Dormitorio de las chicas

me paré delante de la puerta de las chicas... por supuesto no iba a entrar en ella.
Me quedé esperando, por si llegaba alguien... pero decidí, después de 15 minutos, echar la carta por debajo de la puerta. En el sobre ponía INGER en grande, por lo que dudé que llegaría sin duda a su destinataria.

*se va*

Entro en la habitación con intención de ir a mi baúl, pero mis pasos se detienen nada más cruzar la puerta. Miro al suelo, en el cual veo un sobre que reza "INGER" y lo cojo. Lo miro por ambos lados, pero no hay nada más que llame mi atención. Inger... No me suena el nombre, pero es no me detiene. Apoyándome contra la puerta para evitar que alguien entre de improviso abro el sobre y saco el papel que contiene.

Lo desdoblo. Miro el papel de arriba abajo antes de leerlo concienzudamente.

"Querida Inger, quería pedirte disculpas por haberte besado sin tu consentimiento
no se que me pudo pasar esa noche, quizás fue la oscuridad... las estrellas... o quizás
fuera simplemente que quería olvidarme de Aren y empezar de cero... te ruego
sinceramente que me perdones... quizás podamos quedar como amigos.

Un abrazo."

Nada más. Sin firma.

La releo un par de veces, analizando cada parte (realmente no sé muy bien qué pensar...).

En resumen... Alguien (no sabía si hombre o mujer, pues hablaba de relaciones con uno de cada) parecía haber besado a la fuerza a la tal Inger. Nada demasiado importante. Luego algunas ñoñeces poéticas y, finalmente, lo interesante.

Doblo de nuevo el papel y lo guardo en el sobre, dejándolo en el lugar en el que lo cogí, tal y como lo había encontrado.

Sonrío.

"Aren, ¿eh? ¿Quién se supone que eres, acosador anónimo?"

Voy hasta mi baúl, cojo lo que he ido a buscar y salgo de la habitación.

El sobre el suelo, el sobre, esperando.

*se va*

Llegué a los dormitorios, tras haber estado paseando por los jardines. Me acerqué hasta mi cama y saqué algo de ropa del baúl. Luego rehíce mis paso, dispuesta a salir de los dormitorios para ir a los baños, cuando observé algo en el suelo. Escruté la superficie. En el suelo había un sobre con mi nombre.

Ladeé la cabeza.

Me agaché y recogí el sobre, preguntándome quién podría haberla escrito. Abrí el sobre y comencé a leer la carta.

Suspiré.

El piscis de ayer era el autor de la carta. Fruncí el ceño. Me pedía disculpas, argumentando que no sabía qué le había "pasado". Al final de la carta, inquiría si podíamos ser "amigos". Alcé ambas cejas. Evidentemente, no tenía ganas de verle. Tampoco quería hablar con él ni cruzarme con él en los pasillos. Y tampoco iba a aceptar sus disculpas con tanta facilidad. Podría disculparse una vez, pero podría volver a intentar hacer algo, y luego volver disculparse, para después volver a hacer algo, y así progresivamente. Además, si ya se había acercado tanto el primer día que nos habíamos encontrado, ¿qué haría si aceptaba su propuesta de amistad?

Negué varias veces con la cabeza y guardé la carta en un bolsillo. Luego salí de los dormitorios.

*se va*

Entro en el cuarto y voy directa a mi cama. Me desvisto y me visto con una camisa holgada que extraigo del baúl.

Hace calor.

Me tumbo sobre la colcha con mi arma a escasos centímetros de mi mano. La verdad es que es un gesto algo innecesario, pero acabé acostumbrándome a hacerlo con el tiempo y ahora soy incapaz de dormir de otra forma si no estoy en casa.

Pronto regresará Jager. Vaya fastidio.

*se duerme*

A la mañana siguiente me levanto, me visto y me marcho.

*se va*

Abrí los ojos con lentitud, y miré a mi alrededor, preguntándome qué hora sería. Observé la habitación, que estaba casi vacía del todo, y luego detuve mi mirada en la ventana. Entraba bastante luz dentro de la habitación. Ladeé la cabeza. Tenía que ser temprano porque, normalmente, la luz que llegaba hasta el dormitorio era... ¿diferente?

Resoplé. Había dormido bastante mal, y tal vez por eso me había despertado tan temprano. Me erguí y estiré los brazos. Podía haber intentado dormirme, pero sabía que estaría horas tumbada en la cama, con los ojos abiertos y sin conseguir nada, por lo que me levanté.

Me acerqué hasta el baúl y cogí ropa limpia. Luego salí de los dormitorios.

*se va*

Llegamos a los dormitorios de las chicas.

La parvus me había seguido durante todo el trayecto, aunque no habíamos hablado. No sabía aún su nombre. No me lo había dicho, a pesar de que yo sí que me había presentado. Ladeé la cabeza. A lo mejor quería mantenerse en el anonimato o algo así. Pero no saber su nombre era tan incómodo... Llamar a alguien "la parvus" no sonaba bien. Suspiré. Le preguntaría su nombre. Y si no quería decírmelo, me callaría y no le diría nada más. A lo mejor había venido al Palacio dispuesta a no relacionarse con nadie para dedicarse en cuerpo y alma al entrenamiento. O a lo mejor era muy reservada... Negué varias veces.

Me giré y la observé. Luego me pasé una mano por el cuello.

— Ya llegamos... — Esbocé una tímida sonrisa —. Eeh... ... Hay bastantes camas. Puedes escoger la que quieras... ... — Me llevé la mano que había pasado por el cuello a la nuca —. Eh... ... ¿Puedo saber tu nombre? Es simple curiosidad, no sé... Si no quieres responder, no lo hagas... Pero... No sé... Si alguien me pregunta si me encontré con alguien nuevo, decir me encontré con una parvus no... No debe ser... ... No sé... ¿Bueno...?

Bajé la vista al suelo. ¿Qué acababa de decir?

Llegamos a los dormitorios. Eran bastante amplios con numerosas camas sin dueña. Tras darle las gracias a Inger metí mis cosas -que consistían en ropa y un poco de comida- en el baúl.
Me giré hacia la chica y cuando iba a reverenciarme me preguntó por mi nombre. Mi cara pasó a un tono de sorpresa y me puse la mano tapando la boca, abriendo mucho los ojos.

- ¡Lo siento! - Exclamé sonrojándome -. Me había olvidado completamente - mi sonrisa paso de ser una sonrisa amable y cordial a una avergonzada.

Las palabras de Inger también resultaron un poco torpes, así que decidí no incidir mucho en las disculpas.

- Mi nombre es Elektra - dije con un tono más bajo del que utilicé antes, quizás porque ahora me había dado cuenta de mi error -. Tienes que disculparme, soy un poco torpe - añadí con una sonrisa.

No pude evitar reírme ante el gesto de Elektra. Verla abriendo tanto los ojos y tapándose la mano por la boca, había sido bastante gracioso.

— No te preocupes —. Sonreí —. Tampoco pasó nada grave, ¿no? — Ensanché la sonrisa —. Además, yo también soy muy torpe... Seguro que te has dado cuenta. Así que... Entre torpes no pasa nada... Aunque a lo mejor nos cuesta entendernos... — Negué con la cabeza —. Encantada de conocerte, Elektra.

Le dediqué una amplia sonrisa. Luego me quedé callada durante unos segundos. ¿Qué podía decirle? Pensé en qué podría preguntarle por qué había venido, pero me pareció demasiado indiscreto (y cotilla). También pensé en preguntarle si había llegado hacía mucho, pero era bastante lógico que acababa de llegar. Tras un rato pensando, se me ocurrió que podría preguntarle por su viaje.

— Y... Eeeh... ¿Has llegado sin problemas al Palacio...? Si vienes de Humus, has tenido que recorrer grandes distancias... ¿no?

El comentario y las risas de Inger hicieron que me destensase un poco y que mi sonrisa volviese a la normalidad, un poco más aliviada.
Hubo un momento en el que el silencio se volvió bastante dañino cuando, de repente, la chica de cabellos flagrantes y ardientes disparó una pregunta, una de essas que se utiliza para dar conversación.

Mantuve mi sonrisa firma y la miré a los ojos, no me gustaban las conversaciones sin contacto visual.

- La verdad es que fue bastante canasado - respondí a su pregunta. El camino había sido agotador -. Otra de las razones por la que quería ver de primero los dormitorios - añadí entorpeciendo mis propias palabras con risas algo forzadas.

Cerré los ojos más tiempo de la cuenta y los volví a abrir dedicándole mi mirada.

- Aunque mereció la pena - comenté con dulzura -. El paisaje es hermoso.

Otro silencio desgarrador se produciría si no comentaba o preguntaba nada más, por lo que decidí formular rápidamente una pregunta.

- ¿Y cómo es la gente aquí? - Pregunté tratando de parecer lo más curiosa posible -. He oído que algunos jefes nos supervisarían...

Asentí varias veces. Al parecer el viaje la había dejado agotada. Pensé que sería normal. Yo también había llegado bastante cansada, a pesar de que había permanecido un par de días en Ignis para descansar y visitar el lugar y todo eso. Pero, tal y como ella dijo, el paisaje era hermoso. Me pregunté cómo sería Humus. Nunca había estado, por lo que lo único que sabía era lo básico.

Permanecimos un rato en silencio, yo pensando en cómo sería Humus y Elektra en sus cosas. Cuando iba a animarme a decir algo, Elektra alzó la voz y me preguntó cómo era la gente de Palacio. Sonreí. La verdad era que no había hablado con mucha gente. De hecho, sólo había hablado con Rick, Heylel y con Kettleburn. A pesar de que había acompañado a Sanae a los dormitorios, no me había vuelto a encontrar con ella, por lo que podía decirse que no habíamos hablado demasiado. De Kettleburn podía haber dicho lo mismo, pero él se había dedicado a contarme su historia.

— Pues la verdad es que no conozco a mucha gente... — Me pasé una mano por el cuello —. Sólo he hablado con... tres personas, más o menos... Acompañé a una chica a los dormitorios, pero no la he vuelto a ver... Así que puedo decir que no la conozco...
>> Sin embargo, de las otras tres personas que conozco, dos de ellas son muy simpáticas. Uno es un flamma llamado Rick, y el otro un aether llamado Heylel. Son muy agradables — Esbocé una amplia sonrisa —. ¡Deberías hablar con ellos!
>> En cuanto a la otra persona... Bueno, yo no te recomendaría acercarte a ella... Es un piscis llamado Silvanus Kettleburn... Y, bueno, a mí no me da buena espina... Si fuese tú, le evitaría, en serio.

Me callé durante unos segundos. ¿Debía decirle algo más del piscis? Tras meditarlo, pensé que no sería necesario. Tampoco quería hundir la reputación de ese ser.

— Y en cuanto a la pregunta de los líderes, por lo que tengo entendido sí que nos supervisan... Aunque yo sólo he visto al líder caeruleus... — Me encogí de hombros —. Seguro que están ocupados con sus cosas de líderes...

Atendí estupefacta a todo loq ue me contaba Inger. Entre que staba muy cansada y que el asunto me interesaba, parecía hasta petrificada. Traté de anotar en mi cabeza los nombres de todas las personas a las que había mencionado y valorado -tanto para bien como para mal-, a pesar de que lo más probable era que acabasen causándome confusión, ya que dudaba mucho de poder acordarme.

Iba a realizar más preguntas, pero no quería aburrirla, y mucho menos atosigarla o comprometerla a hacer lo que no tenía por qué y, sin poder evitarlo, un bostezo brotó de mi boca, el cual fue socorrido por mi mano eclipsadora.

- Muchísimas gracias por todo - repetí por tercera o cuarta vez, volviéndo a inclinarme con una reverencia -. Espero que nos podamos ver con regularidad, pareces una chica de gran confianza - mi mirada no dejada de fijarse en sus ojos.

Giré mi cabeza un momento haci ala cama que ya había designado como propia.

- Agradezco mucho lo que has hecho, pero sintiéndolo mucho, y no quiero sonar, desagradecida, creo que voy a dormir un poco - comenté preocupada por que se tomase mal mi comentario -. Muchas gracias por todo.
Tras dedicarle la última sonrisa me dirigí a mi cama, esperando a que abandonase el cuarto para poder tumbarme y dormirme.

*Se duerme*

Asentí varias veces al escuchar las palabras de Elektra. A mí también me gustaría encontrarme con ella con regularidad. Parecía simpática y agradable. Cuando me dijo que se iba a dormir, yo sonreí y le aseguré que no estaba quedando como una desagradecida. Si estaba cansada, era normal que se fuese a dormir.

— Qué descanses — murmuré. Luego, cuando se dirigió hacia la cama, me fui.

*se va*

Inútil fragilidad. Inútil debilidad. Inútil.

Me trenzo el pelo para mayor comodidad, quedando solo suelto el flequillo. Miro entonces mi mano, la que tocó la mejilla del líder caeruleus, y las yemas de sus dedos. Casi puedo sentir su piel, y con ello mi miedo.

¡Inútil!

En una de las camas hay una parvus rubia. Eso me distrae de mis maldiciones internas. Me acerco a ella y la examino con cuidado de no despertarla.

Salgo.

*se va*

Abrí los ojos sientiéndome mucho más desacansada. tenía un saborcillo amargo en la boca y mi mente se encontraba bastante nublada.
Me levanté lentamente con el pelo ligeramente alborotado y marcas de la ropa sobre mi piel.

Un bostezo que parecía reventarme la mandíbula apareció en mi boca, utilizando mi mano para eclipsarlo.

Con la boca produje varios ruidos, a pesar de que todos eran indescriptibles.
Me di la vuelta e hice la cama con cuidado y tratando de no dejar ninguna notoria arruga. Tras dejar la cama lo mejor hecha posible, di media vuelta y abandoné la habitación.

*Se va*

Después de que Heylel me enseñase un poco el palacio, me indicó donde estaban los dormitorios para dejar mi equipaje e ir acomodándome, ya que el tenía algo que hacer.

Nunca había estado en un sitio así... tan enorme y lujoso... no me costaría mucho acostumbrarme a estar por allí.

"Ay... qué sueño", dije bostezando a pesar de estar sola. Estaba un poco cansada.

Había un montón de camas, y realmente no sabía cual era la mía, así que dejé mis cosas en el suelo y caí rendida en una cama que parecía estar intacta y me dormí en el acto

Me desperté. No sabía cuantas horas había dormido, ni la hora que era, pero como tenía bastante hambre me fui directa al sitio donde todos comen que me había indicado Heylel.

*se va*

Entré en el dormitorio de las chicas intentando no hacer ruido y sin encender la luz, por si había alguien durmiendo. Miré mi mano, por la que se arrastraba lentamente un pequeño caracol que había encontrado en mitad del pasillo. Por la mañana lo llevaría a los jardines, pero en aquel momento era mejor mantenerlo alejado de los zapatos de mis compañeros. Abrí el baúl de mi cama, en busca de un recipiente donde mantenerlo hasta la mañana. Al final, muy a mi pesar, decidí que mi única opción era guardarlo en la carcasa de Loksass.

- Es un honor pasar la noche en un sitio así, recuérdalo siempre -le dije al pequeño en tono cariñoso. Puse un dardo en el borde de la carcasa, para evitar que se cerrara completamente, y la guardé debajo de mi cama.

Después, deshice mi peinado, recogiendo los dardos en un saquito, me cambié de ropa y me metí en cama, agotada.

- Buenas noches, caracol -murmuré, antes de caer rendida.

*Se duerme*

Desperté por la mañana un poco atontada, me estiré con un ruido perezoso y bostecé ruidosamente. Me dediqué, como era habitual, a rehacer mi peinado, incluidos dardos. Cuando me di cuenta de que me faltaba uno, recordé a mi protegido. Me asomé desde la cama para recoger la carcasa de Loksass, que había dejado debajo. Abrí la caja y cogí el dardo.

- Buenos días, caracol -reí, dándole toquecitos en el caparazón-. Hoy irás a vivir a los jardines.

Lo despegué de la carcasa y lo puse de nuevo en mi mano, por la que empezó a arrastrarse. Cogí a Loksass del baúl y me la colgué al cuello.

*Sale*

Desperté en una habitación que no era la mía, por supuesto. Estaba en el dormitorio de aquel palacio al que había acudido sin razón alguna. La cama no era tan cómoda como la mía, pero tenía la impresión de haber dormido mucho, demasiado. No sabía cuánto, ya que en aquel lugar nadie reparaba lo suficiente en mí todavía como para informarme de mi ausencia. Tendría que resignarme a seguir sin saberlo, aunque, de todas formas, ¿acaso importaba el día que fuera en aquel lugar? No tenía absolutamente nada que hacer, y ni siquiera conocía bien el lugar...

Me estiré con pereza hasta la punta de las alas, que sacudí un par de veces. Tenía un hambre... Hacía mucho que no comía, aunque seguía sin saber cuánto. ¿Habría una cocina en este lugar, o algún sitio donde comer? Como hubiera horarios fijados iba lista, pero pensé que no pasaría nada por comprobarlo.

*sale*

Y aquí estaba de vuelta, tan cansada que no podía ni creerlo... ¡Pero si no había hecho nada! Encogiéndome de hombros me derrumbé sobre la cama. Qué blandita era... Mañana sería un día perfecto para descubrir más cosas acerca del misterioso jefe del clan, pero ahora era momento de dormir y descansar.

*se duerme*

Esta vez no me llevé una impresión tan grande al despertar. Era el segundo día que despertaba en una cama que no consideraba mía, y ya empezaba a acostumbrarme. Tampoco me pareció raro que no hubiera nadie en el dormitorio. ¿Acaso lo había habido alguna vez?

Me levanté y preparé rápidamente, acordándome de recoger el carcaj con las flechas y el arco del suelo, y, sin una idea muy clara de qué hacer, salí de la habitación.

*se va*

Entré en el dormitorio abriendo la puerta despacito, por si había alguien durmiendo, pero no había nadie.

"Vaya, lo cierto es que no conozco a ninguna compañera de habitación todavía...", pensé.

Miré hacia la cama en la que había dormido aquella vez, y en la que había dejado algunas de mis cosas.

"Supongo que al final ya me apropié de esta cama.", pensé.

Me tumbé en la cama y me dormí.

Me desperté.

Había tenido un sueño bastante raro, de esos que no puedes recordarlo todo al despertarte... pero había unos duendecillos pequeñitos que cantaban y bailaban, y Silvanus correteaba desnudo por todas partes.

"Vaya sueño mas raro...", pensé mientras me estiraba.

Me cambié de ropa, hice mi cama, ordené un poco mis cosas, cogí mi bolsa y mi báculo y salí de la habitación.

*se va*

Entré en la habitación de las chicas... ¿chicas? en este castillo no debería haber chicas, dolo podía haber mujeres. mujeres guerreras, como ella...
Al entrar en la habitación vió que había ropa no de chicas, sino de niña, por lo que se pasó la mano por la cara, con gesto de desesperación.
-Que vergüenza... que verguenza... dejar a niñas venir a este castillo... alguien deberia enseñarles modales a estas crias...- dijo remangándose...
dejó sus cosas en la cama más alejada, cogió su rodillo y salió de la habitación

*se va*

Al llegar a la habitación, me derrumbé en mi cama. No me molesté en deshacerla. Ni en quitarme la ropa húmeda. Ni en deshacer mis trenzas. Ni mucho menos en guardar a Loksass. Esa noche dormiríamos juntas. Lo único que hice fue dejar la mochila al lado de mi cama y abrazar la almohada.

*Se queda dormida*

Me desperté, de nuevo malhumorada. Sock y Cole me habían perseguido en sueños. Aquello no podía ser una buena señal. Empezaba a hartarme de Brontë. Estaba demasiado vacío. Refunfuñando, salí a dar una vuelta, sin demasiado ánimo.

*Sale*

Llegué a la habitación y dejé mis cosas en el suelo, junto a mi cama. Inmediatamente me metí en cama, tapándome con las mantas hasta la boca.

Estuve estornudando un buen rato, pero cuando cogí un poco de calor me dormí de forma instantanea.


*se queda*