Sala de baile

Ben sacudió la cabeza, algo aturdida por las imágenes. Se frotó los ojos, pero las imágenes estaban por detrás, y no podía borrarlas fácilmente. Miró a Jun, algo incómoda, aunque todavía con una sonrisa.

-Eh... No sé qué es eso -explicó-. Yo solo toco lo que oigo. Lo que la gente me canta y así. Es más fácil.

No tenía sentido pasar una canción a imágenes. Las canciones no eran imágenes, eran sonidos. Y así estaba bien. Ver canciones no tenía ningún interés, a su parecer.

Punteó el arpa varias veces, en una nueva melodía.

Asiento, borrando un poco la sonrisa. Supongo que ha aprendido así. No comprende la importancia de los registros escritos porque no sabe leer ni escribir. Antes la tradición oral predominaba. Es cierto que hay ciertas cosas que tienen su encanto, pero, desde luego, la escritura nunca está de menos. Pero me siento un poco incómodo pensando en cómo proponerle ayuda. Podría decirme tan fácil que no es asunto mío... Pero es que realmente me gusta hacer este tipo de cosas.

-Si alguna vez te interesa, puedo enseñarte -ofrezco, sin darle demasiada importancia al asunto, acercándome al piano. Pulso un par de teclas, al azar-. Quizás para ti no es necesario, porque eres capaz de tocar de oído, pero hay gente que necesita seguir unas pautas escritas. Do, fa, re...

Al nombrar cada nota, pulso la correspondiente, haciéndola sonar. Me vuelvo hacia ella y la miro.

-Que, bueno... Ahora que lo pienso, tú estabas tocando. Te estoy molestando, sin duda -comento, esbozando una sonrisa un poco tirante, y haciendo una suave reverencia de disculpa.

Pero seré bobo...

Ben escuchaba, atenta, preguntándose qué intentaba decirle el mudito con aquello. Por una parte, sentía que aquello no tenía mucho sentido. Por otra, le hacían mucha gracia sus explicaciones, y se preguntaba adónde podían llevar.

Se inclinó hacia él, sin soltar el arpa, cuando se sentó al piano, y acabó por incorporarse y acercarse a su lado. Tuvo la tentación de pulsar alguna tecla, pero se contuvo.

-¡Ah! ¡Entonces eres músico! -exclamó, emocionada-. Y yo diciendo que si querías que te enseñase... Menuda ilusa.

Negó con la cabeza ante su suposición.

-¡Ah, no, no! ¡Toca algo tú! -lo animó, encantada.

Enseguida me siento algo avergonzado por su suposición. Nada más lejos de la realidad, por favor... Y eso que me gustaría, de alguna forma.

-Apenas sé la base, no se puede decir, ni de lejos, que soy músico... -. Toco algunas teclas con torpeza, intentando sacar una cancioncilla reconocible, pero a la quinta o sexta ya he pulsado una mal-. De teoría aún sé un poco, pero de práctica... -. Me encojo de hombros, con una sonrisa algo resignada.

Me llevo una mano al cuello, sin quererlo. El esfuerzo comienza a ser notable. Ya siento la constricción, aunque todavía es soportable.
Y yo yendo al comedor... Si es que me voy por las ramas siempre. Ya decía el abuelo que uno tenía que centrarse en algo y mantenerse en ello antes de irse a otra cosa. Luego pasa lo que pasa...

Me estiro disimuladamente, conteniendo un bostezo.

-Oye, ¿has cenado? -inquiero, mirándola curioso-. Es que yo a estas horas ya debería... Mañana no voy a poder ni pensar en levantarme.

Como el abuelo me viese...
Debería enviarle una carta, o alguna señal. Estoy seguro de que el señor Brumm le cuenta alguna cosa, pero a este paso acabará por odiarme...
Mithos...

Aunque ella no parece muy convencida con lo de cenar, me acompaña, de todos modos, hacia el comedor.

*se van*

Dado: 2.

Estoy muy enfadado. Llevo días fatal. Ese maldito viejo... He tenido que tragarme el orgullo y aceptar su trato con todo el dolor de mi pecho. Ahora más que nunca.- Tareas de guerrero, ¿eh?- Eso es lo que tengo que hacer para recuperar mi estatus. Debo hacerlo para que Nagorr hable con Aren.
Sin embargo limpiar es lo que me toca ahora.

Entro en la sala de baile con un boro y me quedo quieto, con los ojos entornados y manteniendo una distancia con aquel... ¿enano? Realmente es... pequeño. ¿Baila con un... trapo?
Mithos... la gente cada vez está  peor de la cabeza.

Yo a lo mío.


*limpia*

FDR: :_D

Pestañeo un par de veces al ver a aquella cosita huir como un ratón. Una sonrisa de tiburón brota en mi rostro.- Alexander, sigues intimidando demasiado.- Bromeo conmigo mismo.
Niego con la cabeza con diversión y algo de incredulidad para luego acabar de limpiar la sala  y poder irme.
-Venga, boro.- Incito con una ligera patadita al animal.-  Vamos.- Ordeno.

*se van*

Ya que había conseguido hacerse con un fantástico bocadillo como desayuno, Ben estaba de un fantástico humor. No era que en Brontë fuera difícil conseguir aquella clase de lujos, pero eso no hacía que ella los apreciara menos. Estaba encantada con la facilidad con la que podía obtener comida, y hasta diría que había conseguido engordar un poco. Era maravilloso.

Ya de mañana, se había metido con su pequeña delicia en la sala de música, dispuesta a aporrear un rato el piano. La comida no le iba a impedir tocar. Mientras sostenía el bocadillo con la mano izquierda y masticaba, la mano derecha se iba desplazando por las teclas con creciente seguridad, arrancando una animada melodía al instrumento. A base de pasar por allí todos los días, ya era prácticamente capaz de hacer lo que quisiera con los instrumentos, y el piano y el arpa le resultaban especialmente fáciles.

Como acompañamiento, y pese a la comida, tarareaba lo que tocaba, completamente concentrada en la música. Aunque, por supuesto, sin olvidar el bocadillo.

*Se queda*

Lluvia se dirigía a los dormitorios cuando una animada melodía le hizo detenerse en mitad de los pasillos, con las cejas ligeramente alzadas y los labios entreabiertos, atenta a los sonidos que llegaban de la sala de música. Lluvia no había oído a ningún guerrero tocando nunca, y tampoco había visto a ninguno en la sala, así que no podía imaginarse quién podía ser el pianista. Aquel desconocimiento le despertaba una cierta curiosidad, y movida por esta, la aether cambió el rumbo de sus pasos, dispuesta a encontrarse con aquel desconocido. Tal vez aquello serviría para encontrar un nuevo amigo: si a ambos les gustaba la música, y más concretamente el piano, tal vez ella y el desconocido podrían tener una animada conversación y quedadas para practicar con el piano y otros instrumentos. Incluso podían invitar a Ben, con la que, la aether recordaba, tenía un encuentro pendiente. Aquello sería divertido; seguro que a Jun le gustaba, además.

Cuando llegó a la sala, Lluvia no pudo ocultar su sorpresa, aunque esta pronto se transformó en espanto. Porque ahí no solo estaba Ben, sino que estaba Ben comiendo encima del piano. ¡Encima del piano! Con una mano tocaba, y tarareaba a pesar de la comida, y Lluvia pensaba, no, estaba convencida de que estaba ensuciando el piano, llenándolo de grasa y aceite y migas de pan y lo que fuese que llevase realmente su bocadillo.

Lluvia intentó gritar algo, quejarse, porque aquello era indignante, una falta de decoro, como dirían sus padres y su maestro, pero lo único que pudo hacer fue balbucear:

—No... No... No creo que debas comer si estás tocando...

En el momento en que Ben, llamada por una voz algo más allá, tuvo que alzar la vista, la alegre melodía se convirtió en una especie de carrera de escalas que subían y bajaban por el piano, al tiempo que ella alzaba la vista. Sonrió a la aether que estaba en la puerta. La conocía: aquella era Lluvia, la pianista.

Tras un acorde que se alargó algo más que otras notas, dejó las teclas y se levantó, mirándola con curiosidad. Dio un nuevo mordisco a su bocadillo, sin dejar de sonreír, y ladeo la cabeza.

-Perdona, ¿es tuyo? -preguntó, aún sin haber tragado-. No pretendía quitártelo, ¿eh? Lo siento. Creí que se podía usar. Jun dijo que podía. Pero si no puedo, no tocaré más.

Tragó entonces, e hizo una pausa, frotándose un momento la nariz.

-Eres Lluvia, ¿no? -preguntó, aunque ya lo sabía, solo para confirmar-. La novia de Jun. Una de las novias. ¿No?

Mordió de nuevo.

A pesar de la falta de arrojo que Lluvia había mostrado, la caeruleus y su bocadillo se apartaron del piano, y Lluvia no pudo evitar suspirar con cierto alivio; en cuanto pudiese se acercaría a comprobar el estado del instrumento.

Lluvia le devolvió la sonrisa a la caeruleus, tal vez con cierta timidez, y cuando escuchó sus preguntas se apresuró a negar, ignorando el hecho de que la chica estuviese hablando mientras comía, santo Mithos.

—Oh, no, no. No es mío. Es de todos. —Se acercó—. Claro que puede usarlo... Todos pueden. Perdón si sonó como si no pudiese usarlo. —Bajó la vista—. De hecho, no debería haber dicho eso, lo siento...

Por mucho que le molestase, aquel piano era de todos, así que ella no tenía derecho a exigir que no comiesen mientras tocaban. No era el piano de su casa, a fin de cuentas.

Lluvia observó a Ben en silencio, sin saber qué decir, esperando a que ella se animase. Cuando la caeruleus preguntó si era Lluvia, asintió, sonriente, aunque pronto borró la sonrisa y negó fuertemente, notando cierto rubor en las mejillas.

—Nonononononono soy su novia —balbuceó. ¿Jun tenía novia? ¿Novias? ¿Quién? ¿Massen?—. Soysoysoy su amiga. Lluvia, su amiga. No su novia. No sabía qué tenía novias, pero yo no soy una, no. No.

Ben, aún masticando, miró a su alrededor, buscando. No había nadie más en la sala. ¿O sí? Se fijó bien. Quizás hubiera alguien escondido. O quizás... ¿hablaba de Jun? Sin comprender, acabó por volverse hacia la chica, parpadeando.

-¿Puede? ¿Quién puede? -preguntó, confusa. La miró fijamente y se señaló-. ¿Yo soy parte de todos?

Rió, divertida, ante su timidez. Volvió a frotarse la nariz y se encogió de hombros, alzando las cejas en un gesto significativo.

-Bueno, supongo que "amiga" es otra forma de decirlo -concedió-. El caso es que eres una de las chicas de Jun. Una "amiga", ¿no? La pianista.

Se metió el último trozo del bocadillo en la boca y luego se sacudió las manos, que finalmente se limpió en el pantalón. La miró, sonriente.

-¿No tocas tú algo?

Lluvia frunció el ceño, confusa por las preguntas de la caeruleus. ¿Acaso Ben no había entendido que se refería a ella? ¿Cómo no iba a ser parte de todos si ella era una guerrera? A Lluvia le parecía que lo que ella había dicho tenía mucho sentido, así que no acababa de comprender las preguntas de Ben, y así lo reflejaba su expresión, el ceño ligeramente fruncido y la cabeza ladeada.

—Hablo de usted. —La señaló—. De... ti. Y claro que... eres parte de todos, ¿por qué no ibas a serlo?

Por si acaso, esta vez decidió apartar los formalismos, porque, tal vez, no la había entendido por eso. A Lluvia se le hacía extraño no tratar a un desconocido de usted, porque iba en contra de todo lo que le habían enseñado, pero prefería ser capaz de entenderse con la caeruleus a mantener los modales.

De nuevo, volvió a sonrojarse al entender las insinuaciones de la caeruleus.

—Solo somos amigos... —repitió, bajando la vista, azorada—. Y soy la pianista, sí.

Se encogió de hombros, alzando la vista para mirarla, esbozando una pequeña sonrisa. No sabía qué decirle, así que esperó a que ella hablase, y cuando lo hizo, Lluvia volvió a encogerse de hombros.

—Bu... Bueno, ahora mismo no estaba en mis planes. —La miró. Tras un segundo de duda, añadió—: No sabía que tocabas el piano. —Frunció un poco el ceño—. Creo que Jun me lo dijo, pero me olvidé...

Ben sintió el pecho hinchársele de orgullo al oír aquella palabra, comprendiendo de pronto. Sin embargo, no tardó en desinflarse, en el mismo momento en que la chica comenzó a tutearla. Con aire travieso y una enorme sonrisa, se inclinó un poco hacia adelante, hacia ella, mirándola con ojos muy abiertos.

-¿Puedes decirlo otra vez? -pidió, con un cierto aire de culpabilidad al respecto-. Lo de... lo de "usted".

Rió, divertida, ante el aire de timidez constante de la aether. Ya era bastante pequeñita como para encogerse de aquella forma. ¡Si casi parecía una parvus!

-Bueno, bueno, eso he dicho, ¿no? El caso es que te he reconocido. A veces no las tengo todas conmigo. Pero Jun habla tanto de sus chicas que es difícil olvidarlas, ¿eh? -comentó con total naturalidad-. Pero ahora que ya tengo clara tu identidad, espero no tener más problema con eso.

Se frotó de nuevo la nariz, algo decepcionada por la respuesta, y se encogió de hombros. Aún sonreía.

-Bueno, si no quieres... -respondió, mirando de reojo el piano. Luego volvió la vista hacia ella, negando-. Ah, no, bueno, solo lo aporreo un poquito -aclaró rápidamente-. Una pianista como tú tiene que haberlo notado en seguida. Me gustaría, pero la verdad es que solo me dedico a jugar con los instrumentos. Lo que yo toco es la flauta. Pero claro, con un bocadillo en la mano no es fácil. Aunque podría hacerlo, creo...

Y, mientras hablaba (ya parecía que más para sí que para la chica), se puso una mano a la espalda y otra ante la cara, comenzando a mover los dedos como tocando con esa mano una flauta invisible. Acabó por encogerse de hombros.

-Bueno, por lo menos sacaría alguna musiquilla -declaró finalmente.

De nuevo, Lluvia no entendió del todo las palabras de la caeruleus. No comprendía por qué pedía que la tratasen de usted si antes ese parecía haber sido el motivo de su incomprensión. Sin embargo, a pesar de que no llegaba a comprenderla, Lluvia asintió, y repitió, en un murmullo:

—Usted.

Y supuso que ahora debería volver a tratarla cortésmente. Aquello no le molestaba, por supuesto, pero sí que la confundía un poco: normalmente la gente de Palacio le pedía que los tutease, no al contrario.

Mientras la caeruleus hablaba, Lluvia la observó, con cierta curiosidad. La primera vez que la había visto no se había fijado mucho en ella, así que no había visto que tenía los ojos opacos, y que tenía un color de pelo tan raro. Probablemente, se dijo Lluvia, sea mestiza.

—¿Quiénes son sus chicas? —preguntó, ladeando un poco la cabeza. Suponía que una era Massen, pero ¿el resto? No sabía que Jun fuese tan popular; a ella solo le había hablado de Ben y Massen, a fin de cuentas.

Con atención, y tras disculparse por su equivocación, Lluvia escuchó las explicaciones de la chica, alzando un poco las cejas cuando Ben comenzó a tocar una flauta imaginaria. Cuando la muchacha terminó de hablar, Lluvia le sonrió.

—No tocaba tan mal —murmuró. Ensanchó la sonrisa—. Pero seguro que con la flauta hace cosas increíbles, ¿no? ¿Cuánto tiempo lleva tocando?

Ben no pudo controlar la sonrisa que se extendía por su cara, aunque tampoco trató de hacerlo. Qué bien sonaba. Qué sofisticado. Qué... extraño, pero ¿acaso era importante? Era la primera vez en su vida que alguien la trataba así, y no podía evitar sentir un extraño hormigueo en la punta de los dedos y una enorme sensación de halago. ¡Usted! ¡Quién lo hubiera dicho!

Ladeó la cabeza, entretenida, ante la pregunta de Lluvia.

-Pues tú y Massen, claro -respondió, como si fuera obvio-. Conoces a Massen, ¿no? "Massen Dew", como dice ella. Le cuesta un poco entender las cosas a veces, pero es maja. Y una buena influencia, que tiene experiencia. Hay que intentar aprovecharse de esas cosas, ¿no? ¿Tú llevas mucho por aquí?

Ben tardó un momento en entender que, de nuevo, Lluvia se refería a ella. Sintió incluso como un rubor le llegaba a las mejillas, de contenta que estaba con aquello, y trató, dentro de su pequeña euforia, de tomarlo con naturalidad. Negó con un gesto.

-Bueno, me hice la primera flauta a los cuatro años, pero era más un palo retorcido que otra cosa -explicó, encogiéndose de hombros-. La verdad es que sonaba horrible. Pero si tocas y bailas un poco, la gente te da dinero, y una tiene que ganarse el pan. Créeme, hay formas bastante peores de ganarse el pan, así que tenía que tirar de la música todo lo que podía. Además, me gusta mucho. Aunque no creo que tenga nada que ver con una pianista. El piano es como mucho más de ricos, ¿no? Así como muy elegante. La flauta es poca cosa. Aunque sirve para pasárselo bien, ya lo creo que sí.

Lluvia asintió. Massen y ella. Si lo pensaba, era hasta lógico que fuesen ellas dos a quienes Ben se refería. No sabía por qué había dudado, por qué había pensado que podía haber alguien más. A fin de cuentas, Jun no le había hablado de ningún otro guerrero, o al menos ella no recordaba que lo hubiese hecho.

—La conozco, la conozco —murmuró, sonriendo un poco—. Es muy maja, aunque casi no he hablado con ella...

Se encogió levemente de hombros. Había visto a Massen Dew solo dos veces en todo el tiempo que llevaba en Palacio, a pesar de que había sido la piscis quien le había mostrado Palacio el primer día. Era un poco extraño que la hubiese visto tan poco, y suponía que cualquiera que lo supiese pensaría lo mismo, y Lluvia estaba dispuesta a cambiarlo. O al menos intentarlo. No sabía si Massen quería ser amiga suya, a fin de cuentas.

Con atención, la aether escuchó a Ben, más interesada que antes, notando cómo la curiosidad crecía a medida que la caeruleus hablaba. Que hubiese hecho su propia flauta decía mucho a su favor, o al menos eso pensaba Lluvia, y que la hubiese hecho a los cuatro años decía aún más, igual que el hecho de que pareciese que la caeruleus se había ganado la vida tocando. Lluvia supuso que era muy buena tocando, y un par de cosas mucho más feas por las que no preguntó, y esbozó una amplia sonrisa.

—Tiene que ser muy buena entonces —murmuró, mirándola a los ojos—. Y muy inteligente si usted misma se ha hecho los instrumentos. —Ensanchó la sonrisa. Luego le dedicó un rápido vistazo al piano, asintiendo brevemente—. El piano es diferente a la flauta, yo también creo que es más ostentoso, pero ambos están bien. —Volvió a mirarla, sonriendo—. Y la flauta parece más divertida.

Al final, con tanto hablar, Ben no pudo evitar rebuscar un momento entre los pliegues de su ropa hasta dar con la flauta, que sacó para mostrarle a Lluvia, tendiéndosela. Aunque no parecía un palo retorcido, como Ben decía que había sido la primera, sí se notaba perfectamente que estaba hecha de forma algo tosca y sin acabados. Era un instrumento simple, sin pulir, y mucho menos sin barnizar, de agujeros un tanto irregulares. Sin embargo, parecía pulida por el uso, en especial los entornos de cada agujero. No era un mal trabajo para no estar hecho por un profesional, a fin de cuentas, aunque se notase que era obra de una aficionada.

-Esta es la que tengo ahora -explicó Ben, frotándose la nariz, con aire notablemente orgulloso-. Ya he perdido la cuenta de cuántas he hecho. Bueno, no han sido tantas, pero las suficientes. Se rompen, se pierden, se roban, se venden... Al final no se puede una encariñar con ellas, que luego se lleva un disgusto. Aunque bueno, no es difícil de hacer, si no buscas algo perfecto.

Después de dejar que la chica la examinara, se la llevó a la boca y comenzó a mover los dedos sobre ella a toda velocidad, como en una especie de baile. Sin embargo, no soplaba, así que de la flauta no salió el menor sonido. Acabó por sonreí bajo el instrumento.

-El piano es mucho más amigable -opinó, aún con la boquilla apoyada en el labio-. Es enorme y necesita espacio, y ese espacio enorme se puede llenar con gente y hacer una fiesta. Con la flauta te puedes meter tú sola en un armarito y encerrarte. Es más huraña. Aunque también sabe bailar.

Y tocó una vertiginosa escala ascendente.

Lluvia cogió con cuidado la flauta que Ben le tendía y la observó, dibujando una tímida sonrisa. Era evidente que el instrumento había sido hecho por ella o por un aficionado, porque estaba sin barnizar y sin pulir y los agujeros eran irregulares; pero también era notorio el uso que le habían dado, especialmente alrededor de los agujeros, así que Lluvia supuso que debía ser un objeto de gran valor para la caeruleus.

—Está muy bien hecha —murmuró. Le sonrió—. Yo no sería capaz de hacer algo así nunca. —Se la tendió—. Es impresionante.

Lluvia había pensado en decirle que tal vez debería pulirla y barnizarla, pero le gustaba el aspecto rústico y de alguna forma desenfadado del instrumento: era diferente a las flautas que ella conocía, al menos en el aspecto externo. Mientras observaba cómo Ben fingía tocar, se preguntó si sonaría diferente a las que habían sido hechas por profesionales.

—Pero las fiestas que haces cuando tocas el piano son siempre muy serias y elegantes —murmuró, bajando la vista—. Con una flauta puedes hacer cosas más divertidas, creo, y también puedes hacer fiestas, que probablemente son más divertidas de las que puede hacer un pianista.

Se encogió de hombros.
Al escuchar la melodía, sonrío ampliamente, contenta.

Ben negó con un dedo, poniéndolo ante la cara de ella, convencida. Luego enfatizó el gesto aún más negando con la cabeza.

-Eso lo dices porque no lo has intentado -replicó-. De verdad que es fácil. Bueno, a lo mejor te haces unos pocos cortes en los dedos la primera vez o te clavas alguna astilla, pero no es ningún trabajo imposible, ni mucho menos. Cualquiera puede hacerlo.

Ben ladeó la cabeza, considerando el punto de vista de Lluvia. Quizá había un problema con las fiestas de pianos, y era que el propio pianista se quedara aislado en su asiento. Pero, pensaba ella, eso no tenía por qué pasar si era un buen pianista; un buen pianista estaría en todas partes gracias a la música, y sería el alma misma de la fiesta. Miró a la chica.

-¿Has estado en muchas fiestas con pianos? -preguntó, con curiosidad-. ¿Has dado alguna fiesta tú? Quizá el problema del piano es que no puedes... -Y, tocando una rapidísima melodía, zapateó un momento, girando sobre sí misma-. Bailar -sonrió.

La observó un momento, interesada. Luego retomó la melodía, aunque esta vez quieta, limitándose a observar fijamente a su compañera.

Lluvia negó, sonriendo, casi riendo.

—Oh, no, no. Yo soy muy torpe, jamás podría hacer algo así. —La miró—. Seguro que me cortó mucho o algo por el estilo, y además, mis padres no me dejarían hacer una flauta. Dirían que me dejase de tonterías y que si de verdad quería una flauta, que ellos me la comprarían si luego tomaba lecciones y cosas así. —Se encogió de hombros—. Además, no conozco a nadie que se haya fabricado su propio instrumento.

Sonrió de nuevo, y cuando la chica volvió a hablar, meditó unos segundos antes de responder, bajando la vista y frunciendo un poco el ceño. Acabó por encogerse, de nuevo, de hombros.

—He estado en algunas porque mis padres me llevaban y porque ellos mismos hacían fiestas, pero no he dado ninguna. —La miró—. A mí no me gustaban porque me parecían muy serias y nunca sabía qué hacer, aparte de saludar a todo el mundo y de sonreírle a todo el mundo y de felicitar a todo el mundo por cosas que yo no sabía exactamente qué eran pero que eran muy importantes. —Se mordió el labio inferior, apenas un segundo. Cuando la caeruleus zapateó, Lluvia soltó una suave risa, pero no dijo nada, y cuando Ben continuó con la melodía, Lluvia se limitó a observarla.

Ben no podía evitar pensar en lo raro que sonaba lo que ella decía. Al principio ladeó la cabeza, algo confusa, pensando que aquella chica era extraña. Extrañamente afortunada, por otra parte. Pero lo que decía la hacía sentir mal; por un lado, embustera, y por otro, invisible. Ben estaba acostumbrada a ambos apelativos, pero eso no los hacía más agradables. Aunque su sonrisa tembló visiblemente, tragó saliva y la mantuvo.

-Bueno, si es eso lo que piensas... -fue todo lo que pudo decir, entre dolida y perpleja.

Ben continuó su melodía un momento más, pero al ver que ella no reaccionaba, se detuvo. Empezaba a sentirse algo incómoda con la forma de hablar de la chica. Como si rechazara todo lo que tenía. En primer lugar, sus propias capacidades, pero, aún más importante, su familia y su dinero. Porque, a aquellas alturas, para Ben estaba claro que aquella chica debía tener mucho, mucho dinero. Y la forma en la que hablaba, con tanto desánimo, de algo que para ella era tan inalcanzable la hacía sentir extrañamente mal. Nunca había pensado que alguien pudiese rechazar sus bienes o a sus padres. Nunca había visto a nadie hacerlo.

Sacudió la cabeza.

-Bueno, puedes dar una fiesta aquí -propuso-. Una fiesta con piano. O con flauta. O con una orquesta entera. Siempre y cuando no te moleste saludar y sonreír a quien venga. Aunque no creo que saludar y sonreír tenga nada de malo -. Se rascó la cabeza, pensativa-. Supongo que no hacen falta felicitaciones...

Lluvia sonrió.

—Pienso que es increíble que haya hecho su propio instrumento. —Ensanchó la sonrisa, ladeando un poco la cabeza—. Y seguro que todo el mundo pensaría lo mismo si lo supiesen.

En silencio, sonriendo ampliamente, la aether escuchó la melodía hasta que esta se detuvo. Entonces aplaudió con suavidad, y miró a la caeruleus.

—Toca muy bien. En serio. ¿Ha aprendido por su cuenta?

La observó con curiosidad. Lluvia ecordaba lo que Jun había dicho, lo de que a la caeruleus no le importaría tocar con ella, pero no fue capaz de proponerselo, tal vez por timidez, y en su lugar esperó a que ella hablase. Cuando lo hizo, Lluvia asintió débilmente, con poco convencimiento.

—Bueno... —Bajó la vista—. No creo que que yo hiciese una fiesta fuese algo realmente bueno. Apenas conozco a los guerreros, a pesar de que llevo aquí un año, así que dudo que a la gente le interesase... —Miró a la caeruleus, encogiéndose de hombros. Sonrió—. Pero me encantaría tocar con usted, si quiere. Practicar algún día si le apetece, si no tiene nada mejor que hacer. Y Jun podría venir, dice que tiene ganas de vernos tocar, supongo que le habrá comentado algo...

Sonrió con timidez.

Ben se encogió de hombros.

-Un vecino tenía una y yo la veía siempre que iba a limpiar o a vender pieles -explicó-. Claro que nunca pude cogerla ni nada, y él casi nunca tocaba, pero copié el modelo. La mía es más fea, pero ha mejorado desde la primera.

Asintió, al tiempo que hacía un nuevo amago de melodía. Cuando tocaba rápido le gustaban los agudos, y a veces los hacía sonar como si fuera un pájaro. Había conseguido engañar a alguien alguna vez con aquello.

-Bueno, son ocho agujeros y unas pocas notas. Cuando la gente está ocupada hay que saber entretenerse sola para no ser una molestia. Al final descubres que tienes mucho tiempo libre. Luego me enteré de que les gustaba que tocase, así que practiqué más. A veces bastaba con eso, y era cuando mejor sabía la comida. Ahora que toco para mí se hace hasta raro, pero ya no puedo parar.

Se sintió algo decepcionada ante el poco entusiasmo de su compañera. Se encogió de hombros.

-Entonces quizás dé una fiesta yo -comentó-. Una fiesta con mucha música. Aunque yo no he estado nunca en una fiesta de piano, así que tendré que improvisar. Claro que podemos tocar mientras. Así practicaré para mi fiesta. Jun puede venir a decir qué canciones le gustan más. No me había dicho nada, pero yo prefiero tocar para alguien que para mí, así que está bien.

De nuevo tenía la flauta ya en los labios, y de nuevo soltó una serie de chiflidos, como si se tratara de pájaros. El pie daba golpecitos al suelo, cambiando de ritmo a toda velocidad.