialmente fuerte, pero cosas más raras se han visto. Y más en este palacio, donde nadie parece ser muy normal. Yo también saco pecho. ¡Claro que hubiera hecho lo mismo!

- ¡Pero no es lo mismo que lo haga yo! Mira- me incorporo de un salto y la levanto en volandas-. Soy un caballero de Brontë, tengo que ayudar a las guerreras en apuros- le guiño un ojo mientras la dejo con cuidado de nuevo en el sofá.

- ¡A ver, a ver!- me emociono un poco al ver su adorno. Me siento como un maestro viendo a su alumno seguir sus pasos, o algo así. Sin la parte del maestro, quizás, no la he enseñado nada. Igual algo como compañera de perforación-. Vaya, te queda genial. Pero jo... esperaba que contaras con mi ayuda para hacértelo- acompaño a mi comentario con la mejor carita de perro abandonado de mi repertorio. No es muy buena. Mi hermana una vez dijo que más parecía un boro.

De un momento al siguiente me ha levantado del sofá. Le paso un brazo en torno al cuello, por si acaso, en acto reflejo, mirando abajo, no vaya a ser... Porque este tiene pinta de emocionarse y luego acabas con un hueso roto.

-¡Jod...! Bueno -. Lo miro de nuevo, con una sonrisa algo tensa-. Pero una guerrera como yo no se mete en apuros, ¿sabes? -. Me ha vuelto a bajar. Qué susto. Me froto la mejilla con el puño-. Yo genero los apuros. Y los resuelvo. Así, ya sabes. Soy la hostia.

Me estoy sintiendo tan sumamente ridícula... Qué hostia tengo encima, por favor. Cállate.
Dile ahora que mientras dormía...

Sus halagos sobre el pendiente me arrancan una sonrisa socarrona. Y luego su puchero me la rompe... Yo yendo con Buscador, que para colmo se hizo dos mierdas horribles, y...

-¡Para el próximo! -exclamo, sin pensármelo-. Uno no es suficiente, ¿no? Si quieres, acompáñame para la próxima. Si estaba pensando en ello desde que me lo hice, joder. ¡Uno no es suficiente! ¿Dónde crees que...?

-Los líos son divertidos- sonrío-. Bueno, algunos son divertidos. Los que se solucionan. Así que sí, si los resuelves eres la hostia- me apago momentáneamente, pensando en los líos que me meto yo. Hace mucho del último divertido. Y comer lo que me dan me ha dejado ese peso en el pecho...- ¡Deberíamos ir a hacer travesuras!- salto.

Salto en el sofá, feliz. No entiendo qué tengo con los pendientes, pero definitivamente es un poco... obsesivo. Me alegra tener a alguien que me comprenda algo.
- ¡Así me gusta, que seas una mujer valiente! La próxima vez puedo hacerme otro. Umm, sí... Aunque me van quedando pocos huecos. Tú no tienes ese problema, con una piel tan fina y tanto espacio por llenar...- aunque no sé de quién me fiaría por aquí para hacerme agujeros. Nido de lunáticos.

Los líos son divertidos...
Sonrío y asiento, mansa. ¿Qué soy? ¿Una puta diplomática? Hostia ya...

-¿Travesuras? -. No tardo en asentir, con cierto ánimo. Eso seguro que anima... Llevo una racha que hasta va tocando, ¿no? -. Es buena idea. ¡Podemos hacer algo como la otra vez! Bueno... No tiene que ser droga. Ni tu droga. Yo no tengo droga...

Deja de decir droga, Frikka.
Gracias.

Verlo tan contento me anima. Y también me desorienta un poco. Me siento como contenida. Es extraño. Intuyo que es... Algo. No quiero decirlo.
Pero bueno. Aunque un pendiente no entraba en mis planes, si es un requisito para molar más está aceptado.

-¡Si buscas valiente en el diccionario sale mi cara debajo! -exclamo, llena de coraje. En la acepción de "valiente estúpida", sí-. Dime dónde debo hacerme un agujero y dalo por hecho.

Creo que iría ahora mismo. Sería hasta estimulante, la hostia.

Bajo el tonto y miro a mi alrededor, para conspirar. Así, dándole ambiente al asunto.

- Pues vamos a ver, señorita valiente, qué podemos hacer...- maquinar no es lo mío. Hacer estupideces sí, pero no planeándolas-. ¡Ya sé! Buscamosa alguien y uno se tira en el suelo como si estuviera muerto y el otro va corriendo y le dice que ha pasado algo malo y de la que se acerque ¡le damos un susto de muerte! Mi interpretación de dama asustada es magistral, que lo sepas- me voy acelerando palabra por palabra-. Aunque... con todo ese rollo de la gente muerta igual no se lo toman muy a bien. Pero sigo siendo una gran dama asutada.

Me lo estoy pasando bien. Frikka es una chica guay. La mayoría no estarían dispuestas a hacer una tontería así conmigo.

La propuesta que da no es del todo desagradable. Es una gilipollez como una casa, a ver, pero a mí esas cosas como que me gustan. Y hace tanto que no hago el estúpido así... Aunque, claro, coño... Lo que dice después es cierto. No son momentos para esas bromas.

-Tiene que haber algo más gracioso y menos envuelto con la muerte -. Pienso un instante. De verdad tiene que existir-. Hace tanto que no hago cosas de estas... -. Me cruzo de brazos, altiva-. En casa era la mejor, por supuesto -miento-. ¿Alguna vez has cambiado el champú por nata? Porque resulta... -. Termino con un cabeceo complacido. El silencio expresa lo suficiente. Maravillosos recuerdos.

Pero no sé si nos darían nata. Y no podríamos comprobar el resultado. Quizás no sea una buena idea.

Le doy un puñetazo flojo en el hombro mientras pienso.

-Joder, sí que tengo que estar amargándome si no se me ocurren mierdas de estas para hacer -comento, con decepcionado melodramatismo.

Me estiro en el sofá tan largo como soy.

-¿Sabes qué necesitaríamos? Una víctima. Alguien más pringao que nadie y que no nos la fuera a devolver muy fuerte. Que luego la gente no sabe encajar una bromita-en Brontë hay gente muy loca y muy fuerte. Por lo general las dos las dos cosas a la vez.



- Umm, nata... Me encanta la nata. Siempre podemos ir y pedir un poco. Y cerveza. Y comida en general. ¿No tienes hambre?- finjo un dolor inmenso y me tiro al suelo, rodando y gimo de dolor-. Mi braaaazo, me lo has rotoooo- me quedo mirándola desdde el suelo y sonrío-. ¿Ves? Nací para esto.

Una víctima, claro... Un pardillo, que es lo mismo. O pardilla, que no soy sexista. Tiene que ser alguien como Buscador, pero con capacidad para sentirse avergonzado, de modo que Buscador no nos sirve. ¿Quién podría haber suficientemente panoli como para caer en un truco, avergonzarse y no vengarse? las ideas que se me ocurren son tan puto crueles que no las veo ni factibles, que tampoco soy aquí algún tipo de demonio.

-Aquí panolis hay muchos, pero... No sé, eh. Quizás si encontramos una broma con la que no se sepa quién ha sido podremos reírnos de quien sea, aunque sea agresivo. ¿No es mejor? Culo a salvo, todo correcto.

Comida... Asiento, con una sonrisa. Me ha convencido. Bueno, nunca es mal momento, ¿no? No es que tenga nada mejor que hacer que comer nata, ¿no?
Nata sobre su...

-Es que no controlo mi fuerza -respondo, socarrona, a sus gestos. Me pongo en pie de un salto y pongo un pie sobre su vientre, alzándome victoriosa como una puta dominatrix sobre su víctima, pero sin serlo-. Ahora me debes obediencia, escoria.

¿Qué digo?
Joder... No sé qué me pasa hoy, que...

-Deberíamos aprovecharnos de que dormimos en habitaciones comunes. Meter algo en las camas o algo así.

Me tiendo con los brazos abiertos en el suelo y me hago el muerto.

-Me rindo, me rindo, Ama. Obedeceré raudo y veloz a sus deseos- me da un ataque de risa antes de levantarme. Hago una reverencia y la cedo el paso hacia la puerta- Mi Señora, su comida nos espera.

*se van*

Entré en la sala común, buscando a Branne, la chica que estaba bajo el servicio de Flavia. La última vez me había propuesto unirme a ellas, y por fin había tomado una decisión. Me había llevado un par de días, sería algo que le diese una vuelta a mi vida, para bien -esparaba- o para mal.

Me senté en un sillón, el que parecía más cómodo y se adaptaba al mismo tiempo a mi altura. No tenía prisa, el fuego de la chimenea me embaucaba y me llevaba a un mundo de pensamientos y recuerdos que no tardé en abandonar. Giré mi cabeza para comprobar poco a poco el resto del cuarto, cada día me resultaba un poco más acogedor, hogareño.

Me puse de nuevo de pie, y me dirigí a una de las escasas estanterías que había en la sala. Eran libros mucho más orientados a pasar el tiempo que los de la biblioteca, los cuáles recordaba muy técnicos y, en general, aburridos. Con la vista recorrí los lomos desde el primero hasta el último, sin fijar mi atención en ninguno en especial, y volviendo a girarme para regresar al sillón que había elegido en un principio. Esperaba ver esa noche a Branne.

*Se queda*

Ambas aparecieron por la puerta. Branne sonrió al verla. - Esta es, Señora.- Dijo con un haz de luz en la sonrisa.

Entro con elegancia y la veo, dando una palmada en el aire.- ¡Mira qué chica más mona!- Río con dulzura, acercándome a las escaleras que dan a la zona superior de la sala común, restringida a los líderes.- Sube querida... Elektra, no perdamos más tiempo.


Branne le guiñó un ojo, cómplice. - Venga, sube.- Rió.

La puerta se abrió de repente. Dos figuras entraban entonces en la sala común. Una de ellas era Branne, pero sin duda su presencia estaba eclipsaba por la líder. Sus ropajes propios de la tradición ignita reflejaban la elegancia de un Ignis honorable y digno -un aplauso para ella-. Sin embargo, su maquillaje era incapaz de ocultar las múltiples arrugas que, de alguna forma, "decoraban su cara" -vaya por Mithos-.

Después de levantarme de mi asiento y reverenciarme, no dudé en sonreír ante la líder -sin duda tenía buen gusto para reconocer la belleza dónde la veía-. No contesté a su cumplido pero sí respondí con una inocente risotada.

La vi subir rápidamente a la planta de arriba, reservada para los líderes, lo cuál me hizo sentir por un momento algo más importante. Antes de seguirla, sonreí a Branne y le dediqué otra reverencia. No me convenía llevarme mal con mi futura compañera.

Al pisar el último escalón, un escalofrío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza.

Una vez arriba, ambas se sentaron y Branne le ofreció sitio al lado de Flavia.

-Bueno, bueno, bueno... Branne me ha comentado que estás interesada en formar parte de mi séquito personal. Me gustaría saber tus motivos y si entiendes tus responsabilidades.- Me explico. - Seamos breves: ambas nos necesitamos, por lo que veo. Así que realizaremos un hechizo de simbiosis para formalizar nuestro acuerdo, ¿te parece?

-Además estarás sometida a un hechizo que te impedirá mantener relaciones físicas con otros seres humanos. Una mujer que se debe a su trabajo y a mejorar como individuo no necesita distracciones de ese tipo. Entiéndelo, es por vuestro propio bien.- Me explico.- Luego vendría el hechizo de simbiosis.- Continúo. - Este te obligará a obedecerme. Un simple contrato mágico de jefe y empleado. Nada grave, querida. Suena peor a lo que realmente es. - Dijo quitándole importancia al asunto, pero sin escatimar en detalles.

-Un par de sellitos donde tú quieras y listo.- Canturreó, guiñándole un ojo.

Flavia se sentó, y yo junto a ella después de que Branne me hubiera ofrecido el asiento. Escuchaba sus palabras mientras asentia sonriente.

- Es cierto que estoy interesada - repetí llevando la mano izquierda sobre el corazón, mostrando mi gran "emoción" y "disposición" -. Como guerrera del palacio me encantaría servir de todas las maneras posibles a sus líderes, y colaborar como haga falta - fingí quizás un poco más de emoción de la que sentía -lo que no quería decir que no estuviera algo emocionada-, para agradar a la líder -. Como persona, mi propósito es hacerme poderosa y realizar prodigiosas hazañas por el bien de todos - acabé con otra corta risotada que intenté camuflar agachando un poco la cabeza.

La líder continuó con su discurso, ante el cuál yo negué con la cabeza.

- No se ha de preocupar por ello - sonreí todavía más .- No supondrá ningún problema.

El contacto físico no era para nada un buen amigo mío, y menos si era con algún tosco guerrero del palacio.

Me disponía a remangar las mangas de mi blusa cuando me dí cuenta de que no tenía. Sonreí sin tapujos ante mi torpeza y algo más seria dirigí la mirada hacia mi futura señora, extendiendo mis brazos hacia ella -sin estirarlos del todo- con la palma de la mano mirando hacia arriba. Tenía las manos inclinadas hacia abajo, dando a entender que le estaba ofreciendo mis muñecas para ser selladas.

- Soy toda suya - solté agachando la cabeza, sonriendo ahora con un matiz distinto -. Hágame poderosa.

FdR- Pausado

Una mirada de júbilo atraviesa mi rostro. Esta muchacha realmente tiene agallas. Y potencial. Recojo con cuidado sus muñecas entre mis manos y comienzo a conjurar una retahíla de palabras por lo bajo, de una forma tan rápida y espectacular de a Branne le daba incluso un poco de miedo.

Conforme hablo, mis manos aprietan más fuertemente a las suyas, rodeando sus muñecas, mientras que de forma tenue, se van dibujando en sus muñecas las dos sombras que se convertirán en un par de tatuajes negros cargados de poder.

Al cabo de un rato, la ceremonia termina. - Hecho, querida.- Le respondo con algo de cansancio.- Deberás mudarte a las habitaciones del resto de las chicas. Compartirás habitación con Branne.- Explico.
-Y ahora... yo he de cumplir con mi parte del plan. Te enseñaré un nuevo hechizo. Al ser parvus, Branne se ocupará de enseñartelo.

-Terro.- Habla Branne.- Lo practicaremos ahora mismo. Es un hechizo bastante poderoso.- Le explicó.

-Pasadlo bien, niñas.- Hablo, mientras me levanto y me despido con una sonrisa.



*Flavia se va y Branne y Elektra se quedan practicando hasta que a la guerrera le salga el hechizo para luego irse juntas*