Sala de baile

Tristán se abalanzó sobre el champiñón como si llevara semanas sin comer. Maldito tragón... Le dejé cogerlo sin oponer resistencia, y saqué un par de ellos más, que el dragón me arrebató antes de que tuviera tiempo de ofrecérselos. ¡Pero si ni siquiera se había comido el primero! Decidí dejarlo en paz, dándolo por perdido. Me volví hacia Inger.

- Todo bien, gracias. Sin novedades, exceptuando el bichín -sonreí-. En realidad, es solo algo temporal -expliqué, respondiendo animadamente a su pregunta, consciente de que ella, al contrario que Nagore y Follow, había reconocido al pequeño-. Lo estaba cuidando Follow, un chico piscis, pero el otro día lo dejó solo y me estoy encargando yo de él ahora. En realidad, no me gusta cómo lo trata él... ¡Si hasta le ha cambiado el nombre! Lo llamaba Nori, o algo así. Hace mucho que no veo a Silvanus y no sé qué puede haberle pasado para que haya dejado solo a Tristán, pero no creo que le gustara que hiciéramos lo que quisiéramos con él. Al fin y al cabo, él es su dueño, no creo que tarde en volver a buscarlo.

Recordé entonces mi primer encuentro a solas con Tristán, en mitad del bosque, en estado salvaje y penoso. Todavía no entendía qué podía haber pasado para que hubiera abandonado a Tristán a su suerte, pero teniendo en cuenta su fuerte vínculo con el dragón, debía haber una razón de peso. Pensé que Inger podría saber algo.

- ¿Tú has visto a Silvanus? La verdad es que está desaparecido...

Reí al ver la ferocidad con la que el dragón se acercaba a la comida. ¡Era tan adorable! Me encantaban los dragones pequeñitos: me gustaban desde que era pequeña, pero nunca había tenido uno porque "no podemos tener un dragón en casa, Inger, por favor".

Escuché lo que decía Massen observando al dragón. No conocía de nada a ese tal Follow, pero por lo que decía, parecía que era un nuevo guerrero que desconocía a quién había pertenecido aquel dragón. Suspiré. Me pregunté dónde estaría Kettleburn. No era, precisamente, alguien que me gustase, pero no podía evitar entristecerme cuando alguien lo mencionaba (¿cuánto tiempo llevaba desaparecido?).

No obstante, parecía que, a diferencia de mí, Massen no se había enterado (¿cómo era posible?) de la desaparición del piscis. Eso me extrañó. El anuncio donde se explicaba qué le había pasado al piscis estaba colgado en el tablón, ¿así que a qué venía ese "¿tú has visto a Silvanus"? Me pregunté si no habría leído el anuncio o si se le habría olvidado, cosa que no tardé en descartar porque, bueno, ¿quién se olvida de una desaparición? Miré a la piscis. ¿Cómo iba a decirle que sí, que estaba desaparecido de verdad? Suspiré de nuevo.

—Eh, bueno... Ese tal Follow parece un chico muy... Especial, ¿no? —Sonreí. Me humedecí los labios, tomé aire y continué —: Y, eh... Bu... Bueno, no he visto a Silvanus... O sea —me pasé una mano por el cuello—, nadie lo ha visto desde... Bueno... Eh... ¿No has visto el anuncio del tablón? —Forcé una sonrisa—. Su... Supongo que no... El... El caso es que... Eh, bueno, digamos que... Erm... Está desaparecido de verdad. O sea, de verdad de verdad, de la... Buena. Aunque, ¡eh!, bueno, seguro que lo encuentran. —Me llevé la mano a la nuca y bajé la mirada—. Ya, ya verás...

Fdr. inger pls

Tristán parecía obcecado con conseguir más comida. ¿Por eso se había escapado? Pero si ya habíamos cenado... Sin embargo, no me apetecía enfadarme con él ni ponerme estricta, por lo que acabé por sacar el saquito en que guardaba sus "aperitivos" y dejarlo en el suelo, a su disposición. No dudó un momento antes de abalanzarse sobre él y llevárselo a un rincón donde poder disfrutar del banquete en solitario.

Mientras tanto, continué hablando con Inger, que al parecer no conocía a Follow. Sin darme cuenta, me puse roja hasta la raíz del cabello.

- Es un estúpido, eso es lo que es -dije, con algo de rabia y mucho convencimiento-. Cualquiera diría que no lo han educado. No sabe comportarse con la gente, y es muy malo con las chicas.

Sentía un cosquilleo en el estómago, y me enfurruñé un poco. No con Inger, por supuesto, sino con Follow. Aquel chico necesitaba un tirón de orejas. O madurar. Quizá ambas. Sin embargo, lo que Inger dijo a continuación me dejó de piedra. De un rojo intenso, mi rostro pasó a un preocupante lívido, y me sentí abrumada.

- ¿D-desaparecido? -balbuceé en un susurro, tras varios intentos en los que me falló la voz. No podía creerlo. No quería creerlo. Sin embargo, era algo que explicaba muchas cosas. Miré a la caeruleus, como pidiendo auxilio-. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qu-qué tablón? Yo... No sabía nada... Pero... -las palabras se me aturullaban, y me sentía incapaz de ordenar mis pensamientos. Finalmente callé, totalmente espantada.

Me pasé, de nuevo, la mano por la nuca. Tal y como había supuesto, la piscis no sabía nada de la desaparición de Kettleburn. Suspiré. Con lo mal que se me daba a mí explicar las cosas y consolar a la gente... Tomé aire y me acerqué a la niña. Me volví a pasar la mano por el cuello y volví a suspirar. Luego me agaché para que mi cara quedase en frente de la suya.

—Bu... Bueno, ve... verás... Desapareció hace unos meses... A principios de julio, creo. —No recordaba exactamente cuándo había sido, pero recordaba que, de aquella, todavía veía a Rick, así que la desaparición debió producirse en verano —. Y, bueno... Nadie sabe muy bien cómo pasó, porque se supone que esas cosas no pasan... —Forcé una sonrisa—. El anuncio está en el tablón de anuncios, en uno de los pasillos principales de Palacio.

Me humedecí los labios y clavé la vista en el suelo. No sabía muy bien qué decirle. Finalmente, tras unos largos segundos, esbocé una sonrisa y dije:

—Pero no te preocupes... Aquí está gente muy, muy fuerte, así que seguro que lo encontrarán pronto. Además, él es un guerrero. Seguro que no deja que le venzan tan... Facilmente. Yyy, eh, y... Entonces Ke... Silvanus volverá, y recuperará a Tristán y nos explicará qué ha pasado y volverá a pasear contigo y con Tristán y le dirá tres cosas bien dichas a ese tal Follow, por cambiarle el nombre a su dragón... —Ensanché la sonrisa—. Así que no... Te preocupes.

En un tablón. Por escrito, por supuesto. Según Inger, la desaparición se produjo en julio, a principios de mes. La miré horrorizada. Estábamos a finales de noviembre. ¿En serio habían pasado casi cinco meses? ¿Hacía más de cinco meses que no veía a Silvanus? ¿Tanto? ¿Y en todo este tiempo no se me había ocurrido sospechar nada? Recordé aquel día en que, al encontrarme con Alehyss por los pasillos, le había dado un recado para Silvanus. ¿Por qué no me había dicho nada ella? ¿Tampoco lo sabía? Imposible, Alehyss tenía que saberlo.

Inger seguía hablando, pero yo no la escuchaba. Estaba al borde del llanto. ¿Por qué en un tablón de anuncios? ¿Es que la gente no sabía hablar? ¿Qué más se habría puesto allí que yo no hubiera podido leer? ¿Estarían allí las misiones anunciadas? ¿Por eso yo llevaba tanto tiempo sin ir a ninguna? ¿Porque no sabía lo que allí ponía? ¿Cómo podía ser tan inútil? Miré a Inger, desesperada. Lágrimas rodaban por mis mejillas y me empañaban los ojos, con lo que solo podía ver una mancha borrosa.

-¡Es todo culpa mía! ¡Es porque no aprendí a leer! ¡Si lo hubiera hecho, podría haberme enterado, podría haber salido a buscarlo y ayudar! Mi abuelo tenía razón... ¡De verdad no sirvo para nada!

Me sequé las lágrimas y la miré, entre avergonzada y furiosa. Ya no importaba. ¿Qué más daba aquel estúpido secreto? A Silvanus no le iba a servir de nada que yo guardara con tanto celo mis defectos. Sin embargo, seguía sintiéndome demasiado mal al respecto como para seguir mirando a Inger a la cara.

-¡Lo siento! -dije, y eché a correr en dirección a la puerta.

Tristán, que con el jaleo había olvidado (inaudito) su comida, parecía algo asustado, y cuando vio que me iba, agarró la bolsa y echó a volar, siguiéndome.

*Se va*

FdR.: Yo debería dormir... De todas formas, ¡siéntete orgullosa! Ya lo ha soltado, hala xDDD

La reacción de Massen me cogió por sorpresa: no me imaginaba que no supiese leer, ni esperaba que se culpase ni que empezase a llorar. Quise decirle algo, algo como "no te preocupes, Massen, no es culpa tuya. ¡Cómo va a ser culpa tuya" o "yo puedo enseñarte a leer si quieres" o "no llores, Massen", pero lo único que pude decir antes de que abandonase corriendo la sala fue "no es tu culpa...".

Tardé un poco en levantarme: después de que se fuera, seguí mirando el punto donde anteriormente había estado la piscis, preguntándome qué debería hacer ahora (¿debería buscarla? ¿sí, no?) y planteándome si había sido buena idea o no haberle dicho lo de Kettleburn. Una vez en pie, decidí que hablaría con ella, que la convencería (no sabía aún cómo) de que no tenía por qué culparse, y le ofrecería mi ayuda para que aprendiese a leer (si es que quería).

Con esas ideas en mente, abandoné la sala de baile.

*se va*

Fdr. inger para espía ya pls xDDDDDDD (me siento orgullosa ewe~~)

Llevaba varios días sin encontrarme con nadie. Nagore no había vuelto a dar señales de vida, y eso me preocupaba un poco. No la había encontrado en ningún sitio, ni siquiera en las habitaciones. Esperaba que estuviera bien, porque lo último que quería era tragedias. ¿Seguiría tan enfadada o se habría calmado un poco? Tenía la esperanza de que estuviera más tranquila, pero era una opción poco probable.

Un boro llamó mi atención ante una puerta, mientras caminaba en silencio. Me acerqué a él. No parecía estar limpiando la puerta, sino más bien intentando entrar. Era extraño. Si no me equivocaba, aquella puerta era la de la sala de baile, y nunca antes había visto aquella puerta cerrada. Pensé que tal vez había alguien dentro que no quería ser molestado, pero la insistencia del animalillo me hizo decidirme a abrirle la puerta. Di un par de toquecitos en ella, por si acaso, y la abrí despacito. El boro se coló rápidamente dentro y se puso a limpiar, y yo me asomé dentro, siguiéndolo con la mirada. Y me encontré con que Follow estaba en la sala, probablemente entrenando.

Escucho la puerta y el silencio se rompe con lo que salgo de mi momento de embriaguez solitaria para volver a darme cuenta de que estoy en el mundo y en ese mundo hay gente.

Cuando dirijo la vista a la puerta lo primero que veo es un boro pulular hacia las esquinas para limpiar el polvo. Esos seres tienen un destino muy extraño en este vida.
Lo siguiete que veo -ahora con más detalle- es a Massen Dew encaramada a la puerta con lo que me quedo mirándola por un momento. Ha roto mi silencio, pero por lo menos no es alguien con quien tenga que entablar una conversación o presentación obligada.

Miro a un lado y luego vuelvo a mirarla a ella, como esperando a que entre o diga algo o que haga lo que quiera que viene a hacer allí.

—Djatu sabbeh, Massen Dew —Acabo por susurrar, ya que la acústica del lugar hace que eso sea suficiente. Además me desagrada subir la voz en este lugar.

Bajé la vista un momento, sin saber si entrar o salir. Sabía muy bien que a Follow le disgustaba mucho que lo interrumpieran mientras entrenaba, y era algo que ya me había pasado varias veces. Sin embargo, acabó por saludarme, y aunque no estaba muy segura yo misma de querer estar allí, me lo tomé como una invitación. Asentí con la cabeza.

-Djosseh -murmuré en el mismo tono.

Avancé por la habitación hasta una de las sillas que había apoyadas en las paredes y tomé asiento. Tristán no tardó en venir a saludarme, y sonreí cuando se posó sobre mi regazo. Le acaricié el cuello mientras me volvía hacia Follow.

-No pretendía molestarte. Abrí la puerta para dejar entrar al boro, que no era capaz -expliqué.

Niego con la cabeza a su explicación. Cualquier cosa me habría molestado. Me acerco unas pasos a ella ignorando al boro hasta que me quedo en frente.

—Esta no es una sala de entrenamiento —Digo para que no de importancia al hecho de haber entrado, pero también porque es verdad. Si he empezado a practicar aquí ha sido por motivos propios, pero no es el lugar. Aunque, ciertamente, es muy amplio y cómodo.

Me mantengo en silencio, pues no tengo más que decir y dejo pasar los segundos. Al final, tras el prolongado silencio, decido que quizás tenga que ser como la otra vez para que la situación sea menos incómoda.

Me acerco a donde está y me inclino bajándome la tela de la cara para besar sus labios un momento y luego apartarme para volver a cubrirme y quedarme frente a ella. No sé si es porque lo he hecho yo o si he hecho algo diferente, pero estoy como antes.

Asentí a sus palabras con un gesto de cabeza, y luego me quedé en silencio. Él tampoco añadió nada más, y desvié la vista, incómoda. Al cabo de un momento, percibí por el rabillo del ojo que se inclinaba hacia mí y alcé la vista de nuevo. Tristán echó a volar y se alejó de nosotros, mientras Follow se acercaba a besarme. Sentí como una especie de descarga eléctrica me recorría de arriba a abajo y cerré los ojos un momento.

No duró mucho, de todas formas, pues él no tardó en separarse y cubrirse de nuevo tras su máscara. Pensé que era un poco injusto que él tuviera dónde esconderse, mientras yo quedaba expuesta, y desvié de nuevo la mirada, sintiendo arder mis mejillas. El silencio seguía siendo incómodo, y decidí que tenía que cortarlo.

-Hace unos días que no veo a nadie -murmuré, por decir algo, obligándome a alzar la vista y clavarla en aquellos ojos oscuros que tanto me perturbaban, casi enfrentándome a ellos, aunque no de forma violenta.

Al parecer esta vez no da resultado ya que Massen Dew se queda en silencio y aparta la vista para luego hablarme de que no ha visto a nadie por el palacio. Yo tampoco he visto a nadie y no me importa. Quizá se refiera a su amiga la parvus, o a su ya no amiga. La verdad es que no sé qué ha pasado entre ambas chicas.

Pero vuelvo a quedarme sin decir nada y sin nada que transmitirle. Tampoco ella me ha transmitido la finalidad de su interés. Quizá no sepa todavía si el material en el que está interesada es fiable o no para la prosperidad de su descendencia. Puede que por ello me dejase verla en el lago y ahora simplemente me haya buscado para que corresponda con mi parte.

—Massen Dew —La llamo y luego me retiro la camiseta junto con el chaleco, dejándome solamente la braga del cuello que me cubre la cara. Luego me quito también los pantalones quedándome en ropa interior con las protecciones de las espinillas, que me es un engorro quitármelas. Dejo la ropa tirada a un lado y me quedo quieto frente a ella. No sé exactamente cuánto tiempo debe durar esto.

Lo cierto era que el silencio parecía destinado a reinar en aquel entorno. Solté un pequeño suspiro. Desde luego, no esperaba que fuera a ser fácil después de nuestro último encuentro, pero no sabía qué hacer con tanta tirantez. Me mordí el labio, pensando en cómo salir del paso. Entonces me llamó y alcé la vista.

Y, desde luego, lo que ocurrió a continuación era lo último que me esperaba. Abrí los ojos como platos y me quedé paralizada en el sitio, sin saber qué hacer ni qué decir. Abrí y cerré la boca un par de veces, boqueando como un pez fuera del agua, sin llegar a decir nada, mientras sentía cómo todos los colores posibles se iban turnando en ocupar mi rostro.

Finalmente, fui capaz de reaccionar y me tapé la cara con una mano, cerrando los ojos. Tuve que inspirar con fuerza un momento antes de reunir el coraje para levantarme y enfrentarme a aquella situación, que empeoraba por momentos.

-No -dije, en tono firme-. No, no y no -repetí-. Esto no funciona así. Esto no puede ser así. No... No sé cómo funcionan las cosas en tu tribu, pero no es así como funcionan en el Glaciar -mientras hablaba, fui recogiendo su ropa del suelo y poniéndosela en los brazos-. Las cosas se hablan. Se meditan. Y, y... ¡Y se dejan avanzar poco a poco! -volví a taparme la mano con la cara-. Vístete, anda. Vamos a calmarnos un poco y hablar, ¿vale? Despacio. Por favor.

Lo cierto es que no sabía muy bien si reír o llorar, y tenía la sensación de que eso se reflejaba en mi voz temblorosa. Si no hubiera tenido noticias antes de lo excéntrico que podía llegar a resultar aquel chico, me habría limitado a salir corriendo. Sin embargo, pensé que tal vez podía intentar explicarle las cosas. A poder ser, detalladamente.

FdR.: Facepalm tras facepalm tras facepalm.

Me mantengo de pie frente a ella sin decir nada, pero su reacción, en lugar de ser la que debería -estudiando mis capacidades como hombre-, es sorpresiva y vergonzosa y se pone muy roja para luego cubrirse la cara y levantarse negando una y otra vez. Me limito a seguirla con la mirada, extrañado.

—¿Despacio? ¿Despacio sobre qué? —Pregunto cuando empieza a recoger mi ropa sin querer verme demasiado. Yo la cojo y comienzo a vestirme. ¿Esto quiere decir que ya ha perdido su interés? Pero por lo qu dice parece que en donde ella vive el ritual no se hace de esta forma. Cuando ya tengo los pantalones puestos me tomo mi tiempo para colocar bien la parte de arriba mientras la escucho. Al final me visto por completo.

—A todo el mundo le gusta mucho hablar, ¿de qué hay que hablar? —Pregunto, serio pero curioso. No tengo mucha idea sobre qué se habla en estas circunstancias.

Tal y como había pensado, no entendía nada. Suspiré, buscando por dónde empezar. Al menos, se estaba vistiendo, y eso me tranquilizaba un poco.

-A ver...

Comencé a caminar de un lado a otro, buscando las palabras. Tampoco sabía exactamente qué era lo que tenía que explicarle, y me sentía un poco ridícula enseñando aquella clase de cosas que para mí eran tan evidentes a un chico de... ¿17 años? ¿18? Ni siquiera sabía cuántos años tenía. Sacudí la cabeza. Solo el pensar en aquello me hacía sentir una cría, y era lo último que necesitaba en aquel momento.

-A ver -repetí-. Intentaré explicarme. Cuando dos personas... se conocen... pues... -carraspeé, azorada, y detuve mi paseo frente a él-. Follow, yo casi no te conozco. He hablando contigo unas cuantas veces y me gustas -tragué saliva. Aquello era horrible-. Ni siquiera sabría decir por qué, pero es así. Pero... Pero las cosas llevan su tiempo. Aunque tú y yo... Aunque me correspondas, o no, ni siquiera estoy segura de eso... -me detuve y respiré hondo-. Necesito saber más. Necesito una mayor garantía de qué es esto exactamente, de qué somos... nosotros, el uno para el otro, quiero decir. De qué quiero yo de ti y de qué quieres tú de mí. No sé cómo funcionan los lazos en tu tribu. No sé si son duraderos o temporales, cuáles son importantes y qué se espera de quien está contigo. No sé nada, en realidad. Y... antes de que esto... se me vaya de las manos, quiero saberlo.

Lo miré a los ojos casi con súplica, deseando que por favor hubiera entendido algo de lo que yo había dicho.

Massen Dew comienza a dar vueltas de un lado a otro hasta que se decide a hablar y se detiene. Al parecer sí que debe decir muchas cosas y yo la escucho con atención. No me importa escuchar cuando alguien tiene algo que deba decir, pero ella no había dicho nada antes. Debería haberlo dicho.

Al parecer tenía un interés por mí, pero este iba más allá de mis atributos, al parecer quería conocer mi yo aunque no tengo muy claro para qué. ¿Qué más quiere conocer? No hay mucho más que ver de lo que ha visto tratando conmigo. Pero luego menciona que no conoce mis costumbres y quizás ese sea un problema de verdad. Nunca me he relacionado demasiado con nadie que desconociera las costumbres de la tribu con lo que nunca he tenido este curiosos dilema. Habla de qué somos el uno para el otro. Massen Dew es una piscis del sur y una chica agradable para mí. Aunque ella parece no saber lo que yo soy para ella, porque sino no querría conocer cosas sobre mí más allá de mis atributos de macho. Con todo este panorama será mejor que busque una forma de explicarle mis costumbres, pero ahora, sin haber repasado anteriormente el ritual, no le daré una respuesta clara. Miro al frente y después a la chica para luego poner mis manos en sus hombros.

—Gracias, Massen Dew. Ahora iré a repasar mis costumbres y cuando volvamos a encontrarnos pdoré hablarte de ellas como tú has hecho y tú podrás preguntar —Dicho esto, la suelto y me dirijo a la puerta de la sala de baile para irme. Tengo que pensar mucho por dónde debería empezar.

Finalmente, Follow pareció entenderlo, o al menos en parte. El problema fue que se marchó antes de darme tiempo a asegurarme. Ni siquiera me dio un momento para reaccionar. Salió apresuradamente, con Tristán pisándole los talones, mientras yo me quedaba allí plantada, a solas con el boro, que se ocupaba en limpiar hasta la última mota de polvo.

Me froté el hombro con la mano, suspirando. ¿Por qué me tenía que meter en semejantes berenjenales? ¿Qué había pasado con mi propósito de ser independiente y labrarme mi vida como hacían Minta y Seranne? Miré a mi alrededor, y la habitación me pareció de repente muy grande. Me sentía completamente sola de pronto, y maldije mi situación con Nagore. Al menos, ella solía llenar mi tiempo. Ahora, sencillamente, me sentía completamente perdida.

Avancé hacia la puerta, con algo de desánimo. No pude evitar llevarme de nuevo una mano a la cara al repasar mi reciente encuentro con Follow. ¿A quién se le ocurría? Aquello era surrealista...

*Se va*

Permanecimos todo el camino en silencio, del bosque a la sala de baile, que fue donde acabamos, a elección suya. Cuando entramos en el palacio, pude ver que, además de empapada, estaba manchada de barro y tenía incluso alguna ramita enganchada al pelo. ¿Cuánto tiempo se había pasado ahí fuera "luchando"?

Debido a su aspecto, me extrañó un poco que no se dirigiera directamente a darse un baño. Al fin y al cabo, ni siquiera estábamos hablando, y era un perfecto motivo de excusa. No dije nada al respecto, por supuesto, a pesar de la intriga. Una vez en la sala de música, quedó claro que su prioridad era secarse y calentarse, más que acicalarse.

Aquella sala me llamó la atención, y cuando entramos miré a mi alrededor, pensando si habría visto alguna otra estancia de mayor tamaño en el palacio. Quizás el comedor la superara, aunque no estaba del todo seguro. No obstante, en seguida hubo algo que me llamó más la atención que el lugar, y era la confianza y habilidad de la mujer ante el fuego de la chimenea.

Había crecido en un ambiente en el que el fuego era un elemento considerado aliado y familiar, y aunque era algo que me fascinaba, no me sentía tan cercano a él como otros miembros de mi familia. Verla a ella tan desenvuelta a la hora de alimentarlo y tratarlo me hizo esbozar una sonrisa inconsciente. Además, el calor agradable del fuego también me atraía, pues mitigaba el dolor. Pronto mi mirada quedó atrapada en aquellas llamas danzantes.

El agarrotamiento y dolor de mis alas (mayor de lo habitual) y su voz consiguieron sacarme finalmente de la hipnosis de las llamas. A su comentario, negué inmediatamente.

-No deberías disculparte -no por eso, al menos, pensé-. Es probable que para cuando te la di ya estuviera así. Siento que fuera lo único que podía ofrecerte. El servicio se encargará de limpiarla.

Me acerqué un poco más al fuego y llevé la mano al homóplato izquierdo, tomando la raíz del ala y moviéndola levemente para recolocarla, con soberano esfuerzo y rechazando el dolor que me inundaba. Con gesto neutro, repetí la operación con la otra ala. Una vez hecho esto, me coloqué de espaldas a la chimenea, para que se impregnaran mejor con su calor. En momentos como aquellos agradecía la ausencia de plumas, que probablemente absorberían más fácilmente la humedad que la piel.

La miré un momento.

-¿Un buen entrenamiento? -pregunté, en un intento desesperado de sofocar el silencio.

Su forma de tomárselo me llamaba la atención. Parecía indiferente a las consecuencias de sus propios actos. No parecía que fuera una actitud del todo negativa, pero no me parecía adecuada ni responsable. Por supuesto, me guardé muy bien de hacérselo saber. Cuando mencionó una posible parálisis temporal cerré un momento los ojos, con cierta amargura. Si estuviera en su lugar, me cuidaría meticulosamente de evitar aquella posibilidad.

Desvié la vista al techo, meditando un momento su pregunta. No podía contestar que no, pero bueno no sería la palabra que yo habría utilizado. Busqué un sustituto en mi cabeza.

-Un día normal, supongo -apunté finalmente, dándome por satisfecho con aquello.

Volví a mirarla. Arrodillada como estaba, sus alas se apoyaban en el suelo y su pelo se desparramaba a su alrededor, y ambos elementos parecían arroparla. El color rojizo del fuego se ahogaba en el azul de sus ojos. Parecía sacada de una pintura. Una pintura viva, cuidadosa en los detalles y buscadora de la armonía. Casi dulce.