Sala común

Al final llegue a la sala común y me quedé relajada viendo al fuego, Bred se acercó a este y se quedo jugueteando con los flecos de la alfombra.

*se queda*

Llego a la sala comun.
-hola Adela, ¿Que tal?- digo sentandome en el suelo, al lado de la chimenea como de cstumbre. Hay un boro. Pero generalmente los boros del palacio se asustan al verme. ¿POrque este no lo hace?

Entonces le doy un codazo al boro para que se largue y este se me hecha encima como un monstruito salvaje.

-AAAAAAAAAHHHHHHHH socorroooo que me mata!

-Hola Lesvanus, Yo muy bien, gracias. - dije con tono neutro, pero no por ello enfadado.

El joven hombre se sento al lado de Bred, y le dio un codazo, por lo que yo fruncí el ceño. Era malo con los boros.
Pero una sonrisa de complacencia brotó de mis labios al ver como el viejo Bred se abalanzaba sobre el con su genuino caracter y le metía los tentáculos por las orejas, nariz y boca para vengarse.

Yo reía como una loca.

-Te lo tienes bien merecido, por intentar burlarte de los mas indefensos.
Entonces me levante y cogí a Bred entre mis brazos y ayude a levantarse al muchacho.

Anda, vamos a comer algo.


*se van*

No tengo grandes cosas que hacer, la verdad es que estoy bastante aburrido... Tristán, como buen dragón, ya se ha acercado a la chimenea para calentarse, y rápidamente pierdo de vista a sus 10 cm de largo entre las llamas.

Le encanta el fuego.

Me dejo caer en el sofá y relajo los brazos.


*se duerme*

Al cabo de un rato, me desperté, recogí a tristán y me fui.

*se va*

Sentado en el sofá de la sala común, atusándome la barba, aguardo a que ella llegue a la cita concertada. Nunca ha sido una mujer demasiado puntual, aunque sí poderosa. No sé por qué, pero las mujeres poderosas suelen ser impuntuales. Quizás gusten de hacer que los demás aguarden por ellas, demostrándoles así que son tan poderosas que pueden hacer esperar a quien quieran.

A mí no me importa esperar. No soy un viejo, pero tampoco un niño, y los años me han enseñado que a veces la paciencia es una compañera excelente. ¿Cómo, sino esperando, habría conseguido yo una barba tan maravillosa y poblada?

Silencioso, sigo esperando.

Nagorr Brumm, uno de los líderes de Humus, me aguarda sentado y sereno en lo que parece ser la sala común de este palacio. Apenas acabo de llegar, y pocas son las estancias que he visitado, pero tampoco es que me importe demasiado. Ya tendré tiempo de investigar, conocer a los varones y a las arpías que moran este palacio y, por supuesto, trabar una agradable conversación con alguien que bien seguro se acordará de mí. Quizás hasta me eche en falta.

Me relamo los labios, humedeciendo el carmín, y sonrío mientras entro por completo en la sala. Hago una mínima reverencia como saludo, levantando mínimamente mi ornamentado vestido, llegando incluso a ser mi saludo algo burlesco.

- Aquí me tienes.

Sonrío de oreja a oreja, esperando. No he tratado demasiado con él en el pasado, pero sé qué tipo de persona es y lo comedida que debo ser. SI cumplo eso, puedo hacer lo que me venga en gana.

Carraspeo nada más escucharla. He escuchado mucho sobre ella, especialmente de boca de Aren, que ha dicho de todo lo malo lo peor que podría comentarse. De todas formas, a mí las mujeres como ella no me asustan.

Una gran sonrisa amistosa asoma bajo mi barba.

- Buenas tarrdes, señorrita. Agrradezco prrofundamente que haya hecho caso a los guerrrerros que mandé parra hacerrrla venirr. Me hubierra puesto en un comprromiso de haberr rrrechazado la oferrta. Esperrro que el viaje no la inoporrtunase y que el palacio sea de su agrrado. Si lo desea, hoy le prroporcionarremos una habitación más acorrde a su posición. Eso, clarro está... -. Junto las yemas de mis dedos y me inclino un poco hacia adelante-. Si decide ayudarrnos.´

Hago un gesto, invitándola a sentarse en el sofá perpendicular al mío.

- Tome asiento, porr favorr.

Tomo asiento en el lugar que me ofrece, recostándome y quitándome la boa blanca que llevo al cuello, dejando asomar a mi generoso escote mis dos voluptuosos senos. Sonrío, como encantada por sus palabras.

- O, señor Brumm, por favor... No me trate como si fuera la más delicada dama que uno pudiera encontrarse... El carruaje fue un medio de transporte más que suficiente... En cuanto a la habitación... ¿Le importa si fumo, señor Brumm? -. Sin aguardar por su respuesta, extraigo de mi manga izquierda una larga boquilla de marfil e incrusto en su extremo un cigarro que enciendo. Aspiro con calma-. Como comprenderá... Para mí es muy difícil aceptar su oferta si no me dice qué es lo que desea de alguien como yo...

Lo miro fijamente, sonriendo, mientras el olor de mi cigarro inunda suavemente la sala.

Observo cómo se pone a fumar, impasible. Es cauta, pero al mismo tiempo parece tan tranquila y segura que me obliga a no dar ningún rodeo. Por supuesto, me estoy arriesgando mucho al hablar directamente con ella sin que se haya comprometido antes a nada, porque ella sola podría llegar a sabotear todo nuestro proyecto si lo hiciera público de forma corrupta.

- Madame, segurramente usted ya sepa porr donde van los tirrros. Lo único que buscamos de usted es una deterrminada inforrmación que nos ayudarrrá en nuestrros asuntos interrrnos, perro, como comprrenderrá... No podrrrá comparrtirr esa inforrmación con nadie más que no seamos nosotrros. Si acepta, deberrrá mantenerr sus labios bien sellados.

Clavo mis ojos en los suyos. Nagorr no se deja abasallar fácilmente, aunque he de admitir que esta mujer me pone nervioso.

Sonrío aún más, sin mostrar los dientes. Sé por donde van los tiros, pero si pretenden que ceda tan pronto es que tienen demasiadas esperanzas. Si yo tengo lo que desean, yo pongo las condiciones. Puedo aprovecharme de lo que significo para ellos para divertirme un poco y, cómo no, conseguir algún que otro favor.

- Ya veo a donde quiere ir, señor Brumm. Me gustaría pues, antes de tratar el tema exacto de mi llamada, poner una condición. Quiero negociar con el señor Darvenwish antes que con ningún otro. Necesito verlo porque tengo algo pendiente con él, como bien sabrá. Quizás si los negocios con él van bien -. Exhalo humo del cigarro y lo expiro-. Os haga un precio especial por mis servicios.

Me pongo en pie, sin esperar su respuesta. Él, probablemente, ya supiera que yo daría algo de guerra desde el principio, así que mi propuesta no debería sorprenderlo.

Camino hacia la puerta.

- Buenas tardes, señor Brumm. Piénselo, que yo haré lo propio.

Sonriente y con mi cigarro en mano, abandono la estancia.

*se va*

- Buenas tarrdes...

Hasta que la veo marcharse no hago nada. Una vez la puerta se cierra, me llevo una mano a la cara. Sabía que esto podía pasar, pero todavía no he dicho a Aren que ella vendría. Y si ahora ella exige verle y él se entera...

Me parece que el palacio será peligroso unos días. Sin embargo, ahora no me queda otra que hablar con él. Solo me queda pensar en cómo decírselo para que se enfade lo menos posible...

Suspiro, salto del sofá y me desvanezco antes de tocar el suelo.

*desaparece*

El líder Darvenwish se encontraba en una de las butacas de la sala común reservada para líderes repasando sus manuscritos y las cartas que debía enviar en breves cuando escuchó un estruendo y un alarido acompañado de cierta vibración mágica fuera de tono.

Se levantó raudo hacia una de las ventanas que daban al bosque y, en la lejanía, distinguió una montura de las más empleadas por los viajantes de largas distancias alejarse de las proximidades del palacio. Sin duda alguna aquello resultaba extraño y perturbador y no podía permitir que algo así se diese lugar.

Pero fue al darse la vuelta y no antes cuando notó un fuerte impacto en el pecho que lo hizo retrasar una de sus piernas para recuperar la compostura. Altamente sorprendido, se llevó la mano al interior de la ropa, donde acostumbraba a tener un bolsillo con diferentes pertenencias de valor y encontró el pequeño cristal con la membrana del piscis, que ahora vibraba con intensidad y cierta incandescencia poco habitual. Frunció el ceño con severidad, sin dar mucha cuenta de lo que el pequeño cristal le indicaba y se dio rápidamente la vuelta para volver a la ventana. Miro el cielo y volvió a mirar al cristal con el miembro cercenado que, al instante, se detuvo y perdió la leve incandescencia. El líder abrió los ojos con sorpresa e incredulidad y volvió a mirar al cielo, suponiendo lo que los datos le decía en medio de la oscuridad que lo envolvía y comenzó a sospechar algo grave.

Pero no podía descontrolarse y hacer que cundiese el pánico. Respiró hondo, guardó el objeto con una mirada de reproche y se colocó la chaqueta. Lo primero era corroborar aquello y no dejar que lo aparente se convirtiese en realidad sin corroborarlo.

*Desaparece con urgencia*

*Desaparece con urgencia*

La sala común era un lugar en el Palacio que siempre me había llamado la atención por un sencillo dato: a pesar de su nombre, casi nunca me encontraba a nadie en ella. De todas formas, sí que debía admitir que se notaba que era un lugar vivo, pues las cosas nunca aparecían donde habían quedado la última vez. Cumpliendo con esa especie de norma no escrita, dejé la caja que traía encima de una mesa y dejé en el suelo todo lo demás que había en ella, exceptuando un montoncito de folios, una pluma vieja y olvidada y un tintero medio vacío. Me encogí de hombros. Serviría.

A continuación me senté frente a la mesa y abrí la caja. Las muñecas estaban perfectamente ordenadas, cada una en su sitio, tal y como las había dejado la última vez. Las senté una a una en la caja, tomé la pluma con vacilación, la mojé torpemente en tinta y comencé a trazar líneas, intentando retratarlas.

*Dibuja*

Rais entró en la sala común cargado de libros, le habían quedado un par por leer en la biblioteca y por desgracia no había encontrado a ninguno de los líderes y, con los que si se había cruzado, habían desaparecido nada más abrir la boca para llevar a cabo su solicitud. Con aire enojado, buscó asiento y en cuanto lo hubo encontrado se dispuso a continuar su investigación leyendo los libros que llevaba consigo, mientras tomaba notas en un pergamino que acababa de desenrrollar sobre la mesa. Las páginas comenzaron a pasar mientras la pluma se deslizaba sobre el pergamino, tomando notas y haciendo incidencias, no es que lo necesitase para acordarse, pero no le vendría mal poner en orden sus ideas con respecto a la investigación. Al fin y al cabo, no era algo convencional.

El chrysos avanzó por los pasillos hasta llegar a la puerta de la sala común, con un libro bajo el brazo y una carta en las manos. La había recibido hacia un par de horas y había estado releyéndola mientras caminaba, intentando prestar atención a todos los detalles por enésima vez.

Cuando entró en la sala común alzó la vista del papel y se encontró con la niña piscis a la que había visto hacia muchísimo (Massen o algo así) y con Rais. Frunció ligeramente el ceño, sin moverse del sitio, y guardó la carta en uno de sus bolsillos por si acaso a alguno se le ocurría preguntarle qué era eso (cosa que dudaba, porque ninguno de los dos parecía un cotilla en potencia). Luego sonrió, cogió el libro que, hasta ese momento, tenía bajo el brazo y caminó hasta uno de los sofás.

—Buenas noches... — murmuró, sonriente, mirando primero a la piscis y luego al flamma.

FdR. I just came to say heellooo~~
Y Lyam tiene el pelo negro ahora mismo xDU

Una voz ligeramente familiar saludó a mis espaldas, y cuando me di la vuelta me encontré con que tal vez el nombre de sala común no era tan inapropiado... Un flamma desconocido había entrado sin que me hubiera dado siquiera cuenta, y un chrysos, responsable al parecer del saludo, acababa de entrar. Dejé la pluma sobre la mesa y me giré en la silla para mirarlos.

- Buenas noches -sonreí, contenta de ver al fin algo de actividad, pues el palacio parecía llevar un montón de tiempo desierto. ¿Habría habido una misión de la cual no me había enterado?

Al volver la vista al chrysos, me di cuenta de que me resultaba extrañamente familiar, solo que no lograba ubicar su cara. ¿Dónde lo había visto antes? Tumbé a las muñecas de forma descuidada en la caja y la cerré, levantándome a continuación para acercarme a él. No podía evitar el nerviosismo a cada paso que daba alejándome de aquella caja, pero no podía permitirme quedar mal ante un conocido, así que decidí ser franca.

- Disculpe -dije después de acercarme-. Lo siento si me equivoco, pero creo recordar que nos hemos visto antes, aunque no logro acordarme de quién es usted. ¿Puedo saber cómo se llama? -noté mis mejillas enrojecer levemente, pero intenté mantenerme lo más serena y digna posible.

Rais frunció en entrecejo, pronunciando mucho más su mueca de irritación y miro al responsable de la interrupción.

-Ah, hola, Lyam -dijo sin suavizar demasiado el rostro. Rais continuo entonces llevando a cabo sus anotaciones cuando una niña de la que no se había dado cuenta, al estar centrado en su investigación saludó.

-Si, buenos días - dijo tratando de no ser demasiado desagradable, los crios aún no habían tenido ocasión para desarrollar un sentido evolucionado de la corrupción, así que el cinismo de Rais no tendía a descargarse sobre ellos.

Dicho eso y en busca de que la Piscis había comenzado una conversación con el Crhyrsos, decidió seguir tomando apuntes para su investigación. Maldita sea, tenía que encontrar a la líder flamma o al líder caeruleus...

Le devolvió la mirada al flamma, frunciendo ligeramente el ceño y torciendo la sonrisa que había dibujado antes. Uno intentaba ser educado y se lo pagaban con malas miradas, menuda desfachatez.

—Lamento haber saludado, Rais — murmuró, con un tono entre jocoso e irónico —. Olvidé que la sala común era el lugar indicado para leer y estudiar a solas y en silencio. A fin de cuentas, nada en su nombre hace pensar que por aquí puede pasar gente...

Dejó la frase en el aire y volvió su atención hacia la piscis. Le devolvió la sonrisa y observó la caja y las muñecas que había en la mesa con curiosidad. Cuando la niña comenzó a guardarlas, desvió la mirada y la clavó en el libro que tenía entre las manos. Segundos después, volvió a alzarla para mirar a la piscis, que se había acercado y había empezado a hablar.

El chrysos rió.

—Primero: no me trates de usted. Me hace sentir muy viejo y yo no quiero sentirme viejo — Sonrió —. Segundo: sí, nos hemos visto antes. Fue hace unos meses, en los jardines, creo. Y tercero: me llamo Lyam. Supongo que no te suena porque cuando nos encontramos tenía el pelo verde... — Frunció ligeramente el ceño —. O azul... Bueno, sea como sea, no lo tenía negro como ahora — Volvió a sonreír y le tendió una mano a la piscis —. Tú eras Massen, ¿no?

Desvié la mirada al suelo, algo avergonzada, cuando me pidió que no lo tratara de usted. A continuación me dio su nombre, Lyam, y me explicó que probablemente no lo recordaba porque se había cambiado el color de pelo. Abrí mucho los ojos y me di una palmada en la frente al recordar al chico de pelo verde de los jardines. ¡Ese era! La parte mala es que eso también me hizo recordar que no era la primera vez que me pedía que lo tuteara. Estreché la mano que me tendía, con una sonrisa tímida.

- Sí, soy Massen Dew -corroboré-. Siento el despiste, de verdad... Creo que sí fue por el pelo. Ahora que sé que no siempre es verde, tendré más cuidado con olvidarme -aseguré. Miré alrededor. Se hacía tarde. Me volví hacia Lyam, con expresión de disculpa-. Me encantaría quedarme a hablar, pero de verdad que se me ha hecho tarde. De todas formas, espero verte más por aquí. A ver si la próxima vez te reconozco -bromeé. Me dirigí al flamma, al que Lyam se había dirigido como Rais-. Buenas noches a usted también, señor -me despedí, con una leve inclinación de cabeza.

A continuación, me dirigí a la mesa y recogí la caja. Dudé sobre si llevarme los bocetos también o no, pero acabé por encogerme de hombros y dejarlos. Tampoco eran ninguna maravilla. Así pues, me dirigí hacia la puerta, hice una última inclinación de cabeza como despedida y abandoné la sala.

*Se va*

FdR.: Lo siento, es que mañana madrugo... xDU

Rais torció el gesto ante la actitud condescendiente de Lyam, levantando la cabeza de sus asuntos de nuevo.

-Por supuesto que no, pero esto es la sala común y, digo yo, que los líderes pasarán por aquí en algún momento, probablemente más pronto que tarde y necesito hablar con ellos. Voy a necesitar ayuda para llevar a término mi investigación.- explicó mientras seguia prestando atención a los volúmenes y a sus anotaciones. - Además, creo que estoy cerca de dar los primeros pasos.

Asintió cuando la piscis le confirmó que se llamaba Massen y negó cuando se disculpó.

—No te preocupes. — Ensanchó la sonrisa que había dibujado hacia unos segundos —. La culpa es mía por cambiarme tanto el color del pelo, así que prohíbo cualquier tipo de disculpa.

Apoyó la cabeza en el respaldo del sofá y observó el techo (ese que tantas veces había visto al despertarse en el mismo sofá en el que estaba sentado ahora mismo) durante unos segundos. Luego, cuando la piscis volvió a hablar, bajó la vista y volvió a asentir.

—Lo mismo digo... Y, bueno, yo espero no olvidarme de tu nombre tampoco — Soltó una suave risa —. Buenas noches.

Observó cómo la piscis recogía sus cosas y luego siguió el camino que hacia hasta la puerta con la mirada para volver a despedirse de ella moviendo la mano derecha. Luego volvió su atención a la mesa donde la niña había estado antes y donde había dejado algunos papeles. Se preguntó qué serían y, movido por la curiosidad, decidió cogerlos. Antes de que pudiese echarles un vistazo, la voz del flamma resonó en sus oídos.

—Bueno, supongo que dependerá de las cosas que tienen que hacer — murmuró mientras volvía a recostarse en el sofá, con la cabeza apoyada en el respaldo y los papeles en las manos. Observó el primer dibujo y sonrió. Luego habló —: E imagino que tendrán cosas más importantes e interesantes que hacer que ayudarte con tu investigación, sin ánimo de ofender — Pasó a otro folio —. Aunque está bien eso de que estés cerca de dar tus primeros pasos. Felicidades, supongo...

-Sí, con un poco de suerte y de ayuda, las cosas irán hacia delante. Pero necesito los documentos y tomos adecuados, en la biblioteca la selección es buena, pero buena no es suficiente, necesito impecable - explicó sin levantar la cabeza de sus pergaminos, la pluma seguía surcando su superficie mientras sus ojos recorrían las páginas de los viejos tomos de la biblioteca, la mayoría de ellos recubiertos de polvo.


-Y eso de que tienen cosas más importantes que hacer... -Rais bufó, socarrón - lo único que les he visto es aparecer preguntando por el piscis... Menuda pérdida de tiempo.

El chrysos continuó observando los papeles hasta que dejó de encontrarse dibujos. Mientras los miraba, escuchó las palabras de Rais, aunque estas no lograron captar del todo su atención hasta que mencionó a un piscis que, dedujo, debería tratarse de Silvanus Kettleburn. Lyam frunció ligeramente el ceño, preguntándose qué habría pasado, y giró la cabeza para mirar al flamma por encima del respaldo del sofá.

—¿Con el piscis te refieres a Silvanus Kettleburn? — inquirió, con un tono que reflejaba tanto su curiosidad como una ligera preocupación que hizo que frunciese el ceño —. ¿Qué le ha pasado? ¿Sabes algo...?

El chrysos se sorprendió a sí mismo al notarse preocupado por el piscis. Para empezar, Kettleburn le parecía, la mayoría de las veces, un plasta. Para seguir, llevaba bastante tiempo sin preocuparse por alguien (sin contar a Alehyss. Y no iba a contarla porque no. Eran sus cuentas y las hacía como quería. Además, tampoco se había preocupado tanto por ella. Y si lo había hecho era porque, maldita sea, no era un capullo integral). Y para finalizar, se suponía que él no debía de preocuparse por la gente de Palacio. Aunque, bueno, bien pensado, se suponía que no debía hacer un montón de cosas que, al final, había acabado haciendo.

Volvió a recostarse en el sofá, suspiró y se pasó una mano por la cara. Luego chasqueó la lengua.

—Y... Eh. Bueno. Supongo que, cuando estén libres, a lo mejor te ayudan... — Clavó su vista en los papeles que ya había visto —. Supongo... — murmuró.

Fdr. your tsundere is showing part1 xD

-No, no tengo ni idea, pero deduzco por el apremio y la preocupación de los líderes que está desaparecido, ya sea porque se ha dado a la fuga, lo han secuestrado o quien sabe, quizás lo han matado y lo han tirado al lago con una piedra pesada atada en torno a su cintura - dijo esto con total naturalidad, lo cierto es que el Piscis le daba soberanamente igual. - Lo cierto es que ni me importa ni creo que sea importante, ese tipo tenía algún tipo de desorden de personalidad dependiente y no veo como alguien así iba a sobrevivir a esta guerra de todas formas - dijo en tono indiferente. En realidad, Rais estaba hablando en automático, tenia casi toda su atención puesta en el pergamino que se llenaba de tinta por momentos, con trazos firmes y primorosos, mientras consultaba en los tomos la información relevante.

-A ver si me ayudan, si mi investigación funciona, supondría un avance importantísimo para esta guerra - dijo sin dudar que su investigación, por el mero hecho de de ser suya, iba a suponer un significativo cambio. - Y se ve que es lo que hace falta, avance.