Observatorio.

Sube las escaleras con alegría, con las manos a la espalda, contenta. Algunas las sube de un salto, otras de dos en dos, en alguna se detiene para dar una pequeña vuelta y hacer volar ligeramente el bajo de su pequeño vestido blanco. Esta noche puede divertirse plenamente, pues es su día de descanso y podrá escuchar al fin la historia del mago del que tanto hablaba el flamma.

Cuando llega a la estancia no tarda en dar con él. Piensa que resultaría difícil no ver a un hombre tan grande y el pelo tan rojo.
Se queda quieta, con los pies muy juntos y las manos unidas frente a sus piernas, manteniendo la postura servicial. Su sonrisa es contenida en las comisuras de su pequeña boca, pero sus enormes ojos la extienden a lo largo de su cara.

Lo deja toquetear un rato más, no quiere interrumpirlo. Observarlo con esos instrumentos extraños le resulta gracioso y entretenido. Pero llega un momento en el que empieza a impacientarse.
No se impacienta en el mal sentido, sino como un niño esperando por un regalo muy esperado. Se muerde el labio inferior con emocion y aprieta ligeramente su vestidito blanco y suave bajo sus pequeños puños, haciendo que la tela ascienda ligeramente sobre sus muslos, destapando apenas unos milimetros más de la franja ya de por sí peligrosa. Aunque la noche es lluviosa ha elegido el estido de asas, pues no siente frío dentro del palacio, aunque cree que es sobre todo debido al entusiasmo.

Frota sus rodillas por un momento, juntando sus zuecos sencillos.

—Caballero Dehnel, lo siento si he llegado pronto —Acaba cediendo a su impaciencia, apretando luego los ojos un momento, algo avergonzada por su prisa, pero manteniendo una sonrisa contenta.

Mira el sobresalto del enorme guerrero y no evita llevarse un puño a la boca para reír suavemente. La estamap le recuerda a un gran bismonte asustado por un corratón. Separa los brazos de su cuerpo sutilmente y mueve un poco la cadera cuando el flamma halaga su vestido. Se observa por un momento, sonriente.

—Eres muy amable, caballero. Tú estás muy elegante y apuesto. Siento no tener un bonito de vestido de dama con el que poder acompañarte. Tengo este más sencillo, pero me gusta mucho y me alegro de que a ti también —Responde contenta de oírle y de resultarle de agrado. Sutilmente se pasa un mechón de pelo tras la oreja y la acaricia hasta la punta como costumbre.

No tarda en acercarse unos pasos a él hasta apoyarse en su enorme brazo y mirarlo alzando el mentón.

—Siento ser tan inoportuna. Espero que la lluvia nos permita ver al mago, aunque sólo sea un poco. No te culpes. Pero sí que es verdad que atraes las desgracias, soy una chica con bastante mala pata —Añade, bajando un momento la cabeza y apoyándola en su brazo, algo avergonzada. Luego lo mira con una sonrisa divertida.

Cuando menciona la tarta de manzana, ella se le queda mirando con los ojos muy abiertos y brillantes, conteniendo una sonrisa en una pequeñísima 'u' en su boca.

—Ha sido una idea genial —Le informa, mirándolo con golosineria y sacando un momento la punta de la lengua para humedecerse los labios. Parece reaccionar llegado el momento y se ruboriza un poco, bajando la mirada y apartándose.

—Ay, lo siento. Creerás que soy una tragona... No es de señoritas comer mucha tarta —Añade, con una sonrisa algo apurada. Se frota el hombro izquierdo con la mano derecha cruzando sus clavículas.

Ríe suavemente cuando el hombre continúa sus halagos. Le hace gracia su forma de hablar y decir las cosas, le parece muy sincera.

—Agradezco todas tus palabras cuando dices que disfrutas de mi compañía —Le dice, risueña, apretando ligeramente su fuerte brazo contra su pecho, arropándolo, y apoyando en él la cabeza.

En cuanto le ofrece la tarta, sus ojos vuelven a brillar y la observa golosa, mirándola de un lado a otro por unos instantes. Extiende entonces la mano y coge un trozo, llevándoselo a la boca con un pequeño bocado similar al de un pequeño pajaro. Sus dedos pulgar e índice, que sostienen la tarta, se quedan atrapados unos segundos entre sus labios hasta que cierra por completo la boca de piñón. Finalmente vuelve a acercar el índice para acariciar suavemente la punta con la boca y retirar el trocito de manzana que se había quedado en él.

—Está deliciosa —Le informa con una sonrisa.

Se adelante a él y se acerca entonces al cristal, mirando al cielo, y apoya en él las manos, curvando ligeramente la espalda y elevando la cadera en la postura y su vestido marcar el claro límite de sus muslos. Gira la cabeza buscando al guerrero, curiosa.

—¿Cuál de ellas es? ¿Cómo es su historia? —Pregunta impaciente y dichosa.

Presta atención cuando el flamma señala y centra en esa estrella toda su atención. El cielo es hermoso en conjunto, pero ahora aquella era la protagonista. El protagonista realmente. El mago del que el flamma hablaba, y ahora escucharía su historia.

Con entusiasmo, coge otro trozo de tarta mientras escucha con fascinación la historia, sintiéndose como el chico que describe con la voz que le recuerda a los cuentacuentos que había en la plaza, donde se retrasaba con los recados para escuchar un rato. Mira las estrellas e imagina diferentes historias, diferentes voces dulces y cáligas, se siente acompañada como cuando era pequeña y veía al cielo pensando en que desde allí abría quien la arropase.

Coge un par de trozos más de tarta mientras el hombre habla, inmersa en la fantasía que su mente crea a través de las palabras del hombre y se emociona enormemente en el momento del enamoramiento, mirando fijamente a "el mago" y envidiando sus sentimientos profundos. ¿Cómo sabría una estrella? Sin duda tendría un sabor tan plácido y suave como la sensación que le daba contemplarlas.

Cuando se da cuenta, hab dejado de comer tarta y en sus ojos se plasma ya el recorrido desesperado del hombre, las bibliotecas, los artilugios, su sensacion de desagrado y desasosiego. Aprieta sus manos contra el cristal sin dejar de mirar arriba, poniéndose incluso de puntillas como si pretendiese llegar hasta aquella brilante estrella.

Siente un remolino en su interior, algo que la agrada y la preocupa al mismo tiempo, pero cuando el tono de la historia llega a su conclusión, sus ojos se achican y sus mano se aprietan al cristal. Apenas se da cuenta, pero al finalizar la historia, una pequeña lágrima cae desde sus ojos y no evita mirar al flamma con gesto suplicante, similar al de un niño que pide a su madre que no se marche.

Aprieta los ojos y agita la cabeza cuando se da cuenta que la historia ha acabado y le ha sobrevenido el silencio. Se lleva las manos a los ojos para limpiárselos.

—Ah, perdona... Es que... es una historia muy triste... —Añade, sonriendo con tristeza mientras se limpia la cara. Al final no es capaz de contenerse y se apresura a abrazar al flamma, pidiendo un abrazo calusoso y apretado, pidiendo arropo.

—Así que el mago estará solo eternamente... —Murmura, hundiendo la cabeza en el flamma.

El abrazo fuerte del hombre la reconforta, el mayor calor de su piel contrarresta con los cuerpos fríos de la gente pobre e infeliz que le evocan soledad y angustia. Su temperatura corporal es bastante alta de por sí, pero el flamma de raza le resulta más cálido igualmente y la tranquiliza.

Aprovecha que él la tiene sujeta para soltarse un poco y frotarse más los ojos, acabando de limpiar las pequeñas lagrimitas. Se siente un poco tonta por haberse puesto así por una historia, aunque le hubiese recordado a muchos de sus pensamientos.

Escucha las palabras del flamma que trata de animarla y su voz le transmite seguridad. Lo mira un momento desde abajo con cierta preocuación, pero al final asiente antes de ver de nuevo a la estrella.

—No estará solo si sigue luchando para encontrarla... —Acierta a decir, emitiendo una sonrisa todavía algo afectada. Se separa un poco del flamma, sosteniendo todavía una de sus enormes manos entre las suyas.

—Siento haberte estropeado la historia. Quiero que sepas que me ha parecido preciosa y me ha gustado mucho, aunque me haya puesto así. Gracias —Le explica con sinceridad, apretando un poco su manos entre las suyas. Luego baja la cabeza, azorada.

—Caballero Dehnel, me gustaría comprobar algo, pero no querría que te molestases conmigo por ello... —Susurra con la cabeza todavía gacha, sin soltar su manos. Junta las rodillas con cierto nerviosismo.

Lo escucha y asiente y llega a reír de nuevo cuando se echa las culpas a sí mismo. Asiente con más energía, ya perdiendo casi por completo el resto de tristeza de su cara.

—Si son tan bonitas como esta, me gustaría escuchar muchas más —Confiesa, amable y cariñosa. Se siente bien con el flamma, no ve oscuridad en su mirada.

Nota como parece tensarse un poco ante su petición y hunde la cabeza un poco entre los hombros, enrojeciendo levemente y mordiéndose el labio inferior a causa de la vergüenza. Pero tiene que hacerlo, es algo que le ronda la cabeza.

Se atreve a levantar la vista para verlo un momento en cuanto él le da su permiso. La baja rápidamente de nuevo, apretando un poco más su mano.

—Por favor, no te molestes demasiado —Suplica en un medio susurro. Entonces aprieta los ojos un momento y se yergue hasta ponerse de puntillas y acercarse a su cara. Aprovecha el agarre de su mano como punto de apoyo y pasa su pequeña lengua desde la quijada del flamma hasta cerca de su oreja, recogiendo el sabor de su piel y pasando por el pelo de su patilla izquierda.
Al momento siente un escalofrío por el sabor salado -que esperaba- y el cosquilleo del duro vello facial sobre su lengua sensible. Se aprieta un momento contra él, disfrutando la sensación.

Una vez recuperada se aparta de nuevo, ahora con bastante color en las mejillas.

—Sabes... prácticamente como imaginaba. ¡Ah, perdona! ¡Siento haberte manchado! —Se apresura a coger el pañuelo que siempre guarda y limpiarle la zona humedecida por su saliva.

—No me juzgues, por favor... Es algo que no puedo evitar llegado un punto. ¿Podrías... guardarme el secreto? —Pregunta, de nuevo separada de él y cubriéndose la boca con la mano que sostiene el pañuelo. Lo mira con súplica y los ojos brillantes, todavía disfrutando el sabor pardo bajo la lengua.

Mira al hombre con cierto temor vergonzoso en lo que tarda en reaccionar, pero su tensión se apaga en cuanto observa su reacción. El cambio de su gesto, su sonrisa calma y sus demás comentarios hacen que se alejen de ella todos sus miedos. Le dedica una sonrisa más traquila y amable, juntando las manos a su espalda.

—Te lo agradezco. Sé que es algo extraño y no es algo que se vea con buenos ojos... Pero es como si el sabor fuese la prueba definitiva para confiar en una persona. Como que así puedo... conocerlos un poco más —Entre sus confesiones se cuelan las palabras del flamma y lo observa de pronto con curiosidad y sus enorme ojos abiertos.

—Oh, sí... no sabría darte una gran explicación, es algo diferente al sabor de la comida. Pero tranquilo, no es desagradable y se nota que te has dado un buen baño tanto en el tacto como en el sabor —Ríe entretenida por las disculpas del hombre. Ahora se siente algo más cómoda con él.

—Bueno, ahora me has descubierto. No hay mucho más que ver en Aloe Mion. Siento haberte interrumpido. Me gustaría escuchar otra de tus historias, si no te importa. Prometo que esta vez no me echaré a llorar —Le habla con voz dulce, calmada y más fluida, manteniendo una sonrisa amable.