Biblioteca

Compuso una mueca. El libro que tenía en las manos era mejor que el primero, pero aún así no terminaba de gustarle. No sabía muy bien por qué, pero le parecía farragoso, denso y poco entretenido. Y si quisiese algo poco entretenido, ahora mismo estaría buscando libros históricos o estudios, no uno de ficción. Suspiró; luego devolvió el libro a su sitio y observó la biblioteca, desde lo alto de la escalera. Mientras la observaba sin demasiado interés, pensaba en algún libro que hubiese descartado la última vez que había ido, o en alguno del que el título le sonase o algo así.

Frunció el ceño. No se le ocurría nada. De reojo, observó de nuevo los lomos de los libros. Tras unos largos minutos leyendo todo lo que tenía cerca, miró a la chrysos.

—Ey, ey... ¿Me recomiendas un libro?

Esperaba no molestarla.

Lo miro de reojo. ¿No ve que estoy ocupada? ¿A qué viene que me hable?
Me levanto, frustrada, y camino a largos pasos hasta llegar a su lado. Le lanzo una mirada de pocos amigos, dejándole patente que me ha interrumpido, y comienzo a ojear los títulos de los lomos.

-¿Qué tipo de libro buscas? Esa petición es muy amplia -respondo, algo seca.

Vaya hombre. Como si no tuviera mejores cosas que hacer que ponerme a pensar en libros para recomendar. Además, no me gusta que la gente sepa qué leo. Es dar datos de mí innecesarios que podrían desfavorecerme.

La mirada que la chrysos le dirigió hizo que Lyam pusiese los ojos en blanco. De haber sabido que la iba a molestar tanto, no hubiese dicho nada. Suspiró. Ahora mismo se arrepentía de haber abierto la boca.

—Buscaba algo entretenido de ficción... —murmuró, mirándola desde lo alto de la escalera. Esbozó una corta sonrisa—. Pero mejor déjalo estar. Ya me las apaño yo solo.

Descendió por la escalera y, cuando sus pies tocaron el suelo, miró a la chrysos. Luego volvió a observar la estantería, volviendo a prestar atención a los títulos. Si tanto le molestaba que le hiciese una pregunta, pues la dejaría tranquila.

Su gesto no me pasa desapercibido, y tampoco me agrada. En absoluto. Sí, bueno, quizás me haya molestado, pero he venido, y si esa es su respuesta... No me gusta, vamos.

-No suelo leer ficción -gruño, desde abajo, más que incomodada por su gesto-. Así que no sabría qué decirte.

Él baja, pero en lugar de dirigirse a mí, lo hace a la estantería, ignorándome en mis narices. Me llama, vengo, hace ese puto gesto y ahora me ignora de nuevo, como si estuviese sentada escribiendo la carta, y no de pie a su lado.

-Imbécil...- gruño por lo bajo, dándole la espalda, dispuesta a volver a mi sitio.

Asintió levemente. Sabía que la chica solía leer más no ficción que otra cosa (recordaba que lo habían hablado un día, hace tiempo), pero había esperado que a lo mejor supiese alguno. Ignorando el tono con el que se dirigió a él, el chrysos esbozó una leve sonrisa.

—Gracias...

Evidentemente, la forma en la que le había hablado le había molestado. ¿Qué le pasaba? ¡Sólo le había hecho una pregunta! Y le responde borde dos veces. ¡Dos! ¿Qué problema tenía? Ni tan siquiera le había pedido que se pusiese a buscar con él, sólo un título. Y para eso ni tan siquiera tenía que haberse levantado del sitio. Podía, simplemente, haberse quedado sentada, decirle que no sabía ninguno y fuera. Así que, definitivamente, no entendía qué problema tenía.

El tono con el que lo insultó le ofendió más que el imbécil en sí. Claramente molesto, el chrysos frunció el ceño y se giró, dispuesto a responderle. Sin embargo, al ver cómo le daba la espalda y comenzaba a alejarse, se mordió la lengua y le agarró la muñeca, no muy fuerte (de hecho, si quería, podía soltarse sin ningún problema).

—¿Qué te pasa? —murmuró, mirándola.

Me suelto de su mano con un tirón y le lanzo una mirada de reojo, girando ligeramente la cara para poder mirarlo sin mover el cuerpo.

-Que te den, Lyam -le escupo.

La verdad sea dicha... Si quisiera desglosar el motivo de mi enfado, me sería difícil. Los acontecimientos no daban mucho pie a ello, y viéndolo así me siento un poco estúpida, pero el mal ya está hecho. Además, aunque no creo tener ningún motivo real, la sangre me hierve de todas formas. Él, mientras tanto, dócil y preocupado. Muy correcto, sí señor, como un buen chico.

Joder.

El chrysos frunció el ceño, más molesto que antes. ¡¿A qué venía aquello?! No recordaba haberle hecho nada. ¡Nada! No la había insultado, no la había mirado mal, por Mithos, ¡apenas le había hablado!

Tomó aire, intentando calmarse. No quería darle un sólo motivo a la chrysos para estar enfadada. Ni uno. Si quería enfadarse por sabe Mithos qué, que lo hiciese, pero él no iba a responder con las mismas. O al menos eso intentaría.

Dio un par de pasos y volvió a cogerle la muñeca, de nuevo con suavidad. La miró, serio.

—¿Qué te pasa?

Me coge de nuevo la mano y repito el proceso, apartándola de un tirón. Suelto un bufido. Lo miro, entonces, desafiante. Mis ojos se tiñen de orgullo. Realmente, no entiendo bien lo que me pasa, pero es difícil no dejarse llevar por la ira una vez esta sale a la luz.

-¿Te crees que te voy a responder porque mantengas la calma?

Aprieto la mandíbula. Me bulle la sangre. Realmente, me bulle.
¿Por qué no explota? Debería hacerlo. Me lo he buscado. Pero es tan agradable que no grita, por supuesto. Voy a traicionarlo, a venderlo, pero jamás gritará, no. Es demasiado amable.

Negó lentamente con la cabeza. No esperaba que le respondiese, pero quería que le respondiese, y seguía insistiendo por si, tal vez, funcionaba. Quién sabía. No entendía por qué se había enfadado, así que a lo mejor también le sorprendía hablando.

—No. —La miró, serio—. No espero que me respondas. Pero tampoco espero que me respondas si te insulto, y, francamente, no me apetece insultarte, enfadarme contigo, responderte con bordearías, gritarte, etcétera, etcétera.

Tragó saliva y desvió la mirada. De momento tenía que admitir que estaba actuando con bastante calma, aunque una parte de él le gritaba que se fuese y que la dejase con sus cosas, amargándose si quería. Pero esa parte era pequeña y no era difícil ignorarla.

Dio un par de pasos hacia la chrysos y la miró de nuevo.

—¿Qué te pasa? ¿Te he molestado? ¿Por qué estás enfadada conmigo...?

No sabía por qué seguía preguntando, pero seguía preguntando.

Frunzo el ceño, mirándolo con desdén. Tengo que esforzarme para no soltar alguna palabra que no viene mucho al caso. Ya he dicho suficientes y gratuitas, y no es demasiado agradable. También sucumbir ante la ira es una muestra de debilidad.

-No me gusta tu calma. Parece fingida -gruño-. Es demasiado artificial.

Deberías gritarme. Deberías estar enfadado. Pronto te traicionaré. Solo un detalle, solo un empujón, y lo haré.
¿Por qué no te enfadas? ¿Acaso no entiendes que por mi culpa vas a morir?

Joder, necesito un maldito polvo.

Sonrió, ignorando la agradable mirada que le dedicó la chrysos.

—Gracias por tu sinceridad —dijo, sin borrar la sonrisa. Luego tomó aire y suspiró—. ¿Te refieres a mi calma cuando estoy contigo? ¿O a qué? ¿Qué quieres que te diga? —La miró y dio dos nuevos pasos hacia delante—. Discutí con Rick Dehnel, hace meses. Estaba enfadado y discutí con él. Ahora mismo hay algo en mí que me está diciendo ¡responde, dile algo a Alehyss, cómo se atreve a hablarte así! Pero no lo hago. No porque finja; simplemente, no veo oportuno gritarte. —Se encogió de hombros—. Así que lamento desilusionarte, pero mi calma no es artificial. Grito cuando me enfado mucho, no grito cuando no me enfado, así de simple. Y ahora mismo no estoy enfadado, sólo quiero saber qué te pasa.

La miró, serio. Él mentía mucho, fingía mucho. Pero con ella no. Le ocultaba menos cosas que al resto y, en general, se mostraba sincero con ella. Hasta donde podía, claro. Había cosas que no le podía contar, no porque no quisiese, sino porque eran parte de su trabajo. Pero salvando esas cosas, podía decir que no fingía al lado de ella.

Desvío la mirada chasqueando la lengua, claramente molesta.

-Pues no es lo que busco ahora -gruño. Mis ojos se posan en él de nuevo-. No quiero tu jodida calma, así que mejor me voy a buscar a otra parte algo de caos.

Ojalá estuviese aquí Jager. A él podría gritarle y luego, cuando me cansase, me desnudaría y lo haríamos, y durante el sexo expulsaría toda mi rabia. Y luego me sentiría mal, pero al mismo tiempo aliviada. Por desgracia, Jager, el mayor genio a la hora de enfadarme y hacerme perder los nervios, no está aquí para una vez que lo necesito.
Y pensar que incluso él sirve de algo a veces.

Lyam alzó las cejas, sorprendido por la respuesta, y miró a la chrysos. Luego frunció levemente el ceño y parpadeó un par de veces. Suspiró y retrocedió un par de pasos, apartando la mirada de la chica.

—¿Quieres que te grite? —Volvió a mirarla, el ceño más fruncido que antes—. ¿Quieres que la gente te trate mal, que te responda? ¿Hablas en serio? Francamente, es toda una sorpresa. Admito que no me lo esperaba. Caos. —Chasqueó la lengua—. ¿Qué es caos?

No lo entendía. ¿Realmente quería que la tratasen mal? La última vez que le había dicho un comentario fuera de lugar la chrysos casi se echó a llorar, y, francamente, dudaba que le agradase que Dehnel la llamase puta allá por dónde fuese. Entonces ¿a qué demonios se refería?

Niego lentamente. Antes quería que me gritase para gritarle yo. Quería explotar, furiosa, y escupirle todo. Ahora, simplemente, estoy cansada.

-Nada, será la regla. Lo siento -murmuro, retomando mi camino hacia la mesa.

Tomo ambas cartas y el sobre y lanzo una nueva mirada a Lyam, sin saber bien cómo sentirme. Estoy haciendo el ridículo y lo odio.

-Mejor olvida esto. Nos veremos otro día. Buenas noches.

Con todas mis cosas, voy hasta la puerta. La abro y la cruzo, sin mirar atrás.
La cierro a mi espalda.

*se va*

Frunció el ceño. Se sentía como un idiota que no entendía nada. ¿Qué le pasaba exactamente? ¿Por qué no le decía claramente qué le pasaba? Porque desde su humilde punto de vista, era evidente que a la chrysos le pasaba algo. Y si no fuese muy egocéntrico por su parte, hasta se atrevería a decir que tenía un problema con él. No sabía por qué, pero una parte de él así lo creía.

—Me gustaría saber qué te pasa... —murmuró, cuando la chica lo miró. Luego, tras escuchar lo que dijo, alzó las cejas y observó cómo se iba, sin moverse. Aquello ya no le sorprendía tanto. A fin de cuentas, ya lo había hecho más veces, ¿no? Lo hacía siempre, de hecho. Siempre que parecía molesta, enfadada, la chrysos se iba sin darle ningún tipo de explicación. Y luego, claro, él se comía la cabeza pensando que no debió haberle gritado, y que debió haber mantenido la calma y no enzarzarse en la discusión.

Apretó la mandíbula. La única diferencia entre todas aquellas veces y esta era que él no había perdido los nervios esta vez. No había hecho nada. No había gritado, no había discutido... Suspiró. Honestamente, no sabía si le gustaba el cambio.

*se va*

Hacía un par de días, había encontrado un librito de gramática básica de lengua común. Mi primera reacción había sido de rechazo, pero al final me había obligado a mí misma a ponerme con él, y después de rodear un poco el asunto, me había puesto en serio. Me interesaban principalmente los ejercicios de lectura y ortografía, los primeros porque me parecían esenciales y los segundos porque abordaban mi principal problema en el aprendizaje.

Así pues, y pese a todo lo que tenía en la cabeza (la fiesta, Follow, Nagore...), había llegado a la conclusión de que si quería tener alguna credibilidad ante la mujer que me escribía, debía mejorar mi escritura. Así pues, me había sentado en una de las mesas con material de escritura y claras intenciones de completar ejercicios.

*Se queda estudiando*

Entro en la biblioteca. Por mucho que digan, aquí poco más que leer puedo hacer. La geste parece ocupada preparando el cumpleaños de Nagorr y para la mayoría no soy más que un crío con poco que contar.
Hace bastante que no veo a Lluvia. Bueno, solo la vi una vez, pero sería interesante tirar con ella con arco. Podríamos hasta... ¡Hasta hacer un miniconcurso! Ella me ganaría, sin duda, que por algo es la guerrera, pero podría ser una buena forma e pasar la tarde y hacer amigos.

Al ver a Massen se me ilumina el rostro y la saludo con la mano. Sonriente, me acerco a ella. ¡Qué agradable coincidencia!

Alcé la vista al sentir un movimiento por el rabillo del ojo. Vaya, vaya, pero si era el pequeño claritas. Parecía muy contento, ciertamente, solo había que ver la sonrisa que traía. Con la pluma detenida en mitad de un trazo, ladeé la cabeza, como estudiándolo. Al final, hice un pequeño gesto condescendiente.

Volví a mi trabajo y terminé la palabra que estaba escribiendo. Entonces levanté de nuevo la vista y dejé la pluma y el papel a un lado. Le dirigí al chico una sonrisa extraña, como entre enigmática y burlona. Finalmente, me llevé la mano al bolsillo y saqué un trozo de tiza, que dejé sobre la mesa.

-Buenas tardes, Jun -saludé con tranquilidad-. Creo que esto es tuyo. Lo encontré ayer a la tarde, cuando salía de la sala común. Deberías tener cuidado con no ir perdiendo las cosas, la tiza sigue siendo un gasto.

Lo observé, con una extraña mezcla de molestia y diversión, esperando alguna reacción significativa. Tampoco quería acusarlo sin motivos, pero...

FdR.: Massen aprendiendo de Alehyss XD

Parece contenta. De hecho, me saluda con una gran sonrisa. Es cierto que no es una sonrisa muy normal... Pero, ¿cómo juzgar las sonrisas de la gente? Cada persona tiene varias, y quizás esa signifique algo especial y alegre.
Respondo a su "buenas tardes" con un gesto, sonriendo también, y terminando de acercarme. Cuando menciona que algo es mío la miro con curiosidad. ¿Mío? ¿Un regalo? Quizás me haya dejado algo atrás la última vez que nos vimos, pero no me acuerd...

La tiza. En la sala común. Mientras escuchaba a hurtadillas...
¡Oh, Mithos! ¡¿Por qué escuchaba a hurtadillas?!

Me noto palidecer y retrocedo un paso. De ahí su extraña sonrisa. No me engaña. Sabe que no se me ha caído sin más, y yo miento demasiado mal como para negarlo.
Retrocedo otro paso y sonrío nervioso. Garabateo en mi pizarra.

"Vaya, gracias. Qué descuido."

La miro esperanzado. Estúpidamente esperanzado.

Su reacción fue tan significativa que casi me ofendió que no admitiera su falta de palabra. Mantuve mi sonrisa, pero lo miré con cierta frialdad. No me había gustado enterarme de aquello, pero tampoco era un problema grave. Lo que más me molestaba era no saber qué había escuchado y qué no. No era que hubiese escogido un lugar muy privado para hablar de aquello con Nagore, pero eso no convertía lo que tuviéramos que decirnos en nada de su incumbencia.

-No es nada. Aunque sí fue un pequeño descuido. Son cosas que no pasan cuando uno se centra más en sus propios asuntos que en los de los demás -repliqué, mordaz. Me encogí de hombros-. En fin, son cosas que pasan. Por desgracia.

Desde luego, las malas acciones se vuelven contra uno. Eso está claro. Supe desde el primer momento que no debía escuchar y aún así lo hice. Ahora no puedo no pagar por ello. He sido descubierto y me merezco todos los reproches posibles. Quizás hasta se lo dijera a Nagore, o como quiera que se llame en realidad, y ahora haya otra persona buscándome para reprenderme...

Sin yo quererlo, noto que se me humedecen los ojos. No es justo para ella. Apenas escuché, pero no tenía derecho... La privacidad... Había ignorado su privacidad a sabiendas, y aquello no era nada justo.

Bajo la mirada para que no me vea así, arrepentido.

Su exagerada reacción me tomó un tanto por sorpresa. Fruncí los labios. ¿Intentaba que me sintiera culpable? Por favor. Tenía un buen montón de experiencias de ese tipo a mis espaldas. Demasiados años rodeada de niños para que un truco así funcionase conmigo. Aunque, bien pensado, aquel chiquillo estaba acostumbrado a una vida muy estricta, al parecer. Tal vez le agobiara todo aquello.

Solté un pequeño suspiro exasperado y aparté la silla que tenía al lado, haciendo rotar los ojos en las órbitas.

-Vamos, hombre, no te quedes ahí de pie -refunfuñé, dando un par de golpecitos sobre el asiento, invitándolo a sentarse-. Pues menudo drama me vas a montar ahora. Si fuera para tanto tendría que decirlo yo, ¿no?

No sonreía, pero mi tono se volvió un poco concesivo. Solo un poco.

Me acerco a ella con la mirada gacha. La verdad es que esto es de lo más vergonzoso, pero realmente me siento muy mal... Incluso en el momento de escuchar a hurtadillas me sentía mal. Si lo entendiese... Un error lo puede tener cualquiera.

Me froto los ojos con la manga, aunque no tardan en humedecerse de nuevo. Al menos no lloro. Vaya suerte... Solo "casi lloro". Estoy hecho todo un hombretón. Además, rodeado de guerreros. Mi situación sí que es triste. Debería estar llorando por el ridículo que hago entre tantos tipos duros, y no por una bronca bien merecida.

Sorbo con la nariz, tratando de hacer el menor ruido posible, aunque un poco es inevitable, por desgracia.

"Lo siento.", escribo, y deposito la tabla sobre sus piernas, con gesto culpable.

Pues sí que estábamos bien... Volví a suspirar, con cierta impaciencia. Vale, era un crío, eso ya lo sabía, pero... ¿de verdad aquello era para tanto? Casi me ofendía verlo secarse los ojos como si se tratara de una enorme desgracia. Cuánto le quedaba por madurar...

Bajé la vista a mi regazo cuando posó en él la pizarra. Hice un pequeño gesto de disgusto. ¡Pero cuánto teatro, Mithos! ¡Cuánto teatro!

Con cierta malicia, tomé la tiza que había quedado encima de la mesa y borré enérgicamente el mensaje, para escribir uno yo.

"Pues que no se vuelba a repetir, pequeño fisgón."

Iba a tendérselo, pero pensé que tal vez quedara un poco brusco y añadí un pequeño dibujo, unos trazos desenfadados que mostraban una carita enfurruñada. Dejé la tiza en la mesa y la pizarrilla en sus piernas. Luego le revolví el pelo, un gesto a medio camino entre burla y consuelo.

Me sorprende que me responda así, pero en cierto modo es gracioso, y la cara me arranca una mínima sonrisa. Supongo que no está tan enfadada. La verdad, vaya alivio.
Borro su mensaje para sustituírlo, de nuevo, por uno mío.

"Lo prometo."

Acompaño el escrito, como ella, de un pequeño y simple autorretrato en el que me muestro afligido, con los ojos cerrados y la boca en forma de "u" invertida. Se lo paso y asiento, reafirmando mis palabras.