Lago

Resultó ser una piscis bastante joven, quizá algo mayor que yo, sin un solo pelo en todo el cuerpo. En conjunto, tenía un aspecto completamente peculiar. Las membranas de sus orejas estaban poco desarrolladas, y su piel lustrosa y brillante parecía remarcar un pasado flamma. Era rápida en el agua.

La vi venir con una bola de agua formada en cada mano, y al momento supe que me estaba atacando de nuevo. No me permití el detenerme en el agua en ningún momento, pues eso me haría perder el ritmo de natación, con lo que podía volverme más lenta. Me preparé a esquivar ambos haciendo un rizo en el agua y quebrando levemente mi cuerpo. El agua me permitía movimientos elásticos que, en tierra, me harían caer al suelo, y me encantaba aprovechar esa ventaja.

Ella, tras sus ataques, se mantuvo inmóvil, con lo que resultaba un blanco fácil para el mío. Así pues, aprovechando el impulso que me había dado, lancé con fuerza mi hechizo contra ella. A continuación, me dispuse a alejarme un poco, para así conseguir una buena defensa, sin dejar de nadar en ningún momento.

Arrugó la boca de medio lado y apretó los puños... Sus capacidades acuáticas eran fascinantes, por lo que pudo esquivar sus dos hechizos rauda.
Era su turno y esta vez le devolvió la jugada con su mismo hechizo.
No tuvo mucho tiempo para reaccionar, por lo que encogió las piernas y cruzó los brazos delante de su cara para conjurar un Veraklik, de modo que su cuerpo se fortaleció, pues adquirió una capa extra de escamas de pez que hizo que el daño del Aquaerum recibido fuese algo menor del esperado.

Una vez hubo agitado la cabeza para recuperarse, comenzó a nadar hacia ella. Ahora era más resistente, pero había perdido algo de movilidad.

"Acabemos con esto" - pensó, al tiempo que decenas de punzones de hielo se dirigían hacia su rival. Era su hechizo más poderoso y tenía fe ciega en él. - ¡Pisflivire! - invocó, con las palmas hacia ella.

El cansancio estaba haciendo mella en ella y notaba ya la escasez de oxígeno.

Ni siquiera se molestó en evitar el hechizo, sino que se cubrió con brazos y piernas y lo dejó estallar contra ella. Arqueé las cejas, sorprendida. Parecía que su resistencia era digna de admirar, pues yo contaba con la fuerza de mis hechizos. O, tal vez, de nuevo el agua me hubiera jugado una mala pasada.

En cualquier caso, no me permití dejarme impresionar. Se la veía desenvuelta, pero era claro que no era una piscis de pura sangre. Tenía hechizos impresionantes, pero su actitud en combate era un tanto extraña, como si no tuviera seguridad en sí misma. Era extraño que alguien como ella, con esas habilidades que parecía poseer, se desenvolviera de aquella forma.

Cuando vi que invocaba un nuevo hechizo, aumenté mi velocidad. En movimiento, sería un blanco más difícil. Así, me dispuse a evitar, en nuevos quiebros y piruetas acuáticas, aquellos punzones que lanzaba contra mí.

Por último, decidí convocar un nuevo aquaerum, en el que poner mi fuerza y empeño, y lanzarlo, acompañándolo con el impulso de mis movimientos natatorios. Normalmente, podía aguantar mucho tiempo debajo del agua, pero el ejercicio acortaba mi aguante sin oxígeno. Aún así, me convencí, aún podía esperar un poco más antes de tomar aire.

Los pinchos de hielo fueron evitados en su mayoría por Dew, sin embargo, un par de ellos rozaron un de sus brazos, de modo que un hilito de sangre, manchó el agua. Sin embargo, no era un golpe grave y, cuanto menos, letal.

-Nyugh... - farfulló Felhlo. Le faltaba mucho para ser del todo buena y a apesar de que poseía grandes capacidades, era la más débil e inexperta de todo el grupo de entrenamiento, lo que la situaba bajo una presión horrible.

Apretó fuerte los ojos y conjuró un aquaerum con el fin de que este explotase en contacto con el que se le venía encima y aprovechó la onda expansiva y el revuelo que se produjo en el agua para salir de esta a tomar aire.

Se frotó los ojos y tomó aire fuertemente.
Sus genes flamma le estaban pasando factura ahora. Justo cuando iba a sumergirse de nuevo, sintió un fuerte golpe en la cabeza, mucho más fuerte y certero de lo que pudo haber sido el que les dio a las chicas en tierra, pues un Terra Der de Nagore le había acertado de lleno.

No perdió el conocimiento gracias al Veraklik que le había proporcionado resistencia extra, pero el dolor fue tremendo.
Con la ceja ensangrentada, rompió a llorar en silencio, llevándose las manos a la cara, gimoteando, para luego, desaparecer, completamente abochornada, dolida y llorosa, no sin antes escuchar desde la orilla un "Jódete puta".

*se va*

No conseguí evitar el golpe del todo, sino que un par de punzones me rozaron el brazo, rasgando la piel en dos arañazos que no tardaron en enrojecer. Fruncí el gesto, dolorida, pero no me dejé amilanar.

Mi aquaerum había chocado con uno suyo, causando un revuelo en el agua que me desorientó un momento. Cuando conseguí reubicarme, me dirigí hacia ella, aquaerum en mano, dispuesta a lanzarlo. Sin embargo, para cuando mi aquaerum llegó a su altura, ella ya no estaba allí.

Fruncí el ceño, desconcertada. Había visto hacer eso antes. Había visto hacer eso antes, sí, pero no a cualquiera. Definitivamente, aquella chica no era una cualquiera, y sus hechizos así lo demostraban.

Me concentré en el agua. No sentía perturbaciones que me indicaran que ella estuviera todavía por allí, con lo que me decidí a emerger por fin y acercarme a la orilla. Nagore estaba allí, a la orilla del agua, con expresión indignada.

Ignorando los rasguños, que escocían un poco, nadé rápidamente hacia ella y salí del agua. La miré mientras me escurría el pelo.

-¿Estás bien? -pregunté.

-¡Jódete, puta! -chillo contenta desde la orilla, al ver cómo le he acertado de lleno en la cabeza. Tengo la esperanza de que Massen la remate, pero de repente, desaparece.
Frunzo el ceño.
Ese es un hechizo bastante avanzado... Es parecido o igual al que usaba el tío Nagorr... ¿Quién se lo habrá enseñado?

Cuando me quiero dar cuenta, Massen ya está a mi lado. -color=#ff33ff] Sí, estoy bien[/color] -aclaro-. ¿Y tú? ¿De qué iba esa tía? -medito-... ¿NO TENÍA PELO? -chillo.

-Ogh, por Mithos, qué cosa más desagradable -digo frotando mi suave pelo rosa.- Yo nunca me separaré de ti -le digo, abrazándolo entre mis manos.

-¿Te duele? -digo mirando sus heridas.- Podemos ir hasta la enfermería, de todos modos se nos ha estropeado la tarde de merienda. Yo ahora ya no vivo tranquila sabiendo que esta tía te da puñetazos sin avisar - bufo mientras recojo-. Ya volveremos en otra ocasión, ¿te parece?

Me encogí de hombros.

-Supongo que sí, eso parecía -respondí.

Tuve que contenerme para no reír ante el dramatismo de Nagore, que acariciaba su pelo como si fuera su mayor tesoro. Negué con la cabeza, con una sonrisa cansada.

Volví la vista a mi brazo cuando mencionó mis heridas, y las examiné. Parecían cortes limpios, y si no lo eran, el agua habría ayudado un poco a ese respecto.

-No es gran cosa; un par de rasguños -repuse.

A pesar de ello, me resigné a sus palabras. Suspiré. Tenía razón.

-Sí, será lo mejor -coincidí.

Así pues, recogimos las cosas y volvimos a Palacio, en dirección a la enfermería.

*Se van*

Esta mañana me había despertado temprano para escribir la respuesta a la carta de mis padres. Había aprovechado el día de ayer para pensar qué contarles (porque no quería aburrirles con cosas superfluas) y, como no quería que se me olvidase nada, decidí "madrugar". Había sido algo duro despertarse temprano, pero al final mereció la pena: la carta recogía muy bien todo lo que quería contarles; no se me había olvidado nada y estaba bastante bien escrita, sin ningún tachón ni frases sin sentido. Me había quedado bastante satisfecha con ella.

Después de redactarla, se la entregué a un miembro del servicio, y luego, aprovechando que era bastante temprano para mí, decidí salir a dar una vuelta por los exteriores. Durante un buen rato, vagué por el bosque, adentrándome mucho en él, y por el río. Finalmente, ya aburrida de dar vueltas, me acerqué al lago, curiosa. Hacía mucho que no me bañaba en el lago, y hoy el tiempo acompañaba. Tras contemplar el agua durante un par de minutos, decidí que no perdía nada por darme un baño. Así pues, retrocedí sobre mis pasos y volví a Palacio, en busca de la toalla. Cuando la conseguí, volví al lago, me desvestí, y me sumergí en el agua, que estaba algo fría.

Boca arriba, cerré los ojos y suspiré. Estaba contenta.

*se queda*

Telma y yo corríamos a la par. Tuve que desvestirme mientras lo hacía, pues no quería que mi querida y preciada Telma me ganase en aquella carrera improvisada. Casi me caigo mientras me descalzaba, teniendo que cojear para evitarlo, pero finalmente estaba como vine al mundo y de una pieza.

-¡Al agua! -exclamé, dando un fuerte impulso con las piernas para saltar al maravilloso lago. Por desgracia, Telma entró antes en el agua-. No te acostumbres -gruñí, mirándola.

Telma mugió arrogante.

Flotaba en el agua, dejándome llevar, relajándome. Tenía los ojos cerrados y, por consiguiente, la guardia extremadamente baja. Pero no me importaba. Dudaba que a aquellas horas llegase alguien al lago. Era bastante tarde; hacía mucho que se había hecho de noche, y los guerreros ya deberían estar durmiendo. La única excepción eran los caeruleus, pero para ellos era bastante temprano. Lo más probable era que estuviesen desayunando o duchándose. No tenía, por tanto, por qué venir alguien.

No me di cuenta de que alguien había llegado hasta que escuché una voz extrañamente familiar. Rápidamente, notando cómo enrojecía, abrí los ojos y me hundí en el agua, ocultando mi cuerpo en ella y dejando sólo la cabeza visible. Oteé el horizonte, en busca de Rick, y, cuando lo encontré, carraspeé. Telma estaba con él, así que suponía que estarían un buen rato en el agua.

Tragué saliva, nerviosa. Durante unos segundos, me planteé no decirle nada, pero recordaba nuestro primer encuentro en el lago, en el que me había confundido con una bestia. Así pues, me acerqué hacia él, lentamente e intentando no asustarlo, y, cuando estuve lo suficientemente cerca como para que me oyese sin que fuese necesario gritar, hablé.

—Ri... Ri... Rick... Hola...

Y bajé la vista.

Telma había comenzado a salpicarme. El agua estaba fría, pero nunca suficientemente fría para Rick. Así que, inmune a sus ataques, la salpiqué yo mismo, riendo divertido. Lo cierto es que se movía muy bien en el agua. Casi me daba envidia, aunque yo tampoco nadaba mal.
Una voz a mi espalda me hace volverme. Esbozo una sonrisa a la figura que se dibuja en la superficie.

-¡Inger! ¡Qué alegría oírte! Porque verte, no te veo -. Reí de buena gana. El simpático Seth me había puesto de buen humor-. No esperaba encontrar tan grata compañía en el lago.

Sonreí.

Rick parecía feliz con Telma. Eso me hizo curvar ligeramente los labios. La última vez que habíamos hablando había estado muy desanimado, tanto que no pude decirle que me había enfadado con él en la fiesta, así que era agradable ver que su humor había mejorado.

Alcé las cejas cuando me habló, sin saber bien qué decir. Yo tampoco esperaba encontrarme con él en el lago. No esperaba encontrarme a él ni a nadie, de hecho. De haber sabido que Rick vendría al lago, probablemente no me hubiese metido en el agua. Sabía cómo se bañaba, cuánta ropa llevaba encima, y... Me daba vergüenza la situación.

—Yo sí te veo... —murmuré. Tragué saliva—. Si conjuras un flagare, seguro que me ves, pero no creo que sea buena idea.

Esbocé una mueca.

Antes de que acabase de hablar una sonrisa se dibujaba feliz en mi rostro y las palabras ya habían acudido a mis labios.

-¡Flagrare! -grité, energético.

Una bola de fuego bastante débil se apareció en mi mano, iluminando todo un poco. Ver el rostro de Inger era agradable. Sin embargo mantenerme a flote lo suficiente como para que la bola no se apagase era un rollo, por lo que apenas la encendí sumergí la mano y se apagó.

-Es un poco incómodo, la verdad. Me basta con escucharte.

Entrecerré los ojos y me cubrí cuando Rick conjuró un flagare, sonrojada. Cuando lo apagó, tomé aire, más relajada que antes, y lo observé.

—Te dije que no era buena idea... —murmuré.

Contemplé al flamma. Luego, más sonrojada que antes, aparté la mirada y retrocedí. Jolín. ¿Cómo podía estar tan tranquilo estando como estaba? En esta situación, yo me estaba muriendo de vergüenza y él sonreía, tan contento. ¿Y si venía alguien y malinterpretaba todo? Qué mal...

Reí algo avergonzado. Lo cierto era que había hecho un poco el ridículo, sí.

-Ya sabes que a veces actúo sin pensar... Pero creo que en el agua no sería capaz de luchar -. Me llevé una mano a la barbilla, pensativo-. Vaya, me ha salido un apareado.

Sonreí. Estreché los ojos, pero imposible verla, como todas las noches.

-¿Vienes siempre a bañarte por las noches?

Telma comenzó a dar vueltas a nuestro alrededor.

Me reí.

—No se dice apareado, tonto. Se dice pareado —dije, jocosa, al tiempo que le salpicaba. Le sonreí—. No utilices palabras que no sabes pronunciar.

Volví a reírme. En comparación con la última vez que nos habíamos visto, estaba mucho más animada. Ni tan siquiera me sentía molesta con él. Suponía que se debía a la carta, que me había animado mucho.

—No, no vengo todos los días. —Lo miré—. Hoy es una excepción...

Me encogí de hombros. Luego observé a mi alrededor y, tras comprobar que no había nadie, volví a salpicarle. Me reí.

Cuando me salpicó observé su sombra, teatralmente ofendido.

-¡Apareado también existe! -exclamé-. Creo... -. Respondí a su nueva salpicadura con una propia-. ¡Y ni todas las salpicaduras del mundo me vencerán, así que ríndete!

Telma mugió incómoda y se fue a nadar un poco más lejos. Supuse que a nadie le gustaba que lo salpicasen mientras tomaba un baño. Era normal, ciertamente.

Me eché hacia atrás para que no me salpicase, todavía riendo.

—Pero no significa lo mismo, tonto. —Le salpiqué—. Coge un diccionario.

Me sumergí y buceé hacia él, intentando no ver nada. Me detuve antes de chocar contra él. Ahora que estaba más cerca, volví a salpicarle.

—No puedes vencerme porque no ves. —Reí—. Así que ríndete tú.

¿No era lo mismo apareado que pareado? Primera noticia que tenía... Pensaba averiguarlo para restregárselo cuando viese que yo tenía razón.
El sonido de algo sumergiéndose hizo que buscase de nuevo a Inger, preguntándome dónde aparecería. Guiándome por el sonido, di con ella cuando rompió el agua. Me cubrí la cara para protegerme del agua y sonreí socarrón.

-¡Ja! ¡Si te viese me vencerías con tu belleza, sin duda, pero al no poder verte estoy imuntizado! No podrás conmigo así, sin más, con agua. Aunque me salpiques mil veces.

Fruncí el ceño al ver cómo se cubría, impidiendo que le salpicase en la cara, y alcé el mentón, orgullosa y teatral.

—Mentira todo. —Le salpiqué de nuevo—. Di todo lo que quieras, Dehnel, pero, si yo fuese tú, me rendiría ante mí, la poderosa Inger. —Me llevé una mano al pecho—. Que, por cierto, es una caeruleus muy bondadosa que tendrá piedad de ti. Siempre que no opongas resistencia, claro.

Volví a salpicarle.

Enarqué una ceja, suscéptico. Media sonrisa atravesó mi varonil rostro.

-¿Que no oponga resistencia? ¿Piedad? -. Una sola carcajada abandonó mis labios-. ¡Sí, ya! A saber qué me harás si me rindo... Me imagino tantos tipos de castigos inmerecidos...

La salpiqué.
Telma mugió, como si apoyase completamente mis palabras. Luego se puso a bucear un poco, o eso entendí por el extraño chapuceo repentino.

Nadé hacia él, sonriente.

—Prometo no hacerte nada si te rindes —aseguré, deteniéndome. Luego alcé una ceja y torcí una sonrisa—. Pero no puedo prometer lo mismo si no lo haces.

Me cubrí el rostro con el brazo cuando me salpicó. Luego reí y lo observé. Tras unos segundos en silencio, y después de otear el horizonte, me acerqué a él y le cogí las manos. Tragué saliva, nerviosa.

Sus palabras me hicieron sonreír con seguridad, casi con chulería, pero cuando tomó mis manos la sonrisa se borró. Me hubiese gustado saber dónde estaban sus ojos para cercenarme de que los miraba.

-En ese caso... -. Sonaba casi sin aliento. De pronto mis labios se curvaron, generando una cálida sonrisa, recuperando parte del tono desafiante anterior- creo que no me rendiré.

Lo miré, nerviosa. Sin embargo, no dejé que el nerviosismo se reflejase en mi voz. Al menos no mucho.

—Pues... deberías. —Lo miré—. Porque puedo ser terriblemente persuasiva. Lo que pasa es que tú, claro, no me has visto en ese plan, pero puedo serlo... —Tragué saliva. Le acaricié las manos. Las mejillas me ardían—. Y tú deberías rendirte...

Me acerqué un poco a él.

Sonreí, esta vez con un gesto relajado. Ella estaba nerviosa. Ya estaba. Rick había ganado.
Un mugido de Telma lo corroboró. Ahí estaba. Lo decía "Moooo bien, Rick". Y yo la entendía porque éramos uña y carne, nada más.

-Pues presu... pearsu... perusad...

Guardé silencio. ¿Cómo se congujaba? Negué para mí, tratando de recordar el verbo. Finalmente me rendí.
Lentamente, me acerqué a la sombra de Inger y la besé, cerrando los ojos.