Enfermería

Pasé por alto su comentario. Mejor dejarlo estar. A lo mejor tantas emociones seguidas le habían frito el cerebro, o algo. No me sentía preparado para comprobarlo.

A su petición, resoplé con cansancio, con poco ánimo para andar cumpliendo caprichos. Y menos con el tonito que le ponía al asunto. A pesar de ello, me levanté, acercándome como pedía, con actitud evidentemente más seria que la suya. Tampoco era algo que tuviera por qué llamarle la atención; a fin de cuentas, siempre había sido así.

En algún momento debí superar aquella barrera, porque cuando estuve lo suficientemente cerca, se abalanzó sobre mí, rodeándome con los brazos. En un primer momento mi reacción fue extender los míos, sorprendido por el gesto. Al final acabé por abrazarlo yo también. Si es que era un maldito crío.

Cuando aflojó esperé un momento, y luego me separé un poco para comprobar su expresión, con una ceja alzada entre sarcástica y divertida. Le di un par de palmaditas en el hombro, a modo de gesto de ánimo.

-Si es que no se te puede dejar ni emocionarte -gruñí.

Poco a poco fue recuperando las formas. O algo así. No llamaría a eso formas exactamente, tratándose de Gerald. Asentí con gravedad. Ya había pensado en ello. Solo su situación actual es bastante reveladora.

-Te bajaré una cerveza si tengo ocasión -prometí, jocoso. Dudaba que tuvieran bancos allí, ni luz agradable, pero no estaba en mi mano cambiar ese hecho.

No tardé mucho en empezar a hacer planes en mi cabeza con respecto a mis asuntos. Por supuesto tendría que avisar de mi falta. Nada grave, después de todo. Nada que no pudiera arreglarse.

Di un pequeño apretón al hombro de Gerald.

-Te veré mañana entonces -decreté-. Aquí o abajo. Hay bastante de qué hablar, me parece. Pero no ahora.

Me levanto, por fin, contento. Me siento mucho mejor, ya. Y la verdad es que por aquí están pasando cosas muy raras que no sabría explicar. Hoy se llevaron a Gerald esposado, por la mañana. No entiendo nada de lo que está pasando, y a veces tengo la sensación de que prefiero que sea así.

Recojo mis cosas y me despido de los que quedan: Rick Dehnel y el piscis de la cabeza vendada. Ya que necesito descansar, por lo menos quiero seguir investigando sobre el ala de Lluvia.

Digo también adiós a los enfermeros que me han atendido tan bien, y a Errst. Luego, contento, salgo de la enfermería.

*se va*

Al final, para compensar lo de ayer me he quedado hasta bien tarde trabajando, así que para cuando llego a la enfermería, ya después de ducharme y cenar, no es precisamente horario de visitas. Tampoco me importa mucho; Rick no estaba cuando vine a verlo ayer, pero imagino que a estas horas será diferente. Porque si no está, doy por perdido esto de venir a verlo.

Cuando llego, sin embargo, lo encuentro en su cama. Parece que duerme, así que no sé si quedarme. Pero acabo por avanzar, porque lo prefiero a que Gerald pueda verme. Como la última vez, corro las cortinas, escondiéndome. La luz de la luna entra por la ventana. Por lo demás, está todo en silencio.

Tomo asiento, cansada. Realmente, no debería haber entrado. Así lo dejaba descansar y evitaba cualquier posibilidad de que Gerald me viera.

Estaba a punto de quedarme dormido y un sonido me hizo abrir los ojos. Ya iban dos veces, Lea. Aunque prefería verla que dormir. ¡Ni en un sueño podría haber encontrado mayor felicidad, al fin y al cabo!

-Ey -saludo, apresrándome a obligar a mi cerebro a que me de un aspecto despejado y fresco. Intento incorporarme para sentarme y lo consigo, aunque no sin una breve mueca. "Qué hermosa visita." "¿Ya estoy soñando?"-. Buenas noches -saludé, con una cálida sonrisa, más despierto, peinándome un poco el pelo para no parecer un mendigo.

Parecía algo cansada. Esperaba que estuviese mejor que el día anterior, al menos. Tenía buenas noticias, de todos modos.

-¿Cómo estás?

Parece que lo he despertado. O que no estaba dormido del todo, porque no he hecho tanto ruido.

-Hola -murmuro, sin mucho ánimo. A mí sí que me hace falta dormir.

Me encojo de hombros a su pregunta, esbozando una pequeña sonrisa. Puedo decir que a estas alturas no siento las agujetas, y que todo está ya casi en orden. Todo puede verse en un lado positivo, supongo.

-Cansada, pero bueno -respondo, encogiéndome de hombros-. ¿Tú?

Cansada. Parecía cansada. Mithos... ¿Acaso no dormía? ¿Era por el miedo del suceso de los establos? Seguía sin tener muy claro qué tenía ella en la cabeza. Pero sobre nada: ni sobre Gerald, ni sobre mí... ¡Si algo tenía claro sobre Lea era que quería mucho a Telma y que le gustaban los animales! Lo demás me hacía dudar todo el rato.

-Yo bien. Mejor que ayer -. Sonreí. Era mentira. Buena bronca me había caído por haber salido la noche anterior. No me habían dejado levantarme en todo el día-. Se lo han llevado a las mazmorras -dije, sin más, sin pronunciar su nombre siquiera.

Supuse que ya lo habrá visto, o no visto, mejor dicho. De todos modos, estaba tan satisfecho que quise decirlo en voz alta. Al final, Gerald, la justicia ganaba. Y ni había tenido que usar la violencia.

Me sabía mal, sin embargo, verla cansada a aquellas horas, solo viniendo a visitarme. Aunque también me sentía afortunado.

Asiento, manteniendo la sonrisa. Eso está bien. Sospecho que pronto estará de nuevo molestando en los establos. Todo vuelve a su cauce.

Su segundo comentario me toma por sorpresa. No la información en sí, que me parece perfectamente lógica, sino la forma en que lo dice. Suspiro, frotándome la cara. Supongo que eso significa que no va a morirse. No me alegra que lo encierren, sin embargo. No puedo evitar sentirme, en cierto modo, responsable de lo que ha pasado.

Por otra parte, eso me permite relajarme un poco. Porque no estará por los pasillos, ni tampoco en la enfermería. No tendré que estarme cuidando las espaldas.

De nuevo, asiento, pero no digo nada. Bajo la vista al suelo.

Su gesto no fue alegre ni aliviado. Parecía igual de cansada. O incluso más.
No quería tocar aquel tema, pero al mismo tiempo tenía la sensación de que el problema iba más allá de donde yo comprendía. No sabía nada. Solo había sido atacado, sin pedir explicaciones. Pero no pensaba que Gerald, por malvado que fuese, hubiese ido a los establos porque quería matarme aquella noche.

Abrí los labios un instante, pero terminé bajando la vista, no seguro de que debiese decir aquellas cosas. Eran peguntas delicadas.
Finalmente alcé la mirada de nuevo, habiendo recobrado mi noble sonrisa. Ella estaba por encima de mí. Tenía que cuidarla por encima de lo que yo desease. Aquel era el verdadero significado de la nobleza.

-Hoy has debido de trabajar muy duro, Lea -dije, afable, refiriéndome a su aspecto cansado. Llamarla por su nombre me provocaba una especie de sensación de mayor tranquilidad-. Podemos cambiarnos de sitio. Tú te tumbas y yo me siento -ofrecí, intentando sonar gracioso, aunque con un tono tan suave que no sé si lo pareció.

Quería que descansase si lo deseaba, aunque aquello hiciese que no estuviese cerca. No me gustaba verla abatida.

Acabo por formar media sonrisa, negando con la cabeza. Sí que estoy cansada, pero no importa. Pasará. Gerald ya no está y pronto acabará el trabajo. Eso me dará tiempo para descansar a partir de ahora.

-No he venido a quitarte la cama -replico-. De hecho, debería dejarte dormir.

Solo venía a ver cómo estaba a fin de cuentas. Ya sé que está bien e incluso tengo más información. ¿Qué más hago aquí a estas horas?

Fruncí el ceño un instante, sereno, respondiendo tan rápido que, claro, no lo pensé.

-Podemos compartirla -me oí decir. Luego, por supuesto... Muy bien, Rick. Tuve ganas de arrancarme la cara. Pero me mantuve sereno y noble como un verdadero héroe, para que no se pensase que le estaba diciendo que se desnudase allí mismo. Enseguida adopté mi tono noble-. He de decir que es perfectamente posible que dos personas se encuentren al mismo tiempo en una de estas camas, y son bastante confortables. No obstante, ruego no haberte hecho pensar que... -. Moví la mano en círculos hacia delante, haciendo ver que la frase seguía-. Olvida lo dicho. Sabes bien que no me molestas, pero si deseas descansar no me sentiré ofendido ni abandonado-. Esbocé una sonrisa, afable, algo aturdido.

¡MITHOS! Si mi padre hubiese visto mi torpeza acabaría conmigo de una estocada. ¡Qué estocada! Le valdría con mirarme. La humillación haría lo demás.

La próxima vez me mordería la lengua, sin duda.

-Y hoy Telma estaba bien, ¿no? -murmuré, en un obvio cambio de tema, con una sonrisa que hacía ver que yo mismo era consciente de la torpe estrategia militar.

Lo miro con cierta expresión de burla.

-Ya. ¿Y qué opinan los enfermeros de que dos personas compartan una de estas camas? -apunto, divertida.

Llevo una mano a su brazo, apretándolo un momento. Dan ganas de reír con comentarios tan torpes..

-Mucho mejor que ayer -especifico-. De hecho, estaba demasiado animada. Casi no me ha dejado trabajar tranquila.

Fruncí el ceño, resoluto, con una sonrisa amordazada. Aquella respuesta la tenía clara, sin duda. Era una hermosa y noble forma de decir algo bonito a una dama.

-Pues que soy un hombre afortunado, seguramente -respondí, asintiendo, con total y absoluta seguridad.

Con Inger no se habían quedado, desde luego. Podrían volver a decirme que no me moviese ni hiciese esfuerzos, pero tampoco le estaba pidiendo que hiciésemos esfuerzos. Y, de todas formas, aunque aquellos enfermeros no parecían comprenderlo, había esfuerzos que no eran esfuerzos por el ánimo con el que se realizaban.

-Tendré que recuperarme cuanto antes para agotarla. Me apena estar aquí ahora que por fin ha parado la lluvia...

Me apenaba estar allí y no con ella, en un lugar más cómodo, más alejado. Y con Gerald entre rejas...
El destino siempre poniéndome a prueba...

La miré, con una sonrisa. Me gustaba, nada más. Era incapaz de sentir el dolor de estar sentado porque era poco importante.

Roto los ojos. Cuánto cliché. Si es que parece una enciclopedia de cómo hacer sonrojar a señoritas. Lo malo de esas enciclopedias es que no puedes hacer sonrojar a una piedra. Quizá debería buscarse una señorita.

Me encojo de hombros.

-No tiene pinta de que vaya para largo -replico-. Aunque sois los dos bastante impacientes, todo sea dicho.

Me paso una mano por la cara, apartándome el pelo. Sí, definitivamente estoy cansada. En fin, qué más da. Suspiro y me levanto.

-Venga, hazme un hueco -acepto.

Sonreí, con la seguridad de un caballero. Por supuesto que no estaría más tiempo del debido allí. Ya había salido una vez, quizás demasiado pronto, y no me detendrían allí dentro mucho más. Eran días más que suficientes. Era aburrido pasar mañana y tarde en una cama sin más que hacer que ver pasar el tiempo, esperando una visita tan afortunada como aquella. Y si Gerald estaba listo para ir a las mazmorras, yo lo estaba para ir a los establos o para andar a mis anchas, desde luego.

-De tal astilla, tal palo -recité. Lo cierto era que a veces Telma sí que se me parecía, aunque ella fuese más vaga y caprichosa.

En cuanto a lo de hacerle sitio, se me escapó la sonrisa como si tuviese quince años de nuevo. Me eché a un lado, dejando el hueco que pude en el colchón. Si no cabía me ladearía aunque fuese, aunque tuviese que ponerme de perfil o lo que hiciese falta.

Pongo los ojos en blanco. Después termino de apartar las sábanas y me subo a la cama, tratando de no hacer movimientos demasiado amplios. No sé hasta qué punto necesita espacio, pero con lo que ocupa no hay mucho que hacerle. Debería ahorrarle los caprichos e irme a mi cama. En fin.

Me tumbo en un lado de la cama, tapándonos de nuevo a ambos. Dada la falta de espacio, y teniendo en cuenta que no le conviene estar encogido, me aseguro de que no intente dejarme más hueco que el necesario. Después de todo, ocupo menos. Esto no tiene sentido. Al menos la herida está más hacia el otro lado.

Acabo por apoyarme sobre él, con el cuerpo mirando en su dirección. El colchón, reconozco, es cómodo, pero lo sería más si estuviera yo sola.

Era extraño. Seguía pareciéndome absurdo que hubiese aceptado. Quizás la habían hechizado, había empezado a pensar. Sin embargo, acepté de buen grado. Y más aún al sentirla recostarse sobre mí, aunque fuese parcialmente. Me acomodé a su gusto, dado que le serviría de apoyo.
Tenía ganas de decirle que no debía sentirse obligada, pero tenía miedo de que lo tomase como un reproche y se marchase. Mithos... Y desde el día de los establos sentía el impulso de besarla cada vez que la tenía cerca... Era difícil controlarse después de aquello, pero la nobleza era más poderosa que la inmoralidad.

La rodeé suavemente con el brazo correspondiente, el izquierdo, frunciendo el ceño un instante. Si me propasaba ella me lo haría saber, Lea era así, pero no podía dejar pasar la ocasión, ya que no era momento de volver a buscar ansioso su boca. Más lugar, que momento, pues Silvanus seguía durmiendo cerca.
Lo difícil sería evitar que el dragón se alzase aquella noche, si ella dormía tan cerca, indefensa y pura. Aunque tras lo que había tenido oportunidad de comprobar en los establos, por hermosa y noble dama que fuese, Lea no parecía ser, precisamente, lo que se denominaba como una pura muchacha...

No comprendía cómo funcionaba su cabeza, menos incluso que la de otras damas, pero me fascinaba de todas formas. Incluso con aquella mala cara que me desconcertaba. Aunque envidiase a Telma.

Y cómo conseguí dormir aquella noche con ella allí, respirando a mi lado, fue un misterio para mí.

*se duermen*

Cuando despierto por la mañana (si es que a esto se le puede llamar mañana) tengo una extraña sensación de estar desubicada. Desorientada, miro alrededor, buscando pistas, hasta que todo se asienta de nuevo en mi cabeza. Rick aún está durmiendo, y yo no debería estar aquí. Por suerte, parece que no hay enfermeros cerca, aunque dudo mucho que no me hayan visto.

Estoy extrañamente cómoda, así que me da algo de pereza abandonar la camilla, pero debo hacerlo cuanto antes. Se supone que yo tengo que trabajar, después de todo. Así pues, salgo y vuelvo a arroparlo a él.

Lo miro un instante. Quizás venga más tarde. Pero ahora me voy antes de que venga alguien a explicarme que no debo molestar a los enfermos como si fuera una cría.

*Se va*

Tras la comida me decidí a hacer algo que llevaba tiempo teniendo que hacer y conseguí un papel y una pluma para escribir un par de cartas. Una para casa, preguntando por cómo iban las reconstrucciones y cosas similares; otra para Heylel, al que todavía no había mandado nada desde que se había ido.

Tenía muchas cosas que contarle en aquella carta. Se notaba su falta, se echaba de menos su presencia consoladora en los pasillos. Y, además, tenía que decirle lo de Inger: ella misma me lo había pedido, y un caballero cumplía su palabra.

"Estimado Heylel

Disculpa que no te haya escrito antes. Ya hace mucho que te has ido. Muchas veces me hubiese gustado tenerte aquí, pues han sucedido..."

Una vez terminé las dos cartas se las di a un chico del servicio. Él me aseguró que se encargaría de enviarla.

Suspiré. Y a seguir descansando, por desgracia.

*se queda indefinidamente*

Ya que las cosas van cada vez mejor y el trabajo disminuye, esa noche me presento temprano en la enfermería. Parece que esta vez he acertado con la hora y no está por ahí dando vueltas. Y más le vale, porque no pienso dedicarme a buscarlo. Ya bastante hago viniendo.

Como cada vez, cerré la cortina tras de mí y tomé asiento junto a la cama.

-Hola -saludé, algo seca-. ¿Cómo estás? Telma ya empieza a quejarse otra vez, así que no puedes entretenerte mucho más por aquí.