Sala común

La zona se va limpiando poco a poco debido la acción de ambos líderes.
Sin embargo, decenas de cientos de pájaros invaden la sala común acabando de limpiarla para luego salir por la ventana, quemando un poco las esquinas de las mesas y cuadros.

*esta zona está limpia*

Los pájaros que entran en la sala, ya desaparecidos los seres, le sirven de confirmación de que todo queda en orden. Sin más dilación, desaparece del lugar.

*Se desvanece*

Tranquila, me encuentro sentada en una butaca, la más elegante, con la pierna derecha cruzada sobre la izquierda y un cuaderno en el regazo. Llevo un vestido malva bastante ostentoso que muestra bien mi escote, cubierto en parte con una boa de pelo blanca, mi favorita. Mi elegante cuello luce un collar elaborado, dorado, con diferentes formas que parecen cambiar por sí mismas. Por último, en los pies luzco dos zapatos blancos, de marfil, con el tacón alto finamente tallado.

Sonrío, tranquila. Todos trabajan, pero yo no he de hacerlo. No me siento responsable, al fin y al cabo, y ya he hecho suficiente. Tengo otros temas en los que centrarme. Al fin y al cabo no soy más que una invitada.

*está*

El chrysos, movido por una sensación, un algo atrayente que le invitaba a acercarse, caminó hasta llegar a la sala común. Ni tan siquiera sabía por qué avanzaba hasta ahí, pero cuando entró en la sala no supo si alegrarse o no.

Era cierto que quería (más o menos) ver a Madame (realmente le servía alguien inteligente; si Alehyss estuviese en Brontë, hubiese ido hasta ella), pero no esperaba encontrársela ahí, tan imponente y majestuosa como siempre. Por algún motivo que no supo discernir, la presencia de la caeruleus le produjo una sensación de incomodidad.

—Hola.

Se adentró en el lugar, acercándose a la mujer.

—¿Podemos hablar...?

Ya que estaba ahí, intentaría sacar algo en claro.

Hay una especie de araña en Caligo que apenas tiene el tamaño de una de las falanges del dedo anular. Vive en grupos, creando vistosas telas en lugares ocultos. Entre todas cazan presas grandes, como murciélagos, y las devoran. Pero lo extraño de esa especie de araña no es que se agrupen, ni que cacen juntas... Cada una de las pequeñas arañas produce un olor tan atractivo que pocos seres son capaces de resistírsele. Dicen que si el olor te atrapa, también lo hará su red.

Esbozo una sonrisa, cerrando el cuaderno con gesto suave al ver entrar al chrysos. Me pregunto si esa historia será cierta...

-Por supuesto -respondo, irguiendo un poco el rostro, invitándolo a sentarse en la butaca que tengo frente a mí, obviando el saludo-. ¿Qué te ha traído a verme?

Querrá saber algo. Todo el mundo quiere saber algo. El problema de las personas es que piensan que la información se da a cambio de nada.

El chrysos, al escuchar la respuesta, tomó asiento frente a la mujer, en la butaca que le ofrecía. El sofá era muchísimo más cómodo, pero bueno.

Lyam observó a la mujer en silencio durante unos segundos. Realmente, ¿qué quería saber? ¿Qué quería preguntarle? No estaba seguro. Ni tan siquiera sabía por qué había ido hasta la sala común, ni tampoco que la mujer supiese algo sobre el tema. Y, por supuesto, tampoco sabía si intentar hablar con ella serviría de algo o no.

—No lo sé —admitió. Miró a la mujer a los ojos—. Querer información, supongo.

Observó a la mujer. A diferencia del líder parvus, ella no estaba ayudando en las reparaciones. Estaba ahí, en la sala común, sentada en una butaca, tranquila, ajena a todo lo que sucedía fuera de aquella estancia. No parecía preocuparle lo más mínimo lo que sucediese, y aún así ayer había aparecido en escena. Era una mujer extraña.

—Pero imagino que no me la dará porque sí. —Volvió a clavar los ojos en los de la caeruleus—. Así que, ¿qué quiere a cambio?

Dependiendo de la respuesta, se plantearía si se quedaba o si se iba. Total, a él todo aquel asunto ni le iba ni le venía; simplemente, le despertaba una malsana curiosidad.

¿Querer información? Es una respuesta sincera por su parte... Qué simpático. Pero la respuesta correcta sería, realmente, "estoy aquí porque algo, no sé qué, me ha atraído". Y yo sí sabría explicarle qué es ese algo. Sin embargo, dado que no ha dicho eso, simplemente sonrío con deleite y lo contemplo, estoica, entretenida.

-¿A cambio? -inquiero, arqueando las cejas con cierta diversión-. Todo dependerá de lo que quieras saber... ¿Qué sucedió ayer aquí? ¿Dónde está tu amiga ahora mismo? ¿Por qué trabaja Alehyss Lester para mí? ¿Qué me da ella a cambio?

Me tapo la boca con delicadeza, como si hubiese hablado de más. Luego, relajada, dejo que ambas manos desciendan hasta mi regazo, acomodándose tranquilas en él. La sonrisa segura, tranquila, casi siniestra, nunca abandona mi rostro.

-¿Qué deseas sabes, Lyam?

Frunció el ceño, ligeramente molesto. Era de esperar que todo dependería de la pregunta que hiciese, pero aún así había pensado que a lo mejor se lo diría sin más.

La molestia inicial por la respuesta de la caeruleus no tardó en transformarse en sorpresa. No por la primera pregunta, tampoco por lo relacionado con Alehyss, sino con lo del medio. ¿Sabía ella acaso dónde estaba? Y en ese caso, ¿sabía cómo estaba, con quién estaba? ¿Sabía si estaba bien? ¿Estaba bien? ¿Seguía en Aqua o se había ido a otro sitio? ¿Se había ido sola, acompañada...?

El chrysos entreabrió los labios. Durante unos segundos, se planteó hacer todas esas preguntas. Sin embargo, antes de pronunciar palabra, apartó ese deseo. Y cerró los labios. ¿Le servía de algo saber dónde estaba? No. ¿Y saber con quién estaba? Tampoco. Saber cómo estaba podía interesarle, pero ¿y si la respuesta fuese mala? ¿Y si no estaba bien? En ese caso, ¿qué haría? ¿Se iría a buscarla? Y en ese caso, ¿de qué le habría servido irse?

Tragó saliva.

—Quiero saber qué eran los bichos a los que nos enfrentamos ayer —murmuró finalmente. La miró—. No parecían personas, pero tampoco bestias. Así que ¿qué eran?

La observó durante unos segundos más. Luego, apartando la vista y bajando la voz, añadió:

—¿Está bien...?

Realmente, ¿podía ella saberlo?

Las diferentes expresiones que pasan por su rostro me parecen de lo más interesantes y entretenidas. Puedo notar las palabras pugnando por abandonar sus labios, su preocupación, su pulso al acelerarse, la prensión sanguínea subiendo, el leve cambio de expresión en sus ojos, la dilatación de sus venas...
Pocas personas habrá en Mithos capaces de percibir como yo lo hago esos leves cambios de temperatura, hormonales, de tono, de dilatación... como yo lo hago. Es una precisa mezcla entre magia, experiencia y habilidad. Por eso no necesito que hable para escuchar casi todo lo que piensa. Quizás no pueda leer su mente, pero sí su mirada. Aunque, en su caso, es excesivamente simple.

Va al grano, sin embargo. Eso me hace ensanchar la sonrisa e inclinarme un poco hacia delante, interesada.

-¿Es eso lo que quieres saber? ¿O eso es lo que crees? Porque, seguramente, el precio te parecerá demasiado elevado y acabarás prefiriendo no preguntar. Y entonces, Lyam -. Extiendo una mano hacia él, como si acariciase su mentón con mis uñas. Y aunque yo rozo el aire, él puede sentirlo en su piel, como si lo tocase-, te darás cuenta de que has pagado mucho por algo que atañe más a otros que a ti. Y ellos se aprovecharán para extraerte lo que has comprado, haciéndose con ello gratis. Un mal trato, ¿no crees?

Una sensación extraña me hace dejar de mirarlo un instante, concentrándome en el vacío. Con deleite, lo miro de nuevo.
Parece que Alehyss Lester está cumpliendo con lo pactado. Una pena que sea tan obediente... Lo que le espera no es agradable. Qué injusto.

El chrysos, inconscientemente, también se inclinó hacia delante cuando Madame lo hizo, curioso. La respuesta, sin embargo, le hizo fruncir de nuevo el ceño. Lo peor de todo era que tenía razón. ¿Realmente era de su incumbencia? No. Y, aún así, quería saberlo, aunque no por el precio que parecía pedir la caeruleus. A fin de cuentas, ¿qué podía hacer él con esa hipotética información? Aparte de acabar con su curiosidad, poco más. ¿Ayudar a Brontë y a los otros guerreros? Tal vez, no estaba seguro, pero aquello, si alguna vez le había preocupado, ya no estaba entre sus intereses.

Al notar el roce de la caeruleus, se estremeció ligeramente, aunque no tardó demasiado en recuperar la compostura. Definitivamente, aquello no era buena idea. Nunca lo había sido. Ni siquiera sabía qué hacía ahí. Sin embargo, sí quería saber la respuesta a la otra pregunta. Aunque no fuese sensato.

—He hecho otra pregunta... —Volvió a inclinarse hacia delante—. Y realmente quiero saber la respuesta: ¿cómo está?

El chrysos asintió, conforme, y se echó hacia atrás. Saber que estaba bien le aliviaba de alguna forma, por mucho que evitase pensar en ella, y en dónde y cómo estaba.

Volvió a mirar a la mujer, curioso, preguntándole qué le pediría. No esperaba que le pidiese demasiado (al menos él no lo haría), pero a saber. A fin de cuentas, la que traficaba con información era ella, no él.

Aún así, lo que le pidió le sorprendió, y le hizo fruncir el ceño en un gesto de clara confusión. Durante unos segundos, observó a la mujer preguntándose si aquello iba en serio o no, pero al ver qué no variaba ni su expresión ni su postura, el chrysos comprendió que, efectivamente, iba en serio. Resignado, el muchacho se acercó a la mujer y le besó la mejilla, en un gesto fugaz. Luego volvió a apartarse.

Se preguntaba si podía irse.

Qué maravillosa sensación es la que una obtiene cuando puede controlar a los demás sin violencia, con el simple uso de palabras. Y pensar que hay quien necesita fuerza para cosas como esta. Yo, sin embargo, puedo hacer que muchas personas que se creen importantes se rebajen por, en muchas ocasiones, poco más de tres sílabas.

Cuando el chico se aleja, conforme, sonrío. Lo observo, divertida. Sé que no va a olvidar un momento como este, aunque seguramente quiera. De todos modos, el haber besado mi piel es un anhelo para muchos. Podría hasta, si quisiera, sentirse orgulloso.

-¿Hay algo más que desees? -pregunté, pronunciando con lentitud y claridad, tranquila, sonriente.

El chrysos observó a la mujer en silencio, esperando no sabía muy bien el qué. Cuando vio que sonreía, él torció una pequeña sonrisa. El pago no había sido lo que esperaba, pero tampoco se iba a quejar. A fin de cuentas, aunque hubiese preferido no haberlo hecho, no era un gran gesto. Podía haber pedido cualquier otra cosa, y él habría tenido que dársela, así que no se quejaba (a pesar de esa ligera sensación de humillación que había sentido).

Al escuchar su pregunta, negó.

—No.

Se puso en pie. Realmente, deseaba saber muchas cosas más, pero tampoco tenía claro que haría con la información. A fin de cuentas, ni tan siquiera sabía qué hacer. A veces se preguntaba si no se habría ido de no haberle prometido a la chrysos que la esperaría, y la mayoría de las veces la respuesta era sí. Aunque luego también se preguntaba qué haría y a dónde iría y toda la determinación que podía haber ganado desaparecía. Otras veces se preguntaba si realmente esperaba porque la chrysos se lo había pedido o si esperaba por otra cosa, si esperaba a alguien diferente, y ahí ya no sabía qué responder.

—Gracias —dijo, mirando a la caeruleus. Por algún motivo, no le parecía tan desagradable como le pareció que le parecía a Alehyss. Aunque seguía resultandole algo imponente—. Buenas noches.

Y tras despedirse de la mujer, y comprobar que podía irse, abandonó la sala.

*se va*

-------

https://elmundodemithos.activoforo.com/viewtopic.forum?t=490